Crisis del patrón de acumulación

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Crisis del patrón de acumulación y modernización conservadora del
capitalismo en México 1
Celso Garrido
Enrique Quintana
Introducción
En el curso de los 80, se han producido en México conmociones económicas de
magnitud inusitada que parecen estar afectando profundamente el rol de las empresas
privadas, el Estado y el cuadro de poder económico que estos conformaban en sus
relaciones mutuas.
La proposición central en relación con ese problema -que sustentamos en este ensayoes que desde 1982 se está efectuando en México una reestructuración capitalista, la
que
representa
una
modernización
conservadora
realizada
a
través
de
un
estancamiento relativo y mediante la centralización de capitales en forma de una
vertiginosa pugna financiera por el excedente. Esto se explica por la relación entre las
fuerzas hegemónicas con la que se llega al estallido de la crisis.
Sin embargo, esta salida no es una simple restauración oligárquica ni corresponde a un
inmovilismo en la hegemonía, según creen algunos analistas, ya que bajo esta figura
conservadora están cambiando, a un altísimo costo social, tanto las modalidades de la
acumulación como los actores dominantes en la misma.
La nueva modalidad de acumulación, que se configura a partir de un nuevo esquema
de tasas de rentabilidad que premia la producción orientada hacia el mercado mundial
y a los sectores del mercado interno que se organizan con base en dicha lógica,
significa tanto una reestructura ción de las empresas y del gobierno como de las
relaciones entre ellos y con los otros actores que concurren a este proceso, lo que
implica que se transformen las posiciones relativas del conjunto de actores respecto a
las condiciones tradicionales de la acumulación de capital.
1 Este ensayo forma parte del libro Empresarios y Estado en América Latina, coord. Celso Garrido, México,
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En consecuencia, una de las dimensiones centrales de esta reestructuración capitalista
será la redefinición del régimen de poder económico con el establecimiento de nuevas
relaciones de hegemonía en el control del excedente y su reproducción, que hagan
posible la nueva modalidad de acumulación. 2
Desde nuestro punto de vista, esta reestructuración tiene ya una cierta definición
básica en la medida que en el curso de los últimos años se ha ido configurando ese
nuevo bloque hegemónico. Sin embargo, dadas las circunstancias internacionales y
nacionales éste aún no se ha estabilizado y es probable que no lo haga en el corto
plazo, lo cual hace prever que la dinámica de esta reestructuración seguirá dominada
por las tensiones en torno a la consolidación de esta nueva hegemonía. 3
Toda esa proposición se basa en la premisa de que la crisis de 1982 no fue una simple
inflexión cíclica sino que significó la quiebra del patrón de acumulación vigente en el
país durante las últimas décadas. Eso es lo que nos lleva a concebir que esta crisis, al
tiempo que repre senta un proceso de destrucción de capitales, abre necesariamente
una coyuntura de transformación en las modalidades de acumulación.
En consecuencia, para argumentar esta proposición comenzamos analizando la cris is
financiera de 1982 con el fin de evidenciar que con la misma se producen
efectivamente circunstancias que implican la quie bra del patrón de acumulación
tradicional en el país. Sobre esta base analizamos en el capítulo central de este
ensayo, el periodo posterior a 1982 mostrando cómo el conflicto por configurar nuevas
hegemonías explica la forma en que se procesa la reestructuración del capitalismo
mexicano en estos años. Por último, consideramos en tercer lugar lo que entendemos
son los avances que permiten hablar de una modernización conservadora del
capitalismo mexicano, sugiriendo lo que creemos será el rumbo que tomarán dichas
transformaciones en los próximos años.
Crisis financiera y quiebra del patrón de acumulación en 1982
Viendo el problema de la crisis actual en perspectiva histórica encontramos que a
1988. CIDE - Fundación Friedrich Ebert – UNAM - UAM A.
2 Esta proposición es compartida en lo esencial por un número considerable de investigadores. Entre otros
pueden citarse a Valenzuela; Guillen; Dávila; Rivera.
3 Para una explicación más detallada de esta proposición puede verse, de los mismos autores de este
ensayo "Colapsos y Transformaciones", en El Cotidiano, No. 11; y con Edmundo Jacobo, "Pacto Político y
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partir de la década de los 70, la economía mexicana entró en una fase de fluctuaciones
cíclicas de las variables macroeconómicas y de la inflación. En tanto que en la década
de los 60, el PIB creció a una tasa media de 7% en forma regular y tuvo un
incremento pro medio de 3.5% en el deflactor implícito del PIB. La década de los 70 se
caracterizó por fluctuaciones del PIB que lo llevaron a crecer por debajo de su nivel
histórico en 1971 (3.4%), 1975 (4.1%), 1976 (2.1%) y 1977 (3.3%). El nivel de
inflación anual promedio fue de 16.5%, una cifra casi cinco veces mayor a la de la
década anterior.
La inestabilidad que reportan los indicadores económicos es tan sólo expresión de un
doble proceso de transformaciones que se desarrollan en la década: la crisis del patrón
de acumulación del “desarrollo estabilizador” y el surgimiento de nuevas fuerzas
sociales que buscan un lugar en el bloque hegemónico, todo lo cual intentó procesarse
sin éxito mediante los proyectos reformistas aplicados por los presidentes Echeverría y
López Portillo.
La crisis de 1981-82 representa el estallido de este conjunto de tensiones y lleva al
patrón de acumulación a un punto de quiebra sin retorno. Esquemáticamente vista,
esta crisis se configura de la siguiente manera:
En el primer semestre de 1981 se modifican las condiciones de los mercados petroleros
hacia la baja, pues el precio del petróleo descendió de niveles de 34-36 dólares por
barril a precios de 28-30 dólares. Este hecho se combinó con un alza de las tasas de
interés en los mercados internacionales que las hizo pasar de 8% a 19% en poco más
de un año. Esto motivó un incremento de la deuda externa con el objeto de cubrir los
ingresos perdidos. El resultado fue un incremento del saldo en 26 mil 500 millones de
dólares, lo que dio lugar a que en un sólo año la deuda creciera más que en los 4
primeros del sexenio tomados en conjunto.
El cambio de circunstancias hacía previsible una devaluación del peso, pues el servicio
de la deuda crecía en una magnitud muy superior a las reservas internacionales. Sin
embargo, el gobierno sostenía que la situación del mercado petrolero sólo era una
inflexión, por lo que no sería necesario devaluar. En consecuencia, mientras las
empresas y los particulares que tenían disponibilidad de liquidez convertían sus fondos
Patrón de Acumulación" en Estudios Sociológicos, No. 15, El Colegio de México.
