La representación representación del delespacio espacioen enlala pintura del pintura del Museo MuseoThyssen-Bornemisza Thyssen-Bornemisza EL NATURALISMO SE ABRE PASO Capítulo 1. Duccio Di Buoninsegna, Cristo y la Samaritana, (1310-1311). Temple y oro sobre tabla. 43,5 x 46 cm Esta obra forma parte de un retablo de dos caras conocido como la Maestá que Duccio pintó entre 1310 y 1311 para el altar mayor de la catedral de Siena, su ciudad natal. Según el contrato, el artista lo realizó en solitario, sin la colaboración de ningún discípulo o ayudante. Cuando estuvo terminada la obra, fue llevada en procesión desde el taller del pintor, situado extramuros, hasta la catedral, con acompañamiento de música. Duccio Di Buoninsegna, Cristo y la Samaritana (1310-1311), 43,5 x 46 cm, Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza. La tabla que nos ocupa estaba situada en el dorso del banco del altar, denominado predela (del italiano predella). Este banco constituía el cuerpo inferior del retablo gótico, nacido de la necesidad de levantar el conjunto para su mejor visión. Vemos en el centro a la samaritana, a la izquierda está Jesucristo sentado en el brocal del pozo y detrás de él se ven unas rocas; a la derecha asoman cuatro discípulos por una puerta de la muralla de la ciudad. La escena representa el momento en el que los discípulos, que habían ido a la ciudad a por comida, regresan al encuentro del Maestro que se había quedado descansando al lado del pozo y lo encuentran hablando con la samaritana, según el relato evangélico (Juan 4, 1-27). La figura de la samaritana es el eje de la composición y además coincide prácticamente con el eje vertical de la tabla. Divide así esta figura el espacio del cuadro en dos partes, iguales en superficie, pero no en contenido. A la izquierda está el espacio de Jesús, el que trae la Buena Nueva, el que da de beber el agua que quita la sed para siempre; a la derecha está el espacio de la gente, la ciudad de Sicar, esa gente que espera la Buena Nueva y el agua que calme su sed. La samaritana pertenece a este segundo espacio, pero ha sido elegida para servir de conexión entre los dos, por eso Duccio la utiliza como eje de articulación entre uno y otro. Sobre la cabeza de la samaritana, sólo un poco más arriba del centro geométrico Fig. I.1.1: Andrea di Bartolo, Cristo Camino del Calvario (c. 1415-1420), 54,5 x 49,2 cm, Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza. 1 del cuadro, se ve el cántaro que ha de contener el agua, supuestamente el agua del pozo. Pero el relato evangélico juega con la metáfora del agua como "la vida eterna" y así Duccio coloca prácticamente en el centro del cuadro el motivo central de la historia que éste narra. Es interesante señalar que a un lado y otro del cántaro también se significa el agua: a la izquierda con el pozo, y a la derecha con el puentecillo sobre el que están situados los apóstoles, bajo el cual quizá está el foso de la ciudad o quizá discurra un arroyuelo. En este contexto, no sería de extrañar que las rocas que hay detrás de Jesús y que dan la réplica a las que en el lado opuesto hay bajo la ciudad, simbolicen los cimientos de la Iglesia que el Hijo de Dios fundó más adelante, tal como le dijo a Pedro: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del averno no prevalecerán contra ella" (Mateo 16, 18). Esta tabla no es la única del reverso de la predela de este retablo en la que Duccio utiliza una figura como eje de simetría de la composición. Véase si no la tabla en la que representa La Transfiguración (National Gallery, Londres). Fig. I.1.2: Lorenzo Costa, La Virgen entronizada con el Niño (c. 1475), 49,5 x 36,5 cm, Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza. La tabla de Cristo y la samaritana es muy interesante no sólo por la historia que cuenta y por cómo la cuenta, tampoco por su indudable valor pictórico y por el encanto y la belleza de los personajes, de la escena, de la arquitectura y de los demás elementos representados, sino también porque es un magnífico exponente de la batalla que los pintores italianos estaban librando en aquellas fechas por transformar el estilo bizantino que habían heredado y por