La representación representación del delespacio espacioen enlala pintura del pintura del Museo MuseoThyssen-Bornemisza Thyssen-Bornemisza LA PERSPECTIVA SE CONSOLIDA Capítulo 3. Gentile Bellini: La Anunciación (c.1475). Técnica mixta sobre tabla. 133 x 124 cm El autor de esta obra perteneció a una familia de pintores venecianos. Fue hijo de Jacopo y hermano de Giovanni, celebrados pintores en su tiempo, como el propio Gentile. Se considera a este artista como el primer pintor italiano que utilizó el óleo sobre lienzo. Esta obra presenta el mismo tema que la que ya hemos visto de Jan van Eyck. Salvando las características de cada una -un díptico la del holandés y un cuadro la del italiano-, se puede decir que las dos responden a un mismo planteamiento espacial: espacios independientes para cada personaje, pero comunicados entre sí. Gentile Bellini, La Anunciación (c. 1475), 133 x 124 cm, Museo Thyssen-Bornemisza. En este caso aparece María en un interior y el arcángel san Gabriel en el exterior. Es muy frecuente esta presentación del tema, así sucede, por ejemplo, en La Anunciación con san Emidio de Giovanni Crivelli (1486), en la National Gallery de Londres. Esta obra es, en el planteamiento general, muy similar a la de Bellini que nos ocupa. También podemos ver un planteamiento parecido en otra obra de la Colección Thyssen-Bornemisza muy posterior a las dos citadas: La Anunciación (c. 1570) de Paolo Veronés (Fig. I.3.1), pintor que, por cierto, había asimilado los planteamientos pictóricos de los Bellini. La diferencia está primero en la posición del punto de vista, pues en las de Bellini y Crivelli contemplamos a los dos personajes desde un espacio ajeno a los que les son propios, mientras que en el cuadro de Veronés los vemos desde el mismo espacio en el que está la Virgen, que es el interior. Es como si el observador hubiese recorrido un arco de 90 grados introduciéndose en la estancia de la Virgen, aunque la posición de ésta es aquí casi contraria a la que tiene en el cuadro de Bellini, si bien gira sobre sí misma para poder ver al arcángel, adoptando una pose ciertamente tortuosa, muy propia del Manierismo. También se diferencia la obra de Veronés en que la arquitectura del exterior Fig. I.3.1: Veronés, La Anunciación (c. 1580), 110 x 86,5 cm, Museo Thyssen-Bornemisza. 1 está mucho más próxima que en la de Bellini. En estos tres cuadros, la arquitectura define esa independencia entre los espacios de los dos personajes, así como el entorno, en el que la naturaleza está también presente, aunque sea al fondo y enmarcada por la arquitectura. Este cuadro de Bellini es muy representativo de la pintura renacentista por la gran importancia que se da en él a dos temas muy relacionados entre sí: la arquitectura y la perspectiva. Es obvio que donde mejor se ve y se representa la perspectiva es en la arquitectura, no sólo por su base geométrica, sino también por lo marcado de sus líneas y por su carácter modular, que hace que elementos iguales se repitan en los distintos términos: columnas, ventanas, baldosas... Ésta es una de las razones por las que los pintores renacentistas desplegaron un enorme interés y un gusto por la arquitectura clásica, que les llevó a tener un gran conocimiento de la misma y que les hizo, al tiempo que pintores, arquitectos, pues se inventaron los edificios a la manera clásica, partiendo de la observación de las ruinas romanas. Algunos de los artistas más notables del Renacimiento, como Miguel Ángel y Rafael, fueron indistintamente arquitectos y pintores o escultores. Fig. I.3.2: Esquema infográfico de las líneas de fuga en La Anunciación de Gentile Bellini (h.1465). Fig. I.3.3: Fra Angelico, La Anunciación (c. 1426), 194 x 194 cm. Museo del Prado. Gentile Bellini inventa una arquitectura clásica en este cuadro, muy elaborada y también muy recargada para el habitáculo de María. El orden arquitectónico empleado es una versión muy peculiar