1 SITUACIÓN ACTUAL DE LA ARMONIZACIÓN DEL I.V.A. Y PERSPECTIVAS DE FUTURO Pablo Antonio Moreno Valero Universidad Autónoma de Madrid Hacienda Pública Española nº 152 (2000), pp. 113-125 2 Resumen El régimen transitorio del I.V.A. ha supuesto la supresión de las fronteras interiores de la Unión Europea. Este régimen actual resulta inadecuado por ser un régimen complejo y subjetivo, no idóneo ante los nuevos retos económicos, y no considerar las operaciones intracomunitarias equivalentes a las internas. El I.V.A. es un impuesto comunitario y una de sus características es el objetivo de introducir un sistema común. El nuevo régimen del I.V.A. deberá garantizar el control de la imposición y considerar las transacciones intracomunitarias equivalentes a las internas. Por último, es necesario establecer un sistema de compensación que acompañe a la implantación de un principio de gravamen en origen. Palabras clave a) régimen transitorio del I.V.A. b) impuesto comunitario c) gravamen en origen d) sistema de compensación 3 CURRENT SITUATION OF THE HARMONIZATION AND FUTURE PERSPECTIVES Abstract The transitory VAT´s regime has removed the internal borders of the European Community. This present regime is inadequate because it´s complex, subjective, and unsuitable for the new economics targets, and it doesn´t weigh up the domestic and the similar intracommunity operations. VAT is a Community tax and it´s trying to introduce a new common system. The new VAT regime must guarantee the taxation control, considering the intracommunity transactions as a internal ones. Finally, it´s necessary create an origin taxation system accompanied by a compensation system. Key words: a) transitory VAT´s regime b) Community tax c) origin taxation d) compensation system Referencia correspondiente a la clasificación The Journal of Economic Literature H 2 Taxation, Subsidies, and Revenue H 24 Personal Income and Other Non business Taxes H 87 International Fiscal Issues 4 1. CONSIDERACIONES PREVIAS La eliminación de las fronteras fiscales (supresión de la desgravación/imposición de las operaciones intracomunitarias) se planteó desde que comenzó a trabajarse en la introducción de un sistema de I.V.A. en la Comunidad, fijándose, como objetivo último del establecimiento de un régimen común del I.V.A., la tributación en origen de las ventas realizadas en la Comunidad. Ahora bien, se consideraba que la imposición en el Estado miembro de origen de los bienes y servicios sólo podría responder a las exigencias de un mercado común si se hallaba una solución satisfactoria a dos problemas políticos fundamentales : la armonización de los tipos impositivos y la asignación de los ingresos al Estado miembro de consumo. El planteamiento general y las propuestas de 1987 no hicieron sino confirmar tales resoluciones en relación con los intercambios intracomunitarios, al sugerir como respuesta a los problemas políticos : • una aproximación “suficiente” de los tipos dentro de una estructura armonizada de dos tipos ; • un mecanismo de compensación de los ingresos desplazados por el sistema de tributación. En 1989, al comprobar que era imposible llevar a cabo antes del 1 de enero de 1993 la armonización necesaria para introducir un régimen unificado de tributación en el país de origen, el Consejo ECOFIN decidió establecer un régimen transitorio que permitiera soslayar tales dificultades, preservando el principio de imposición en origen de las operaciones, pero manteniendo al mismo tiempo en una serie de casos la percepción del impuesto en el Estado miembro de destino (mecanismo de imposición de las operaciones entre sujetos pasivos y regímenes especiales). 5 Con ello, se garantizaba la imposición de las operaciones y la recaudación efectiva del impuesto en el Estado miembro de destino, es decir, aquel en que, con toda probabilidad, se consumirán los bienes y servicios vendidos y al que, por consiguiente, le corresponden los ingresos así generados. Habida cuenta del establecimiento de estas normas de imposición en destino, bastaba con una aproximación mínima de los tipos impositivos y las legislaciones, puesto que los Estados miembros podían conservar gran parte de su autonomía. Desde 1993, año en que se introdujo el vigente “régimen transitorio del I.V.A.”, se han producido en la Comunidad cambios sustanciales. La introducción de dicho régimen ha permitido eliminar los controles en las fronteras interiores de la Comunidad. No obstante, el sistema actual ocasiona costes innecesarios a las empresas y, por consiguiente, incide indebidamente sobre los precios al consumo, dado que, en promedio y a juzgar por las estimaciones preliminares, la gestión del impuesto resulta 5 ó 6 veces más costosa cuando las transacciones se realizan en un Estado miembro distinto del país de origen. La supresión de tales costes contribuiría, sin lugar a dudas, a mejorar la competitividad de la economía a escala mundial. Al mismo tiempo, permitiría a nuestras PYME, para las cuales un coste semejante representa probablemente un obstáculo insuperable, penetrar al fin en el Mercado Único. Con motivo de los debates en torno al Libro Blanco de la Comisión sobre crecimiento, competitividad y empleo, todos los Estados miembros reconocieron que son las PYME las que más favorecen el crecimiento y el empleo. Un cambio del sistema del I.V.A. que permita reducir costes y conseguir una simplificación radical puede contribuir de forma sustancial a alcanzar tal objetivo. En el proceso de creación de una Unión Económica y Monetaria con una moneda única, la política fiscal debe también ajustarse a las obligaciones con que se enfrentan los Estados miembros, como, por ejemplo, la de reducir y/o estabilizar los déficit presupuestarios. De hecho, la política fiscal debería contribuir a alcanzar tal objetivo, al menos mediante la estabilización de los ingresos tributarios. 6 Una vez más, la mejor manera de conseguirlo consiste en propiciar el crecimiento y el empleo, aumentando así los ingresos fiscales globales y reduciendo los gastos. Otro posible frente de actuación sería mejorar la recaudación fiscal, por una parte, mediante la simplificación del impuesto, lo cual haría más difícil su aplicación, y por otra, mediante la reducción del riesgo de fraude del sistema impositivo. En la actualidad, con el sistema transitorio, circulan libres de I.V.A. en la Unión Europea bienes por un valor superior a 700.000 millones de ecus, de los cuales una parte podría perfectamente desviarse hacia la economía sumergida. La transición a un régimen en el que los bienes circulen con impuestos pagados, que simplificaría el sistema impositivo y lo protegería así mejor contra el fraude, constituye, pues, una de las mayores aportaciones que puede hacer la política en materia de I.V.A. al cumplimiento de los criterios de Maastricht. 