UNA POLITICA CAMBIARIA PARA COLOMBIA Exposición de

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UNA POLITICA CAMBIARIA PARA COLOMBIA
Exposición
de
Belisario
Betancur ante la Sociedad
Colombo Británica, el martes 6
de diciembre de 1977 en el
Hotel Tequendama.
El tema para esta reunión, la política cambiaria, involucra múltiples
aspectos, unos de tipo jurídico como la determinación del sistema que debe
regir el flujo de divisas y el movimiento de capitales externos; otros, de tipo
puramente económico, tienen que ver con el manejo que debe darse a la
tasa de cambio, a la luz de las perspectivas de los mercados externos y de la
situación de los mercados de capitales domésticos e internacionales.
En el área de la política cambiaria también entran otros aspectos que
son de tipo político-económico y se relacionan con temas como el control a
las inversiones extranjeras y el endeudamiento externo.
La política cambiaria es importante no sólo por el ámbito de las áreas
que cubre, sino por la incidencia que tiene en el crecimiento económico, y en
la estructura misma de la economía nacional.
LA POLITICA DE CAMBIOS Y EL DESARROLLO NACIONAL
Desde las épocas de las controversias sobre libre cambio y protección,
la historia económica del país y el curso del desarrollo nacional han estado
estrechamente vinculados con sus políticas y estrategias de cambios en el
exterior: en las décadas más recientes el éxito o el fracaso de la política
económica en los diversos gobiernos ha dependido fundamentalmente de lo
acertadas o desacertadas que han resultado sus políticas cambiarias.
La situación más común de Colombia ha sido la de un país con escasez
crónica de divisas, que se ha reflejado en la necesidad de efectuar
contrataciones de créditos externos y de restringir las importaciones
esenciales. A pesar de las políticas adoptadas, el resultado ha sido el de
haber reducido y limitado el crecimiento de nuestra economía.
Pero los problemas de la política cambiaria no han estado únicamente
relacionados con las épocas de estrechez de divisas. Se ha dado también el
caso, y obviamente no en épocas muy remotas, en las cuales el villano de la
economía ha resultado ser un exceso de divisas que, por virtud de los
mecanismos existentes y de su manejo, se ha traducido en expansiones
monetarias y presiones inflacionarias de magnitudes realmente
sorprendentes. Es tal vez el reflejo que ahora estamos viviendo, por la
elevación de los precios del café.
LA NECESIDAD DE UN MARCO JURIDICO FLEXIBLE
La lección de la experiencia económica colombiana, ha sido de
aconsejar que el país debe disponer de un marco jurídico flexible de cambios
al exterior, que le permita sortear sin costos subsidiarios para la economía
nacional, tanto las épocas más repetidas de escasez de divisas, como
aquellas más esporádicas de abundancia. Este requisito es tanto más
indispensable en un período como el que confrontará la economía nacional en
los años venideros, en los cuales se hará la transición de una situación de
bonanza a su más acostumbrada escasez.
El paso más importante que se ha dado en Colombia en relación al
diseño y estructuración de un marco jurídico apropiado fue el renombrado
Decreto 444 de 1967. El cual no solamente reguló el aspecto cambiario, sino
que se convirtió en un verdadero compromiso del Frente Nacional, pues en su
elaboración participaron liberales y conservadores, de promoción de una
estructura de comercio exterior por entonces deprimida y excesivamente
dependiente del café. El marco involucrado en él, pasó con éxito el período
de escasez de fines del decenio anterior; sobre su capacidad para sortear la
bonanza han surgido inquietudes que merecen ser tenidas en cuenta.
Tal como se ha ilustrado repetidamente en aportes periodísticos y en
estudios especializados, en los últimos dos o tres años la inusitada expansión
registrada en la base monetaria tuvo como origen exclusivo la acumulación
de reservas internacionales y su adquisición o compra por arte del Banco
Emisor. En un principio se creyó que la acumulación de reservas
internacionales podría ser neutralizada con medidas de restricción monetaria
en el ámbito privado, mediante una política de austeridad en el gasto público
y por medio de acciones tendientes a liberar importaciones, acelerando la
utilización de divisas.
