UNA SOCIEDAD SIN RICOS, NI POBRES… Y REALMENTE EXISTIÓ Por Arturo Ocaña Fue en aquel periodo de la historia de la humanidad en la que hubo revolución en el pensamiento humano y que fue llamado el “Tiempo – Eje” por el filósofo Carl Jaspers. Fue la época en que vivieron Buda, Confucio, Lao Tse, Zoroastro (Zaratustra), Jeremías, Daniel y Ezequiel, y en que surgieron los Upshanidas, el Jainismo, y ocurrió la transformación religiosa en Egipto. Fue cuando nació Licurgo, en el año 700 antes de nuestra era. Su padre era rey de Esparta y, según narra Plutarco1, al tratar de separar a dos hombres que peleaban, fue herido por uno de ellos y murió a consecuencia de las heridas. Heredó el trono el hermano mayor de Licurgo, Poludectes quien, por razones desconocidas, murió muy poco después, de manera que Licurgo pasó a gobernar .Sin embargo, pronto se supo que la ahora viuda de Poludectes, estaba embarazada y por lo tanto, si el hijo era varón, a él le 1 Plutarco, “Vidas Paralelas”, Editorial Porrúa, Colección “Sepan Cuantos”, num 26, México, séptima edición, 1993. Todo este relato se basa en el documento de Plutarco. 1 correspondería ser el Rey de Esparta. Licurgo, por tanto, únicamente reinaría como tutor, en tanto el niño naciera y creciera. La viuda de Poludectes era ambiciosa, de manera que envió un mensaje a Licurgo proponiéndole matar niño en cuanto naciera, bajo la condición de que él se casara con ella y gobernaran juntos. Licurgo fingió estar de acuerdo, pero cuando supo que el parto era inminente, envió soldados para que se apoderaran del niño y lo llevaran a su presencia. Una vez en sus manos, presentó al pueblo al niño como el Rey de Esparta y le dio el nombre Carilao. Naturalmente la ambiciosa madre vio frustrados sus planes y quedó ofendida y deseosa de venganza, de manera que urdió una serie de intrigas en las que tomaron parte sus familiares. En estas intrigas hizo correr el rumor de que Licurgo pretendía matar a Carilao para gobernar él sólo. En cuanto supo esto Licurgo, la desmintió con hechos. Dio a conocer a todos que no era su fin gobernar y que por lo tanto, abandonaría Esparta y “recorrería el mundo”. Y efectivamente, fue a recorrer el mundo conocido en aquel entonces. Fue inicialmente a Creta en donde estudio las formas de vida de esa sociedad, en ese momento, en su apogeo. Convivió con poetas, filósofos y gobernantes de aquel país. Luego fue a Asia. Su propósito fue estudiar las diferentes formas de gobierno y el comportamiento de los ciudadanos. Se dice que encontró en Asia los poemas de Homero, los recogió, los hizo copiar y los difundió. Labor que, evidentemente, llegó hasta nuestros días. Se dice también que visitó también Egipto, Libia y España y algunos escritores, según consigna Plutarco, aseguran que llegó hasta la India. En Esparta, mientras tanto, las cosas no iban como fuera de desearse. Había agitación y la muchedumbre se comportaba de manera insolente, de manera que el pueblo y los gobernantes, pensaron el llamar a Licurgo para que regresara a Esparta y pusiera orden. Licurgo quiso ir al oráculo de Delfos a consultar a la Pitia para definir si debía o no regresar a Esparta. La pitonisa le informó que era (…) “caro a los dioses y que consultando sobre buenas leyes, el Dios le daba e inspiraba un gobierno que debía aventajar a todos.” El oráculo añadió detalles: “Edificando templo a Júpiter Silanio y a Minerva Silania, conviene que tribuyendo tribus, centuriando centurias y creando un Senado de treinta con los Arqueguetas, tengan estos el derecho de congregar según los tiempos, a los padres de familias entre Babuca y Cnaquión, de tratar con ellos y de disolver la junta” Licurgo decidió regresar a Esparta y cumplir con la voluntad de los dioses. Ya en Esparta, Licurgo reunió a