La Vida Apostólica Religiosa: Una Vocación Eclesiástica Pública La vida religiosa sin duda pertenece a la vida santa de la Iglesia, aunque es “carismática” en vez de un elemento “estructural;” uno puede decir es una experiencia esencial de la santidad. Es un regalo por el cual Dios el Padre por medio del Espíritu Santo anima y refresca la Iglesia y por su gracia distingue comunidades por su gran fe, su esperanza y su amor apasionado por Jesús y el mundo que vino a salvar. Los religiosos consagrados tienen un espacio en el corazón de la Iglesia porque, dejando todo para seguir a Cristo, ellos nos dicen por medio de sus vidas que Dios nos hizo para él y que nuestros corazones no serán satisfechos hasta que descansemos en el. Nosotros quienes aceptamos la vocación de una vida religiosa hacemos profecía de la pobreza, caridad, y obediencia a Jesucristo “Libremente, y puramente por el amor a Dios.” De hecho, nuestra libertad debe estar asegurada; nuestras promesas son inválidas si hemos sido sujetados a una presión ajena. Nosotros optamos por ser admitidos a una promesa pública en respuesta a una experiencia personal profunda de ser amados y escogidos, y en la luz de una fuerte atracción por el carisma de una institución particular. Esto impulso a “vender todo” para comprar el terreno donde encontramos el “tesoro” (Mateo13:44) que es el Espíritu santo. Si nuestra propuesta es aceptada, nos prometemos a nosotros a observar los cónsules evangelíceles, para vivir en comunidad, y para llevar una misión especial en el nombre de la iglesia, esto posee una moral de autoridad—el tipo de autoridad, de hecho, es indispensable para transmitir la fe y compromiso de la misma Iglesia. Somos el reflejo de nuestra vocación. Casi todos sabemos que no todo está bien, que algo ha sido perdido y tiene que ser reclamado. ¿Que este “tesoro” que tiene que ser reclamado? El problema no es solamente que pocos se unen a nuestros ideales. Es por la actual polarización y división en la Iglesia que a lo largo se encuentra entre nosotros también. Se encuentra en nuestra difícil y fracturada relación con nuestros institutos apostólicos, dentro de nuestros muchos institutos, y—para muchos—en la relación de religiosos con el clérigo diocesano, el Obispo y el Papa. La realidad de esta polarización es más que culpas; es causado por escándalos. Nuestra forma de vida nació del ardiente deseo de reproducir la idea apostólica en el cual “la compañía de aquellos que creen era de un corazón y una alma,...tenían todo en común, [y] fueron apóstoles devotos enseñando y compartiendo el pan y las oraciones” (Hechos 4:35; 2; 42). Nuevas metas de hombres y mujeres religiosos apostólicos son testigos de esto. Están atrayendo vocaciones, del cual todos podemos estar felices. Algunas instituciones tradicionales que hicieron algunos cambios los hicieron gradualmente, y otras instituciones más jóvenes tuvieron que hacer menos cambios, son de igual modo dándole la bienvenida a nuevos miembros. Pero muchas comunidades que estaban floreciendo antes del concilio ha ora están hundiéndose y muriendo sin importar la evidencia de la generosidad de la mayoría de los religiosos. Estamos experimentando un decline en números y una haza en edad media, un futurao incierto. Muchos están dudosos de decisiones internas. Ellos aun están buscan una solución, orando y esperando por nuevos miembros, pero no pueden, o quizá simplemente están temerosos de cómo evaluar sus propias decisiones y actitudes de su situación. Algo largo para “reclamar el tesoro,” pero se encuentran con resistencia de parte de otros miembros de su institución y no pueden tener mucha atracción para iniciar una nueva dirección. Otros están convencidos de que la vida apostólica religiosa como lo hemos sabido no solo morirá, sino que debe morir. Ellos anticipan el futuro en el margen de la “Iglesia Institucional.” Algunos están seguros, muy lejos del “margen” que está ex pectando dejar a Jesucristo y su Iglesia atrás por una nueva Espiritualidad Universal. ¿Son los hombres y mujeres religiosos tontos para mantenerse divididos en facciones liberales y conservadores, mujeres y hombres, ordenados y no ordenados, conferencia de liderazgo para mujeres religiosas y conferencia para mujeres religiosas superiores? ¿Esto es lo mejor que podemos hacer? ¿Esta esto complaciendo a Dios? Me enfocare en la dimisión teológica del problema presente. Primero voy a repasar tres problemas, todas las congregaciones o religiosos apostólicas tienen que unirse y mirar el llamado del cónsul “removimiento apropiado.” Enseguida voy a considerar un cuarto problema inesperados que surgió después del cónsul, nombrado, una crisis de fe con respecto al origen, estructura, y autoridad de la Iglesia que ha afectado a religiosos dentro del apostolado religioso y la jerarquía—la “Iglesia Institucional.” Voy a sugerir que nuestra “diferencia eclesiologías” son una mejor fuente de malicia. Finalmente, voy a decir unos pensamientos sobre la naturaleza del “tesoro” hemos perdido y identificado un reto sobre la fe que aun esta para ser realmente encontrada y que nos promete el prospecto de reclamar ese “tesoro.” Tres retos presentados por el concilio El concilio del segundo vaticano nos reta a clarificar la naturaleza de nuestra vocación como religiosos en la luz del “llamado universal sagrado” refiriéndose a todos los bautizados; para adoptar nuestra manera de vivir, orando, trabajando y gobernándonos para cumplir las necesidades apostólicas de nuestros días; y para expandir nuestras dudas apostólicas a las enseñanzas de justicia social de la Iglesia. ¿Cómo estos tres retos nos afectan entendiendo el apostolado religioso, nuestra vida en comunidad, y nuestra habilidad de ser testigos? 