UNA SOCIEDAD SIN RICOS, NI POBRES… Y REALMENTE EXISTIÓ

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UNA SOCIEDAD SIN RICOS, NI
POBRES… Y REALMENTE EXISTIÓ
Por Arturo Ocaña
Fue en aquel periodo
de la historia de la
humanidad en la que
hubo revolución en el
pensamiento humano y
que fue llamado el
“Tiempo – Eje” por el
filósofo Carl Jaspers.
Fue la época en que
vivieron
Buda,
Confucio,
Lao
Tse,
Zoroastro (Zaratustra),
Jeremías,
Daniel
y
Ezequiel, y en que
surgieron
los
Upshanidas,
el
Jainismo, y ocurrió la
transformación religiosa
en Egipto. Fue cuando
nació Licurgo, en el año
700 antes de nuestra
era.
Su padre era rey de
Esparta y, según narra
Plutarco1, al tratar de
separar a dos hombres
que
peleaban,
fue
herido por uno de ellos
y murió a consecuencia
de las heridas. Heredó
el trono el hermano
mayor
de
Licurgo,
Poludectes quien, por razones desconocidas, murió muy poco después, de manera
que Licurgo pasó a gobernar .Sin embargo, pronto se supo que la ahora viuda de
Poludectes, estaba embarazada y por lo tanto, si el hijo era varón, a él le
1
Plutarco, “Vidas Paralelas”, Editorial Porrúa, Colección “Sepan Cuantos”, num 26, México, séptima edición,
1993. Todo este relato se basa en el documento de Plutarco.
1
correspondería ser el Rey de Esparta. Licurgo, por tanto, únicamente reinaría como
tutor, en tanto el niño naciera y creciera.
La viuda de Poludectes era ambiciosa, de manera que envió un mensaje a Licurgo
proponiéndole matar niño en cuanto naciera, bajo la condición de que él se casara
con ella y gobernaran juntos. Licurgo fingió estar de acuerdo, pero cuando supo
que el parto era inminente, envió soldados para que se apoderaran del niño y lo
llevaran a su presencia. Una vez en sus manos, presentó al pueblo al niño como el
Rey de Esparta y le dio el nombre Carilao.
Naturalmente la ambiciosa madre vio frustrados sus planes y quedó ofendida y
deseosa de venganza, de manera que urdió una serie de intrigas en las que
tomaron parte sus familiares. En estas intrigas hizo correr el rumor de que Licurgo
pretendía matar a Carilao para gobernar él sólo. En cuanto supo esto Licurgo, la
desmintió con hechos. Dio a conocer a todos que no era su fin gobernar y que por
lo tanto, abandonaría Esparta y “recorrería el mundo”.
Y efectivamente, fue a recorrer el mundo conocido en aquel entonces. Fue
inicialmente a Creta en donde estudio las formas de vida de esa sociedad, en ese
momento, en su apogeo. Convivió con poetas, filósofos y gobernantes de aquel
país. Luego fue a Asia. Su propósito fue estudiar las diferentes formas de gobierno y
el comportamiento de los ciudadanos. Se dice que encontró en Asia los poemas de
Homero, los recogió, los hizo copiar y los difundió. Labor que, evidentemente, llegó
hasta nuestros días. Se dice también que visitó también Egipto, Libia y España y
algunos escritores, según consigna Plutarco, aseguran que llegó hasta la India.
En Esparta, mientras tanto, las cosas no iban como fuera de desearse. Había
agitación y la muchedumbre se comportaba de manera insolente, de manera que
el pueblo y los gobernantes, pensaron el llamar a Licurgo para que regresara a
Esparta y pusiera orden.
Licurgo quiso ir al oráculo de Delfos a consultar a la Pitia para definir si debía o no
regresar a Esparta. La pitonisa le informó que era
(…) “caro a los dioses y que consultando sobre buenas leyes, el Dios le
daba e inspiraba un gobierno que debía aventajar a todos.” El oráculo
añadió detalles: “Edificando templo a Júpiter Silanio y a Minerva
Silania, conviene que tribuyendo tribus, centuriando centurias y
creando un Senado de treinta con los Arqueguetas, tengan estos el
derecho de congregar según los tiempos, a los padres de familias
entre Babuca y Cnaquión, de tratar con ellos y de disolver la junta”
Licurgo decidió regresar a Esparta y cumplir con la voluntad de los dioses.