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a dólares bajo el liderazgo de los grandes oligopolios bancarios, depositándolos dentro
o fuera del país; el Banco de México estaba obligado por las condiciones de libertad
cambiarla a proveer los dólares necesarios para sostener la demanda que se
presentara. Dadas las circunstancias, esto iba erosionando las reservas internacionales
del país, por lo que para evitar la devaluación, el gobierno fue tomando nuevos
créditos en dólares con plazos cada vez más cortos y a tasas cada vez más altas. En
1981 se contrataron créditos por 35 mil millones de dólares, sin que con ello se
detuviera la fuga de capitales, que en ese año alcanzó los 10 mil millones de dólares.
Para 1982 las presiones devaluatorias eran insostenibles, de modo que en febrero de
ese año el peso se depreció un 65% frente al dólar. Sin embargo, esto no modificó la
situación ya que se fue cerrando el crédito externo y los vencimientos de corto plazo
venían a sumar su presión sobre las reservas, por lo que el peso continuó su caída
hasta alcanzar una devaluación del orden del 500% en un año. El proceso culmina
cuando México se declara temporalmente en moratoria e inicia negociaciones con sus
acreedores externos para renegociar el pago de su deuda, con lo que estalla
abiertamente su crisis financiera. 4
De este modo, puede decirse que ante la crisis del mercado petrolero, los actores
dominantes en la acumulación die ron una respuesta en la tradición dé la década:
exacerbar la pugna por el excedente dentro del cuadro de hegemonías existente. Sin
embargo, con esto llegan a provocar una crisis financiera cuyos resultados ponen la
situación fuera de aquel cuadro tradicional y provocan la quiebra del patrón de
acumulación. Anotamos los elementos que nos conducen a esta conclusión.
En primer lugar, la gravedad de los efectos que produce la crisis del petróleo en la
marcha de la economía nacional, muestra que ella no constituyó un simple desajuste
de un mercado, sino que marca en cierto sentido una última y dramática manifestación
de los profundos cambios en la economía mundial, que hacían inviable mantener la
vieja usanza primario-exportadora de inserción en la misma.
En segundo lugar, la magnitud de la fuga de capitales y la devaluación del peso
provoca una brusca redistribución de los activos hacia la tenencia de dólares. Esto
tiene como contrapartida un acelerado endeudamiento externo del país, lo que
4 Una exposición detallada de este proceso puede verse en Tcllo C., "La Nacionalización de la Banca".
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implicará un empobrecimiento relativo futuro de la población que no tiene activos en
dólares en el exterior, cuando deban incrementarse las transferencias de ingresos al
exterior para atender el servicio de esta deuda. Esta conexión entre fuga de capitales y
deuda externa se hace evidente si se observa que en 1981 y 1982, el endeudamiento
neto del sector público ascendió a 33 mil millones de dólares mientras que en el mismo
periodo la fuga de capitales sumó por lo menos 20 mil millones de dólares según los
cálculos más conservadores. Otras dimensiones de lo que esto significó pueden
obtenerse cuando se considera la evolución de la fuga de capitales acumulada, medida
en pesos, que pasó de 276 mil millones en 1981 a 4 billones 700 mil millones de pesos
en 1982, lo que en pesos constantes significó un aumento del 884.6%. O si se
considera que mientras en 1980 la fuga de capitales acumulada era el 6.5% del PIB,
en 1982 pasó a ser el 50.6%.
En tercer lugar, lo que es más significativo en lo anterior, es que quienes tenían sus
activos bajo la forma de dólares adquirieron junto con la banca extranjera, una
situación privile giada para controlar el excedente nacional en el futuro, ya que en
buena medida con esto se convirtieron en acreedores del país a través de la banca
transnacional. En efecto, siguiendo el liderazgo de los oligopolios bancarios, las
tesorerías de las grandes empresas y otros propietarios individuales habían colocado
los fondos en dólares, que sacaban del país en préstamos sindicados hechos a México
por la banca transnacional y la banca privada mexicana. 5
En cuarto lugar, la brusca devaluación que precede a la crisis de deuda provoca que las
empresas endeudadas en dólares se enfrentaran a una grave crisis financiera que en
muchos casos las ponía en situación de quiebra técnica. El caso más espectacular lo
constituyó el Grupo Alfa, tanto por su importancia cuantitativa como por lo que había
representado en la estrategia de la Alianza para la Producción. Sin embargo, dentro de
las empresas que se encontraban muy endeudadas también estaban aquellas que
sacaron dólares del país pero tomaban préstamos en esta misma moneda en el
mercado internacional, los que en muchos casos fueron usados para colocar tasas más
altas en el mercado local, obteniendo beneficios al amparo de la estabilidad cambiaria.
Cuando se produjo la devaluación, estas empresas quedaron con importantes pasivos
en dólares aunque al mismo tiempo tuvieran fondos colocados en el mercado
internacional, con lo que se generó el fenómeno de “empresas pobres con empresarios
5 El efecto de "pinza financiera" que se produce en virtud de lo mencionado queda expuesto en el trabajo
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ricos” señalado por la prensa en su momento.
En quinto lugar, la crisis en el pago de la deuda externa significó para el país que se
cerraba por un largo periodo la era de los préstamos voluntarios en el mercado
financiero internacional. Con ello desaparecía por tiempo indeterminado esta forma de
financiamiento dentro de la acumulación de capitales en el país, lo que modificaba una
condición básica en el patrón de acumulación tradicional.
Por último, la crisis de deuda iba a conducir hacia una importante modificación en el
bloque hegemónico. La fuga de capitales amenazaba con hacer inviable la reproducción
del conjunto de la actividad económica del país, tanto por su impacto en la moneda
nacional como por la exacción de excedente y el aliento a la especulación que ello
provocaba. Para intentar poner fin a esta pérdida de control sobre la economía
nacional por parte del gobierno, el presidente López Portillo decidió el primero de
septiembre de 1982 nacionalizar la banca, procurando con ello descabezar al que
aparecía como principal agente en la fuga de capitales, dado el papel de liderazgo
asumido por ellos en este proceso. Con ello desaparece esta fracción de capital
financiero nacional que en buena medida era la representante más característica del
patrón
tradicional;
pero
al
mismo
tiempo
esta
medida
provoca
un
grave
distanciamiento de los actores privados en la acumulación con respecto a los
integrantes del sector público.6
En síntesis: crisis en la inserción de la economía nacional dentro del contexto mundial;
cambios en la tenencia de activos que dan derecho sobre el excedente; grave
endeudamiento externo público y privado junto con el fin de las fuentes internacionales
para el financiamiento voluntario; desaparición legal de la fracción bancaria del capital
nacional y resquebrajamiento de las relaciones entre actores privados y públicos en el
bloque hegemónico.
