EL COMERCIO EN AL-ANDALUS Las necesidades de abastecer

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EL COMERCIO EN AL-ANDALUS
Las necesidades de abastecer densos núcleos urbanos de alto nivel de
consumo constituye la línea directriz de todo el proceso económico en Al-Andalus
entre el S.VIII y comienzos del S.IX. Si a esto se añade que Al-Andalus se integra en
un comercio intercontinental comprenderemos el por qué de la ruptura del comercio
hispano-visigodo, situación que se muestra muy visible en el S.X, siendo el resultado
de un proceso cuyas etapas, según García de Cortázar (1973) en su obra “ La Época
Medieval”(Madrid, Alianza). son:
a) Se observa el predominio de una economía agrícola de tendencia autárquica
entre el comienzo de la invasión musulmana y el reinado de Abd Al-Rahman II
(711-852 d.C.).
b) Da paso al nacimiento de una economía comercial de base monetaria la cual
se sitúa cronológicamente entre Abd Al-Rahman II y el mandato del primer
califa cordobés Abd Al-Rahman III (852-969 d.C.). Esta fase estará
protagonizada por un proceso de comercialización importante, con la
consiguiente ampliación de mercado cuyo resultado fue la creación de
concentraciones urbanas de alta densidad a las que hay que alimentar, vestir y
dar vivienda.
Así, a comienzo del S. XI comienza la explotación y transporte de madera,
productos de primera necesidad, no sólo fundamentales, para construir viviendas y
mobiliario, sino también para el desarrollo de determinadas actividades industriales
como la construcción de barcos o el tratamiento de metales, vidrio y cerámica.
Con respecto a la alimentación, el progreso de los rendimientos de los cereales
cultivados y la aparición de otros cultivos como el arroz, con motivo de la
introducción de las técnicas de regadío en Al-Ándalus que estaban mejor
desarrolladas por los árabes, permitirá una diversificación del consumo sobre todo
de productos horto-frutícolas.
Por otra parte, el vestido exige distinguir entre una industria textil poco
desarrollada de productos como la lana y el lino que se exportan al litoral africano
hasta llegar a Egipto, y cuya industria da trabajo a un gran número de artesanos
constituyendo junto a la construcción una actividad trascendental en la economía
de Al-Ándalus; y otra industria centrada en el diseño y confección de productos de
lujo, elaborados en la Dar Al-Tiraz o fábrica de tejidos del califato, ubicada en las
proximidades del Alcázar de Córdoba y creada expresamente por voluntad de Abd
Al-Rahman III. En ella se fabrican , entre otros productos , tejidos de seda
ricamente bordados en oro y destinados siempre, como es lógico, a las capas altas
de la sociedad andalusí.
Todo ello explica el aumento de las transacciones comerciales internacionales
respecto a la época anterior. Aún así, en esta segunda fase, el comercio entre las
distintas zonas de Al-Ándalus prima sobre el comercio intercontinental, siendo la
base de este comercio interior, las demandas que desde los crecientes núcleos
urbanos se efectúan.
Hemos de indicar, que la contratación de esos productos se realizaba en
eventuales mercados campesinos o negociando directamente con los propietarios
de las materias primas, e igualmente en los grandes mercados permanentes o
zocos de las ciudades andalusíes.
c) Esta relación ciudad-mundo rural se amplió con un comercio interurbano, que
se valía de las antiguas calzadas romanas para su desarrollo. Existían ciertos
itinerarios importantes como el que partiendo desde Sevilla o Córdoba se
dirigía una vez cruzada Sierra Morena a Toledo, desde donde se continuaba
hasta Zaragoza, Tudela o Lérida.
d) Finales del S. X cuando se establece una relación mercantil internacional de
gran intensidad entre la Península Ibérica y el resto del mundo islámico,
constituyendo sin ningún género de dudas la época de mayor esplendor
comercial de Al-Ándalus. Ésto implica el uso de caravanas a través del norte de
África y el desarrollo del comercio marítimo, comercio que tiende, por otro lado,
a abastecer a los grandes núcleos urbanos, los cuales prosperarán durante el
reinado de Abd-al-Rahman III y sus inmediatos sucesores en un periodo que
podemos acotar entre los años 925-1008 aproximadamente.
En todo caso, y en otro orden de cosas hemos de indicar, que al abordar el
tema del comercio andalusí nos encontramos con un gran problema, como es la
dificultad para encontrar fuentes específicas que ahonden el tema que nos ocupa.
