La Mujer en el Poder Judicial Lic. Olga Sánchez Cordero Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación Honorables miembros del Presidium, amigas y amigos todos. Me resulta muy satisfactorio reflexionar en este día con todas ustedes y todos ustedes, sobre la participación de la mujer en el desarrollo político y social de nuestro país, y en especial, en referencia a los avances logrados por ella, en el ámbito del Poder Judicial. Debo referirme a algunos aspectos que me motivan enormemente a estar aquí. En particular, me siento constreñida como mujer profesionista a poner todo mi empeño al servicio de la comunidad, a quien me debo, ya que he tenido la oportunidad de trabajar en la educación superior como universitaria, lo que conlleva, necesariamente, mi enorme deuda social. Como mujer he sido testigo, en múltiples ocasiones, de la discriminación que sufre la mujer trabajadora, la profesionista y de manera especial la profesional del Derecho, frecuentemente descalificada por la condición de género. A fin de determinar con mayor claridad la forma en que ha aumentado la participación de la mujer en la vida del país, y en especial, en el Poder Judicial, quiero referirme tan sólo a algunos hechos históricos relevantes. Es a partir de la Constitución de 1917, cuando la mujer mexicana, después de una intensa lucha para lograr cambios en su status jurídico y social, obtiene los derechos de igualdad y en leyes secundarias, la personalidad jurídica para firmar contratos y llevar sus propios negocios, pero continuó la lucha para que esta igualdad jurídica fuera reconocida. Por ejemplo, en la época Cardenista, las mujeres del campo se constituyeron en ligas femeninas bajo la dirección de Doña Refugio Rangel Olmedo, quien organizo manifestaciones de la Unión de Mujeres Americanas, para solicitar al Congreso, en 1936, la modificación del artículo 37 de la Ley Electoral de poderes federales, que señalaba como ciudadanos solamente a los varones. Por Decreto de 13 de julio de 1923, Don Aurelio Manrique, quien era Gobernador de San Luis Potosí, permitió la participación de las mujeres de ese Estado, en las elecciones municipales. Más tarde, en 1947, el Presidente Miguel Alemán también permitió el voto de la mujer en los comicios municipales, y Adolfo Ruiz Cortines, en los nacionales en 1953, como consecuencia de la reforma constitucional por la que la mujer obtuvo la ciudadanía. Debe resaltarse que el derecho al sufragio se otorgó en México, mucho tiempo antes de que en otros países americanos y europeos; como ejemplo el caso de Suiza, en que fue hasta el año 1971. Quiero destacar que, no obstante que en esa época la mujer ya posee la calidad de ciudadana, calidad que constituye la capacidad de ejercicio de los derecho políticos para votar y ser votada, no es sino hasta mucho tiempo después, cuando se ve reflejada tal situación, pues para el género opuesto, afortunadamente no en su totalidad, resultaba verdaderamente dócil aceptar que fueran mujeres quienes ocuparan cargos que representaran el ejercicio del poder. Abriendo un paréntesis, a fin de evidenciar la importancia del hecho de que la mujer haya conseguido la calidad de ciudadana, para participar en las distintas actividades del país, resulta ilustrativo el caso resuelto por la Segunda Sala de la suprema Corte de Justicia de la Nación, en el año de 1944. En ese año, solo por mayoría de votos, no por unanimidad, se otorgó la protección constitucional a una mujer aspirante a Notaria, en demanda de la justicia federal en contra de la determinación de que no podía ser aspirante; toda vez que, de conformidad con el artículo 24 de la entonces Ley del Notariado para el Distrito y Territorios Federales, para ser considerada como tal, era requisito estar en goce de los derechos de ciudadano, los cuales, se indicaba, no tenía la practicante por razón de su género. No fue sino cuarenta años después, en 1984, cuando fue otorgada por primera vez a una mujer, una patente de Notario en el Distrito Federal, teniendo yo el privilegio de haberla obtenido por oposición. Es la reforma de 1974 al artículo 4º Constitucional, la que tiene por objeto la integración plena de la mujer a todas las actividades económicas, políticas y sociales de la vida nacional, pero poniendo especial atención en el cuidado que merece la familia, que es el núcleo social fundamental. Afortunadamente, las mujeres profesionistas, las estudiantes, las artistas y otras muchas trabajadoras, día a día aumentan en número y eficacia. Este cambio en la organización social, significa el rescate del sitio relegado que antes ocupó la mujer en nuestro país. Hoy se puede entender cómo la misma ha quedado incorporada a su propia dinámica, aún cuando, muchas veces, sin poder resolver las contradicciones existentes en el campo del trabajo, la vida pública y la política, ámbitos que se le ofrecen sólo en algunas ocasiones. La educación de la mujer ha sido un factor determinante en todas las actividades sociales, ya que la condición que había tenido en la sociedad, se ve modificada, de manera radical, con este acceso a las instituciones educativas. Concretamente en la abogacía, la estudiante empieza participando de igual modo que el varón, e decir, con oportunidades; sin embargo, por su condición de esposa y madre, en ocasiones tiene que dejar los estudios universitarios, o bien hacerlo a la par de estas funciones. Desempeñar este triple papel, como estudiante y como madre y esposa, se torna complicado, pues junto con la responsabilidad de la familia, se encuentra la de la universidad, que fue mi caso, la cual después de un considerable esfuerzo, se convierte