Pensar la politica hoy

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(Pensar la politica h
E
s d iffcil sus trae rse a los
ace ntos m ilenarista s que
desp ierta es ta epoca de fi­
nales de siglo. Mas parecen haber
aflorad o acentos y sentimientos
que remiten a una ex perie ncia de
limite que no ca be atribuir trivial
y precipi tad amen te a una pers­
pectiva soc io-historic a pesirn ista
o a una concepcion so teriologica
de la filosoffa. Pues, hace no mu­
cho , afirmaba enfatic ame nte
Kapste in, dir ector de estu dios del
Co nsejo de Relaciones Exteriores
de Nueva York, que «puede que
Fernando Ques
es catedratico d
el mu ndo es te avanza ndo inexo­
Polftica en la U.
rablem ente hacia uno de esos tra­
director
de la Re
g icos mom en tos que hara que los
fnternacionaf de
histori adores del futuro se pre­
Polftica . Entre s
gunten: (,por que no se hizo nada
publicaciones m
a tiempo? .. ~Qu e les impedfa dar
figuran : Etica y
una crftica de fa
los pasos necesarios para evitar
polftica,
Sobre f
una crisi s rnundial ?»". Prognosti­
de fa Fifosoffa P
co y advertencia que se lla el autor
Reconstrucci6n
apuntando dir ectam ent e a los go ­
democracia.
biemos y a sus co nsejeros econo­
micos que, agorera y derna gog i­
ca mente, cul pan al hec ho y a las exigencia s intrinsecas
zac ion economica la situac ion de ingobema bilidad d
* BAJO la nibr ica de «Ensayo» , el Bolet in Inform ative de la Fund
pub lica cad a mes la co labo rac ion origina l y excl usiva de un esp ecial ista s
un lema general. A nter iorme rue fue ron objet o de eSIOS ensayos ternas re l
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puestamente incontrolables, sometidas a las leye
dial y que se articulan como procesos excluye
duos como de determinados grupos sociales y n
dichas orientaciones y fuerzas economicas no
propio autor subraya, un «hecho incontrolable,
sificado como resultado de una serie de decision
por las principales potencias industriales en lo
Asf como la decision britanica de 1846 de abol
agrario se tomo polfticamente como una medida
intereses industriales que demandaban mano de
global posterior a la Segunda Guerra Mundial s
de decisiones politi cas conscientes» (El subray
habria fallado en estos ultirnos veinte aries seria
justo abandono del acuerdo y compromiso adqu
cias politicas nacionales que asurnian garantiza
de la globalizacion econornica se utilizarian pa
perdedores en interes de la estabilidad politica»
La necesidad e inexorabilidad de las leyes q
para justificar el statu quo no parecen resistir, pu
terios analfticos de la situacion actual. EI resulta
pregonada «aldea global no existe... EI crecim
fracasado para dos tercios de la humanidad», Co
sentaba el sueco Bo Asplund en Madrid, en el
forme sobre Desarrollo del Programa de la ON
(PNUD). De entre sus datos se destacan alguno
de inocente mecanicismo con que se nos presen
mico: los bienes de las 358 personas mas ricas d
al 45% del ingreso de toda la poblacion pobre d
ticia en el fracaso es tan grande que , al decir de
-'>
Len guaje, Ane, Historia, Prensa, Biologla, Psicologia, Energfa,
en las Autonornias, Ciencia moderna : pion eros espafioles, Teatro
miisica en Espana. hoy. La lengua espano la, hoy. y Cambios pol
En eI Boletin anterior se inicio la serie ' La filosofla, hoy '. co
continental, por Carlos Thiebaut , caiedratico de la Univer sidad C
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la pretensi6n de unidad segun la cual se reconciliari
mente el pensamiento y la practica, la filosoffa y los p
lucionarios. Tales planteamientos no corresponden a l
autonomfa de los campos referidos. La propuesta de M
da en los primeros trabajos de su tesis doctoral, sobr
mundo» de la filosoffa y la posterior teorizacion ace rc
filosoffa no puede realizarse mas que a traves de la s
proletariado, marcan un planteamiento cuasi religioso
nalo conciliaci6n ultima que no asume la historicidad
no ni atiende a la contingente apertura que conlleva el
los procesos socio-politicos. De otro lado, se produce u
ci6n de la naturaleza de la filosoffa (que afecta especia