Ya en Esparta, Licurgo reunió a sus allegados, les plantó sus ideas y les pidió el
apoyo. Sus ideas, verdaderamente revolucionarias, causaron estupor, pero hubo
alrededor de tres decenas de hombres decididos a apoyarlo. El rey Carilao era
2
tímido y espantadizo, por lo que ante el temor de lo que pudiera ocurrir, se
escondió en el Templo de Minerva de donde salió después de horas para
convencerlo de que él no sería señalado como culpable de lo que sucediera.
Los que apoyaban a Licurgo salieron armados en la madrugada hacia a la plaza
principal de Esparta, punto de reunión del pueblo, listos para convencer, por las
buenas o las malas a los contrarios a Licurgo. Pero no paso nada. Y Licurgo pudo
iniciar su plan, el más audaz, sociológicamente hablando, en toda la historia.
Para empezar fundó el Senado, una institución con la más alta autoridad y
conformada por 28 hombres mayores de 60 años de edad, con lo que inauguró
una era en la que la experiencia y la sabiduría de los ancianos eran capitalizadas en
favor del desarrollo de la sociedad.2 Los 28 ancianos más los 2 reyes, sumaban en
total los 30 miembros que componían el Senado. Y hubo Reforma Agraria.
“La segunda y más osada ordenación de Licurgo fue el repartimiento
del terreno; porque siendo terrible la desigualdad y diferencia, por la
cual muchos pobres necesitados sobrecargaban la ciudad, y la
riqueza se acumulaba en muy pocos, se propuso desterrar la
insolencia, la envida, la corrupción, el regalo, y principalmente los dos
mayores y más antiguos males de todos estos, la riqueza y la pobreza;
para lo cual les persuadió que presentando el país todo como vació,
se partiese de nuevo y todos viviesen entre si uniforme e igualmente
arraigados, dando el prez de preferencia a sola la virtud, como que de
uno a otro no hay mas diferencia o desigualdad que la que induce la
justa represión de lo torpe y la alabanza de lo honesto”
De inmediato comenzó la repartición de los terrenos del país, a partes exactamente
iguales y bajo suerte. El número de ciudadanos que recibieron tierras fueron nueve
mil. Cada terreno tenía las medidas que, según los expertos de aquella época,
podía producir 60 fanegas de cebada por cada hombre y 12 por mujer, además de
frutos previamente definidos y con cantidad estipulada para cada uno de los que
recibió tierras. Estas cantidades de cebada y frutos, debían ser entregadas al
Estado. En grupos de 15 ciudadanos, entregaban por turno, además de lo anterior,
una fanega de harina, vino, queso, higos y condimentos, todo ello debidamente
tasado.
Enseguida ordenó que todos debieran tener exactamente el mismo mobiliario. Esto
no fue bien recibido y comenzaba a cundir la agitación por lo cual dejó en
suspenso esta medida, pero ideo una manera ingeniosa de lograr la uniformidad
2
Hace 2,500 años los humanos de la “tercera edad” eran respetados y se reconocía su sabiduría,
producto de la experiencia; no se les tenía como estorbos. Tampoco se les tenía lástima, En pocas
palabras, un INSEN hubiese sido una aberración inconcebible.
3
en el mobiliario casero de manera indirecta: anuló el valor de todas las monedas
antiguas de oro y creó una moneda nacional de hierro, muy pesada y del menor
valor posible, de tal manera que una cantidad de valor ínfimo requería, según dice
Plutarco, una yunta para su transporte, o una enorme caja imposible de cargar por
un solo hombre.
