Cómo luchar contra la enfermedad holandesa?.

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Holanda versus Chile: ¿Cómo luchar contra la enfermedad holandesa?
Ya casi como cábala, ésta es la tercera columna que relaciona los partidos de Chile en la Copa del
Mundo Brasil 2014 con temas mineros. En las dos anteriores contra Australia y contra España
(http://voces.latercera.com/2014/06/13/juan-carlos-guajardo/australia-versus-chile-el-clasico-minero/
y
http://voces.latercera.com/2014/06/18/juan-carlos-guajardo/chile-versus-espana-futbol-colonialismo-ydesarrollo/), el éxito deportivo acompañó a nuestro país y es de esperar que hoy acontezca lo mismo,
aunque al frente se tenga a un rival difícil, que ha sido tres veces subcampeón del mundo. Se acuñó
incluso el término la “Naranja Mecánica” para reconocer el gran funcionamiento colectivo que logró la
selección holandesa en los años setenta, inspirado en conceptos futbolísticos innovadores como el
“Fútbol Total” encarnado en la persona de Johan Cruyff.
La influencia futbolística de Holanda desde entonces ha sido significativa, sobre todo a través de
entrenadores que han desarrollado proyectos en clubes como el Barcelona. Ese estilo es el que chocará
hoy con el de la selección chilena, que también plantea un modelo innovador, que proviene del cambio
radical que introdujo Marcelo Bielsa, y que además es herencia del Fútbol Total.
Pero más allá del fútbol, existe un vínculo interesante entre Holanda y Chile en torno a la minería: la
“enfermedad holandesa”. En 1959 son descubiertos grandes yacimientos de gas en Slochteren, en el
norte del país, generando un aumento considerable en las exportaciones y con ello una gran entrada de
divisas que fortaleció al florín holandés, benefició obviamente al sector exportador relacionado al gas así
como al sector económico no transable, pero que a su vez generó una fuerte caída en los ingresos de
otras exportaciones del país.
Desde entonces cualquier hecho que genere grandes entradas de divisas (como altos flujos de inversión
extranjera, un aumento de precios de un recurso natural o bien transable, o una gran ayuda
internacional, en el caso de economías más pequeñas) y ocasione efectos negativos es denominado
como “enfermedad holandesa”, cuya mejor descripción se encuentra en Corden y Neary (1982).
Este fenómeno no es nada trivial ya que por mucho tiempo influyó en la visión negativa hacia el papel de
los recursos naturales en el desarrollo que prevaleció (y tal vez aún prevalece), en el pensamiento de
muchos economistas. Este concepto se utiliza además para explicar eventos económicos históricos,
como los efectos de la entrada masiva de los tesoros americanos en la España conquistadora o los
efectos en los países petroleros desde que la acción de la OPEP se hiciera efectiva sobre mayores
precios del petróleo, en los años setenta. Sin embargo, la enfermedad holandesa tiende a traer
aparejado un determinismo (fatalista) muy poco saludable para los países expuestos a recibir booms de
ingresos, como es el caso de Chile a partir de su gran sector minero.
Es cierto que no existe la vacuna que impida contagiarse con la enfermedad holandesa, pero predomina
la idea de que tampoco hay tratamiento y de allí hay sólo un paso para quienes pretenderían “extirpar el
órgano” con el fin de evitar el contagio o reducir el tamaño de la enfermedad, lo que en la realidad
chilena sería equivalente a apostar por no fomentar la minería con el fin de evitar estar expuesto a ella.
¿Se ha contagiado Chile de la “enfermedad holandesa”?. Hay evidencia que sí, aunque no de manera
aguda. El tipo de cambio en Chile tuvo períodos de apreciación importantes. El peso no ha vuelto a los
valores nominales que registraba a comienzos de la década pasada, desde que comenzó el “superciclo”
a fines del año 2003, aunque numerosos estudios señalan que su valor no ha estado desalineado de sus
fundamentos.
Otro rasgo de la enfermedad que ha estado presente en Chile se ha observado en el mercado laboral,
donde el sector minero ha registrado gran demanda de personas lo que se ha reflejado en altas
remuneraciones que atraen gente hasta las minas, lo que repercute en escasez de personal en otros
sectores del país.
Analizando otros sectores de la economía chilena se aprecia un alto nivel de consumo así como un
boom de precios en el sector inmobiliario, síntomas también de la temida enfermedad, aunque hay
evidencias de moderación en ambas dimensiones a partir de este año.
Por otro lado las cifras de ProChile no muestran un deterioro de las exportaciones no tradicionales, sino
por el contrario. Es cierto que ha existido un impacto importante en algunos sectores nacionales como el
manufacturero, pero cabe tener precaución y no atribuirlo a la enfermedad holandesa ya que la
competencia de productos de países como China puede ser la causa para esta situación. Más aún,
Meller (2013) demuestra que a medida que aumenta el precio del cobre, aumentan también las
exportaciones totales no cobre, lo cual podría explicarse o bien porque los bienes no cobre también han
aumentado de precio o por una mejora en la productividad de dicho sector que más que compensa la
apreciación cambiaria.
La cuestión de fondo, entonces, es qué receta aplicar para tratar la enfermedad holandesa en el caso de
un país como Chile. Desde antes del súperciclo nuestro país aplica una política de responsabilidad fiscal
que a través de sus fondos de reserva (FEES y FRP), ha permitido aislar parcialmente el efecto de la
gran entrada de divisas que se registró especialmente entre 2004 y 2008. Si bien esta política apunta
principalmente a un manejo fiscal más estable, ha servido también como un atenuante de los efectos del
mal holandés.
Una segunda gran área es el fomento de la productividad, es decir utilizar de manera efectiva los
mayores recursos que genera la minería para mejorar la infraestructura, la calidad de los servicios y la
generación de valor agregado en el país. Aquí estamos al debe, ya que todas las mediciones de
productividad en el país se deterioran y no sólo por efecto de la caída de leyes en la propia minería. Se
hacen cada vez más evidentes los problemas de barreras culturales, de educación y de gestión que nos
hacen ser menos productivos. Hay aquí una gran tarea nacional pendiente.
Holanda sobrevivió a su propia enfermedad. Es hoy uno de los países más ricos del mundo, mantiene su
rol como un gran país comercial. Incluso ahora que el gas se agota en su territorio, Holanda utiliza su
experiencia para continuar en este negocio jugando un papel de país importador y distribuidor, buscando
transformarse en un actor logístico para el tránsito del gas en Europa Noroccidental. Sus empresas
participan del negocio global del gas, permitiendo que su economía siga beneficiándose de esta
industria. Aquí hay una tercera área en que Chile debe avanzar si quiere enfrentar la enfermedad
holandesa con éxito, la cual es el contar con empresas que sean capaces de competir globalmente.
La lección para Chile es que en vez de temer a un gran sector minero o a los efectos de ingresos
extraordinarios generados por la minería, la cuestión reside en cómo actuar de manera inteligente y
efectiva para aprovechar al máximo lo que al final del día son buenas noticias: contar con un gran sector
como el minero, que es competitivo a escala internacional. Sería un contrasentido que Chile evitara,
acotara o cuestionara el desarrollo minero por los males holandeses. El desafío es que la minería sea la
plataforma del desarrollo, es decir que a partir de ella la economía del país evolucione y se sofistique.
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