losoffa polftica): la dimensi6n de sospecha que introd
miento filos6fico en el orden de la construccion de 10
pecialmente, la iniciativa crftica que asume la propia f
mismo momento de la aparici6n del pensamiento raci
traduce en esa labor de topo cuya tenacidad acaba soca
ses de los diferentes enunciados 0 doctrinas que preten
impunemente los lfmites de la racionalidad. La activid
pues, ni se identifica con ninguna forma concreta hi
grada ni aspira a su «realizacion» como pensamiento
nal. Desde esta perspectiva y de modo complementar
politico, la crisis de los pafses del este significa, si aten
lisis de Adam Przeworsky, que se ha mostrado como
lla situaci6n ideal tanto tiempo perseguida y con tanto
zada que hablaba de la viabilidad de una interrelaci6
alla del orden de la polftica- que se mantuviera limit
ministraci6n de las cosas para satisfacer las necesidad
que se materializ6 en el comunismo con la apropiaci
los medios de producci6n y un mando centralizado; d
habrfan resultado fallidos la posibilidad de un proyect
do iinicamente en la cooperaci6n desinteresada, asf co
de disociar la contribuci6n social de los individuos de
sa particularmente obtenida. Asi, pues, aunque los val
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triunfante han conseguido ahuyentar las sombra
gitirnacion que afecta tanto a sus principios co
historica. Tocqueville, admirador de la temprana
cratica americana, no deja de advertir -entre des
cion - «e l despotismo que amenaza a los tiempo
estado minimo preconizado acaba proyectandos
unifonne, mas centralizado, mas amplio, mas l
so». Su penetrante estudio de los proce sos que
gar en el liberalismo americano Ie permitio avi
nomenos mas reciente y dramaticamente sentid
«seres opulentos, influyentes y ricos » que dispu
bierno 0 convierten este ultimo en un miembr
siempre el mas fuerte, de ese grupo de tan formid
der, el cual hoy tiene la fonna de grandes organ
sa de enonnes intereses economicos concentrado
formado conlleva el hecho de que «los soberano
solo tratan de hacer gran des cosas con los hombr
bres grandes». En esta instrumenralizacion polfti
individuo cuenta unicamente como un elemento
lizado, en las formaciones de gobierno disefiadas
do este trastocamiento de valores tan rapidam
nuestro autor «la apatia general , fruto del indiv
la piedra de toque del liberalismo de ayer y de
que ha mostrado para recrear el ambito simbolic
tica, la incapacidad para asentar -superado el fal
versalista de sus inicios- un espacio de 10 publi
mo ambito critico-hermeneutico de las necesida
competencia para general' el mundo de creenci
ejercicio de la actividad politica, la impotencia
ginario social que pudiera proporcionar el mant
den de los sujetos «iguales» y que apelara in
ideas de solidaridad y justicia'. Es justamente el
tereses particulares» que vacfan la propuesta de
apropiada de la polftica. Remite asf ala ontologf
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dos guerras mundiales, se habria esforzado por paraliz
suya la conservadora idea de ingobernabilidad- todos
de participacion democratica en las instituciones por p
ciedad de masas hist6ricamente existente. Contrariame
titud delatada, «10 que importa combatir -sentenci6 To
es tanto la anarqufa 0 el despotismo como la apatia que
nar casi indistintamente 10 uno 0 10 otro». Sintomatica
sido el propio Hegel -agudo analista de los tiempo
quien habia situado, igualmente, en «el tedio que se a
existente» el signa mas claro de la presencia de la crisis
este contexto de ideas no deja de ser significativo el hec
ideologos del liberalismo triunfante, en cuanto horizon
pensamiento polftico, unan su exito, precisamente, co
miento de una era, de «un tiempo muy triste », dominad
de los condenados «a cuidar etemamente de los museo
ria de la humanidad», ligados a la «fortisima nostalgi
tiempos en los que existfa la historia». En estos termin
los iiltimos parrafos de su trabajo G·EI fin de la histori
como Fukuyama -que se adelanto a los sucesos del mu
consagra las virtualidades delliberalismo establecido.
