trabajar inteligente y sensiblemente

Anuncio
TRABAJAR INTELIGENTE Y SENSIBLEMENTE
PARTICIPACIÓN DE LA SEÑORA MINISTRA OLGA SANCHEZ
CORDERO EN EL "FORO NACIONAL DE ABOGACÍA Y LIDERAZGO
SOCIAL DEL ABOGADO", CELEBRADO EN LA CIUDAD DE MÉXICO
EL 23 DE JUNIO DE 2000.
TRABAJAR INTELIGENTE Y
SENSIBLEMENTE.
Algunos datos sobre la participación de
las mujeres en el Poder Judicial de la
Federación.
Tradicionalmente se ha identificado a la mujer como responsable de tareas
asociadas con las labores domésticas, con la crianza y educación de los hijos, el
cuidado de los enfermos, los ancianos y las personas discapacitadas, entre otras.
Ello se debe principalmente a una concepción -que a mi en lo personal me parece
equivocada- sobre la diversidad de géneros, que de manera radical divide a
hombres y mujeres haciéndonos opuestos.
Sin embargo, desde mi punto de vista no existe tal división, pues a pesar de
nuestras diferencias, hombres y mujeres nos vinculamos estrechamente gracias a
nuestra condición gregaria, a nuestra búsqueda de complementariedad.
Esa búsqueda del "otro", esa sed de otredad que nos ha llevado a fundir nuestras
diversidades formando hogares y familias, (sin duda el medio más eficaz de
organización social) ha sido también el punto de partida para la división del
trabajo y, como consecuencia de ello, para la desigualdad entre géneros.
Hoy esa idea va cediendo espacio a un nuevo concepto de cooperación entre
géneros que hace que las condiciones sean radicalmente distintas.
Hoy, un gran número de mujeres ha ampliado su presencia en diversas instancias
de responsabilidad -incluida la función de proveedora de ingresos- y ha
incrementado su participación en labores comúnmente identificadas como
monopolio del sexo masculino.
Con ello, se han generado nuevas formas de participación en responsabilidades
públicas y se han roto paradigmas de división del trabajo y de organización social
que se habían mantenido por años.
Este proceso ha sido complicado e incluso, pudiera decirse, doloroso. La
conquista por la igualdad de género (me refiero obviamente a la igualdad en su
acepción republicana y democrática) y por el mejoramiento de oportunidades
para las mujeres, pasa necesariamente por una lucha ardua de muchos años por
conseguir mejores condiciones de vida.
Ejemplo de ello son, sin duda, las innumerables luchas encabezadas por mujeres
de distintas condiciones sociales en muchas de las etapas de la vida del país.
La importante participación de las mujeres en la lucha revolucionaria iniciada en
1910; la lucha de las mujeres del campo en la época Cardenista para solicitar al
Congreso, en 1936, la modificación de la Ley Electoral que otorgaba la
ciudadanía solamente a los varones; o el proceso para lograr el voto de las
mujeres en elecciones a cargos de representación popular que se inicia en 1923 y
que culminará en 1953, con la reforma al artículo 34 constitucional, dan muestra
de que la lucha ha sido pertinaz y constante.
Sin embargo, después de décadas de lucha por la igualdad de género, las mujeres,
continuamos siendo minoría. La igualdad es, todavía, un proyecto a futuro, un
buen deseo, un anhelo.
Según la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de 1994,1 en México hay 19.4
millones de hogares. De ese universo, casi tres millones son comandados por una
mujer.
Y en el ámbito de las responsabilidades públicas, particularmente en lo que
respecta al Poder Judicial, la participación de la mujer en la impartición de
justicia se ha incrementado, sin que, desde mi perspectiva, esta participación
responda a las necesidades de integración de la mujer en este rubro.
Falta ciertamente mucho por hacer, pues el Poder Judicial de la Federación es
hoy un bastión de nuestra naciente democracia que requiere de una
participación plural y equilibrada que garantice el mandato constitucional de
administrar justicia pronta, completa e imparcial.
Es por ello que en el Poder Judicial de la Federación, la participación de la
mujer en los puestos de más alta responsabilidad también se ha visto
incrementada. Veamos el proceso.
En 1961, es nombrada la primera mujer Ministra de la Suprema Corte de Justicia
de la Nación, Doña María Cristina Salmorán de Tamayo, misma que es también
la primera en integrar una Suprema Corte de Justicia o Supremo Tribunal a nivel
mundial. Hoy en día la biblioteca de nuestro más alto tribunal lleva su nombre.
No es sino hasta 1975, que es nombrada la segunda mujer Ministra, la licenciada
Livier Ayala Manzo, quien ocupa el cargo tan sólo por un año.
En 1976, Doña Gloria León Orantes es designada Ministra del Alto Tribunal del
país, y ocupa el cargo hasta 1984.
Entre 1983 y 1988, son nombradas las Ministras Fausta Moreno Flores, Martha
Chávez Padrón, Victoria Adato Green, Irma Cué Sarquís y Clementina Gil de
Lester, quienes de manera conjunta, por única vez en la historia de nuestro
máximo Tribunal, llegaron a ocupar el 20% del total de Ministros.
