Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 LOS RETOS DE LA ANTROPOLOGÍA SOCIAL Y DE LA ETNOLOGÍA PARA SU APLICACIÓN SALOMÓN NAHMAD INVESTIGADOR DEL CIESAS UNIDAD ISTMO-OAXACA 30 Resumen La antropología aplicada en México debe adoptar una posición constructiva, inclusiva y comprometida con la sociedad. Para ello necesita articular el conocimiento científico y su aplicación en la formación de los nuevos profesionales en el campo de la antropología aplicada, para que éstos puedan formular proyectos que favorezcan el desarrollo de las comunidades. Palabras clave: Antropólogo, comunidad, conocimiento científico, proyecto de desarrollo. Abstract Applied Anthropology in Mexico must adopt a constructive, inclusive and committed stance with society. To do so, it needs to draw together scientific knowledge and its application in the training of new professionals in the field of applied anthropology, so that they can formulate projects which favour the development of communities. Keywords: Anthropologists, communities, science knowledge, development projects. Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 PROBLEMAS DE LA CIENCIA La búsqueda de nuevas rutas y caminos que aprovechen el conocimiento etnológico y antropológico, acumulado durante más de un siglo en México y en el mundo, demanda una reflexión muy cuidadosa y profunda. Es necesario que comprendamos la articulación del conocimiento científico acumulado y su aplicación; así como la influencia de dicha articulación en la formación de nuevos profesionales en el campo de la antropología aplicada. A mediados del siglo XX los antropólogos mexicanos formularon proyectos de entrenamiento y capacitación para formar antropólogos aplicados (Comas 1964). Pero hasta el momento se ha abandonado esta línea, cuyo objetivo era preparar el capital humano requerido por las comunidades y la sociedad nacional. Tal vez habrá que cambiar la posición estrictamente crítica por una constructiva y comprometida (Bonfil 1970). Aun la metodología para la formulación de los proyectos debe ser definida por la participación de los propios beneficiarios; tiene que surgir de la autogestión; se tendrá que sustituir la metodología de los proyectos formulados desde fuera, al margen de las comunidades, por una que incluya a los beneficiarios (Burguete y Mayor 1999). Hay que invitar a quienes toman las decisiones para cambiar los modelos de la planificación microrregional rural e indígena. Es necesario invertir los factores: la gente antes que los objetos, los más pobres antes que los menos pobres, aprender de las personas antes que enseñarles, descentralizar el poder antes que concentrarlo, valorizar y apoyar la diversidad antes que la uniformidad (Cernea 1995). 31 Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 Manuel Gamio inició, en 1915, un trabajo extraordinario, La población del valle de Teotihuacan publicado en 1992. El estudio fue realizado en el Estado de México con el propósito de articular el conocimiento diacrónico (arqueología, historia, etnohistoria) y el sincrónico de una región, para obtener, de esta manera, un diagnóstico de la realidad de ese momento (geografía, tenencia de la tierra, demografía, organización social, etc.), que sirviera para la planificación de proyectos, de políticas públicas o privadas, todo ello desde una perspectiva nacionalista (Gamio 1916). Esta primera experiencia de antropología aplicada (Nahmad y Weaver 1987) convirtió a un arqueólogo en un antropólogo social y en un planificador interdisciplinario, que tuvo una visión de largo alcance, y una prospectiva que logró entender a la población indígena y, en general, a toda la población. Podríamos recomendar como un texto de antropología aplicada este original trabajo (el de Gamio), que fue su tesis doctoral en la Universidad de Columbia y que reunió a investigadores de distintas áreas: geógrafos, arquitectos, historiadores, demógrafos, biólogos, abogados, etnógrafos y artistas, y ello permitió un conocimiento más completo de una región. Hoy, noventa años después, el valle de Teotihuacan es otro; sus rasgos sociales, culturales, políticos y, sobre todo, económicos distan mucho de ser lo que fueron. Pero de la transición del estado analizado por Gamio al actual no se realizó ningún registro, a excepción del de Margarita Nolasco publicado en 1961; y sin embargo, el seguimiento de los procesos sociales permitiría fundamentar el trabajo antropológico, así como los impactos que la modernización ha traído, los cambios sociales producidos y el devenir histórico (Coronado 1987). Las ciencias sociales no pueden dedicarse al análisis puramente académico y especulativo, sino basarse en la reflexión crítica y su aplicación en beneficio de la 32 Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 gente (Cernea 1993). Esto