La epoca de la neutralidad, titulo de una obra de Ca
sirvi6 a su autor para denominar el proceso iniciado en
en el cual el dominio de la tecnica y la hipoteca de la p
economicismo naturalizante de la «rnano invisible», q
los confl ictos de la sociedad, acaban vaciando de con
parlamentarismo racional-universalista del primer lib
sustituci6n de la «politicidad» por el «poder econ6mic
liberalismo hacia una neutralizaci6n del sistema «que p
por apolftico y hasta antipolftico», habia escrito en EI c
polftico. Desde esta refundaci6n liberal de la polftica n
de legitimaci6n mas que como «legitimaci6n del stat
perspectiva de formalismo generalizante en el orden de
y formalismo abstracto en el plano polftico no establec
con respecto aJ tipo de gobiemo. Ambas consideracio
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so a una nueva forma de apatfa civica y propici
--en una radicalizacion de la Ifnea weberiana- p
el surgimiento de los «lideres», del «caud illaje
una competici6n para obtener los votos de los
determinan los problemas ni toman las iniciati
-sentencia nuestro autor- es el gobiemo del pol
namiento de la naturaleza de la polftica y esta c
del poder, que desde la critica schmittiana y la e
taJitarismos que se han sucedido en nuestro si
grandes problemas en los que tradicionalmente
losoffa polftica, han perdurado, con acento desig
de la decada de los ochenta. Todavfa en esos a
diados de los ochenta, un autor como Bobbio
cuestiones con dos trabajos influyentes: Las pr
de la democracia y ~G obierno de los hombres
yes ? Y no convendrfa olvidar, por otra parte, q
politicos vuelven a hablar en nuestros dfas de u
politico» en las democracias occidentales.
La dram Mica experiencia de los totalitarisrn
recci6n de una «repolitizacion», que hizo surg
denominados «nuevos liberalisrnos». Tras la Se
dial , al socaire de los acuerdos sociales propuls
cion del Estado de bienestar, que se habia inicia
XIX, ciertos autores Jiberales asumieron esa nu
superadora del utilitari smo al uso, retomando u
beral que remitfa a Kant y a Mill. Es diffcil ob
John Rawl s, a partir de los afios sesenta y espec
con su obra Teoria de la justicia, fue y es uno
ponentes. Este tercer ambito de reflexi6n teorica
do preeminente hasta nuestros dias , a los filoso
Son justamente los cambios polfticos y cult
brando forma en esta decada de los noventa los
nalmente, para referimos a algunas de las nuev
reactua1izado --en un nuevo nivel- las dimensio
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no deja de ser parcial, Ie sirve para especificar, clar
nomfa de la filosoffa polftica y marcar una distinci
pecto a la etica -y, por supuesto y como ha sido un
t6rica, con respecto al derecho-. EI sentido y la ext
crito, no obstante, solo me permitiran aludir ados
del trabajo del profesor de Harvard y serviran, igualm
muestra expresiva de la comentada actualidad de la
ca, asf como de sus problemas 0 Ifmites.
Lo primero que sorprende de la obra citada -Elli
tico- es la valoraci6n que presta a su primer trabajo:
ticia. A saber, 10 que caracteriza ahora como «idea
sociedad bien ordenadax", Lo que ha venido a remov
quitect6nicas de su pensamiento, segun reconoce,
consumado de la pluralidad de forrnas de vida que, s
de convivir en un mismo espacio geografico y po
creo que 10que traduce la necesidad sentida de re-fu
losofico-politica en 10 que , desde este momento, de
lismo polftico» esta fntimamente trenzado con la in
corre todas las sociedades y que se traduce en que
de vivir es ya tan azaroso como diffcil. Ciertament
no convendrfa olvidar las distancias abismales que s
ciones y marcan los contextos de libertad. En todo c
-quien nunca ha conseguido configurar te6ricamen
de justicia como para ser aplicados al conjunto de
ha vuelto problematica la mera supervivencia de las
cluso en los pafses mas desarrollados. Esta inquietud
