Indicaciones y materiales para la enseñanza de la Constitución Departamento de Derecho Político. UNED El presente texto se reproduce con fines exclusivamente docentes, para su uso por parte de profesores y alumnos en el ámbito de la enseñanza de la Constitución Antonio López Pina, Ignacio Gutiérrez Gutiérrez, Elementos de Derecho público, Marcial Pons: Madrid/Barcelona, 2002. Capítulo I, apartado 3: “La justicia del Derecho” (págs. 32-38). Extracto a) La igualdad. La igualdad se ha diferenciado tradicionalmente como conmutativa, que regula los intercambios equilibrados entre iguales, y distributiva (que ejerce quien, superior, reparte a cada cual lo que le corresponde). Ahora bien, ello supone criterios de valor, igualación y proporcionalidad para el establecimiento ulterior de las diferencias: sea el trabajo o la utilidad marginal, sea la igualdad de mérito o de necesidades. El Derecho procura con su mera objetividad cierta igualdad. La específica racionalidad jurídica trata de reducir a sistema las decisiones públicas relevantes sobre la configuración del orden social, tanto creadoras como aplicadoras del Derecho; la validez de las normas y de las decisiones judiciales está referida a la coherencia interna del orden establecido, y permite expulsar del mismo los elementos extraños. Pero tal coherencia sólo puede sustentarse a partir de la generalización y tipificación de conductas similares, lo que da lugar a unos mínimos de igualdad, sólo quebrada por las diferencias que, por razonables en un sistema dado, parecen admisibles. Los criterios de admisibilidad de las diferencias cambian en el tiempo; por ejemplo, la exención de impuestos a los nobles o la privación del voto a las mujeres ya han sido desacreditadas, pero no ciertas restricciones en el disfrute de derechos por parte de los no nacionales Se atribuye al Derecho un componente conservador, pues confirma al grupo social en sus desigualdades. Establecido por quienes están en el poder, tenderá ordinariamente a garantizar el mantenimiento de la estructura que les ha permitido alcanzarlo; tanto mediante su aseguramiento por la fuerza como cubriendo los elementos de desigualdad, ideológica (la relación entre obrero y empresario se consideró históricamente como un contrato entre personas igualmente libres) o normativamente (discriminando o incluso estigmatizando a grupos sociales determinados). En los periodos de cambio, la igualdad vigente es superada mediante la creación de condiciones nuevas de igualdad material; por ejemplo, suprimiendo barreras para el acceso de todos a la propiedad de la tierra cuando se desarticula el sistema feudal, o compensando los desequilibrios derivados de la economía capitalista mediante la redistribución directa o indirecta de la renta cuando la democratización del poder político (sufragio igual) impone dejar atrás las discriminaciones del Estado liberal. La superación de las tensiones permite que la nueva igualdad tienda a estabilizarse, a Indicaciones y materiales para la enseñanza de la Constitución Departamento de Derecho Político. UNED despecho de los efectos de exclusión que siempre tienen las normas (los no propietarios en la clásica crítica de Marx a la igualdad en el acceso a la propiedad); en esos momentos domina la función ideológica del Derecho, que, al perfilarla, enmascara también la realidad social. La justicia social, como noción recurrente en el debate sobre la legitimidad del ordenamiento jurídico, comprende la dotación de condiciones para garantizar a todos el igual disfrute de la libertad. Ésta permitirá a cada cual proponerse metas diferentes, y ofrece por tanto desiguales resultados de acuerdo con los propios actos; pero ningún uso desafortunado de la libertad justifica que el resultado se constituya en obstáculo para la ulterior autodeterminación del individuo. b) La seguridad Como los demás ordenamientos sociales, el Derecho sirve a la seguridad. La libertad del hombre le sitúa en una posición insegura en sus relaciones con los demás. Los sistemas normativos determinan unas expectativas de conducta que le liberan de tal inseguridad radical. Operan, así, como memoria o experiencia acumulada, que evita partir del punto cero ante cada contingencia. Y el Derecho permite asignar la responsabilidad por los eventuales daños que se originen en las relaciones sociales; algo que resulta especialmente importante hoy, cuando el dinamismo de las relaciones se asienta más en las expectativas que en las posesiones, y no se trata tanto de asegurar y restituir bienes cuanto de prevenir riesgos y asignar las respectivas responsabilidades. La seguridad jurídica se consigue gracias a la posibilidad de conocer el ordenamiento jurídico (certidumbre, ligada al principio de publicidad de las normas y, hoy, al dominio del Derecho escrito) y a la calculabilidad de las consecuencias no favorables de nuestros actos (previsibilidad, que está vinculada al principio de legalidad penal y a la irretroactividad del Derecho sancionador). La estabilidad del Derecho supone asimismo un