Durante el primer año de la llamada bonanza el gobierno nacional,
para ser sinceros, subestimó sus efectos; un año demoramos en hacer los
reajustes de tipo monetario, económico y cafetero que, a la postre, también
fueron incapaces de contener el desbordamiento de los medios de pago. Los
instrumentos de un esquema cerradamente monetarista se saturaron y
comenzaron a embotellar la producción, especialmente la agropecuaria, por
la carencia de crédito para el sector. Se hizo necesario adoptar acciones
directas desde comienzos de este año unas dirigidas a congelar recursos del
Fondo Nacional del Café y otras encaminadas a flexibilizar el manejo del
marco jurídico de cambios y permitir la adquisición por parte del público en
general de las reservas internacionales. Fue en éste empeño donde se
desarrolló el controvertido, costoso pero ingenioso sistema de certificados de
cambio por medio del cual se busca evitar o por lo menos postergar la
expansión monetaria debida a la adquisición de reservas internacionales, sin
tener que romper con el sistema jurídico vigente. No obstante, las altas
condiciones de rentabilidad de estos títulos han venido causando estragos en
el mercado de capitales, especialmente en el desfinanciamiento de fuentes
importantes de captación como el UPAC; y en el desestímulo a la actividad
exportadora no cafetera y cafetera. Desestímulo que los cafeteros, con gran
cuota de sacrificio, han podido sobrellevar con mejor fortuna que sus colegas
de exportaciones no cafeteras.
El sistema ha sido, entonces, una solución de corto plazo, y duradera
sólo mientras se mantenga la presión monetaria originada en el incremento
de reservas internacionales. En el más largo plazo y para nuevas bonanzas se
debe encontrar una forma jurídica más adecuada que permita flexibilizar los
cambios y autorice el remate o venta de divisas para entrega futura a
aquellas personas o entidades que requerirían de ellas para sus operaciones
normales de comercio o financiamiento.
Un inicio de este sistema fueron los denominados títulos canjeables del
Banco de la República, sistema que se debería perfeccionar, haciéndolo más
competitivo en el mercado de capitales y permitiendo transacciones de más
largo plazo. Este sistema, frente al de los certificados, tendría la virtud de
hacerse más atractivo entre mayores sean las perspectivas de elevación de la
tasa de cambio.
Pero aquí quiero abrir un paréntesis, un paréntesis enfático, para
afirmar que la recompra de dólares por parte del Banco Central es
importante, como lo manifestaba hace ya varias semanas en Armenia, para
pagar una serie de costos represados que hoy se están cargando a “buena
cuenta” de la próxima administración. Especialmente los relacionados con
eminentes vencimientos de deuda pública externa, básicamente de la AID;
crecientes importaciones de combustibles que para 1980 pueden alcanzar
US$ 400 millones, un 25% de nuestras importaciones proyectadas para
entonces o aún la destorcida de los precios del café: que caerán como saber
que todavía la ley de gravedad está vigente.
En resumen, la experiencia con el actual régimen de cambios al
exterior y el éxito registrado con él en épocas de escasez de divisas, hacia el
cual parece de nuevo dirigirse la economía colombiana, recomiendan que
éste se mantenga como base fundamental de una política cambiaria.
LOS INSTRUMENTOS DE MANEJO CAMBIARIO
Definido el marco jurídico, en la estructuración de una política
cambiaria debe escogerse el instrumento de dirección de ésta y presentar las
reglas para manejarlos. La herramienta central de dirección de la política
debe continuar siendo una tasa oficial de cambio y su sistema de ajuste el de
las mini devaluaciones o de ajustes periódicos y permanentes de ésta,
sistema del cual puede considerarse a nuestro país pionero dentro del
concierto monetario internacional.