sus allegados, les plantó sus ideas y les pidió el apoyo. Sus ideas, verdaderamente revolucionarias, causaron estupor, pero hubo alrededor de tres decenas de hombres decididos a apoyarlo. El rey Carilao era 2 tímido y espantadizo, por lo que ante el temor de lo que pudiera ocurrir, se escondió en el Templo de Minerva de donde salió después de horas para convencerlo de que él no sería señalado como culpable de lo que sucediera. Los que apoyaban a Licurgo salieron armados en la madrugada hacia a la plaza principal de Esparta, punto de reunión del pueblo, listos para convencer, por las buenas o las malas a los contrarios a Licurgo. Pero no paso nada. Y Licurgo pudo iniciar su plan, el más audaz, sociológicamente hablando, en toda la historia. Para empezar fundó el Senado, una institución con la más alta autoridad y conformada por 28 hombres mayores de 60 años de edad, con lo que inauguró una era en la que la experiencia y la sabiduría de los ancianos eran capitalizadas en favor del desarrollo de la sociedad.2 Los 28 ancianos más los 2 reyes, sumaban en total los 30 miembros que componían el Senado. Y hubo Reforma Agraria. “La segunda y más osada ordenación de Licurgo fue el repartimiento del terreno; porque siendo terrible la desigualdad y diferencia, por la cual muchos pobres necesitados sobrecargaban la ciudad, y la riqueza se acumulaba en muy pocos, se propuso desterrar la insolencia, la envida, la corrupción, el regalo, y principalmente los dos mayores y más antiguos males de todos estos, la riqueza y la pobreza; para lo cual les persuadió que presentando el país todo como vació, se partiese de nuevo y todos viviesen entre si uniforme e igualmente arraigados, dando el prez de preferencia a sola la virtud, como que de uno a otro no hay mas diferencia o desigualdad que la que induce la justa represión de lo torpe y la alabanza de lo honesto” De inmediato comenzó la repartición de los terrenos del país, a partes exactamente iguales y bajo suerte. El número de ciudadanos que recibieron tierras fueron nueve mil. Cada terreno tenía las medidas que, según los expertos de aquella época, podía producir 60 fanegas de cebada por cada hombre y 12 por mujer, además de frutos previamente definidos y con cantidad estipulada para cada uno de los que recibió tierras. Estas cantidades de cebada y frutos, debían ser entregadas al Estado. En grupos de 15 ciudadanos, entregaban por turno, además de lo anterior, una fanega de harina, vino, queso, higos y condimentos, todo ello debidamente tasado. Enseguida ordenó que todos debieran tener exactamente el mismo mobiliario. Esto no fue bien recibido y comenzaba a cundir la agitación por lo cual dejó en suspenso esta medida, pero ideo una manera ingeniosa de lograr la uniformidad 2 Hace 2,500 años los humanos de la “tercera edad” eran respetados y se reconocía su sabiduría, producto de la experiencia; no se les tenía como estorbos. Tampoco se les tenía lástima, En pocas palabras, un INSEN hubiese sido una aberración inconcebible. 3 en el mobiliario casero de manera indirecta: anuló el valor de todas las monedas antiguas de oro y creó una moneda nacional de hierro, muy pesada y del menor valor posible, de tal manera que una cantidad de valor ínfimo requería, según dice Plutarco, una yunta para su transporte, o una enorme caja imposible de cargar por un solo hombre. “Y con sola esta mudanza se libertó Lacedemonia3 de muchas especies de crímenes; porque, ¿quién había de hurtar o dar soborno, o trampear, o quitar de las manos una cosa que ni podía ocultarse, ni excitaba la codicia, ni había utilidad en deshacerla?, (…) Desterró además, con esto las artes inútiles y de lujo, pues sin echarlas nadie de la ciudad, debieron decaer con la nueva moneda, no teniendo las obras despacho, por