2. EL SISTEMA TRANSITORIO DEL I.V.A. Es bien conocido el sistema transitorio que la Comunidad ha implantado desde el 1 de enero de 1993, con el que se mantiene el principio de destino con carácter general a pesar de suprimirse los controles del I.V.A. en las fronteras intracomunitarias. Este régimen transitorio se desarrolla por la Directiva 91/680/C.E.E., de 16 de diciembre, reguladora del régimen jurídico del tráfico intracomunitario (que modifica la Sexta Directiva de 1977)1, en el Reglamento 92/218/C.E.E., de 27 de enero de 1992, sobre cooperación de las Administraciones Tributarias y en los acuerdos alcanzados sobre la armonización de tipos impositivos. Estos acuerdos se resumen de la siguiente manera : el tipo normal del I.V.A. no puede ser inferior al 15% ; pueden aplicarse uno o dos tipos reducidos a la lista de productos elaborada en Luxemburgo el 24 de junio de 1991, sin que puedan ser inferiores al 5% ; no se puede aplicar un tipo impositivo incrementado. Este cuadro general, sin embargo, contiene diferentes particularidades. España y Luxemburgo 1 Diario Oficial de las Comunidades Europeas de 31 de diciembre de 1991, L 376, 34 año. 7 pueden aplicar un tipo reducido especial no inferior al 3%, el Reino Unido e Irlanda pueden mantener sus tipos cero tradicionales, y se reconoce, en general, derechos adquiridos a los Estados que venían aplicando tipos inferiores al 5%. El régimen transitorio se basa en la solución técnica de crear el hecho imponible “adquisición intracomunitaria de bienes” que implica desdoblar la transacción intracomunitaria de bienes en dos operaciones : una entrega, en general exenta, pero con derecho a deducir el I.V.A. soportado por quien realiza la entrega, y una adquisición, en general sujeta, que inicia el ciclo del I.V.A. en el país de la adquisición. El gravamen de la adquisición se lo aplica el propio adquirente. Para que se produzca el hecho imponible es imprescindible el transporte de un bien de un Estado comunitario a otro. El control de las transacciones se logra a través de la contabilidad empresarial y de la información incluida en el sistema INTRASTAT referente a los intercambios de mercancías en el interior del Mercado Único. En relación con el comercio de bienes con terceros países se mantiene el criterio de destino con ajuste fiscal en frontera. Es decir, el exportador comunitario no aplica el I.V.A. de su país de origen y tiene derecho a la deducción del I.V.A. soportado relativo a su exportación ; y el importador comunitario soporta el I.V.A. que se le aplica al efectuar su importación. El régimen transitorio se complica por una serie de regímenes particulares que, en esencia y resumidamente, implican2 : a) que los viajeros residentes en la Comunidad que transporten bienes destinados a su consumo personal o regalos - o sea que 2 Sin olvidar, las peculiaridades del régimen especial de bienes usados, objetos de arte, antigüedades y objetos de colección, las de las entregas de bienes que hayan de ser objeto de instalación o montaje, las de las entregas de bienes objeto de Impuestos Especiales, las de los fabricantes de objetos de metales preciosos, las de las entregas por sujetos pasivos con franquicia en origen, las ventas “duty-free” para viajeros intracomunitarios hasta el 30 de junio de 1999, o las del régimen para “operaciones triangulares” de la Directiva de Simplificación 111/C.E.E./92, de 14 de diciembre. 8 actúen como consumidores finales o particulares - tributen de acuerdo con el país de origen donde efectúan sus compras. b) que la adquisición de medios de transporte nuevos (automóviles, aviones, barcos y motocicletas) tribute siempre en el país de matriculación (destino) sea quien sea el adquirente. c) que los sujetos pasivos del régimen especial de agricultura, ganadería y pesca, respecto de los bienes destinados a su actividad, los sujetos pasivos que sólo realicen operaciones exentas que no dan derecho a deducción total o parcial del I.V.A. y las personas jurídicas que no actúan como empresarios o profesionales tributen en origen - excepto en el caso de medios de transporte nuevos o de bienes sujetos a los Impuestos Especiales ­ hasta que su volumen total de adquisiciones de otros países comunitarios no supere ciertos límites por año natural, salvo que opten por la tributación en destino que se aplicaría como la de cualquier otra adquisición intracomunitaria sujeta. d) que las ventas a distancia en cuanto a las adquisiciones efectuadas por las personas enumeradas en el punto anterior y las personas físicas que no tengan la condición de empresario o profesional tributen en origen si el volumen de ventas del vendedor no excede, por año natural, de ciertos límites (en España 35.000 Ecus, en otros países 100.000 Ecus) y, salvo que el vendedor a distancia opte por aplicar el I.V.A. del país de destino. e) que las prestaciones de servicios de transporte intracomunitario se entiendan realizadas en destino si el destinatario comunica al transportista un número de identificación fiscal del Estado de destino y, en su defecto, se les aplique el I.V.A. del lugar de salida. La misma lógica general se sigue con los servicios accesorios a los transportes intracomunitarios (destino o donde se presten materialmente), con los servicios de mediación, en nombre y por cuenta de terceros, en esos transportes (destino o lugar de inicio) y con los servicios de mediación, en nombre y por cuenta ajena, en los servicios accesorios a los transportes intracomunitarios de bienes (destino o donde se presten materialmente). 9 Por otro lado, la regla general y las especiales sobre la localización de las prestaciones de servicios también mezclan el principio de origen y el de destino de una manera general. 2.1. Un régimen complejo y subjetivo El actual sistema de I.V.A. está concebido de tal modo que los ingresos generados por el impuesto sean recaudados directamente por el Estado miembro en cuyo territorio se consumirán presumiblemente los bienes y servicios vendidos. Para ello ha sido necesario establecer normas complejas de localización de las operaciones. Así, existen más de 25 normas distintas para determinar el lugar en que debe gravarse una operación, lo que obliga, entre otras cosas, a los operadores a desglosar su volumen de negocios entre los diversos Estados miembros a los que corresponde su imposición, y contribuye a la fragmentación del Mercado Interior. De ahí que el I.V.A. haya perdido el carácter objetivo que, en principio, cabría atribuirle, puesto que el régimen fiscal aplicable depende de elementos sujetos a la apreciación del vendedor y tan diversos como : a) el lugar de establecimiento del vendedor y del comprador ; b) la situación fiscal del comprador ; c) el número de identificación a efectos del I.V.A. del comprador ; d) la persona que organiza el transporte, así como el lugar de partida o llegada del mismo ; e) la naturaleza de los servicios prestados ; f) el volumen de negocios realizado por el vendedor en el Estado miembro de llegada de los bienes. A las dificultades que supone la correcta aplicación del impuesto se añaden los problemas con que se enfrentan las empresas a la hora de deducir u obtener la devolución de las cuotas de I.V.A. soportadas en Estados miembros en los que no estén establecidos. 10 2.2. Un régimen no idóneo ante los nuevos retos económicos Dado que el régimen actual se basa, siempre que sea posible, en el seguimiento físico de los movimientos de bienes, resulta ahora inadecuado frente al sistema de actividad moderno de las empresas. Esta herencia del pasado impide que la imposición se sustente en las operaciones comerciales, tal como se contabilizan en la empresa, y constituye un serio obstáculo para el desarrollo que el Mercado Único debería propiciar para todas ellas, y sobre todo para las pequeñas y medianas, que deberían aprovechar plenamente las nuevas posibilidades que ofrece el mercado europeo. La subsistencia de tal concepción es, por otra parte, un factor de inseguridad jurídica, tanto para los operadores como para las administraciones, enfrentados todos ellos con la dificultad de verificar elementos de hecho, tales como el transporte con destino a otro Estado miembro, cuando no existe ninguna posibilidad real de comprobar su veracidad de manera concluyente. Por otra parte, el régimen actual resulta inadecuado frente al desarrollo del sector más dinámico de la economía europea y mundial, a saber, los servicios internacionales, que escapan o podrían escapar cada vez más a la aplicación del I.V.A. aun cuando el consumo se sitúe en la Comunidad. Así, la legislación actual no puede garantizar una tributación correcta en sectores tales como el de telecomunicaciones, en el que se han registrado espectaculares avances tecnológicos. Asimismo, actividades que anteriormente eran asumidas exclusivamente por servicios públicos son desempeñadas, cada vez con mayor frecuencia, por empresas privadas ; de ahí que las excepciones establecidas en favor del sector público hayan quedado desfasadas y originen un falseamiento de la competencia cada vez más perjudicial, tanto para el sector público como para el privado. 