factor de seguridad. La regulación jurídica de las relaciones sociales responde así, al menos parcialmente, a demandas de seguridad que pretenden la cobertura de los riesgos inherentes a la libertad; supone cobrar conciencia de la imposibilidad de asumir autónomamente la plena responsabilidad por la estabilidad del orden social, y de la necesidad de endosarla al Estado, garante del orden jurídico. En cualquier caso, los riesgos de la inseguridad no son iguales para todos, del mismo modo que no todos pueden disfrutar en igual medida de la libertad garantizada formalmente por las Leyes. Por ello se producen tensiones entre libertad y seguridad. c) La libertad La libertad individual, entendida como libertad de los modernos, la consigue el Derecho mediante la regulación del poder público, a través de la fijación taxativa de los supuestos, mecanismos y modos en que puede ejercerse legítimamente. Si en un tiempo el Derecho reflejaba la voluntad arbitraria del poder a la hora de regular las conductas de los ciudadanos, mientras que el poder mismo era objeto de un discurso moral y pedagógico, pero no estrictamente jurídico, en el Estado de Derecho el propio poder se somete al Derecho. Aquí, la limitación del poder se concreta especialmente en específicos derechos fundamentales, cuyo ejercicio no puede ser interferido ni dar lugar a sanción, y con los principios de legalidad (que supone la predisposición legal de toda posible interferencia en la esfera genérica de la libertad individual) y de Indicaciones y materiales para la enseñanza de la Constitución Departamento de Derecho Político. UNED proporcionalidad (que no tolera más restricciones de la libertad que las imprescindibles para proteger un bien valioso, cuyo grado de preservación a través de tal medida debe a su vez ser ponderado en relación con el perjuicio para la libertad afectada). La efectividad de estos límites, la efectiva sujeción del poder al Derecho, depende en buena medida de la división de poderes, pues un poder sólo se somete verdaderamente al Derecho si éste es creado o impuesto por otro poder; la simple autolimitación del poder soberano se ha acreditado históricamente como insuficiente. Por ello, en el Estado constitucional, dotado de un sistema de equilibrios y controles recíprocos, ningún poder es soberano; la soberanía corresponde al pueblo, que ha ratificado la Constitución y que, a su vez, resulta ordenado por ésta como Sociedad constituida, y actúa en las formas jurídicamente prescritas por ella. El Derecho ofrece además el marco necesario para el desenvolvimiento de la libertad individual como autonomía privada. Garantiza en primer lugar la asignación de bienes, y a partir de ella permite la ordenación libre y responsable de los propios intereses (vitales, sociales o económicos), si bien bajo ciertas condiciones y con límites que evitan tratos radicalmente desiguales o inciertos. La tutela jurídica de tal regulación autónoma abre paso a la cooperación social, que supera los círculos inmediatos de la comunidad y permite constituir relaciones societarias. "En la realidad social la libertad humana tiene que ser siempre organizada" (Heller); el Derecho es la ley general de libertad que hace recíprocamente conciliable el libre arbitrio de los particulares (Kant). d) La autodeterminación colectiva El Derecho ordena, en fin, la propia apertura al tiempo, y posibilita así el desenvolvimiento de la autodeterminación colectiva. Ello ocurre de modo primario porque las normas dadas están abiertas a los valores y a la realidad social, y con ellos evoluciona su interpretación. Pero, sobre todo, el Derecho constitucional institucionaliza el poder y establece los mecanismos por los que puede conseguirse la modificación de las normas; ordena así las posibilidades de cambio de sus propios contenidos. Allí donde los mecanismos de cambio legítimo del Derecho no son suficientemente flexibles, el cambio social podrá terminar imponiendo un nuevo orden contra, y no sobre el anterior. Especialmente en estos casos, la infracción de una norma puede resultar anticipo de las nuevas relaciones sociales de poder, como históricamente ha ocurrido con la libertad religiosa o con el derecho de huelga. La estabilidad, que es requisito de la seguridad jurídica, ha de ser así necesariamente compensada con la apertura del Derecho a la voluntad democrática, con la reversibilidad de las decisiones y con la disposición al cambio. Sólo con la participación actual y concreta de los individuos en la formación de la voluntad, y por tanto con la posibilidad de cambiar el orden jurídico, “experimenta el individuo la ampliación de su campo de acción que compensa y equilibra el estrechamiento de otras posibilidades vitales. En la base está lo que Kant llamaba la libertad como miembro de una comunidad, que sustituye a la libertad en un ideal estado de naturaleza” (Larenz). Ello presupone, en cualquier caso, que se den las condiciones procesales, institucionales y materiales que permitan a todos su autodeterminación mediante la participación.