en la de la profesional del Derecho. Debo resaltar aquí que, posiblemente el desempeño de esta licenciatura, es una de las más ventajosas para este triple papel, pues si bien es verdad que en la mayoría de las ocasiones la mujer abogada, ya como impartidora de justicia, como postulante, como asesora, como notaria pública, o dentro de la administración pública, no concluye su función por lo extenso de su labor dentro de los horarios de su trabajo, mientras sus hijos acuden a la escuela y su marido al trabajo, tiene la oportunidad de realizarla, tal vez en las noches, cuando los hijos se han dormido, pudiendo así atender de manera eficaz, también a su familia. La participación de la mujer a nivel universitario, ya se decía aquí, específicamente en la carrera de Derecho, hoy en día corresponde a más del 50 por ciento del total de los alumnos de las distintas instituciones que la imparten, lo cual necesariamente se ha de ver reflejado en una mayor presencia femenina en los distintos campos de la actividad profesional y, particularmente, en los ámbitos de impartición de justicia. En el poder Judicial de los Estados, muchas mujeres ocupan cargos de Juezas y Magistradas, lo que es más, hemos visto que la Presidencia de distintos Tribunales Superiores de Justicia, ha sido ocupada en tiempos recientes, por mujeres. Tal es el caso actualmente, de Tamaulipas, Nuevo Léon y Yucatán, debiendo también mencionar, que en el caso del Distrito Federal, en donde a principios de los ochenta, la Presidencia del Tribunal Superior de Justicia de esta entidad, fue ocupada por Doña Clementina Gil de Lester, posteriormente Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Cabe señalar que en los Estado de Baja California, Campeche, Guanajuato, Nuevo León y Yucatán, actualmente, el número de Juezas es mayor al de Jueces. En el Poder Judicial Federal, la participación de la mujer dentro de los puestos de mando, esto es, Ministras, Magistradas y Juezas, también se ha visto incrementada y para demostrarlo, quiero referirme a aquéllas que fueron pioneras. En 1961, es nombrada la primera mujer Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Doña María Cristina Salmorán de Tamayo, y la primera, también, en integrar una Suprema Corte de Justicia o Supremo Tribual a nivel mundial. Hasta 1975, después de 1961, es nombrada la segunda mujer Ministra, la Lic. Livier Ayala Manzo, quien ocupa el cargo tan solo uno año. En 1976, doña Gloria Léon Orantes es designada Ministra del Alto Tribual del país, quien lo ocupa hasta 1984. Pero entre 1983 y 1988, son nombradas las Ministras Fausta Moreno Flores, Martha Chávez Padrón, Victoria Adato Green, Clementina Gil de Lester e Irma Cué Sarquís, quien nos acompaña, quienes de manera conjunta, por única vez en la historia de nuestro máximo Tribunal, llegaron a ocupar el 20 por ciento del total de Ministros. Para 1995, en atención a la reforma constitucional del Poder Judicial Federal, el Senado de la República me designa en la novena época, la novena mujer Ministra de la Suprema Corte, cargo que a la fecha ocupo con gran orgullo y responsabilidad. Con relación a las Magistradas y Juezas del Poder Judicial de la Federación, debo señalar que fue hasta en 1971, cuando fueron nombradas las primeras, aunque sólo de manera interina, y es hasta 1974, cuando de manera formal, fue designada la Magistrada Luz María Perdomo Juvera, quien actualmente sigue fungiendo como tal. Para 1978, se encuentran ya nombradas las cuatro primeras Juezas, Fausta Moreno Flores, Gloria Tello Cuevas, Alfonsina Bertha Navarro, quien es actualmente Magistrada de la Sala Superior del Tribunal Federal Electoral, la única mujer que la integra, y Martha Lucía Ayala León, correspondiendo sólo al 5 por ciento de los Jueces. Para 1980, 1985, 1990 y 1995, el porcentaje de las mujeres Magistradas se reflejó, respectivamente con relación al total, de la siguiente manera: de 3.7, 9, 9.7 y 14.6 por ciento; y el de Juezas: de 5.4, 5.7, 21.5 y 21.6. Sin embargo, en la actualidad, el número de Magistradas y Juezas Federales corresponde, respectivamente, con relación al total, al 15 por ciento de Magistradas y 31.5 por ciento de Juezas, muy superior a la proporción en el Poder Legislativo, que es alrededor del 17 por ciento; apunto que las Juezas son ya, más del 31.5 por ciento. Estimo que es inminente el aumento de la participación de la mujer en la impartición de justicia, pues como antes o señalé, es una profesión que permite la realización de las funciones de la mujer de manera cabal. Además, la mujer no sólo cuenta con capacidad de intuición, sino también con una gran capacidad de análisis. Muchos varones piensan que no tenemos capacidad de análisis, sino únicamente intuición. Pero, la mujer tiene, además, la sensibilidad necesaria para determinar lo justo, es decir, para impartir justicia. Por eso, ya apara concluir, quiero compartir con ustedes unas palabras que un ex Ministro de la Suprema Corte pronunció en la ceremonia de instalación del Juzgado Quinto de Distrito en el Estado de México, cuya titular iba a ser una Jueza con residencia en Tlanepantla. Decía lo siguiente: “Lo jurídico esta indisolublemente ligado a la emoción de lo justo y esta emoción debe inspirar el contenido normativo del derecho. Para la recta aplicación del derecho es indispensable emocionarse ante el caso concreto, sentir la solución justa, porque es la solución jurídica. Por ello al mujer está especialmente dotada para toda actividad jurídica; su natural capacidad emocional, que culturalmente está positivamente impulsada, le dan una percepción privilegiada de lo justo y de lo jurídico”. Muchas gracias.