2.3. Divergencias de aplicación entre Estados miembros 11 Si bien existen divergencias de aplicación desde que se implantó el sistema común de I.V.A., debido al propio método de introducción (directivas que confieren numerosas facultades y opciones a los Estados miembros), sus repercusiones son hoy mucho mayores por la experiencia de los operadores con la legislación - y sobre todo con su aplicación - de Estados miembros distintos de aquel en que están establecidos o realizan sus actividades habituales. Las “divergencias” del “sistema común del I.V.A.” entre Estados miembros, que se consideran, cada vez más, el obstáculo más pernicioso dentro del Mercado Único, son de origen diverso : regímenes especiales, opciones y facultades otorgadas por la directiva, excepciones temporales o transitorias no suprimidas, otras excepciones autorizadas por el Consejo, normas no incorporadas al ordenamiento jurídico nacional o diferencias de interpretación de las disposiciones comunes dan lugar a aplicaciones divergentes entre unos Estados miembros y otros. Para la mayor parte de los operadores de ello se deriva una situación extremadamente compleja y una total falta de seguridad jurídica, lo que representa una nueva cortapisa para las actividades económicas transfronterizas y, en consecuencia, una fuente de múltiples obligaciones para las empresas, que deben familiarizarse con la aplicación práctica de la legislación en los 15 Estados miembros para poder trabajar en la Comunidad. Además, los operadores aprovechan las divergencias de aplicación entre legislaciones nacionales recurriendo a la ingeniería fiscal, fenómeno que puede falsear la competencia leal en el Mercado Interior. 2.4. Críticas formuladas por las empresas Con motivo de la conferencia organizada en junio de 1994 por la Comisión, a fin de debatir el futuro régimen definitivo (conferencia titulada “Las empresas europeas y el régimen definitivo del I.V.A.”), se expresó 12 claramente el deseo de que se iniciara una reflexión en profundidad que permitiera lograr una mejora general y efectiva en relación con el régimen actual. Asimismo, los servicios de la Comisión han recibido un número considerable de contribuciones procedentes de los círculos profesionales en las que expresan, por un lado, su insatisfacción con respecto al régimen actual del I.V.A. y, por otro, sus expectativas en cuanto a las soluciones que debería contener todo nuevo régimen del I.V.A. Se observa que prácticamente el 80% de los operadores se pronuncian a favor de la sustitución del actual régimen transitorio por un régimen definitivo del I.V.A. Esos mismos operadores son, en su mayor parte (85%), partidarios de una armonización de las legislaciones de los Estados miembros, sobre todo en los siguientes ámbitos : modalidades de tributación y requisitos de declaración (74%), derecho de deducción (52%), tipos impositivos y exenciones (43%). La gran mayoría lamenta también las divergencias de aplicación que observa actualmente. Estas operaciones acuciantes reflejan la insatisfacción que provoca el régimen actual, que los operadores perciben, con frecuencia, como un impedimento para ampliar su actividad económica a todo el territorio comunitario. 2.5. La complejidad del I.V.A. y sus consecuencias Por todo lo dicho hasta este momento parece evidente que el sistema transitorio del I.V.A. europeo es complejo. Se cuenta con un I.V.A. de estructura común, pero que : a) mezcla los principios de destino y de origen. Por ejemplo, el viajero-consumidor tributa en origen, que las ventas a distancia pueden tener tributación en origen o en destino, lo mismo que ocurre con los transportes o con otros sujetos pasivos, y que los medios de transporte nuevos, las transacciones de bienes con países o territorios no comunitarios a efectos de I.V.A. (por ejemplo, Canarias, Ceuta o Melilla), y en general, las adquisiciones intracomunitarias de bienes tributan en destino. Para los servicios también existe la tributación en origen y en destino. 13 b) utiliza tipos impositivos diferentes. Respecto del tipo normal, por ejemplo, los tipos oscilan de un mínimo del 15 por cien (Luxemburgo) a un máximo del 25 por cien (Dinamarca, país que no aplica tipos reducidos). Además del tipo estándar se tienen situaciones de tipo intermedio, reducido y muy reducido, contando Irlanda y el Reino Unido con un tipo cero, y sin mencionar los países que aplican la suspensión del ingreso a los exportadores (otro caso de tipo cero con derecho a deducción del I.V.A. soportado). c) su regulación no está totalmente armonizada en algunos aspectos, como el de determinados regímenes especiales, e, incluso, en la recepción de las Directivas Comunitarias al derecho propio de cada país, ni es uniforme la actuación práctica de las diversas Administraciones Tributarias, por ejemplo en las deducciones o devoluciones del impuesto. Es, por otro lado, evidente que el régimen transitorio ha ofrecido ventajas en cuanto a la reducción de los costes administrativos y de transporte dada la eliminación de los trámites aduaneros, ha mejorado la liquidez empresarial por la suspensión de las garantías aduaneras y ciertas obligaciones de prefinanciación, y que, en general, ha fomentado la competencia internacional. Sin embargo, el régimen transitorio presenta aspectos negativos. Ya se ha subrayado que el sistema es demasiado complejo, mezclando excesivamente los principios de origen y de destino. Ello conduce a inseguridades e incertidumbres respecto a las responsabilidades fiscales y aumenta las cargas administrativas. Si se añaden las diferencias de tipos impositivos existentes se incrementa el estímulo a la creación de circuitos de fraude fiscal que pueden tener su origen en la complejidad normativa. Determinados sectores, como, por ejemplo, el de ventas a distancia, tropiezan con costes administrativos considerables. La lista de las dificultades que plantea el régimen actual es considerablemente larga y, al repercutir en los operadores, afecta 14 también a los consumidores y las administraciones fiscales e incide de forma significativa en la competitividad de la economía europea. a) Consecuencias para los operadores. Necesidad de conocer la legislación concreta vigente en los diferentes Estados miembros, lo cual puede representar un obstáculo insuperable para las PYME. Diferenciación entre las operaciones en el interior del país y las intracomunitarias, lo cual está en total contradicción con otras políticas de la Unión Europea con arreglo a las cuales el derecho comunitario garantiza la igualdad de acceso a todas las empresas europeas ; el sistema de I.V.A., por el contrario, crea obstáculos considerables, por ejemplo, en materia de contratación pública. Inseguridad jurídica derivada de las apreciaciones que han de realizar los vendedores para determinar si deben aplicar el impuesto a sus ventas y dónde deben tributar, exponiéndose continuamente al riesgo financiero de una interpretación divergente por parte de la administración fiscal competente y soportando así el peso de la autonomía de los diversos Estados miembros. Costes elevados, especialmente penalizadores y disuasorios para las PYME, que impiden aprovechar todas las ventajas esperadas del Mercado Interior (en particular, en relación con las