cuando una moneda de hierro, que era objeto de burla, no tenía ningún atractivo para los demás griegos, ni estimación alguna; así, ni se podían comprar con ella efectos extranjeros de ningún precio, ni entraban en los puertos nave de comercio, ni se acercaba a la Laconia o sofista palabrero, o saludador o embelecador, u hombre de mal trafico con mujeres, o artífice de oro y plata, no habiendo dinero, el lujo y el mal por si mismo se desvaneció” El hecho de que el lujo fuese socialmente condenado hizo que quienes tenían más o guardaban algún lujo terminaran deshaciéndose de él ya que era difícil esconderlo puesto que, como veremos, Licurgo instituyó que todos tuvieran el mismo tipo de casa, con el mismo tipo de puerta, siempre abierta para que tomos mirasen hacia el interior. Pero Licurgo fue más lejos, mucho más. Todos los ciudadanos de Esparta debían de comer juntos y lo mismo, tanto en cantidad como en calidad. Estaba prohibido comer en casa. Estaba prohibido, también, tener utensilios para guisar y, desde luego, era un delito tener un cocinero particular. El objetivo de Licurgo no era sólo la igualdad, sino también la salud: “… Ordenó que todos se reuniesen a comer juntos los manjares y guisos señalados, y nada comiesen en casa, ni tuviesen paños y mesas de gran precio, o pendiesen de cortantes y cocineros, engordando en tinieblas como animales insaciables, y echando a perder con las costumbres, los cuerpos, incitados inmoderados deseos y a la altura, con necesidad de sueños largos, de baños calientes, de mucho reposo y de estar en continua enfermedad.”. Pero los codiciosos de hace dos mil quinientos años eran exactamente igual a los de ahora, así que eso de comer lo mismo que los demás y no poder tener lujos en su casa, y ni siquiera el derecho de comer algo delicioso en su propio hogar, los indigno y como lo han venido haciendo desde entonces, rasgaron sus vestiduras y 3 Lacedemonia era otro de los nombres de Esparta en la antigua Grecia 4 se confabularon en contra de quien pretendía ponerlos en orden. Su conspiración tuvo todos los matices usados desde la eternidad: indignación por la falta de derechos, indignación divina, quitar a ese dictador loco, llorar hipócritamente por la muerte de la democracia y todo lo que ya conocemos. Confabulados contra Licurgo, los ricos fueron –como de costumbre – al templo, sacrificaron a los dioses y luego, en un gran número se reunieron en la plaza. Licurgo acudió a dialogar con ellos y en lugar de palabras, lo apedrearon, por lo cual el legislador tuvo que retirarse corriendo del lugar y logró llegar al templo que estaba cercano y ahí se refugió. Un joven fuerte y en pleno vigor, fue encargado de sacarlo del templo. Ante la resistencia de Licurgo, el joven, que se llamaba Alcandro, lo hirió con una vara y le sacó un ojo. “No se alteró Licurgo con tanto daño que había recibido, sólo se paró de frente, y mostró a los ciudadanos el rostro bañado en sangre, y saltado el ojo; entonces fue suma la vergüenza y sentimiento que los ocupó a todos; tanto que pusieron en su poder a Alcandro y le fueron acompañando hasta su casa, dándole muestras de su disgusto. Licurgo a los demás los despidió alabando su porte; y en cuanto a Alcandro, mandándole entrar en casa, no hizo ni dijo contra él cosa que le ofendiese; solamente diciendo a sus comensales y criados que se retirasen, le mandó que le sirviese. Alcandro, que era de buena disposición, hacía callado lo que se le ordenaba; y permaneciendo al lado de Licurgo siguiendo su método de vida, pudo hacerse cargo de la dulzura de su carácter, de los afectos de su ánimo, de su arreglado porte, y de su dureza para el trabajo; con lo que miró ya como debía y dijo a sus camaradas y amigos, que Licurgo no era ni áspero, ni orgulloso, sino