Introducción de “La Revolución de Octubre”, de Marcelino Domingo Marcelino Domingo fue ministro de Instrucción y Bellas Artes en el primer Gobierno de la República, presidido por Manuel Azaña, hasta el 17 de Diciembre de 1931, pasando a ser ministro Agricultura desde esa fecha hasta el 12 de Septiembre de 1933. Nacido en Tortosa en 1884, hijo de un guardia civil sevillano y de una mujer tarraconense, ejerció el periodismo y la docencia. Elegido diputado en las Cortes de Alfonso XIII en 1914 por “Unión Federal Nacionalista Republicana”, fue el principal propulsor de la propuesta de autonomía de Cataluña, rechazada por las Cortes monárquicas en 1918.También fue uno de los principales protagonistas de la Huelga General de 1917, organizada por el PSOE y UGT. En Julio de 1929, fundó el Partido Republicano Radical Socialista, que, en 1934, se integró en Izquierda Republicana junto con Acción Republicana, el partido de Azaña. Volvió al Gobierno por segunda vez en 1936, con el Gobierno del Frente Popular, con el cargo de Ministro de Instrucción Pública. Murió en el exilio en 1939. Marcelino Domingo Su libro, “La Revolución de Octubre”, que resumo a continuación, habla poco de esa revolución, y mucho de las causas que el autor entiende que la produjeron. Es especialmente valioso su relato pormenorizado de las jornadas de la crisis de gobierno de Septiembre-Octubre de 1933. Por otra parte, sorprende su continua y machacona descalificación de la legitimidad de la derecha para legislar y gobernar, por muchos votos que obtuvieran, intransigencia evidentemente compartida por una mayoría de políticos de izquierdas de esa época, aunque Julián Besteiro, líder del PSOE, fue una honrosa excepción. El tono del libro es el de un prolongado lamento por la caída de las Cortes Constituyentes y del Gobierno de Azaña, debido principalmente a la crisis causada por el incidente de Casas Viejas; causa que Domingo no menciona, asumiendo que sus lectores la conocerán de sobra. Dada la importancia de este episodio, que terminó causando la caída del Gobierno, y la disolución de las primeras Cortes de la República, me parece oportuno describir someramente los lamentables hechos que han pasado a la Historia como la “Tragedia de Casas Viejas”.