economías de escala) : las operaciones realizadas en Estados miembros distintos del de establecimiento siguen siendo más onerosas para las empresas que las realizadas en régimen interior, debido, en particular, a la necesidad de recurrir a representantes fiscales (de acuerdo con algunas estimaciones, los costes medios pueden ser 5 ó 6 veces superiores a los de una operación interior) ; la propia aplicación del régimen transitorio genera costes que, según ciertas empresas, pueden representar hasta un 20% del conjunto de sus gastos fiscales. b) Consecuencias para los consumidores. Considerable limitación de la libertad de efectuar sus compras en las condiciones de mercado de otros Estados miembros : sus adquisiciones en otros Estados miembros quedan sujetas al impuesto del país de origen o de destino en función de factores tales como el volumen de negocios 15 realizado por el vendedor en el país de destino, la naturaleza de los bienes adquiridos (por ejemplo, medios de transporte nuevos), o el hecho de que ellos mismos se encarguen del transporte a su país. Imposibilidad de disfrutar de todas las ventajas que debería ofrecerles el Mercado Único : las engorrosas condiciones establecidas para que puedan efectuar sus compras sin trámites adicionales en otro Estado miembro (desplazarse personalmente o encargarse del transporte para las compras realizadas con impuesto ; encargarse del pago del I.V.A. en destino para las compras con exención) resultan disuasorias para los consumidores y les incita a realizar sus compras en su país, lo que contribuye a mantener los mercados fragmentados y a compartimentar la competencia, lo cual, a su vez, da lugar a que persistan importantes diferencias de precios entre los distintos Estados miembros. c) Consecuencias para las administraciones. Pérdida de soberanía en el control del impuesto : la aparente defensa de la soberanía nacional a través de un sistema impositivo que garantice la atribución directa de los ingresos por I.V.A. a los Estados lleva gradualmente a una pérdida real de soberanía fiscal por parte de los mismos, ya que la fragmentación de la actividad de los sujetos pasivos entre los distintos Estados miembros les impide llevar a cabo un control global de la actividad de una empresa y comprobar si las deducciones efectuadas están justificadas. Posibilidad de fraude o evasión fiscal : la circulación entre Estados miembros de mercancías que no han sido gravadas puede favorecer el desarrollo de “mercados negros” ; si nos remitimos al volumen de intercambios entre Estados miembros las cuotas tributarias correspondientes representan unos 100.000 millones de ecus al año ; la complejidad incita, de hecho, a los operadores, hastiados por los complicados trámites que deben efectuar y los costes que han de soportar, a no declarar sus actividades o a declararlas allí donde les ocasione menos gastos ; además, crea un sentimiento de total falta de control que resulta sumamente perjudicial para una correcta aplicación del impuesto. 16 Incidencia en los ingresos por I.V.A. : la incorrecta aplicación de las normas tributarias o su elusión mediante el recurso a la ingeniería fiscal puede provocar una disminución de los ingresos de los Estados miembros o, incluso, un desplazamiento de la actividad hacia terceros países para escapar por completo al I.V.A. comunitario. Estos problemas están demasiado enraizados para poder solucionarse en el marco actual : las medidas de simplificación han dado de sí todo lo que podían y es necesario ahora combatir las causas, las cuales estriban directamente en una serie de principios básicos por los que se optó en el pasado y que se justificaban por la existencia de Estados delimitados por fronteras. Esta situación hace aconsejable que se pase del régimen transitorio a uno más definitivo y en ello se centran buena parte de los esfuerzos actuales de la Comisión Europea. El régimen transitorio se fechó hasta el 31 de diciembre de 1996 aunque es evidente que va a subsistir durante algún tiempo más. Con todo, se puede suponer que en un plazo de dos o tres años la Unión Europea tendrá un nuevo régimen del I.V.A. Para no ser objeto de las mismas críticas que el régimen actual y responder plenamente a los objetivos del Mercado Único, el nuevo régimen del I.V.A. deberá cumplir los siguientes requisitos : poner fin a la fragmentación en 15 espacios fiscales ; ser simple y moderno para hacer frente a los desafíos del siglo XXI ; conceder la misma consideración a todas las operaciones realizadas en la Comunidad ; garantizar la seguridad y el control de la imposición, permitiendo así mantener el nivel de los ingresos procedentes del I.V.A. También es necesario que se adopten decisiones fundamentalmente respecto de dos puntos : a) La aplicación general del principio de destino o del de origen. b) La mayor o menor uniformidad de tipos impositivos entre los Estados miembros. 3. RÉGIMEN PREVISTO COMO DEFINITIVO 17 Para definir este sistema común de I.V.A.3, es necesario tomar como referencia los objetivos generales del Tratado y, en particular, los objetivos de creciente integración económica y convergencia que simboliza el concepto de Mercado Único. En este contexto, el sistema común de I.V.A. debe tener las características de un auténtico espacio fiscal comunitario, otorgando la misma consideración a las transacciones nacionales e intracomunitarias, consecuencia ineludible de objetivo final enunciado ya cuando se adoptó la Primera directiva en la materia, esto es, la creación con el tiempo de un Mercado Común en el que exista una competencia sana y cuyas características sean análogas a las de un verdadero Mercado Único. 3.1. Principales características 3.1.1. Supresión de toda distinción entre operaciones interiores e intracomunitarias El Mercado Único debe funcionar, igualmente en lo que hace al I.V.A., en las mismas condiciones y de la misma forma que un mercado nacional. Debe, pues, ofrecer a los operadores la posibilidad de desarrollar actividades en todos los Estados miembros y el nuevo sistema común de I.V.A. ha de garantizar que ninguna actividad sea más difícil de ejercer por motivos fiscales en un Estado miembro que en otro y que pueda realizarse cualquier adquisición en las mismas condiciones en toda la Comunidad. Asimismo, una transacción en la que entren en juego varios Estados miembros no puede originar más obligaciones que las que se efectúen dentro de un mismo país. Cualquier otro planteamiento ocasiona costes que penalizan a las empresas europeas. La supresión de toda distinción entre las operaciones interiores y las intracomunitarias permitirá a los operadores reducir tan sólo a dos los regímenes fiscales que habrán de aplicar : el que rija las transacciones 3 COM (96) 328 final. Bruselas, 22 de julio de 1996. 18 con terceros países y el relativo a las transacciones comunitarias. Se logrará así una importante simplificación, en beneficio tanto de las empresas, como de los consumidores y las administraciones fiscales, simplificación que responde plenamente a las conclusiones del Consejo en las que se definen las condiciones fundamentales para la transición a un régimen definitivo. 