conseguir nuevos valores naturalistas en la pintura. Especialmente en el caso de Duccio y de Giotto, es evidente la voluntad de encontrar un nuevo naturalismo en la representación, lejos de los códigos simbólicos y de los estereotipos de los estilos mencionados, el cual propiciaría la explosión artística del Renacimiento. Fig. I.1.3: Esquema infográfico de las líneas de fuga en Cristo y la samaritana de Duccio. Este naturalismo perseguía en lo fundamental tres objetivos: el retrato de los personajes, es decir, la representación de sus rasgos físicos individuales, así como la naturalidad de su pose, la relación entre ellos y de todos ellos con el espacio representado en el cuadro y, por último, que este espacio con su contenido fuera coherente en sí mismo y con la experiencia visual. Duccio y Giotto fueron quienes realmente rompieron de una forma clara con el estilo anterior y buscaron 2 este naturalismo en su obra. Más tarde, Simone Martini y los hermanos Lorenzetti completarían la labor abriendo el camino a los trabajos de Filippo Brunelleschi, Paolo Uccello, Masaccio, Piero della Francesca y Leonardo da Vinci, que irían conformando la perspectiva renacentista. Cennino Cennini dice que "Giotto tradujo el arte de la pintura del griego al latín", refiriéndose a este giro de lo bizantino a lo gótico-renacentista. Sin duda, Duccio fue otro buen traductor en la misma línea. Sus aciertos para el logro de una verosimilitud espacial en muy diversas tablas de la Maestá fueron muy notables. Cristo y la samaritana tiene a este respecto el encanto añadido de revelar las dificultades que Duccio encuentra para conseguir un rendimiento naturalista de la representación del espacio. Veamos algunos de estos aspectos en los que Duccio intenta encontrar ese naturalismo en los personajes, en sus relaciones y en la representación espacial. Es evidente que los personajes representados muestran una personalidad bien diferenciada y un tipo físico bien definido según su edad y condición. A pesar del carácter "coral" del grupo de los apóstoles, se trata de individuos perfectamente distinguibles unos de otros. Sorprende la fragilidad del personaje de la samaritana, entre la fuerza y la serenidad de Jesucristo por un lado y la vitalidad de los discípulos por otro. Pero en lo que se refiere a las relaciones espaciales entre los personajes, Duccio, por así decir, no estuvo tan atinado. Por una parte, los apóstoles asomados a la puerta de la muralla parecen "errar la mirada" por encima de la cabeza de la samaritana y más parece que están mirando a otro lugar, que no a ésta ni al pozo en que se sienta su maestro. Si de miradas seguimos hablando, tampoco está muy claro que Cristo y la samaritana se miren entre sí, aunque obviamente la intención es que las miradas de los apóstoles se dirijan a Cristo y a la samaritana y que éstos últimos se miren entre sí. Si de posición de los personajes en el espacio se trata, tal parece que la samaritana encabeza una marcha, seguida por los apóstoles, cuya trayectoria pasa muy cerca de Cristo, pero que no se encamina hacia él. Los gestos conversacionales de las manos de los dos protagonistas quedan en el aire y en términos diferentes: no están realmente uno enfrente del otro. De los dos apóstoles del primer término, el del manto rojo parece estar a la derecha del otro, pero si bajamos la mirada hacia sus pies, ocultos tras el pretil del puente, tal parece que aquel del rojo manto fuera por delante del otro. El naturalismo embrionario como circunstancia del arte tiene una doble cara: la simplicidad primitiva es tan atractiva Fig. I.1.4: Reflectografía e infrarrojo de Cristo y la samaritana, detalle del pozo. Fig. I.1.5: Vittore Carpaccio, Joven caballero en un paisaje (1510), 218 x 1515 cm, Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza. 3 como susceptible de ser cuestionada desde el criterio de la verosimilitud, que es al mismo tiempo objetivo de la pintura y horizonte incumplido. más de un siglo después a Brunelleschi determinar los puntos diagonales para hallar la profundidad en la perspectiva. La aproximación que hace Duccio a la perspectiva de un octógono regular es notable y gracias a él y a