WWW.ALECES.COM Boletín nº 4 ALECÉS I N S T I T U T O D E P S I C O T E R A P I A I N T E G R AT I VA Febrero 2013 SER UNO MISMO Boletín Informativo Mensual de Alecés y Cintra Sant Cugat El águila es el ave que posee la mayor longevidad de su especie. Llega a vivir 70 años. Pero para llegar a esa edad, a los 40 años de vida tiene que tomar una seria decisión. A los 40 años sus uñas curvas y flexibles ya no consiguen agarrar a las presas de las que se alimenta. Su pico alargado y puntiagudo se va curvando hacia su pecho. Apuntando contra el pecho están las alas, envejecidas y pesadas por las gruesas plumas. ¡Volar es ahora muy difícil! Entonces el águila tiene sólo dos alternativas: Morir... o enfrentar un doloroso proceso de renovación que durará 150 dias. Ese proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y refugiarse en un nido, próximo a una pared, donde no necesite volar. Apenas encuentra ese lugar, el águila comienza a golpear la pared con su pico hasta conseguir arrancárselo. Apenas lo arranca debe esperar a que nazca un nuevo pico con el cual después va a arrancar sus viejas uñas. Cuando las nuevas uñas comienzan a nacer, prosigue arrancando sus viejas plumas. Y después de cinco meses, sale victoriosa, con su famoso vuelo de renovación y entonces dispone de... ¡30 años más de vida! A veces nos preguntamos: ¿Por qué renovarnos? En nuestra vida, muchas veces, tenemos que resguardarnos por algún tiempo y comenzar un proceso de renovación. Para que reanudemos un vuelo victorioso, nos debemos desprender de ataduras, costumbres y otras tradiciones del pasado. Solamente libres del peso del pasado, podremos aprovechar el valioso resultado de una... ¡RENOVACIÓN! DIRECCIONES Y TELEFÓNOS Barcelona (San Cugat): C/ Sant Bonaventura 8, Esc A, entlo 1ª Tfno: 93-6759279 madhux@movistar.es Lugo: C/ Círculo das Artes 18, entlo 982-280211 ó 674196912 info@aleces.com PRÓXIMOS TALLERES SECCIÓN I: TALLERES Barcelona: Taller del MÉTODO HAKOMI (Mindfulness y el cuerpo en psicoterapia), el 21 de abril (domingo). Imparte Maci Daye y Halko Weiss. Barcelona. Talleres de Supervisión y Trabajo Personal para Profesionales. Imparte Mario Salvador. Un grupo los viernes y otro grupo los sábados, de 10-14 y de 16 a 20 horas. (Barcelona y Lugo) Seminario de Desarrollo Profesional. 10 talleres, 1 sábado al mes. Comienzo abril 2013. Imparte: Mario Salvador. Podéis ver toda la información más ampliada en nuestra web: www.aleces.com Lugo: Grupo de Supervisión y Formación para Psicoterapeutas. Imparte Mario Salvador. Un viernes al mes de 16 a 20 horas. Taller de Preparación para la Curación del Trauma: Desarrollo de Recursos Personales y la Resilencia. Pendiente confirmar fechas. Taller de Habilidades Generales para el Desempeño óptimo para Deportistas, Artistas, opositores. Pendiente confirmar fechas. Taller de Constelaciones Familiares con Peter Bourquin el 22 y 23 de junio del 2013. Próximos Talleres de Brainspotting: Girona: Fase II el 6 y 7 de abril 2013. Organiza Servei d`Atenció Psicològica. c/ Nou 20, 3r 1ª Girona. Tfno 639849363 (Angèlica Giralt) angelica@copc.cat Lugo: Fase I el 16 y 17 de marzo y Fase II el 11 y 12 mayo 2013. Organiza ALECES Lugo. c/ Círculo de las Artes 18, Entlo. Tfno 674-196912 (Pilar Ramil) info@aleces.com Para más información: www.brainspotting.com.br ó www.aleces.com Solicita los dípticos de los talleres a través de nuestra secretaría en: info@aleces.com La envidia como algo natural SECCIÓN II: ARTÍCULO DEL MES Basta con escuchar que alguien nos diga “tienes envidia”, para que algo desagradable se mueva en nuestro interior. La envidia es un sentimiento al que le atribuimos una valoración negativa, un sentimiento que preferimos pensar que no tenemos y un sentimiento que nos avergüenza tener; del mismo modo, tememos