conlleva principios éticos, fundamentales para todas las ciencias, y principalmente para la Antropología. El sujeto de nuestra investigación es el ser humano en contextos sociales y culturales diversos, y cualquier medida o política que se tome tendrá un impacto sobre él (Mair 1961). Se registran infinidad de casos nacionales e internacionales (Huizer 1978) en los que las decisiones políticas asumidas afectan a millones de seres humanos. Sin duda las metodologías y las técnicas antropológicas establecen un acercamiento microsocial que permite conocer cualitativa y cuantitativamente las formas de vida de una población (Bernardo 1995); cuyas medidas y sugerencias adoptadas deben fundamentarse en el respeto y establecer o proponer una relación de equidad y justicia. LA ANTROPOLOGÍA Y LA PLURALIDAD ÉTNICA Desde que me inicié como etnólogo, hace cuarenta años, al trabajar bajo las órdenes de Roberto Weitlaner y después bajo la dirección de Ricardo Pozas, Julio de la Fuente, Aguirre Beltrán, Ángel Palerm y Alfonso Caso, he pensado que tanto en la antropología como en la sociología, juegan un papel fundamental el compromiso del investigador y el destino de las sociedades sujetas a estudio. De estos maestros aprendí que cuando se observan fenómenos multiculturales e interculturales bajo la perspectiva antropológica se tiene una dimensión más profunda y más amplia que la de expertos o investigadores de otras áreas. En general, los impactos sociales que en el mundo moderno se han producido, en la mayoría de los casos, han sido compulsivos, inducidos o manipulados desde el exterior, y si bien la afectación ha sido en ocasiones mínima, en otras ha resultado significativa, llegando a extremos como el exterminio social o 33 Nueva Época Año 1 No. 1 biológico (etnocidio o genocidio). La historia del siglo XX Julio-Dic 2011 está cargada de múltiples ejemplos de acciones compulsivas, no humanitarias ni favorables a las comunidades y sus culturas –en general han sido poco exitosas–. En muy pocos casos las acciones han sido autoplaneadas y autodirigidas. El ejemplo más claro de antropología aplicada en México se conoce hoy como indigenismo (Aguirre et al. 1971); es una política pública dirigida a las comunidades indígenas del país; se refiere a la relación interétnica entre estos pueblos, el resto de la sociedad y el Estado. Sus construcciones teóricas, al ser aplicadas, generan fuertes impactos por estar dirigidas a la asimilación, la incorporación o la exclusión de los pueblos indígenas. De aquí partió una teoría integracionista más sutil que utilizaba el concepto de aculturación dirigida. La política que surgió de este marco teórico prácticamente causó el levantamiento armado de los indígenas zapatistas en Chiapas en 1994, la actual rebelión magisterial y la confrontación de los pueblos de Oaxaca con el poder estatal y nacional en 2006. La crítica y autocrítica de la antropología ha permitido rediseñar nuevas teorías antropológicas de autogestión y redimensionamiento geopolítico de la sociedad mexicana. Los pueblos indígenas deben ser incluidos en el proyecto nacional y conservar sus características sociales, lingüísticas, culturales, políticas, religiosas, etc., porque una política de inclusión implica construir una sociedad mexicana en la diversidad (Nahmad 1991). La antropología que no se sujeta a una revisión analítica tiende a congelarse; si no se reconsidera en función de los efectos que ha generado su aplicación. Tal es el caso del indigenismo y la antropología interétnica, en los cuales he trabajado más ampliamente. Las recomendaciones de una antropología crítica, en general, no son recibidas favorablemente por los funcionarios que llevan a cabo políticas públicas y 34 Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 por los miembros de la sociedad dominante. Sin embargo, las tensiones y los conflictos generados al tratar de contener las fuerzas internas de las sociedades se revierten en crisis sociales y, en ocasiones, hasta en guerras. Hemos construido lenta y temerosamente una sociedad multiétnica, multicultural, multilingüística, por asumir un papel desestructurado, conforme al modelo de la sociedad dominante que se sostiene mediante el colonialismo interno. Hoy, por ejemplo, las fuerzas que en el pasado se mantenían al margen del tema, tienen que aceptar que los pueblos indígenas demandan una reforma estructural y geopolítica que permita construir una sociedad más igualitaria y justa, en lugar de programas integracionistas, asistenciales y paternalistas que sólo dieron propuestas, pero no solucionaron nada. Ahora vivimos los resultados derivados de la resistencia a los cambios que la sociedad necesitaba y que, en su momento, fueron vislumbrados por el conocimiento que la antropología desarrolló desde 1975; durante más de veinte