Juan López Rodríguez JUAN LÓPEZ RODRÍGUEZ es Doctor en Derecho e Inspector de Hacienda del Estado. Derecho europeo o la ignorancia inexcusable Hace unas semanas asistí a la presentación de un libro editado por la Asociación Española de Asesores Fiscal — AEDAF - con el título de Derecho Fiscal Comunitario, cuya pretensión es acercar al profesional unos elementos claves para comprender hoy el porqué de gran parte del sistema fiscal que rige en nuestro país. La intención me parece oportuna y déjenme que les ilustre con dos anécdotas. La primera tuvo lugar durante la defensa de mi tesis doctoral. Defendía que la UE tiene poder tributario y el Derecho europeo ofrece principios, valores y normas jurídicas superiores que el legislador español debe contemplar como reglas a cumplir cuando promulga la ley del impuesto sobre sociedades. El primer miembro del tribunal en intervenir, profesor de Derecho internacional en la Universidad Complutense de Madrid y doctor en estas materias, me negó la mayor: la UE no tiene poder tributario; en fin, que había perdido el tiempo con mis ideas y al ir allí a defenderlas. Superé el envite y fui capaz de acreditar que así no era, tal y como reflejaba en mi libro. Tuvo éxito en aquel empeño. La segunda es, más que la referencia a una situación concreta, una sucesión de experiencias vividas en diversos foros, congresos, seminarios y otros encuentros con profesionales del Derecho y pensadores universitarios. Puedo mencionar la última vez que la viví. Fue durante la presentación del informe sobre reformas fiscales europeas de la Fundación Alternativas. Alguien de la audiencia que se identificó como antiguo letrado del Tribunal de Justicia de Luxemburgo aludía al papel de esta última Corte en la armonización fiscal, función importante a la que el documento no dedicaba suficiente atención. Les diré que esta Institución no es competente para armonizar; tampoco puede hacerlo de forma material puesto que sus sentencias tienen un destinatario concreto, el Estado demandado o el que plantea la cuestión prejudicial, y no ofrecen elementos suficientes como para poder legislar de la misma manera o, al menos, aproximada en todos los Estados de la Unión. En realidad tal afirmación olvida un elemento fundamental: dicho Órgano dicta sus fallos en aplicación de "Derecho vigente" que no necesita de la armonización, ni de la coordinación ni de ningún proceso legislativo o de ninguna otra naturaleza para tener fuerza vinculante y desplegar eficacia. Los fallos que llegan desde Luxemburgo no crean nada; en todo caso podría afirmarse que despejan dudas sobre el alcance de determinada normas. La reacción posterior dirigida a ajustar leyes internas a lo allí dispuesto no constituye un proceso de implementación o transposición de nuevas ordenes de los jerarcas europeos, sino el mero cumplimiento de obligaciones previamente existentes que se venían infringiendo. Quien no lo entiende así es que no ha entendido en qué consiste el Derecho europeo. De esta manera, deberíamos tener claro que la incorporación de España a la Unión Europea supone la integración en una organización internacional de carácter supranacional a la que se le atribuyen unas competencias propias, se le dota de unas Instituciones capaces de adoptar decisiones independientes de sus miembros en el ejercicio de sus potestades, se dispone de su propio sistema de fuentes creadoras del Derecho para articularlas y se construyen los procedimientos necesarios para su emanación. El ordenamiento jurídico español queda insertado en un ordenamiento jurídico común europeo que tiene jerarquía normativa superior cuando se trata de las materias que se han decidido compartir en esta nueva esfera de poder. Es así difícil identificar un sistema de fuentes normativas puramente nacional; al contrario, el Derecho de la Unión fluye desde su propio entramado y baña de diversas formas las reglas vigentes en territorio español. Los principios superiores de este Derecho común lo son también de nuestro ordenamiento y se convierten en parámetro político y jurídico de referencia; el legislador español debe atender a los compromisos europeos manifestados en las disposiciones comunes que expresan la voluntad continental; los tribunales con jurisdicción en España no se pueden abstraerse de este proceso y deben considerar las normas europeas como valores superiores, provisiones de obligado cumplimiento y referencias insoslayables en el proceso hermenéutico. El sistema fiscal español no es ajeno a este proceso de integración. El Derecho de los Tratados fundacionales de la Unión Europea se constituye en principio jurídico vinculante tanto para el proceso creador del Derecho como para la interpretación de las normas vigentes. Los reglamentos y directivas elaborados en Bruselas en materia fiscal suponen finalmente el ejercicio de potestades tributarias; bien es cierto que UE no ha recibido una competencia general para establecer exacciones sobre los contribuyentes europeos dirigidas a financiar sus gastos, salvo en el caso de los derechos de aduanas; sin embargo, sí le corresponde la autoridad suficiente para amoldar las obligaciones fiscales nacionales con el objeto de que las mismas no se constituyan en obstáculos para el adecuado funcionamiento del mercado único. El debido conocimiento del sistema jurídico y su aplicación requiere el estudio y el análisis de las disposiciones europeas que influyen o que han sido dictadas en cada materia. La obra presentada por la AEAF pretende acercar a los profesionales de esta rama del Derecho la legislación de armonización fiscal. El libro se divide en cuatro bloques: el primero incorpora los artículos del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea que son relevantes para el Derecho tributario. Se trata de principios que deben inspirar tanto al legislador como a quien deba proceder a la aplicación y la interpretación de las normas. Los tres bloques siguientes están dedicados a la explicación y el acercamiento de las directivas de armonización emanadas hasta la fecha en materia de imposición directa, impuesto sobre el valor añadido e impuestos especiales.