“Y con sola esta mudanza se libertó Lacedemonia3 de muchas
especies de crímenes; porque, ¿quién había de hurtar o dar soborno,
o trampear, o quitar de las manos una cosa que ni podía ocultarse, ni
excitaba la codicia, ni había utilidad en deshacerla?, (…) Desterró
además, con esto las artes inútiles y de lujo, pues sin echarlas nadie de
la ciudad, debieron decaer con la nueva moneda, no teniendo las
obras despacho, por cuando una moneda de hierro, que era objeto
de burla, no tenía ningún atractivo para los demás griegos, ni
estimación alguna; así, ni se podían comprar con ella efectos
extranjeros de ningún precio, ni entraban en los puertos nave de
comercio, ni se acercaba a la Laconia o sofista palabrero, o saludador
o embelecador, u hombre de mal trafico con mujeres, o artífice de oro
y plata, no habiendo dinero, el lujo y el mal por si mismo se
desvaneció”
El hecho de que el lujo fuese socialmente condenado hizo que quienes tenían más
o guardaban algún lujo terminaran deshaciéndose de él ya que era difícil
esconderlo puesto que, como veremos, Licurgo instituyó que todos tuvieran el
mismo tipo de casa, con el mismo tipo de puerta, siempre abierta para que tomos
mirasen hacia el interior.
Pero Licurgo fue más lejos, mucho más. Todos los ciudadanos de Esparta debían de
comer juntos y lo mismo, tanto en cantidad como en calidad. Estaba prohibido
comer en casa. Estaba prohibido, también, tener utensilios para guisar y, desde
luego, era un delito tener un cocinero particular. El objetivo de Licurgo no era sólo
la igualdad, sino también la salud:
“… Ordenó que todos se reuniesen a comer juntos los manjares y
guisos señalados, y nada comiesen en casa, ni tuviesen paños y mesas
de gran precio, o pendiesen de cortantes y cocineros, engordando en
tinieblas como animales insaciables, y echando a perder con las
costumbres, los cuerpos, incitados inmoderados deseos y a la altura,
con necesidad de sueños largos, de baños calientes, de mucho
reposo y de estar en continua enfermedad.”.
Pero los codiciosos de hace dos mil quinientos años eran exactamente igual a los
de ahora, así que eso de comer lo mismo que los demás y no poder tener lujos en
su casa, y ni siquiera el derecho de comer algo delicioso en su propio hogar, los
indigno y como lo han venido haciendo desde entonces, rasgaron sus vestiduras y
3
Lacedemonia era otro de los nombres de Esparta en la antigua Grecia
4
se confabularon en contra de quien pretendía ponerlos en orden. Su conspiración
tuvo todos los matices usados desde la eternidad: indignación por la falta de
derechos, indignación divina, quitar a ese dictador loco, llorar hipócritamente por
la muerte de la democracia y todo lo que ya conocemos.
Confabulados contra Licurgo, los ricos fueron –como de costumbre – al templo,
sacrificaron a los dioses y luego, en un gran número se reunieron en la plaza.
Licurgo acudió a dialogar con ellos y en lugar de palabras, lo apedrearon, por lo
cual el legislador tuvo que retirarse corriendo del lugar y logró llegar al templo que
estaba cercano y ahí se refugió.
Un joven fuerte y en pleno vigor, fue encargado de sacarlo del templo. Ante la
resistencia de Licurgo, el joven, que se llamaba Alcandro, lo hirió con una vara y le
sacó un ojo.
“No se alteró Licurgo con tanto daño que había recibido, sólo se paró
de frente, y mostró a los ciudadanos el rostro bañado en sangre, y
saltado el ojo; entonces fue suma la vergüenza y sentimiento que los
ocupó a todos; tanto que pusieron en su poder a Alcandro y le fueron
acompañando hasta su casa, dándole muestras de su disgusto.
Licurgo a los demás los despidió alabando su porte; y en cuanto a
Alcandro, mandándole entrar en casa, no hizo ni dijo contra él cosa
que le ofendiese; solamente diciendo a sus comensales y criados que
se retirasen, le mandó que le sirviese. Alcandro, que era de buena
disposición, hacía callado lo que se le ordenaba; y permaneciendo al
lado de Licurgo siguiendo su método de vida, pudo hacerse cargo de
la dulzura de su carácter, de los afectos de su ánimo, de su arreglado
porte, y de su dureza para el trabajo; con lo que miró ya como debía y
dijo a sus camaradas y amigos, que Licurgo no era ni áspero, ni
orgulloso, sino que él sólo, era suave y afable para todos.”