años se había señalado la urgencia de modificar la política étnica del país. Cada vez se necesita de un conocimiento más profundo para realizar diagnósticos sobre las sociedades y comunidades, y así tomar decisiones al respecto. Muchos proyectos han fracasado, porque no lo han tenido en cuenta. He ahí la insistencia en formar en este campo antropólogos aplicados. ARTICULACIÓN Y POSIBILIDADES DEL DESARROLLO DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS DE MÉXICO Para la mayoría de las etnias indígenas de México, la supervivencia física y cultural representa un grave problema; su entidad cultural y nacional específicas al interior de los espacios políticos y jurídicos de los estados nacionales constituidos están en 35 Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 riesgo. Y aquí proponemos introducir una definición operacional que permita ampliar tanto el concepto de permanencia o supervivencia de una cultura, como el de su desarrollo. Una civilización, al igual que las etnias que las crean y reproducen, puede ser definida como una relación peculiar con su espacio y su permanencia en el tiempo, más allá de conmociones políticas y económicas que, aun determinándola, no logran caracterizarla con exclusividad. El Estado-Nación-mercado que origina y controla el proyecto de la burguesía ha expresado históricamente una información del espacio social, cultural y lingüístico, y en consecuencia eliminado o controlado las regiones culturalmente diferentes (Nahmad 1990). La formación capitalista, en tanto fenómeno mundial, no sólo no tolera, sino que se exige a sí misma discriminar la incorporación de modos productivos no capitalistas, de modos étnicos de producción, de economías indias. Así que cuando éstos se establecen, y aun se mantienen, en la metrópoli-colonia se hace con ciertas readaptaciones y reajustes a las modalidades propias y originales del modo étnico, para servir al objetivo último del sistema global. Parsimonia y conservatismo subsisten precisamente en la medida en que la relación colonial y dependiente así lo demanda y exige. Pero hay una contradicción en ello. El mantenimiento de modos productivos no capitalista al interior del conjunto nacional dependiente implica también el mantenimiento de las condiciones de la reproducción étnica. Reproducción de culturas, formas organizativas e ideologías alternas y contradictorias –a pesar de su función económica en el contexto global– con la pretendida y buscada integración 36 Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 nacional y el afianzamiento del proyecto de una clase nacional dominante (Firth y Yamey 1969). Se difuminan, entonces, las características específicas de los modos productivos de las etnias indígenas, su articulación con las estructuras envolventes (las dominantes) y la reproducción del modo étnico en tanto secundario y subordinado. No estoy de acuerdo con la generalización que pretende encontrar, por oposición a la economía capitalista, una sola manera de organización económica de las etnias indias, una suerte de economía india genérica. Creo que es un error de simplificación histórica, peligroso en la medida en que no permite diseñar estrategias específicas en relación con el desarrollo propio. En las microetnias tribales con una economía de producción doméstica, la producción de valores de uso es el principal objetivo económico y social. En las etnias indígenas campesinas, con una economía mercantil simple, la producción de valores de uso (el ámbito de autoconsumo) se encuentra en permanente tensión con la producción de valores de cambio. Competencia que se agudiza en la medida en que la penetración de la economía capitalista se acentúa, y ello constituye el eje del problema del desarrollo de las etnias y de sus proyectos sociales, porque en la medida en que un pueblo indio maneje con autonomía este aspecto de su vida cultural, de su ideología y de su visión del mundo, sin dejarse avasallar por la hegemonía de la cultura capitalista, es decir por la primacía del valor de cambio, se puede afirmar que hay independencia cultural y, en consecuencia, potencialidad de decisión con respecto a un proyecto social original. Estas zonas de oposición y resistencia, en México, han sido y son los pueblos indios, las masas indias campesinas que rechazan la modernización; bloquean sistemáticamente los esfuerzos desarrollistas; desestructuran los programas de los 37 Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 planificadores (Fox 1993) y expresan su inconformidad con rebeliones, movimientos de resistencia, aventuras heroicas que logran arrastrar amplias capas sociales como sucedió con el movimiento zapatista, la Guerra de Castas de Yucatán, las rebeliones mesiánicas de la época colonial o los movimientos indios de la época actual como el caso