Todo esto implica que con esta crisis se ha producido la desarticulación violenta del
nuevo bloque hegemónico que se intentaba configurar en la Alianza para la Producción,
lo que no sólo muestra que dicho intento de reforma al control hegemónico del
excedente se había hecho inviable, sino que como resultado de las condiciones creadas
"Enzimas de Poder", en El Cotidiano No. 9, publicado por los autores de este ensayo.
6 Diferentes análisis sobre la nacionalización bancaria y el comportamiento posterior del sistema bancario
pueden verse en los trabajos de Tello; Quijano; Cordero; Márquez, entre otros.
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con el mismo, se hizo imposible la subsistencia misma del patrón de acumula ción.
En conclusión, podemos decir que la crisis de deuda significó el quiebre del patrón de
acumulación tradicional y marcó el fin de las posibilidades para la larga serie de
intentos de reforma desarrollados en los setenta. Por ello, si se excluye un utópico
retorno al mundo de la sustitución de importaciones, la salida de esta crisis significará
de una u otra forma la apertura de una coyuntura de transformadores en la
configuración de un nuevo patrón.
La reestructuración del capitalismo mexicano y la configuración de nuevas
hegemonías en la coyuntura desde 1982
a) Los determinantes "externos"
Las posibles reestructuraciones del capitalismo mexicano que dieran salida a la crisis
tenían determinantes "externos" muy definidos en razón de las condiciones que se
gestan con la propia crisis.
Por una parte, la deuda externa imponía con lógica inexorable un sendero para la
recomposición de la actividad económica, determinado por la necesidad de priorizar la
expansión de las exportaciones para poder obtener las divisas con las que cumplir con
las obligaciones financieras que aquella genera. Con esto se definen los patrones de
comercio orientados al sector externo y a un tipo de cambio exportador como
condiciones
básic as
que
deberá
seguir
la
nueva
configuración
general
de
la
acumulación. Por otra parte, con la crisis se han interrumpido los préstamos
internacionales voluntarios lo que determina que en el futuro el financiamiento de la
acumulación se basará en lo fundamental en el llamado ahorro interno; asimismo, el
ambiente de altas tasas de interés internacionales provocado por la política del
presidente Reagan condiciona muy fuertemente las políticas internas de tasas de
interés para evitar la fuga de capitales.
Por último, además de estos factores inmediatos estaban otros más profundos como
los que fijaban a
l s condiciones de la economía mundial, resultantes de los cambios
producidos durante los setenta por las cuales se hace necesario encontrar nuevas
formas estables de inserción del país en la división internacional del trabajo para
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resolver la crisis de la acumulación.
b) La formación de una nueva hegemonía interna
Sin embargo estas condiciones, digamos “externas”, para la reestructuración del
capitalismo en el país, que se imponen con la crisis de deuda no agotan la explicación
sobre el tipo y los ritmos de la respuesta con la que ella se enfrentó. Desde nuestro
punto de vista, la clave central para comprender y evaluar las directrices con las que
se viene procesando esta coyuntura de cambio, a partir de la crisis de 1982, la dará el
modo en que las fuerzas sociales internas reconfiguran sus relaciones y transforman
las posiciones relativas que guardan entre sí y con respecto al proceso global,
definiendo un nuevo modo de acumular a partir de la situación en la que se
encontraban como consecuencia de la propia crisis.
En particular para nuestro análisis, interesa explorar cómo el conflicto para la
formación del bloque que hegemonice el control del excedente bajo nuevas condiciones
reproductivas en el proceso económico, explica el desarrollo de la reestructuración
capitalista en curso.
Para ello; comenzamos analizando el estado en que se encontraban los diversos
actores del bloque hegemónico luego del estallido de la crisis con el fin de evidenciar
que la posición relativa de los actores en el bloque aparece muy modificada respecto a
la que tenían en la etapa anterior. Esquemáticamente, la situación bajo las nuevas
circunstancias posteriores a la crisis, vistas desde el ángulo de la redefinición de las
hegemonías, es la siguiente:
El principal actor nacional para el relanzamiento de una estrategia de acumulación son
los grupos privados nacionales, quienes ante la eliminación del capital bancario privado
quedaron como la nueva cabeza de los sectores empresariales locales; mientras que el
principal actor internacional es la banca de origen norteamericano como líder del
capital extranjero. Esto es así aunque en lo inmediato los primeros estén sumidos en
una
grave
crisis
financiera
y
de
organización
a
consecuencia
de
la
misma
nacionalización bancaria, y los segundos se confronten a la incertidumbre que se
produce con la moratoria de hecho en la que se entra con la crisis de deuda externa.
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Por otra parte, a pesar de estar desaparecida formalmente como tal, la fracción de
capital privado que integraba la banca mantiene una importante posición negociadora
surgida tanto de los montos de capital que controlará cuando se liquiden los adeudos
por la expropiación como por la particular coyuntura política y la compleja interrelación
de intereses en la que participan. Asimismo, las empresas extranjeras con inversiones
en el país y orientadas al mercado interno, que verán cuestionada su posición por lo
que exige el énfasis exportador, también tendrán una fuerte posición de negociación
debido al papel dominante que tiene el capital extranjero a través del problema de la
deuda y por la necesidad de reinserción en la economía mundial indicada antes.
Dentro del sector gubernamental adquieren nuevamente preeminencia los sectores
vinculados al manejo de las finanzas públicas y el Banco Central, favorecidos por el
sesgo financiero que adquiere la coyuntura y por las consecuencias desgastantes para
los sectores expansionistas tradicionales que provocó el fracaso de la expansión
petrolera.
Por último, tenemos a ese novedoso actor que conforman quienes habiendo sacado
fondos del país se han convertido en acreedores del mismo, constituyéndose en un
poderoso factor de presión interna para que se excluya cualquier salida radical a la
crisis de deuda.
c) Los ciclos de la crisis: fases para la definic ión del nuevo bloque hegemónico
Este conjunto representa un precario punto de partida para conformar un bloque que
pueda asumir un nuevo modo de control hegemónico del excedente ya que ninguno se
encuentra en una clara posición desde la que estructurar dicha hegemonía. Por lo
tanto, un problema central de la coyuntura será la configuración del bloque que
hegemonice el control del excedente y conforme un nuevo patrón de acumula ción. En
buena medida es la dinámica de este problema lo que explica el modo particular con el
que se cumple esta reestructuración capitalista a través de grandes ciclos de crisis de
los que hasta la fecha se han cumplido dos: el que va desde 1982 a 1985 y el que
transcurre desde entonces hasta fines de 1987.
