Contrato de trabajo. Relación de trabajo. Relación de dependencia encubierta. Profesionales universitarios. Analista de sistemas. Perel José Martín c/Microcomp S.A., C.N.A.T., Sala II, 10/2/04. VISTO y CONSIDERANDO: Para resolver el recurso de apelación que ha sido interpuesto, la Dra. González dijo: El pronunciamiento recaído en la instancia anterior, mediante el cual la señora juez “a quo” acogiera la demanda incoada al amparo de las disposiciones emergentes de la Ley de Contrato de Trabajo, suscita los agravios de la parte demandada quien, a tenor del memorial que luce anexado a fs. 385/397 finca su disenso en cuestionar el análisis que de los elementos probatorios reunidos en el “sub lite” llevara a cabo la sentenciante de la instancia anterior con respecto a la naturaleza jurídica del vínculo que unió a los litigantes, sosteniendo que se hallaría eficazmente demostrado que el mismo no fue de carácter laboral sino que se habría tratado de una locación de servicios, dado el carácter de profesional universitario del actor y la ausencia de las notas típicas de una relación subordinada, haciendo alusión a las características del servicio prestado y el marco contractual empresario en que se habría desarrollado el mismo. También es motivo de queja la procedencia de las indemnizaciones derivadas de las Leyes 25.323 y 25.345 y el reclamo que reconoce fundamento en el art. 40 del C.C.T., 130/75, al sostener que –a su criterio– no se habrían cumplimentado los requisitos fácticos necesarios para su procedencia. Finalmente, peticiona la reducción de las mencionadas multas sobre la base de lo normado en el art. 2, última parte de la Ley 25323. Delimitados de tal suerte los cuestionamientos sometidos a consideración del Tribunal, corresponde dar tratamiento preliminar a los reparos articulados en orden a los aspectos concernientes a la determinación de la calificación jurídica de la relación mantenida con el Sr. Perel. Con posterioridad a un detenido y pormenorizado análisis de los elementos probatorios adunados al “sub lite”, a la luz del principio de la sana crítica (arts. 90, LO y 386, C.P.C.C.), se arriba a la convicción de que no le asiste razón a la recurrente en su pretensión recursiva, en tanto surge claramente demostrado, especialmente a través de la coincidente prueba testimonial rendida a propuesta de la parte actora (Bin a fs. 271/273, Cueva a fs. 277/278 y Caparulo a fs. 308/309) que los trabajos desarrollados por Perel, como “auditor y consultor informático” dentro de la estructura empresaria de la demandada se encontraban sujetos al cumplimiento de días y horarios fijos (lunes a viernes de 9 a 18 hs), directivas impartidas por personal superior perteneciente a la accionada (Sres. Alonso y Taboada –v. fs. 287 y 274–), suministro de parte de Microcomp SA de los elementos e instrumentos necesarios para la realización de la labor encomendada y pago de una suma dineraria única mensual. Las circunstancias analizadas pone en en evidencia la existencia clara de una vinculación de naturaleza subordinada, en el marco de lo normado en los arts. 21 y 22 de la L.C.T., razón por la que la desestimatoria del cuestionamiento en análisis se propiciará. En tal contexto, devienen irrelevantes, a los fines de determinar la naturaleza contractual, las imprecisas declaraciones prestadas por Alonso y Taboada (fs. 287/289 y 274/275, propuestos por la accionada) quienes, sin dar suficiente razón de sus dichos, relativizan las características dependientes del trabajo desarrollado por Perel, destacando como dato determinante del carácter independiente de su prestación, la circunstancia de tratarse de un profesional universitario (analista de sistemas) y la facturación de sus servicios. Respecto del valor probatorio de los testimonios precedentemente reseñados, es menester memorar lo expresado por Echandía, Devis: “Teoría general de la prueba judicial” – 5ª ed. – 1981 – T. II – págs. 274 y ss., cuando, citando a Florian, dijo que “... el juez debe examinar los testimonios libre de prejuicios, convencido de que la mayoría de los actos humanos no responden a la lógica; cabe separar aquellas partes que le parezcan sinceras y veraces, de las otras que crea mendaces o erradas, porque no hay indivisibilidad de testimonio, y el testigo puede recordar unas circunstancias y otras no, unos aspectos del hecho y otros no; para esto debe buscar, en primer término, los motivos o fuentes de donde el testigo dice haber recibido la información o el conocimiento, que son los que determinan la credibilidad”, premisas a partir de las cuales, habrá de asignarse plena eficacia convictiva a las declaraciones vertidas por los declarantes propuestos por la parte actora, en tanto han dado suficiente razón de sus dichos y demostrado conocer las circunstancias de modo, tiempo y lugar de los hechos respecto de los que fueran interrogados, coincidiendo por otra parte con la versión brindada en el libelo de demanda. Al respecto, cabe memorar que el contrato de trabajo prescinde de las formas frente a la evidencia incontrastable de los hechos, por lo que ninguna relevancia tienen las manifestaciones