de Oaxaca. En todas estas formas de resistencia hay un elemento fundamental, la profunda dimensión de la revolución cultural que todas ellas presentan. En todas estas explosiones hay una formulación crítica a la expansión del dominio colonial y del sistema capitalista: se trata siempre de revoluciones culturales en las que no sólo el orden económico es lo que se discute, sino todo el sistema de mercantilización creciente que intenta penetrar la totalidad social. Lo que no rechaza la intromisión del valor de cambio en algunas de las esferas críticas de la vida social, que varían en cada etnia. Mientras que para un grupo, un área crítica es el intento de transformar la tierra en mercancía; para otro, lo es la mercantilización del trabajo, del tiempo, de ciertos objetos, de algunas relaciones sociales o la combinación de varios de estos elementos. Esta tensión permanente que viven las comunidades étnicas campesinas y que, repito, se intensifica y recrudece a medida que el sistema capitalista envolvente se introduce al interior de la estructura étnica, define de modo general el estilo cultural de estas etnias; al mismo tiempo establece el marco de sus aspiraciones y proyectos sociales. Evidentemente no se trata de postular una posición mecanicista, sino de encontrar tendencias generales dentro de procesos sociales aparentemente muy diversificados e irreductibles a esquemas interpretativos. Se trata del desafío de imaginar y posibilitar proyectos étnicos (Bonfil et al. 1982), de la construcción y organización intencional de un programa histórico global 38 Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 por parte de una etnia india incluida dentro de un Estado-Nación étnicamente diferenciado y mayoritario. Proyectos que, para ser viables, deben ser complementarios y alternos al proyecto nacional global (Gutiérrez 1999). Surge, entonces, la pregunta ¿cuáles son las condiciones mínimas para que una etnia india pueda sobrevivir como una entidad cultural diferenciada y estar así en la posibilidad de desarrollarse? El listado para la supervivencia no es muy largo ni sorprendente; se necesita, en primer lugar, de un territorio. No es, claro está, un problema de reforma agraria, sino de reivindicación política del espacio histórico perdido a través del proceso colonialista. Una observación superficial de los planteamientos avanzados por los movimientos y organizaciones indias al respecto revela la caracterización simplificada propuesta para las etnias indias: el rescate del territorio histórico global, más allá de la reivindicación agrarista de las parcelas de cultivo o de explotación, es la demanda fundamental. Es el planteamiento de la patria grande a la patria étnica. La nación, por oposición a las desgastadoras y fragmentadoras luchas campesinas por las tierras de producción y las parcelas de la aldea. El estatuto legal, la legitimidad jurídica dentro del juego legalista de los estados nacionales, no puede ser pensado simplemente para la supervivencia de la etnia. Es una conquista democrática que debe garantizarse permanentemente. Las etnias, en tanto colectividades, tienen derecho a una plena legitimidad como interlocutores colectivos jurídicamente válidos frente al Estado y al resto de la sociedad nacional (Stavenhagen 1991). De lo anterior se deriva el aspecto de la autonomía política, tema intocable para las endebles e inseguras naciones como México, construcciones deleznables de las burguesías subordinadas y dependientes. El problema de las autonomías 39 Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 regionales o étnicas debe ser atendido de manera gradual, en función de estrategias, programas y pasos concretos planeados por los pueblos indígenas. Hay sectores de la vida social y cultural en los que ciertos niveles de autonomía no representan amenaza alguna para el centralismo estatal: aspectos de legislación civil, administración directa de la justicia, algunas instancias educativas, gestión autónoma de los niveles primarios de la vida pública, manejo directo e independiente de niveles locales de la gestión tributaria, etcétera. Lo importante es que las etnias logren crear plataformas políticas de autonomía alrededor de las cuales todos sus miembros se identifiquen (Palerm 1993). Evidentemente, si entendemos por desarrollo la capacidad de un pueblo de acumular, restringimos la definición. En este caso los pueblos, las expresiones étnicas particulares, las historias y todos los futuros no tienen sino una sola salida por delante: ingresar al estilo civilizatorio del desarrollo industrialista, a la lógica exclusiva y totalizadora del valor de cambio dentro de esta opción, encontrar acomodos, acuerdos con las especialidades históricas de cada pueblo. Las experiencias demuestran sin embargo, que la homogeneización es violenta