que él sólo, era suave y afable para todos.” Y ¿cómo enfrentó Licurgo el problema de la educación? Estableció que las doncellas espartanas, en lugar de estar tejiendo y sufriendo las impertinencias de sus galanes, hicieran, obligatoriamente ejercicio, que incluía las carreras de velocidad y de resistencia, la lucha, el lanzamiento de disco, el tiro con arco y flecha. Quería que las mujeres tuviesen cuerpos robustos y que llevasen el parto con vigor dispuestas a aguantar alegre y fácilmente los dolores. “Removiendo, por otra parte, el regalo, el estarse a la sombra y toda delicadeza femenil, acostumbró a las doncellas a presentarse desnudas igualmente que los mancebos en sus reuniones, y a bailar así y cantar en ciertos sacrificios en presencia y a la vista de estos… Y en esta desnudez de las doncellas nada había de deshonesto, porque la acompañaba el pudor, y estaba lejos de toda lascivia; y lo que producía era una costumbre sin inconveniente, y el deseo de tener un buen cuerpo; tomando con la femenil cierto gusto de un orgullo 5 ingenuo, viendo que se les admitía a la par en la virtud y en el deseo de gloria”.4 De la vista nace el amor, así que los mancebos se fijaban en las doncellas cuando las veían en las carreras, las luchas o los bailes. Del enamoramiento sigue el matrimonio. Pero Licurgo fue un humano fuera de serie. Convirtió al matrimonio en el resultado de un rapto, el cual tenía objetivos bien definidos. Dejemos que Plutarco lo narre: El casamiento era un rapto, no de doncellitas tiernas e inmaduras, sino de grandes ya y núbiles. La que había sido robada era puesta en poder de la madrina, que le cortaba el cabello a raíz y vistiéndola con ropa y zapatos de hombre, la recostaba sobre un mullido de ramas, sola y sin luz; el novio, entonces, no embriagado ni trastornado, sino sobrio, como que venía de comer en el banquete público, se le acercaba y la desataba el ceñidor y se ayuntaba con ella, poniéndola sobre el lecho. Deteniéndose allí poco tiempo, se retiraba tranquilamente a donde antes acostumbraba a dormir con los demás jóvenes; y en adelante hacía lo mismo, pasando el día con sus iguales, reposando con ellos, y no yendo en busca de la novia sino con mucha precaución, de vergüenza y de miedo de que lo sintiese alguno de los adentro, en lo que le auxiliaba la novia, disponiendo y proporcionando que se reuniesen en oportunidad y sin ser notados de nadie; y esto solían ejecutarlo no por poco tiempo, sin que algunos tenían ya hijos antes que saliese al público quienes eran sus mujeres.” Plutarco comenta que esta forma de matrimonio, además de ser un ejercicio de continencia y moderación, fortalecía la psicología de los cónyuges y hacía de la relación una experiencia amorosa siempre renovada, lo que evitaba que se fastidiaran uno del otro y cayeran en la indiferencia. Los celos, sin embargo, son otra cosa. ¿Cómo desterrarlos en toda una sociedad? Quitando todo al matrimonio todo lo que pudiera constituir en una afrenta. Así que los hijos se consideraron como hijos de la comunidad y por lo tanto debían ser sanos y fuertes. Y eso se logra con padres en las mejores condiciones. Esto llevó al concepto de que un hombre anciano o enfermo con una mujer joven y sana, permitiera que procrease hijos con algún joven distinguido por su fuerza en virtud y corporal. Era bien visto y aprobado que las viudas de soldados, volviesen a procrear con los jóvenes considerados más aptos. Y así, Licurgo logró la desaparición total del adulterio. Ojo: terminó con el adulterio en ambos sexos, no sólo en la mujer. 4 Uno puede jugar con su imaginación y pensar cuántos calambres mentales hubiera sufrido Freud si hubiese nacido en aquel tiempo. 