3.1.2. Imposición de todas las operaciones efectuadas en la Comunidad Europea Una vez sentado el principio con arreglo al cual todas las transacciones efectuadas en la Comunidad han de quedar sujetas a la misma consideración, resulta conveniente, tanto para la simplicidad del régimen como para su seguridad, hacer extensivo el principio de imposición a todas las operaciones realizadas en la Comunidad, en lugar de generalizar las exenciones que actualmente se aplican a las operaciones intracomunitarias. Este planteamiento, que puede devolver al impuesto la objetividad que progresivamente ha ido perdiendo, implica que se afiancen dos características esenciales del I.V.A. : 1. El mecanismo de pagos fraccionados, que garantizaba el autocontrol del sistema impositivo ; 2. Un claro reparto de responsabilidades entre el proveedor (facturación correcta de las cuotas a pagar) y el comprador (justificación correcta de las cuotas deducidas). Estas características confieren al I.V.A. una ventaja, en términos de seguridad y control, con respecto a otros impuestos sobre el consumo (impuestos sobre las ventas al por menor, por ejemplo), ventaja aún mayor si se considera que los tipos aplicados son de elevado nivel. Ello explica, en gran parte, su introducción en la inmensa mayoría de los países de la OCDE y su elección por parte de la Comunidad Europea. Por consiguiente, es necesario suprimir los mecanismos de desgravación/imposición de los intercambios entre Estados miembros de 19 la Comunidad. Se garantizaba así la imposición de las operaciones efectuadas en la Comunidad desde su origen. 3.2. Elementos claves 3.2.1. Un único lugar de imposición para los operadores : una simplificación sustancial La experiencia del régimen transitorio ha demostrado que, mientras se obligue a los operadores a diferenciar sus ventas en función del lugar de la Comunidad en que se consideren realizadas, no podrá llevarse a cabo una verdadera simplificación y el Mercado Único seguirá estando fragmentado y en peligro. A nadie se le ocurrirá obligar a una empresa francesa a declarar sus ventas en todas las ciudades de Francia en las que tiene clientes ; sin embargo, ésta es precisamente la obligación a la que estaría sujeta en la actualidad si decidiese, por ejemplo, vender sus productos en Colonia o realizar obras en un edificio de Roma. A nivel nacional, los Estados miembros han establecido la sana costumbre de censar a los sujetos pasivos una sola vez y sus motivos son contundentes : a) resulta más sencillo para los operadores, que pueden cumplir los trámites (declaración y pago del impuesto) y ejercer sus derechos (deducción) en un mismo lugar ; b) resulta más sencillo para los consumidores, que pueden realizar sus compras sin ningún tipo de limitación en cualquier comercio ; c) resulta más sencillo y más eficaz para las administraciones fiscales, que pueden ejercer un control global de todas las actividades desarrolladas por un sujeto pasivo y de las deducciones efectuadas en relación con dichas actividades. La Comisión está convencida de que debe también adoptarse este planteamiento a nivel comunitario y que, por consiguiente, los operadores deberían gravar todas sus transacciones en un solo lugar de la 20 Comunidad, sin establecer ya ninguna distinción en función del Estado miembro en que las realicen. Este planteamiento implica también que el derecho a deducción se ejerza obligatoria y exclusivamente en ese lugar. Una vez atribuidas las competencias en materia de imposición y deducción a una misma administración fiscal, el control de la correcta aplicación del impuesto se verá reforzado, pero exigirá, no obstante, una estrecha colaboración entre las quince administraciones. 3.2.2. Renuncia a la atribución directa de los ingresos del I.V.A. por el sistema de imposición Cualquier sistema que ofrezca la posibilidad de deducir en un Estado miembro cuotas impositivas que se han pagado en otro supone un desplazamiento de los ingresos del I.V.A. recaudados directamente por cada Estado miembro. Ya en 19874, la Comisión había ideado un mecanismo de compensación para poder reasignar los ingresos que pudieran verse desplazados a raíz de la reforma del sistema impositivo. En 1994, al definir las condiciones esenciales para la transición al régimen definitivo, el Consejo insistió en la necesidad de que dicho cambio no diese lugar a una disminución de los ingresos fiscales de los Estados miembros. El sistema que preconiza la Comisión crea un espacio fiscal comunitario y pone fin a la atribución directa de los ingresos del I.V.A. por el sistema impositivo, exigiendo, por tanto, el establecimiento de un mecanismo de reasignación5. A esta respecto, la Comisión desea poner de relieve que la reasignación de los ingresos a los Estados miembros no deberá basarse, en ningún caso, en datos extraídos de las declaraciones fiscales de los sujetos pasivos. Este tipo de planteamiento sería incompatible con la 4 COM (87) 323 final. Bruselas, 21 de agosto de 1987. 5 La Comisión sostiene que el cambio a un método de crédito-impuesto internacional para el intercambio intracomunitario ha de acompañarse de una aproximación de los tipos del impuesto sobre el valor añadido. 21 adopción de un único lugar de imposición, ya que volvería a ser necesario supervisar los movimientos físicos de bienes. Asimismo, exigiría una distinción entre las entregas interiores y las intracomunitarias y, por tanto, estaría en contradicción con el principio fundamental de que las transacciones interiores e intracomunitarias sean tratadas por igual. La simplificación derivada de suprimir tal distinción desaparecería si, con fines de reasignación, los operadores tuvieran que seguir diferenciando las transacciones intracomunitarias en sus declaraciones fiscales. Toda corrección de la atribución de ingresos debe, pues, basarse en datos que no provengan de las declaraciones tributarias presentadas por los operadores. Dado que el Consejo subrayó en las consecuencias antes mencionadas el carácter de impuesto general sobre el consumo del I.V.A., la Comisión estima que el método más adecuado para determinar los ingresos de cada Estado miembro, correspondientes al consumo sujeto al impuesto realizado en su territorio, consiste en calcular tal 6 consumo sobre las bases estadísticas . A partir de los datos de consumo de la contabilidad nacional, las correspondientes tablas input-output y otros datos (estudios estadísticos, informes anuales,...) es posible determinar el consumo anual de los distintos sectores económicos, privados y públicos, clasificados por funciones y desglosados en cifras más detalladas. También puede disponerse de esta información para otros sectores y subsectores, como las entidades privadas sin fines de lucro, el sector bancario, las empresas de seguro, el sector sanitario, etc. De estas cifras de consumo deben eliminarse las que, aun correspondiendo a un consumo final, no dan lugar a imposición ; en consecuencia, aquellas cifras que al efectuar el cálculo del P.I.B. se hubieran añadido para tener en cuenta la economía sumergida deben deducirse de nuevo. Tras esta operación, en principio, las cifras estadísticas de consumo corresponden a la base fiscal correcta (importe gravable de las transacciones subyacentes), a partir de la cual, con arreglo al principio de destino que se aplica a la asignación de 6 COM (89) 260 final. Bruselas, 14 de junio de 1989 22 ingresos, obtendría sus ingresos I.V.A. el Estado miembro que realizase este cálculo. Así pues, se pueden agrupar los sectores y subsectores utilizados en la contabilidad nacional según su situación con respecto al I.V.A. (fuera del ámbito de aplicación, exentos con o sin deducción, sujetos al tipo normal o al tipo reducido) y, aplicando el adecuado tipo del I.V.A. ponderado, calcular los ingresos I.V.A. teóricos del país afectado. El porcentaje que corresponde a cada Estado miembro, respecto al total de los ingresos teóricos I.V.A. de todos los Estados miembros, es la clave para redistribuir entre éstos el total de ingresos I.V.A. de la Comunidad. En la práctica, este sistema de redistribución macroeconómica de los ingresos I.V.A. de los Estados miembros podría aplicarse fácilmente utilizando el método de contabilización de los recursos propios I.V.A. Para no menoscabar la situación presupuestaria de los Estados miembros, la Comisión velará por que se establezcan los oportunos mecanismos para garantizar que los Estados miembros puedan disponer de los ingresos generados por el I.V.A. en el momento en que tengan derecho a ello, sin tener que esperar al resultado definitivo de los cálculos que se efectuarán a partir de los datos estadísticos. Con este sistema, queda garantizada de forma mucho más eficaz que con el régimen actual la total asignación de los ingresos del I.V.A. en función del consumo final registrado en el territorio de cada Estado miembro. La aplicación del principio de imposición en el país de origen, pese a ser hoy muy limitada debido a los regímenes especiales vigentes, ha dado lugar a cierto desplazamiento de ingresos entre Estados miembros, sin que se haya juzgado necesaria una compensación. La consolidación del principio con arreglo al cual los ingresos generados por el I.V.A. corresponden al Estado miembro en el que se efectúe el consumo constituirá un elemento de estabilización de los ingresos fiscales de los Estados miembros en su conjunto. 