la envidia que los otros nos tienen. Sin embargo, la envida tiene su origen en el mismo instinto de supervivencia de la especie y, como todos las emociones y sentimientos humanos, es una fuente importante de información para comprendernos y ayudarnos a crecer. Veamos a qué nos referimos. El bebé obtiene la satisfacción de sus necesidades básicas de su cuidador y en este sentido, al ser o no satisfecho, lo que siente es confort/bienestar o falta de confort, y a partir de las experiencias repetidas y predecibles de comodidad o incomodidad va elaborando su sentido de quien es él y cómo se está en el mundo. Pero llega un momento en su desarrollo en que el niño se da cuenta de que existen otros niños que pueden “poseer” aquello que él quiere y que le quitan aquello que siente que necesita. Los niños envidian aquello que otros niños tienen y ellos desean, quieren quitárselo porque quieren tenerlo ellos, ya que la posesión de lo envidiado (que puede ser un objeto, un aplauso de alguien, el contacto con una figura parental o con otro niño, una cualidad que el otro tiene, o lo que sea) ensalza el bienestar propio y responde a la “necesidad” que se está teniendo en ese momento. La envidia se agudiza cuando el trato que el niño está recibiendo con respecto a otros niños no es equitativo. El niño que envidia un juguete intenta arrebatárselo al otro de un zarpazo, el niño que quiere que su mamá le haga caso, empuja al niño que juega con ella o pega a su hermanito recién nacido. Estas conductas son fuertemente castigadas por los padres en general, sin ir seguidas de una elaboración de lo ocurrido. El niño pronto aprende que ha de reprimir y luego suprimir ese tipo de sentimientos, pero eso no resuelve su imperiosa necesidad de tener lo que quiere, porque no se le dan alternativas para conseguirlo, o elementos para aceptar que no lo puede tener. La envidia no elaborada queda como un sentimiento agazapado en el repertorio de lo prohibido y lo avergonzante, pero sigue estando presente. A veces como resultado el niño se retira y se queda triste, o ansioso, o rencoroso, pensando que él no va poder obtener de la vida lo que necesita. La envidia acaba alimentando una rabia hacia la persona que posee aquello que nosotros queremos, y esa rabia dirige nuestros pensamientos y a veces nuestras acciones hacia o bien quitárselo o bien destruirlo para que la persona no lo tenga, y si eso no es posible, entonces destruir la alegría de la persona por tenerlo. El problema es que estos sentimientos son tan inaceptables para la persona, que al intentar reprimirlos, se quedan más o menos enterrados en el inconsciente; la persona no se da cuenta de sus acciones o las justifica acusando al otro. Es muy habitual acusar al otro de hacer aquello que precisamente nosotros estamos haciendo, de esta manera evitamos sentir el dolor por lo que nos falta y sentirnos “no merecedores”, o el dolor de sentir la propia envidia. Otra opción habitual es retirarse y quedarse triste y/o deprimido sintiendo que no vamos a poder tener aquello que deseamos llegando a la conclusión general en la vida de “que para mí no hay nada”. En el caso del envidioso, el dolor se centra entorno a la convicción de que si no se tiene lo que el otro, uno no vale o no es digno de ser aceptado o amado; así que se pone el ansia en poseer lo del otro para conseguir satisfacer una necesidad genuina de valoración y/o amor. La envidia nada tiene que ver con la admiración, o lo que algunas personas llaman envidia sana: uno siente que aquello que el otro tiene es deseable y es admirable. A partir de darse cuenta de que admira a alguien, la persona se pregunta si quiere dar los pasos necesarios para obtener algo similar y si es y se siente capaz de hacerlo. Pongamos por ejemplo, que un estudiante de