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El ciclo 1982-85
Considerando el ciclo que se inicia en 1982 encontramos que desde el lado
gubernamental, la nueva administración que encabeza el presidente De la Madrid se
hace
cargo
del
mencionado
problema
respecto
a
la
conformación
del
bloque
hegemónico, cuando busca asumir el liderazgo político en la solución de la crisis con la
tesis de que el país requiere inevitablemente un “cambio estructural”. Del significado
del mismo dará un perfil muy amplio pero fundamental al plantear que el crecimiento
ya no debería estar basado exclusivamente en el mercado interno sino en una
economía eficiente con capacidad competitiva en el mercado internacional, tal y como
se desprende del Plan Nacional de Desarrollo. 7
Esto explica los camb ios de propiedad en las instituciones financieras y reformas
institucionales en este periodo que transforman los circuitos del excedente, afectando
el control del mismo en forma determinante y que se desarrollan hasta el colapso del
programa en 1985-86.
Con esta propuesta se da sanción política a la quiebra del viejo patrón de acumulación
ya que ella conduce a modificar radicalmente la posición relativa que el conjunto de los
actores habían tenido durante las últimas décadas en el país. Pero esto no se hará
desde las abstractas determinaciones surgidas de un programa técnico-económico
como parecería sugerir el discurso oficial, sino que dicha modificación partirá de aquel
precario balance en el bloque hegemónico que hemos indicado.
Esto se hace evidente desde el inicio, cuando la nueva administración debe actuar para
recuperar el control mínimo de la acumulación, a raíz de los graves desequilibrios con
los que inicia su gestión. Para ello no se limita a aplicar un programa de estabilización
tradicional con el que volver a una hipotética condición normal de actividad económica.
Por el contrario, el manejo de la coyuntura se hará de tal modo que el ataque a los
desequilibrios a través del Programa Inmediato de Recuperación Económica (PIRE)
concurra a configurar el “cambio estructural” en la medida que contribuye a fortalecer
una cierta articulación entre los actores que puedan conformar aquel bloque. De
conjunto, las medidas que configuran aquel Programa y que nos parecen las acciones
básicas que estructuran este primer ciclo son las siguientes:
7 Plan Nacional de Desarrollo. Ver capítulo correspondiente al comercio exterior.
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En primer lugar se encuentra una medida general que es básica para crear una base
controlada de la reestructuración y fortalecer el liderazgo del gobierno dentro del
bloque hegemónico. Esta fue la política de una brusca depresión en los salarios reales
que permite un incremento sustancial del excedente disponible de tal modo que, por
una parte, se pudiera cumplir con los compromisos que surgen del pago de la deuda
externa sin incrementar la pugna por el excedente entre los actores del bloque
hegemónico. Pero por otra parte con ello se logrará un rescate financiero general para
las empresas endeudadas en la medida en que esta política permite que esas
empresas puedan reducir sustancialmente sus pasivos a partir de la mejoría en el flujo
de efectivo que provoca la caída de salarios. 8
Junto a ello está, en segundo lugar, la renegociación de la deuda pública externa,
orientada a mantener la asignación del ahorro nacional para pagos externos dentro de
límites
y
modalidades
que
permitan
procesar
esta
recomposición
del
bloque
hegemónico.
Esta renegociación constituía una operación sumamente compleja e inestable ya que si
bien la contraparte formal en la misma será la banca trasnacional y el FMI, en ella
también estarán presentes, aunque en forma implícita, los actores nacionales que
habiendo sacado sus fondos del país ahora coparticipan con dichos bancos como
acreedores de esta deuda; y asimismo, aquellos que disponiendo de liquidez en el país
deberán decidir si mantienen sus capitales invertidos aquí o si lo remiten al extranjero.
Como veremos de inmediato, esto explica que las premisas con las que el gobierno
inicia la negociación sean que la deuda debe pagarse conforme los compromisos
contraídos, pero que esto se cumplirá en un contexto de libertad cambiaría.
Como resultado de las primeras negociaciones se reescalonan los vencimientos para
hacer más tolerable la atención del servicio de la deuda y se renuevan créditos para
asegurar el flujo de dólares que permita al Banco de México mantener el tipo de
cambio en bandas relativamente controladas de subvaluación con lo que alentar las
exportaciones al tiempo que se atiende al pago de las obligaciones. Pero de acuerdo a
lo indicado, éstas no sólo incluirán el servicio de la deuda sino también la satisfacción
de la demanda de dólares requerida en lo fundamental para “fuga de capitales”, la que
8 La participación de los salarios en el PIB pasó de 35 por ciento en 1982 a 28 por ciento en 1986.
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se asume como un resultado irreprimible en un contexto de libertad cambiarla ya que
manifiesta el estado de las expectativas de los inversionistas en el marco de la crisis. Y
por lo tanto, un costo que el país debe pagar para que dichas expectativas no
conduzcan a un colapso del tipo de cambio, y hasta que la modificación en las
circunstancias económicas permita ofrecer a los inversio nistas atractivos económicos
suficientes para que mantengan sus capitales en el país.
En consecuencia, la lógica que articula la negociación de la deuda externa desde el
punto de vista de la hegemonía, es que un sector de actores nacionales mantenga un
papel dominante en el control del excedente, mediante la doble garantía de que como
acreedores externos cobrarán su deuda y como inversionistas locales tendrán
asegurada la opción de convertir sus capitales a dólares si existen incertidumbres ante
las expectativas de valorización interna.
Esta salida a la crisis de la deuda con base en una participación sobre el excedente
entre la banca transnacional y actores nacionales, crea una situación de tensión
extraordinaria ya que en sí misma no garantiza una recomposición del proceso de
acumulación en el país, en la medida que, por una parte, se acepta el significativo
drenaje de excedente en beneficio de la banca transnacional y, por la otra, nada obliga
a los actores nacionales incluidos en el acuerdo para que relancen el proceso
productivo con el excedente cuyo control se les asegura.
Por lo tanto, se dejan puestas las condiciones para que cambios en los circuitos del
excedente aumenten la tensión entre los beneficiarios del acuerdo y estalle una nueva
crisis de deuda, tal como ocurrió en 1985.
Hay un tercer grupo de acciones que vistas en conjunto con las anteriores van
cualificando quiénes serán los beneficiarios centrales de esta reordenación económica.