1. El Universo Llama a la Santidad y la Vocación Especial de Religiosos Apostólicos El concilio nos ensena del llamado universal a la santidad y reto directo a religiosos apostólicos. ¿Si todos los nuevos cristianos son llamados, por la razón de su bautismo, para imitar a Jesús en la pobreza, caridad, y obediencia, y para luchar por la perfección de la caridad de acuerdo a su estado de vida, que es especial sobre la vida religiosa? ¿Algunos religiosos apostólicos, tropiezan sobre esto, imaginando que la énfasis de el llamado universal a la santidad minimiza el valor de su propia vocación? ¿Preguntan: si la perfección se pudiera tener en otro estilo de vida, porque hacer el sacrificio llamado por los votos? Muchos otros están a favor del nuevo énfasis. Orgullosamente anuncian su solidaridad y renuncian a cualquier vestigio de privilegio, deliberadamente distanciados de lo que pueda significar “Elite,” sin embargo, algunos abandonan no solo el privilegio sino también algunas disciplinas esenciales y prácticas devocionales que reflejan al público su seguimiento a una vida santa. El esfuerzo para evitar “elite” de hecho, lleva algunos hombres y mujeres religiosos a adoptar actitudes que obscurecen su identidad como consagrados públicos, personas eclesiásticas, y algunas veces eso escandalizan. ¿Entonces que es lo distinto de una vida religiosa? El concilio ensena que la diferencia está sobre el llamado al servicio religioso—un regalo del espíritu santo—y en la respuesta que nos comprometemos a buscar la vida santa bajo un nuevo “titulo.” Somos llamados a dar expresiones más radicales a nuestra vocación bautismal y a seguir a “Jesús mas de cerca” por medio de nuestros votos de pobreza, caridad, y obediencia. Como el Papa Juan Pablo II dijo en Vita conectara, Todos los renacidos en Cristo son llamados para vivir, con la fuerza que es el regalo del Espíritu Santo, la caridad apropiada para su estado de vida, obediencia a Dios y a la Iglesia y un razonable desprendimiento de posiciones materiales: porque todos son llamados a la santidad, que consiste en la perfección del amor. Pero el Bautizo no incluye el llamado al celibato o virginidad, la renunciación de posiciones o obediencia a un superior, en la forma del cónsul evangélico. La vida religiosa, tomada por el significado de los votos, presupone “un regalo particular de Dios no dado a todos...un regalo especifico del Espíritu Santo.” Hemos recibido esta vocación para buscar la santidad por fuerzas que están “arriba y mas allá” lo que se requiere para todos los bautizados. Mucha atención se le ha dado al significado y “valor de testigo” de los votos desde el Concilio. En un esfuerzo a “asentar lo positivo y eliminar lo negativo,” algunos han propuesto que los votos nadamos nos compromete a practicar las virtudes que la pobreza significa “viviendo simple” caridad significa “amar generosamente,” y obediencia significa “escuchar indicaciones de Dios.” ¡Pero uno no puede hacer votos por lo que es requerido! Los votos son promesas a Dios “entendiendo que son posibles y mejores. ¿“Que tiene esto de “bueno”? Es lo bueno de un convenio por el cual nosotros nos comprometemos libre y públicamente a “Jesús Dios, quien virginal y pobre (mateo 8:20; Lucas 9:580, nos redamo y santifico por obediencia en la crus (filipenses 2:8). Mientras es cierto que la “perfección” de los votos esta en práctica, los votos nos comprometen a una obligación específica, que tomadas juntas, dan un tono distinto a nuestra manera de vivir. Por castidad nos obligamos a continuar perfeccionado el celibato; por la pobreza, a ser dependientes en nuestra institución religiosa y observar sus leyes sobre el uso de disposición de bienes; y por obediencia, a someter nuestros deseos a nuestro superior cuando mandan en guardar nuestra constitución. Libremente escogemos hacer esto con el deseo de regresar amor por amor haciendo un regalo total de nuestra persona. Hacemos un serio y publico compromiso, a la orden de casamiento, y la Iglesia, aceptando nuestros votos nos consagramos— nos pone aparte—como testigos públicos al trascedente valor de santidad al Señor y buscando primero la venida del Reino. En relación a nuestra distinta vocación, entonces, vamos a revisar nuestra conciencia. ¿Hemos aceptado uno de las nuevas “teologías” de la vida religiosa que amenaza los votos de su objetivo específico y obligaciones? ¿Hemos usado nuestras ilusiones para “solidarizarnos” para excusarnos del lo acético que nuestras vidas requieren si estamos para construir