El llamado a ser discípulos David Roper no de los términos que más comúnmente se usan en la Biblia para hacer referencia a un seguidor de Jesús es «discípulo» (Mateo 5.1; 8.21, 23; 9.19; Hechos 6.1–2, 7; 9.1). La palabra «discípulo» es una traducción de una palabra griega que significa «aprendiz». 1 Un discípulo era, en el sentido más amplio, alguien que seguía a un maestro (Mateo 16.24), aprendía del maestro (Mateo 11.29) y luego seguía los dictados de ese maestro (Juan 8.31). Era una estrecha relación la que existía entre el maestro y el discípulo, al punto, que un verdadero discípulo llegaba a ser como su maestro (Mateo 10.25a). Para este sermón sobre «El llamado a ser discípulos», usaremos como texto Lucas 5.1–11,2 que habla de la ocasión en que Jesús llamó a Pedro y a sus amigos. Durante este estudio, descubriremos algunos de los requisitos que deben llenarse para ser discípulo. U HAY ALGO QUE DEBE APRENDER (VERS.OS 1–3) Para ser discípulo de Jesús, uno debe aprender algo. Debe estar dispuesto a ser enseñado por el Señor. Algunos tienen actitud de sabelotodo, y dicen: «No hay quien me pueda enseñar nada». Mientras uno no esté dispuesto a escuchar, y a aprender, no podrá ser discípulo de Cristo. Veremos la importancia de esto en el siguiente texto. El relato comienza narrando que Jesús estaba predicando junto al mar de Galilea.3 Simón Pedro estaba cerca, junto a su barca de pescador, lavando las redes. Él y sus socios habían estado pescando toda la noche, pero lo único con que vieron 1 La palabra griega combina una forma de la palabra «aprender» con el sufijo tes, que significa «uno que». 2 Si lo desea, puede usted explicar que son muchos los pasajes que podrían usarse para aprender qué significa ser discípulo. Podría leer o citar algunos de los pasajes mencionados en el párrafo anterior, y otros tales como Juan 13.35 y Juan 15.8. Después podría añadir que para esta lección, no obstante, se centrará en Lucas 5.1–11. 3 En Lucas se lee: «lago de Genesaret», que es otro nombre para el mar de Galilea. Vea «El mar de Galilea» en la página 5. Un examen más detenido de Lucas 5.1 –11 recompensado sus esfuerzos fue con músculos adoloridos y redes sucias. Me imagino a Pedro, con su cabeza ladeada, escuchando a Jesús, mientras sus dedos quitaban con destreza las malezas y el lodo de los cuadros anudados de la red. Este no era el primer encuentro del pescador con Jesús. Él había andado con Cristo en Judea. Sin embargo, después de regresar a la provincia de Galilea, volvió a su antigua ocupación. A medida que Jesús predicaba, la multitud era cada vez mayor. Los oyentes entusiasmados se agolpaban sobre Cristo, obligándolo a acercarse cada vez más al lago, hasta que el agua empezó a mojarle las sandalias. Entonces, se dirigió a la barca de Pedro, entró en ella y le pidió al pescador que la retirara hacia dentro del lago . Y desde allí, improvisándose un púlpito sobre la proa, Jesús siguió Su discurso. ¿Qué cree usted que hacía Pedro mientras estaba sentado en el centro de la barca, manteniéndola estable? Tenga la seguridad de que estaba escuchando. ¿Escuchando qué? Del texto se desprende la respuesta a esta pregunta, pues en él dice que Jesús estaba predicando «la palabra de Dios» (vers.o 1). Por lo tanto, una enseñanza que podemos entresacar de esta situación, es que uno no puede ser discípulo del Señor sin ser estudiante de la Palabra. Jesús dijo: «Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas» (Mateo 11.29; énfasis nuestro). Algunos que afirman ser discípulos, pasan los años siendo ignorantes de la Biblia; ¡sin embargo, uno no puede ser discípulo de Jesús sin tomar en serio el estudio de las