Giotto, así como a sus herederos, Martini y los Lorenzetti, Brunelleschi y Alberti pudieron plantear la representación perspectiva como un trazado geométrico riguroso. Gracias también a todo esto Lorenzo Costa pinta hacia 1475 unos octógonos correctamente representados en perspectiva en su obra La Virgen con el Niño entronizada, conservada igualmente en la Colección Thyssen-Bornemisza (Fig. I.1.2). En cuanto a la proporción entre las figuras, cabe señalar que la altura de la figura de Jesucristo en su posición sedente mide casi lo mismo que la de los otros personajes de pie. Si bien en el motivo central de la Maestá Duccio emplea el simbolismo gótico de hacer la figura de la Virgen a un tamaño claramente superior al del resto de los personajes, en los demás paneles en que aparece la figura de Cristo no se da esa diferencia, por lo que no parece que sea ésta la intención en la tabla que nos ocupa. Aparte de que en el caso de que sí lo fuese, la diferencia de tamaño debería ser considerablemente mayor, como lo es la de la Virgen en relación con las demás figuras en el motivo central del retablo. En relación con el brocal del pozo, resulta curiosa la manera en que está sentado Jesús sobre su borde octogonal, entre éste y el saliente que solía servir de abrevadero, ya que más parece que, en lugar de estar sentado, estuviera a punto de hacerlo o de levantarse. En cualquier caso, se trata de un problema de representación espacial, aún no resuelto convenientemente, que forma parte de la búsqueda de la coherencia espacial en la que Duccio estaba comprometido, tratando de conjugar la profundidad del espacio con la posición y las posturas de los personajes que en las tradiciones bizantina y gótica se encajaban más bien en la superficie plana de la tabla como un elemento más de la composición, junto con los elementos arquitectónicos y los demás objetos. La proporción entre los personajes y la muralla no se ajusta a la experiencia visual: la muralla es pequeña, muy pequeña con respecto a ellos. Es imposible que ninguno de los personajes pueda asomarse a esas ventanas o a esas almenas. Esta desproporción entre los personajes y la arquitectura está aquí más acusada que en la tabla que narra la entrada de Cristo en Jerusalén, que es la más lograda de toda la Maestá en lo que a proporciones y relaciones espaciales se refiere. En descargo de Duccio es interesante constatar que nos estamos refiriendo a recursos artísticos que corresponden a toda una época, la del arte de los primitivos italianos. Por ejemplo, más de un siglo después encontramos una desproporción similar entre personajes y arquitectura en la obra Cristo camino del Calvario de Andrea di Bartolo, c. 1415-1420, que también pertenece a la Colección ThyssenBornemisza (Fig. I.1.1). Véanse a este respecto los soldados saliendo por la puerta de la muralla en esta maravillosa tabla. Al tratarse sólo de una temprana aproximación a la perspectiva Duccio, no lleva las líneas de la arquitectura a los puntos de fuga correspondientes, como se puede observar en el infograma que hemos realizado, donde se ven las líneas de fuga superpuestas a la pintura (Fig. I.1.3). La línea del horizonte se ha trazado por el punto de intersección de las líneas de fuga en profundidad; este punto sería el punto principal de la perspectiva y estas líneas se situarían perpendicularmente al plano del cuadro. Nótese que el punto de Todo esto son reminiscencias del gótico que el propio fuga de las líneas en profundidad del brocal y el de Giotto aún arrastra en su temprana obra en la las paralelas a ellas en los peldaños no coinciden, si iglesia de San Francisco en Asís (si es que realmente bien se sitúan en la misma vertical. Se puede ver que es suya), como se puede ver en San Francisco, orando las líneas horizontales de la muralla, que tienen una en San Damiano, recibe instrucciones divinas para misma dirección, no concurren en un punto sobre la reparar la iglesia (c. 1290-1300), aunque las supera línea del horizonte y lo mismo sucede con las ampliamente en sus frescos de la Capilla de la Arena rectas paralelas del brocal y de los peldaños del pozo en Padua (Las bodas de Caná, c. 1306). en ambas