Filosofem > Filosofía > 4º ESO: Bloque 1. La filosofía > El paso del mito al λóγος (logos) El paso del mito al λóγος (logos) Origen y fundamentos de la filosofía Viernes 09/09/2016, por filosofem ÍNDICE: 1. 2. 3. 4. El saber filosófico. Su especificidad El origen de la filosofía: el paso del mito al logos Las primeras elaboraciones filosóficas: los pensadores griegos [y las pensadoras] Las primeras filósofas: Téano, Aglaonice de Tesali, Aspasia de Mileto, Perictione de Atenas 1. El saber filosófico. Su especificidad ¿Què és el ’saber’? Si consultamos el Diccionario de Filosofía de Ferrater Mora, leeremos: El vocablo ‘saber’ (usado a veces como verbo y a veces como sustantivo: "el saber") se equipara con frecuencia al término ’conocimiento’. Sin embargo, es muy común en la literatura filosófica de varias lenguas (por ejemplo, español, francés, alemán) emplear ’saber’ en un sentido más amplio que ’conocimiento’. De acuerdo con ello, mientras el conocimiento se refiere a situaciones objetivas y da lugar, una vez debidamente comprobado y sistematizado, a la ciencia, el saber puede referirse a toda suerte de situaciones, tanto objetivas como subjetivas, tanto teóricas como prácticas. (...) (...) el saber es (...) una aprehensión de la realidad por medio de la cual ésta queda fijada en un espíritu, expresada, transmitida a otros sujetos, sistematizada e incorporada a una tradición (por principio criticable y revisable). Hay por esto un desarrollo histórico del saber, desarrollo que se manifiesta de un modo ejemplar en la evolución de la filosofía (y de la ciencia). Tal desenvolvimiento parece efectuarse según unos ciertos modelos: se propone primero una idea del saber (verdadero), se descubre que es insuficiente, se sustituye por otra más amplia de la cual la anterior sea un caso posible, y así sucesivamente. Así, tal como X. Zubiri lo ha caracterizado [1], el saber aparece primero, según se advierte en Parménides, como un discernir. La realidad se ofrece como algo que parece ser algo y es otra cosa; el saber-discemir distingue entonces entre el parecer y el ser, en virtud de esa experiencia o sentido del ser que es la inteligencia, νους. Este saber proporciona un juicio sobre el ser verdadero y lo enuncia, mediante el λόγος, como la idea de la cosa sabida. En segundo lugar, el saber es, como en Platón se advierte, un definir; por lo tanto, no sólo consiste en distinguir entre lo que es y lo que parece ser, sino que es averiguación de aquello en que consiste lo que es: la esencia. En tercer lugar, el saber es, como ya indicó Aristóteles, un conocer por qué la cosa examinada es como es: saber es, en tal caso, conocimiento no sólo de la idea, sino de la causa formal, es decir, conocimiento de la "esencia no sólo como contenido de la definición, mas como lo que esencialmente constituye la cosa"[op. cit., pág. 29]. Saber es, en suma, saber de la substancia de la cosa; es entender y demostrar. Tal entendimiento o sapiencia del saber se efectúa en varias etapas: se demuestra la necesidad de la cosa en el raciocinio y en la argumentación (silogismo, lógica del raciocinio); se va más allá del mero discurrir sobre los momentos principales de la cosa para aplicarse a los principios (lógica de los principios); se descubre que el principio es la simplicidad, lo que no ofrece doblez ni apariencia y lo que, al mismo tiempo, permite reconstruir la cosa y efectuar una completa demostración de su ser verdadero (Descartes, Leibniz); se tiende a entender no sólo la idea o principio de lo real en sí mismo, sino a entenderlos como principios efectivos de la realidad —por lo tanto, mediante una especulación que presenta cada cosa como algo en que en principio está todo—, de tal suerte que el mero ser queda desbordado por un llegar a ser y el saber es descubrir cómo algo ha llegado a ser lo que es, cómo dialécticamente se ha constituido (idealismo alemán). Mas el saber puede también ser y aspira sobre todo a ser un atenerse a la realidad misma, una huida de aquella abstracción que diseca continuamente el saber efectivo y plenario, una marcha hacia lo concreto. El saber se desvía de su preocupación por la idea verdadera de la cosa y se aplica a la verdad de lo real; no importa tanto la verdad como la realidad