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LOS PERROS DE LICURGO
LOS PERROS DE LICURGO
Por José Antonio Molero
I
S
e cuenta que el legislador griego Licurgo* fue invitado en cierta ocasión a
dar una exposición teórica sobre la educación. El sabio aceptó la invita-
ción, pero pidió un plazo de seis meses para preparar la materia que habría de
desarrollar en su disertación.
Tal requisito causó gran extrañeza entre los solicitantes, pues todos sabían
de su capacidad y condiciones para hablar en cualquier momento y sobre cualquier tema o asunto, aunque fuese de manera improvisada. Por eso mismo, lo
habían invitado.
Transcurridos los seis meses, Licurgo compareció ante la asamblea. Todo
era expectación. Los asistentes sabían que no iba a defraudarlos. Se ubicó el
orador en la tribuna y, a una orden suya, entraron de inmediato varios criados
portando cuatro jaulas, en cada una de las cuales había un animal: dos liebres y
dos perros, todos separados.
A una señal previamente establecida, uno de los criados abrió la puerta de
una de las jaulas, y una pequeña liebre, blanca, salió corriendo espantada. Luego, otro criado abrió la jaula en que había un perro, que salió en desesperada
carrera a la captura de la liebre. La alcanzó con la destreza que cabe a un galgo
lebrero, destrozándola rápidamente.
La escena fue dantesca. Los corazones parecían saltar del pecho. La violencia con que el perro había dado caza y destrozado la libre había golpeado ciertamente la sensibilidad de todos los allí presentes. Nadie conseguía entender lo
que Licurgo pretendía con la exhibición de tal agresión.
Mientras los miembros de la asamblea se debatían en una mezcla de perplejidad y conmoción, Licurgo permanecía en silencio. De su boca no salía palabra alguna. Se limitaba tan solo a observar atentamente a la concurrencia.
Ante el asombro de los asistentes, vuelve a repetir la señal establecida y la
otra liebre es liberada. Tras lo cual, manda soltar el otro perro. El público apenas contenía la respiración. Los más sensibles llevaron las manos a los ojos para
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no ver la repetición de la muerte bárbara del
indefenso animalito, que corría y saltaba
ajeno a la suerte que le esperaba.
En el primer instante, el perro embistió
a la liebre. Sin embargo, en vez de destrozarla, la toca con la pata y ella cayó. Luego, la
ayuda a ponerse de pie y se ponen a juguetear. Para sorpresa de todos, los dos animales
demostraron tranquila convivencia, saltando
de un lado para otro.
Entonces, y solamente entonces, Licurgo habló.
—Señores, acaban de asistir a una demostración de lo que puede la educación.
Ambas liebres son hijas de la misma matriz,
Otto van Veen (1556-1629). Grabado de 1607.
fueron alimentadas igualmente y recibieron
los mismos cuidados. Así, igualmente, los pe-
rros. La diferencia entre ellos reside, simplemente, en la educación.
Y prosiguió vivamente su discurso exponiendo las excelencias del proceso
educativo: «Si eso se ha podido hacer con animales con solo dominar su instinto,
cuánto más no se podrá hacer con los hombres».
*
*
*
II
PARA PENSAR
Al fondo de toda la puesta en escena de Licurgo subyace la idea de un eficaz proceso
educativo. La validez, pues, de este relato como apólogo que exalta los valores de la educación es evidente. Por la parte que nos compete, uno de los aspectos más interesantes de la
educación es su capacidad para la transmisión de valores tan importantes como el relativo
al pensamiento independiente y crítico y a la formación intelectual. Pero no solamente estos, también aquellos otros socialmente tan importantes como la tolerancia, la solidaridad
y el espíritu de colaboración; el valor de la convivencia, en suma. En efecto; convivir significa compartir vivencias juntos; convivir es, por lo tanto, encontrarse con los otros y conversar con ellos. Si conversamos en la escuela, estamos construyendo la convivencia escolar; si
lo hacemos en la sociedad, en la ciudad, estamos construyendo la ciudadanía, la convivencia democrática. Aprender a convivir es una finalidad básica de la educación. Se trata de
sumar esfuerzos para dar respuestas favorables a los retos que nos planteas la sociedad,
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conscientes de que la educación para la convivencia democrática y ciudadana, para la
igualdad entre hombres y mujeres, la educación intercultural, la educación para una cultura de paz, en definitiva, son desafíos que la escuela no puede obviar si quiere encontrar alternativas, positivas y constructivas, a los problemas escolares y sociales del siglo XXI.
______________
* NOTA del AUTOR
Licurgo fue un legislador de Esparta, capital de Laconia (Lacedemonia o Lacedemón), cuya localización histórica en la cronología de la antigua Grecia, resulta todavía bastante controvertida, llegándose incluso a dudar de su existencia histórica. Algunos lo adscriben a un periodo cronológico que va desde el siglo XII a. C. hasta el año 600 a. C., si hay
otros que precisan un poco su momento histórico, localizándolo entre los siglos IX y el siglo VII a. C. Citado por historiadores Heródoto, Jenofonte y Plutarco, Licurgo era hijo de
Eunomo, rey de Esparta y hermano de Polidecto, que reinó después de su padre. Fallecido
este, su viuda ofreció a Licurgo que se casase y reinase con ella, pero él rehusó, alegando su
preferencia por continuar siendo el tutor de su sobrino Carilao. A pesar de su noble y austera conducta fue calumniado, y él se fue de Esparta. Viajó para estudiar las leyes y costumbres de otros países. Al regresar de sus viajes, dio Licurgo a los lacedemonios leyes justas,
severas y sabias, aunque entre ellas las hubo que merecieron justa crítica, como fue la que
ordenaba matar a toda criatura que naciera con alguna imperfección en su cuerpo. Dícese
que para obligar a los lacedemonios a la constante observancia de las leyes que había establecido, les hizo jurar de no variarlas y seguirlas hasta que volviese de un viaje que iba a
emprender. Conseguido esto, partió para Creta, en donde se quitó la vida, dejando encargado que se echasen sus cenizas al mar, temiendo que si su cuerpo fuese trasladado a Esparta, los lacedemonios no se creyesen ya ligados por el juramento que se habían hecho.
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JOSÉ ANTONIO MOLERO BENAVIDES (Cuevas de San Marcos, Málaga,
1946). Diplomado en Maestro de Enseñanza Primaria y licenciado en Filología Románica por la Universidad de Málaga. Es profesor de Lengua, Literatura y sus Didácticas en la Facultad de Ciencias de la Educación de la
UMA. Desde que apareció su primer número, está al frente de la dirección
y edición (en su versión web) de GIBRALFARO, revista digital de publicación trimestral patrocinada por el Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de Málaga.
GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral
de Cultura. Año XIV. III Época. Número 87. Enero-Marzo 2015. ISSN 1696-9294.
Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2015 José Antonio Molero
Benavides. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes
sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones, y los derechos pertenecen a su(s) creador(es).depósito Legal MA-2652010. © 2002-2015 Departamento de Didáctica de las Lenguas, las Artes y el Deporte. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.
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