6 Cuando nacía el pequeño (niño o niña) era llevado a cierto lugar específico, llamado Lesca, donde los ancianos lo evaluaban. Si era sano y sin defectos, se le enviaba a cualquiera de las 9 mil familias (excepto a la de sus padres biológicos). Si no eran sanos y tenía defectos, eran enviados a cierto lugar para que les dieran muerte. Para los niños sanos había nodrizas rigurosamente seleccionadas. “Había en las nodrizas cuidados y artes particulares, de manera que criaban a los niños sin fajas, procurando hacerlos liberales en sus miembros y su figura; fáciles y no melindrosos para ser alimentado, imperturbables en las tinieblas; sin miedo en la soledad, y no incómodos y fastidiosos con los lloros” Cuando el menor cumplía 7 años era asignado a un grupo de compañeros, llamado clase. Sus comportamientos eran observados y en breve se nombraba jefe del grupo al que manifestaba más juicio, tenía más iniciativa y entusiasmo en sus actividades. Los demás debían obedecerle y recibir su castigo. Como de costumbre, quienes los evaluaban eran los ancianos, quienes los ponían a prueba de diversas maneras, para observar quienes se distinguían por alguna cualidad específica. No eran pruebas sencillas, eran duras y complejas, destinadas a templar la fortaleza psicológica, física y moral de aquellos niños. Luego, cuando llegaban a los 12 años se le obligaba a andar casi sin ropa, rapados y a vivir sin comodidades. Según se dice, esto los hacía crecer delgados, fuertes, decididos y valientes. “Dormían juntos en fila y por clases sobre mullido de ramas que ellos mismos traían, rompiendo con la mano sin hierro alguno las puntas de las cañas que se crían a la orilla del Eurotas; y en invierto echaban también de los que se llaman matalobos, y los mezclaban con las cañas, porque se creían que eran de naturaleza cálida. En su adolescencia, podían acudir a los gimnasios para aprender a luchar y a desarrollar su cuerpo, no para tener grandes músculos, sino para tener a la vez fuerza y ligereza. Antes de los 20 años los ponían a prueba ordenándoles que trajeran leña y víveres, pero esos artículos debían ser robados. Pobre del que era descubierto robando. Lo azotaban, no por el hecho de robar, sino por su torpeza al hacerlo. De hecho, los obligaban a robar su comida. Si era descubierto, el castigo era dejarlo sin comer. Si pasaban estas pruebas, la agudeza de su ingenio era puesta a prueba con preguntas que formulaban los ancianos después de meditarlas mucho tiempo. Eran preguntas del tipo “¿Cuál es el mejor de los hombres y por qué?” “De este modo – explica Plutarco – se enseñaba a juzgar de lo bueno y honesto, y a poner cuidado en discernir las acciones de los ciudadanos, porque si preguntado alguno quién era buen ciudadano, o quién no tenía este concepto, se hallaba dudoso en responder, teníanlo por señal de un espíritu tardo y poco inflamado en el amor 7 de la virtud. La respuesta debía de contener la causa y una demostración encerrada en breve y corta sentencia”. Otra virtud que promovió Licurgo fue enseñar a los jóvenes a usar las palabras estrictamente necesarias. En nuestro lenguaje actual, decidió acabar con los “rolleros” esa especie que domina en los políticos, especialmente en los Secretarios de Gobernación, pasados, presentes y seguramente, futuros. Hablar “lacónicamente” se refiere a hablar como los espartanos, cuya región geográfica se llamaba Laconia. Esa necesidad de usar el menor número de palabras para expresar las ideas, los llevó, sin proponérselo, a ser maestros de la ironía. Los ejemplos abundan. Uno quizá no tan conocido es aquel en el cual un griego llamado Damarato, le preguntó a Agis “¿Quién es mejor de los espartanos?” La respuesta no se hizo esperar: “El que menos se te parezca” Otra reforma de Licurgo que llama la atención, es la electoral. Como hemos visto el Senado se