Las Mentiras Watchman Nee Uno no sabe cuán bien miente, hasta que intenta rechazar toda mentira. Cuanto más se esfuerza por rechazar las mentiras, más se dará cuenta de lo bien que miente. Se dará cuenta, entonces, que mentir es la inclinación misma de su corazón. En este mundo circulan muchas más mentiras de las que nos imaginamos. Nunca sabremos cuánto mentimos hasta que nos propongamos desechar toda mentira. Si tratamos de rechazarlas, entonces tendremos una idea de la inmensa cantidad de mentiras que decimos. Hay demasiadas mentiras en el mundo y en nosotros mismos hay muchas mentiras. Es triste ver que incluso entre los hijos de Dios parezca inevitable encontrar mentiras. ¡Cuán lamentable es que las mentiras tengan cabida entre nosotros! La Palabra de Dios es seria y explícita. Todo aquel que miente es un hijo del diablo, y el diablo es el padre de los mentirosos. No hay nada más lamentable en este mundo que el hecho de que la simiente satánica de la mentira permanezca en los corazones de los hijos de Dios. Simplemente no podemos ser creyentes por muchos años y, aun así, permanecer indiferentes con respecto a las mentiras que decimos. Sería demasiado tarde si esperamos que pasen los años para empezar a tomar medidas con respecto a la mentira. Tenemos que aprender a hablar con exactitud tan pronto creemos en el Señor. ¿Qué es mentir? 1. Hablar con doblez Ser una persona que habla con doblez es mentir. Una persona miente cuando primero dice una cosa e inmediatamente después, al dirigirse a otra persona, dice algo diferente. Miente cuando primero dice que sí y luego dice que no, cuando primero dice que algo es bueno y luego dice que es malo; o cuando en primera instancia concuerda en que algo es correcto, pero después afirma que ello está errado. Esto no esto es tener una mente indecisa; esto es mentir. 2. Hablar regidos por lo que nos agrada o desagrada Estamos acostumbrados a decir a los demás lo que nos agrada, pero nos callamos lo que nos desagrada. Solemos hablar sobre lo que nos conviene, pero callamos aquello que no nos conviene. Esta es otra manera de mentir. Mucha gente, deliberadamente, cuenta sus relatos a medias. Tales personas callan aquellas cosas que podría beneficiar a otros, especialmente lo que podría beneficiar a sus enemigos. En su lugar, ellos difunden las cosas que habrán de herir, dañar o causar perjuicio a los demás. Esto es mentir. Muchos no hablan de acuerdo a la verdad o a la realidad, sino lo que les agrada o desagrada. Muchas palabras no están basadas en hechos, sino en sentimientos. Tales personas tocan ciertos temas porque les encanta hablar al respecto y hablan sobre ciertas personas porque sienten preferencia por ellas. Estas personas cambian de tono si la conversación gira en torno a personas o temas que no son de su agrado. Esta clase de hablar está completamente regido por lo que a uno le agrada o desagrada; es hablar conforme a las emociones, y no conforme a la verdad y la realidad. Recuerden, por favor, que esto es mentir. Las palabras inexactas son un pecado muy grave. Engañar deliberadamente es más grave todavía y constituye un pecado mucho más serio delante de Dios. No debemos hablar de acuerdo a nuestras emociones, sino de acuerdo a los hechos. Nosotros o no deberíamos decir nada, o solamente deberíamos hablar conforme a los hechos y la verdad. No podemos hablar de acuerdo a nuestros sentimientos. Si lo hacemos, estamos mintiendo deliberadamente delante de Dios. 3. Hablar conforme a nuestras expectativas Más aún, tenemos que aprender a dejar a un lado nuestros propios sentimientos y no debemos tener ninguna expectativa acerca de otros. Hoy en día, mucho de lo que se dice, representan esperanzas en lugar de hechos. Así pues, nuestras palabras no trasmiten los hechos sino que únicamente comunican nuestras expectativas. Es frecuente que una persona hable mal acerca de cierta hermana o hermano, según sus sentimientos y no conforme a los hechos. Tal persona espera que dicha hermana sea tan mala como se la imagina; sin embargo, habla como si fuera verdaderamente mala. O, en otros casos, esperando que un hermano va a tropezar, habla como si ya hubiese tropezado. Así que, esta persona habla conforme a lo que ella espera que suceda, no conforme a lo que realmente ha sucedido. ¿Detectan cuál es el problema fundamental aquí? Con frecuencia, una persona habla conforme a la expectativa que abriga en su corazón y sus palabras no comunican lo que realmente acontece. Así pues, tal persona, en lugar de hablar sobre lo que sucede concretamente, habla de lo que ella anticipa que habrá de suceder. 4. Añadir nuestras propias ideas ¿Por qué las palabras pueden sufrir tantas alteraciones al ser transmitidas de boca en boca? Con frecuencia, una afirmación cambia completamente después que ha circulado por tres o cuatro personas. ¿Por qué? Esto se debe a que todas ellas han añadido sus propias ideas, en lugar de investigar los hechos. Nadie procura descubrir los hechos concretos, pero todos procuran añadir sus propias ideas. Esto es mentir. Hay un principio básico que debe regir lo que hablamos: al hablar, no debemos hacerlo respondiendo a nuestros sentimientos ni a nuestras expectativas. Una persona está mintiendo cuando no habla conforme a la verdad y a la realidad, sino conforme a sus expectativas e intenciones. Debemos aprender a hablar según los hechos y a no expresar nuestras propias ideas. Si estamos dando nuestra opinión, debemos dejar bien en claro que se trata de nuestra opinión. Asimismo, si nos referimos a un hecho concreto, tenemos que establecer que se trata de un hecho. Tenemos que aprender a distinguir nuestras opiniones de los hechos concretos. No debiéramos mezclar los hechos con nuestras ideas al respecto. Lo que nosotros pensamos acerca de una persona y lo que es realmente dicha persona, son dos cosas distintas. A lo más podremos afirmar que los hechos indican una cosa, pero que nosotros tenemos ideas diferentes al respecto. 