economía clásica, economía neoclásica y economía austriaca.

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ECONOMÍA CLÁSICA, ECONOMÍA NEOCLÁSICA
Y ECONOMÍA AUSTRIACA.
Por Israel M Kirzner
(Anarcocapitalista.com)
La economía clásica entendió la relación de causa y efecto que constituye el fenómeno
económico,... esta relación de causa y efecto tiene que entenderse como impulsada por la
naturaleza física. Las condiciones objetivas por el lado de la oferta determinan lo que va a
ocurrir.
No quiero que se me malinterprete. En cierto modo es absolutamente cierto, obviamente
cierto, que si viviéramos en la superficie del sol nuestra economía no sería gran cosa. Así
que, por supuesto, las condiciones económicas son un
producto, si se quiere, de las condiciones físicas. Pero no
estamos hablando del estado de las cosas, estamos hablando
de la relación de causa y efecto. ¿Qué impulsa la relación de
causa y efecto? Los economistas clásicos dijeron que lo que
impulsa la relación de causa y efecto en los fenómenos
económicos es la naturaleza física. La naturaleza es la
responsable del valor. El fenómeno del valor está determinado
por las condiciones por el lado de la oferta.
La economía ricardiana, que es el corazón de la teoría clásica,
lo ve todo determinado, explicado y entendible en virtud de la
realidad física. Para los economistas clásicos la economía era
la ciencia de la riqueza. Hay algo llamado riqueza. La pregunta
es: ¿Cuáles son los determinantes de la riqueza? ¿Cómo se
crea la riqueza? ¿Cuál es el tamaño de la cantidad de riqueza
que se crea en un periodo dado? ¿Y cómo es ese montón de
riqueza distribuido entre las diferentes clases, los diferentes
agentes económicos, que contribuyeron a producirlo? Ellos no
se fijaban en los componentes de la riqueza. Y para ellos
riqueza significaba básicamente pan. Y este enfoque ve lo que la naturaleza proporciona
como el factor dominante. El hombre se ajusta a la naturaleza. Y por supuesto que hay
mucho en este enfoque que es absolutamente cierto, pero no cabe duda de que no lo
explica todo.
La economía neoclásica... comenzó a reconocerse que la explicación de las relaciones
de causa y efecto que componen los fenómenos económicos tiene que situarse, al menos
parcialmente, en la demanda del consumidor. En concreto, la revolución ocurrió en la
teoría del valor. Los economistas clásicos veían el valor determinado por el coste. El coste
de producción determinaba el valor. El economista neoclásico comenzó a reconocer que,
además de las condiciones de la oferta que reflejan el coste, están las condiciones de la
demanda que representan las valoraciones de los consumidores.
Para Marshall... lo que él explicó fue que tenemos oferta y
demanda. La oferta expresa el coste objetivo. La demanda
expresa la demanda subjetiva, la demanda de los
consumidores. Y es la interacción de estas dos fuerzas: las
fuerzas de la oferta, las fuerzas de la demanda; las fuerzas
de la realidad objetiva, la realidad física, y las fuerzas de las
preferencias subjetivas...
Éstas son las dos hojas de las tijeras de Marshall. Éstas determinan cuál será el precio
del objeto.
Los austriacos, comenzando con Menger, tenían una opinión
diferente. Ellos veían el valor determinado SOLAMENTE por
las decisiones de los consumidores.
Ahora, una vez más. No quiero que se piense que los
austriacos decían que si se pone a un montón de
consumidores en la superficie de la luna tendríamos las
mismas condiciones económicas que con esos consumidores
en la tierra. ¡Obviamente, no! Pero el argumento sería que,
para los austriacos, las condiciones físicas son pasivas, son el
“telón de fondo”.
La fuerza activa, los determinantes activos de la relación causa
y efecto, son las preferencias de los consumidores, los deseos
de los consumidores, en el contexto, ciertamente, de unas
condiciones físicas dadas, por supuesto. ¿OK?
Pero, había una enorme diferencia entre la aproximación de las
tijeras de Marshall, donde tenemos estas dos grandes fuerzas
igualmente importantes que interaccionan (esa es la visión “marshaliana”), en contraste
con la visión austriaca que enfatiza que la oferta está también determinada por los
consumidores.
Porque, ¿qué determina la oferta de cualquier mercancía determinada? Bueno, depende
del coste, claro. ¿Y qué son los costes? ¿Qué determina el coste de producción de
cualquier bien de consumo dado? Bien, la respuesta es: depende de los precios de los
recursos necesarios para producirlo. Pero ¿qué determina esos precios? El hecho de que
esos recursos son útiles en otras líneas productivas para fabricar otros bienes que los
consumidores quieren. Por lo tanto, es el grado de urgencia con el que los consumidores
desean el fruto de esos recursos en otra parte lo que determina el coste de producción en
esta línea de producción de la que estamos hablando.
Así que la oferta simplemente describe la demanda, es el reflejo de la demanda. Este es
el descubrimiento básico que es a menudo llamado “coste de oportunidad”. Los costes
son todas las oportunidades sacrificadas, que representan lo que los consumidores
desean. Estoy simplificando mucho: pero esto era el núcleo del desacuerdo entre los
austriacos y los “marshalianos”.