misma. De ahí el desarrollo del saber como un sentir y la consiguiente historia del saber entendido como una afección o como una impresión. Entonces la mente se hace menos aprehensión de la idea que órgano del sentido y del tanteo de la realidad; si antes era instrumento para el saber de la idea verdadera, ahora es instrumento para el saber de la verdadera realidad. (...) Entre otras clasificaciones (...) del saber mencionamos la que lo divide en un saber "vulgar", o "común", un saber científico y un saber filosófico. El saber "vulgar" o "común" se funda en la "experiencia de la vida" (...) En muchas de sus manifestaciones este saber adopta un realismo ingenuo según el cual las cosas son tal como aparecen. En todo caso, este saber posee un mínimo de elementos universales y de leyes. Se ha dicho a veces que este saber carece de método y organización o, en todo caso, que se trata de un método y de una organización no sistemáticos. El saber "vulgar" y "común" puede, y suele, estar mezclado con prejuicios de todas clases, pero es frecuente que los saberes más rigurosos estén fundados parcialmente en dicho saber. Junto al saber común, o a veces sobrepuesto a él, se halla el saber científico, (...) Se ha dicho que el saber científico es una experiencia elaborada por el método, pero estimamos que ello no agota la naturaleza de este saber. Característico del mismo es el uso de métodos, de hipótesis, reglas, etc. El saber científico se interesa por leyes, hipótesis, causas, estructuras, relaciones, etc. La dificultad de caracterizar el saber filosófico resulta patente por lo que hemos dicho en el artículo FILOSOFÍA (...) Algunos lo consideran como "superior" al científico; otros, como completamente distinto del científico. Unos ponen de relieve que el saber filosófico carece de supuestos y es, por tanto, "absoluto"; otros, que consiste justamente en poseer supuestos y hasta en "proporcionar" supuestos a los demás saberes. En algunos casos el saber filosófico ofrece características muy similares a las del saber científico; en otros casos, se parece a lo que hemos llamado saber "vulgar" o "común". En efecto, a la hora de caracterizar la filosofía, nos encontramos que no hay una sola respuesta en la pregunta ’¿qué es filosofía?’ Nos encontramos con que cada sistema filosófico nos ofrece su respuesta. Podemos acudir a la definición etimológica y nos encontramos que la palabra ’filosofía’ viene del griego antiguo φιλοσοφία, es decir, "amor a la sabiduría". Pero esta definición tampoco nos soluciona el problema. Parece que estamos ante un problema insoluble. Parménides expuso su teoría en un Poema. En su Poema, concibió la filosofía como un discurso o "camino" cuyo recorrido está fijado por unos principios ontológicos absolutos que determinan tanto las características esenciales de lo que es, como las condiciones a las que se tiene que ajustar cualquier interpretación de las cosas que tenga en cuenta la variedad de sus aspectos. Parménides establece los principios (o supuestos) que deben regir el discurso que da cuenta de lo que hay, esto es, una metodología para encontrar "el corazón imperturbable de la verdad muy redonda". Este principios son: El ser es: en las cosas hay algo, el ser, que justifica que se diga de cualquier cosa que "es x". El no ser no es, porque si del ente se pudiera decir que es nada, se estaría admitiendo que el ser es nada, o que la nada es. Excluye automáticamente la posibilidad de hacer cognoscible lo no ente. Lo mismo es pensar y ser: el pensamiento se identifica con la manifestación del ente, es su verdad o desvelo. Epistemología. El núcleo fundamental del Poema se divide en dos partes: la vía de la verdad y la "interpretación de las opiniones". La vía de la verdad: Se trata de una deducción de las características que necesariamente tiene que tener el ente desde el momento en que la imposibilidad de pensar o decir con rigor que "no es" excluye todas aquellas determinaciones que de alguna forma implican la nada. El principio rector de esta deducción es que la nada no es, por lo tanto todo el que hay es ser. Las características del ser son: El ser es ingénito e imperecedero. La generación del ser, es decir, la hipótesis de que el ser de las cosas se hubiera constituido en