En el área de las exportaciones, la determinación de la tasa de cambio
debe combinarse con un certificado de abono tributario CAT, selectivo por
condiciones de origen y países distintos; el crédito de PROEXPO y otros
incentivos a la exportación (zonas francas, Plan Vallejo, etc.) en forma tal que
incentive adecuadamente cada actividad, de acuerdo a las perspectivas y
planes de exportación previstos, y según el comportamiento esperado de los
precios internacionales e internos. De otra parte, del lado de las
importaciones este instrumento debe encuadrarse con la estructura
arancelaria y para-arancelaria para proteger eficientemente la industria
nacional. Precisamente, éste estímulo de una mayor o menor devaluación
para exportaciones e importaciones, debe ser considerado como parte
fundamental de lo que yo he denominado la “contratación del desarrollo”,
figura de economía concertada a través de la cual el estado entrega una serie
de beneficios a cambio de la contraprestación obligada, por parte del
exportador, de retribuirlo en términos de valor agregado, generación de
mano de obra o cualquiera otra prioridad que se haya fijado el gobierno en
su Plan de Desarrollo.
La tasa de cambio no puede entonces considerarse simplemente como
un elemento aislado de independencia. Esta debe concebirse como un
elemento dentro del incentivo real a exportar y como uno de los
componentes del costo de importar. La meta para el nivel de la tasa debe ser
aquel que produzca un equilibrio en el más largo plazo en el mercado de las
divisas. En consecuencia, la determinación de que tan rápido se debe
devaluar sólo puede concretarse después de analizar detenidamente la
disponibilidad inicial de reservas internacionales y los requerimientos de
importación, los beneficios sociales que se trata de conseguir con una
determinada importación o exportación.
EL LEGADO DEL ACTUAL GOBIERNO
El próximo gobierno heredará como legado del gobierno actual, un
nutrido nivel de reservas internacionales, pero una tasa de cambio muy por
debajo de su nivel deseado.
El volumen de reservas, que algunas cifran en US$ 2.000 millones,
sería el equivalente de un año de importaciones, cifra por demás alta y
suficiente cuando se considera que el equivalente a tres meses de giros ha
sido catalogado como un nivel de reservas “mínimo adecuado”.
De otra parte, de seguirse en los próximos meses la actual política de
ajustes ligeros de la tasa de cambio es un hecho que también se heredará un
nivel para la tasa de cambio de paridad inferior al que sería adecuado para
estimular las exportaciones menores, las que a los niveles de incentivos
vigentes ha mostrado estancamientos y rezagos.
Los análisis realizados muestran que a pesar de las modificaciones
impuestas al CAT y las rebajas de las tasas de interés son los créditos de
PROEXPO, la tasa efectiva de cambio es inferior a la vigente diez años atrás.
Este indicador muestra el incentivo total a la exportación, que conjuga
el nivel de la tasa nominal de cambio, los estímulos y los precios internos e
internacionales.
En tales circunstancias, el futuro gobierno dispondrá de un colchón de
seguridad al encontrarse provisto de reservas, pero confrontará
indudablemente la necesidad inmediata de estimular las exportaciones
menores, y de afectar reajustes importantes en la tasa de cambio para
llevarla a su nivel real.
LAS TENDENCIAS DEL COMERCIO EXTERIOR COLOMBIANO
Un nuevo gobierno que se inicia con suficientes disponibilidades de
reservas internacionales, no deberá confrontar problemas de balanza de
pagos durante su gestión. Pero, es una realidad que aún esos colchones de
seguridad aparentemente invulnerables pueden resultar insuficientes en
épocas en las cuales las tendencias de las exportaciones no sólo del café son
descendentes y cuando las necesidades de importaciones, impulsadas por
requerimientos crecientes para atender el desarrollo industrial y acelerados
por la importación de combustibles, registren incrementos sin precedentes.
LAS PERSPECTIVAS DEL CAFE
Nadie duda que, salvo por factores climatológicos muy improbables, en
los próximos años se presentará la descolgada cíclica y profunda del precio
internacional del café, motivada por la recuperación de la producción
brasileña; la mayor oferta de otras áreas, resultante de los mayores precios
internacionales, y por las bajas y pérdidas de hábitos registradas en los
consumos de países importadores.
La incógnita realmente importante para la formulación de una política
cambiaria es la de determinar qué tan pronto se presentará dicha baja; de
qué magnitud será, cuál puede ser su posible incidencia en el ingreso de
divisas nacionales y qué puede hacer Colombia para evitar dicho ciclo
descendente.