Así debemos de contar con aportaciones muy heterogéneas como las de las
crónicas de los viajeros y geógrafos que recorren el ámbito islámico en estas
fechas señaladas. Así, descuellan originalmente los comentarios de autores como
Ibn Hawqal o Ibn Jubayr quienes estuvieron personalmente en los lugares
señalados en sus obras, indicando además, no sólo descripciones detalladas de
las ciudades y las exportaciones de Al-Ándalus, sino también informaciones sobre
las principales regiones productivas y rutas comerciales desde los tiempos del
Emirato Independiente (756-929 d.C) y el Califato (929-1031 d.C).
Se muestran valiosos igualmente los comentarios de otros autores que sacaron
su información de libros ya existentes o copiaron las memorias de viajeros
contemporáneos. Ésta circunstancia implica que en numerosos casos los datos de
sus crónicas , aparezcan, como ocurre en el caso de Al-Idrisi( autor que escribe en
el S.XII), con un orden cronológico alterado y erróneo , lo que puede inducir al
estudioso de la materia a constantes problemas de datación y clasificación.
Resultan también de gran utilidad, para el estudio que nos ocupa, los
numerosos materiales de carácter jurídico, entre los que descuellan aquellos para
la instrucción y guía del llamado señor del zoco; las propias biografía de los
mercaderes andalusíes, o los documentos en latín aportados por las comunidades
cristianas del norte peninsular y que resultan muy útiles a la hora de reconstruir las
relaciones entre éstos y los seguidores del credo mahometano. Dentro de éstos
últimos se incluyen:
• Las cartas de población de los cristianos, en las que a veces se incluyen
inventarios de tarifas que muestran el tipo de productos andalusíes que se
comercializan.
•
•
Inventarios de peajes y puertos.
Registros notariales
En todo caso, y como anteriormente comentamos, resulta muy difícil, reconocer
el volumen comercial de Al Ándalus, dada la parquedad y dudosa veracidad de
algunos datos aportados desde aquella época. Cuestión reflejada muy a las claras en
las palabras de la historiadora Olivia Constable, para quien “Reconstruir los modelos
de comercio internacional es como intentar recomponer un rompecabezas cuya forma
nos es desconocida y del que además nos faltan piezas y las que están son colocadas
según algún diseño de otros rompecabezas más o menos similar”. [Constable O.
(1996) “El comercio y comerciantes en la España musulmana” Barcelona,
(Editorial Omega)]
Sea como fuere, y a pesar de lo hasta aquí expuesto, sí podemos establecer, de
manera general, una serie de consideraciones:
1. La Península Ibérica se erige como la frontera entre el mundo islámico y el
cristiano; y como resultado de ello Al Ándalus jugó un papel esencial en el
comercio entre el Mediterráneo Occidental y el Oriental, sirviendo como puente
entre ambos mundos.
2. Desde el punto de vista islámico, y derivado de lo anteriormente expuesto, Al Ándalus era el mercado situado en los confines de occidente, siendo un
consumidor de productos de Oriente y exportador de los productos que salían
desde Europa al mundo musulmán.
3. Desde el punto de vista cristiano Al –Ándalus era el medio de contacto con el
área islámica, y por tanto un lugar del cual obtener artículos suntuarios, papel o
especias.
4. En términos comerciales Al -Ándalus pudo tener un papel mucho más
dominante en sus relaciones comerciales, con los reyes cristinos que con los
del Oriente islámico, puesto que las mano de obra, la industria y la agricultura
andalusí tuvieron mucho más que ofrecer a unos reinos cristianos más rurales
y menos desarrollados tecnológicamente.
5. La clave para entender el papel de Al –Ándalus dentro de la red comercial se
halla también en las rutas marítimas. Así, los viajeros tenían a su disposición
un amplio abanico de puertos donde detenerse para comerciar, reparar
embarcaciones, obtener provisiones etc. Entre los puertos más importantes
podemos señalar los de Algeciras, Málaga, Almería o Sevilla que pese a ser
ciudad de interior, era considerado el mejor, debido a las condiciones de
navegabilidad que presenta el Guadalquivir, desde las ciudad hasta su
desembocadura, en el Atlántico por la localidad gaditana de Sanlúcar de
Barrameda. Además es necesario significar que estos productos transportados
remontando el río no sólo tienen como destino la capital hispalense, sino otros
mercados tierra adentro siendo el más importante, como es lógico la Capital del
califato, Córdoba.
