Oficina judicial. Concepto e ideas J Nº 85/Abril 2010 En portada Ignacio Espinosa, portavoz de la Asociación Jueces para la Democracia (JpD) ueces para la Democracia saludó en su momento el amplio consenso proveniente del Pacto por la Justicia y la carta de los Derechos de los Ciudadanos, que se plasmó en la Ley Orgánica del Poder Judicial de 2003 y, más concretamente, en el Libro V, que lleva por título “De los secretarios judiciales y de la oficina judicial”. Todos los actores del momento estábamos convencidos de la necesidad y conveniencia de implantar la nueva oficina judicial, como instrumento de racionalización de los recursos de la Administración de Justicia. Han transcurrido casi 7 años y vemos ahora reflejada esta decisión en la reforma de 15 leyes procesales. La buena noticia es el amplio consenso entre los grupos parlamentarios que, de común acuerdo, respaldan el nuevo diseño de la oficina y las reformas procesales que conlleva. El citado consenso parlamentario aconseja respaldar en sus líneas generales una reforma auspiciada por el poder legislativo. El esquema de funcionamiento de esta reforma pasa porque los jueces y magistrados dediquen todos sus esfuerzos a las funciones que les vienen encomenda­ das por la Constitución de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado. Se requiere para ello descargarles de todas aquellas tareas 34 Procuradores no vinculadas estrictamente a las funciones constitucionales reseñadas, y a ello debe ir encaminado el nuevo diseño de la oficina judicial, donde se atribuyen a funcionarios especializados aquellas responsabilidades y funciones que no tie­nen carácter jurisdiccional, estableciendo, además, un nuevo sistema de organización del trabajo del personal al servicio de la Administración de Justicia, buscan­ do con ello la máxima eficiencia y responsabilidad profesional. En líneas generales la reforma afecta a los secretarios judiciales en lo concerniente al impulso procesal (señalamiento de vistas, recursos de reposición y de revisión, decisión sobre requisitos y presupuestos procesales), a la fe pública judicial y la documentación de las actuaciones judiciales y al procedimiento de ejecución, siendo relevante el nuevo papel asignado a los secretarios en la acumulación de recursos, conciliación, admisión de demandas, tramitación de pleitos, determinación de la cuantía del recurso, petición del expediente y emplazamientos, terminación anticipada del procedimiento y recursos. También se atribuye a los secretarios la dirección de los servicios comunes y de las unidades procesales de apoyo directo. En JpD estamos convencidos que, para articular y vertebrar un sistema judicial que responda a las pautas de gobernabilidad, cabe diferenciar la Administración de Justicia como organización encargada de prestar el servicio público, a quien corresponde la gestión de los medios materiales y personales destinados a posibilitar el ejercicio de la función jurisdiccional, del Poder Judicial, ejercicio de la función jurisdiccional por jueces independientes, imparciales e inamovibles, que tienen encomendada la defensa de los derechos fundamentales y la custodia aplicativa del Derecho. La reforma de la Justicia se ha convertido en un objetivo esencial del Estado de Derecho, de la España del siglo XXI. Los ciudadanos tienen derecho a un servicio público de la Justicia ágil, transparente, eficiente y plenamente conforme a los valores constitucionales. Uno de los medios fundamentales para conseguirlo es la implantación en España de la nueva oficina judicial, cuyo objetivo debe ser la racionalización y optimización de los recursos que se destinan al funcionamiento de la Administración de Justicia. La gobernabilidad del sistema judicial, que deriva en un buen gobierno de la Administración de Justicia, requiere conceptualmente deslindar nítidamente el ámbito de actuación que corresponde al Poder Judicial, como poder institucional del Estado a quien la Constitución atribuye en exclusiva la potestad jurisdiccional, con el que se refiere a la Administración de Justicia, organización instrumental que asume la responsabilidad de gestión del servicio público constitucional de administrar Justicia, cuya dirección se atribuye a los gobiernos Central y de las Comunidades Autónomas, que están obligados a dotar de los medios personales y materiales necesarios para lograr el adecuado y eficaz desempeño de la función jurisdiccional. Jueces para la Democracia, a lo largo de estos últimos años, ha trabajado en profundidad sobre la reforma de la oficina judicial