Anselm Grün PORTARSE BIEN CON UNO MISMO décima edición EDICIONES SÍGUEME SALAMANCA 2014 Cubierta diseñada por Christian Hugo Martín Tradujo José María Hernández Blanco del original alemán Gut mit sich selbst umgehen ©Matthias-Grünewald, Mainz 1995 ©Ediciones Sígueme S.A.U., 2003 C/ García Tejado, 23-27 - E-37007 Salamanca / España Tlf.: (+34) 923 218 203 - Fax: (+34) 923 270 563 ediciones@sigueme.es www.sigueme.es ISBN: 978-84-301-1319-4 Depósito legal: S. 236-2014 Impreso en España / Unión Europea Imprenta Kadmos, Salamanca CONTENIDO Introducción ¿Rigor o misericordia? .......................................... 9 I El fenómeno del rigorismo 1. Causas de la dureza contra uno mismo ................. 17 2. Formas de falta de amor a sí mismo ...................... 27 3.Rigorismo en la vida espiritual ............................. 43 4. Violencia contra las personas y las cosas .............. 59 II Portarse bien con uno mismo 5.Misericordia en la Biblia ...................................... 69 6. Ascesis y amor a sí mismo en la tradición monástica .............................................................. 85 7.El arte de aceptarse. Bases psicológicas ............... 91 8.El comportamiento cristiano con uno mismo ........ 101 9.Ser misericordioso consigo mismo ....................... 127 Conclusión Un mensaje clave de la fe cristiana ....................... 135 Bibliografía ............................................................... 139 Índice general ........................................................... 141 introducción ¿Rigor o misericordia? Los antiguos monjes apreciaban mucho estas palabras de Jesús: «El reino de Dios padece violencia, y sólo los violentos lo alcanzarán» (Mt 11, 12). Para ellos tenían un significado ascético: sólo el que se hace violencia, el que se decanta totalmente por el reino de Dios, entrará en el reino de los cielos. Así lo advertía el monje Macario: «Queridos hijos, haceos también vosotros un poco de violencia para que consigáis la única virtud, pues está escrito: ‘El reino de Dios pertenece a quienes se hacen violencia’» (Am 171, 3). Y Zacarías, un padre primitivo, definía el monacato a partir de esas palabras de Jesús: «Dentro de mis cortos conocimientos, creo, padre, que el monje es una persona que se hace violencia en todo» (Apo 243). Algo similar decía Juan Colobos: «Así hacen los monjes del desierto de Escete, en Egipto: infundir confianza a quienes pasan por alguna prueba y hacerse violencia a sí mismos para ganar para el bien a los demás» (Apo 333). Los exegetas actuales no están de acuerdo sobre cómo interpretar el texto de Mt 11, 12. La traducción 9 Introducción ecuménica dice así: «Desde los días de Juan el Bautista hasta hoy el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos pretenden acabar con él». Está claro, pues, que interpreta el texto en el sentido de que los violentos impiden la llegada del reino de los cielos: «Los violentos se apoderan del Reino para impedir que los hombres entren en él» (Grundmann, 309). Los monjes primitivos lo entendieron de una forma distinta, co­mo hemos visto: el reino de los cielos viene con violencia, se abre paso irrevocablemente; pero se necesitan hombres decididos a ganárselo. «Los hombres decididos, sobre todo contra sí mismos, se apoderan del reino de Dios, que se abre paso con violencia» (Grund­mann, 309). Estas palabras de Jesús movieron a muchos monjes a ser violentos consigo mismos, y se sirvieron de ellas para justificar la durísima ascesis con la que intentaron dominar sus pasiones. Para muchos relatos de santos, la violencia contra sí mismos era un signo inequívoco de santidad. Esta ascesis agresiva condujo a los cristianos a una actitud igualmente agresiva contra quienes no tenían su fe ni pensaban como ellos. Pues la voluntad de Dios es determinante, y ante ella todos tienen que inclinarse, cueste