Y ¿cómo enfrentó Licurgo el problema de la educación?
Estableció que las doncellas espartanas, en lugar de estar tejiendo y sufriendo las
impertinencias de sus galanes, hicieran, obligatoriamente ejercicio, que incluía las
carreras de velocidad y de resistencia, la lucha, el lanzamiento de disco, el tiro con
arco y flecha. Quería que las mujeres tuviesen cuerpos robustos y que llevasen el
parto con vigor dispuestas a aguantar alegre y fácilmente los dolores.
“Removiendo, por otra parte, el regalo, el estarse a la sombra y toda
delicadeza femenil, acostumbró a las doncellas a presentarse
desnudas igualmente que los mancebos en sus reuniones, y a bailar
así y cantar en ciertos sacrificios en presencia y a la vista de estos… Y
en esta desnudez de las doncellas nada había de deshonesto, porque
la acompañaba el pudor, y estaba lejos de toda lascivia; y lo que
producía era una costumbre sin inconveniente, y el deseo de tener un
buen cuerpo; tomando con la femenil cierto gusto de un orgullo
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ingenuo, viendo que se les admitía a la par en la virtud y en el deseo
de gloria”.4
De la vista nace el amor, así que los mancebos se fijaban en las doncellas cuando
las veían en las carreras, las luchas o los bailes. Del enamoramiento sigue el
matrimonio. Pero Licurgo fue un humano fuera de serie. Convirtió al matrimonio
en el resultado de un rapto, el cual tenía objetivos bien definidos. Dejemos que
Plutarco lo narre:
El casamiento era un rapto, no de doncellitas tiernas e inmaduras,
sino de grandes ya y núbiles. La que había sido robada era puesta en
poder de la madrina, que le cortaba el cabello a raíz y vistiéndola con
ropa y zapatos de hombre, la recostaba sobre un mullido de ramas,
sola y sin luz; el novio, entonces, no embriagado ni trastornado, sino
sobrio, como que venía de comer en el banquete público, se le
acercaba y la desataba el ceñidor y se ayuntaba con ella, poniéndola
sobre el lecho. Deteniéndose allí poco tiempo, se retiraba
tranquilamente a donde antes acostumbraba a dormir con los demás
jóvenes; y en adelante hacía lo mismo, pasando el día con sus iguales,
reposando con ellos, y no yendo en busca de la novia sino con
mucha precaución, de vergüenza y de miedo de que lo sintiese
alguno de los adentro, en lo que le auxiliaba la novia, disponiendo y
proporcionando que se reuniesen en oportunidad y sin ser notados
de nadie; y esto solían ejecutarlo no por poco tiempo, sin que algunos
tenían ya hijos antes que saliese al público quienes eran sus mujeres.”
Plutarco comenta que esta forma de matrimonio, además de ser un ejercicio de
continencia y moderación, fortalecía la psicología de los cónyuges y hacía de la
relación una experiencia amorosa siempre renovada, lo que evitaba que se
fastidiaran uno del otro y cayeran en la indiferencia.
Los celos, sin embargo, son otra cosa. ¿Cómo desterrarlos en toda una sociedad?
Quitando todo al matrimonio todo lo que pudiera constituir en una afrenta. Así
que los hijos se consideraron como hijos de la comunidad y por lo tanto debían ser
sanos y fuertes. Y eso se logra con padres en las mejores condiciones. Esto llevó al
concepto de que un hombre anciano o enfermo con una mujer joven y sana,
permitiera que procrease hijos con algún joven distinguido por su fuerza en virtud
y corporal. Era bien visto y aprobado que las viudas de soldados, volviesen a
procrear con los jóvenes considerados más aptos.
Y así, Licurgo logró la desaparición total del adulterio. Ojo: terminó con el adulterio
en ambos sexos, no sólo en la mujer.