en diversos planos: ◗◗ El de la eficacia. Destinado a que se obtenga el máximo rendimiento de los medios materiales y humanos que configuran la oficina. que se relacionan con la Administración de Justicia precisamente a través de sus oficinas. El tránsito por muchos lugares comunes precisa que debamos realizar algunas consideraciones: Una normativa procesal moderna facilita la agilización de plazos y trámites. El ejemplo de la jurisdicción laboral se copió, en parte, para la civil, y ha supuesto un cambio relevante, sobre todo en los procesos declarativos y en el monitorio. Esa experiencia debería exportarse a otras jurisdicciones, como la contenciosa, para evitar los tiempos muertos. Es especialmente urgente la implantación de un nuevo proceso penal en el que, sin perjuicio de las discusiones de calado político sobre modelo de instrucción constitucionalmente admisible, se dé respuesta rápida a las exigencias de la instrucción, la fase intermedia o de acusación y a la ejecución penal en toda su extensión. Habrían de pautarse modelos estandarizados de algunos trámites especialmente gravosos y absurdos, como los edictos de publicación de resoluciones, mandamientos a registradores, actos de cooperación con otros órganos judiciales, oficios de requerimiento a entes públicos y privados. La utilización de formularios normalizados y comunes a todos los órganos podría permitir su gestión informática entre juzgados y organismos públicos. Incluso se puede y debe insistir en que hay tareas que pueden no tener nada que ver con los procedimientos y que se han enquistado en el rituario judicial, como por ejemplo algunas tareas de registro informático –que debería estandarizarse por el CGPJ–, la confección de carpetas, o la documentación de aspectos accesorios de los procedimientos. Muchos de estos aspectos podrían ser realizados por funcionarios no judiciales que tuvieran especiales cualificaciones para dichas gestiones –informáticos, documentalistas, archiveros, servicios de reprografía…–. En esta misma línea debe facilitarse un expurgo de expedientes que permita destruir trámites y documentos duplicados o que hayan resultado inútiles. Como ya se ha dicho ha de incluirse un indexado del proceso que permita a legos y profesionales la identificación de los trámites, fases y resoluciones fundamentales, o apartar las notificaciones que con LexNet debieran simplemente quedar registradas en soporte informático, pero sin unirse al expediente. Ha de reclamarse de esa nueva planta judicial cierta versatilidad que permita la proximidad en los procesos de familia y en los pequeños conflictos cotidianos que alteran la convivencia, pero también la unificación de juzgados civiles, penales y sociales dispersos o comarcalizados, superando el modelo orgánico de juzgado unipersonal para avanzar hacia nuevos modelos funcio­ nales que puedan incorporar algunas de las ventajas de las secciones de los órganos colegiados. La implantación normalizada de fór­ mulas de declaración en procedimientos no penales por medio de videoconferencias que eviten desplazamientos innecesarios a los juzgados de partes y testigos, procurando incorporar a las salas de vistas los instrumentos precisos para que puedan compaginarse con el desarrollo del juicio oral. Igualmente se debe avanzar en la incorporación de bases de información cruzada de distintas administraciones públicas en orden a garantizar la averiguación y apremio de bienes, también la locali­ zación efectiva de las partes. Deberá extenderse esta obligación de acceso leal a entidades financieras y grandes corporaciones que manejan bases de datos muy eficaces. Debería plantearse incluso que una agencia estatal independiente pudiera garantizar el uso adecuado de estos fondos de información, protocolizándose el acceso, uso y prioridades de la información que contengan. Resulta necesaria la conexión de la tramitación con los sistemas de comunicación y notificación por correo electrónico con los debidos blindajes de seguridad vinculados a la firma electrónica. Conexión que permita utilizar en un mismo entorno las distintas herramientas informáticas dado que hasta ahora la documentación del proceso se hace con tratadores de texto incompatibles con las bases de datos y que no permiten enlazar con los correos electrónicos. En definitiva, hay que hacer compatible la comunicación electrónica entre la Administración General (del Estado, CCAA y Administración Local) con la Adminis­ tración de Justicia. Generalizar la atribución de una cuenta de correo electrónico a cada órgano, o sección