Domingo 17 TO 26.07.2015 EL MILAGRO DE COMPARTIR BAJA A DIOS DE LAS NUBES NO OS OLVIDÉIS LA VIDA Baja a Dios de las nubes, llévale a la fábrica donde trabajas, quita a Dios del retablo y grábale dentro de tu corazón. Roba a Dios de los templos, donde lo encerraron hace tantos años, déjale libre en las plazas, llévale también al mercado del pueblo. Cuando vengáis, no os olvidéis la vida mantenida caliente entre los brazos; no seáis espectadores; a retazos no la desparraméis por la avenida. Traedla tal cual es, vida vivida: doblegada de viento y de zarpazos arañada; tiesa también con lazos de paz, de amor, de júbilo prendida. Venid sin maquillar. Portad la duda, el desencanto, el grito de protesta. Vestíos de todo aquello que hoy se lleva. Pero llegue vuestra alma bien desnuda, con hambre de banquete, ansia de fiesta, de par en par abierta a la vida nueva. Blajot, Jorge Porque Dios no es un Dios muerto y si pensáis que está muerto, equivocados, equivocados, equivocados estáis. (bis) Ayer hablé con Él y le noté un tanto triste, hoy hablé con Él y me dijo que está solo, porque muchos hombres siempre hablan en su nombre pero no le dejan hablar a Él; porque muchos hombres se reúnen en su nombre pero no le dejan entrar a Él. Baja a Dios de las nubes... Luis Alfredo "Algún tiempo después, Jesús pasó al otro lado del lago de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque veían los signos que hacía con los enfermos. Jesús subió a un monte y se sentó allí con sus discípulos. Estaba próxima la fiesta judía de la pascua. Al ver aquella muchedumbre, Jesús dijo a Felipe: – ¿Dónde podríamos comprar pan para dar de comer a todos éstos? Dijo esto para ver su reacción, pues él ya sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: – Con doscientos denarios no compraríamos bastante pan para que a cada uno de ellos le alcanzase un poco. Entonces intervino otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, diciendo: – Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es esto para tanta gente? Jesús mandó que se sentaran todos, pues había mucha hierba en aquel lugar. Eran unos cinco mil hombres. Luego tomó los panes, y después de haber dado gracias a Dios, los distribuyó entre todos. Hizo lo mismo con los peces y les dio todo lo que quisieron. Cuando quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: – Recoged lo que ha sobrado, para que no se pierda nada. Lo hicieron así, y con lo que sobró de los cinco panes llenaron doce cestos. Cuando la gente vio aquel signo, exclamó: – Este hombre tiene que ser el profeta que debía venir al mundo. Jesús se dio cuenta de que pretendían proclamarlo rey. Entonces se retiró de nuevo al monte, él solo." Jn 6, 1–15 Lectura en clave social y eucarística La multiplicación de los panes, mencionada seis veces por los cuatro evangelios (caso único), constituye un signo que ha de interpretarse en clave social y eucarística. a) En primer lugar, en clave social. Jesús alimenta a una muchedumbre hambrienta. Tan necesario como alimentarse es dar de comer a los demás, sobre todo a los pobres. Es la única forma de transmitir el evangelio y hablar del amor de Dios. Sin reparto de comida y bebida no hay comunidad, no hay buena noticia, ni hay eucaristía. b) En clave eucarística. Ningún evangelista ha subrayado tanto como Juan el carácter eucarístico de la multiplicación de los panes. El relato evoca claramente la celebración de la cena del Señor en las primeras comunidades: Jesús toma los panes, pronuncia la acción de gracias y los reparte (v. 11). La eucaristía es la cena del Señor. Para los primeros creyentes era una vivencia anticipada de la fraternidad del Reino. Hoy, sin duda, tenemos que recuperar la eucaristía como signo y vivencia de comunión y fraternidad entre nosotros. Hemos ritualizado la celebración y la hemos vaciado de su contenido. Sin embargo, hay algo que aparece claro en la tradición de la Iglesia: Cuando falta fraternidad sobra eucaristía; cuando no hay justicia, cuando no se vive en solidaridad, cuando hay despreocupación por el otro, la celebración eucarística queda vacía de sentido. Con esto no se quiere decir que sólo cuando se viva entre nosotros una fraternidad verdadera podremos celebrar la eucaristía. La cena del Señor no es el Reino; es sacramento del Reino. No tenemos que esperar a que desaparezca la última injusticia para celebrar nuestras eucaristias. Pero tampoco podemos seguir celebrándolas sin que nos impulsen a comprometernos en la lucha contra toda injusticia. Lectura para nuestro tiempo La rica teología del relato de la multiplicación de los panes puede tener una resonancia muy particular para estos tiempos de crisis, agotamiento de recursos energéticos, escasez de trabajo, miseria creciente en los pueblos subdesarrollados... ¿Cómo resolver el problema de la subsistencia de personas y pueblos enfrentados a una situación de escasez y falta de bienes necesarios para una vida digna? El relato evangélico propone