que pudieren haber realizado las partes de buena o mala fe para calificar sus relaciones, o incluso, el silencio que el dependiente pudiera haber observado, durante el curso de la relación. Así, ni el lugar de trabajo, ni el cumplimiento de horarios, ni la falta de exclusividad u otra serie de elementos netamente formales, resultan determinantes de la inexistencia de una relación laboral, cuando, como en el caso se trata de la prestación de servicios personales e infungibles a favor de otro, según sus órdenes e instrucciones y bajo su dependencia jurídico–personal. Asimismo, esta Sala ha sostenido reiteradamente que “las mentadas y tradicionales profesiones liberales han sufrido sensibles modificaciones en su desenvolvimiento e inversión en el campo social, pudiendo afirmarse que la excepcionalidad que antes se asignaba al desempeño como dependiente de personas con esa capacitación o habilitación hoy ya es un fenómeno común por lo que la sola circunstancia de que la actora sea un profesional ... no permite inferir por esa sola condición, que no haya podido estar a órdenes de la demandada” (sentencia definitiva 69.691 – 31/3/92 – “in re” “Pellegrini Silvia c/Iglesias Blanco s/despido”). En tal contexto, con la acreditación de que el actor extendía facturas por sus trabajos profesionales, no se ha logrado demostrar siquiera mínimamente, el carácter de empresario o “profesional” liberal de quien prestara el servicio (con idéntico criterio, v. esta Sala – sentencia 89.421 – 8/6/01 – “in re” “López Pedro c/Pérez Redrado Hernán M. y Otro s/despido”). No puede soslayarse que la demandada ha invocado que la vinculación con el accionante se dio en el marco de una locación de servicios, respecto de cuyo extremo no sólo no aportó prueba asertiva sino que tampoco acompañó contrato escrito entre las partes de donde se desprenda la voluntad del profesional en acordar determinadas condiciones de contratación, debiendo memorarse al respecto que –según la doctrina prevaleciente– no puede considerarse subsistente a la locación de servicios como relación contractual típica distinta de la relación de trabajo (cfr. López Justo: “Ley de Contrato de Trabajo comentada”, redactada en colaboración con Centeno y Fernández Madrid – Buenos Aires – 1978 – T.I – pág. 236), habiéndose incluso sostenido que la misma expresión es una “terminología anacrónica, basada en circunstancias históricas desaparecidas”, así como también que “su supervivencia en el derecho moderno es un fenómeno sorprendente” (Borda: “Tratado de derecho civil argentino, contratos” – T.II – pág. 10). Al respecto nuestro Más Alto Tribunal ha señalado que la libertad que tenía el dependiente para realizar sus tareas conforme a su competencia, no le quita la condición de subordinado (C.S.J.N. – DT – 1976 – pág. 591; esta Sala – sentencia definitiva 50.386 – 11/2/82 – “in re” “Iñíguez de Federico Rosa c/Editorial Olta S.A. y Otra”). Tales circunstancias, aunadas a la existencia de facturación correlativa y por montos idénticos desde el 5/99 al 3/01 (v. constancias obrantes en legajo 3372 e informe pericial contable de fs. 329/338) y lo informado a fs. 229 y 250/258 por la A.F.I.P. y la A.N.Se.S., respectivamente, en orden a que Perel fue denunciado por la demandada durante el lapso 1/99 a julio de 2000, permiten confirmar que el vínculo habido entre los litigantes se enmarcó en el ámbito de la Ley de Contrato de Trabajo, careciendo de toda relevancia las observaciones que vierte la quejosa con respecto al contenido de los mencionados informes, en tanto las mismas sólo trasuntan una mera disconformidad con el resultado de tales informes, más aún si se pondera que los datos brindados por los aludidos organismos derivan de actos llevados a cabo por la propia accionada. Asimismo, debe puntualizarse que, de conformidad con las reglas del “onus probandi”, habiendo la requerida reconocido la prestación de servicios por parte del actor, durante el período invocado en la demanda (del 13/6/97 al 30/4/01), a su cargo se hallaba la obligación procesal de demostrar que por las circunstancias, relaciones o causas que motivaron dicha prestación se demostrase que no se trató de un contrato de trabajo (cfr. arts. 377, CPCC y 23, LCT), extremos fácticos que no se cumplimentaron en la especie, razón por la que no cabe sino concluir que el vínculo que unió a las partes fue, reitero, de naturaleza laboral. Sentado lo expuesto, cabe abocarse al análisis de las demás cuestiones sometidas a consideración de la Alzada. En lo concerniente al progreso de las multas reclamadas en función de las previsiones de la Ley 25.323 (arts. 1 y 2), bastará con señalar que no se cuestiona en el memorial recursivo la conclusión a la que arriba la sentenciante de grado en lo relativo a que la relación laboral mantenida entre los litigantes feneció por decisión de la empleadora, comunicada mediante la notificación cursada al actor con fecha 30/4/2001 en donde ponía en conocimiento de éste que “comunicamos a ud. que a partir del 30/4/2001 prescindimos de vuestros servicios”, debiendo señalarse al respecto que, la intimación previa que requiere