Creadores de espacios El objetivo que ve el decorado no es el ojo que ve la vida. Una habitación en la que se vive no es una habitación en la que se rueda. El decorado está en función del guión y sólo existe por él. Todo decorado que sea un fin en sí mismo no es un buen decorado. El decorador crea para el director y debe proporcionarle un instrumento de trabajo en el que no le falte nada. El plano del decorado debe seguir fielmente el plano de la acción. Una habitación en la que el protagonista irá de la ventana a la cama no es una habitación en la que el protagonista, sentado en su mesa, leerá una carta catastrófica. Y además el decorador debe proporcionar al director un medio concebido de forma lo bastante flexible como para que su inspiración no se vea frenada por imposibilidades materiales. Además ya se sabe que a los directores les encanta rodar en la parte del decorado que no está construida. Pero, en su tarea, el decorador está limitado de mil formas y su oficio es saber sacarles partido. Un decorado no debe ser solamente iluminable, filmable, fotografiable, debe ser verdadero. Un decorado verdadero no es una copia, o no harían falta los decoradores. Para construir un decorado verdadero el decorador debe recurrir más a su gusto y a sus recuerdos personales que a una documentación laboriosa. Es cosa suya el ordenar todos esos elementos para componer una imagen verdadera, creíble, que el ojo acepte como una reproducción de la realidad. Es cosa suya el elegir los accesorios, los estilos arquitectónicos, las materiales que darán a su obra el carácter y el ambiente requeridos. Los decorados de una película constituyen un conjunto del que hay que respetar la homogeneidad. Un decorado interior debe continuarse en el decorado de la calle que percibimos por la ventana. Y si, más tarde en la película, encontramos otra calle de la misma ciudad, esta segunda calle tendrá que parecerse a la primera en detalles materiales que el ojo no verá pero que sentirá. En resumen, lo que se espera del decorado es que tenga carácter, su carácter, ese carácter que nos sorprende y que hace que una calle de Belleville no se parezca a una calle de la Porte d'Italie, que el principio de los Grandes Bulevares no se confunda con el final. Ese carácter, repetimos, depende de un trabajo de reconstrucción, en el curso del cual el decorador organiza, en el marco de una acción, la idea de un ambiente. Esta idea tiene que ser verdadera y sería deseable que la acción lo fuera igualmente. Esto es tan cierto que, en general, las historias verdaderas tienen buenos decorados mientras que las historias que exigen la invención de ambientes en los que no se ha vivido (salones modernos hasta el delirio, vestíbulos de hoteles míticos, bares fantasmas de discotecas o de aeropuertos inexistentes) suelen ocurrir en marcos dudosos. Entendámonos. A los decorados sólo se les pide ser reales, no naturales. Podríamos concluir de una forma general diciendo que no todos los decorados naturalistas son buenos y que todos los decorados realistas son verdaderos y están perfectamente adaptados a su función. Alexandre Trauner, L'Écran français, 11 de septiembre de 1946.