Los estudios realizados sobre las perspectivas del mercado
internacional del grano, coinciden en aceptar que ya se ha comenzado a
registrar la baja del mercado, aunque ésta sólo se sentirá en forma realmente
importante a partir de 1979 o 1980: para el próximo año se augura un
mercado menos rentable que el de 1977 pero que todavía permanecerá con
precios altos, dado que existirá un equilibrio entre la producción y el consumo
mundial, mientras las existencias en países productores (excepto Colombia)
se encuentran a niveles reducidos, y las de los países importadores son
apenas normales.
En el caso colombiano, el ingreso de divisas para el próximo año
continuará superando ampliamente los US$ 1.000 millones dada la alta
capacidad de exportación y la situación de precios descrita. Sin embargo,
para el período posterior a 1978, las perspectivas cafeteras son mucho más
pesimistas.
Para evitar la caída de los precios internacionales se requerirán, sin
duda, ejecutar acciones internacionales oportunas para reducir la oferta
global al mercado. En este campo, se hace necesario negociar, dentro del
actual convenio internacional del café, un ajuste ascendente en los precios
indicadores a los cuales se entraría a regir el sistema de cuotas como de
hecho se ha venido negociando.
Así mismo, desde el punto de vista colombiano parece necesario que
deba mantenerse y afianzarse el actual sistema acordado de distribución de
las cuotas por medio del cual se considera en su asignación no sólo la historia
de las exportaciones de cada país sino su situación de existencia. Con una
mayor exportación cafetera pero sobretodo con un decidido reimpulso a las
exportaciones no tradicionales. Colombia deberá hacer frente a la baja en los
precios del café y comprometerse en una política de negocios hábilmente sus
actuales existencias.
LAS OTRAS EXPORTACIONES AGRICOLAS
En el área de los otros rubros agrícolas que han venido contribuyendo
en los últimos con exportaciones anuales cercanas a los US$ 400 millones, las
perspectivas colombianas para los próximos años, son también pesimistas, no
sólo en razón de los mercados internacionales, sino también como resultado
de las necesidades de abastecimiento interno.
En cuanto a las perspectivas internacionales debe anotarse, en primer
lugar, que la tendencia predominante y reciente en los países occidentales
más desarrollados es una de proteccionismo y autosuficiencia en alimentos,
destacándose además en el caso de la Comunidad Económica Europea una
clara política de favorecer sus antiguas colonias. En adición a esto las
perspectivas de precios internacionales y condiciones de mercado de aquellos
productos de la agricultura en las cuales Colombia ha tenido una mayor
ventaja exportadora no son tan halagadoras como lo han sido en el período
1974 – 1977.
En el caso específico del azúcar, aunque se prevén precios
internacionales remunerativos y superiores a Usc/ 10 por libra, se presentará
una restricción al comercio como consecuencia de la cuota otorgada a
Colombia, dentro del nuevo Convenio Internacional Azucarero, que alcanza a
75.000 toneladas, inferior por supuesto a los excedentes prospectados y a las
cuotas conjuntas tradicionales del país en los mercados de Estados Unidos y
mundial.
En productos como algodón, banano, arroz y tabaco los estudios y
proyecciones internacionales prevén que se presentarán estancamientos y
aún reducciones de las cotizaciones internacionales. Es en el campo de la
ganadería la única actividad de exportación tradicional colombiana que según
las proyecciones internacionales registrará incrementos de precios. Sin
embargo, ésta es una actividad que en el caso colombiano ha presentado
problemas permanentes de mercadeo por razones fitosanitarias, lo que hace
presumir que su mayor rentabilidad no se podrá aprovechar debidamente.
Además, el distanciamiento de los precios colombianos en carne respecto a
otros países, Argentina por ejemplo, permite asegurar que nuestro país
tardará todavía varios meses en reconquistar sus condiciones de
competitividad en este mercado internacional.
En consecuencia, los años venideros no serán los más afortunados
para Colombia en relación con sus posibilidades de colocación internacional
de los productos de su sector agropecuario. Las mayores exportaciones
deberán estimularse pero sólo podrán ser el fruto de aumentos en la
productividad y en el volumen de excedentes exportables. Sin embargo, estos
excedentes no parece que podrán llegar a ser muy cuantiosos en razón de la
menor rentabilidad externa; de la necesidad doméstica de abastecer un
mercado interno creciente y de obligación de reorientar la agricultura
colombiana hacia la producción de alimentos.