componía de 28 ancianos. Y por ser de edad avanzada, morían con frecuencia. Así que había que sustituirlos. Licurgo pensó en la mejor forma de hacerlo. Y fue la siguiente: se reunían los ciudadanos en la plaza pública. De entre ellos se escogían a varios que se distinguían por su virtud, su honradez y su buen juicio. Una vez elegidos, se les encerraba en un cuarto construido para ese fin, dentro del cual, ellos podían escuchar a la multitud, pero no podían ver, ni ser vistos. Los candidatos a senadores eran presentados ante la multitud que los aclamaba según las simpatías y respeto que inspiraban. Los hombres que estaban encerrados, debían valorar el clamor en el orden en que ocurría. Era lo único que podían hacer, ya que los candidatos habían sido ordenados en su presentación, al azar. De esta manera, al terminar la presentación, salían y mostraban cuál había sido el clamor más grande y a qué número de presentación correspondía. A quien correspondía esto, era electo Senador. Hasta en las cuestiones de la muerte incidió Licurgo. Organizó los entierros de tal manera que los jóvenes viesen con la mayor naturalidad la muerte y no se horrorizan ante las sepulturas, desterrando supersticiones y “otros males”. Tan extraordinaria legislación en todos los aspectos de la vida, cosa extraña, nunca fue escrita. Licurgo nunca redactó sus leyes, reglamentos, consejos o ideas. Cuando se le criticó ésto contestó que: “…creía que lo esencial y poderoso para la felicidad de la ciudad y para la virtud se cimenta en las costumbres y aficiones de los ciudadanos, con lo que permanecía inmovible, teniendo un vínculo más fuerte todavía que el de la necesidad, en el propósito firme y seguro del ánimo y en la disposición que produce en los jóvenes para cada cosa la educación preparada por el legislador. (…) creyó ser lo mejor no circunscribirlos con la necesidad que induce la escritura y los 8 usos invariables, sino dejarlos para que los así educados juzguen de ellos según las circunstancias, que añaden o quitan, porque todo el negocio de la legislación debe consistir en la crianza.”. Finalmente, y en una muestra más de su extraordinaria originalidad, Licurgo hizo una prohibición sorprendente: hacer la guerra a los mismos enemigos. ¿Por qué? Porque, pensaba, si se atacaba varias veces al mismo enemigo, se le convierte en guerreros acostumbrados a la defensiva de ciertas tácticas y en el proceso aprenden a guerrear contra ellas y terminan por conocer las debilidades de los atacantes.5 Llegó el momento en que todas las sorprendentes reformas de Licurgo funcionaban a la perfección. Los niños de los primeros años crecieron en el marco de esa sociedad igualitaria y comunal (el término comunista provoca aun histeria) y fue para ellos algo natural. Al ver esto, Licurgo: “Regocijado y contento con la bellezas y excelencia de su legislación puesta en obra, y que seguía su camino, meditó como, en cuanto es dado a la humana prudencia, la haría inmoral e inalterable para lo futuro. Congregándolos, pues, en junta a todos, les hizo presente que en general estaba todo bastante bien ordenado en la ciudad para hacerla feliz y virtuosa; pero lo más esencial de mayor fuerza no lo introduciría sin haber antes acudido al oráculo del Dios: por tanto, los espartanos deberían atenerse a las leyes establecidas, y no alterar o innovar nada en ellas, hasta que el volviese de Delfos; porque entonces harían lo que el Dios prescribiese. “Convinieron todos en ello y le exhortaron al viaje; y con esto tomando juramento primero a los reyes y senadores y después a todos los ciudadanos, de que mantendrían y vivirán en el gobierno constituido hasta que Licurgo volviese, partió a Delfos” Salió Licurgo de Esparta, consultó al oráculo de Delfos y la sentencia le