verdades de Él que se encuentran en la Palabra escrita! HAY ALGO QUE DEBE ENTENDER (VERS.OS 3–8) Al final Jesús terminó Su sermón. Acabó con la multitud, pero no con Pedro. Este tenía mucho potencial, pero también mucho que aprender, y era hora de su siguiente lección. Jesús, el maestro poco ortodoxo que siempre era, hizo lo que menos 1 se esperaba. Mandó a Pedro, diciéndole: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar» (vers.o 4). Como bien sabían todos los buenos pescadores del mar de Galilea, Pedro estaba seguro de que las horas de pesca eran las de la noche, cuando los peces subían a alimentarse, y no las del día. Además, era en aguas superficiales, y no en aguas profundas, que se pescaba. Por último, tenía más sentido aprovechar sus esfuerzos cuando había peces que atrapar, y no después de diez horas o así sin éxito alguno, no cuando se había desvelado toda la noche y había quedado tan cansado. Al ser un pescador experimentado, esforzado y exitoso, era lógico que le causara cierto resentimiento tener a un carpintero (Marcos 6.3) diciéndole cómo pescar. (A mí en lo personal me resiente un poquito que personas que nunca han predicado, me digan cómo debe hacerse este oficio.) En la respuesta de Pedro puede haber cierto indicio de lo anterior, pues dijo: «Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado…» (vers.o 5a). Note, no obstante, la palabra que usó después. Usó la palabra «mas». Dijo: «… mas en tu palabra echaré la red» (vers. o 5). Me encanta la expresión «sin embargo», que usa la KJV. En otras palabras: «Hemos pescado toda la noche sin éxito […] sin embargo […] si Tú me dices que lo intente nuevamente, así lo haré. Puede que sea contrario a todo lo que he aprendido en más de una década de estar pescando, pero haré lo que Tú me dices». ¿Cómo podría tener Pedro tal actitud? La respuesta se encuentra en el título con que se dirigió a Jesús: «Maestro». En el texto original, esta no es la palabra usual para «maestro» o «señor».4 Esta es una palabra especial, y Lucas es el único que la usa. Es una designación que se aplica únicamente a Jesús (Lucas 8.24, 45; 9.33, 49; 17.13). Es un verbo griego compuesto que combina la palabra para «mantenerse» con la palabra «sobre». Se refiere a «alguien que se mantiene sobre», alguien que tiene autoridad total sobre otro. Que Pedro estuviera de acuerdo o no con el mandamiento de Jesús, no era lo que importaba. Jesús era el Señor, y él el siervo, un siervo que estaba presto a obedecer. Si deseamos ser discípulos de Jesús, hay algo que debemos entender: que Él es el Maestro. Al Maestro no le enseñamos; sino que Él nos enseña. No le decimos qué vamos hacer, ni qué no vamos a hacer; sino que Él nos dice lo que debemos hacer. 4 Esta palabra se usa para dirigirse a Jesús en el versículo 8. 2 «Maestro» es una palabra de mucho peso. Los maestros no hacen sugerencias, ni dan consejos; sino que dan mandamientos, mandamientos que han de ser obedecidos sin cuestionamiento alguno. A Pedro tal vez le pareció una tontería llevar la barca a aguas profundas. Es probable que le diera pena echar las redes. Puede que oyera risas de los demás pescadores que estaban en la orilla.5 Sin embargo, hizo lo que el Maestro mandó. ¿Cómo recompensó el Señor su obediencia? No pasó mucho tiempo para que Pedro sintiera un tirón en las cuerdas. Él y sus ayudantes comenzaron a sacar las redes, que estaban llenas de peces. Los peces pululaban dentro de las redes, y las colas de estos chapoteaban en el agua. Cuando los hombres se esforzaban por tirar de las redes para ponerlas dentro de la barca, los cuadros entrelazados de estas comenzaron a romperse. Frenéticamente, hicieron