«La magia de la naturaleza»

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1.ER PREMIO
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Gure Lehiaketa 2008 Nuestro Concurso
«La magia de la naturaleza»
ORÍA JUN
Alfea se movió veloz entre los árboles. Ella era un espíritu del bosque y rebosaba de
vida y felicidad. En la Tierra tenía bosques en cada rincón y paseaba a menudo por todos
ellos. El mundo aún era joven y había un montón de especies de seres vivos en él. En las
orillas del mar existían variedades insólitas de plantas exóticas y acuáticas que atraían a
todos los seres del mar y, en especial, a las sirenas.
Las sirenas eran muy bellas y les gustaba cuidarse. Se acicalaban con aceites y esencias de plantas submarinas y se vestían con perlas. Se peinaban su largo y sedoso cabello
con los espinazos de las criaturas que ya habían fallecido y creaban su hogar en gigantescas conchas que existían por aquel entonces.
A lo largo de los años se fueron creando los seres humanos, venidos de los primates, Alfea se sintió atraída hacia sus costumbres y ésa, poco a poco, fue su perdición.
Todos los días y algunas noches, Alfea se paseaba por las tribus nómadas y les enseñaba las cualidades del bosque para que pudieran sobrevivir en aquellos parajes. Poco
a poco los humanos fueron desarrollando su inteligencia y comenzaron a doblegar los
bosques y, en general, a la naturaleza entera. Porque las sirenas también les habían ense-
Itsaso Guerrero Fuente
ñado a pescar y a mantenerse en el agua a las tribus costeras. Éstas, a cambio de víveres
del bosque, enseñaban a las tribus de tierra a dentro las características del mar.
Pasaron los siglos y los seres humanos comenzaron a querer más cosas sobre la
magia de la naturaleza, tales como el fuego, los rayos… De lo que ni las sirenas, ni Alfrea
se dieron cuenta era de que los humanos dependían ya por completo de la naturaleza y,
al ser cada vez más y más listos, la destruían a cada paso que daban. Por supuesto que al
principio ellos no eran conscientes, pero pronto se volvieron codiciosos y unos seres realmente oscuros. Alfea y las sirenas comenzaron a mandarles señales de que parasen con
la destrucción, cada una a su manera: maremotos, erupciones, movimientos sísmicos…
Pero no conseguían absolutamente nada. Ellos estaban completamente ciegos y simplemente reparaban lo que aquellas maravillas de la naturaleza habían desecho.
La destrucción continuó hasta el día de hoy, en el que estamos a punto de acabar
con todas las cosas bonitas que hay a nuestro alrededor. Por ello, Alfea y las sirenas cada
vez son más vulnerables y mueren rápidamente, sin poder remediarlo. Está en nuestras
manos el parar esto. Hay que ayudar en la lucha contra el cambio climático o todo se
destruirá.
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