Resistir la adversidad. La resiliencia.

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Resistir la adversidad. La resiliencia.
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Magazine La Vanguardia
El mundo ya no es lo que era. Nada más lejos de nuestra intención que abonar
consideraciones nostálgicas. Sin embargo, hemos de admitir que la fugacidad de las etapas
vitales y la precipitación de los cambios son fenómenos exclusivos de la época actual.
Nunca antes los humanos habían experimentado tal variedad de escenarios en una misma
vida: no hay empleos para toda la vida y pocas parejas persisten como tal hasta que la muerte
las separa. Se da el doble fenómeno de que, por una parte somos cada vez más longevos y,
por otra, no paramos de hacer “zapping” con los canales disponibles a lo largo de nuestra
existencia.
La posibilidad de elegir diversas opciones y su disponibilidad adquisitiva nos ha hecho
personas de baja tolerancia a la frustración. ¿Para qué frustrarse si podemos cambiar de
opción (léase, trabajo, casa, pareja, lavadora, televisión, móvil y demás)?
No obstante, lo que podría parecer una ventaja, nos ha convertido en niños hedonistas e
inconformistas, con poca resistencia a las situaciones adversas. Siempre nos queda cambiar
de escenario si las cartas vienen mal dadas y volver a tirarlas. Caemos en la ilusión de
minimizar los estragos y negar el impacto de los cambios en nosotros, pero, aún así, seguimos
careciendo de la capacidad de adaptación adecuada para digerirlos sin perder la salud mental.
La Organización Mundial de la Salud prevé un incremento importante de la depresión en
Europa para los próximos años. El consumo de cannabis y cocaína en España empieza a ser
sobresaliente.
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Pensemos, por ejemplo, ¿cuántas convivencias de pareja podemos acumular a lo largo de
nuestra vida? ¿Cuántas separaciones? ¿Cuántas familias podemos formar y cuántos cambios
de trabajo podemos digerir sin caer en la ansiedad, la depresión o el abuso de sustancias? La
respuesta está en la capacidad individual de recuperación al estado previo o “resilience”. El
término inglés “resilience” (elasticidad), no tiene una traducción satisfactoria en castellano, por
esa razón utilizaremos el neologismo resiliencia. La idea proviene de la metalurgia y define un
tipo de homeostasis que permite que los sistemas recuperen sus condiciones iniciales después
de haber recibido un impacto. En física significa la resistencia de los materiales a la presión y la
recuperación de su estructura.
Aplicado a la psicología del estrés, el término significa rebote, regeneración. La definición más
precisa sería exactamente la capacidad de una persona de superarse, madurar y adquirir
mayor competencia frente a circunstancias adversas, empleando sus recursos biológicos,
psicológicos y ambientales.
Las personas que poseen esta habilidad tienen una opinión sobre sí mismas que influye en sus
conductas y en las destrezas que desarrollan. A su vez, estas conductas y destrezas influyen a
la inversa sobre esa valoración de sí mismas, logrando que se produzca un proceso dinámico
continuo de realimentación. En resumen, valoran sus propios recursos, actúan de modo
competente y esto refuerza su buena opinión de sí mismas.
Lo que no mata engorda.
Que todos somos distintos al afrontar la adversidad es algo evidente. Ya sabemos que hay
arbolitos rígidos y arbolitos flexibles como el sauce. Frente al vendaval, los primeros se suelen
quebrar mientras que los sauces se inclinan en la dirección del viento y sobreviven. Si nos
observamos los humanos, veremos que al llegar a la madurez, algunos nos hemos hecho más
sabios y otros más amargados. Hay que admitirlo.
La parte interesante de esta teoría, es que nadie está destinado a sucumbir a sus traumas
infantiles ni a los eventos vitales que experimente. Estudios basados en niños con diversos
factores de riesgo demuestran que un porcentaje elevado sale adelante y supera los riesgos a
los que estaban expuestos. El etólogo y psiquiatra francés, Boris Cyrulnik, en sus libros “Los
patitos feos: la resiliencia. Una infancia infeliz no determina la vida.” Y “El murmullo de los
fantasmas: volver a la vida después de un trauma”, publicados por Editorial Gedisa en España,
afirma que los niños resilientes tienen mayor coeficiente intelectual y una notable habilidad para
resolver problemas; afrontan la realidad con recursos variados y saben manejar las relaciones
interpersonales. Su voluntad y capacidad de planificación es muy buena y tienen sentido del
humor. Disfrutan en general de mayor autoestima e independencia y menos tendencia a la
desesperanza que el resto de los niños.
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Combatir el estrés con la resiliencia.
Lograr una estructura mental resiliente no significa estar libre de estrés y conflictos, sino ser
más hábil para resolver los problemas a medida que aparecen. La ventaja de esta actitud es
que se va optimizando a sí misma, no es una habilidad que nace con la persona como un don
especial. Todas las personas pueden llegar a desarrollar esta capacidad. Como ésta se
compone de conductas, pensamientos y acciones que pueden aprenderse, cualquiera que se
lo proponga puede incrementarla.
Varios estudios contemplan la promoción de la resiliencia como tratamiento preventivo de los
trastornos emocionales como la depresión y la ansiedad.
Aunque todos seguramente hemos utilizado en ocasiones alguno de estos procedimientos para
enfrentarnos al estrés, se han destacado algunas estrategias características de las personas
resilientes. Se recomienda el desarrollo de estas competencias y recursos como factores de
protección.