Se trata de un programa especial imple mentado por el gobierno para reciclar la deuda
externa privada, denominado Fideicomiso para la Cobertura de Riesgo Cambiario
(FICORCA), en el que no más de veinte grupos privados nacionales y grandes
e mpresas concentraron el 80% de los recursos totales del mismo. Por este Programa
se aseguraba a las empresas que el deslizamiento cambiario en el mercado libre no
incidiría en los costos de su deuda externa pre viamente reestructurada y convertida a
pesos, toda vez que la deuda protegida por FICORCA se pagaba al Banco de México
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según un tipo de cambio controlado que mantenía una importante brecha respecto al
libre. Mediante FICORCA se cubrieron más de 11 mil millones de dólares de deuda 9 los
que de hecho fueron asumidos como compromiso por el gobierno ya que éste se hacía
cargo de su cumplimiento ante los acreedores externos. Sumado esto a los 10 mil
millones de dólares de deuda que tenían los bancos privados nacionales y que fueron
absorbidos por el gobierno, significó la “nacionalización” de más de 21 mil millones de
deuda externa privada. Las empresas que entraron a FICORCA fueron aquellos grupos
que aprovecharon el periodo del auge petrolero para crecer más rápidamente a través
de un fuerte endeudamiento externo. Esta entrada al fideicomiso les permitió ahora
recibir un subsidio financiero que la Secretaría de Hacienda estimó en 3.8 billones de
pesos entre 1983 y 1985.
De este modo, la renegociación de la deuda pública externa junto con FICORCA pone a
los grupos y grandes empresas en una situación privilegiada respecto a las empresas
que no lograron tal cobertura ya que no solo no cayeron en bancarrota sino que
pudieron sortear exitosamente la depresión de la actividad económica concentrando un
monto de liquidez excepcionalmente importante que los consolida como actores
centrales para configurar un nuevo bloque.
Un cuarto grupo de acciones promovidas por el PIRE fueron las políticas para el ajuste
de la demanda interna tales como la contracción del gasto y la inversión pública, las
que sumadas a lo anterio r fueron provocando una caída en la rentabilidad relativa para
la producción de bienes salarios, bienes de capital e intermedios para la industria
estatal, y en bienes durables tales como los automóviles. Al mismo tiempo fueron
cobrando importancia las políticas de promoción a las exportaciones no petroleras así
como de estímulo a las industrias maquiladoras, hasta configurar finalmente el
Programa Nacional de Fomento al Comercio Exterior (PRONAFICE). El liderazgo en la
expansión de las exportaciones no petroleras lo tienen los grandes grupos privados
nacionales y empresas transnacionales que son quienes acceden prioritariamente a los
estímulos y subsidios de exportación brindados por el gobierno.
El desplazamiento en los estímulos desde la demanda interna hacia la demanda
externa van concretando el cambio de eje en la acumulación y transformando el
merc ado interno. Esto provoca reacciones cada vez más airadas de los viejos sectores
9 Informe Anual del Banco de México, 1985
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que acumulaban en relación al mercado interno, quienes presionan por una transición
gradual que les permita adaptarse al nuevo énfasis exportador. Con ello se va
desarrollando uno de los grandes polos de conflicto para la reestructuración del bloque
hegemónico como es el que provoca la desestructuración de este complejo privado y
público consolidado durante la sustitución de importaciones, ya que los ritmos de esta
transformación son vitales para definir quiénes de aquellos viejos actores encontraran
una inserción en las nuevas condiciones.
En quinto lugar señalemos que para 1984 el gobierno inicia los primeros pasos de una
política de reestructuración del sistema y los grandes circuitos financieros en el país, la
que buscará promover una reinserción de las fracciones de capital que estuvieron
vinculadas a la banca, en el cuadro de la reorganización de los grupos económicos y el
patrón de acumulación que venimos indicando.
En 1984 se pusieron en venta los intermediarios financieros no bancarios, los que
fueron adquiridos en parte por algunos de los exbanqueros, pero donde también
incursionaron algunos de los grupos privados nacionales que antes habían tenido
bancos en su organización así como actores que antes no habían tenido relación con el
sistema financiero. Esto fue creando las bases para configurar un nuevo sistema
financiero en torno a las Casas de Bolsa.
Antes ya se habían puesto a la venta las acciones de las empresas industriales,
comerciales y de servicio que habían pertenecido a los bancos y que habían quedado
en poder del Estado junto con la banca al nacionalizarse esta última. Presumiblemente
esto debe haber provocado una importante redistribución de la propiedad de los
activos de las grandes empresas entre los grandes grupos económicos quienes se
distribuyeron prioritariamente la compra de las acciones subastadas, aunque no es
posible hacer precisiones al respecto debido a que no sé dio información sobre dichas
adquisiciones.
En 1985 se lleva a cabo una reforma en la legislación financiera de extraordinaria
importancia por los cambios que promueve en la propie dad de los diversos tipos de
empresas en el sistema como por los circuitos de financiamiento que contribuye a
configurar.
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Respecto a lo primero cabe destacar las nuevas posibilidades asignadas a las Casas de
Bolsa y sociedades de inversión así como la decisión de permitir la compra de hasta el
34% de las acciones de los bancos nacionalizados por parte de particulares o del sector
social. Esto último permitió que en procedimientos relativamente poco transparentes,
importantes ex-banqueros compraran acciones de dichos bancos y volvieran a formar
parte de sus directorios usando los fondos de indemnización que habían recibido a
consecuencia de la nacionalización.
Muchos analistas entendieron que estas medidas estaban orientadas a restaurar a los
viejos banqueros en su posición anterior, lo que a nosotros nos parece equivocado
toda vez que esta reforma conducía a generar circuitos financieros totalmente distintos
a aquellos que habían sido la fuente de poder de los oligopolios bancarios. Como
señalábamos más arriba, nosotros entendemos que esta reforma es la respuesta a las
presiones generadas por la nacionalización, con la que se intenta encontrar una
inserción para los antiguos capitales bancarios que les restablezca un lugar definido en
el control del excedente; pero en el cuadro de una nueva condición de acumulación en
la que estos capitales ya no tendrán el mismo rol que en el anterior patrón, y por lo
tanto tampoco dispondrán de hegemonía en el modo que la tenían en el mismo.
Esto se hace evidente cuando se considera otro componente de la reforma como es la
nueva ley orgánica del Banco de México y los cambios en las formas de financiamiento
interno del sector público por, lo cual se pasa del sistema de cambio del encaje
bancario por bonos públicos a otro sistema en el que la deuda pública se financia
mediante Certificados de Tesorería (CETES) comerciados a través del Mercado de
Valores.