un momento determinado, obliga a pensar que antes no era. Por lo tanto tiene que ser necesariamente ingénito. Es inmóvil. La inmovilidad tiene que entenderse como carencia de comienzo y fin, de nacimiento y corrupción y no, que Parménides niega la posibilidad de todo movimiento dentro de la esfera del ser. Es indivisible (se identifica consigo mismo). Esta constancia del ser no excluye que haya cambios de lugar en su interior. Es igual por todas partes, homogéneo y continuo. Esta homogeneidad continua no impide que haya diferencias cualitativas o cuantitativas entre las cosas, siempre que esto no suponga una diversidad en cuanto a su ser. No es infinito, es esférico: los motivos que indujeron a Parménides a decir que el ente es "parecido a la masa de una esfera bien redonda", parecen provenir de la triple conjunción del prejuicio de la finitud, de la hipótesis de que el universo es esférico y de la tesis inicial de que el ser lo llena todo, es decir, una totalidad de cosas que tienen un aspecto primordialmente material. Es uno (unicidad del ser), porque una diversidad de seres requeriría que aquello de lo que careciera cualquier de ellos, para distinguirse de los otros, tendría que ser enunciado en términos de no ser. Esto infringiría el juicio-criterio enunciado como fundamento del sistema de Parménides. La vía de la opinión (la opinión de los mortales): La interpretación de los aspectos opinables de las cosas era para Parménides una forma de conocimiento que, aunque no alcanzara la plenitud o rigor discursivo de la "vía de la verdad", poseía un valor positivo. El grado de certeza que pueda alcanzar está por debajo del que tiene la vía de la verdad. Así introduce la distinción entre verdad y apariencia y otorga primacía a la razón frente los sentidos. Las tesis de Parménides fueron proseguidas por Zenón de Elea (aprox. 490-430 a. C.), quien desarrolló el método del razonamiento por reducción al absurdo con sus argumentos, denominados “paradojas de Zenón”. Con estas argumentaciones rechazaba la concepción de sentido común sobre el cambio y la multiplicidad, y defendía, por vía indirecta, las tesis de Parménides. Posteriormente, Meliso de Samos (siglo -V) sistematizó las tesis de Parménides. Zenón, Aquiles y la tortuga (vídeo 1 | vídeo 2) Volver al índice Tradición pluralista Los sistemas filosóficos de la tradición pluralista del siglo -V se mueven dentro del clima intelectual dominado por las especulaciones de la escuela eleática, aunque sin reducirse a nuevas variantes de eleatisme. Asumida la vía de la verdad (la persistencia del ser es el supuesto sobre el que se desarrollarán estas teorías), los sistemas de Empèdocles, de Anaxágoras y del atomismo pretenden “salvar las apariencias”, es decir, dar una explicación racional del hecho empírico del cambio. La filosofía de Parménides no supuso la eliminación de la problemática del cambio, sino más bien la exigencia de su justificación. Estos intentos de justificación es harán siguiendo dos esquemas explicativos: Uno dualista (Empédocles y Anaxágoras), que explicará el cambio haciendo uso de elementos dinámicos y de alguna manera "extramaterials" (el Amor y el Odio de Empèdocles y el Nuos de Anaxágoras) que actuarán como principios agentes de una materia pasiva constituida bien por los raíces de Empédocles, bien por las semillas de Anaxágoras. El otro, monista materialista (el atomismo), que intentará justificar el cambio desde un único orden de materialidad, sin recursos explicativos trascendentes y haciendo uso del no-ser (la nada). La preocupación de los sistemas postparmenídeos por encontrar una justificación al cambio en general y a la multiplicidad suponía implícitamente una valoración positiva del conocimiento sensible. Empédocles ( 495-435) Empédocles describe la realidad (phýsis) como una Esfera que tiene los mismos atributos que el ser de Parménides. Y para explicar la pluralidad y el movimiento de forma coherente con los supuestos establecidos por Parménides, introduce en el interior de la esfera una mezcla de cuatro elementos o raíces (tierra, agua, aire y fuego) y de dos principios agentes (Amor y Odio). La distinción entre unos principios pasivos (tierra, agua, aire y fuego) y unos principios agentes (Amor y Odio) [primer