6. El comercio andalusí se benefició, no sólo, de unas notables rutas terrestres y
navales, garantizadas por una autoridad fuerte, sino también por la existencia
de un sistema monetario estable, y un eficaz sistema de pesos y medidas.
En este sentido, tenemos que significar que el sistema monetario
andalusí posee dos unidades distintas, exactamente iguales que en el resto del
mundo islámico, siguiendo los designios establecidos por los califas Omeyas,
desde la instauración del califato de Damasco ( 661-750 d.C). Así pues, existe
una moneda de oro, el dinar, y otra moneda de plata, el dirham, que son las
unidades mayores a las que sigue una moneda divisionaria de cobre, el fulus.
Mateu F. (1946) “La moneda española”, Barcelona, Ed. Alberto Martín.
Aspecto, por otro lado, de gran importancia, para el desarrollo
comercial, es, la existencia de un sistema de pesos y medidas de aceptación
general, o al menos, de gran difusión. Así, la medida de longitud por excelencia
es el codo, cuya dimensión oficial se fijó de modo solemne en época de Abd-AlRahman III ,siguiendo el modelo egipcio, en 71 cm; junto a él siguió
utilizándose un codo menor equivalente a 47 cm.
Para la medición de distancias se utilizó en Al –Ándalus, la milla (1420
m), teniendo, también gran aceptación el uso de otra medida menos precisa, la
jornada, que se muestra como el espacio recorrido en un día de marcha.
En cuanto a las medidas de peso eran la referencia de las de volumen,
y ello permite dar una equivalencia respecto a las medidas actuales, aunque
siempre con la necesaria cautela. Así el peso básico será el dirham, que
equivale a 3 gramos, diez de los cuales componen una onza; 16 onzas son una
libra (500 gr) y 100 de éstas, un quintal.
7. Está constatado que las mercancías y mercaderes andalusíes llegan hasta los
confines del ámbito islámico, lo que pone de evidencia la calidad de los
productos y el grado de avance técnico alcanzado por los musulmanes
hispanos.
8. Relacionado con este aspecto ha de indicarse, que la mayor parte de los
barcos mercantes eran de vela ( de tipo triangular o latina) aunque en menor
medida se utilizaban embarcaciones con remos, llegando a tener los grandes
mercantes de la época una capacidad de hasta 400 personas. También se
documentan contactos con Bizancio, aunque sus productos solían ser más
regalos diplomáticos como signo de buen entendimiento entre ambas Cortes,
que productos dedicados al consumo.
9. Hay que significar también, que algunos mercaderes judíos y musulmanes
comercian con la parte cristiana, pero rara vez se adentran en los mercados
europeos situados más allá de los Pirineos, sobre todo tras el período Omeya.
En otro orden de cosas hemos de reseñar, que distinguimos en Al-Ándalus dos
categorías básicas de mercaderes:
•
Mercaderes sedentarios, quienes se dedicaba a importar y exportar tendiendo
a acumular productos cuando su producto es bajo y venderlos en el momento
en el que éstos están en su punto más alto.
•
Mercaderes que viajan para comerciar por sí mismos o en asociación (siendo
éste el tipo que más abunda en Al-Ándalus).
La condición social de estos mercaderes está marcada por la realización,
además del comercio, de otras funciones como oficiales gubernamentales, armadores
o propietarios de barcos. No será sin embargo éste, el único criterio de división entre
unos comerciantes que se disponen en función de la religión, el grupo étnico o el tipo
de relaciones comerciales mantenidas entre éstos. Así, las rutas de navegación
musulmanas fueron diferentes a las de judíos y cristianos, aunque siempre teniendo
en cuenta que entre éstos siempre existirá un eje fundamental, el Mediterráneo.
Como indicamos anteriormente, los mercados europeos fueron generalmente
poco atrayentes para los comerciantes musulmanes, hecho que en buena medida se
justifica por la propia legislación islámica, siempre poco receptiva al comercio con
zonas no musulmanas. Sin embargo ésta circunstancia no supondrá en ningún caso la
prohibición para los comerciantes andalusíes de extender su red de acción a los
dominios cristianos, como muestra el hecho de la existencia de monedas musulmanas
en zonas de Francia, Inglaterra, Escandinavia o la Europa del Este durante el S.X,
como bien ejemplifica el historiador hispano-musulmán Ibn Ayyan (987-1075) en su
escrito sobre las relaciones entre Al- Ándalus y el puerto italiano de Amalfi.