te desasosiego social ante el hecho de la pluralidad
permean profundamente nuestra propia cultura. Pue
sos de descolonizaci6n de los afios cincuenta, ha
desconcierto en nuestras sociedades occidentales:
somos una minoria entre otras minorfas culturales,
tes no son s610 ellos sino nosotros tambien, que no s
sotros, sino que tam bien somos vistos. Esa fuerza c
la propia identidad que conlleva la mirada del otro
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de una sociedad justa, puesto que algunas doctrina
no aceptan los principios politicos de justicia e igu
utilizan para conseguir un acuerdo entrecruzado
tanto , s610 tratamos de y con una pluralidad «razo
esfuerza por advertir claramente que la cuesti6n d
justicia entre grupos plurales no puede confundirse
acerca de la «verdad » de los diferenciados plantea
les. Pues la filosoffa politica del «Iiberalismo polit
tensi6n de un acuerdo traslapado, no puede asum
se fundamenta en ninguna de las plurales ideolog
siones religiosas 0 de los sistemas filos6ficos. Po
menta en 0 desde supuestos 0 teorfas epistemol6gi
tablecer criterios objetivos sobre la verdad, sobre
una doctrina u otra. La idea de razonabilidad «es p
un ideal politico de ciudadanfa que incluye la idea
(ob. cit. p. 93) . Ahora bien, ~es tan «razonable» es
da para una teorfa filosofico-politica? 0, dicho de
realmente un criterio valido para distinguir las d
hensivas «razonables» de las que no 10 son? Desde
~esta libre la idea de razonabilidad de Rawls de se
na doctrina 0 sistema particular? La respuesta a e
importante para saber si, entre otras cosas, dada la
ca inedita 0 peculiar en que vivimos, somos -filo
mente- unicamente coeraneos de nuestro tiempo
temporaneos que tienen la sensibilidad suficiente
blecer el «sondeo de 10 racional » en el propio proc
Uniendo mi analisis crftico de Rawls a la expo
de los problemas de una filosoffa polftica actual,
primer lugar, la afirmaci6n rawlsiana contenida e
ducci6n de El liberalismo polftico referida a la fa
ejes centrales de su pensamiento, puesto que cons
politica como una «sociedad de sociedades». Asf, e
cribe: «presumo que la familia es justa». Afirmac
que piensa sa/dar las crfticas que «sostienen que e
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de las familias monoparentales al explosivo fen6m
Giddens transcribe como «familias recombinantess",
ya por los criterios tradicionales de genero, estamos
a una reinstitucionalizacion de las relaciones de gene
«al margen de los restos de las forrnas de vida famili
das» como a una disposicion de formas de identida
duos que remiten a un nuevo nivel de reflexividad y
opciones expresivas, propias de un nuevo tipo de ind
dema. Este acriticismo sociol6gico parece, 0 bien rem
prensi6n normativo-ideal previa que condiciona la «
de otras opciones (10 que irfa contra todo su proye
ponder a los intereses filosofico-politicos predetermin
tema liberal tradicional al que recurre, Esta segunda p
duciria a un autentico «cfrculo vicioso» que pondrfa
cleo de la «posici6n original» y la pertinencia de su c
Desde una consideraci6n jurfdica, los motivos de afec
presividad personal a la hora de decidir establecer u
terpersonal no pueden ser confundidos con los der
que quienes las establecen tienen como personas, lo
necen en cualquier caso y adquieren especial releva
permanencia de la pareja 0 en el traumatico momen
cion: desde los malos tratos, a las situaciones de agr
vo cuando se trata de elegir entre uno u otro en fun
requerido para la prornocion 0 dedicaci6n profesion
posiciones de asimetrfa en un mom enta de ruptura y
cer frente a las exigencias de una nueva forma de vid
racter econ6mico, 0 en las decisivas deliberaciones
procreacion, etc. No en vano, entre otros, estamos a
de los problemas de mayor calado en nuestras socied
la «feminizacion de la pobreza» 0 hiperrepresentaci
res en las bolsas de pobreza.