la Iglesia por medio del la profecía de ser testigos proféticos? ¿Hemos estado “descuidados” “relajados” y inmersos en el mundo construido por la televisión y el consumismo que no constituimos por otros, eso es, que somos indistinguibles de una persona que sus generosidades son movidas por la motivación de su fe? 2. Adaptación por al apostolado y del Ideal “Monástico” Caritativas perfectas que dirigen la “manera de vivir, orar y trabajar” de hombres y mujeres religiosos de ser adaptados no solamente las circunstancias físicas y psicológicas modernas de los miembros pero también, es requerido por la naturaleza de cada instituto, a las necesidades del apostolado, las demandas por la cultura, y las circunstancias sociales y económicas. Esta ha sido una gran orden. El reto para hacer adaptaciones requeridas por circunstancia de nuestra institución contemporánea no lleva a considerar diferencias críticas dentro de un “apostolado” comparado con el estilo “monástico.” Hay implicaciones directas para un religioso que su identidad a sido “sema-considerada” detenida por las distracciones de la vida diaria, pero la respuesta que escogemos respecto a esto ultimadamente ha afectado a todos nosotros. Durante los años de experimentación, nosotros evaluamos practicas y costumbres que alguna vez fueron asumidas de caracterizar la vida religiosa (ag., un horario de oración, liturgia diaria oración y ejercicios espirituales en común, un habito distinto, un local superior en cada comunidad). Algunos de nosotros los hemos abandonado o los hacemos opcionales, en los momentos que estos elementos eran vestigios de una vida “monástica” ya no se necesita para una vida apropiada de apostolado. La profesionalización creciente de ministerios ha, de hecho, que parezca que se requiere mucho mas flexibilidad con respecto a algunos como el (oratorio, misa diaria, y los hábitos religiosos). Pero es mucho tiempo para acertar el impacto de estas adaptaciones que han tenido en nuestras vidas, en lo que esperamos atestiguar, y en nuestra habilidad para atraer nuevos miembros. Si la institución ha abandonado prácticas Santas se identifica como “esencial” para la vida religiosa, por ejemplo, uno se debe preguntar si uno puede reclamar ese elemento, o si pertenece a otra categoría de la vida consagrada. Este “elemento” es la obligación de una vida en común. Esto continua siendo un vigoroso objetivo de un fuerte debate. Alguno están a favor de re-definir “la vida en común” de cierta manera que podría ser entendible incluir religiosos que viven solos por su ministerio pero que se reúnen con frecuencia con un grupo pequeño para un soporte mutuo; otros quieren insistir que debe de ser viviendo juntos bajo un mismo techo todos los días y bajo la dirección de un superior. Estos debates son complicados por la realidad de los ministerios (ag., la dificultad está en arreglar un contrato corporativo, encontrar ministerios en la misma área, y asegurando la vivienda). Algunos argumentan que las instituciones deben dar prioridad a las metas apostólicas tomando prioridad en la vida común, lo que toman como un valor “monástico”. No está claro como se debe de solucionar esta tención, y la resolución va diferir de una institución a otra, pero estos debates no deben seguir sin referirse a la Santidad que determina que la vida en común pertenece a la definición de la vida religiosa, incluyendo la vida apostólica religiosa—por contraste, por ejemplo, con instituciones seculares. La vida común no está no solo por razones de concernencia o económicas, ni siquiera por soporte mutuo en el ministerio, pero porque manifestó nuestra comunidad en Cristo. Por nuestra consagración, nosotros compartimos las mismas tradiciones, espiritualidad, propósito de apostolado, recursos, y constituciones. Nuestra hermandad en común anuncia que las personas que aman a Dios son capases de amar y soportarse mutuamente, aceptar los regalos de uno a otro al igual que las limitaciones, compartir alegrías y tristezas—aun con las diferencias de edades, rasa, lenguaje, nacionalidad, cultura, temperamento, y diferentes ministerios. Porque el acertamiento de la vida en común demanda amor, perdón, paciencia, y entrega mutua, contribuye al crecimiento en al crecimiento en la santidad. Promete vida, de hecho, tiene serias consecuencias prácticas para aquellos que viven juntos. En una era de individualismo exagerado, la vida en comunidad es en verdad una señal profética. Viviendo justo, aun a costa de un gran costo, los religiosos son capases de ser testigos del misterio de la Trinidad. ¿Como compromiso de nuestra adopción de nuestra misión, preguntemos: Hemos—por necesidad o por propia decisión—abandonado elementos que son, de hecho, esenciales para la vida religiosa? ¿Nuestra residencia en común sirve solos como un “hotel”? ¿Estamos contentos de hacer una “vida en comunidad” opcional, como una necesidad practica, o estamos activamente buscando la manera de vivir en comunidad? ¿Estamos a dar le más prioridad por el bien de atraer más vocaciones? ¿Dale el “profesionalismo” de los ministerios no—ordenados, es posible reclamar una vida en común aun cuando nosotros queramos hacerlo? ¿Qué factores dentro y fuera de nuestro control a hora está encontrar? ¿Qué es lo que nuestro Obispo, vicarios religiosos, y pastores hacen para apoyar la vida comunitaria de religiosos apostólicos? 