Bajo esta modalidad de financiamiento, aumentan los montos de CETES colocados
entre el público así como sus tasas de rendimiento que pasaron del 48 al 75% entre
principios y fines de 1985. Los elevados costos de este financiamiento de la deuda
interna en poder del público fueron pagados principalmente a las Casas de Bolsa así
como a los grupos financieros que sobrevivieron a la nacionalización bancaria o
aquellos otros mencionados antes que recompusieron su situación financiera y lograron
utilidades colocando su liquidez en estos circuitos de la deuda pública.
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Esta política financiera complementó los efectos del conjunto de la política económica
reseñada antes, provocando una gigantesca redistribución del excedente así como de
los títulos de propiedad sobre activos que dan derecho al mismo. Con esto se va
produciendo una importante reestructuración de las empresas en México al ritmo de
los cambios en el sistema de rentabilidades diferenciales entre los diversos actores,
con el cual se premian las ganancias financieras y las obtenidas con la producción
orientada al mercado mundial. En términos de actores, esto conjunta los intereses de
las Casas de Bolsa, los grandes grupos económicos privados y la banca transnacional,
junto al sector gubernamental constituido por el Banco de México y la Secretaria de
Hacienda, y una tecnocracia que llega al poder sin haber transitado todos los escalones
de las organizaciones corporativas del partido en el poder. Sin embargo, esta naciente
hegemonía se muestra frágil en razón de las tensiones que se generaban con la
modalidad de control del excedente a través de los circuitos financieros según hemos
señalado.
Por una parte, está lo referido a la relación con la banca transnacio nal y el
refinanciamiento de la deuda externa, toda vez que esta banca va manifestando una
creciente resistencia a reproducir el mecanismo de provisión de dólares en la medida
en que se hace evidente que estos sirven principalmente para alimentar la fuga de
capitales.
Por otra parte, la presión sobre la economía nacional para sostener los circuitos de la
deuda pública tanto interna como externa, se va haciendo más difícil de sostener ya
que han configurado, círculos viciosos que se autorreproducen, sin conducir a
recomponer la actividad productiva. Como contraparte de esto, la restricción crediticia
a los sectores productivos y los costos del dinero se hace cada vez más gravosa para
mantener en marcha la planta productiva.
El ciclo 1985-86
A mediados de julio de 1985 el programa económico estaba entrando en un callejón
sin salida a raíz de la acumulación de estas tensiones, cuando se produjo el terremoto
y luego la caída de los precios petroleros a fines de año. Todo esto condujo finalmente
al estallido de una nueva crisis a inicios de 1986, cuya magnitud fue probablemente
mayor que la de 1982, y con la cual se cierra un ciclo del proceso abierto en este
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último año.
¿Qué ocurre ante este nuevo colapso de la economía nacional, .segundo en el breve
plazo de tan sólo tres años y que se produce luego de haberse argumentado que la
economía se estaba saneando en la dirección de un cambio estructural?
La respuesta es un viraje de política económica, que se condensa en la renuncia del
secretario de Hacienda Silva Herzog y su reemplazo por Gustavo Petriccioli, y el
cambio del PIRE por el Programa de Aliento y Crecimiento (PAC). Se inicia con esto un
nuevo ciclo en donde el discurso explícito sostenido por el titular del Ejecutivo nacional
manifiesta la imposibilidad de continuar con una política de pago de la deuda que
sacrifica el crecimiento económico, lo que exige encontrar una correlación más
adecuada entre esas variables como se formula en el PAC.
En los hechos, la vía que se adopta para esta estrategia resulta ser dominada por los
sectores más radicales en cuanto a definir una rápida profundización de los cambios en
la estructura económica desde una perspectiva liberal. Es así que en plazos
increíblemente breves se acuerda la entrada de México al GATT, se reducen
significativamente las barreras no arancelarias y arancelarias a las importaciones, y se
provoca una extraordinaria contracción del gasto público junto con la imple mentación
de una reforma fiscal de importantes proporciones.
Esta rápida ofensiva de signo aperturista liberal que aparece como inevitable por la
fuerza de los hechos que se desencadenan con la nueva crisis, elimina los últimos
intentos de transición gradualista hacia un nuevo patrón de acumulación que
propiciaban los viejos sectores que acumulaban en relación al mercado interno.
Los programas que se habían propuesto a tal efecto son dejados de lado con la
justificación que brindan las urgencias prácticas, y sólo se mantiene con gran
consecuencia todo lo referido a la promoción de las exportaciones. Por su parte, el
corte radical del gasto público para reducir el déficit deja al desnudo un problema
extraordinario como es el de que dicho déficit se explica por los pagos del servicio de
la deuda pública de modo que el recorte del gasto corriente no puede resolver dichos
déficit.
Sin
embargo,
por
esta
vía
se
inaugura
una
época
de
presupuestos
superavitarios, lo que hace para 1987 un superávit del 6% del PIB si se considera la
situación de las finanzas públicas antes de los cargos financieros.
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Bajo este nuevo escenario, la negociación de la deuda culmina con la obtención de
nuevos plazos y un acuerdo sobre el flujo de efectivos en dólares que brinda un
horizonte más definido para los meses previos al cambio de gobierno.
Por otro lado, el Banco de México participa en forma creciente en la adquisición de
CETES, en un intento de aliviar las presiones al alza en la tasa de interés que introduce
el financiamiento de la deuda interna, con lo que se produce un retorno de hecho al
financiamiento del Gobierno Federal por el Banco de México. Es así que mientras a
fines de 1984 el Banco tenía en su poder el 3.3% de los CETES en circula ción, para
mediados de 1986 ya controlaba el 70.2% de dicho monto.
Los acuerdos de renegociación de la deuda y los superávits comerciales en el sector
externo conducen a importante incremento en las reservas internacionales del país que
llegan a ser del orden de los 15 000 millones dé dólares. Se crea así una nueva
coyuntura financiera ya que esta disposición de reservas fortalece la subvaluación del
tipo de cambio y contribuye a incrementar las expectativas favorables sobre la marcha
de la economía en 1987.
Dentro de esta perspectiva de recuperación económica en marcha el problema que se
configura es cómo conjugar la permanencia de los capitales en el país al mismo tiempo
que se sostiene la subvaluación cambiarla y se intenta controlar la deuda pública. La
solución que se implementa a inicios del 87 es reducir las tasas de interés y de CETES.