la mencionada normativa ha sido satisfecha mediante el despacho del 9 de noviembre de 2001 (v. fs. 208). Tampoco será receptada la pretensión que persigue la reducción o eliminación de la multa prevista en el art. 2 de la Ley 25.323, habida cuenta que amén de resultar injustificado el despido dispuesto, no se han arrimado al “sub lite” elementos probatorios idóneos que permitan acceder a la petición que se postula, no resultando suficiente a tal fin el carácter de profesional universitario del trabajador. Sin embargo, con relación a la multa que reconoce fundamento en el art. 45 de la Ley 25.345, habrá de señalarse que le asiste razón a la quejosa, en cuanto destaca que el accionante no habría cumplimentado los requisitos formales exigidos por la normativa, dado que el despacho mediante el cual se intima a la entrega de los certificados del art. 80 de la L.C.T., no fue impuesto dentro del plazo de treinta días posteriores a la extinción del vínculo, tal como lo requiere el Dto. 146/01, razón por la que cabría desestimar el reclamo incoado con tal fundamento. Finalmente, habrá de desestimarse el agravio articulado en relación a la procedencia del rubro contemplado en el art. 40 del C.C.T. 130/75 “asistencia y puntualidad”, puesto que la recurrente no ha alegado ni probado que el accionante no hubiere cumplido regularmente con su prestación laboral, de modo tal que no le asistiera derecho a percibir el adicional en cuestión. Por todo lo que llevo expuesto, de compartirse mi voto, habré de propiciar la modificación del pronunciamiento de primera instancia en lo principal que decide y reducir el monto de condena a la suma de $ 24.653,75 ($ 30.143,75 – $ 5.490) con más los accesorios indicados en la instancia previa, aspecto que arriba firme a la Alzada. En atención al nuevo monto por el que progresa el reclamo, cabe dejar sin efecto lo decidido en la instancia anterior en materia de costas, las que deberán determinare en forma originaria (art. 279, C.P.C.C.). Es menester memorar que reiteradamente se ha sostenido que en los supuestos en que la demanda prospera parcialmente, las costas deben ser distribuidas en la forma que prevé el art. 71 del C.P.C.C., toda vez que aun cuando pueda considerarse que el demandante se vio obligado a litigar, ello es exacto únicamente en relación con la porción admitida de sus reclamos, por lo que no habría fundamento para que quien sólo en parte es vencedor resulte eximido de las costas y éstas sean íntegramente soportadas por quien también obtuvo una victoria parcial (cfr. esta Sala – sentencia 72.160 – 26/10/93 – “in re” “Soria Carlos D. c/Butomi S.R.L.”). En tal inteligencia, tomando en consideración la importancia de los rubros admitidos y rechazados, corresponde distribuir proporcionalmente las costas de ambas instancias, en el noventa por ciento (90%) a cargo de la demandada, vencida en lo sustancial del reclamo, y el diez por ciento (10%) restante, a cargo de la parte actora. No obstante la variación que se produce en el monto de condena y la forma de imponerse las costas del proceso, habiéndose regulado los honorarios profesionales en porcentajes a calcular sobre el monto de condena con más sus accesorios, cabría mantener los determinados a favor de la representación letrada de la parte actora y de la representación letrada de la demandada, por encontrarse ajustados a derecho, tomándose en cuenta el valor económico del litigio, el resultado obtenido y lo normado en los arts. 38, LO y 6, 7, 8, 9, 19, 39 y concs. de la Ley 21.839. En lo que atañe al perito contador, tomándose en consideración lo expuesto y lo normado en los arts. 38 de la LO y 3 del Dto.-Ley 16.638/57, sus honorarios no se exhiben reducidos, por lo que cabe su confirmación. Asimismo, se regulan los honorarios de las representaciones letradas de las partes, por su labor en la Alzada, en el 25% de lo que en definitiva les corresponda por su actuación en origen. El Dr. Bermúdez dijo: Adhiero al voto de la Dra. González por compartir sus fundamentos. Por lo que resulta del acuerdo que antecede (art. 125, segunda parte, Ley 18.345), EL TRIBUNAL RESUELVE: I. Modificar la sentencia de primera instancia y reducir el monto de condena a la suma de pesos veinticuatro mil seiscientos cincuenta y tres con setenta y cinco centavos ($ 24.653,75), con más los intereses dispuestos en el fallo de grado. II. Dejar sin efecto lo decidido en primera instancia en materia de costas, debiendo procederse a su determinación en forma originaria. III. Declarar las costas de ambas instancias en forma proporcional en el noventa por ciento (90%) a cargo de la demandada vencida en lo sustancial y el diez por ciento (10%) restante, a cargo del actor. IV. Confirmar los honorarios del perito contador y mantener los regulados a la representación letrada de la parte actora y de la demandada. V. Regular los honorarios de las representaciones letradas de las partes, por sus trabajos en segunda instancia, en el veinticinco por ciento (25%) de lo que en definitiva les corresponda, por su labor en origen. Regístrese, notifíquese y devuélvase. Jorge G. Bermúdez y Graciela A. González