3.3. Consecuencias del régimen definitivo 23 A partir del momento en que la actividad económica realizada por un operador en la Comunidad queda sujeta al impuesto en un solo Estado miembro, resulta indispensable una armonización muy amplia de los mecanismos impositivos para lograr la uniformidad de aplicación que reclaman los operadores. Por otra parte, a fin de mantener la neutralidad del impuesto sobre las condiciones de competencia entre empresas, es también necesario cierto grado de armonización de los tipos tributarios. Asimismo, y con independencia del sistema propuesto, es necesaria una modernización completa del régimen para hacer frente a los desafíos del siglo XXI. 3.3.1. Armonización de los tipos impositivos El grado de armonización de los tipos impositivos debe evaluarse a la luz de lo que se considera necesario para evitar un falseamiento de la competencia perjudicial para la Comunidad en su conjunto. Una de las características esenciales del I.V.A. es su neutralidad con respecto a las condiciones de competencia : por tanto, mantener la posibilidad de aplicar tipos excesivamente dispares en función de los Estados miembros representaría una amenaza para dicha neutralidad ; podría asimismo, influir en la localización de las empresas y sería, pues, contrario a los propios principios del Mercado Único. Por otra parte, no puede esperarse que los Estados miembros acepten sin reparos un sistema impositivo que podría causar graves perjuicios a sus propias empresas si la armonización de los tipos no es suficiente. Por consiguiente, la Comisión se propone abordar la problemática de los tipos tributarios de la siguiente forma : En lo que respecta al tipo normal si bien la fijación de un tipo único es una solución adecuada para evitar todo falseamiento de la competencia debido al impuesto y, sobre todo, para garantizar una aplicación simple y uniforme del I.V.A. dentro de la Unión, no es menos cierto que una aproximación dentro de una determinada horquilla podría resultar suficiente. La magnitud del tipo que se adopte requiere una decisión política en la que se tenga en cuenta la necesidad general de los Estados 24 miembros de disponer de ingresos suficientes, el reparto de cargas entre las grandes categorías de exacciones obligatorias (impuestos directos e indirectos y contribuciones especiales) y las orientaciones de las políticas fiscales a medio plazo. Por tanto, el problema de los tipos tributarios se inscribirá en el contexto global de los debates iniciados en el Consejo informal de Verona sobre la política fiscal general de los Estados miembros y de la Comunidad Europea en su conjunto. En este contexto, el debate no se limita a determinar el tipo de gravamen necesario para garantizar un volumen de ingresos procedentes del I.V.A. comparable al actual, sino que puede incluir otras consideraciones políticas. Concretamente, cabría pensar en la posibilidad de obtener a través del I.V.A. los recursos presupuestarios necesarios para disminuir otras exacciones. En cuanto al tipo o tipos reducidos, desde un punto de vista puramente técnico, se requiere una armonización de su número y de su ámbito de aplicación. La Comisión sigue opinando que únicamente un número limitado de tipos tributarios es compatible con el objetivo de simplificación del impuesto. Junto a la armonización de los tipos impositivos es necesario que se lleven a cabo otras medidas de armonización. Muchos otros elementos del sistema común de I.V.A. deben imperativamente armonizarse. Entre ellos cabe citar el alcance y las condiciones de ejercicio del derecho a deducción, las exenciones, el régimen fiscal de las pequeñas empresas u otros regímenes especiales. Aun cuando, hasta ahora, haya resultado imposible avanzar de forma significativa, es necesario admitir que tal armonización es indispensable para lograr unas condiciones sanas de competencia y una aplicación suficientemente uniforme del impuesto en la Unión Europea, factores estrechamente vinculados a la simplicidad y la seguridad del sistema impositivo. Por otra parte, conviene revisar todas las opciones, facultades y excepciones contempladas en el régimen actual. Con todo, la Comisión tiene ya el convencimiento de que las propuestas que se encuentran actualmente ante el Consejo no pueden servir de base para los trabajos en profundidad que han de llevarse a 25 cabo en torno a estas cuestiones, con vistas a la introducción del nuevo sistema común de I.V.A., por lo que serán retiradas y sustituidas por propuestas encaminadas expresamente a ello. 3.3.2. Aplicación uniforme La armonización de los tipos y otros elementos del sistema común del I.V.A. supondrá, sin duda, una mejora sensible. No obstante, seguirá siendo preciso garantizar, mejor de lo que se hace en la actualidad, una interpretación común de la legislación. Para ello, la Comisión tiene previsto proponer, en breve, la transformación del Comité del I.V.A. en Comité de reglamentación y la atribución a la Comisión de competencias para adoptar medidas de ejecución de los actos aprobados por el Consejo. Asimismo, conviene estudiar los medios a los que se recurrirá, tanto en lo que respecta al instrumento jurídico (directiva o reglamento) como al proceso decisorio (unanimidad o mayoría cualificada), para llegar a un sistema de I.V.A. realmente común que garantice una aplicación uniforme. 3.3.3. Necesidad de armonización del régimen actual En una serie de ámbitos, se va haciendo patente la necesidad de reconsiderar el planteamiento adoptado en los años setenta, ya sea en relación con los sectores excluidos del ámbito de aplicación del impuesto (actividades ejercidas por los poderes públicos, holdings,...) o con respecto a operaciones exentas al amparo de actividades de interés general (servicios públicos postales, actividades de los organismos públicos de radio y televisión,...) o debido a la dificultad técnica de aplicar el impuesto (servicios de telecomunicaciones, sector inmobiliario, servicios financieros y de seguro,...) Por otra parte, habrá de buscarse una mayor adecuación del territorio fiscal y del territorio aduanero de la Unión. 