esbozo de la distinción entre materia y fuerza] le permitirá explicar el movimiento. De los cuatro elementos dirá que "estas cosas son siempre las mismas y mezclándose unas con otras acontecen ya esto ya aquello, y resultan constantemente idénticas". Así evita el paso del no-ser al ser (exigencia de Parménides): cada uno de los elementos es eterno e imperecedero, pero mezclados entre sí, dan lugar a la diversidad de seres (a la multiplicidad). Si los elementos propiamente materiales son increados, imperecederos y cualitativamente inmutables, el cambio queda reducido a un mero movimiento de partículas inmutables. ... sólo estos elementos existen, pero entremezclándose mutuamente dan origen a los hombres y a otras especies de animales, a veces uniéndose bajo la influencia del Amor dentro de un Todo ordenado; otras separados por el Odio hostil, hasta que son reunidos de nuevo en lo Uno, donde quedan sometidos. Así acontece en cuanto ellos tienen poder para devenir lo Uno a partir de lo Múltiple y cuando lo Uno se disuelve y forma lo Múltiple. (Fragmento. 26) Empédocles - Filósofos pluralistas Volver al índice Anaxágoras ( 550-480) La filosofía de Anaxágoras ( 550-480) también parte de los planteamientos de Parménides. Ya que el "ser" no puede empezar ni perecer, y ya que lo "uno" ha de considerarse como inmutable, todo lo que se produce y sucede es resultado de la mezcla de innumerables elementos. A estos elementos los llama "semillas". Para Anaxágoras, la explicación de la materia no puede recurrir a los elementos tradicionales (tierra, agua, aire y fuego) en cuanto que son compuestos. Deberá hacer referencia a elementos simples, a las semillas (ὁμοιομέρεια, homeomeria, los llamaría Aristóteles), que son cualitativamente distintas entre sí e indefinidamente divisibles. En todas las cosas hay semillas de todas las cosas, de manera que "todo está en todo". Así se explica que cualquier cosa pueda llegar a ser otra distinta, y que si una cosa es lo que es, es porque en ella predominan las semillas correspondientes: en el oro predominan las semillas del oro, pero están también presentes todas las demás. La pluralidad y los cambios (generación, corrupción y transformación) se explican por la mezcla o disgregación de las semillas. Si bien no es posible reconstruir documentalmente el proceso de formación del mundo a partir de las semillas, ya que Anaxágoras sólo nos dice que "contienen formas, colores y agradables sabores". El mundo se origina por medio de un torbellino, en el que se realizan las mezclas y separaciones progresivamente. Este movimiento del torbellino tenía que ser explicado, puesto que Parménides parecía haber demostrado que, de por sí, la Esfera permanece quieta e inmóvil: Anaxágoras se ve obligado a introducir un "principio del movimiento", al que denomina Noûs (espíritu, inteligencia). El Noûs es algo separado de la masa de semillas, y por ello nada lo limita y posee autonomía; conoce todo y tiene el máximo poder. Además, El Noûs gobierna todas las cosas que tienen vida, tanto las más grandes como las más pequeñas. El Noûs gobernó también toda la rotación, de tal manera que comenzó a girar en el comienzo. ... Esta rotación hizo separarse las cosas. Lo denso se separa de lo raro, lo cálido de lo frío, lo brillante de lo tenebroso y lo seco de lo húmedo. Hay muchas porciones de muchas cosas, pero ninguna está separada ni dividida completamente de la otra, salvo el Noûs. Una vez puesto en movimiento el torbellino, todo parece funcionar mecánicamente sin el concurso del Noûs. Veamos el vídeo Filosofía: Anaxágoras Documental Volver al índice Atomismo: Leucipo y Demócrito El punto de partida del atomismo se encuentra en los planteamientos de Parménides: Algunos filósofos antiguos creyeron que lo que es debe ser necesariamente uno e inmóvil; ya que, siendo el vacío no-ente, no podría existir el movimiento sin un vacío separado [de la materia], ni existir una pluralidad de cosas sin algo que las separe. ... Pero Leucipo creyó tener una teoría que, concordando con la percepción de los sentidos, no hacía desaparecer el nacimiento, la corrupción, el movimiento ni la pluralidad de seres. (Aristóteles Sobre la generación y la corrupción, I, 8, 325 a) El planteamiento es semejante al de