Acerquémonos con plena confianza Hebreos 4:11-16 Por: Rvdo. Rubén Ortiz Rodríguez, MDiv, MA En las pasadas semanas hemos escuchado muchas voces provenientes de diferentes direcciones. Unas nos hablan de un clima de incertidumbre y desasosiego. Otras nos hablan de la posibilidad de cambio. Algunas nos invitan a esperar. Otras nos sugieren que pongamos de nuestra parte, aún cuando sentimos que no tenemos mucho para continuar aportando. Más aún, cuando leemos las noticias o escuchamos su difusión a través de los medios electrónicos no podemos dejar de pensar que los tiempos en que estamos viviendo son difíciles, y que los problemas a los que nos enfrentamos no tienen solución y nos afectan a todos. Y si no fuera suficiente con las situaciones que nos rodean, muchos sienten que dentro de su ser tampoco tienen paz y sosiego. Los achaques, naturales o imaginarios, hacen sentir su peso hasta el punto que llegamos a pensar que existe algún problema con nuestra salud o en nuestra mente. Y si no hacemos algo, con el tiempo nuestras vidas se llenan de insatisfacción y desasosiego. La clave para encontrar la solución que todos anhelamos, aunque este decir parezca muy trillado, es buscar ayuda. ¿Dónde encontrar lo que todos necesitamos o lo que nos hace falta? Buscando en las Escrituras encontré el ejemplo del águila. Cuando su plumaje, sus uñas y su pico comienzan a deteriorarse a causa del envejecimiento pasa por un estado similar al que acabamos de describir. No puede comer porque su pico está demasiado curvo. Sus garras están flexibles, lo que le impide capturar su alimento. Sus plumas se engruesan por lo que volar se le hace difícil. Es entonces cuando tiene que “tomar una decisión,” se prepara para morir o busca una cueva en un lugar alto y allí termina por arrancarse lo que le queda de las plumas, el pico y las garras y espera pacientemente durante cerca de ciento cincuenta días a que vuelvan a salir. Si opta por esto último, el resultado será un nuevo plumaje, un pico y unas garras renovadas y al menos cuarenta años adicionales de vida para remontar cara al viento las grandes alturas. Llegado el momento, todos los seres humanos pasamos por la misma experiencia. Sentimos que las circunstancias que nos rodean nos agobian; que nuestras fuerzas no son suficientes o que no tenemos las energías para enfrentarlas. Es en esos momentos cuando tenemos que saber dónde buscar; dónde colocar nuestra esperanza. La Biblia afirma que “... los que confían en el Señor, tendrán siempre nuevas fuerzas y podrán volar como las águilas; podrán correr sin cansarse y caminar sin fatigarse.” (Is 40.31, DHH). La lectura para el día de hoy afirma otra verdad íntimamente relacionada con la que acabamos de ponderar. “Acerquémonos, pues,con plena confianza al Dios de bondad, para que él tenga misericordia de nosotros y a través de su gracia nos ayude en la hora de necesidad.” (Heb 4.16, DHH). No estamos solos. Él nos conoce. Sabe cómo nos sentimos y de qué forma nos afectan todas las circunstnacias que nos rodean y a las que estamos expuestos. La perspectiva de Dios está centrada de manera correcta, mientras que la nuestra está distorcionada por lo que no sabemos, no entendemos o no podemos controlar. Incluso nuestros sentidos no captan la totalidad de lo que nos rodea. Pensamos que nuestro punto de vista es normal, pero no lo es. Nuestra perspectiva está distorsionada y confundida; es irracional. La de Dios es perfecta, clara y eminentemente racional. La temporada de Cuaresma es una buena época para reflexionar sobre estas verdades. Las circunstancias que nos rodean moldean nuestro carácter, pero la presencia de Dios y su constante ayuda en medio de las dificultades renueva nuestra vida interior. Es por eso que podemos reafirmar que en todas estas cosas somos más que vencedores. Podemos adquirir una nueva perspectiva frente a la vida, y podemos enfrentar las necesidades sabiendo que hay Alguien que nos acompaña y nos ayuda. Acerquémos con plena confianza a Dios. Él nos espera con sus brazos extendidos para acogernos y sostenernos con su amor.