en tiempo y radical en calidad. Por la vía de la acumulación y del consumo que inevitablemente impone la aceptación de este único camino de desarrollo se llega rápidamente a la desaparición de gran parte de los rasgos culturales distintivos de un pueblo, como sus relaciones sociales de producción, de uso y consumo que son precisamente el carácter constitutivo de un modo de civilización particular. Es difícil negar ya la tendencia y la fuerza culturalmente homogeneizadora del modo capitalista de desarrollo que actúa esencialmente en las esferas de las relaciones sociales de producción, en el mundo del trabajo y en todos los elementos ideológicos y simbólicos asociados a él, y en el estilo de la cotidianidad, tal cual éste 40 Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 se expresa en las orientaciones peculiares que cada historia cultural, cada etnia, ha impreso a las maneras de utilizar los excedentes. ¿Frente a estos hechos pueden existir alternativas reales y viables de desarrollo étnicos autónomos, planeadas a partir de premisas diferentes? Si lo que está en juego en la idea del desarrollo integral de un grupo social es la calidad de vida en las relaciones de producción, el modo de las relaciones más que la producción medida en producto interno bruto, cantidad, ingreso, entonces es posible imaginar modelos alternos, nuevos escenarios. Pensamos, por ejemplo, que la experiencia de los miskitos de Nicaragua, o los municipios autónomos zapatistas de Chiapas constituyen ya muestras importantes en este terreno. Hay que partir de algunas definiciones centrales del desarrollo. Destacar, en primer lugar, las banalidades ideológicas impuestas a través de un economicismo vulgar en el que los indicadores de crecimiento, avance, progreso se administran con base en estadísticas de producción y productividad, ingresos per cápita, producto interno bruto, tasa de crecimiento económico, etc. (Plattner 1989). Indicadores, todos, que nada dicen sobre el problema esencial, el de la calidad de vida, de la disminución del sufrimiento o del aumento de la felicidad. Debe reformularse el concepto de desarrollo a partir de la cobertura de las necesidades de la etnia en términos de bienestar y maximización, de las potencialidades del pueblo, garantizando que sea la lógica comunal, y no la empresarial productivista, la que rija la organización del trabajo y de la producción (Valencia 1984). En este sentido las experiencias indican que los intentos de crear grandes o medianas empresas campesinas agrícolas, agrosilvícolas (Sariego 1998), ganaderas o mixtas, aun con fórmulas cooperativas o colectivas, fracasan al fragmentarse y recomponerse en microempresas familiares, clásicas, de linaje o 41 Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 basadas en el principio del parentesco, es decir la reciprocidad en la prestación de servicios (INI 1977). La primacía de los principios rectores comunales sobre imposiciones de criterios empresariales y productivistas externos asegura la permanencia del valor de uso en los sectores de las relaciones de producción, circulación y consumo al interior de las unidades sociales. Un nivel máximo de independencia y autonomía económica de los proyectos étnicos, en el marco de la creciente interrelación regional y nacional, se puede garantizar a través de la recuperación o reforzamiento de los grandes conocimientos y capacidades de los pueblos indios para utilizar adecuadamente sus recursos. Ésta es quizás una de las armas civilizatorias más poderosas de que disponen aun las etnias indias: sus grandes y elaborados conocimientos del medio ecológico que los ponen en condición de maximizar, a través de un uso múltiple, el aprovechamiento del hábitat, que es, además, uno de los campos fundamentales para la estrategia de la defensa civilizatoria de dichas etnias; pues a los intentos del modo capitalista de uniformar el medio ecológico –monocultivos rentables en términos del mercado– y cultural –imposición de un modo productivo único y de modo de consumo uniformizado–, las etnias pueden oponer su reservorio de multiplicidad y diversidad. En el sistema rural articulado al sistema económico dominante que mantiene claras desventajas para los campesinos e indígenas, y ventajas para el sector urbano, se compite con reglas y normas asimétricas. En cambio, para un sistema rural articulado parcialmente al sistema económico dominante, que mantiene una serie de estrategias internas de reciprocidad económica y mercados micro e interregionales, hay enormes desventajas para el intercambio de productos con el sistema. 42 Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 De acuerdo con Partridge, Urquillas y Johns, para hablar de etnodesarrollo tendrían que cumplirse, al menos, las siguientes particulares: • La posesión segura de un territorio, tierras y recursos que estén debidamente demarcados y titulados. 