La Visión que tuvo Jacinta del Santo Padre insultado y perseguido Extraido de The Third Secret [“El Tercer Secreto”], de Fray Michel de la Sainte Trinité ‹‹Cierto día (dice Lucía) echamos la siesta en la fuente de la casa de mis padres. Jacinta se sentó sobre las piedras en lo alto de la fuente. Francisco y yo trepamos por un áspero terraplén en busca de miel silvestre entre las moras en un bosque cercano. ‹‹Después de algún tiempo, Jacinta me gritó: “¿No estás viendo al Santo Padre?” “No.” “No sé lo que pasó pero yo vi al Santo Padre en una casa muy grande, arrodillado cerca de una mesa, con la cabeza entre las manos y estaba llorando. Fuera de la casa había mucha gente. Algunos lo apedreaban, otros lo estaban insultando y usando palabras soeces. ¡Pobre Santo Padre!, debemos rezar mucho por él.” ‹‹Otro día (prosigue Lucía) dos sacerdotes nos recomendaron que rezásemos por el Santo Padre y nos explicaron quién era el Papa. Después me preguntó Jacinta: “¿Es a él al que vi llorando, aquél de quien Nuestra Señora nos habló en el Secreto?” “Sí, es él.” “Ciertamente tiene que ser que la Señora también lo mostró a aquellos sacerdotes. ¿Ves? Yo no estaba engañada. Necesitamos rezar mucho por él.”››30 Algunos especialistas creen que esta visión se refería al Papa Pío XII. Pero es más probable que esta visión profética se refiera al futuro. ¿Se refiere por acaso al Papa que finalmente decidirá cumplir los pedidos de Nuestra Señora, empezando por la revelación de Su Secreto final al mundo? Si Sor Lucía sufrió una auténtica agonía antes de registrar esto, podemos imaginarnos los terribles sufrimientos del Papa que lo iría a revelar. También es cierto que cuando el Sumo Pontífice renuncia a sus transigencias, silencio y concesiones dictados por una prudencia demasiado humana y decide proceder vigorosamente, en conformidad con su deber como Vicario de Cristo — es decir, antes de nada como el valeroso defensor del depósito de la Fe, no vacilando más al denunciar por sus nombres a los herejes que envenenan a su rebaño — provocará la ira de sus enemigos, tendrá que soportar también los insultos y el rencor de sus propios hijos descaminados, que por mucho tiempo han estado sirviendo al Enemigo. Será insultado, será apedreado y le echarán maldiciones. Sí, en esa época más que nunca ‹‹el Santo Padre tendrá que sufrir mucho››. La Visión de la guerra y el Santo Padre orando ‹‹En otra ocasión (escribe Lucía) fuimos a la gruta llamada Loca do Cabeço. En cuanto llegamos allí, nos postramos en el suelo, rezando las oraciones que el Ángel nos había enseñado. ‹‹Pasado algún tiempo, Jacinta se puso de pie y me preguntó: “¿Puedes ver todas estas carreteras y caminos y campos llenos de gentes que gritan porque tienen hambre y no tienen nada que comer? Y al Santo Padre en una iglesia orando ante el Inmaculado Corazón de María? ¿Y a tantas personas rezando con él?” ‹‹Algunos días después, me preguntó: “¿Puedo decir que he visto al Santo Padre y a todas estas personas?” “No. ¿No te das cuenta que es una parte del Secreto? Si lo dices, van a discubrir el sentido inmediatamente.” “Está bien, entonces no diré nada.”››31 Es indudable que esta segunda visión profética, así como la primera, todavía no se ha cumplido. La horrible guerra en cuestión es sin duda la futura guerra que nos amenaza. Con respecto al Santo Padre ‹‹orando ante el Inmaculado Corazón de María››, podemos creer que se trata del Papa mencionado en el Secreto: ‹‹Por fin... el Santo Padre me consagrará a Rusia.›› ¿Por acaso le habrá revelado Nuestra Señora a su pequeña confidente cuál sería la situación trágica en que nos encontraríamos cuando finalmente hubiere ocurrido la http://www.fatima.org/span/crusader/cr64/cr64pg84.pdf 1 consagración de Rusia, pedida por el Cielo con tanta insistencia desde 1929? ‹‹Lo harán, pero será tarde››, le dijo Nuestra Señora a Sor Lucía. Sólo la revelación del tercer Secreto y el cumplimiento de los eventos predichos nos proporcionará toda la verdad acerca de esas visiones de Jacinta. Sea como sea, la lección que Lucía nos quiso transmitir de estos relatos es sencilla y más importante y urgente que nunca: debemos rezar, rezar mucho y ofrecer sacrificios por el Papa. Aunque en sus Memorias la vidente no pudo revelar el motivo de su insistencia — lo cual dependía sin duda de las revelaciones del tercer Secreto — ella quería al menos colocar delante de nosotros el conmovedor ejemplo de su pequeña prima. Además de la preocupación de salvar del infierno a los pecadores, lo que más le preocupaba era el pensamiento del Santo Padre, ciertamente porque conocía los acontecimientos que nosotros no conocíamos — conocía los peligros, las tentaciones y finalmente las terribles persecuciones que el Santo Padre tendría que soportar y sufrir antes del triunfo del Inmaculado Corazón de María. Lucía llega a escribir: ‹‹... No había ni una oración ni un sacrificio que ofreciésemos a Dios que no incluyese una invocación por Su Santidad.››40 Esta preocupación, tan sorprendente en niños de tan poca edad, es perfectamente comprensible si el tercer Secreto menciona de forma explícita — y con detalles que provoquen impacto en la imaginación — los posibles defectos del los Sumos Pontífices y las persecuciones que tendrán que soportar más adelante (debido a esos defectos). Además, encontramos una mención explícita de esas tribulaciones que los Papas tendrían que soportar en la dramática profecía de Nuestro Señor a Sor Lucía en Rianjo, en agosto de 1931: ‹‹Participa a Mis ministros que, en vista de que siguen el ejemplo del Rey de Francia, en la dilación de la ejecución de mi petición, también lo han de seguir en la aflicción. Nunca será tarde para recurrir a Jesús y a María.››41 ¿A qué aflicción se refiere Nuestro Señor? Evidentemente el tercer Secreto ofrece la respuesta. NOTAS: 30. “De nuevo el Secreto de Fátima”, Ephemerides mariologicæ, 1982. III, p. 112-113. Cf. nuestro Tomo III, p. 75-78. 31. III, p. 113. 40. II, p. 83; cf. I, p. 34. 41. Cf. nuestro Tomo II, p. 543-544. http://www.fatima.org/span/crusader/cr64/cr64pg84.pdf 2