Ya, en presentaciones anteriores he expresado lo que debería
constituir un marco de política para dirigir el desarrollo de la agricultura
comercial. He comentado la necesidad de constituir fondos privados de cada
producto, los cuales servirían de foros de concertación de política del
producto respectivo; en los cuales se diriman los conflictos entre el
abastecimiento interno y la exportación; y los que aseguren que el país, en
todo momento, disponga de existencias suficientes para atender las
necesidades de transacción y estabilización de precios.
EL PAPEL DE LAS MANUFACTURAS
Las perspectivas poco alentadoras pero realistas de los mercados
internacionales del café y otros productos agrícolas ponen en evidencia la
necesidad de promover algunas exportaciones de manufacturas. Las cifras
disponibles muestran que estas han ascendido hasta lograr valores cercanos
a US$ 400 millones anuales, pero que en su dinamismo ha sido escaso o nulo
en los últimos años.
Parece que el motivo principal del estancamiento observado ha estado
originado en el manejo de la política cambiaria y de promoción seguida, antes
que en dificultades en los mercados internacionales las cuales han existido
pero que han afectado algunos sectores específicos como es el caso de
textilero.
Los análisis realizados en Colombia han señalado repetidamente que el
auge de la exportación de manufacturas en los últimos diez años se debió al
estímulo otorgado a éstas a través de una política de devaluación gradual de
la moneda, combinada con los subsidios complementarios del certificado de
abono tributarios, CAT, de las políticas crediticias, de elementos tales como el
Plan Vallejo y de apoyos crediticios como los canalizados a través de
PROEXPO.
Por esta misma razón preocupa la reducción observada en el nivel de
incentivo total a las exportaciones de manufacturas en Colombia en los años
recientes. Estudios publicados indican cómo las presiones inflacionarias
domésticas de hecho carcomieron y anularon los incentivos para exportar, en
condiciones competitivas con los precios internacionales. Se ha llegado
inclusive a insinuar, y esto lo digo más con fines de ilustrar lo que ha
sucedido antes como un compromiso o sugerencia de política, que para
regresar a un nivel similar de incentivo a la exportación de manufacturas
como el vigente diez años atrás habría que elevar el CAT o la tasa de cambio
en cerca de un 25%.
Yo no me fijo topes mentales de porcentaje para catalizar las
exportaciones con estímulos selectivos, con el CAT MISMO; mientras que un
determinado producto cumpla, como bien lo previó el Decreto 2366 de 1975,
reorgánico de PROEXPO, con unos beneficios de política exterior y para
Colombia sea interesante abrir o conquistar su mercado, no vacilaría en darle
el apoyo necesario, sin regatear porcentajes ni derrochar estímulos. Es la
tesis que he venido sosteniendo desde cuando fui presidente de ANIF: la
capacidad negociadora del estado, si ésta se cumple en un adecuado
ambiente de moralidad, no debe avergonzar ni atemorizar a nadie.
Hoy, más que nunca, ante la situación descrita veo la necesidad de
diseñar nuevos incentivos para complementar al ajuste de la tasa de cambio
y al crédito de PROEXPO. Considero que para el exportador colombiano le
resulta más seguro y rentable, el compromiso de un gobierno de facilitarle la
inversión en equipos cuyo producido sea destinado a la exportación y de
garantizarle una tasa efectiva de cambio mínima que el siempre inseguro y
desgastador esfuerzo de obtener uno o dos puntos más en el certificado de
abono tributario.
En consecuencia, lo que se identifica es que mientras la misión o papel
de la exportación de manufacturas en los próximos años será la de cubrir la
diferencia entre la demanda por importaciones y lo que podrán suministrar el
café y otras exportaciones agrícolas, la posición competitiva de estas es cada
vez más reducida. Se requiere dar nuevos bríos a esta actividad económica,
lo cual exigirá sin duda, de incentivos mayores y más apropiados.