3. Compromisos a la justicia Social y la Proclamación directa del Evangelio Un tercer reto enfrentado por la mayoría de los religiosos durante la inmediata postconciliación binen del enfoque del Concilio en la justicia social. Tomamos el compromiso de adoptar y renovar durante la era del movimiento de los derechos civiles, la guerra contra la pobreza, la “segunda ola” del movimiento feminista, la enmienda de la igualdad de derechos, y la “liberación teológica.” Los religiosos apostólicos que leyeron Gaudio aspes y el documento de 1971 Synod of Bishops’, “justicia en el mundo” llego al corazón que “acciones por la justicia y la participación para transformar el mundo apareció...como una dimisión constitutiva de la enseñanza del evangelio.” Los religiosos apostólicos han tomado este reto con entusiasmo, con anhelo de corregir lo que le preocupaba a la Iglesia su vida interna y bienestar, a él negamiento de los problemas sociales de los esos tiempos, como el racismo. Nuestro compromiso en la justicia, paz, y la integridad de la creación tiene grandes prioridades en muchas instituciones apostólicas. Cuando descontamos nuestras prioridades en misión no debemos de sentir forzados de hacer una decisión entre el compromiso a la justicia social o la proclamación directa del Evangelio con la intención de convertir individuos a Cristo y traerlos aúna vida sacramentada en la Iglesia Católica. Estos objetivos vienen juntos. Evangelización, en la amplia explicación dada por Pablo VI, no está limitado a la conversión de los individuos a Cristo; también debe tocar y transformar las culturas. Dicho esto, comoquiera, el Papa Pablo dijo, “no has una evangelización real si el nombre, el ensañamiento, la vida, la promesa, el reino, y el misterio de Jesús de Nazaret, el hijo de Dios no son proclamados.” Mas recientemente, el Papa Juan Pablo II llamo a una “nueva evangelización” de los cristianos, aquellos que están bautizados que viven lejos de Cristo y su evangelio. Tenemos, de la primavera pasada un reporte del Pew Forum, evidencia que muchos católicos en Estados Unidos no tienen el sentido de vivir en fe. Varios estudios de adultos jóvenes y reportes de colegios Católicos confirman nuestras sospechas que a lo mejor hemos perdido otra generación de fe. ¿Como debemos responder? ¿Cuál de nuestros fundadores nos confió la educación de nuestros niños y jóvenes de la Iglesia? ¿Hemos dejado de preocuparnos por su salvación eterna? La proclamación del reino de incluir pasar el mensaje del Evangelio por medio de palabras y acciones, de acuerdo con el carisma de nuestros fundadores. Esto significa envolver a jóvenes con Jesucristo, llamando a una conversión del corazón, y dirigiéndolos a una participación directa en la vida de la Iglesia. ¿Es confuso y quizás vergonzoso que dos de nuestras conferencias nacionales de líderes, LCWR y CMSM, se enfocan en la resolución de problemas de la agenda global y dan muy poca atención a las necesidades urgentes de la Iglesia? ¿Si no es “si o sino” pero de “los dos” que cuenta para su énfasis electiva? Mi opinión es que la respuesta está relacionada con la influencia, directa o indirecta, retos inesperados, llamados, propuestas de la teología contemporánea sobre la naturaleza de la Iglesia. Un cuarto, Inesperado Reto: Competencia “Eclesiásticas” El cuarto reto ha sido el adviento del pluralismo de teologías inesperadas y del desentendimiento del pueblo en la iglesia católica. El periodo de adaptación y removimiento coincide con el tiempo donde la iglesia mira la partida de amigos i colegas, debatiendo el celibato opcional, protestando en contra Humanae Vitae, en una sucesión litúrgica “experimenta,” y termina en juntas interminables. Algunos tomaron desobediencia civil con los derechos civiles en oposición con la Guerra en Vietnam, y aplicaron las lecciones aprendidas en congregaciones y problemas eclesiásticos, por la lógica de la teología liberal. Muchas mujeres religiosas, se encontraron en el movimiento feminista, reclamando los derechos de determinación propia como consideración del futuro de sus propias instituciones; fueron defensores de ministros sin ordenación, y tomaron el liderazgo en el movimiento de la ordenación de mujeres. En 1983, cuando la Ley del Código Canónico fue promulgado y santa sede proclamo el periodo de “experimentación” a terminado, mucho hombres y mujeres religiosos tuvieron poco o no interés en dialogar con el Obispo en como midieron a lo Elementos Esenciales de la Iglesia Ensenando la Vida Religiosa, un documento preparado por la Santa Sede. Era más que una junta pobre, comoquiera, por preguntas teológicas fueron mixtas—concerniendo métodos y convenios, doctrina y moralidad. Anteriormente me réferi a la fe de Cristianos con respecto al origen, naturaleza, y autoridad de la Iglesia, y aquellos en relación con la vida religiosa a la jerarquía, “la Iglesia