5. Exagerar Existe otra clase de mentira que es muy común en la iglesia: las exageraciones. Les ruego tengan en cuenta que los números inexactos y las palabras inexactas, así como la tendencia a usar expresiones grandilocuentes, palabras poderosas o palabras exageradas, constituyen diferentes maneras de mentir, porque en todas ellas hay falsedad. Hoy en día, si usted desea saber en qué condición se encuentra el corazón de un santo delante del Señor, todo lo que tiene que hacer es decirle algo y pedirle que lo transmita a otros. Inmediatamente usted podrá saber dónde está el corazón de esa persona en relación con el Señor. Una persona que teme a Dios, que ha aprendido las lecciones debidas y que ha recibido la disciplina de Dios, siempre considerará que hablar es algo muy importante. Tal persona jamás se atrevería a hablar descuidadamente, ni pregonaría ninguna palabra sin consideración. Tal persona le dará mucha importancia a la exactitud de las palabras. Si usted le confía algo a una persona que no ha sido restringida ni disciplinada por el Señor, tal persona se afanará por propagar lo que usted le ha dicho. Y en esta propagación descubrirá que ella es una persona frívola, engañosa y deshonesta. Una persona así es capaz de añadir muchas palabras propias y dejar de decir aquello que en realidad debería decirse. 6. Exagerar las cantidades Muchas personas suelen citar números exagerados al hablar. Ninguna iglesia en Shanghái tiene un local con asientos para cinco mil personas. Cualquier predicador con poco entrenamiento puede determinar la capacidad de un local con sólo una mirada. Sin embargo, muchos de los informes acerca de ciertas reuniones de avivamiento han dado cuenta de una asistencia de diez mil, e incluso hasta de veinte mil personas. Si todos los asistentes aun estuviesen parados sobre la cabeza de otra persona, no habría suficiente espacio para todos ellos. Sin embargo, estas palabras provienen de obreros cristianos. ¡Esta es una exageración! Tal clase de exageración equivale a mentir. Nosotros tenemos la tendencia a exagerar los errores de los demás y a minimizar nuestros errores. Exageramos los errores de los demás y minimizamos los nuestros. Esto también es mentir. C. Debemos aprender meticulosamente a ser personas honestas Hoy día yo no podría decir que todos los hijos de Dios se convierten en personas honestas al ser salvos. Si ellos, delante del Señor, se proponen aprender estas lecciones por los próximos cinco años, quizás después de ese lapso lleguen a ser personas honestas. Permítanme hablarles francamente: una persona tiene que rechazar continuamente toda clase de mentiras. Siempre que descubra que usted mismo está hablando con inexactitud, tiene que repudiar despiadadamente tal acto. Si usted pone esto en práctica, quizás llegue a convertirse en una persona honesta en tres o cinco años. No podemos esperar que una persona que habla en forma descuidada y caprichosa se convierta en una persona honesta de la noche a la mañana. Las mentiras e inexactitudes son males comunes entre los cristianos. Todas las personas de este mundo siguen a Satanás y todas ellas mienten. Algunas personas son torpes y otras son inteligentes, pero todas mienten. Unos mienten con habilidad y otros sin destreza, pero todos mienten. Continuamente, debemos tratar con el Señor a fin de ser puestos sobre aviso en cuanto decimos alguna mentira o cuando tocamos el espíritu de mentira. ¡Cuán importante es que lleguemos a ser personas honestas! Sin embargo, ¡no es natural el ser honesto! Nuestra naturaleza misma es deshonesta, y desde que nacimos hemos mentido. Al hablar, solemos hacerlo según nuestras propias preferencias, y no conforme a la verdad. Un niño tiene que aprender a hacer las cosas paso a paso, desde el comienzo mismo de su existencia humana. Como hijos de Dios, también necesitamos aprender nuestras lecciones desde el principio. Si somos negligentes, mentiremos y hablaremos con inexactitud. La mentira es un problema muy común. Se trata no sólo del pecado más oscuro, sino también del más común. Son muchos los que consideran que este asunto es un asunto trivial. Pero si tenemos problemas en cuanto a nuestra manera de hablar, sucederán dos cosas. En primer lugar, muerte entrará en la iglesia, y los cristianos se encontrarán con que les es imposible andar en unidad. En segundo lugar, Dios no podrá hacernos ministros de Su palabra, y nuestra utilidad se paralizará. Quizá todavía seamos capaces de hablar algo acerca de la Biblia, así como acerca de las verdades y doctrinas bíblicas, y hasta tal vez podamos dar un discurso, pero no seremos capaces de servir como ministros de la palabra de Dios. A fin de ser un ministro de la palabra de Dios, uno tiene que ser honesto al hablar. Si uno no es honesto, no podrá ser usado por Dios. Quisiera que todos podamos comprender lo necesario que es rechazar toda mentira. No debemos hablar según nuestros propios deseos. Tenemos que rechazar completamente toda mentira. No deberíamos hablar de manera subjetiva, sino de manera objetiva, es decir, debemos hablar de acuerdo a los hechos, de acuerdo a lo que escuchamos, y no de acuerdo a lo que sentimos. Si los hijos de Dios ponen esto en práctica, una senda recta se abrirá delante de ellos.