La experiencia de los últimos años nos ha indicado que son los otros
países en desarrollo del Grupo Andino, ALALC, el Caribe y Centroamérica los
mercados más crecientes para nuestras manufacturas. Yo concibo que la
estrategia de mayores estímulos a la exportación de manufacturas deberá
estar acompañada de la apertura y consolidación de este tipo de mercados.
LOS REQUERIMIENTOS DE IMPORTACION
Igualmente deseo hacer hincapié sobre las tendencias y
requerimientos de importaciones en los años venideros. Del lado de las
importaciones odinarias de bienes y servicios, se prevé que éstas se
incrementen a ritmos entre el 25% y 30% anual, como de hecho ha venido
ocurriendo durante el año en curso.
Este ritmo de aumento resulta de considerar la incidencia que sobre
éstas tiene el proceso de liberación de importaciones ocurrido y las mayores
demandas de bienes intermedios y de capital que están comenzando a surgir
y que se espera continúen.
Porque es una realidad que bajo la actual administración y por razones
que no es del caso analizar ahora, se retrasaron los planes de inversión
pública y privada y que ha sido sólo recientemente cuando se han denotado
las intenciones de los empresarios a invertir, a juzgar por encuestas; por las
solicitudes de licencias globales de importación y por los registros disponibles
de las importaciones de bienes de capital. En los próximos años se hará
necesario modificar la actual tendencia de invertir en existencias de divisas,
de café, agrícolas y de bienes de consumo importados y pasar a reequipar a
la agricultura y a la industria nacional, cuyos indicadores de utilización de
capacidad se están comenzando a copar.
Pero, las necesidades futuras de importación no sólo están
comprendidas por requisitos ordinarios de bienes de consumo, intermedios y
de capital. El periodo que se avecina será uno durante el cual se acentuará la
importación de combustibles, que según proyecciones publicadas serán
crecientes.
EL FINANCIAMIENTO EXTERNO
Un último elemento de una estrategia cambiaria que se debe, por lo
menos mencionar, es el relativo al financiamiento externo. Para comenzar,
desearía anotar que un país requiere de financiamiento externo por dos
motivos principales. El uno es que el monto de sus reservas internacionales y
de las exportaciones resulte, a la postre, insuficiente para atender las
necesidades de importaciones crecientes. En este ámbito, se prevé que una
posible crisis cambiaria originada en las mayores importaciones y la baja del
café se podría obviar, de implementarse una estrategia del manejo cambiario
y de exportación de manufacturas, tal como las expuestas en secciones
anteriores.
Lo anterior me lleva a anotar el segundo motivo por el cual se hace
necesaria la contratación del financiamiento externo y es el relacionado con la
complementación de los recursos del ahorro nacional, en particular para las
entidades del estado. Los programas de financiamiento externo producto del
Grupo de Consulta 1977 estimaban unas necesidades de recursos, para el
período 1977 – 1981, de US$ 3.900 millones para ser destinados a
inversiones principalmente en los campos de energía y minería.
Permítanme que sobre este tema de financiamiento externo directo a
través de préstamos; o indirecto a través de inversión, recalque aquí sobre
algunas ideas que ya he expuesto sobre el particular.
ALGUNAS PAUTAS PARA EL ENDEUDAMIENTO EXTERNO
En una época el país recurrió al endeudamiento internacional para
cerrar su brecha interna y compensar, por el lado de la cuenta de capital, el
déficit producido en la cuenta de bienes y servicios. Luego, cuando disminuyó
la brecha externa, el endeudamiento externo adquirió importancia para la
expansión comercial: incluso se le llegó a utilizar, en forma peligrosa, para
subsanar problemas de déficit fiscal.
Aunque estructuralmente estamos en condiciones favorables a un
mayor endeudamiento, es preocupante el desplazamiento de la deuda interna
por la deuda externa. Algunos han explicado este fenómeno y no les obra
razón para hacerlo, por las condiciones de beneficio en plazos, garantías e
intereses que ofrecen los prestamistas extranjeros, trabajando en un
mercado internacional de dinero que, desde la crisis del dólar y la energética,
se caracteriza por una extraordinaria liquidez. Entre 1971 y 1975 el país ha
elevado su deuda pública de 38 mil millones a 94 mil millones, disminuyendo
en cifras globales la participación de la deuda interna de un 45% a un 38%.