lo que cueste. Los pueblos también deben someterse a ella. Así se entiende el uso de la violencia para convertirlos a la fe. Esto explica también la interpretación errónea de las palabras de Jesús para justificar algunos métodos misionales realmente agresivos. «Id a todas las calles dentro y fuera de la ciudad, y obligad a venir a la gente hasta que se llene 10 ¿Rigor o misericordia? mi casa» (Lc 14, 23). Es el compelle intrare, como se traducía en latín, el «obligad a entrar». En este pasaje se basó la misión violenta que tuvo lugar en distintos procesos colonizadores, por los que los cristianos han contraído una deuda histórica con las personas de aquellos lugares que difícilmente se podrá saldar. Una actitud ante la fe igualmente agresiva se percibe también hoy en la Iglesia. Los rigoristas, tanto los de izquierdas como los de derechas, se comportan violentamente consigo mismos y con aquellos a quienes combaten. Tachan de heterodoxos a teólogos fieles al concilio Vaticano II y a menudo adoptan hacia ellos un comportamiento insultante y agresivo. Al mismo tiempo, reclaman para sí la exclusiva de la ortodoxia. A los que piensan de otro modo les llaman hijos de mala madre o espías de Satanás. Y les desean el peor de los infiernos. Un lenguaje tan agresivo y tan duro no tiene consideración alguna para con los demás, carece de tacto y sólo sabe ser cruel e inmisericorde con quienes piensan de otro modo. Se remiten además a Jesús, pero no se dan cuenta de que es lo más contrario a lo que él era: manso y misericordioso, cercano a los pecadores y a los paganos. En nombre de Jesús, manso y comprensivo, se procede violentamente contra quienes no defienden la misma línea teológica. Pero no debemos limitarnos a buscar el rigorismo y la dureza en los grupos conservadores –como los devotos militantes de María– o en los progresistas radicales, a veces tan poco o incluso menos misericordiosos que aquellos. Todos tendemos a ser agresi11 Introducción vos con nosotros mismos, y además muchas veces en nombre de Dios. Lo sé por propia experiencia. Hasta la universidad fui muy duro conmigo: tenía que acabar con mis necesidades y con mis sentimientos, tenía que ponerme por encima de todo al ser­­vicio del ideal, tenía que luchar sin reservas y con todas las fuerzas por el reino de Dios. Afortunadamente sufrí en esa época una profunda crisis que derrumbó el edificio de mi vida y Dios me fue construyendo poco a poco una casa nueva y acogedora. Analizaré las causas que pueden dar lugar a un comportamiento tan riguroso con uno mismo, y buscaré en la Biblia y en la tradición espiritual caminos que nos lleven a tratarnos a nosotros mismos con más misericordia. Veremos también que Jesús nos llamó no a la violencia, sino a la paz, a ser buenos con nosotros mismos. 12 I El fenómeno del rigorismo En la actualidad, el rigorismo no es un fenómeno exclusivo de los círculos religiosos. También abundan los fundamentalistas en el ámbito político y social, hasta el punto de configurar de forma significativa el rostro de nuestro mundo. Se encuentran rigoristas en todos los movimientos sociales: entre los ecologistas, entre los vegetarianos, entre los antiabortistas, entre los xenófobos… Puede que los objetivos que persiguen sean incluso justos, pero desde luego no lo son ni sus métodos ni sus sistemas para alcanzarlos. Les sobra obsesión y dureza. Parece como si el futuro del mundo dependiera de que se guarde una u otra dieta, de que se siga a este o a aquel gurú, de que se use un método u otro de gimnasia. En la Iglesia no sólo están los grupos que se adueñan de la ortodoxia y quisieran excomulgar por herejes a todos los demás. También existen muchos otros grupos que buscan lo espiritual, que conviven en paz con los demás y no juzgan a nadie, pero que son muy duros consigo mismos y practican una ascesis que hace violencia a la persona. 15