Junto con esto se comienza a implementar un programa de conversión de deuda
externa en capital, que si bien: no parece haber tenido muchas significación en cuanto
a ingreso de capitales frescos al país, sí habría generado algunas reestructuraciones
empresariales significativas antes de que dicho programa fuera suspendido por el
gobierno en razón de los supuestos efectos inflacionarios que generaba. 1 0
Las medidas financieras, la renegociación de la deuda y la promisoria perspectiva del
sector externo se traducen en una expansión inusitada de la Bolsa de Valores en el
primer semestre de 1987, la que llega a ubicarse como la de más acelerado
crecimiento entre las Bolsas a nivel mu ndial. A su vez, esta expansión de la Bolsa
provoca una reversión en la fuga de capitales ya que comienza a producirse un retorno
10 Se calcula en 1987 un ingreso de 2 mil 100 millones de dólares por concepto de operaciones de
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de capitales que habían salido del país, atraídos por los elevados rendimientos que
aquella ofrece.1 1 Asimismo, se modifican a
l s tendencias en la deuda pública interna
tanto en relación a las tasas como a la estructura de tenencia entre Banco de México y
empresas. Es así que las tasas de CETES crecen hasta arrojar un rendimiento real
anualizado del orden del 7 a 8%, mientras que los CETES en poder de las empresas y
particulares crecen en un 150% entre enero y agosto de 1987 pasando a ser el 52%
de los CETES en circulación, con lo que la tenencia de CETES por el Banco de México
cae al 40.6% de dichos títulos en circulación. Esto último explica en buena medida que
el auge sostenido de la Bolsa se haya producido en el mercado de dinero donde
comercian
los
CETES,
aunque
el
mercado
secundario
de
acciones
conociera
rendimientos extraordinariamente más altos.
La fragilidad del auge bursátil quedaba caracterizada por los límites en el crecimiento
de la deuda pública n
i terna y por la notoria sobrevaluación de las acciones de las
empresas privadas. Junto a esto, se va presentando un progresivo rezago cambiario en
relación a la inflación, así como una desaceleración en el crecimiento de las
exportaciones no petroleras desde mediados de año, y un incierto horizonte para los
precios petroleros que habían conocido una recuperación importante luego de la caída
a inic ios de 1986.
El ciclo desde octubre de 1987
Todo el esquema de la acumulación se colapsa el 19 de octubre de 1987 cuando cae
abruptamente el índice de la Bolsa de Valores de México en 50 mil puntos, lo que
ocurre en coincidencia con la caída de las más importantes Bolsas de Valores a nivel
mundial. Este colapso del esquema económico no será consecuencia de que la Bolsa
ocupara un papel dominante en la formación de capital, ya que como señalábamos
más arriba la expansión ocurrió en el mercado de dinero y secundario. Lo que hace de
la caída de la Bolsa un factor de colapso es el efecto sobre las expectativas de los
capitalistas y las restringidas opciones alternativas de inversión que se ofrecían en el
país. Frente a pérdida de confianza sobre la obtención de rendimientos en la Bolsa,
nuevamente se levanta amenazadora la opción de una fuga de capitales en gran escala
lo que parece haber comenzado a ocurrir en los primeros días de noviembre antes de
conversión de deuda por capital.
11 El índice de precios y cotizaciones de la Bolsa Mexicana de Valores se había incrementado en 510 por
ciento en términos nominales entre diciembre de 1986 y agosto de 1987. En dólares el incremento había
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que el gobierno decidiera liberar el tipo de cambio libre retirando al Banco de México
del mercado.
Escapa a los alcances de este ensayo considerar los importantes sucesos posteriores
que culminaron con el Pacto de Solidaridad Económica (PSE) acordado en el país a
mediados de diciembre de 1987. Lo único que corresponde señalar aquí es que con el
proceso abierto a partir de la caída de la Bolsa el 19 de octubre se cierra el segundo
ciclo de crisis abierto a principios de 1986, el que duró menos de dos años pero
condujo a una crisis aún más profunda que las dos anteriores. Y que el desarrollo del
PSE parece continuar la tendencia de profundización en las transformaciones radicales
de corte liberal en la estructura de acumulación que se venían anotando.
Los avances en la modernización conservadora del capitalismo mexicano
Para terminar consideremos en qué medida estos ciclos de crisis desarrollados desde
1982 van siendo el modo en que se cumple la modernización conservadora del
capitalismo en México con la configuración de las nuevas hegemonías.
Un balance preliminar de las transformaciones ocurridas en el país entre 1982 y 1987
permite destacar algunos cambios significativos en grandes aspectos de la estructura
económica nacional. En primer lugar, cambia la estructura del comercio exterior tanto
porque es superavitario como porque se modifica la estructura de las exportaciones en
la medida en que las no petroleras son mayoritarias.
En segundo lugar, se modifica radicalmente la estructura de las finanzas públicas
debido a una contracción sustancial del gasto público programable y existen
presupuestos
superavitarios
en
un
cuadro
de
eliminación
de
subsidios
como
consecuencia de transformaciones en las políticas de precios y tarifas del sector
público.
En
relación
a
las
empresas
públicas
hay
una
activa
política
de
desincorporación de las mismas 1 2 así como un cambio en las políticas de precios de los
bienes generados por ellas en la perspectiva de que los mismos deben permitir una
adecuada situación financiera de estas empresas lo que conduce a que muchas de
éstas reporten situaciones superavitarias o de importante reducción de sus déficits.
sido de 286 por ciento.
12
De más de 800 al iniciar su sexenio, el número de empresas y organismos públicos se redujo a poco más
de 300 al terminar 1987.
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Esta fuerte reestructuración del sector público no significa necesariamente que el
mismo sea debilitado o desmantelado, ya que se mantiene e incrementa la importancia
de las empresas públicas no petroleras en el sector exportador, al mismo tiempo que
PEMEX mantiene un papel fundamental en la generación de divisas así como en los
ingresos del sector público en razón de los impuestos que aporta.
En tercer lugar se ha producido una transformación en la estructura del mercado
interno en la medida en que los nuevos sectores dinámicos en el mismo son los
servicios y la producción para el mercado mundial. Frente a ello se produce una caída
sostenida de las ramas tradicionales en la producción para el mercado interno tales
como la construcción y la producción de bienes de consumo duraderos.
Por su parte el sistema financiero tiene nuevas instituciones y circuitos en torno a las
Casas de Bolsa y sociedades de inversión así como en una banca nacionalizada que
ahora ha pasado a ser de propiedad mixta, pero que mantiene una importante
actividad de captación y genera fuertes utilidades al tiempo que avanza hacia una
expansión internacional.
En relación a los precios base de la economía cabe señalar que la política de tasa de
interés está firmemente orientada con la norma de tipos reales positivos, lo que está
vinculado con una política de tipo de cambio subvaluado y una política salarial en la
que estos se mantendrán en términos reales en consistencia con la promoción de la
competitividad internacional y para mantener la generación de altos montos de
excedente económico.