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Uno puede jugar con su imaginación y pensar cuántos calambres mentales hubiera sufrido Freud si hubiese
nacido en aquel tiempo.
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Cuando nacía el pequeño (niño o niña) era llevado a cierto lugar específico,
llamado Lesca, donde los ancianos lo evaluaban. Si era sano y sin defectos, se le
enviaba a cualquiera de las 9 mil familias (excepto a la de sus padres biológicos). Si
no eran sanos y tenía defectos, eran enviados a cierto lugar para que les dieran
muerte. Para los niños sanos había nodrizas rigurosamente seleccionadas.
“Había en las nodrizas cuidados y artes particulares, de manera que
criaban a los niños sin fajas, procurando hacerlos liberales en sus
miembros y su figura; fáciles y no melindrosos para ser alimentado,
imperturbables en las tinieblas; sin miedo en la soledad, y no
incómodos y fastidiosos con los lloros”
Cuando el menor cumplía 7 años era asignado a un grupo de compañeros,
llamado clase. Sus comportamientos eran observados y en breve se nombraba jefe
del grupo al que manifestaba más juicio, tenía más iniciativa y entusiasmo en sus
actividades. Los demás debían obedecerle y recibir su castigo. Como de costumbre,
quienes los evaluaban eran los ancianos, quienes los ponían a prueba de diversas
maneras, para observar quienes se distinguían por alguna cualidad específica.
No eran pruebas sencillas, eran duras y complejas, destinadas a templar la fortaleza
psicológica, física y moral de aquellos niños. Luego, cuando llegaban a los 12 años
se le obligaba a andar casi sin ropa, rapados y a vivir sin comodidades. Según se
dice, esto los hacía crecer delgados, fuertes, decididos y valientes.
“Dormían juntos en fila y por clases sobre mullido de ramas que ellos
mismos traían, rompiendo con la mano sin hierro alguno las puntas
de las cañas que se crían a la orilla del Eurotas; y en invierto echaban
también de los que se llaman matalobos, y los mezclaban con las
cañas, porque se creían que eran de naturaleza cálida.
En su adolescencia, podían acudir a los gimnasios para aprender a luchar y a
desarrollar su cuerpo, no para tener grandes músculos, sino para tener a la vez
fuerza y ligereza. Antes de los 20 años los ponían a prueba ordenándoles que
trajeran leña y víveres, pero esos artículos debían ser robados. Pobre del que era
descubierto robando. Lo azotaban, no por el hecho de robar, sino por su torpeza al
hacerlo. De hecho, los obligaban a robar su comida. Si era descubierto, el castigo
era dejarlo sin comer.
Si pasaban estas pruebas, la agudeza de su ingenio era puesta a prueba con
preguntas que formulaban los ancianos después de meditarlas mucho tiempo.
Eran preguntas del tipo “¿Cuál es el mejor de los hombres y por qué?”
“De este modo – explica Plutarco – se enseñaba a juzgar de lo bueno
y honesto, y a poner cuidado en discernir las acciones de los
ciudadanos, porque si preguntado alguno quién era buen ciudadano,
o quién no tenía este concepto, se hallaba dudoso en responder,
teníanlo por señal de un espíritu tardo y poco inflamado en el amor
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de la virtud. La respuesta debía de contener la causa y una
demostración encerrada en breve y corta sentencia”.
Otra virtud que promovió Licurgo fue enseñar a los jóvenes a usar las palabras
estrictamente necesarias. En nuestro lenguaje actual, decidió acabar con los
“rolleros” esa especie que domina en los políticos, especialmente en los Secretarios
de Gobernación, pasados, presentes y seguramente, futuros. Hablar
“lacónicamente” se refiere a hablar como los espartanos, cuya región geográfica se
llamaba Laconia.