26 En cualquier caso, la modernización deberá hacerse de tal modo que el ámbito de aplicación del impuesto sea lo más amplio posible y requerirá una reflexión sobre la posibilidad de ampliarlo aún más mediante una limitación de las exenciones y de todas las demás excepciones a las normas tributarias vigentes, a fin de garantizar lo mejor posible la neutralidad, la simplicidad y la seguridad del régimen impositivo, atendiendo a sus efectos probables sobre la distribución de la renta. Además, no puede descartarse de entrada que dicha reflexión haga posible un descenso global de los tipos tributarios, garantizando a un tiempo el mismo nivel de ingresos o, incluso, una compensación de una reducción de las exacciones sobre los costes salariales. Si bien es cierto que este tipo de revisión no resulta nada fácil y exige una estrecha concertación con los operadores económicos interesados, sería inconcebible, en un Mercado Único, ignorar las repercusiones, en términos de neutralidad y competitividad, de las elecciones efectuadas al fijar el ámbito de aplicación del I.V.A. 3.3.4. Administración, control y recaudación en el nuevo sistema La considerable simplificación del sistema propuesto ofrece además, la ventaja de facilitar la gestión del impuesto de tres formas distintas : en primer lugar, la supresión de toda distinción entre las transacciones nacionales y las intracomunitarias, así como de todas las excepciones a la norma general, reducirá las posibilidades de fraude ; en segundo lugar, la atribución de competencias de supervisión a una sola administración fiscal hará posible un seguimiento más exhaustivo de cada empresa, en beneficio de un control efectivo ; en tercer lugar, al eliminarse la circulación de bienes libres de I.V.A. entre Estados miembros, se pondrá fin a la principal fuente de fraude en el comercio intracomunitario. Así pues, las administraciones verán reducida su carga de trabajo, lo que permitirá concentrar los recursos allí donde más se necesiten. No 27 obstante, esta simplificación no sólo ofrece una clara ventaja para las administraciones, sino también para los sujetos pasivos. Si bien la simplificación del impuesto reduce la carga de las administraciones, también han de reconsiderarse las obligaciones globales del sujeto pasivo. Las obligaciones que actualmente se imponen a éste tenían inicialmente como finalidad garantizar el control y la recaudación del impuesto dentro del sistema vigente, de mayor complejidad. El establecimiento de un sistema más sencillo exige que se revisen detenidamente los motivos por los cuales se han impuesto tales obligaciones a las empresas. Al reconsiderar cada una de estas obligaciones, debe determinarse asimismo qué es lo que el sujeto pasivo tiene derecho a esperar de la administración (obligaciones de la administración frente al sujeto pasivo). Todo sujeto pasivo respetuoso de las normas debería, como mínimo tener derecho a exigir que se definan claramente sus obligaciones, se administre de forma justa y correcta el impuesto y se evite cualquier trastorno innecesario de su actividad económica. El cumplimiento de estos requisitos básicos redunda ineludiblemente en beneficio de la administración fiscal. Su cumplimiento propicia la observancia voluntaria de las normas, liberando recursos que podrían concentrarse en los operadores que no se atengan a las disposiciones vigentes. La legislación comunitaria debería dejar constancia, de alguna manera, de estos derechos del sujeto pasivo (u obligaciones de la administración). Si se considera debidamente, en su conjunto, la relación entre el sujeto pasivo y la administración, las obligaciones de esta última con respecto al sujeto pasivo han de ser indisociables de las obligaciones impuestas a éste. El reexamen del fundamento de estas obligaciones desde la óptica de la carga que suponen para las empresas estará estrechamente vinculado a la imposición del mínimo suficiente de obligaciones a los sujetos pasivos a que se aludirá a continuación. El nuevo sistema tiene, además, dos grandes implicaciones para la gestión del impuesto : la responsabilidad colectiva y un mayor énfasis en la cooperación. 28 1. Responsabilidad colectiva. De acuerdo con el sistema actual, cada Estado miembro es responsable de la gestión, el control y la recaudación del impuesto que contribuye directamente a la financiación del presupuesto nacional. En consecuencia, cada uno de ellos se ha dotado con los poderes y los recursos que juzga necesarios para llevar a cabo dicha tarea. Ciertamente, ninguno de ellos puede realizar esta labor de manera satisfactoria sin la colaboración de los demás, según se contempla en la legislación comunitaria. No obstante, el principal responsable de la correcta gestión del impuesto, con todo lo que ello comporta, sigue siendo el propio Estado miembro. En el sistema propuesto, esta responsabilidad individual se sustituirá por una responsabilidad colectiva. Todos los Estados miembros serán responsables conjuntamente de los ingresos fiscales globales que le correspondan a cada uno de ellos en función de su consumo. La eficacia que demuestre cada uno de ellos en la gestión, el control y la recaudación del impuesto incidirá, pues, directamente en el presupuesto nacional de cada uno de los demás. Ahora bien el cambio de la responsabilidad individual a la responsabilidad colectiva debe ir respaldado por la confianza mutua entre Estados miembros, corolario de dicho cambio. Si cada uno de ellos va a verse directamente afectado por la eficacia con la que los demás administren, controlen y recauden el impuesto, deberá confiar en que cada uno de los demás desempeñará estas tareas colectivas de forma satisfactoria. Es necesaria una confianza mutua entre los Estados miembros en tres aspectos : atribuciones, actuaciones y resultados. En primer lugar, cada Estado miembro ha de tener el convencimiento de que los demás cuentan con un nivel mínimo suficiente de atribuciones para el control y la recaudación en el ámbito nacional. Ello supone, entre otras cosas, que se imponga un mínimo suficiente de obligaciones comunes a los sujetos pasivos y, en particular, en materia contable y el llevar registros, basadas esencialmente en una práctica comercial normal. En este contexto, habrá que determinar lo que constituye el “mínimo suficiente”. Sin embargo, al determinar este mínimo, es también 29 importante, por un lado, preservar los ingresos y, por otro, asegurarse de que las empresas que cumplan sus obligaciones no se vean perjudicadas por una competencia desleal por parte de operadores poco escrupulosos que no respetan la ley. Resulta fundamental garantizar que las organizaciones delictivas no pueden aprovecharse de las diferencias existentes entre los Estados miembros para realizar ilegalmente beneficios en detrimento de las empresas que se atienen a las normas. Este mínimo debe, por tanto, determinarse teniendo presente la necesidad de que existan medios adecuados para detectar y sancionar el fraude y la evasión fiscal. Estas medidas deberían aplicarse por igual en toda la Comunidad, a fin de impedir que todo aquel que cometa un fraude puede valerse de diferencias importantes en las normas y las sanciones aplicables a las prácticas fraudulentas. Tal y como se ha señalado ya, estas consideraciones irán estrechamente unidas al reexamen de las obligaciones de los sujetos pasivos a que antes se hacía referencia. En segundo lugar, cada Estado miembro ha de tener asimismo el convencimiento de que se llevará a cabo un mínimo suficiente de actuaciones comunes de control y recaudación. En este contexto, habrá que determinar lo que constituye un mínimo suficiente de actuaciones comunes. Por último, cada Estado miembro ha de tener el convencimiento de que la calidad de los resultados de estas actuaciones será de un nivel aceptable. Para garantizar la calidad de los resultados, es necesaria una total transparencia en los resultados de cada Estado miembro. Para ello, deben reproducirse a nivel comunitario los sistemas e instrumentos de gestión (indicadores y estadísticas de resultados) de que disponen los Estados miembros para supervisar los resultados de sus propias administraciones regionales y locales. La responsabilidad de esta supervisión debería recaer, básicamente, en la Comisión, asistida por un