Universidad Nacional Mayor de San Marcos Universidad del Perú, DECANA DE AMÉRICA YtvâÄàtw wx WxÜxv{É ç V|xÇv|t cÉÄ•à|vt “El que habrá de nacer” Ponencia elaborada por: Karol Eduardo Muñoz Arista Ciudad Universitaria, octubre de 2011 El que habrá de nacer “No es posible iniciar la biografía de un hombre en el punto, biológicamente accidental, de su nacimiento”. GREGORIO MARAÑON La preocupación por aquel “qui in utero est” encuentra ya el interés de los juristas, en los albores del Derecho Romano; estos, pese a marcar claras diferencias entre el sujeto de derecho -considerado entonces como la persona humana en cuanto tal- poseedora de los tres status que le concedían la caput (libertae, civitatis, familiae) y el nasciturus, llegaron a teorizar la importancia de reconocerle derechos a aquel que habrá de nacer, luego concretado en la otorgación de facultades de carácter patrimonial, supeditadas y condicionadas al nacimiento con vida. Sin embargo, aunque muchas veces no reconocida por la doctrina clásica, las atribuciones del concebido trascendieron, aunque de forma indirecta, al campo de los derechos personales; es así que en la determinación del status libertae, “si bien de una mujer esclava, nacían hijos esclavos; de una mujer esclava que concebía siendo libre, nacía un hijo libre. Es más, bastaba que la mujer esclava hubiera estado en libertad en cualquier momento de su gestación, para que el concebido tuviera derecho a nacer libre”.1 Bajo influencia del cristianismo, en contra de la primitiva idea dominante respaldada por la “Ley de las XII Tablas”- de asesinar a los niños mal “conformados”, se impuso el argumento religioso de que Dios creaba el cuerpo y después lo dotaba de un “alma”, propuesta que habría de variar hasta llegar a establecerse que ambos elementos, conformadores del ser de lo humano: cuerpo y “alma”, surgían indesligablemente en el momento mismo de la concepción; argumento que el Código de Derecho Canónico defendió bajo sanción de excomunión Latae Sententiae para quien procurara el aborto, si este procedía. La doctrina europea de finales del siglo XIX e inicios del XX, precursora de la mayoría de legislaciones en materia civil en países de tradición continental, 1 Espinoza Espinoza, Juan. Derecho de las Personas, 2001,34 habría de elaborar nuevas teorías respecto del concebido y su consecuente tratamiento en y por el Derecho. Es así que el BGB, código regulador en materia civil del ordenamiento jurídico alemán, afirma tajantemente en su primer numeral que “la capacidad jurídica del hombre comienza con el nacimiento”. Más adelante, sin embargo, en el artículo 1923, perteneciente al quinto libro ("Erbrecht"), relativo a derecho sucesorio, establece que “...quien no vivía al tiempo de la muerte del causante, pero ya estuviera concebido, vale como nacido antes de la muerte del causante”; virtud por la cual habría que admitir el status de sujeto actual al concebido no nacido para el caso de que nazca posteriormente, deduciendo lógicamente su capacidad jurídica limitada al nacimiento. A decir de Espinoza, “este sector de la doctrina alemana, sin quererlo, le otorga cierta subjetividad al concebido”2. Respecto a la doctrina italiana, son dos las vertientes en relación al conceptus y su trato: una que le otorga subjetividad y otra que se la niega. El código civil de 1942 en su primer numeral establece que la capacidad jurídica se adquiere desde el momento del nacimiento y que todos aquellos derechos reconocidos a favor del concebido se subordinan al evento de su nacimiento. Para ciertos teóricos, el problema de la tutela constitucional del interés del concebido a existir no puede igualmente ser negado sobre la base de la negación de su calidad de persona. Pese a estas consideraciones, es permitida la interrupción voluntaria del embarazo dentro de los primeros 90 días de la concepción desde 1978. Es similar el tratamiento que el Código Civil español le otorga al concebido y análoga, también, la disputa doctrinaria suscitada en torno a éste: desde los que encuentran incongruente que se le considere “...nacido a todos los efectos que le sean favorables...” (Art. 29 C.C. Español); ya que a su opinión, materialmente, solo le son favorables los efectos hereditarios, patrimoniales y los de orden económico en general, pues son los que generalmente se defienden, mas no el derecho a su propia vida, entendida como la puerta de todos los demás derechos; hasta aquellos que defienden la despenalización del aborto, consentida desde 1985 bajo 2 Ibídem. los presupuestos de grave peligro para la vida o salud física o psíquica de la embarazada, embarazo por violación y presunción de graves taras físicas o