Esa necesidad de usar el menor número de palabras para expresar las ideas, los
llevó, sin proponérselo, a ser maestros de la ironía. Los ejemplos abundan. Uno
quizá no tan conocido es aquel en el cual un griego llamado Damarato, le
preguntó a Agis “¿Quién es mejor de los espartanos?” La respuesta no se hizo
esperar: “El que menos se te parezca”
Otra reforma de Licurgo que llama la atención, es la electoral. Como hemos visto el
Senado se componía de 28 ancianos. Y por ser de edad avanzada, morían con
frecuencia. Así que había que sustituirlos. Licurgo pensó en la mejor forma de
hacerlo. Y fue la siguiente: se reunían los ciudadanos en la plaza pública. De entre
ellos se escogían a varios que se distinguían por su virtud, su honradez y su buen
juicio. Una vez elegidos, se les encerraba en un cuarto construido para ese fin,
dentro del cual, ellos podían escuchar a la multitud, pero no podían ver, ni ser
vistos. Los candidatos a senadores eran presentados ante la multitud que los
aclamaba según las simpatías y respeto que inspiraban.
Los hombres que estaban encerrados, debían valorar el clamor en el orden en que
ocurría. Era lo único que podían hacer, ya que los candidatos habían sido
ordenados en su presentación, al azar. De esta manera, al terminar la presentación,
salían y mostraban cuál había sido el clamor más grande y a qué número de
presentación correspondía. A quien correspondía esto, era electo Senador.
Hasta en las cuestiones de la muerte incidió Licurgo. Organizó los entierros de tal
manera que los jóvenes viesen con la mayor naturalidad la muerte y no se
horrorizan ante las sepulturas, desterrando supersticiones y “otros males”.
Tan extraordinaria legislación en todos los aspectos de la vida, cosa extraña, nunca
fue escrita. Licurgo nunca redactó sus leyes, reglamentos, consejos o ideas. Cuando
se le criticó ésto contestó que:
“…creía que lo esencial y poderoso para la felicidad de la ciudad y
para la virtud se cimenta en las costumbres y aficiones de los
ciudadanos, con lo que permanecía inmovible, teniendo un vínculo
más fuerte todavía que el de la necesidad, en el propósito firme y
seguro del ánimo y en la disposición que produce en los jóvenes para
cada cosa la educación preparada por el legislador. (…) creyó ser lo
mejor no circunscribirlos con la necesidad que induce la escritura y los
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usos invariables, sino dejarlos para que los así educados juzguen de
ellos según las circunstancias, que añaden o quitan, porque todo el
negocio de la legislación debe consistir en la crianza.”.
Finalmente, y en una muestra más de su extraordinaria originalidad, Licurgo hizo
una prohibición sorprendente: hacer la guerra a los mismos enemigos. ¿Por qué?
Porque, pensaba, si se atacaba varias veces al mismo enemigo, se le convierte en
guerreros acostumbrados a la defensiva de ciertas tácticas y en el proceso
aprenden a guerrear contra ellas y terminan por conocer las debilidades de los
atacantes.5
Llegó el momento en que todas las sorprendentes reformas de Licurgo
funcionaban a la perfección. Los niños de los primeros años crecieron en el marco
de esa sociedad igualitaria y comunal (el término comunista provoca aun histeria) y
fue para ellos algo natural. Al ver esto, Licurgo:
“Regocijado y contento con la bellezas y excelencia de su legislación
puesta en obra, y que seguía su camino, meditó como, en cuanto es
dado a la humana prudencia, la haría inmoral e inalterable para lo
futuro. Congregándolos, pues, en junta a todos, les hizo presente que
en general estaba todo bastante bien ordenado en la ciudad para
hacerla feliz y virtuosa; pero lo más esencial de mayor fuerza no lo
introduciría sin haber antes acudido al oráculo del Dios: por tanto, los
espartanos deberían atenerse a las leyes establecidas, y no alterar o
innovar nada en ellas, hasta que el volviese de Delfos; porque
entonces harían lo que el Dios prescribiese.
“Convinieron todos en ello y le exhortaron al viaje; y con esto
tomando juramento primero a los reyes y senadores y después a
todos los ciudadanos, de que mantendrían y vivirán en el gobierno
constituido hasta que Licurgo volviese, partió a Delfos”
Salió Licurgo de Esparta, consultó al oráculo de Delfos y la sentencia le fue
favorable. Lo que el oráculo le dijo lo envió a Esparta y tomó una decisión tan
sorprendente como todo lo que hizo en su vida. En virtud de que el gobierno y los
ciudadanos de Esparta habían jurado no cambiar sus leyes mientras él estuviera
ausente, decidió suicidarse para no regresar y así obligar a los espartanos a
conservar las leyes por la eternidad.