señales a sus compañeros que estaban en la orilla, pidiéndoles que vinieran a ayudarles. Jacobo y Juan vinieron en su barca de pesca. Pronto ambas barcas estaban cargadas de peces resbalosos que caían pesadamente, tan cargadas que estaban en peligro de hundirse.6 Estas no eran las barcas de remos, de tres a cinco metros de eslora, que algunos conocemos; sino que eran las barcas profesionales de pesca, de siete a diez metros de eslora, que se usaban en el mar de Galilea. ¡Jamás vieron los curtidos pescadores otra captura tan grande de peces! ¡Qué reveladora debió de haber sido esta experiencia para Pedro y los demás pescadores! Aun cuando se trata de la pesca, ¡nuestro Señor sabe de lo que está hablando! La mayoría de las veces, los mandamientos del Señor tienen sentido para nosotros, pero no hay garantía de que siempre será así.7 La pregunta no es: «¿Tiene sentido esto para mí?». La pregunta es: «¿Es esto lo que Cristo me pide que haga?». Si lo es, respondamos como Pedro: «En tu Palabra [haré lo que pides]». Si obedecemos, ¡al final hallaremos que el método del Señor es el correcto! Si usted desea ser discípulo de Cristo, deberá 5 Cientos de pescadores pescaban en el mar. El versículo 7 dice «que se hundían», pero aparentemente no llegaron a hundirse en realidad. Tal vez los pescadores tuvieron que redistribuir la carga, o hacer algún otro ajuste. 7 Puede que usted desee dar algunos ejemplos de mandamientos divinos que no tenían sentido: marchar alrededor de los muros de Jericó, o sumergirse siete veces en el Jordán, por ejemplo. Hay personas a quienes les parece ilógico el bautismo por inmersión o la necesidad de participar de la Cena del Señor cada primer día de la semana. 6 convencerse de que Él es Maestro de todo, y deberá actuar conforme a tal convicción. HAY ALGO QUE DEBE RECONOCER (VERS.OS 8–10a) Pedro había visto a Cristo hacer algunos milagros impresionantes. Lo había visto convertir el agua en vino (Juan 2.1–11). Lo había visto sanar al hijo de un noble (Juan 4.46–54). Había estado presente para ver a Cristo haciendo muchas otras señales y maravillas (vea Juan 2.23; 3.2), pero ninguno de los demás milagros le afectó tanto como este. Este tenía que ver con el oficio de Simón; se relacionaba nada menos que con su forma de vida. Le hizo ver que Jesús es Señor de todo. Cuando Pedro vio a Jesús con otros ojos, también se vio a sí mismo. Repentinamente le abrumaron sus propios defectos. «Cayó de rodillas ante Jesús», sobre el montón de agitados peces, y dijo: «Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador» (vers.o 8). Respondió como otros siempre han respondido cuando de repente son confrontados con el poder y la gloria de Dios (Génesis 18.27; Job 42.4; Isaías 6.5). Si usted desea ser discípulo de Jesús, debe reconocer dos verdades: En primer lugar, que Él es todo. Observe el tratamiento que le dio Pedro a Jesús cuando confesó su pecaminosidad: Le llamó: «Señor». Pablo dijo que, si uno desea ser salvo, debe «[confesar con su boca] que Jesús es el Señor» (Romanos 10.9). En segundo lugar, al reconocer que Él es todo, uno debe reconocer que uno no es nada. Debe reconocer su necesidad de Él. Un hombre «lleno de sí mismo»8 no tiene cabida para el Señor. Jesús no puede usar a los que dicen: «Señor, ¡mira qué bueno soy! ¡Mira qué inteligente, qué talentoso, qué exitoso! ¡Espero que aprecies todo lo que puedo hacer!». Cristo solo puede usar a los que caen a Sus pies, reconociendo sus debilidades y su dependencia de Él. Usando las palabras de otro, uno debe estar dispuesto a decir: «Dios, sé propicio a mí, pecador» (Lucas 18.13b). HAY ALGO QUE DEBE CAMBIAR (VERS.O 10b) Cuando Pedro vio la