Empédocles y Anaxágoras: salvar las apariencias respetando los principios del eleatismo. Sólo que la solución buscada difiere esencialmente en un aspecto: admitir el vacío o no-ser y negar todo tipo de fuerzas distintas de la materia misma (Amor-Odio, Noûs). Leucipo y su compañero Demócrito sostuvieron que los elementos son "lo lleno" y "lo vacío", a los cuales llamaron "ser" y "no ser", respectivamente. El ser es lleno y sólido; el no-ser, vacío y sutil. Como el vacío existe no menos que el cuerpo, se sigue que el no-ser existe no menos que el ser. Juntos los dos constituyen las causas materiales de las cosas existentes. (Aristóteles Metafísica I, 4, 985 b) El mundo esta formado por infinitas partículas indivisibles, sólidas y llenas, inmutables, llamadas átomos. Cada átomo posee las características del "ser" de Parménides, a diferencia de que son infinitos en número. Además, carecen de cualidades sensibles y sólo se distinguen entre sí por la figura y el orden. Los átomos poseen movimiento propio y espontáneo en todas direcciones (algo así como las partículas de polvo en un rayo de sol), y chocan entre sí. El choque puede tener dos consecuencias diversas: o bien los átomos rebotan y se separan, o bien se enganchan entre sí, gracias a sus figuras diversas. Así se producen torbellinos de átomos y se originan mundos infinitos, engendrados y perecederos. Con los átomos se explican, por tanto, la multiplicidad de los seres, el movimiento y la generación-destrucción. Pero se requiere un segundo principio: el vacío o no-ser. El vacío explica la multiplicidad ya que es lo que separa los átomos; y explica el movimiento porque si no hay vacío no puede haber choques ni desplazamientos. De este modo, y por primera vez, el movimiento era tematizado dentro de una ontología, es decir, era racionalizado en términos de ser y no ser. El atomismo es una teoría materialista. Lo explica todo exclusivamente con "lo lleno" y "lo vacío" sin recurrir a principios agentes ajenos a la materia misma. Los choques son fortuitos, debidos al azar: nada obedece a una ordenación inteligente hacia un fin determinado. Posteriormente esta concepción se denominará mecanicismo. Veamos este vídeo En cuanto al problema del conocimiento, Demócrito (-460 / -370) escribe: Hay dos clases de conocimiento: uno auténtico, otro oscuro. A este último pertenecen todos los siguientes: la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. Lo auténtico se halla separado de esto. Cuando el conocimiento oscuro no puede discernir ... y es necesaria una investigación exhaustiva, entonces interviene el auténtico conocer mediante el adecuado instrumento para distinguir con mayor precisión. (Fragmento. 11) ¡Pobre entendimiento! Obtienes de nosotros [los sentidos] la evidencia y ¿quieres no obstante eliminarnos? Nuestra caída será tu ruina. (Fragmento. 125) El conocer auténtico no trata de ninguna realidad al margen de la realidad captada por los sentidos. Más aún, requiere un previo conocimiento de esa realidad a través de los sentidos. Actividad 5. Comprensión y expresión escrita. Explica cuál es la actitud filosófica y cuáles son los elementos míticos en las primeras elaboraciones filosóficas Volver al índice Las primeras filósofas Téano (siglo -V) o Theano. Está considerada la primera mujer matemática y astrónoma. Margaret Alic, en El legado de Hipatia, escribe: Se conserva un fragmento del libro Sobre la Piedad donde Téano reflexiona sobre la concepción pitagórica de los números. He oído decir que muchos Griegos pensaban que Pitágoras había dicho que todo había sido engendrado por el Número. Pero esta afirmación nos perturba; ¿cómo nos podemos imaginar cosas que no existen y que pueden engendrar? Él dijo no que todas las cosas nacían del número, sino que todo estaba formado de acuerdo con el Número, ya que en el número reside el orden esencial, y las mismas cosas pueden ser nombradas primeras, segundas, y así sucesivamente, sólo cuando participan de este orden (Meunier, 1980). Las opiniones de Téano quedaron recogidas en las cartas que se han conservado. En el siguiente fragmento de una carta dirigida a la filósofa Rhodope, manifiesta su preocupación por los debates filosóficos del momento: ¿Estás desesperada? Yo también estoy