TRIBUNA ABIERTA: ¿Cuanto peor, mejor?

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TRIBUNA ABIERTA:
¿Cuanto peor, mejor?
Alberto Piris*, CEIPAZ, 10 de diciembre 2011
En las guerras, en casi todas las guerras, la moral y las preocupaciones
deontológicas que se suelen enseñar en las academias militares a los
futuros guerreros suelen terminar siendo dadas de lado si el conflicto
bélico se prolonga más de lo deseable, y acaban siendo reemplazadas
por la más imperiosa necesidad de poner fin favorable al conflicto con el
menor desgaste propio posible. Así ocurrió, por ejemplo, con la
aniquilación nuclear de Hiroshima y Nagasaki; o el abrasamiento de
Dresde bajo el fósforo incendiario lanzado por la aviación angloamericana; o, más cerca de los españoles, con el brutal experimento de
la aviación nazi al servicio de Franco, arrasando Gernika sin
contemplaciones para que Goering pudiera comprobar la eficacia de su
nueva Lutfwaffe.
Dando esto por sentado, pues las experiencias históricas que lo prueban
son numerosas e irrefutables, no hay que mostrar mucha malicia para
interpretar algo de lo que hoy está ocurriendo en Afganistán. Uno de los
documentos secretos filtrados por WikiLeaks en noviembre de 2010 se
refiere al informe presentado en Bruselas en noviembre de 2008 por un
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alto responsable de los servicios de inteligencia de EE.UU. a los
representantes permanentes (embajadores) de los países de la OTAN.
El asunto de la reunión se expresó así: "Los aliados encuentran sombrío
(gloomy) el informe sobre Afganistán del Oficial Nacional de Inteligencia,
aunque se centran en las recomendaciones para mejorar la situación".
El último párrafo del largo informe difundido por WikiLeaks dice lo
siguiente (traducción de A.P.): "La comunidad internacional debería
aplicar una intensa y persistente presión contra los talibanes en 2009,
para hacerles mostrar sus tendencias más violentas e ideológicamente
radicales. Esto les enajenará del pueblo y nos dará la oportunidad de
aislar a los talibanes de la población." Dicho de otro modo: forzar a los
talibanes para que muestren su más violenta brutalidad; no se trata de
derrotarlos ni aniquilarlos (dado que el transcurso de las operaciones ha
mostrado que esto es tarea difícil, cuando no imposible), sino de excitar
al máximo su salvaje violencia para hacerles concitar el odio del pueblo
mediante el sufrimiento que sus acciones provocan.
Esta sugerencia se opone radicalmente a la estrategia oficial seguida en
Afganistán por las fuerzas aliadas de ocupación, cuya idea básica es
proteger a la población de la violencia terrorista y así ganar su apoyo.
Lamentablemente, el paso del tiempo muestra que la estrategia del
"cuanto peor, mejor" que apunta el citado informe parece estar en pleno
apogeo. Prueba reciente de ello ha sido el salvaje atentado terrorista
perpetrado contra los fieles chiíes en Kabul el pasado 6 de diciembre,
quizá el más brutal acto de guerra sucia que ha sufrido Afganistán.
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Un terrorista suicida se infiltró entre los peregrinos que celebraban la
Ashura, un día sagrado del calendario del islam chiita, en una compacta
masa de hombres, mujeres y niños. La explosión provocó más de medio
centenar de muertos y un elevado número de heridos. Entre las víctimas
no se encontraban posibles "objetivos" de la violencia talibana (es decir,
soldados o policías) y aunque un portavoz talibán negó su participación
en la masacre, el atentado sirvió también para mostrar el creciente
descontrol del terrorismo, capaz de infligir tan terrible sufrimiento a la
población civil.
Algunos analistas que contemplan muy de cerca la evolución de la
situación consideran que en febrero pasado se produjo un punto de
inflexión con el sanguinario asalto a un banco en Jalalabad, donde los
atracadores no buscaron botín alguno sino que se aplicaron a asesinar
fríamente a varias decenas de clientes y empleados de la sucursal. Los
detalles posteriormente difundidos sobre este asalto mostraron un brutal
sadismo que contradice las instrucciones vigentes entre los talibanes de
no dañar a la población. Desde entonces, muchos ataques de los
talibanes han mostrado una violencia sin precedentes, hasta culminar en
el citado atentado del día de Ashura.
Aunque la eliminación de cuadros de mando talibanes prosigue con
éxito, según informes de la OTAN, la presión violenta que recomendaba
el documento filtrado está transformando el modo de actuar de los
terroristas hacia métodos más brutales, hasta el punto de que en su
seno se refuerza el peso de las tendencias más extremistas en
detrimento de los que podrían colaborar con el Gobierno afgano para
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avanzar hacia el final definitivo del conflicto.
Un responsable de la OTAN en Kabul respondió así a la acusación de
que la estrategia adoptada iba en detrimento de la seguridad de la
población: "No pretendemos hacer peores a los talibanes, pero si esto
nos ayuda en algo, no nos vamos a quejar". La necesidad de concluir la
guerra, aunque vaya en claro prejuicio de la población a la que
nominalmente se trata de proteger, añade el conflicto afgano a la
ominosa lista de situaciones bélicas regidas por el aforismo que abre
este comentario: "cuanto peor, mejor".
*Alberto Piris es general de artillería en la reserva.
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