“…la inteligencia, la moral y la locura dependen del cerebro

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Trabajo Final: Curso de
Neurobiología y Plasticidad Neuronal
Alumna: Monica Leston
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PLASTICIDAD Y EDUCACIÓN: HERRAMIENTAS PARA LA RECONSTRUCCIÓN DE
LA IDENTIDAD
“…la inteligencia, la moral y la locura dependen del cerebro. Es el origen de los
placeres, las alegrías, las risas y los juegos: por otra parte, de las tristezas, las penas,
los descontentos, las quejas. Y es por él, sobre todo, que pensamos y conocemos,
vemos, escuchamos, conocemos lo desagradable y lo bello, el bien y el mal, sea que
distingamos esas cosas por las convenciones del uso, sea que las reconozcamos por
lo útil que ellas nos procuran…” (Hipócrates, Tratado de la enfermedad)
Desde hace 14 años desempeño mi tarea como docente en contextos de
encierro donde trabajo con jóvenes adultos de entre 18 y 21 años que se
encuentran en conflicto con la Ley Penal cumpliendo una medida judicial. Una
característica común a la gran mayoría de estos jóvenes es el origen humilde
(la mayoría proviene de villas o barrios pobres) así como también, el haber
atravesado experiencias escolares (aunque también en otros espacios de
socialización) signadas por la estigmatización, la discriminación y la expulsión,
Podríamos afirmar que dichas experiencias han dejado lo que, desde el punto
de vista psicoanalítico, llamaríamos huellas psíquicas o némicas y que tienen
su correlato fisiológico en las huellas sinápticas que constituyen la
materialización de la experiencia percibida. Es este el punto de partida desde
el que, generalmente, se inicia la práctica educativa en este tipo de contextos.
Las preguntas habituales de las personas, cuando uno revela el lugar
donde trabaja, suelen ser una larga lista de dudas estereotipadas que
habitualmente comienzan con: “¿Y no tenés miedo?”… “¿Miedo de qué?”
Suelo repreguntar, después de todo trabajo con personas, con jóvenes que
podrían haber sido o ser en el futuro alumnos míos en cualquier otra escuela
en “la calle”. ¿De dónde sale esta pregunta si no es de un estereotipo social
que estigmatiza a los jóvenes en esta situación y con el que, a falta de otros,
estos construyen su identidad introyectándolos?
“Para promover cambios en la conducta, debemos partir de lo que el
sujeto trae” afirma la Nse. Lic. Adriana Marcovich. En este caso, lo que el
sujeto trae suele estar bastante alejado de una predisposición positiva a la
situación de aprendizaje ya que muchas veces ha sido la propia escuela la que
ha contribuido a que la experiencia educativa esté “guardada” en la memoria
1
autobiográfica “ asociada a recuerdos negativos a través de la memoria
emocional. Sin embargo, ha de ser este un dato fundamental a tener en cuenta
a la hora de diseñar estrategias de aprendizaje tendientes a rediseñar las
redes con las que llegan estos jóvenes en pos de propiciar un cambio
conductual.
Al referirme a mi práctica docente, he recurrido más de una vez,
para definir a los adolescentes, a la metáfora de la arcilla: una materia en bruto,
fácilmente maleable que mucho depende de la magia del escultor y acerca de
cuyas cualidades hay que estar atento y actuar rápido antes de que su materia
se endurezca o el sistema la transforme rápidamente en cuentas en serie de un
collar. En el fondo de esta figura subyace nada más y nada menos que el
concepto de plasticidad1 entendiendo ésta como la habilidad del cerebro para
modificarse a partir de la consolidación de nuevas memorias y nuevos
aprendizajes. La neuroplasticidad cerebral permite que el sistema nervioso
pueda modificar y reorganizar sus funciones ante experiencias y estímulos
externos (a través de los órganos de los sentidos) e internos (generados en
tendones, articulaciones, etc.) para posibilitar cambios adaptativos. Esta opera
tanto de manera positiva, ampliando y creando nuevas redes así como también
de manera negativa, desarmando aquellas poco activas o inactivas 2. En este
sentido, la tarea docente debería tener como eje propiciar estas modificaciones
para lo cual es fundamental la confianza en que esta tarea puede ser exitosa
alejándose del determinismo con el que suelen abordarse las prácticas con
este fragmento de la población3.
Desde hace algunos años, las políticas de niñez y adolescencia, en lo
que refiere al tratamiento de sujetos que han transgredido la ley, han puesto el
eje de su intervención en el plano socioeducativo en detrimento de lo
meramente punitivo. En este sentido, considero que las prácticas educativas se
tornan una herramienta privilegiada a la hora de intervenir positivamente en el
tratamiento de la conducta, estimulando la reestructuración de redes que
posibiliten nuevos recursos y prácticas favoreciendo la resiliencia entendida
esta como capacidad de adaptación favorable frente a la adversidad.
Podemos afirmar que existe un sustrato biológico alentador para estas
prácticas ya que, en el cerebro adolescente, el lóbulo prefrontal -en el que se
localizan las funciones ejecutivas tales como: atención, memoria, pensamiento,
motivación planificación, valoración ética, autocontrol- aún están en proceso
de maduración. Las funciones ejecutivas son aquellas que ayudan a mantener
un plan coherente y consistente de conducta para el logro de una meta.