del orden corintio, especialmente por la variación de las estrías en el tercio superior del fuste, donde pasan de verticales a torsas. Podemos encontrar fustes que arrancan de la basa entre hojas de acanto en uno de los manuscritos de arquitectura de Giorgio Martini [1], y algunos capiteles próximos a los que Bellini pone en esta pintura en la lámina con que Cesare Cesariano [2] ilustra la sinopsis de los órdenes clásicos en su traducción del latín del libro de arquitectura de Vitruvio. Hasta la fecha en que Bellini pintó este cuadro fueron los tratados de arquitectura de Martini, el de Filarete, el anónimo Hypnerotomachia Poliphili y la versión de Vitruvio de Fra Giovanni Giocondo los que difundieron la arquitectura clásica, ya que el Cesariano es posterior. Filippo Brunelleschi, Leon Battista Alberti y Donato d´Angelo Bramante lo hicieron con sus obras de arquitectura y Fra Angelico, Masaccio, Piero della Francesca y Andrea Mantegna hicieron, junto con los Bellini y otros, una labor de creación y difusión de la arquitectura clásica pintada. 2 En este cuadro de Bellini y en el nivel de los detalles arquitectónicos podemos ver que la forma en que las columnas y sus pedestales se encuentran con el muro y sus molduras no está muy bien resuelta y lo mismo sucede con la proporción en la distribución de las columnas, tanto la de las dos situadas a los lados del arco como la de las más próximas a la esquina, que deberían ser simétricas en ambos casos. Lo más chocante lo podemos ver en la columna adosada a la pared perpendicular al cuadro más cerca de la esquina. Como si de un precursor de Maurits Cornelis Escher se tratara, la moldura superior del pedestal toca la arista de la esquina, mientras que la inferior, que debería estar a plomo con aquélla, se separa de la arista un buen trecho. También resulta curioso observar que la columna de la derecha es más verdosa que las otras y también que el muro sobre el que están las que flanquean el arco no tiene el mismo color en un lado que en el otro. que este espacio corresponde también a la arquitectura clásica, mientras que el otro corresponde a la arquitectura medieval. Creo que esto avala el espíritu claramente renacentista del cuadro. Así, tal parece que la mano de Gabriel con su bendición irrumpiera en el espacio de María, comunicando ambos espacios y, puesto que casi señala a la fuga, es como si señalara al infinito, es decir, al Espíritu Santo, que aquí no aparece representado por la paloma, como sucede en los cuadros de Carlo Crivelli y del Veronés, como ya hemos visto en el díptico de Van Eyck y como veremos más adelante en La Anunciación de Jan de Beer. Es interesante observar el contraste que se da entre las dos figuras: la de María parece más real y más recia, mientras que la de Gabriel aparenta ser más frágil y más etérea, como signo quizá de lo sutil de su naturaleza. Para conseguir esto el pintor ha marcado dicho contraste con el trazo y el color. Esta diferencia entre las dos figuras se extiende a los espacios que corresponden a cada una y así la calle y las arquitecturas que la delimitan son más sencillas y están representadas de manera más tenue, tanto en el trazo como en el color, mientras que el habitáculo de María es de una arquitectura contundente y recargada en la que el color y sus combinaciones juegan un importante papel. Es muy interesante este contraste entre los edificios, pues el habitáculo de María representa el ideal renacentista de la arquitectura clásica, mientras que los demás, salvo el pórtico del fondo, las pilastras del porche y la portada con frontón responden más bien a la arquitectura medieval. Todo esto nos habla de un mundo en profunda transformación, reflejada en el paso del estilo gótico al naturalismo del Renacimiento, y también del esfuerzo renacentista por aunar la antigüedad clásica y el cristianismo, del que el propio tema, tan repetido en la época, es un exponente. La