desesperada. Tú no soportas de ningún modo no disponer del libro de Platón que lleva por título Las Ideas o Parménides. Pero yo también estoy muy preocupada, ya que nadie ha venido para hablarnos de Cleon. En realidad, yo no enviaré este libro antes que alguien venga a aclararme qué es lo que pasa con este hombre. Porque yo estoy muy apasionada por su alma, tanto porque es la de un filósofo como porque tiende a la práctica del bien sin descanso y guarda el temor de los Dioses Infernales. Y no creas que sea de una forma distinta de la que yo digo. Estoy efectivamente medio muerta y no aguanto más mirar el astro que luce durante el día (Meunier, 1980). Volver al índice Aglaonice de Tesalia (siglo -V) está considerada una de las primeras mujeres astrónomas. Destacó por su capacidad de pronosticar cuándo y dónde tenía que ocurrir un eclipse lunar. Volver al índice Aspasia de Mileto (siglo -V). En algunos diálogos de Platón, aparece como modelo de mujer inteligente y amante de la sabiduría. Veamos este vídeo Volver al índice Perictione de Atenas (siglo -V). Es contemporánea de Aspàsia. Parece que formar parte de la escuela pitagórica. Tenemos referencias de dos obras suyas, Sobre la armonia de las mujeres y Sobre la sabiduría donde habla de la jerarquización de las ciencias. Un fragmento de esta obra: El hombre ha nacido y ha sido creado para contemplar el principio de la naturaleza universal, y la función de la sabiduría es precisamente la de poseer y contemplar la inteligencia manifestada en las realidades. La geometría, la aritmética y las otras disciplinas especulativas de orden científico sólo se ocupan de algunas realidades. La sabiduría, en cambio, se ocupa de todas las modalidades de lo real. Efectivamente, la sabiduría se comporta siempre teniendo en cuenta todas las realidades, como la vista se comporta en función de todo lo que es visible, y el oído en función de todo lo que se puede oír. Pertenece a la sabiduría tener conciencia de los accidentes que sobreviven universalmente a todas las realidades y contemplarlos; a las ciencias naturales, conocer aquellos que corresponden a la mayoría, y finalmente, le corresponde a una ciencia determinada juzgar aquellos que son propios de una cosa particular. Hete aquí porque la sabiduría busca los principios de todas las cosas reales. Las ciencias naturales, de aquellos que son producidos por la naturaleza. La geometría, la aritmética y la música descubren los principios de la cantidad y de la consonancia (Meunier, 1980). En el libro de Margaret Alic, podemos leer el apartado dedicado a las filósofas de la Grecia clásica Volver al índice Notas [1] Cfr. "Filosofía y metafísica", Cruz y Raya, N" 29, 1935; véase también el volumen Naturaleza, Historia, Dios, 1944, cap. titulado:"¿Qué es saber?" [2] Fuente: "Filosofía: un constante paso del mito al logos" [3] La palabra procede de la composición de las palabras griegas hýlē (materia), y zòon (vida). Sirve para referirse a la doctrina que concibe la materia como una fuerza dinámica viviente, que contiene en sí misma movimiento y sensibilidad sin ninguna intervención de principio animador externo. Ver la Wikipedia. [4] Su cosmología está elaborada sobre una serie de supuestos: 1. Entiende la realidad como un cosmos, esto es, como una inmensa unidad estructurada en todas sus partes por inflexibles lazos de regularidad y jerarquía matemática (las leyes de la naturaleza). 2. La separación de contrarios a partir de la sustancia fundamental (arkhé) en un proceso que se extiende a toda la realidad existente. 3. El sentido eternamente cíclico de este proceso omnigenerador. 4. El geocentrismo es su imagen del universo. 5. La absoluta necesidad e interdependencia de todos los fenómenos cósmicos. [5] Margaret Alic, El legado de Hipatia P.-S. Bibliografía: Alic, M (1986) El legado de Hipatia Madrid. S.XXI. 1991 Cornford, F.M. (1972) Antes y después de Sócrates Barcelona. Ariel. 1980. Farrington, B. (1969) Ciencia y filosofía en la Antigüedad Barcelona. Ariel 1984 Ferrer, F. y otros (1978) La filosofía presocrática. Valencia. Dptº de Hª de la Fª. Universidad de Valencia. Guthrie, W.K.C. (1950) Los filósofos griegos Madrid. F.C.E. 1981 Hull, L.W.H. (1959) Historia y Filosofía de la Ciencia Barcelona. Ariel. 1981