Institucional.” Algunos religiosos apostólicos han tomado estas preguntas como, “problemas de Justicia” en línea con esta curtación de 1971 Synod de Obispos: “mientras la Iglesia está al límite para dar testimonio de justicia, reconoce que cualquiera que toma la decisión para hablar con personas sobre justicia debe de ser primero justo asimismo; porque, debemos tomar una exanimación de los modos de actuar, del a posición, y del tipo de vida encontrada dentro de la Iglesia. Es fácil moverse de protestar justicia social a protestar que nosotros retados a ser injustos en la propia Iglesia: celibato mandatorio para el clérigo, la decisión del Papa Pablo (encontrar de la mayoría de opiniones) en Humanae Vitae; la forma disciplinada de medidas tomadas encontrar de los teólogos, como Hans Kung, Leonardo Bofe, Charles Curran, y los sacerdotes y religiosos quienes firmaron el anuncio de “aborto” en el New York Times; y medidas disciplinarias encontrar de varios hombres y mujeres religiosos en bultos en políticas. Para 1975, la renovación de ordenación de hombres fue clamada, que las mujeres injustamente prohibidas de “una participación completa” en la Iglesia. La lista de “injusticias” creció, y protestas públicas se percibieron. Hoy, por ejemplo, el problema es incluir ciertos “derechos” para divorciados y recesados católicos y personas con inclinaciones homosexuales. Esta revelación de abuso sexual de parte del clérigo y la respuesta dolorosa inadecuada de parte de los obispos y superiores mejores confirma la sospecha de conservativos y liberales como la jerarquía no puede ser confiada para tener el buen corazón de la gente. Muchos apostólicos religiosos, en respuesta a estas decisiones y los desepciones de escándalos resientes, clamas la “vocación profética” a denunciar injusticia en la Iglesia. Algunos llamados por “un cambia estructural” en la Iglesia. De primero esto erara una forma de insistir que mujeres y hombres casados eran elegibles parar ser ordenados como sacerdotes; la ordenación era un camino para una participación “completa.” Muchos a ora, comoquiera, no miran el sacerdocio como un bocín porque a ora miran la visión de una “reforma” de la Iglesia como un transformación de “igualdad” el cual no tiene espacio para el sacerdocio en un apostolado jerárquico. Algunos líderes teológicos feministas prometen una u otra versión de la agenda, y sus opiniones ha influenciado la manera de pensar y actuar de muchas mujeres religiosa. Algunos sacerdotes también predican quejas sobre la jerarquía y rechazan la enseñanza de la Iglesia, reiterándose al vaticano II, que el misterio del sacerdocio difiere en esencialidad y no solamente en forma del sacerdocio común de la fe. Si hay “diferencia esencial” entre el ordenado y el no ordenado toca la estructura sacramental y la divina constitución de la Iglesia. Esto inevitablemente cuestiona la autoridad dentro de la Iglesia. ¿Quien tiene el derecho de ensenar y hacer decisiones en y para la Iglesia—solo el clérigo? ¿Podrían todos algo que decir en algo que toca a todos? ¿Podría los miembros algo que decir sobre la enseñanza de la Iglesia y participar directamente en las decisiones que se toman? ¿Acaso el Papa y obispo son arrogantes con su autoridad sobre el resto le los bautizados lo que Jesús nunca intención? El e apostolado religioso—teólogos, publicadores, activistas sociales, superiores majores—anestadod mirando esta preguntas criticas de cambio y otros como protagonistas de “fidelidad a magistrado.” Estas disputas han sido inevitablemente un impacto en nuestro modo de responder a los tres retos mencionados antes, y nos han dividido. Aun aquellos que están “radicalmente en el medio” inevitablemente sienten la influencia de estas corrientes de pensamientos. Polarización: La Estructura Jerárquica de la Iglesia Vs. Igualdad de Disciplinas Uno escucha que los religiosos apostólicos explican sus diferencias diciendo, “tenemos diferencias eclesiásticas,” y son reales. Por lo general claman una de tres opciones. Por un lado, están los “conservativos” quienes aceptan la estructura jerárquica de la Iglesia, enseñanza de autoridad, y jurisdicción; están dispuestos a colaborar con el Obispo. En el otro lado, están los “liberales” (o los radicales) quienes distinguen entre la Iglesia como “la gente de Dios” (a quien profesan amar) y las “Iglesia Institucional” (de quien se sienten alentados). Varían en distinción en sexo y estado de poder, y esperan por el día que toda “la jerarquía dualística” se remplace por una “disciplina de igualdad.” Religiosos apostólicos ene el segundo grupo están en desacuerdo con la “Iglesia institucional” de varias maneras, eso es, con el clérigo y especialmente el Obispo, incluyendo los Obispos de Roma. Algunos de ellos “radicales” rechazan la autoridad jerárquica porque dicen que representa el triunfo del patriarcado “el mandato del padre” y es “contrario al mensaje de Jesús y antiético para el reino de Dios. Otros “liberales” no rechazan la jerarquía como tal, pero solo ciertas partes de su doctrina y sus gustaciones disciplinarias o lo que es una manera de abuso de autoridad. En cualquier