perspectiva de este cuadro es una perspectiva frontal con el punto de fuga desplazado hacia la izquierda. Así, las verticales permanecen como tal y lo mismo sucede con las horizontales paralelas al cuadro, mientras que las horizontales en profundidad van a parar al punto de fuga, como se puede observar en el diagrama que he realizado del trazado perspectivo (Fig. I.3.2), en el que todas las líneas en profundidad van a parar al mismo punto. Este punto de fuga se sitúa aproximadamente sobre el eje de la columna central por encima del arranque de los arcos que parten de ella. Está, por tanto, sobre el pasadizo, que es la única salida al exterior, hacia el horizonte, del espacio encerrado por la arquitectura, salida hacia la que la convergencia que lleva al punto de fuga nos invita. Los dedos de la mano con la que el arcángel San Gabriel parece bendecir a María casi señalan ese punto. Esa mano está sobre la horizontal en profundidad que aparece como vertical en el cuadro (más o menos el eje de las losetas alargadas de color claro). Esta línea es la traza del plano medio de la perspectiva, que es el que divide verticalmente en dos regiones el espacio perspectivo. Sin embargo, podemos decir que en este cuadro la línea de fuga vertical, que coincide con la mano de Gabriel, separa el espacio del cuadro en dos partes muy desiguales tanto en tamaño como en contenido: la de la izquierda destinada al arcángel, la de la derecha a María. El exterior, que corresponde al ser celestial, está a la izquierda, y el interior, que corresponde al ser humano, a la derecha. Es de notar que la arquitectura que configura el espacio de la Virgen llena prácticamente tres cuartos de la superficie del cuadro. Recordemos Por otra parte, existe una cierta desproporción entre las dos figuras. Si María se pusiera en pie sobrepasaría claramente al arcángel San Gabriel, independientemente de los dos peldaños de diferencia entre los suelos sobre los que ambos se apoyan. Téngase en cuenta que María está arrodillada ante el atril, mientras que Gabriel sólo tiene algo flexionadas sus piernas. Una vez en pie los ojos de María quedarían algo por encima de la altura de la línea del horizonte, como debe ocurrir cuando el artista quiere observar el espacio representado desde una altura algo inferior a la de los ojos de una persona en pie sobre el suelo 3 del cuadro (ténganse en cuenta, como he dicho, los dos peldaños de diferencia con el arcángel) y entonces se apreciaría también su desproporción con el habitáculo, pues, aparte de tener que agacharse para pasar a la cámara donde está el lecho, su cabeza quedaría a la altura de la cornisa de la pared que separa ambos recintos. el pavimento en el suelo de la calle dejan de existir a partir de los peldaños circulares; esto se debe a que al estar cada vez más próximas entre sí según se van alejando del observador, el gradiente de la densidad textural, como denominó James J. Gibson a este fenómeno [3], sería tan alto que en los últimos términos se juntarían tanto unas con otras que formarían un área de su color, más claro que el de las losas. Esto es lo que sucede en el umbral de la puerta en arco de medio punto situada casi enfrente de los peldaños circulares, donde Bellini sí continuó las bandas horizontales. En el espacio interior este fenómeno no se produce, ya que el primer término tiene poca profundidad. Es de notar el cambio de solado que pone Bellini en el umbral del arco, en el que incluye rombos y una circunferencia. Precisamente las diagonales de los cuadrados del suelo ajedrezado de la cámara de María nos ha permitido encontrar la distancia con la que ha sido realizada la perspectiva del cuadro, en un proceso de restitución perspectiva. En efecto, en la (Fig. I.3.2), una vez encontrado el punto de fuga de las perpendiculares y trazada la línea de horizonte, las diagonales de los cuadrados del suelo determinan sobre ésta un punto a cada lado de aquél, cuyas