direcciones. Como consecuencia de esto, los planos horizontales del pozo parecen levantarse Es interesante destacar que el brocal del pozo es hacia el espectador y eso mismo pasa con el suelo del octogonal y supuestamente regular, ya que esta puente sobre el que están los apóstoles. Este último figura simboliza la resurrección, pero sobre todo se levanta tanto que, si tapamos el pretil del fondo porque esta figura, el octógono, es la que permitirá del puente, el suelo empedrado del mismo parece un 4 murete de mampostería, vertical, naturalmente. Sin embargo, el fragmento de suelo sobre el que está la samaritana parece más o menos horizontal, lo que quizá subraya el carácter de este personaje como articulación entre los dos espacios antes señalados. el mismo tipo de arquitectura en el fresco titulado Los efectos del buen gobierno, pintado por Ambrogio Lorenzetti en el mismo Palazzo Pubblico de Siena entre 1337 y 1340. Las sombras arrojadas brillan por su ausencia en esta pintura, como en el resto de la obra de Duccio y en la de sus contemporáneos. Téngase en cuenta que el naturalismo en la representación, del que estas sombras proporcionan una buena parte, estaba aún en vías de experimentación, dominando todavía la concepción gótico-bizantina del espacio, que es más bien simbólica y en la que las sombras no tienen lugar. También se puede advertir que la anchura de los dos peldaños octogonales sobre los que se asienta el brocal del pozo, que en los tres lados delanteros se mantiene proporcionada, queda excesivamente reducida en los dos lados que son perpendiculares al plano del cuadro. Sin embargo, la reflectografía realizada (Fig. I.1.4) nos muestra un rigor en el dibujo geométrico de los octógonos que habla de la seriedad de la investigación del artista, si bien en un momento en el que aún no podía dar frutos definitivos en relación con el trazado perspectivo. Sólo existen algunas sombras propias, las mínimas necesarias para el modelado de las figuras (en las caras y en los cuellos) y de sus vestimentas (las que producen los pliegues), así como el de los objetos (en el brocal del pozo, en las rocas y en la arquitectura). Luego hay algunos lugares en los que más que sombra se ve oscuridad, como en el interior del brocal del pozo, debajo del puentecillo de acceso a la ciudad y en el interior de la puerta de la muralla, detrás de los apóstoles. Estas sombras contribuyen a crear la sensación de volumen unas y la de espacio otras. Todo esto no debe verse como una crítica a Duccio: sería absurdo criticarle por no saber perspectiva cuando en realidad lo que estaba haciendo por su cuenta, como Giotto por la suya, era inventarla y con no poco esfuerzo. Hoy día, que estamos de vuelta de la perspectiva, puede parecer que Duccio no tenía conocimientos suficientes para resolver bien la representación del espacio, pero no debemos olvidar que hasta más de un siglo después, hacia 1425, no encontró Brunelleschi la clave para resolver el trazado perspectivo y que, como dije antes, muchos pintores siguieron arrastrando estos "errores" incluso mucho después de la difusión por parte de Alberti de los hallazgos perspectivos de Brunelleschi [1]. El fondo dorado, herencia de la pintura bizantina, crea un extraño espacio de nadie, con un carácter etéreo y sin horizonte que contrasta fuertemente con el detalle de los personajes y las cosas representadas. Resulta interesante constatar que aunque la samaritana también se recorta sobre ese fondo dorado, sólo la figura de Jesucristo destaca claramente en él, pues la samaritana se confunde más con el mismo debido al color de su ropa, así como a que el cántaro que porta sobre la cabeza llama más la atención que ella misma. Por contraste con todo lo expuesto, el escorzo del cántaro sobre la cabeza de la samaritana es extraordinariamente verosímil, lo que indica el buen ojo y la buena mano del artista para la representación de los objetos en perspectiva, aunque fuera de manera aislada. Es también notable la caracterización de los personajes y el naturalismo de sus poses, todo ello teniendo en cuenta la fecha de la obra. Hay dos detalles curiosos en la figura de la samaritana: cómo el dedo meñique