En un apartado especial deseo tratar mi tercera ob
que hace referencia a una contaminacion ideol6gica
texto, gufa gran parte de su filosoffa polftica. A este
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de la justicia. En este contexto son de una gran in
las pretensiones de Rawls, para quien las mismas
principios utilizados por Lincoln para condenar la
«invocarse para condenar la desiguaJdad y la opres
mujeres». Para concluir afirma: «Creo que es cu
que viejos principios requieren las circunstancias
sistir en que sean respetados por las instituciones
el subrayado es mio). La gran limitacion de Rawls
teoricos del campo de la democracia, consiste en
c1aridad entre los problemas de inclusion y los de
tamente la inclusion de todos los individuos 0 gr
politico no discriminatorio -en cuanto a la unive
derechos formales- significa un progreso en la con
ejercicio de sus posibilidades personales y ciudada
simple ponderar el problema de la «igualdad» , au
que el hecho de la «diferenciacion» puede tener
sas y remedios. Retomando el lema: «10 personal
apunta a la propia constituci6n intema del poder
diferenciaciones que «nombra». Pues , en este siste
determinado polfticamente en cuanto que el propio
vado, lugar de la vida personal de las mujeres, es
co de un contrato hecho entre varones que dictam
te la distinci6n entre privado y publico. En este
sion » de las mujeres en el espacio publico es una
mera magnitud: por primera vez todos los seres hu
sujetos historicos propiamente dichos. Podrian ser
sistir algunos problemas capitales. Dado que la e
de las mujeres con respecto a la vida politica no ha
ni de la carencia de capacidades, sino de un «acue
mativo excluyente realizado por un grupo privileg
tento de igualdad pasa, en primer lugar, por la ref
de la concepcion de la politica como de la estructu
carla. de este modo, desde el concepto de 10 priv
co, desde la idea de «10 politico» a la de «10 perso
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que requieren objetivar los criterios de una nueva te
cia . En tercer lugar, ligado tanto a la redefinici6n de
mo a la posibilidad de un orden justo, se encuentra e
«reconocirniento», que afecta directamente a las con
turales socialmente valorativas 0 de sa probatori as de
pos 0 formas de vida. Pero es necesario advertir que
reconocimiento no es meramente un problema psicol
exige, por una parte, una transmutacion valorativa
asuncion de la diferencia como un valor po sitivo po
tal. (Seria ocioso advertir que ni cualquier diferencia
sf misma ni todas las diferencias son igualmente leg
podriarnos lIamar la convalidaci6n de las diferenci
confrontacion teorica y practica que, de hecho, se lIe
que en ruimero reducido y con dificultades a veces in
10 que ya podemos denominar como «apelacion in
caso de Ia joven filipina Sara Balabagan es ejempl
zonte de apelacion y convalidaci6n que apuntamos.)
ma del reconocimiento, por otra parte, esta igualme
posibilidad de un orden justo. Pues con mucha frecu
lidad misma de la diferencia cultural remite a condic
cas que permitan social mente su mantenimiento. E
dentro de esta serie de condiciones que estamos apun
recuperacion renovada de la filosofia polftica y del es
blico, habra que tener en cuenta que no todas las dife
ser superadas polfticamente y, desde esta perspectiv
grarse necesariamente como tales. Me refiero, por eje
de que, en el caso de las mujeres, la diferencia biolo
secuencias, como el tener que paralizar temporal m
durante la procreaci6n, no puede ser considerada baj
nes tales como «enferm edad» , «imped imento» u «ob
ello no pretendemos en absoluto esencializar tal dife
Las consideraciones sintet icas que hemos realiz
objeto poner en cuesti6n los ultimos movimientos de
elliberalismo hace tiempo que viene jugando. La co
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polftica, individualismo e igualdad formal. Como
supone un verdero cfrculo vicioso en la supuesta n
ralismo politico» que 10 invalida logicamente, pon
etnocentrismo y sustituye la «pretension» universa
losoffa polftica por la defensa ideologica de un sist
na comprehensiva.
Esta ultima jugada fallida del «libera lismo poli
algun autor liberal (Gray) a una categorica afirmac
mo , en cuanto filosojfa politica, ha muerto». Mas
nicion que los liberales realizan de su doctrina 0 si
polftica hoy ha de asumir los temas crfticamente a
tar por esa interpelacion -que no guerra- entre las
caso , el grado de reflexividad individual que se
mente de 10 desarrollado en mis anteriores discusio
rizonte que comienza a transmutar el hecho de la m
en un fenomeno de homogeneizacion, sino de ape
za expresiva y a una posibilidad de opciones de v
que ya ni el grupo, ni la comunidad, ni la nacion
terminante de la identidad personal.
Notas
Kap stein, E. B.: Trabajadores y la economic mundiol
rior . 52, X-Jutio/Agosto 1996, pp. 20-21.
' Presentac i6n y datos recogidos de EI Pais, rniercoles
, Przeworsky, A.: Demo cracy and the market, 1994, p.
, Las citas de Tocqueville corresponden a La democra
pitulos 6 y 7 de la Cuarta parte.
S Schumpeter, J. A.: Capitalismo, socialismo y dem ocra
bRa wls, J.: El liberalismo politico, Barcelona 1996, p. 1
plendida traducci6n realizada por Antoni Domenech
7 Lo que se compadece bien con la idea de que el raci
actuales en Europa son algo mas intemo a la propi
fundado alannismo del numero de extranjeros que n
mo -por otra parte- desde el punto de vista es tadistic
no al 2,5 % para el total de la Comunidad Europea.
• Giddens, A.: Modernidad e identidad del yo , 1994, p
I
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