brecha que le separaba de Jesús, él dijo: «Apártate de mí» (vers. o 8). Dichosamente, Jesús no le hizo caso. En lugar de esto, Jesús se acercó a Pedro presentándole un desafío especial. «Pero Jesús dijo a Simón: No 8 «Lleno de sí mismo» es una expresión que significa «lleno de orgullo». Si bien, me parece que se explica por sí misma, es aconsejable que use una expresión parecida donde usted vive. temas; desde ahora serás pescador de hombres» (vers.o 10b). En el griego, la palabra que se traduce por «pescador» es un verbo en tiempo presente, que indica acción continua. No se trataba de una aventura fugaz, sino de una ocupación para toda una vida. Además, la palabra griega significa «atrapar con vida».9 Ellos iban a estar trayendo hombres a Jesús, que «da vida al mundo» (Juan 6.33). Mateo recoge el llamado de esta manera: «Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres» (4.19; vea Marcos 1.17). El desafío para Pedro consistía en darle un nuevo centro a su vida. Él se había estado concentrando en pescar peces; ahora su vida se centraría en pescar hombres. Jesús llama a agricultores a sembrar la semilla del reino (la Palabra; Lucas 8.11).10 Llama a los mercaderes a hablarles a los hombres acerca de «la perla de gran precio» (Mateo 13.46; el evangelio). Llama a los carpinteros a ampliar Su casa (la iglesia; vea Mateo 16.18; 1era Timoteo 3.15). Jesús llama a los médicos a trabajar con el Gran Médico en la sanidad de las almas (Juan 12.40). Cual sea su vocación o interés en la vida, si usted ha de ser discípulo de Jesús, debe haber una redefinición del centro de su vida. Cuando usted cambia el centro de Su vida, habrá cambio de énfasis y de prioridades. Un amigo mío, Floyd Schubert, tenía una exitosa empresa que abastecía de materiales educativos a las escuelas. Sobre su escritorio, tenía un rótulo que decía: «Mi oficio es servir a Dios. Vendo lápices para pagar las cuentas». HAY ALGO A LO CUAL DEBE RENUNCIAR (VERS.O 11) Como ya se hizo notar, Pedro había andado con Jesús anteriormente. Sus amigos también lo habían hecho. Ahora Jesús los estaba llamando a un nuevo nivel de discipulado: a seguirlo a tiempo completo.11 Para hacer esto, tendrían que dejar sus barcas, sus redes y la pesca. Tendrían que dejar mucho que había sido importante para ellos. Tenían que dejar atrás un ingreso estable y la seguridad financiera. Según todos los indicios, los hombres tenían un negocio de pesca de proporciones respetables. 9 En mi Biblia interlinear se lee esta traducción literal del griego: «tomarás hombres vivos». 10 En la región donde yo vivo, uso varias ocupaciones corrientes. Adapte usted a las vocaciones conocidas en su región del mundo. 11 Vea el comentario acerca de las tres etapas del discipulado en las páginas 3 y 4 de «Hacia el norte a Galilea». 3 Ya hemos visto que los socios tenían más de una barca de pesca. Jacobo y Juan tenían jornaleros (Marcos 1.20). La madre de Jacobo y de Juan fue una de las mujeres que más adelante sostuvo financieramente a Jesús y a Sus discípulos (Mateo 27.55–56; Lucas 8.3). Juan era conocido del sumo sacerdote (Juan 18.15); es probable que él y su familia tuvieran tratos de negocios con el funcionario religioso. Ahora tenía que quedar atrás aquel negocio altamente lucrativo. Era mucho pedir, pero aparentemente no les pareció demasiado. Esto es lo que leemos en el versículo 11: «Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron». Marcos nos dice que Pedro y su hermano Andrés «dejando luego sus redes, le siguieron» (1.18), y que Jacobo y Juan «dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron» (vers.o 20). He oído algunos que protestan diciendo: «Por supuesto