comité consultivo integrado por representantes de los Estados miembros. Posteriormente, habría que evaluar los resultados concretos de cada Estado miembro en relación con los criterios fijados. En el supuesto de que dicha evaluación pusiera de manifiesto que no se cumplen tales 30 criterios, y que, por consiguiente, se han puesto en peligro los ingresos procedentes del I.V.A. de todos los Estados miembros, estas pérdidas habrían de compensarse a través del sistema de reasignación macroeconómica de los ingresos del I.V.A. 2. Mayor énfasis en la cooperación. La cooperación administrativa cobrará mayor importancia con el nuevo sistema. Si bien a efectos fiscales todas las transacciones se considerarán realizadas en el Estado miembro en que esté censado el sujeto pasivo, materialmente la transacción podrá desarrollarse en otro Estado miembro. Para que el primero pueda controlar todos los aspectos de la transacción, habrá que verificar el aspecto material de la misma, lo cual exige una total cooperación entre el Estado miembro de identificación y aquel en que se efectúe la transacción material. En resumen, se requerirá un grado de cooperación entre los Estados miembros, como mínimo, equivalente al que existe hoy dentro de cada Estado miembro. Lógicamente, la nueva responsabilidad colectiva propiciará de forma decisiva esta cooperación. De hecho, desde el punto de vista de sus intereses financieros, para un Estado miembro será, en última instancia, tan importante prestar su asistencia como concentrarse en la gestión nacional. Además, el procedimiento de supervisión y evaluación de los resultados de los Estados miembros debe también incluir su labor de cooperación. Con todo, son necesarias tres medidas adicionales : En primer lugar, el marco jurídico existente en materia de asistencia mutua y cooperación administrativa requiere una extensa reforma. En particular, han de reforzarse las obligaciones de cooperación y de establecerse disposiciones expresas para supervisar el resultado de la cooperación. Asimismo, habrá que intensificar la cooperación en los procedimientos de inspección y de apremio y garantizar que las sanciones administraciones y penales de los Estados miembros se ajustan debidamente al nuevo régimen. Será especialmente necesario garantizar una intensa colaboración judicial. En segundo lugar, el nuevo sistema requerirá que se acuerden métodos comunes para un control y una recaudación eficaces, es decir, 31 para lograr que el control y la recaudación puedan ser tan satisfactorios en un Estado miembro en el que únicamente tiene lugar la parte material de la transacción como en el Estado miembro de identificación. Durante el régimen transitorio se han realizado ya pruebas para el desarrollo de estos métodos de control. Además, se necesitarán nuevos instrumentos y métodos de cooperación. A la hora de desarrollar tales instrumentos, la infraestructura y la experiencia del régimen transitorio, y sobre todo el sistema de intercambio de información sobre el I.V.A. desempeñarán un papel importante. Finalmente, en las administraciones fiscales nacionales debe instaurarse un nuevo espíritu de colaboración a nivel personal, basado en una comprensión y una confianza mutuas mucho más profundas. 3.4. Necesidad de un régimen definitivo El régimen transitorio da a los Estados miembros la impresión ilusoria de seguir disfrutando de una total soberanía en la determinación de sus ingresos y el funcionamiento global del I.V.A. ; en realidad, la complejidad y la subjetividad del sistema, así como su inadecuación frente a los nuevos desafíos económicos y las divergencias de aplicación que pone de manifiesto, perjudican a la competitividad de las empresas, sin que los Estados miembros tengan la seguridad de percibir los ingresos que les corresponden. El régimen definitivo implica una reestructuración general del sistema de I.V.A. y sus consecuencias son considerables tanto para la Comunidad en su conjunto, como para los Estados miembros tomados individualmente. El régimen previsto exige un proceso de armonización de las legislaciones de una magnitud que, hasta ahora, nunca se había contemplado en el ámbito de los impuestos indirectos, en particular el del I.V.A., a fin de restablecer la eficacia económica del sistema impositivo del I.V.A. Ahora bien, la pregunta que hay que plantear es la siguiente : ¿Existe realmente alguna posibilidad de lograr los objetivos que se 32 atribuyen al nuevo sistema común de I.V.A. por otro método y sin las consecuencias antes expuestas ? La conclusión a la que se puede llegar es que ello es imposible y que el proceso señalado es ineludible. Renunciar a los elementos claves del régimen previsto o a la armonización imprescindible que supone impediría, por completo, evitar los riesgos de fraude y la disminución de los ingresos fiscales y hacer posible, al mismo tiempo, una simplificación fundamental del sistema impositivo. Las consecuencias serían, sin duda, nefastas : el nuevo régimen no sólo adolecería de muchas de las deficiencias del régimen actual (como, por ejemplo, las divergencias de aplicación), sino que provocaría, además, un falseamiento de la competencia particularmente perjudicial y que supondría un grave menoscabo para la neutralidad del impuesto, característica esencial del I.V.A. Ello podría conducir a un desplazamiento de las actividades económicas hacia los Estados miembros en los que el régimen impositivo sea más favorable, alejando así el Estado miembro de imposición del Estado miembro de consumo, lo cual incidiría inevitablemente en los ingresos que habría que reasignar entre los Estados miembros. En consecuencia, el funcionamiento de un sistema de tributación en origen se haría imposible. Por todo ello, queda un largo camino por recorrer antes de que se hayan tomado todas las medidas necesarias para la transición al nuevo sistema común de I.V.A. que responda a los criterios de un verdadero Mercado Único. 4. CONCLUSIÓN El futuro de la armonización en el I.V.A. no resulta difícil de predecir en cuanto a los objetivos a alcanzar por las instituciones comunitarias ­ superación del régimen transitorio y adopción de un régimen definitivo, es decir, el tránsito desde la tributación en destino a la tributación en origen. Por consiguiente, resulta claro que las exigencias del Mercado Interior obligarán a la adopción del principio de gravamen en el país de origen y al subsiguiente establecimiento de un sistema de compensación financiera 33 que cohoneste aquél con el mantenimiento de unos niveles de recaudación considerados normales en los países que, como España, pueden resentirse del impacto que, sin duda, generará la consolidación de los objetivos de la Unión Europea. Junto a ello, no resulta arriesgado predecir una labor armonizadora tendente a reducir - con el objetivo futuro de anulación - las facultades que, todavía, asisten a los Estados miembros en materia de tipos de gravamen, en una dirección que, de forma previsible, estará condicionada por el mantenimiento de la recaudación y por la eliminación de las excepciones que aún permite la Directiva de 19 de octubre de 1992 y que, para nuestro país, se traducirán, inevitablemente, en una elevación del tipo general o normal de gravamen del I.V.A. 34 BIBLIOGRAFÍA ALBI, E. (1997) : “Principio de origen y principio de destino”, Ekonomiaz, pp. 59-64. CALLE SAIZ, R. (1997) : “Balance y perspectivas de la armonización fiscal en la Unión Europea”, Revista Hacienda Pública Española, I.E.F., Madrid. DE LUIS, F. (1992) : “El período transitorio del I.V.A. en la C.E.E.”, Tribuna Fiscal, El nuevo lunes, 1-7 junio 1992. DELORS, J. (1992) : “1992 : Un año bisagra”, Boletín CE, 1/1992. ESCRIBANO, A. 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