psíquicas para el feto. La protección de la vida del concebido es aquel problema que más posiciones encontradas acarrea. Por un lado, los que defienden la libertad de la madre a decidir sobre el futuro del ser humano alojado en su vientre y, del otro, los que defienden su protección por sobre toda justificación. Y es que la falacia mayor de los argumentos antiabortistas, es que se esgrimen como si el aborto no existiera y sólo fuera a existir a partir del momento en que la ley lo apruebe. Confunden despenalización con incitación o promoción del aborto y, por eso, lucen esa excelente buena conciencia de "defensores del derecho a la vida".3 Mas, yerra también el anterior argumento al confundir dos realidades como contingentes: de la proliferación e incremento de homicidios, no sería lógico, o en todo sentido ético y racional, librar de consecuencias penales tales delitos. Es así como se avista el problema del trato y teorización respecto a la situación del concebido desde el derecho: reñida, nada pacífica, agitada; problema que habrá de resolverse desde una postura tridimensional que apunte a una solución idónea para la sociedad, esforzándose por defender los valores inherentes a la misma en su respeto del individuo y sus libertades, realidades que se plasmen en normas claras que constituyan directrices pavimentadas para la labor jurisdiccional y doctrinal. ¿Es el concebido un sujeto de Derecho?, ¿es posible ya, considerarlo persona?, ¿Qué es todo aquello que le favorece?, ¿Cabe la posibilidad de negarle la vida?; hay sin duda, mucho que hacer. 3 Vargas Llosa, Mario. EL “nasciturus”. Diario “El País”. España. 12 de octubre de 1998 1. El derecho a la vida del “concebido”. 1.1. Fundamento filosófico del derecho a la vida. El derecho a la vida deriva de la dignidad y esta se encuentra en la naturaleza humana que surge de la propia ley natural pero trasciende a ella, superándola al encontrar un sustento racional. La vida, qué duda cabe, ocupa la cima en la pirámide de valores que la sociedad y el sentido común nos revelan; todas las demás facultades y derechos se desprenden y hallan sentido únicamente de ésta. La protección de la vida surge de la primera inclinación o tendencia humana, dirigida a conservar el ser y evitar todo aquello que la ponga en riesgo o la vulnere y obstaculice. La norma jurídica positiva no puede abrogar los mandatos y prohibiciones naturales; es decir, no puede destruir la obligatoriedad de la norma jurídica natural que prescribe o prohíbe una conducta.4 Una norma contraria a lo justo natural, siempre tendrá carácter de violenta y de norma injusta que impone solo coacción, mas no racionalidad. La vida es un constante proceso, una continua transformación en el tiempo, un nacer, morir y renacer. Una batalla mil veces librada contra la muerte. Pero, ¿desde cuándo? 1.2. La fecundación como génesis de la vida humana. La fecundación, entendida como el punto inicial de la vida humana, más que un momento, es un proceso continuo, coordinado y gradual. Comúnmente se entiende por concepción a la unión del espermatozoide con el óvulo. Es en este momento que se genera un ser humano “genéticamente individualizado”. El paso que conlleva a la generación del cigoto incluye el de la fusión nuclear que dura 12 horas aproximadamente. A partir de este momento, tanto el genotipo como el fenotipo del futuro hombre adulto quedan totalmente determinados. Y es que, el 4 Hervada, Javier. Introducción crítica al derecho natural, 2005, p. 197. milagro de la vida está justo en el hecho de que cada uno de nosotros viene de una sola célula, el huevo materno fecundado por el esperma paterno, que contiene en potencia el hígado, los pulmones, el corazón y el cerebro, en suma, todo un Shakespeare y todo un Hitler.5 Es desde este instante que el embrión posee plena dignidad humana y consecuentemente, pleno derecho fundamental a la vida y su protección. Es este el punto de vista sobre el cual se ampara la mayor parte de la doctrina constitucional latinoamericana y, especialmente, el constitucionalismo alemán. Es así que su Tribunal Constitucional declara que “toda interrupción voluntaria del embarazo (entiéndase aborto), incluso el no punible, es antijurídico. El embrión se desarrolla como persona y no hacia el estado de persona. Dicho en palabras de Spaeman6, de algo no deviene alguien. La misma tendencia es seguida por el Pacto de San José, el cual señala que “toda persona tiene derecho a que se respete su vida, este derecho estará protegido por la ley y en general a partir del momento de la concepción”. El Código Civil peruano establece que “... La vida empieza con la concepción...” 