Durante la adolescencia se producen, desde el punto de vista biológico,
cambios que determinan el desarrollo de la inteligencia emocional. Durante
este periodo aumenta significativamente la complejidad de las conexiones
neuronales lo cual tiene un sustrato biológico en el aumento de la mielinización
en la corteza prefrontal que potencia la velocidad de conexión entre áreas muy
1
Término introducido en 1890 por el psicólogo William James para describir la naturaleza modifica el
del comportamiento humano.
2
Cabe destacar que la genética sólo es responsable del 10% de estas redes siendo el 90% restante
susceptible de ser modificado a través de la experiencia y de los conocimientos adquiridos lo cual
depende de la actividad de los lóbulos prefrontales, base de la neuromodelación conciente que posibilita
escapar a l predeterminismo de la Biología
3
Frases como “Estos no cambian más” Nació chorro y va a morir chorro” son la rentablemente frecuentes
y muchas veces hasta terminan siendo introyectadas por los jóvenes con el efecto de profecía
autocumplida.
2
distantes del cerebro. Sabemos que el cerebro es experiencia dependiente y
que si un niño no ha recibido suficiente estimulación, las redes neuronales que
deberían haberse fijado en los periodos críticos, probablemente no lo han
hecho y, del mismo modo, tampoco han sido eliminadas aquellas que deberían
haberlo sido. Asimismo, sabemos que la desnutrición y la malnutrición alteran
la actividad de los neurotransmisores4 responsables de la comunicación
neuronal impactando negativamente en el desarrollo neuronal de niños y
adolescentes lo cual influye directamente en la conducta5. Aún así, la condición
plástica del cerebro, lejos de reafirmar la profecía determinista del fracaso, nos
permitiría apostar a propiciar cambios alentadores desde las prácticas
educativas.
La incorporación de nuevos conocimientos permitiría relacionar y
resignificar los ya adquiridos a partir del establecimiento de nuevas
asociaciones (nuevas redes) .Entendemos
el aprendizaje como un
comportamiento adaptativo capaz de producir cambios en la conducta que se
sustenta biológicamente en la modificación de proteínas neuronales que
posibilitan la retención de nueva información determinando cambios
estructurales persistentes (potenciación a largo plazo). El aprendizaje resulta
así inseparable de la memoria; ambos tienen en común la incorporación de
información que es posible recuperar en función de la adaptación
La memoria autobiográfica es clave para la construcción de la identidad
y podríamos afirmar que dicha identidad también es plástica ya que a través de
la actualización de lo anterior, podemos modificar el recuerdo/imagen de
nosotros mismos. Justamente, es en la adolescencia cuando dicha memoria
presenta u pico en cuanto a su riqueza. La memoria autobiográfica integra los
sistemas de memoria junto con la semántica, perceptual procedimental y de
corto plazo o de trabajo. Nos permite crearnos un sentido de identidad que
integra lo que sabemos, lo que experimentamos, lo que sentimos y lo que
aprendimos a hacer. En el caso del segmento de jóvenes con el que trabajo y
de las prácticas educativas que llevo adelante con ellos, es clave apuntar a la
incorporación de nuevos saberes que brinden herramientas para reflexionar
acerca de lo aprendido, vivido y experimentado, y ayuden a “borrar”, interferir u
olvidar memorias negativas posibilitando la reestructuración de una identidad
diferente de la construida a través de la introyección del prejuicio.
En mi experiencia personal, puedo dar cuenta de algunos resultados
observados en este sentido a través de diferentes proyectos llevados a cabo
con los jóvenes en relación con la expresión artística y la comunicación.
Experiencias como la construcción de un espacio periodístico de expresión
gráfica, digital y radial donde los jóvenes se expresan en primera persona,
opinan y construyen sus propios relatos de sí mismos en lugar de ser objeto de
relatos estereotipados ajenos, han logrado que, a partir de una devolución
positiva por parte de lectores y audiencia, muchos de estos jóvenes que se
consideraban incapaces de hacer algo digno de una felicitación, se
entusiasmaran ante las repercusiones de sus prácticas y comenzaran a
4
Sustancia química liberada en la hendidura sináptica responsable de comunicar información de una
neurona a otra
5
La Neuropsicioeducación plantea la unidad Cuerpo Cerebro Mente Medio Ambiente en tanto unidad
indivisible cuyas partes se relacionan permanentemente entre sí determinando causalidades ascendentes y
descendentes. El impacto de la mal nutrición en la conducta ejemplifica este tipo de relación.
3
proyectar objetivos y a redireccionar sus conductas hacia proyectos
relacionados con la comunicación o la expresión artística pudiendo, a su vez,
canalizar la actitud transgresora inherente a la edad en actividades creativas y
saludables.
Esta nueva identidad resulta casi condición indispensable (aunque no
única, por supuesto) para poder proyectar cambios hacia el futuro que escapen
al determinismo de la condena social. Es fundamental generar, desde la
educación de nuestros jóvenes, espacios que posibiliten la libre expresión, la
creatividad, la socialización y el fortalecimiento de vínculos solidarios así como
también el espíritu crítico y la capacidad de reflexión sobre la realidad. Todas
estas nuevas experiencias tendrán seguramente como resultado nuevas redes
que ofrecerán un bagaje mucho más amplio de recursos para proyectar nuevos
objetivos y conductas. Considero que es aprovechando las características
internas del cerebro que nos hace humanos y no a partir de políticas apuntadas
al asistencialismo y la beneficencia o bien al eje punitivo como podemos
contribuir a un enriquecimiento de la subjetividad de nuestros jóvenes que
tendría seguramente su correlato en cambios positivos en su conducta.
Prof. Mónica Leston
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