Estos cambios corresponderían, según nuestro análisis, a la consolidación de un nuevo
bloque que controla el excedente, y cuya originalidad no radica tanto en la presencia
de nuevas figuras, aunque también ello ocurra, sino en el cambio cualitativo de los
modos de control que explican esa hegemonía y las condiciones de reproducción de la
acumulación que con ello se conforma. Dicho bloque aparece claramente delineado
gracias al extraordinario grado de concentración alcanzado por la economía nacional en
estos años.
Es
así
que
de
lado
de
los
capitales
nacionales
encontramos
como
figuras
fundamentales en el nuevo bloque hegemónico a unos veinte grandes grupos
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económicos que concentran en sus manos las principales exportaciones dentro de cinco
ramas, así como controlan la deuda pública interna y son los grandes operadores de
Bolsa tanto en términos de compra-venta como en cuanto a su participación indirecta
en múltiples Casas de Bolsa.
Pero estos grupos no son necesariamente los mismos que existían en los setenta
disputando el liderazgo a los oligopolios bancarios, ya que en este transcurso han
sufrido importantes transformaciones. Probable mente las más simbólicas dentro del
campo del gran empresariado nacional sean las producidas en los capitales que
representa
Agustín
F.
Legorreta
y
las
transformaciones
en
el
Consejo
de
Administración del Grupo Alfa que es la mayor empresa privada nacional. Legorreta
era dirigente del grupo financiero Banamex y como parte de los grandes oligopolios
bancarios había disputado con el Grupo Alfa la hegemonía en el control del excedente
durante los setenta. Después de la nacionalización de la Banca, Legorreta desplazó sus
inversiones siendo un activo agente en la reestructuración de la Bolsa de Valores
donde participa como propietario de por lo menos cuatro Casas de. Bolsa al mismo
tiempo que realiza inversiones en muy diversas ramas de la economía. En 1987
Legorreta
es
elegido
nuevo
presidente
del
Consejo
Coordinador
Empresarial,
organismo cúpula del empresariado mexicano, con lo que asume el liderazgo político
del empresariado nacional.
Por otro lado, el Grupo Alfa que había entrado en quiebra en 1982 realiza una serie de
negociaciones para reestructurar su deuda. Una parte de las mismas está orientada a
reestructurar el cien por ciento de la deuda de su compañía controladora GIASA, y
como consecuencia de ella se acuerda desplazar de los sillones del Consejo de
Administración del Grupo Alfa a miembros de la familia Garza que eran los
tradic ionales propietarios, para dar entrada a prominentes figuras de las Casas de
Bolsa como Antonio Madero Bracho, Claudio X. González, Ernesto Fernández Hurtado,
y al propio Agustín F. Legorreta. Todos ellos son recibidos y saludados por Bernardo
Garza Sada, presidente del Consejo de Administración de dicha empresa, “como lo
mejor que hay en Monterrey y en el país” 1 3 En esta transformación se condensa una
importante modificación en cuanto a los circuitos de control del excedente por parte
del empresariado nacional, cuyos alcances deberán ser analizados con detenimiento.
13 Excelsior, 15 de noviembre de 1987.
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Desde el ángulo de las empresas transnacionales con inversiones directas en el país
puede anotarse un cambio trascendente por parte de aquellas que pasan a ser
productoras para la exportación, como el caso de Ford y algunas otras automotrices.
Asimismo es significativo el incremento de las maquiladoras y dentro de ellas las de
origen japonés, lo que introduce un factor de tensión de este sector. De conjunto
habría evidencias para mostrar el papel fundamental de las transnacionales con
capacidad exportadora dentro del nuevo modelo económico.
Por su parte, la banca transnacional mantiene su importante papel dentro del bloque
hegemónico aunque el horizonte para ella no sea totalmente claro debido a los efectos
sobre este poder de control de excedente, vía la deuda externa, que se desprende de
la imposibilidad de sostener esta situación sin agotar a estas economías.
Dentro del sector público, encontramos un cambio de posición de las empresas
públicas sin que todavía se estabilice el balance definitivo en cuanto a situación de
control del excedente en el que ellas quedarán. Desde el punto de vista de gestión de
los circuitos macroeconómic os lo dominante dentro del sector gubernamental es el
bloque
tecnoburocrático
eficientista
y
racionalizador
desde
la
óptica
de
la
reestructuración capitalista analizada.
Las circunstancias de la crisis desatada con la caída de la Bolsa en 1987 hacen prever
que a pesar de las profundas tensiones generadas, ella está siendo resuelta según la
lógica de profundizar la transforma ción del modelo de acumulación en la misma
dirección en que se venía procesando. Esto no impide destacar que esta nueva
hegemonía en la acumulación es frágil ya que su fuerza radicaría más en que aparece
como la única fuerza social viable para liderear la gestión de la crisis, que por la
consistencia y organicidad de sus vínculos y proposiciones. Sin embargo, también en
esto es necesario anotar los cambios habidos desde 1982 a 1987 en cuanto a la
precisión del discurso del nuevo bloque en relación a las acciones frente a la crisis y la
conformación de un nuevo modelo de acumulación.
La fragilidad de esta nueva hegemonía se funda tanto en la incertidumbre de las
condiciones externas como en las propias condiciones internas sobre las que ella
construye. La persistencia y consolidación de la nueva estructura de acumulación
parece estar determinada por la dinámica de la producción para el mercado mundial. Y
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ello está condicionado por las perspectivas de los precios petroleros, y de las
demandas por exportaciones manufactureras, así como por el mantenimiento del
diferencial salarial y de cierta subvaluación cambiaría. Asimismo, será necesario en el
corto plazo enfrentar la necesidad de volver a realizar inversiones públicas largamente
demoradas, mientras que el sector privado tendrá que asumir la necesidad de iniciar
un ciclo de inversiones productivas si alienta el sostenimiento del modelo.
Y desde el punto de vista del conjunto de la hegemonía, es evidente que la
persistencia de esta reestructuración capitalista conservadora en curso requiere de una
continuidad en la gestión de la política económica y social. Pero la evolución del cuadro
político nacional hace evidente que dicha continuidad requiere que surjan nuevos
pactos políticos que renueven los pactos establecidos en los treinta y que dieron base
al anterior ciclo de acumulación. Y esto atraviesa el corazón del sistema político
partidario del país, y en especial del partido gobernante, los que están sujetos a
exigencias de cambios sustantivos para ponerse en correspondencia de una u otra
manera con las nuevas circunstancias.
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