Pensad en ello como... arriba tenemos la realidad física; esto lo era todo para el
economista clásico. Abajo tenemos las preferencias de los consumidores. Estas (las
preferencias) son subjetivas; esta (la realidad física) es objetiva. Las preferencias de los
consumidores son subjetivas. Si te gusta la vainilla o si te gusta el chocolate, eso es
subjetivo. ¿De acuerdo? Si la temperatura es 90º, 120º, 30 º; eso es objetivo.
En el mercado, en la economía, los
deseos de los consumidores tienen que
satisfacerse por productos que son
fabricados a partir de la realidad física.
Ya sea comida, ropa, vivienda,
transporte,... todo se produce a partir de
la realidad física. Así que en una
economía, en una economía de
mercado, tenemos productores. Y,
simplificando al máximo, los productores
compran recursos y venden bienes de
consumo. Compran tierra, trabajo,... y lo
convierten
en
pan
para
los
consumidores.
Así
que
tenemos
productores que convierten bienes
físicos en la satisfacción de deseos de
los consumidores.
No cabe la menor duda de que la relación de causa y efecto... esta es la causa (realidad
física) y este el efecto (bienes de consumo). El pan que comemos tiene como causa la
realidad física. ¿De dónde viene el pan? Hay pan porque hay tierra y gente que ara la
tierra, hay gente que hornea... y llegamos a tener pan. La relación causal es de sentido
único desde la realidad física hasta la satisfacción de las demandas de los consumidores.
No hay duda.
Y dejadme señalar que desde el punto de
vista clásico es esta dirección, esta
relación de causa y efecto unidireccional,
la que determina todas las variables
económicas: el precio de la tierra, el
precio del trabajo, el precio del pan... todo
está determinado por estas series
unidireccionales de causas y efectos. Los
costes determinan los valores. El valor
está determinado por el coste... porque,
mirad, así es como es...
Menger vislumbró una verdad fundamental, una verdad revolucionaria: que esto es
exactamente al revés. La relación económica de causa y efecto es exactamente la
contraria: desde el consumidor hasta aquí (realidad física).
Ahora puede que digáis: pero eso es absurdo. El consumidor que quiere pan no crea la
tierra, no crea el trabajo que rotura la tierra, no crea el arado que ara la tierra, no crea el
buey que tira del arado que ara la tierra. Cierto, por supuesto que no.
Pero lo que Menger vislumbró fue que todo lo que sabemos está determinado por el
hecho de que los consumidores tienen preferencias. Es porque tienen preferencias por lo
que están persiguiendo intencionadamente los objetivos que tienen. Y la gente tiene
diferentes propósitos. Y como la gente tiene distintos propósitos, esto se traduce en
precios de mercado que están determinados enteramente por las preferencias de los
consumidores en el contexto, en el contexto pasivo, de la realidad física.
A veces lo explico de esta manera: esto es una caja, un cofre. Contiene 1 billón de
dólares. Pero el cofre es muy resistente. Y hay una sola llave del cofre en todo el mundo.
Y la tengo yo. Sin esa llave nadie podría abrir el cofre. ¿Cuánto vale la llave?
Bien... si alguien ofreciera 1 millón, haríais una oferta mayor, ¿verdad? Si alguien
ofreciera 1.000 millones, otro ofrecería 2.000 millones,... 3.000 millones,... 4.000 millones,
¿verdad? ¿El precio subirá hasta cuánto? Hasta 1 billón menos 1 penique supongo.
¿Qué determina el valor de la llave? ¿El coste de producción de la llave? ¡No!
¿Qué determina el valor de la llave? El valor de la llave está determinado por la utilidad de
la llave. ¿Para quién? Para gente capaz de usarla para producir lo que quiere. Si quieres
1 billón de dolares entonces eso atribuirá valor a la llave. Esa es la explicación austriaca.
Nadie niega que desde un punto de vista físico ésta (flecha hacia abajo en siguiente
imagen) es la relación ingenieril de causa y efecto. Pero la relación económica de causa y
efecto: qué determina el valor, qué determina cuánta tierra se va a usar, qué determina el
precio de la tierra, qué determina el precio del trabajo, qué determina... esto está
determinado por las preferencias de los consumidores (flecha hacia arriba). El coste de
producción es irrelevante.
La visión de Menger fue comprender cómo funciona la economía. La economía
funciona porque los consumidores quieren cosas. Y como quieren cosas, entonces
actúan. Actúan, escogen, hacen ofertas de compra. Y si un empresario inteligente sabe
que los consumidores están haciendo ofertas, ese empresario inteligente puede darse
cuenta de que puede obtener beneficio satisfaciendo esas ofertas de compra,
satisfaciendo esas demandas. Al hacer eso está actuando como si fuera el agente de los
consumidores, dirigiendo los recursos hacia los canales que satisfacen en mayor medida
los deseos de los consumidores.
Y como en una economía libre los empresarios son libres de actuar así, por lo tanto son
libres de organizar todas las transacciones que componen el sistema económico de
manera que es gobernado por (concepto muy importante) la soberanía del consumidor.
Es la soberanía del consumidor lo que lo gobierna todo. Todo esto está determinado por el
consumidor.
Obviamente la soberanía del consumidor en la superficie de la luna sería diferente a la
soberanía del consumidor en la superficie del sol y diferente a la soberanía del
consumidor en la superficie de la Tierra. Pero es la soberanía del consumidor, son los
deseos de los consumidores, lo que está al mando. Son los deseos de los consumidores
los que determinan lo que realmente sucederá.
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