fue favorable. Lo que el oráculo le dijo lo envió a Esparta y tomó una decisión tan sorprendente como todo lo que hizo en su vida. En virtud de que el gobierno y los ciudadanos de Esparta habían jurado no cambiar sus leyes mientras él estuviera ausente, decidió suicidarse para no regresar y así obligar a los espartanos a conservar las leyes por la eternidad. “Haciendo otro sacrificio al Dios, y saludando a sus amigos y a su hijo, resolvió no dejar libres a sus ciudadanos del juramento, sino más bien 5 En relación con esto, debe notarse lo que algunos historiadores concluyen acerca de las Guerras Púnicas. Amilcar Barca, primero y el gran genio militar Aníbal, posteriormente, enseñaron a los romanos a hacer la guerra. Hay quienes, como G.P. Baker consideran a Aníbal el verdadero creador de la grandeza romana. Escipión el Africano, vencedor de Aníbal en Zama, tuvo a Aníbal como modelo e imitó hasta su personalidad. Después de Zama, Escipión, según cuenta Polibio, fue a buscar a Aníbal y los supuestos grandes enemigos tuvieron profunda amistad. Escipión fue, en esencia, un Aníbal romano. 9 salir espontáneamente de la vida, hallándose ya en una edad en la que se está en sazón o de vivir todavía, o de hacer punto si se quiere, cuando todo parece que ha llegado al colmo de la felicidad. Quitóse pues la vida con no comer, creyendo que en hombre públicos conviene que aún su muerte no deje de ser pública, ni sin fruto al término de su vida, sino que éste partícipe de su virtud y de su actividad y que para el que había ejecutado cosas tan grandes, el fallecimiento debía ser verdaderamente el término de su felicidad” Dice Plutarco que los espartanos cumplieron su juramento durante casi quinientos años, durante los cuales sobresalieron en toda la Grecia. Los 14 reyes que siguieron fueron fieles al juramento. Pero todo terminó cuando un tal rey Agis, dejó que entrara dinero en Esparta. “…y con el dinero, todo lo invadió la codicia y el ansia de la riqueza. Esparta se llenó de riqueza y de lujo, introduciendo en ella el oro y la plata y trastornando las leyes de Licurgo” Hoy, a dos mil años de distancia, la Esparta de Licurgo parece una leyenda. Pero fue una realidad. Platón y Aristóteles fueron admiradores de Licurgo y de sus increíbles logros sociales. Si alguien creyó que fenómenos sociales como este son simples utopías, es conveniente que investiguen a la gran maestra de la vida, la historia. Hay demasiadas cosas que aprender del pasado. Oh! Ya sé. Actualmente todo lo que tiene más de un mes, ya es obsoleto, sobre todo, en las ciencias humanas y sociales. Pero eso es producto de la ideología de consumo. Una deformación humana, tan grave, o peor, que la muy criticada de la Edad Media. La grandeza de Licurgo, está fuera de duda. Tiene, sin embargo, su lado oscuro. La sociedad espartana funcionaba en medio de un mar de esclavos, los ilotas. Se dice que en la enseñanza de los jóvenes se les inducía a matar a los mejores y más fuertes esclavos de manera tal, que no tuvieran sentimientos de culpa o arrepentimiento. Además, se usaba a los ilotas para ilustrar lo nocivo del vino, de la promiscuidad, de la obesidad y la fealdad del cuerpo y del espíritu. Plutarco afirma que esto no es verdad, que no fue promovido y legislado por Licurgo, pero hay algunos otros autores, citados por el mismo Plutarco, que dicen lo contrario. Finalmente debe señalarse que al finalizar su vida y no obstante que los jóvenes espartanos fueron educados a cada minuto para ser excelentes en soldados, Licurgo nunca acepto que Esparta fuese imperialista, que atacara a otras ciudades por el simple gusto de atacarlas y ensanchar las riquezas y poderío de Esparta. Algunos piensan que el militarismo de su sociedad era en esencia educativo y no bélico. 10