que el Señor no exige esto de todo discípulo». Sin embargo, en Lucas 14, Jesús les dijo a varios candidatos a discípulo, lo siguiente: «Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo» (vers.o 33). Al haber trabajado con varias escuelas de preparación de predicadores, he conocido a muchos que renunciaron a lucrativos negocios y a empleos de altos salarios, que vendieron todo lo que tenían, con el fin de asistir a la escuela para aprender a enseñar y a predicar la Palabra de Dios. Estos que protestan así, también preguntan diciendo: «¿Y qué de aquellos que no pensamos dedicarnos a predicar a tiempo completo?». A estos se les responde que aun ellos tienen «algo a lo cual renunciar»: Necesitan renunciar a cualquier cosa que se interponga entre ellos y el servicio incondicional al Señor.12 En Mateo 16.24, Jesús recalcó, diciendo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame». (Énfasis nuestro.) También uno debe estar dispuesto a confiar en que, suceda lo que suceda, el Señor cuidará de uno. Cuando Pedro, Andrés, Jacobo y Juan siguieron a Jesús, dejando atrás el mar de Galilea, ellos estaban confiando en que Él proveería para sus necesidades, del mismo modo que había provisto la gran cantidad de peces. A veces no confiamos en el Señor como deberíamos. He conocido hombres que dicen: «¡Si yo renunciara a la manera de hacer 12 Puede que usted desee insertar la firme enseñanza de Mateo 18.8–9 (vea también Mateo 5.29–30). Este pasaje no enseña la automutilación, sino el principio en el sentido de que uno necesita «cortar y echar de sí» (deshacerse de) cualquier cosa que le haga desobedecer a Dios. 4 negocios que tenía antes de ser cristiano, no podría ganarme la vida! Mi familia se moriría de hambre». Jesús prometió que si lo ponemos a Él y Su camino en primer lugar, tendremos para las necesidades de la vida (Mateo 6.33). Pablo escribió: «Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús» (Filipenses 4.19).13 Una vez Pedro le dijo a Jesús: «He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido» (Marcos 10.28). Jesús lo tranquilizó luego con estas palabras: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna (vers.os 29–30). Lo que sea que usted deje para ser discípulo de Jesús, no se compara con lo que el Señor le puede dar. HAY ALGO QUE DEBE HACER (VERS.O 11) Es necesario mencionar un último requisito para ser discípulo de Jesús. Este obvio requisito está implícito en la palabra «discípulo», y ya lo hemos visto en el texto, pero se debe mencionar: Hay algo que debe hacer. Concretamente, debe seguir a Jesús. El texto de la lección dice que Pedro y los demás, «dejándolo todo, le siguieron» (vers.o 11; énfasis nuestro). Mateo y Marcos recalcan que los cuatro hombres dejaron sus barcas y sus redes, y «le siguieron» (Mateo 4.20, 22; Marcos 1.18, 20; énfasis nuestro). Jesús dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí […] tome su cruz, y sígame» (Mateo 16.34; énfasis nuestro). Seguir a Jesús no fue fácil para Pedro ni para los demás. Los discípulos sufrieron desgaste, hostilidad y, con el tiempo, la muerte, por seguir a Jesús. Sin embargo, habían asumido un compromiso. Siguieron a Cristo dondequiera que Este quiso que fueran.14 13 Al escribir estas líneas, estoy consciente de que no he sido probado del mismo modo que algunos cristianos de otros países. Para seguir a Jesús, han tenido que literalmente renunciar a todo lo que ha sido precioso para ellos. Por ser discípulos de Jesús, viven al borde de la pobreza y/o del hambre. Les admiro de corazón, y solo les puedo decir: «¡Que Dios los bendiga por dar un buen ejemplo al resto de nosotros!». 