Esto ha implicado la utilización de un mayor porcentaje de divisas para la
atención del servicio y pago de compromisos internacionales: en 1976 dicho
porcentaje de divisas para la atención del servicio y pago de compromisos
internacionales fue de 28%, frente a un 25% de 1975.
En momentos de escasez de divisas la contratación de empréstitos
para particulares en el exterior se justifica sólo en el corto plazo y en lo
posible para refinanciar al sector exportador y reactivar la generación de
ingresos adicionales que conjuren la crisis de reservas. Pero cuando éstas
abundan, aunque es probable que se pueda atender con mayor holgura el
servicio de la deuda debe prevalecer una política de austeridad pues de lo
contrario los nuevos compromisos acentuarían, a través de mayores ingresos
de divisas, los desajustes inflacionarios internos.
Como regla general podría afirmarse que este renglón de
financiamiento debe utilizarse en el largo plazo para la financiación de
proyectos de infraestructura productiva que generalmente acomete el Estado,
o para aquellas inversiones del sector privado para las cuales existan amplias
condiciones de proveedores que requieran financiamientos que escapan a las
posibilidades del mercado interno.
Los proyectos de gasto público social, y las necesidades de capital de
trabajo de las unidades empresariales deben financiarse prioritariamente con
recursos fiscales y ahorro o crédito domésticos, respectivamente. En esta
determinación está implícita una noción de recuperabilidad que hace más
aconsejable subordinar proyectos directamente productivos al endeudamiento
externo y programas de retorno largo o impreciso al financiamiento
doméstico.
Es indispensable, además, que antes de recurrir al que aparece como
fácil expediente de financiamiento internacional, se compruebe haber
agotado las posibilidades del financiamiento interno, no importa lo difícil que
resulte comprobar este agotamiento: porque dicho condicionamiento
mejoraría, seguramente y en primer término, la eficiencia, en la asignación
de los recursos internos disponibles.
LA INVERSION EXTRANJERA
La otra fuente de financiamiento, a la cual quiero hacer breve
referencia se relaciona con la inversión extranjera.
No cabe duda del papel sano que puede cumplir la inversión extranjera
en un país, cuando se canaliza en forma adecuadamente oportuna a las
prioridades de cambio social y económico de las naciones donde llega.
Reconociendo estos beneficios, Estados Unidos ha comenzado a elaborar
concienzudos estatutos de inversión foránea que tratan de optimizar los
efectos inversores del llamado reciclaje de la bonanza petrolera: los dineros
árabes, franco-árabes, o venezolanos que hoy día están “regresando” al país
del Norte, se están localizando principalmente en el sector financiero, en el
de la construcción y en una mínima parte (9% al 11%) en el productivo.
Por esto, sin asumir posiciones macartistas que, como dice el argot
popular, no alumbran ni a Dios ni a su santo, empecemos por destacar
algunos de los beneficios de la inversión extranjera en países como el
nuestro: se puede conseguir a través de ella un mejoramiento del nivel
promedio tecnológico en la economía, una ampliación de nuestros mercados
internacionales mediante la apertura de horizontes ya colonizados de
compradores externos; una financiación de algunos sectores estratégicos en
los cuales se requieren altos contenidos de capital que escapan a las
posibilidades de los mercados de capitales domésticos, como sería el caso de
obras de infraestructura industrial o de exploración y explotación de recursos
energéticos, donde la magnitud de tales acometidos se suma el riesgo de su
incierta existencia; igualmente, la inversión extranjera, en condiciones de
libre concurrencia con la producción nacional puede introducir formas de
organización más modernas dentro de la actividad empresarial, de utilización
más eficiente de los recursos y factores de producción, e incluso propiciar
como resultado de una mayor productividad por precio invertido, un descenso
del nivel general de precios.
Ya está más que revaluado el concepto de quien se endeuda o tiene
capacidad para hacerlo o está en estado de quiebra, es precisamente quien
está mejor y mejor podrá estarlo con el crédito que pretende conseguir.
Basta con que pague. Y que pague con puntualidad inglesa.
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