caso, los religiosos apostólicos de este grupo reclaman obediencia a la “gente de Dios”, pero en visión de esta “gente” como una comunidad estructurada de creencias, devotos de autoridad jerárquica. Este modelo de la “Iglesia” es compatible con la doctrina Católica. Aunque el feminismo radical provee la fundación dialógica de esta crítica, también hay hombres religiosos que se oponen públicamente a esas opines jerárquicas. Hay otros que no promueven la crítica directa pero lo hacen indirectamente no escuchando lo que dice el magistrado sobre la vida religiosa, preguntas morales, y cosas de doctrina y liturgia. Algunos que creen en un “llamado profético” a inaugurar la “reforma de la Iglesia estructural” asume el role de “posición leal”. Sacerdotes religiosos en instituciones clóricas, porque son ordenados, tienen la capacidad de crear “alternativas” o “caminos paralelos” de la Iglesia. Algunos de los ejercicios considerados influyentes en sus parroquias, sus enseñanzas, sus retiros sabatinos, y su promoción de seminarios, universidades, y casas de publicidad. Por contraste y respuesta deliberada a estos emprendimientos, otros hombres y mujeres religiosos tienen firmemente un reclamo público a su identidad eclesiástica, como es entendida tradicionalmente. Están como testigos contra sus hermanos y hermanas liberales en la religión. La percepción pública de los religiosos apostólicos es que estamos divididos, como institución y con muchos de nuestros institutos, por nuestros “eclesiásticos,” nuestra relación con la jerarquía. Somos categorizados como “verdaderos creyentes” o “reveladores,” “restauradores” o “renovadores.” Yo reconozco que muchos religiosos apostólicos permanecen alejados de esta disputa. Son los “silenciosos mayoritarios”—mujeres y hombres religiosos que no quieren regresar al pre-vaticano II pero no están ideológicamente comprometidos a un programa “radical” de la Iglesia “una reforma” aunque allá algún desilusiona miento. Están inmersos en sus ministerios y sienten que no tiene responsabilidad por el estado de la vida religiosa en general. Quizá, están teniendo problemas de nuevas vocaciones en sus propias instituciones o preocupados en perder su “trabajo” y no encontrar otro. Almejar toman un libro sobre la vida religiosa en un retiro y se calman ofreciendo un disturbio consejo pero no lo mencionan por miedo a algo desconocido. Si un hermano o hermana está dando la homilía en misa en vez de un sacerdote, pudieran preguntar por qué, pero aceptaron algo diferente asegurando que esto está permitido. Se estarán preguntando porque la comunidad ora de alternativas de escrituras no espirituales, pero ellos asumen que alguien más aprendió y que saben la explicación. De hecho, ellos probablemente trataran de trataran de evitar llamarse uno al otro la atención para aclarar la controversia. De hecho, solo solos los que están en el liderazgo, de reclutar vocaciones, o en formación están poniendo atención a las consecuencias que provienen del “radicalismo” o “anti-eclesiástico jerárquico.” La “Igualdad en Disciplina” Eclesiástica: Algunas Consecuencias ¿Cuáles son las consecuencias, para que los religiosos apostólicos adopten la “disciplina” eclesiástica de igualdad? Primero, con respecto a nuestro entendimiento de los votos como un elemento distinto en la vida religiosa, debe ser dicho que los que rechacen a Dios-dando autoridad a la jerarquía, por cualquier razón teológica, simplemente lo separa de la vocación a “la vida religiosa” como lo entiende y regula la Iglesia. La jerarquía eclesiástica no provee una justificación para profesar votos públicos, en particular, para hacer votos de obediencia. Al menos, deberíamos prometernos a nosotros mismos que buscaremos la promesa de Dios, y cooperar en llevar la las misiones de nuestras instituciones, y tomar responsabilidad para participar en las comunidades. No tenemos razón de prometer obediencia a Dios amenos que creamos que la persona que tiene la autoridad lo haga en nombre de Dios. Si aceptamos la autoridad de la jerarquía tenemos razón de todo esto porque entendemos que la autoridad de los religiosos superiores practica la “voluntad del espiritusanto” por medio de la jerarquía, que es, por medio del Papa o de la Sede santa “ha dado erección canoníca a la institución y auténticamente ha aprobado su misión.” Aceptamos la autoridad jerárquica—que ensena autoridad y jurisdicción— porque creemos que Jesucristo ha encargado su misión a ellos. Esta es parte de nuestra fe en la Iglesia como el único mediador de nuestra salvación. Esto es lo que justifica nuestra decisión a imitar a Jesús en su obediencia confiando nuestros deseos a otros quienes confiamos son intermediarios de Dios para nosotros. Con respecto a la adaptación de las necesidades del ministerio apostólico, podemos es pectar propuestas de la “la igualdad de disciplina” para recomendar la vida en comunidad como un ejemplo de la transformación de la Iglesia. En practica, comoquiera, parece que la ambición de la comunidad está basada en la doctrina de igualdad que en respecto a amar nuestro propio trabajo. No ha necesidad de un superior