1.3. El inicio de la vida en un momento posterior a la fecundación. 1.3.1. La anidación como inicio de la vida humana. Paralela a la teoría del inicio de la vida en el momento de la fecundación; se entretejen otras muchas que consideran que la vida se inicia en un momento posterior a este acontecimiento. Hay quienes afirman que la vida se inicia con la anidación del embrión en el útero, es decir a partir del decimo cuarto día; antes de ello se le considera blastocito y no se puede considerar que tenga vida ni que sea persona por dos razones importante, según los defensores de esta teoría: porque carece de unidad 5 6 Espinoza Espinoza. Óp. Cit. P. 40 Spaeman, Robert. Persona. Acerca de la distinción entre algo y alguien. 2002. P. 100. (ser uno solo) y unicidad (ser único e irrepetible), además se ha comprobado que la mujer expulsa sin percibirlo el 50% del blastocito; es a partir de esta postura que se genera el concepto de “pre-embrión”. Esta teoría, constituye la más difundida a nivel mundial, especialmente en los países de Europa. 1.3.2. El inicio de la actividad cerebral. Otro sector de la doctrina, defiende la idea de que la vida empieza con la actividad cerebral del embrión. Esta teoría se basa en el supuesto de que si la muerte es el cese completo de las funciones encefálicas o cerebrales, entonces, al ser la vida lo opuesto a la muerte, esta se inicia con la primera actividad encefálica o cerebral7. Una posición predominante actualmente en la mayoría de ordenamientos europeos, y con mayor radicalidad en el derecho español, es aquella que podemos denominar, utilitarista. Conforme a esta teoría, el derecho fundamental a la vida surge con el nacimiento. Al adoptar esta posición, el concebido no nacido es tratado como un mero “bien”, el cual goza únicamente de cierta protección jurídica. Las últimas teorías expuestas, alejadas de la determinación del inicio de la vida en el momento de la fecundación, dejan libre de toda barrera justificativa situaciones como el aborto, la manipulación genética o incluso la clonación, hasta el instante final anterior al nacimiento. 2. Posiciones respecto a la protección jurídica del “nasciturus”. Sustentadas las diversas posturas respecto al inicio de la vida, estas hallarán correlato en dos teorías respecto a la consecuente protección jurídica de la vida en general y la del nasciturus en particular. 7 Bergel, Salvador y Nelly, Ninyersky. Bioética y Derecho. 2002. P. 289. La doctrina penalista preponderante, es fiel a la idea de que la protección de la vida obedece a una consideración gradual, ya que ella progresa y se intensifica a medida de ciertos cambios cualitativos, en especial el que determina el nacimiento; pon tanto, las penas varían de acuerdo al período de vida que es vulnerado. La teoría de la continuidad lógica, contrapuesta a la anterior, propone que existe una continuidad lógica de la vida del ser humano, desde el momento en el que es fecundado hasta el episodio de su muerte. Más allá de que su voto haya sido particular discrepante, la opinión de Gabaldón López, en la sentencia 212/ 96 del Tribunal Constitucional Español, es importante en cuanto manifiesta que resulta necesario extender a los seres humanos desde el comienzo de su existencia biológica las mismas garantías y la protección que goza la vida de los ya nacidos, estableciendo la imposibilidad de trazar cualquier distinción entre sus fases de desarrollo pues a la larga devienen puramente arbitrarias. Ya que el embrión humano dispone de un genoma completamente individual desde la fecundación y se desarrolla continuamente desde ese momento, sin saltos en su desarrollo, es válido admitir que el embrión “no es una persona humana en potencia sino, actualmente, una persona humana con potencialidades todavía no actualizadas”. En consecuencia, a juicio del miembro del máximo tribunal en España, “los conceptos de hombre y persona son inseparables, y cualquier intento de separación responde a una mera razón estratégica”8. 3. La naturaleza del concebido. Históricamente, el concepto jurídico del “concebido” ha variado y mutado en forma y contenido. En el derecho romano, surgió la idea del nasciturus como portio mulieris, es decir; como un órgano más de la madre. Esta posición, a decir de Espinoza, no pasa de ser una simple noticia histórica. Pese a ello, autores como Ruggiero, aún la defienden. 8 Peñaranda, Enrique. Los nuevos desafíos de la reproducción asistida. 