Esta buena sintonía con las “gentes del libro”, apelativo por el que se conocen
a cristianos y judíos, justifica en cierta medida el poco obstáculo que se pone al
acceso de los mercaderes cristianos a los dominios musulmanes, siempre y cuando
llevasen el salvoconducto pertinente firmado por la autoridad islámica competente, que
era válido por un periodo de entre 4 meses y un año, permitiendo a los no
musulmanes trabajar en los territorios del Islam durante este tiempo.
En otro orden de cosas, hemos de referirnos como un aspecto capital en torno
al tema tratado, a los tipos de asociación entre comerciantes, pudiendo destacar
fundamentalmente dos instituciones básicas:
1. ShirkaÆ Es un tipo se asociación en la que dos o más personas invertían
capital y trabajo para conseguir beneficios económicos, que eran repartidos
entre los socios según la inversión realizada por cada uno.
2. QuiradÆAsociación en la que varios inversionistas aportan capital, mientras
que uno o varios agentes llevan a cabo la empresa. De esta manera, los
beneficios eran repartidos de manera desigual, siendo común entregar dos
tercios a los primeros en concepto de riesgos por su participación en la
empresa, y el tercio restante a los segundos por los riesgos físicos corridos.
Este contacto se asemeja a otros preexistentes tanto en el mundo judío, como
en el bizantino, aunque este tipo de contrato islámico se diferencia en el hecho que la
mayoría de los casos se eximía al agente de la posible pérdida del capital.
Por otro lado, el Quirad, a diferencia de otro tipo de asociaciones como la
commenda italiana, es de largo duración y podía ser aplicado al comercio terrestre y
marítimo, mientras que el anterior sólo era aplicado a los negocios marítimos.
En último término, es necesario significar la gran importancia adquirida, por
los productos que llegan a Al-Ándalus, mediante los cuales podemos reseñar de nuevo
que ésta se convierte en el auténtico puente comercial entre Oriente y Occidente.
De este modo, al llegar a los puertos andalusíes, los fardos de especias y otros
productos exóticos, que habían conseguido alcanzar el final del periplo, eran
depositados en alhóndigas, una especie de posada-almacén, para el descanso de los
mercaderes y sus acémilas, al tiempo que servían de lugar de depósito de sus fardos
de mercancías.
Tras el consiguiente pago de las alcabalas a las autoridades del mercado éstos
entraban en los zocos a intramuros de la Córdoba califal, la Sevilla almohade o la
Granada nazarí, así como en los zocos del resto de las más importantes ciudades
andalusíes, y se podían encontrar desde la pimienta negra de la India, la casia de
China, el cardamomo de Java, la nuez moscada de las Molucas, la canela de Ceilán,
el áloe de Socotora, hasta el incienso, la mirra y el ámbar gris de Yemen, junto al
almizcle de la meseta del Tibet.
Por otro lado, también se hizo necesario la aclimatación en tierras andalusíes,
de aquellas plantas aromáticas que no eran susceptibles de importarse por su corta
duración y lo costoso de su importación, iniciándose a lo largo de dos centurias, una
especie de movimiento migratorio de plantas y frutales aromáticos hacia al-Ándalus,
de la mano del hombre.
Muchas de ellas se aclimataron bien en lo predios andalusíes como el azafrán,
cuyo cultivo se extendió por los campos de Baza (Jaén), Toledo, Guadalajara,
Zaragoza, Valencia, Sevilla y Granada.
La gran producción de azafrán que se consiguió, hizo posible que sus
excedentes fueran exportados a Oriente desde los puertos de Málaga y Almería.
También progresó el cultivo del comino, el ajonjolí o sésamo índico, y el anís, entre
otros.
Frutales como los limoneros y naranjos amargos de China, así como los
granados de Siria, junto a las hortícolas como el melón y la sandía procedentes del
Lejano Oriente, inundaron los jardines-huertos de al-Ándalus, haciendo que en las
mesas de los andalusíes hubiera fruta aromática abundante durante casi todas las
estaciones del año. Abderraman Jah “ El comercio en Al Ándalus”. Fundación de
Cultura Islámica (2007) extraído el 22 de Julio desde
http://www.funci.org/es/2002/07/27/apuntes-sobre-al-andalus/.
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