si hay autoridad personal en lo que uno hace; es suficiente tener un facilitador quien se encargue de que todos tengan la oportunidad de participar y que nada se sea impuesto sin el permiso del grupo. Dialogando con el propósito de tener cierto consenso es como abogar por una vida independiente, las comunidades escogieron por una compatibilidad, o simplemente “una vida de hotel” y no ser testigos de una vida en comunidad como lo ambicionaron nuestros fundadores. Aparte del deseo de seguir a Jesucristo hasta la Crus, los miembros de comunidades con diversas “mentalidades” y aun diverso “sistema creencia” no serán motivados a trascender su propio interés por ser independientes. Conforme a la agenda de la “justicia social,” hemos mirado que algunos pueden asumir una vocación “profética” para corregir la injusticia en la Iglesia. Pueden justificar esto apelando a momentos en la historia de la Iglesia cuando los religiosos apostólicos trajeron la doctrina y la reforma moral a la jerarquía. Están en un curso de encuentro con el magistrado, comoquiera, si niegan la oficina ministerial por Cristo como “injusta” o si nos previenen de colaborar en el cuidado personal de nuestra fe es “injusto;” o si ofrecen “alternativas” teológicas y pastorales a Católicos con poca fe, moralidad, o disciplina. ¿Podría ser que un “reforma” en la Iglesia que modifique o ignore el magistrado podrá ser fiable para un autentico “ministerio profética”? ¿Acaso aquellos que invitan a los religiosos apostólicos que “abandonen la Iglesia” para poder servir a el llamado de Dios más fielmente se les dará un plataforma en asambleas e instituciones religiosas? ¿Porque debemos suponer que mujeres y hombres religiosos que mantienen ese punto de vista estén interesados en la “nueva organización”? Algunas preguntas Los religiosos apostólicos no suponían encontrase en este tipo de circunstancias, pero acido inevitable. Ideas tienen consecuencias y opciones anti jerárquicas—que realmente es “congregacionalismo,” opción a una Reformación—continua siendo tolerada y parece ser aprobada por algunos hombres y mujeres religiosos que sirven en el liderazgo congregacional y en el liderazgo de dos de nuestras conferencias nacionales, LCWR y CMSM. ¿O no estos líderes escriben división de perpetuos en sus divisiones? ¿Son miembros de institutos, o individuos entre ellos, libres de preguntar la dirección que han tomado? ¿No es una actitud sutil de resentimientos en contra de “la Iglesia institucional” que ha sido perpetua y pasada a nuevas generaciones por el los cuerpos que han sido llenos de la coordinación por la relación del Espíritu Santo? ¿Están nuestras instituciones bien servidas por esta conferencia? ¿Está la Sede Santa bien servida? ¿Acaso es el tiempo para formar una “visión”? Por ejemplo la crisis de “las relaciones” son tan problemáticas como las relaciones de liderazgo. ¿Cómo es que esas instituciones religiosas que alguna vez florecieron y que ahora se hunden prosiguen con la necesidad de una renovación si excite en sus hombres y mujeres religiosos que libremente escogieron una “eclesiología diferente” basada en la crítica del feminismo, algunas otras ideologías anti-jerárquicas, o la “nueva cosmología”? ¿Cómo un superior puede liderar con las diferencias irreconciliables entre los miembros de la comunidad, no solamente en su “eclesiologías” pero en su compromiso con la fe Católica en total? ¿Una vez que el problema fue formado en términos de poder y derechos, los lideres se sentirán decepcionados por la ausencia de una entrega voluntaria—el regalo gratis que de nosotros a nuestra profesión—que recursos tienen? ¿Qué responsabilidad tienen, comoquiera, a la congragación en total y a su futuro? ¿Qué con la jerarquía? ¿Nuestro obispo ha entregado estos problemas vicarios quienes favorecen la idea “profética” de “reformar” la jerarquía? Los obispos pueden temer enfrentar los lideres de mujeres y hombres religiosos “que solo empeoraran la situación.” Pero, ¿Se podrá empeorar? ¿No se han interesado en el bienestar espiritual de quienes se encuentran exiliados de su propia institución? ¿Nuestros obispos se han lavado las manos? ¿Están contentos de extender la collación anual para el suporte de religiosos retirados? No queremos que nuestros Obispos nos digan que hacer, pero necesitan ser parte de la solución, especialmente para instituciones religiosas diocesanas. El Desafío de él “tesoro” y la Fe ¿Cual “tesoro” los hombres y mujeres religiosos están buscando? ¿Qué es lo que se perdió y que él lo que buscamos? Déjame ofrecerles unas reflexiones como punto de partida en los problemas de hoy día. Nombrando el “Tesoro” ¿Qué es el “tesoro”? en primer lugar, el tesoro es el convenio de relación con Jesucristo quien nos escogió y a quienes escogimos de regreso; nadie nos puede robar este tesoro. Con San Pablo, nosotros sabemos que tenesmos este tesoro—“la luz de la sabiduría de la gloria de Dios en la cara de Cristo”—“para ensenar que el poder tras dentario pertenece a dios y no a nosotros” (2 Cor 4:6-7). ¡Pero no podemos tener a Cristo sin la Iglesia! No podemos pertenecer completamente a Cristo