2006. P.14 Con gran influencia de raigambre romanista, la teoría según la cual el concebido es considerado como una esperanza de vida, sirve de base en la edificación de la mayoría de Códigos Civiles. Conforme a ella, se declara el principio “nasciturus pro iam nato habetur”(en cuanto a él le beneficie, el concebido se tiene por nacido). Es al amparo de este supuesto que se establece la sumisión de los derechos del concebido bajo condición suspensiva. Las críticas contra esta postura se dirigen al exiguo valor ontológico que le otorga al nasciturus, no reconociendo su real dimensión existencial; no llega siquiera a establecer una distinción entre los derechos patrimoniales de los extra patrimoniales, situación que genera una contradicción: El derecho a la vida, si se quiere protegerlo, no puede esperar al nacimiento con vida, por razones lógicas. Es por ello que tal teoría se ha visto obligada a evolucionar doctrinalmente hasta establecer de manera restrictiva, que la condición suspensiva se aplicaba solo a los derechos patrimoniales. Este último agregado, como veremos más adelante, es igualmente refutado. Innovadora, es sin duda la posición seguida en la elaboración del código civil argentino respecto del concebido. Dalmacio Vélez Sarfield, inspirado en el proyecto del brasileño Texeira de Freitas, considera al concebido como persona por nacer. No se trata de seguir considerando al nasciturus como portio mulieris vel viscera, porción o parte de la madre, como había sido tratado en el contenido de los demás códigos, sino de sostener que es un ser diferente, con entidad propia. Desprendiéndose de esto, que antes del nacimiento el concebido es persona, que la génesis de la capacidad para ser titular de Derechos Civiles se inicia con la vida intrauterina, que se asume la condición resolutoria y la consideración como nacido aunque viviera por unos instantes después de ser separado de su madre. Las críticas contra esta teoría se dirigen a las supuestas incongruencias que acarrean la indistinción de conceptos como el de persona humana y vida humana. El respeto y la protección a la vida humana por parte de le ley obedecen a una consideración al derecho a la vida, que ya existe, y en consideración de la futura eventual personalidad que adquirirá el concebido una vez nacido. Si el concebido es tomado como persona, resulta contradictorio negarle todo derecho patrimonial y considerar como si nunca hubiera existido. 3.1. El caso peruano. Rompiendo esquemas, el Código Civil peruano de 1984 es el primero en el mundo que reconoce al concebido como sujeto de derecho otorgándole ciertos derechos que pueden ser ejercidos mediante representación desde el inicio de su existencia. Tal innovación se sustenta en la realidad, desde que el concebido constituye vida humana, genéticamente individualizada, desde el instante mismo de la concepción, o sea, a partir de la fecundación de un óvulo por un espermatozoide. Se supera de esta manera, la ficción alojada en el Código Civil de 1936, innecesaria en tanto que el concebido es una realidad distinta y previa a la persona natural; representa el momento inicial del proceso de la vida humana y en atención a ello, merece ser considerado como sujeto de derecho distinto y autónomo, un centro de referencia de derechos desde el instante de la concepción hasta su nacimiento.9 El artículo primero del Código Civil distingue la imputación de derechos extra patrimoniales de aquellos de carácter patrimonial. Es evidente que los primeros, como el derecho a la vida, no se sujetan a ningún tipo de condición; los segundos, sin embargo, se hallan sometidos paradójicamente a condición suspensiva; “la atribución de derechos patrimoniales está condicionada a que nazca vivo”. El concebido es sujeto de derecho privilegiado en cuanto tiene capacidad de goce, aunque limitada, restringida “para todo cuanto le favorece”, que se debe entender en sentido amplio; pero con incapacidad absoluta de ejercicio. 9 Fernández Sessarego, Carlos. Derecho de las Personas. 2009. P. 7 Hay quienes afirman que la expresión “para todo cuanto le favorece”, conduciría a sostener que el concebido carece de toda capacidad para obligarse. A decir de Fernández Sessarego, el hecho mismo de gozar de derecho patrimoniales, como el disfrute de un patrimonio adquirido a título hereditario, supone necesariamente que el titular del derecho, esté obligado a cumplir mediante sus representantes con algunas obligaciones que dimanan de la ley, como aquellas de carácter tributario. Conclusiones El derecho a la vida es la proyección de un valor superior del ordenamiento jurídico constitucional –vida humana- y constituye el derecho fundamental, esencial y troncal en cuanto es el supuesto ontológico, sin el que los restantes derechos no tendrían existencia posible10. Toda desvalorización de la vida humana desde sus estadios iniciales hasta el momento de la muerte, constituyen un grave atentado contra el ser