14 Estoy consciente de las debilidades de los apóstoles, y del hecho de que tuvieron que crecer en su entendimiento de todo lo que suponía seguir a Jesús. Aún así, el resultado final fue el que se afirmó en esta frase. Puede que usted no se haya hecho discípulo de Jesús todavía. Necesita creer en Jesús como Aquel que murió por usted, y que le puede salvar de sus pecados. Fue Cristo quien dijo (no yo): «… si no creéis que yo soy [el Mesías], en vuestros pecados moriréis» (Juan 8.24). El mandamiento del Maestro (no mío) es en el sentido de creer y ser bautizados (sumergidos en agua) para ser salvos (Marcos 16.16; vea Mateo 28.18). Una vez que sea cristiano, tendrá que seguirlo el resto de su vida. Él le dejó ejemplo, «para que [siga] sus pisadas» (1era Pedro 2.21). No siempre será fácil (Hechos 14.22), ¡pero es «el requisito mínimo» para ser Su discípulo! CONCLUSIÓN Hemos visto varios requisitos para ser discípulos. Hay algo que debe aprender: Debemos ser estudiantes de la Palabra. Hay algo que debe entender: Debemos entender que Jesús es el Maestro de nuestra vida. Hay algo que debe reconocer: Debemos reconocer nuestra propia insuficiencia, y nuestra dependencia de Cristo. Hay algo que debe cambiar: Debemos cambiar el enfoque de nuestra vida. Debemos vivir para glorificar al Señor y para traer a los demás a Él. Hay algo a lo cual debe renunciar: Debemos estar dispuestos a renunciar a cualquier cosa que nos impida el servicio incondicional, y estar dispuestos a confiar en el Señor. Hay algo que debe hacer: Debemos estar dispuestos a seguirlo dondequiera que Él desee que vayamos. ¿Tiene usted lo que se necesita para ser Su discípulo?15 15 Cuando use este sermón, anime a sus oyentes a hacer lo que sea necesario para llenar los requisitos para ser discípulos. Amplíe el párrafo final en el último punto principal de la lección. El mar de Galilea «Eran millares de barcas de pesca, de transporte y de placer las que se desplazaban de un lado a otro del lago, de modo que toda la región constituía una concentración de dinamismo y prosperidad.»1 NIC IA 1 James Stalker, The Life of Jesus Christ (La vida de Jesucristo) (Chicago: Fleming H. Revell Co., 1981), 59. • Dan FE El mar de Galilea se encuentra al extremo norte del valle del río Jordán. En el Antiguo Testamento se le llamaba mar de Cineret (o Cinerot) (Números 34.11; Josué 12.3; 13.27), llamado así por una ciudad fortificada y distrito (Josué 19.35; 1o Reyes 15.20). Por lo general se le llama mar de Galilea en el Nuevo Testamento, por la provincia de Galilea. Lucas se refirió a él como el lago de Genesaret (Lucas 5.1); Genesaret era una región que quedaba al oeste del lago (Mateo 14.34). Al mar se le llamó después mar de Tiberias (Juan 6.1; 21.1), un nombre tomado de una ciudad fundada sobre su margen occidental. Para evitar confusiones, nos referiremos en general a esta masa de agua como el mar de Galilea. El mar tiene forma de pera, y mide aproximadamente veinte por diez kilómetros, y se sitúa a unos doscientos metros bajo el nivel del mar. La mayor profundidad del mar es de unos cuarenta y cinco metros. Está rodeado de colinas y montes, que se elevan de doscientos a trescientos metros sobre el nivel de él. En ocasiones, el aire frío de las elevaciones más altas se precipita sobre el lago, azotando su superficie y provocando grandes olas. En vista de que el mar recibe agua, y también se deshace de ella, sus aguas son dulces y claras, con abundancia de peces (lo contrario del mar Muerto). En el tiempo de Cristo, estaba rodeado de ciudades, que proporcionaban mercados disponibles para los peces que se sacaban de sus profundidades. 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