medicina admira a un cirujano en concreto. Ello puede impulsarle y guiarle en sus estudios hacia un objetivo similar, o el estudiante puede darse cuenta que ese es un camino para él imposible por los motivos que sean y se centrará en otros objetivos. Pero eso no le lleva a desear arrebatar su éxito al cirujano , ni destruir su alegría. Un ejemplo similar sería el de la mujer que no se puede quedar embarazada y que aún así comparte la alegría de las mujeres que sí se quedan. Podemos darnos cuenta de que deseamos tener un hijo pero hacemos el duelo de que no podemos tenerlo y ello nos libera para poder compartir con alegría que otro lo tenga e incluso disfrutar de los buenos ratos que se pueden pasar con el hijo de una amiga. La envidia es un sentimiento que nos hace perder el bienestar, pero para la persona que es envidiada las consecuencias son nefastas. Esta persona recibe agresiones por ser lo que es, o por tener aquello que ha ganado o merecido, y eso amenaza su lugar de aceptación en el mundo. Muchas veces esto la lleva a esconder o inhibir sus capacidades, destruyendo así su alegría y su capacidad de superación, dejando de brillar personalmente. Lo hacer para tratar de mantener el vínculo con el envidioso o para simplemente tratar de protegerse (“no tengo nada que envidiar”). La víctima más dañada es aquella que es envidiada por sus figuras parentales. La mayoría de los padres intentan dar a sus hijos todo lo que pueden, pero a veces, desde una parte disociada suya –inconsciente-, agreden al hijo por estar recibiendo aquello que ellos tanto necesitaron y nadie les dio, o aún necesitan y nadie les da. Por ejemplo, una madre puede envidiar la atención que el padre da a su niñita y enviar a la niña comentarios agresivos sobre lo pesada que es o sobre cómo se ríe o cómo baila. Un padre puede envidiar de su hijo las oportunidades de estudiar que está teniendo y decirle que es un desastre y nunca va a conseguir nada en la vida, o reprocharle que el hijo puede cuando él no pudo. Es prácticamente imposible que el niño que escucha semejantes mensajes pueda discernir la dinámica que se está dando y elaborarla como una limitación del otro. Algunas personas han sido tan dañadas por la envidia de sus padres, que desarrollan una personalidad con rasgos paranoicos que luego les lleva a sentirse atemorizadas y amenazadas por la idea de que los otros les van a quitar lo que tienen. Estas personas viven una vida de vigilancia extrema, en la cual no pueden gozar de las relaciones de una manera relajada. En el área profesional de la vida adulta la envidia es bastante habitual. Representa de algún modo la relación entre los hermanos-los iguales y se crea una situación en la que el instinto de supervivencia se activa, dado que ocupar un puesto profesional que asegure nuestro trabajo y nuestra valía también es una necesidad humana. Estos procesos pueden desembocar en situaciones tan terribles como el mobing laboral o en situaciones de falta de colaboración entre los miembros de un equipo con el resultado de pérdida de progreso y satisfacción para todos. Los siguientes pasos nos guían en el proceso de convertir la alerta del sentimiento de envidia en un proceso de inspiración: - Reconocer que la envidia es un sentimiento normal - Escucharnos cuando sentimos envidia - Tomarla como guía de algo que deseamos - Escucharnos y ver si lo podemos tener - Si no lo podemos tener, hacer el duelo por la pérdida y darnos cuenta y celebrar aquello que sí tenemos, de lo que poseemos y de nuestras cualidades - Si lo podemos tener, ver si estamos dispuestos a recorrer los pasos necesarios para llegar a ello - Fijarnos y tener como modelo de inspiración a aquellas personas que han llegado al lugar donde queremos llegar Carmen Cuenca. Psicoterapeuta de ALECES