de órgano colegiado, sería un buen inicio. Procuradores En portada tiempos muertos, los lapsos de inactividad de muchos procedimientos. ◗◗ El de la efectividad. Destinado a conseguir que todas las resoluciones judiciales se cumplan en sus propios términos, que no queden en papel mojado. ◗◗ El de las garantías. Probablemente el que ha generado mayor ­preocupación, puesto que cualquier intento modernizador no puede suponer una merma en los derechos fundamentales vinculados al proceso, sobre todo en la jurisdicción penal, pero también en los procesos de familia, los de menores, los laborales y los que afectan a consumidores y usuarios. Derechos fundamentales que se estructuran a partir de la tutela judicial efectiva, pero que se ramifican en derechos concretos como el de verdadera contradicción, el derecho a ser efectivamente oído, el derecho a disponer de una defensa técnica de calidad a los beneficiarios de la justicia gratuita, el acceso a la Justicia en condiciones de igualdad, la tutela incluso de oficio de menores, víctimas y también de colectivos respecto de los que la legislación nacional e internacional reclama mayor atención, como trabajadores, consumidores o emigrantes. ◗◗ El de la incorporación de nuevas tecnologías que faciliten el desarrollo de estos principios rectores. ◗◗ El de la coordinación de medios y esfuerzos de las distintas administraciones implicadas en la Administración de Justicia. ◗◗ El de la definición de los papeles de los distintos intervinientes públicos y privados en el proceso. ◗◗ El de la implantación real de la Carta de derechos de los Ciudadanos ante la Justicia. La permanente remisión a muchos de estos principios lleva aparejado el riesgo de convertirlos en términos o conceptos huecos, en palabras “contenedor” que todo el mundo acepta pero que se dotan de contenidos a veces contrapuestos. La modernización de la oficina judicial se vincula a la proyección de la Justicia como servicio público. Por lo tanto modernizar la oficina no es hacerla más cómoda para los jueces, fiscales, secretarios y funcionarios, sino hacer­ la realmente eficaz para los ciudadanos Nº 85/Abril 2010 ◗◗ El de la agilidad. Destinado a evitar los 35 36 Procuradores En portada Nº 85/Abril 2010 Normalizar la exigencia en algunas jurisdicciones –civil y contenciosa fundamentalmente– de que las partes no sólo faciliten las llamadas copias en papel, sino también la copia digitalizada de sus alegaciones y documentos anexos, tanto al juzgado como a los demás litigantes, supondría un avance sustancial hacia la modernidad, acomodando la Adminis­ tración de Justicia a usos más que insertados ya en la realidad social. Esa exigencia sólo sería efectiva si se habilitaran medios públicos para que esa misma digitalización la pudieran realizar quienes fueran titulares del beneficio de justicia gratuita. Resulta paradójico que resultando más barato introducir en un CD, DVD o lápiz de memoria toda la documentación de un procedimiento, sin embargo sigamos reclamando que se fa­ ciliten infinidad de copias en papel. Deben analizarse cuáles son los flujos de papel reales de cada uno de los procedimientos, flujos que no tienen por qué coincidir con los trámites procesales. Ha de poderse deslindar incluso físicamente un esqueleto de trámite de la columna de resoluciones judiciales de fondo que marcan el desarrollo fundamental de cada proceso, de manera que se agilice el manejo y acceso a los procesos incluso con la formación de índices e itinerarios que permitan transitar sobre todo por procedimientos largos o complejos. En esa línea de trabajo deberá orientarse la digitalización de los expedientes, que no debe contentarse con el traslado del soporte papel al soporte bite, sino que ha de permitir un archivo y gestión más ágil, con rutinas de búsqueda y de traslado y utilidades de trámites automáticos que ya permiten algunos programas informáticos en los que además se garantiza la intangibilidad de las resoluciones judiciales, como el paso de documento Word a PDF inalterables, la incorporación automática de los contenidos de algunas resoluciones a bases de datos dinámicas que permiten integrar y cruzar las bases con las plantillas, fórmulas de registros de “arrastre” que permitan incorporar en una sola ocasión los elementos identificadores del proceso y su gestión continuada en las distintas fases o trámites, la gestión cruzada de los datos de todos los procesos, jurisdicciones y trámites… Sirvan como referencia dos ejemplos cotidianos de la potencialidad de algunos motores como Google, que utilizado