En atención a la reforma constitucional del Poder Judicial de la Federación, en
1995, el Senado de la República me designa la novena Ministra de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación, cargo que a la fecha ocupo con gran orgullo y
responsabilidad.
En similares circunstancias se ha desarrollado la incorporación de Magistradas y
Juezas al Poder Judicial Federal, pues no fue sino hasta 1974 cuando, de manera
formal, fue designada la primera Magistrada, la Lic. Luz María Perdomo Juvera.
Y no fue sino hasta 1978, que fueron nombradas las cuatro primeras Juezas:
Fausta Moreno Flores, Gloria Tello Cuevas, Alfonsina Bertha Navarro y Martha
Lucía Ayala León, cantidad correspondiente al 5% del total de Jueces, en aquel
entonces.
Mientras que en 1980 el porcentaje de mujeres Magistradas era de 3.7%, para
1990 fue de 9.7%, y en 1995 se incrementó a 14.6%.
A principios de este año, de un universo de cuatrocientas magistraturas, 59
estaban ocupadas por mujeres, lo que representa un porcentaje aproximado de
14.75%.
En lo que respecta al porcentaje de Juezas, este fue incrementándose de 5.4%, en
1980, hasta 21.6%, en 1995.
Estadísticas de principios de este año revelan que, de un universo total de 196
jueces, 57 eran mujeres. Lo que representa un porcentaje aproximado del
29.08%. Un incremento sustancial de casi ocho puntos porcentuales en relación
al año de 1995.
No sería justo dejar de mencionar que, a pesar de lo restringida que ha sido, la
participación de las mujeres en el Poder Judicial es de inigualable calidad.
Todas las mujeres a que me he referido han sido en la función pública personas
de gran valía. Entregadas, austeras, estudiosas, brillantes. Y no me cabe la menor
duda de que también en el ámbito doméstico debieron ser excelentes esposas,
madres, abuelas, etc.
Porque la función judicial, con todo lo que de responsabilidad lleva implícita,
también permite cierta flexibilidad de distribución del tiempo. Evidentemente en
dobles o triples jornadas, pero con la satisfacción de sentir que se cumple en
todos los campos de la vida de una manera equilibrada. Por lo que la función
jurisdiccional para una mujer abogada es sin duda una opción que le permite
realizar los diversos roles que su condición de mujer exige.
De ninguna manera su condición de mujeres les impidió o les ha impedido
(porque muchas se encuentran en funciones todavía) cumplir con las altas
responsabilidades que la función exige. Sino que, por el contrario, lo hicieron o
lo han hecho cabalmente.
La prueba está en que sólo el mencionar los nombres de muchas de ellas nos trae
a todos un grato recuerdo, ya sea por la lectura que de sus obras hemos hecho,
por el contacto personal que en la académico o lo profesional hayamos tenido, o
simplemente por el hecho de observar su nombre como ponentes en asuntos
trascendentales en la vida del país.
En consecuencia, ocupar la privilegiada condición de Ministra de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación es un para mi un compromiso de gran
envergadura, una invaluable deuda social que únicamente, considero, encontrará
resarcimiento en el ejercicio profesional de mi gestión.
Ciertamente el liderazgo femenino en responsabilidades públicas se circunscribe
todavía a algunas áreas de participación de muy poca influencia, pero día con día
-como en Holanda- le vamos ganado terreno al mar.
Hoy en día, en el Poder Judicial de la Federación la selección de quienes habrán
de ocupar las más altas responsabilidades se lleva a cabo por métodos
equitativos, de estricta competencia en cuanto a capacidades. Es por ello que no
en función de cuotas, sino de la más estricta oposición, la mujer que llega a
ocupar tales cargos ha demostrado ser la mejor.
En nuestros días ciertamente persisten las desigualdades y asimetrías en los
derechos y oportunidades entre mujeres y hombres. En México, país en
desarrollo empeñado en una construcción democrática que aún guarda enclaves
de discriminación y conservadurismos, las mujeres vivimos situaciones
paradójicas en el mapa de poderes y opciones que cruzan nuestras vidas, desde la
familia hasta el Estado.
A menos que las mujeres ganemos espacios de dirección en el estado, los
mercados y la sociedad civil, o bien contemos con las herramientas y el
conocimiento necesarios para influir en las decisiones que afectan el total de
nuestras vidas, será difícil lograr un equilibrio de fuerzas favorable a la igualdad
de género.
Por lo que concluimos que la igualdad solo se puede alcanzar ganando espacios
en los lugares de decisión, por capacidades, no mediante cuotas graciosas que nos
sean otorgadas.
Por eso considero que trabajar inteligente y sensiblemente, es el camino que
debemos asumir las mujeres para conquistar los espacios tradicionalmente
vedados a nuestro género.
Muchas Gracias.
1
Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática. ENIG-94. Encuesta Nacional de
Ingreso y Gasto de los Hogares. México, 1995.
Descargar