“Haciendo otro sacrificio al Dios, y saludando a sus amigos y a su hijo,
resolvió no dejar libres a sus ciudadanos del juramento, sino más bien
5
En relación con esto, debe notarse lo que algunos historiadores concluyen acerca de las Guerras Púnicas.
Amilcar Barca, primero y el gran genio militar Aníbal, posteriormente, enseñaron a los romanos a hacer la
guerra. Hay quienes, como G.P. Baker consideran a Aníbal el verdadero creador de la grandeza romana.
Escipión el Africano, vencedor de Aníbal en Zama, tuvo a Aníbal como modelo e imitó hasta su personalidad.
Después de Zama, Escipión, según cuenta Polibio, fue a buscar a Aníbal y los supuestos grandes enemigos
tuvieron profunda amistad. Escipión fue, en esencia, un Aníbal romano.
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salir espontáneamente de la vida, hallándose ya en una edad en la
que se está en sazón o de vivir todavía, o de hacer punto si se quiere,
cuando todo parece que ha llegado al colmo de la felicidad. Quitóse
pues la vida con no comer, creyendo que en hombre públicos
conviene que aún su muerte no deje de ser pública, ni sin fruto al
término de su vida, sino que éste partícipe de su virtud y de su
actividad y que para el que había ejecutado cosas tan grandes, el
fallecimiento debía ser verdaderamente el término de su felicidad”
Dice Plutarco que los espartanos cumplieron su juramento durante casi quinientos
años, durante los cuales sobresalieron en toda la Grecia. Los 14 reyes que siguieron
fueron fieles al juramento. Pero todo terminó cuando un tal rey Agis, dejó que
entrara dinero en Esparta.
“…y con el dinero, todo lo invadió la codicia y el ansia de la riqueza.
Esparta se llenó de riqueza y de lujo, introduciendo en ella el oro y la
plata y trastornando las leyes de Licurgo”
Hoy, a dos mil años de distancia, la Esparta de Licurgo parece una leyenda. Pero
fue una realidad. Platón y Aristóteles fueron admiradores de Licurgo y de sus
increíbles logros sociales. Si alguien creyó que fenómenos sociales como este son
simples utopías, es conveniente que investiguen a la gran maestra de la vida, la
historia. Hay demasiadas cosas que aprender del pasado. Oh! Ya sé. Actualmente
todo lo que tiene más de un mes, ya es obsoleto, sobre todo, en las ciencias
humanas y sociales. Pero eso es producto de la ideología de consumo. Una
deformación humana, tan grave, o peor, que la muy criticada de la Edad Media.
La grandeza de Licurgo, está fuera de duda. Tiene, sin embargo, su lado oscuro. La
sociedad espartana funcionaba en medio de un mar de esclavos, los ilotas. Se dice
que en la enseñanza de los jóvenes se les inducía a matar a los mejores y más
fuertes esclavos de manera tal, que no tuvieran sentimientos de culpa o
arrepentimiento. Además, se usaba a los ilotas para ilustrar lo nocivo del vino, de la
promiscuidad, de la obesidad y la fealdad del cuerpo y del espíritu.
Plutarco afirma que esto no es verdad, que no fue promovido y legislado por
Licurgo, pero hay algunos otros autores, citados por el mismo Plutarco, que dicen
lo contrario.
Finalmente debe señalarse que al finalizar su vida y no obstante que los jóvenes
espartanos fueron educados a cada minuto para ser excelentes en soldados,
Licurgo nunca acepto que Esparta fuese imperialista, que atacara a otras ciudades
por el simple gusto de atacarlas y ensanchar las riquezas y poderío de Esparta.
Algunos piensan que el militarismo de su sociedad era en esencia educativo y no
bélico.
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