humano y su dignidad. Pretender equiparar por razones pragmáticas y utilitaristas, el derecho a la vida con otros como el derecho a la libertad, la integridad psicológica o física no constituyen justificaciones racionales por las que privar al concebido de su potencialidad de convertirse en un ser adulto. El derecho a la vida, puede únicamente ser ponderable, con la vida misma. La realidad, no obstante, nos obliga a no cerrar los ojos y a reconocer lo que vemos. El aborto, como problema social ha existido desde siempre y seguirá existiendo mientras no reconozcamos nuestra responsabilidad compartida. Las soluciones, sin embargo, no pueden hallar sustento en prácticas facilistas que amparándose en su supuesto carácter moderno, violan las categorías básicas de toda consideración ética. No se puede considerar civilizada una solución que vaya en contra del más débil. Los argumentos que afirman la no existencia de vida, hasta una fase posterior a la fusión nuclear o hasta el momento de la anidación, conducen a la duda por cuanto la cuestión no ha sido aclarada científicamente. Como sostiene Espinoza, si representa un principio admitido en los ordenamientos jurídicos, aquel del favor debilis, que se traduce en aforismos tales como aquel del in dubio pro reo o el de la interpretatio contro proferentum ¿Por qué no hablar del in dubio pro conceptus?11 10 11 Consecuentemente, considero que Sentencia del Tribunal Constitucional Español 53/1985 del 11 de abril. Espinoza Espinoza, Juan. Óp. Cit. P. 40. todo ser humano, independientemente de la manera en la que tuvo inicio su vida, ya sea natural o artificial, debe gozar de toda la protección posible por parte del derecho. La distinción entre “sujeto de derecho” y “persona”, como afirma Fernández Sessarego, obedece a un carácter meramente lingüístico en tanto que con cualquiera de los términos hacemos referencia a un mismo ente: el ser humano.12 La distinción práctica entre “persona natural” y “concebido”, no es sino que, como lo prescribe el artículo tercero del Código Civil, el primero tiene el goce pleno de los derechos civiles y, por ende, de los deberes que le impone el ordenamiento jurídico, salvo las excepciones dispuestas en la ley; mientras que el concebido es solo sujeto de derecho “para todo cuanto le favorece”. Es decir, goza de una capacidad restringida, limitada, parcial.13 Se vio que los derechos extra patrimoniales del concebido, de ninguna manera pueden someterse a cualquier tipo de condición; sin embargo, la propia consideración del concebido como sujeto de derecho, obliga a considerar que en lo que se refiere a derechos patrimoniales, por el hecho que el concebido no pueda ejercer por sí mismo los derechos que le son inherentes no significa que no los posea. De lo contrario llamarlo “sujeto de derecho” carecería de todo contenido y significación. El concebido goza de forma actual de todos sus derechos y no sólo después de haber nacido, de afirmar esto, caeríamos en el mismo error ya superado, de considerar al “nasciturus” como una simple esperanza de vida. Por lo que considero que los derechos del concebido se hallan bajo condición resolutoria, en caso de muerte antes o en el momento de nacer. Mi nombre es Karol Eduardo Muñoz Arista, soy el desarrollo de un óvulo fecundado que se anidó en el útero de mi madre hace más de 19 años, tiempo en el que ella y mi padre tenían casi la misma edad que la que ahora tengo. En medio de un camino incierto se encontraron de pronto ante un sendero que se bifurcaba 12 13 Fernández Sessarego. Óp. Cit. P. 4. Ferández Sessarego. Óp. Cit. P. 8. obligándolos a escoger: la existencia de estas líneas sugiere naturalmente cual fue su decisión. Bibliografía Bergel, Salvador y Nelly, Ninyersky. Bioética y Derecho. Aranzadi Civitas. Madrid. 2002. Espinoza Espinoza, Juan. Derecho de las Personas. Cuarta Edición. Gáceta Jurídica. Lima. 2004 Fernández Sessarego, Carlos. Derecho de las Personas. Onceava Edición. GRIJLEY. Lima. 2009 Gaceta Jurídica. Código Civil Comentado. Tomo I. Gaceta Jurídica. Lima. 2003 Guevara Pezo, Víctor. Personas Naturales. Tercera Edición. Gaceta Jurídica. Lima. 2004. Hervada, Javier. Introducción crítica al derecho natural. Aranzadi Civitas. Madrid. 2005 León Barandiarán, José. Curso Elemental de Derecho Civil Peruano. Tercera Edición. 1980. Peñaranda, Enrique. Los nuevos desafíos de la reproducción asistida. Fundación Medicina y Humanidades médicas. Madrid. 2006. Spaeman, Robert. Persona. Acerca de la distinción entre algo y alguien. EUNSA. Pamplona. 2002. Torres Vásquez, Aníbal. Acto Jurídico. Tercera Edición. Idemsa. Lima. 2007. Vargas Llosa, Mario. EL “nasciturus”. Diario “El País”. España. 1998