una primera solución insuficiente e inviable: No bastarían doscientos denarios para comprar un pedazo de pan para cada uno. La solución no está en el dinero. Jesús orienta a sus discípulos por otro camino que no cree nuevas dependencias de opresión y explotación: Una solución enormemente sencilla y que consiste en compartir con los necesitados lo que tenemos cada uno, aunque sea poco y desproporcionado con la magnitud del problema, como los cinco panes y el par de peces de aquel muchacho. Pero no hemos de olvidar algo que el relato quiere subrayar. Jesús, antes de comenzar a repartirlos, pronuncia la acción de gracias al Padre. Sólo cuando reconocemos que nuestros bienes son don del Padre a la humanidad, podemos ponerlos al servicio de los hermanos. No es posible reconocer sinceramente a Dios como Padre de todos y fuente de nuestros bienes y seguir acaparándolos egoístamente, desentendiéndonos de pueblos hambrientos y personas sumidas en la miseria. La vida no se nos ha dado para hacer dinero sino para hacernos hermanos. La vida consiste en aprender a convivir y a colaborar en la larga marcha de todos nosotros hacia la fraternidad. Sugerencias para orar a) Acompañar a Jesús. Acompañarle a la otra orilla, acompañarle mezclado con la gente, no perderle de vista. Sentarme cerca, escuchar su pregunta, captar los sentimientos de su corazón, seguir sus sugerencias... Acompañarle también al corazón del mundo, ir a donde él vaya, mirar a través de sus ojos, captar la realidad como la capta él, dar cabida dentro de mí a sus preocupaciones y sentimientos. b) Tener hambre. Para mejor comprender a Jesús, lo que dice y hace, es necesario tener hambre. Descubro mis hambres: las verdaderas, las ocultas, las parásitas... Puede resultar liberador ponerles nombre y, también, caer en cuenta de cómo las alimento..., y mantener despierto el deseo de otro pan diferente del que intentan vendernos desde tantos mercados. c) ompartir. Orar es, ante todo compartir desde nuestra condición de hijos y hermanos. Tomo conciencia de cómo y con quién comparto el banquete de mi vida. A quién siento a la mesa de mi tiempo, amistad, bienes, proyectos... A quién excluyo y por qué. Orar es empezar a darse, compartir, vincularse... Orar es sentir y vivir con los otros, en los otros, porque son hermanos y me necesitan al igual que yo los necesito. d) Recoger. O sea, intentar que nada se pierda. Las sobras también son necesarias. No es cuestión únicamente de darse, es necesario aprender a aprovechar. Orar es tomar conciencia de lo que somos y tenemos, de lo que se nos da y podemos dar... Es buscar el proceso enriquecedor de forma generosa y gratuita porque todo es para nosotros. e) Discernir. O sea, descubrir los signos de los tiempos, captar las señales y los brotes del reino. Hacerlos más visibles a los ojos de otros; regarlos y cultivarlos para que crezcan y podamos disfrutarlos. Discernir aquí y ahora, y mañana, y en cualquier lugar. f) Retirarse. Y cuando descubra que las cosas no van por donde Dios quiere, retirarme como Jesús. Vivir con lucidez y coraje en la encrucijada. No renunciar a los caminos del Reino, no hacer otros proyectos, no seguir otras sendas si no nos llevan al corazón del mundo y de la historia EL MILAGRO DE COMPARTIR Si tanto os preocupa la gente y la situación clama al cielo, no me salgáis por peteneras diciendo que son muchos y no llega, que hay que despedirlos, que no es tiempo de vacas gordas… ¡Dadles vosotros de comer! ¡Aquí hay cinco panes y dos peces! Son los primeros del banquete. Y tú, ¿qué es lo que tienes? Vacía tu alforja y, ligero, pregunta a tu compañero si quiere poner también él lo que lleva. EN EL EVANGELIO ESTÁ ¿Cuántos caminos el hombre ha de andar para tener libertad? ¿Y cuántos niños aún deben morir para alcanzar la paz? ¿Cuántos cañones aún deben sonar hasta hacerlos callar? SI QUIERES SABER, TÚ DEBES PREGUNTAR, LA RESPUESTA EN EL EVANGELIO ESTÁ. ¿Cuántos oidos debemos tener para escuchar el llorar de los hermanos que reclaman hoy Corred la voz. justicia, comida y paz? Que se haga mesa fraterna; que nadie guarde el pan de hoy para ¿Y cuántas veces podremos aún girar la cabeza al pasar? mañana. Desprendeos de lo que lleváis encima. ¿Y cuánto tiempo podremos seguir Tomad todo lo que llega. viviendo en complicidad Levantad los ojos al cielo con los que hacen que la Tierra hoy y bendecid al Dios de la vida no sea el Reino de Dios? que tanto vela y vela. ¿Cuántas conciencias han de despertar para empezar a cambiar? Lo repartieron los que nada tenían. Llegó para todos SI QUIERES SABER, TÚ DEBES PREGUNTAR, y aún sobró para soñar utopías. LA RESPUESTA EN EL EVANGELIO ESTÁ. Días habrá en que tendréis que compartir no lo de un día, ni lo de una mochila, ni lo que lleváis encima, ni las sobras de la primavera, sino lo mejor de vuestra cosecha, y aún vuestra vida misma. Gracias, Señor, por romper nuestras murallas y enseñarnos a compartir siguiendo tu palabra. Ulibarri, Fl.