de la mano extendida parece tocar un vértice del octógono del brocal del pozo y cómo el brazo que sujeta el cubo parece quedar parcialmente tapado por la roca sobre la que se sustenta la torrecilla más alejada de la muralla. Estas coincidencias refuerzan el papel de articulación entre los dos espacios que Duccio otorga a la figura de la samaritana. Así, lo que bien podría entenderse como puramente casual adquiere sin embargo un cierto carácter de intencionalidad. La arquitectura representada en la tabla, que figura ser la muralla de la ciudad de Sicar, no es sino una referencia clarísima a la arquitectura de la ciudad de Siena, patria del pintor y lugar donde pintó esta tabla, y a sus murallas. Ello no sólo por el color tierra, tan propio de esa ciudad que el nombre de la misma pasó a ser el nombre de ese color, sino también por los elementos arquitectónicos, algunos de los cuales podemos encontrar en el Palazzo Pubblico, cuya construcción se estaba rematando por las fechas en que Duccio pintó esta obra. También podemos encontrar Gracias a las aportaciones de Giotto, Duccio y los que les siguieron, la perspectiva terminó por consolidarse sobre bases geométricas exactas que se difundieron 5 con la publicación de los tratados, el primero de los cuales fue el De pictura de Alberti, cuya primera edición es de 1540, aunque el manuscrito está fechado en 1436. Los pintores fueron conociendo cada vez mejor la técnica de la perspectiva y algunos se permitieron jugar con las ambigüedades a que daba lugar. perspectiva. Véase Navarro de Zuvillaga 1996, pp. 60-61. El tipo de coincidencias que acabo de señalar en la tabla de Duccio son utilizadas conscientemente por algunos artistas posteriores para evidenciar aspectos curiosos de la representación perspectiva, como es el caso de otro hermoso cuadro de la Colección Thyssen-Bornemisza: Joven caballero en un paisaje, pintado por Vittore Carpaccio en 1510 (Fig. I.1.5). En este cuadro, las extrañas coincidencias son tan evidentes y tan numerosas que no cabe pensar que se deban a la casualidad. Así, la enseña del caballito que cuelga de una madera empotrada en la fachada de la izquierda parece dar con el casco de una de sus patas delanteras en el pico del pavo real que está posado sobre el borde del muro que hay detrás del lancero a caballo, pero que puede dar la impresión de estar posado sobre el yelmo de este caballero, mientras que la cola del ave casi parece que se introdujera en el porche ojival de detrás. Por otra parte, el extremo inferior de la lanza parece que va a golpear en la cabeza del perro, al tiempo que la punta se prolonga en el espacio entre dos ramas del árbol que hay detrás de ella, cuyo tronco bien pudiera brotar, cual penacho, de la cabeza del animal, la cual parece que tuviera la intención de topar con el brazo con el que el caballero desenfunda la espada, mientras que la vaina de la misma parece estar posada sobre la cabeza del perro que asoma por el desnivel del terreno al lado del árbol, cuyo tronco parece curvarse y hasta encogerse localmente para evitar que le toque el codo armado del caballero. En cuanto al venado situado al lado del margen derecho del cuadro da la sensación de estar frotando su cuarto trasero contra el tronco del árbol, mientras que el pájaro posado en una estaca que sale del agua parece picotearle una pezuña. Por último, el tronco de árbol que se ve detrás de la cabeza del venado bien pudiera ser una ramificación más de su cornamenta. En definitiva, todo un mapa de relaciones en superficie determina, condiciona y recrea la relación espacial de los elementos representados. Bellosi, Luciano: Duccio. La Maestá. Milán, Electa, 1988. Bibliografía Navarro de Zuvillaga, Javier: Imágenes de la perspectiva. Madrid, Siruela, 1996. Boskovits, Miklos: The Thyssen-Bornemisza Collection. Early Italian Painting 1290-1470. Londres, Philip Wilson, 1990. Deuchler, Florens: Duccio. Milán, Electa, 1984. [1] A este respecto conviene señalar que William Hogarth hizo un dibujo para el frontispicio del tratado de perspectiva de John Joshua Kirby, publicado en Londres en 1754, en el que satirizaba los absurdos cometidos por los pintores que desconocen la 6