con una mínima diligencia ha permitido supe­ rar en agilidad y fiabilidad a muchas bases de datos de jurisprudencia; o a la propia base de datos del CENDOJ, que permite con sólo teclear el nombre de una persona o empresa en texto libre, rastrear todas las sentencias en las que aparece mencionado. Expuesto lo anterior, JpD propone la existencia de un único órgano por circunscripción servido por una pluralidad de titulares, estructurando la nueva oficina judicial con unidades de tramitación especializadas con unidades funcionales de apoyo (ya sea a lograr la mediación, o interdisciplinares de asistencia a la víc­ tima o de auxilio directo de asistencia gratuita), servicios comunes, unidad auxiliar, unidad de administración y gestión de recursos, con protocolos de actuación y modelos de documentación aprobados por el CGPJ. Que los juzgados constituyan, en su respectiva circunscripción, un único órgano por cada orden jurisdiccional. Esto es, los partidos judiciales tienen ámbito territorial específico por cada orden ju­ risdiccional. En los casos de especialización constituirán también un órgano único, diferenciado de los demás del mismo orden, y con la circunscripción que se establezca en la ley de planta y demar­ cación. Cada juzgado puede ser desempeñado por uno o varios jueces. En cada sala o juzgado habrá una secretaría judicial. La secretaría judicial podrá ser desempeñada por uno o varios secretarios. Cada orden jurisdiccional se organiza con partidos formando circunscripciones específicas. Habrá por ello, partidos judiciales del orden civil, del orden penal, del orden contencioso y del orden social. Las audiencias provinciales se componen de una sala por cada orden jurisdiccional (penal y civil) y cada sala puede estar integrada por varias secciones. Pensamos que deben desaparecer los juzgados de primera instancia e instrucción y su conversión en juzgados de primera instancia y juzgados de instrucción. JpD estima la necesidad de extensión de los servicios comunes, con la atribución a oficinas comunes de todas aquellas actuaciones que puedan tratarse uniformemente –servicios de reparto de asuntos, señalamientos, actos de comunicación, gestión de procesos, ejecución de resoluciones, registros, información y asistencia a los ciudadanos, gestión de la cooperación judicial internacional–. Resulta interesante la redacción de pro- tocolos de gestión de procesos para garantizar respuestas uniformes conforme a estándares normalizados de calidad. Conclusiones finales El despliegue de la nueva oficina judicial debe llevarse a cabo de forma homogénea entre las distintas Comunidades Autónomas, sin que resulte aceptable que existan diferentes ritmos de aplicación entre los distintos territorios. Resulta imprescindible la coordinación entre las distintas administraciones implicadas para garantizar que no existan desajustes en la implantación del nuevo modelo. Del mismo modo, éste sólo se podrá hacer efectivo desde una actitud de colaboración activa desde el ámbito judicial. Los criterios de desarrollo de la nueva oficina judicial deben ser suficientemente flexibles para que se adapten a los distintos partidos judiciales y órganos jurisdiccionales. Además, resulta imprescindible que exista una conexión directa entre la nueva oficina y las reformas de la planta judicial. En los servicios comunes que ­incluyan competencias de los juzgados de violencia de género habría de tenerse en cuenta la especificidad de la atención directa a las perjudicadas y a los demás ­intervinientes, con el fin de optimizar la formación específica recibida por los funcionarios que desempeñen este servicio y de que se lleve a cabo en condiciones idóneas. La reforma de la LOPJ y de las principales leyes procesales que entrarán en vigor en mayo de 2010 constituye una premisa previa e imprescindible para que el cambio organizativo sea posible. Pero por sí misma no va más allá de una nueva distribución de competencias entre la carrera judicial y el cuerpo de secretarios, por lo que deberá ser complementada por numerosas medidas para que dicho cambio sea real y efectivo. En el desarrollo de las funciones de jueces y secretarios habrá de tenerse en cuenta que éstas habrán de configurarse desde la perspectiva de la reserva de las competencias judiciales para los actos que impliquen decisiones de contenido jurisdiccional. El diseño de las unidades de apoyo directo al juez habrá de efectuarse de manera que queden garantizados unos medios suficientes que permitan la actuación jurisdiccional sin ningún tipo de limitaciones. q