distancias al mismo son iguales entre sí e iguales a la distancia de la perspectiva, es decir, la que hay del punto de vista al plano del cuadro. No menos interesante es atender a la sucesión de espacios que el cuadro nos ofrece en los distintos términos a uno y otro lado. En el exterior, el espacio de la calle avanza hasta el edificio porticado del fondo, sólo interrumpido levemente por una portada con frontón y dos peldaños de planta semicircular en la fachada de la derecha y, un poco más allá y enfrente, por un porche que avanza algo más hacia la calle y que sostiene un balcón que, como cosa curiosa, sólo tiene fachada y barandilla en un lado, lo que le da un cierto aire de decorado teatral. Así, el espacio de la calle se abre primero a los huecos de entrada a los edificios, que son la portada ya mencionada y la otra puerta con arco al otro lado, luego al espacio del porche también mencionado y, por último, al pórtico del edificio del fondo, que primero se abre a la izquierda por una hoja de la puerta y luego deja ver por un pasadizo algo del verde de la naturaleza del paisaje del fondo que, ya por encima, como un horizonte alto, se muestra en contraste con el espacio construido de los primeros términos. Al estar el paisaje del fondo muy por encima de la línea del horizonte cabe pensar que no es un paisaje llano, sino que va subiendo en pendiente. Es frecuente la presencia del paisaje natural en cuadros del mismo tema. Así en el de Fra Angelico del convento de San Marcos en Florencia, en el que se combina con un hortus conclusum que simboliza la pureza de María, o en el del mismo artista del Museo Nacional del Prado, en el que aparece el Paraíso Terrenal con el ángel expulsando a Adán y Eva (Fig. I.3.3). Esta presencia del paisaje es, sin duda, un aspecto más del naturalismo buscado por los pintores renacentistas. En el lado derecho del cuadro, hay primero un breve espacio exterior que da paso, a través del arco en la fachada paralela al lienzo, al habitáculo donde se ve a María. En la pared de fondo de este espacio, una puerta nos deja ver una cámara, que se adivina reducida, en la que se observa el lecho tras una cortina. Por encima de la cornisa de esa pared se ve un espacio más amplio y de mayor altura cerrado al fondo por una fachada decorada con cuadrados separados por bandas que aparenta estar hecha de mármoles de diversos tonos, al igual que el tercio superior de la fachada exterior, en la que se abre una portada flanqueada por pilastras que sostienen un entablamento. Esta portada se abre a otro espacio cuyas dimensiones no se pueden calibrar debido a su oscuridad. Las sombras propias que contribuyen al modelado de las figuras son muy tenues, tanto en las caras y las manos como en los pliegues de las vestimentas. Pero son algo más tenues en la figura de Gabriel, lo que contribuye a su carácter de ser sobrenatural. Tampoco las sombras de las dos figuras sobre el suelo tienen la entidad que debieran sobre todo si las comparamos con las de la arquitectura, que ahora veremos. ¿Quizá el artista nos quiere decir que estos personajes tan singulares ni arrojan ni admiten sombras? ¿O es quizá falta de compromiso por su parte? Esta sucesión de espacios, vistos los unos a través de los otros, crea la sensación de profundidad junto con la fuga de las líneas de la perspectiva. En esto último, juega un papel muy importante la división de los suelos, tanto en el exterior como en el interior, ya que en este cuadro tienen mucha presencia. Obsérvese que las bandas horizontales que dividen 4 Las sombras arrojadas por las distintas partes de la arquitectura son siempre una parte importante de la representación naturalista del espacio, pero el artista ha seleccionado aquéllas que le ayudaban sin comprometerle demasiado, incluso obviando detalles importantes. Así no ha continuado la sombra de la pilastra de esquina sobre María y la que arroja sobre el suelo, que