y al mismo tiempo repudiar el convenio de la comunidad en la que se establece, la cual El ama y sacrifico su vida (Eph 5:25). El papa Juan Pablo VI dijo cuanto más en la carta Apostólica Evangely muntiadi, en respuesta a ciertas ideas anti jerárquicas en la teología de liberación. Se refiere con pena a bien intencionados pero mal informados Católicos quienes reclaman “de amor a Cristo peor sin la Iglesia, de escuchar a Cristo pero no a la Iglesia, de pertenecer a Cristo pero no a la Iglesia. Este dictioma es absurdo, dijo, como cualquiera que sabe el Señor dijo “cualquiera que te rechace me rechaza a mi” (lk 10:16) En respuesta al dictoma que se propone hoy: tampoco podemos decir que amamos “la gente de Dios” y al mismo tiempo rechazar la “Iglesia Institucional,” aquellos consagrados y mandados por Cristo para ensena, santificar, y gobernar la gente. Este dictioma, también pertenece a una distorsión de la doctrina Católica y la aplicación de normas extractas de nuestra fe, una concepción secular de “derechos de igualdad” que no tienen inclinación de sacrificio que inspira a mar solamente. La Iglesia no se puede reducir a una entidad sociológica y reinvertirse de acuerdo con nuestra institución sobre qué es lo que expresa “igualdad.” La Iglesia es un regalo de dios por medio de Cristo. ¡No puede ser nuestra vocación “profética” como una región apostólica para repudiar el ministerio de sacerdocio y la estructura jerárquica de la Iglesia! Esto no significa que no hay un espacio de para “una corrección fraternal,” porque podemos apoyarnos uno a otro a tener una vida llena de fe. Nos podemos lamentar de los fracasos de nuestros hermanos en la jerarquía, pero no podemos rechazar la Iglesia como estructura-jerárquica y que tiene a Jesús de mediador para la salvación. Debemos ex pectar de los pastores de la Iglesia, que nos aluden a encontrar nuestra vocación, de hecho, la vocación “profética” que fue confiada a nosotros por nuestros fundadores. Los Retos de la Fe: Renovación Espiritual Desacuerdo al Carisma Fundado Había otro reto que el concilio puso a los religiosos apostólicos, nombrado, el reto aúna espiritualidad renovada de acuerdo al evangelio, la legacía o carisma de los fundadores, y la tradición autentica de cada instituto. Hemos tomado estos años pasados, pero el único modo de reclamar el tesoro ahora es regresar a nuestra tarea con determinación y vigor fresco. Si queremos obtener nuevamente la autoridad moral que una vez tuvimos por los religiosos apostólicos, si lo esperamos “una participación completa” en la iglesia que es idéntica con santidad, la perfección de la caridad, vamos a empezar “frescos con Cristo” y con el carisma de nuestros fundadores, libres de “políticas.” ¿Por qué nuestros fundadores quisieron un estatus canónico? ¿Qué fue lo ideal que nos atrajo a esta institución? ¿Qué tan fielmente lo estamos expresando? ¿Qué es lo que nuestra institución de la iglesia nos ofrece hoy? Dejos estudiar, con nuestra historias fundadoras y documentos, las muchas extorsiones de religiosos apostólicos que se enfocan a la Sede Santa—de caridades perfectas a la mas resiente institución en la Autoridad y Obediencia. Déjanos realmente estudiarlos, y usarlos para una exanimación individual y comunal. ¿Estamos aun dispuestos? ¿Todavía queremos profesar la pobreza, la caridad, y la obediencia a Jesucristo “libremente, y puramente por el amor a Dios? ¿Nos debemos ayudar mutuamente a hacer esto? El “tesoro” a muchos nos gustaría reclamar, quizá es la posibilidad de vivir la vida religiosa al máximo, en paz, de acuerdo con el carisma de nuestras comunidades, en comunión con la jerarquía y colaboración con el clero, eso es, de acuerdo con la eclesiología de comunión, “una en alma y corazón” con la Iglesia. Aparte de eso, el “tesoro” puede ser la confidencia que nuestra consagración hace diferencia; que pertenecemos a Cristo y a su Iglesia y que nuestro carisma y misión son valorados por otros en la Iglesia—y jerarquía—como un regalo del Espíritu Santo. Nos gustaría llegar a pasar de ser solamente sospechosos y ser no sospechosos parar entrar dentro donde podemos ser reconocidos como un fuente de recursos, donde somos necesitados y queridos, donde podemos hacer un impacto corporativo promedio de servicios ministeriales que es coordinado con suplementos de nuestros planes diocesanos. Aquellos de nosotros quienes escogimos el realismo, y acogimos la obligación de vida de religioso como la Sede Santa lo define, es para el renacimiento de la relación de nuestra posición en la iglesia es calara, en la cual podemos preguntarnos una a otro ser testigos de la santidad de acuerdo con la naturaleza, propósito, y espíritu de nuestra instituciones. Nosotros desamas crear instituciones apostólicas que nos permitan trabajar y vivir juntos y que nuestro esfuerzo contralla la Iglesia, que de testimonio de nuestro inicio, y atraiga vocaciones para que nuestro carisma continúe en la Iglesia. Déjanos mantener nuestros ojos en el “tesoro.” Déjanos renovar nuestro deseo de “vender todo” para poseerlo. Hermana Sara Bulter, M.S.B.T. Seminario de San José, Yonkers, New York