Asegurarse un sistema de apoyo social. Saber pedir ayuda. No hay que avergonzarse ni
sentirse humillado por tener que pedir ayuda cuando se necesita. Buscar a alguien de la familia
o a algún amigo íntimo. Contactar algún terapeuta o agruparse con personas. Todos
necesitamos apoyo de vez en cuando
.
Sentirse competente. Confiar en los propios recursos.
Capacidad de planificar y establecer objetivos. Atreverse a tomar decisiones. Mostrar una
actitud activa ante el estrés.
Seguir el propio consejo. Es sabido que es más fácil ayudar a los demás que a nosotros
mismos. Hablar con uno mismo como si fuéramos otra persona que nos está ayudando. ¿Qué
podríamos sugerirle si tuviera el mismo problema?
Evitar pensar que las crisis son catástrofes. Evaluar correctamente la magnitud del
problema y los propios recursos. Acotar bien el escenario y elaborar posibles soluciones.
Cerciorarse de que interpretamos bien la definición del problema.
Manejar bien los errores. La mejor manera es percibir los errores como experiencias para
aprender y superarse. No esconderlos bajo la alfombra. Tampoco culpar a los demás por
sistema. Atribuir correctamente la responsabilidad del error a quién pertenezca en realidad. A
veces proviene de circunstancias incontrolables o de una comunicación ineficaz. A veces habrá
que decir “lo siento” y aprender la lección.
Aceptar que el cambio es parte de la existencia. Todo cambia segundo a segundo. Es
fundamental ser flexible y adaptable a los cambios. Es mucho más costoso y estresante
resistirse al cambio. Valorar que el cambio puede traer algo positivo consigo.
Transformar la crisis en oportunidad. Es el momento de darse cuenta de los recursos de los
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que se dispone para resolver problemas, para usar la intuición y para superarse.
Decidir ser más resistente al estrés. Si bien no se puede “decidir lo que se siente” sí se
pueden controlar las reacciones. Responsabilizarse de las propias acciones.
Mantenerse flexible y equilibrado.
Discernir cuando hay que experimentar emociones fuertes y dejarlas fluir y cuando hay que
controlarlas para poder seguir funcionando.
Dar pasos adelante y seguir activo para cumplir con las demandas de la vida diaria y también
saber detenerse para descansar y regenerarse.
Compartir el tiempo con seres queridos y amigos para nutrirse de apoyo afectivo.
Confiar tanto en los demás como en uno mismo.
Despiece 1
Actitudes y estructura mental en la resiliencia.
Sentirse confiado y en control de la propia vida.
Saber fortalecer la resistencia al estrés.
Ser empático.
Gestionar bien las emociones e impulsos fuertes.
Desarrollar una comunicación eficaz y otras capacidades interpersonales.
Tener habilidades en solución de problemas y toma de decisión.
Establecer objetivos y expectativas realistas.
Aprender de los éxitos y de los fracasos.
Ser compasivo y colaborador en la sociedad.
Vivir una vida responsable basada en una ética.
Sentirse especial, pero no centrado en sí mismo, y ayudar a los otros a sentirse igual.
Ser más optimista que pesimista.
Ser flexible y adaptable al cambio y a los obstáculos.
Despiece 2
Evaluar el grado de resiliencia al estrés.
Puntuar cada afirmación según una escala de 1 al 5 en que 1 significa “nunca” y 5 significa
“siempre”. Sumar los puntos totales para calcular la puntuación.
1- Nunca 2- Raramente 3- A veces 4- Con frecuencia 5- Siempre
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____ Disfruto con mi familia y amigos.
____ Me cuido con suficiente descanso, comiendo sano y haciendo ejercicio.
____ Mi vida tiene un significado y un propósito.
____ Sé separar el trabajo de la vida privada.
____ Me gusta mi trabajo, me realiza y me satisface.
____ Tengo tiempo libre para dedicarle a mi familia y a los amigos.
____ Sé desempeñarme de manera eficaz en las situaciones estresantes.
____ Acepto el cambio como una oportunidad para superarme.
____ Sé que puedo afrontar todo lo que encuentre.
____Soy totalmente responsable de mi competencia y resultados en el trabajo.
____Tengo el apoyo que necesito para enfrentarme a las dificultades que encuentre.
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____ Estoy involucrado activamente en mi entorno.
Puntuación total:
12-24 Baja resiliencia. Puede estar sufriendo algún efecto negativo del estrés y sería
aconsejable que buscara recursos que le ayudaran a afrontarlo más eficazmente. Podría estar
sufriendo dolores de cabeza, insomnio o sueño excesivo, irritabilidad, dificultades para
concentrarse, depresión, ansiedad, incapacidad para conciliar trabajo y vida privada e
indecisión.
25-36 Nivel regular de resiliencia. Puede estar padeciendo estrés crónico, dependiendo de
su capacidad para lidiar correctamente con los cambios de su vida. Sería positivo que
aprendiera a afrontar mejor los cambios y a minimizar los efectos adversos del estrés.
37-48 Resiliencia moderada. Posee un nivel normal de resiliencia, pero aún puede
experimentar sus efectos negativos. Si está viviendo muchos cambios vitales, sería
conveniente que añadiera más recursos a su poder personal.
49-60 Alta resiliencia. Disfruta de un alto nivel de resiliencia al estrés y probablemente es muy
eficaz al enfrentarse a las adversidades, desafíos y cambios que se le presenten.
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