arranca, como es lógico, de la misma basa. Luego no disminuye, como si la pilastra tuviera la anchura de ésta. Obsérvese cómo en el entablamento, aparte de las sombras propias que dan volumen a las molduras y a los planos horizontales salientes, las únicas sombras que existen son las que arrojan los modillones o ménsulas que sustentan la cornisa sobre el plano vertical del que vuelan y son también unas sombras muy tenues. Lorenzo Costa pinta unas elipses correctamente representadas en perspectiva en su obra La Virgen entronizada con el Niño (c. 1495), también en la Colección Thyssen-Bornemisza (cap.I, 2). Asimismo, aparecen en este cuadro octógonos regulares que podemos comparar con los del brocal del pozo en la tabla de Duccio que hemos analizado (cap.I, 4), así como con los de los pedestales que hemos visto en La Anunciación de Van Eyck (cap.II, 4). En cualquier caso, y a pesar de las deficiencias señaladas, Bellini pinta este cuadro con un gran conocimiento de la perspectiva para tan temprana fecha. Esto no nos debería asombrar si supieramos que su padre, Jacopo Bellini, con quien aprendió y trabajó, le legó sus cuadernos con más de doscientos dibujos en los que demuestra un gran conocimiento de la perspectiva. Tanto Gentile, como su hermano Giovanni, tenido como el más grande artista de la familia, y Mantegna, cuñado de ambos y gran perspectivista, parecen haberse servido de los dibujos de Jacopo como inspiración para sus composiciones. Es interesante analizar las sombras arrojadas por los edificios, sobre las cuales se recorta la figura del arcángel. La más próxima a nosotros es arrojada por un edificio que no aparece en el cuadro. ¿Reflexionaría Gentile Bellini sobre la sombra como única presencia de algo que no se ve? Los trechos de luz entre las sombras arrojadas por estos edificios nos hablan también de la separación entre éstos, que quizá no está tan clara cuando los vemos en el escorzo con que aparecen en el cuadro. Lo más curioso es que estas sombras parecen terminar cuando se encuentran con el muro del edificio de enfrente, sin embargo, prestando mayor atención vemos que sí están señaladas, incluso la que cae sobre los dos peldaños redondos de la entrada, pero tan tenuemente que contrastan con su clara presencia sobre el suelo. Quizá esto se deba al gradiente textural sobre el plano de la fachada, que quedaría demasiado denso si se marcaran más las líneas verticales y las áreas de las sombras arrojadas. [1] Martini, c. 1482-1486. [2] Cesariano 1521, Pl. LXIII. [3] Gibson 1974, pp. 98-109, 115-135. Bibliografía Cesariano, Cesare: Di Lucio Vitruvio Pollione de Architectura [1521], ed. de Barbara Agosti. Pisa, Scuola normale superiore, 1996. Gibson, James J.: La percepción de mundo visual. Buenos Aires, Ediciones Infinito 1974. Es lógico que en fecha tan temprana ni el trazado de las líneas de fuga ni, menos aún, el de las sombras sean correctos. No es de extrañar tampoco que Bellini no tuviese claro que una circunferencia se representa en perspectiva como una elipse perfecta: me refiero al motivo circular en primer término del solado de la cámara de María, antes citado. Quizá por eso obvió el presentar la fachada lateral de dicha cámara, pues en ella el arco de medio punto, que en su posición frontal es una semicircunferencia, debería verse como media elipse. El arco que se ve en primer término, al estar paralelo al cuadro, presenta su auténtica forma semicircular. Martini, G. : Codex Saluzzianus, c. 1482-1486. Suárez Quevedo, Diego: "Miradas y reflexiones sobre Gentile Bellini quinientos años despues de su fallecimiento". Anales de Historia del Arte, vol. 17, págs 247-166, Universidad Complutense de Madrid, 2007 Vasari, Giorgio: Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabúe a nuestros tiempos, Madrid, Cátedra 2002. Wright, Lawrence: Tratado de perspectiva, Barcelona, Stylos, 1985. Treinta años después de que Bellini pintara esta tabla, 5