43 • El mantenimiento de una organización social fuerte y la habilidad para movilizarse por sus derechos. • La preservación de la identidad cultural, caracterizada por la revaloración, la expresión, la comunicación y el fortalecimiento político. • El apoyo y el contacto con la sociedad nacional, incluidas las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, las organizaciones internacionales para el desarrollo, la iglesia y los programas de entrenamiento. • El mantenimiento de la autosuficiencia alimenticia, representada por actividades apropiadas para el territorio, incluidas la caza y recolección, la pesca, la agricultura y la ganadería. • El reconocimiento por parte del gobierno de los derechos humanos y políticos como ciudadanos, el derecho al voto, a la igualdad de participación y representación, así como a la promoción de la legislación indígena. • La promoción de actividades generadoras de ingresos, conducentes a la inversión en la comunidad, el mejoramiento de la calidad de vida, y el bienestar de toda la comunidad. • La promoción de la educación, incluida la bilingüe y la multicultural, y la capacitación práctica (1996). Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 Con base en lo anterior, puede hacerse la siguiente proposición general: Es más probable que el etnodesarrollo indígena ocurra cuando estos pueblos tengan acceso a los recursos básicos para su bienestar social; cuando hayan alcanzado un nivel elevado de organización social y de movilización política, y podido preservar su identidad cultural (especialmente su propia lengua) (Pérez 1991); así como establecer lazos sólidos con instituciones del exterior y tener patrones de producción que les permitan subsistir y obtener ingresos en efectivo. Sin duda, contribuyen a la constitución de una política ambiental favorable que el desarrollo no es económicamente homogéneo y hegemónico, y la inclusión de un desarrollo diverso y múltiple o sea multilineal. LA INVESTIGACIÓN ETNOLÓGICA, LINGÜÍSTICA Y ARQUEOLÓGICA EN RELACIÓN CON LA ANTROPOLOGÍA DESDE SUS OBJETOS DE ESTUDIO En este ensayo intentaremos mostrar una experiencia reciente que se ha puesto en marcha desde hace quince años, en el estado de Oaxaca, entre los grupos étnicos que viven en dicha microrregión del país. En este caso, se trata de hacer una reinterpretación de las contradicciones –y no la quiebra– de la antropología sociocultural mexicana de corte occidental que coloca y busca sus orígenes dentro de un contexto político global cambiante; así como en los serios conflictos de intereses generados en su interior, por estar estrechamente vinculados a los efectos intelectuales e institucionales de la política, para mantener el colonialismo interno y evitar la descolonización de los pueblos originales. La traducción o representación de las culturas ajenas aparece así, en gran medida, como un acto político, y no 44 Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 simplemente como un pasatiempo de intelectuales universitarios acaudalados con buenos empleos. Los cambios ocurridos a partir de 1968 han producido transformaciones importantes en las actitudes de los objetos de la antropología –los observados, los pueblos estudiados como informantes, intérpretes o sencillamente anfitriones–, hacia sus observadores y huéspedes, los etnógrafos. Al surgir la corriente crítica etnicista dentro de la antropología en México, se identifica y analiza la naturaleza de la tensión básica entre la antropología no indígena y la indígena, tal y como lo hemos definido. Por ello, considero que la antropología indígena todavía no tiene los problemas crípticos comparables con los que atraviesa la antropología dominante. La conclusión general a que llega este análisis es que es muy probable que se exacerbe el peligro potencial que la emergencia y el crecimiento de la antropología indígena representa para la unidad de las elites intelectuales de la antropología sociocultural, en cuanto que la investigación etnográfica y las interpretaciones o generalizaciones teóricas de dicha vertiente sobre las sociedades indígenas no contribuyen a la clarificación de los problemas globales del poder, la dominación y la pobreza; además de que confunden las categorías dominantes nacionalistas y eurocentristas y tiene muy poco o nada que ver con los problemas prácticos actuales sobre el desarrollo y descolonización. La antropología sociocultural, tal y como se practica, difícilmente puede permitir que se siga considerando a la antropología académica sociocultural como una disciplina teórica objetiva, pura, supuestamente ajena a las distorsiones y sesgos inherentes al compromiso o la práctica política y que mantenga, al mismo tiempo, la esperanza de seguir realizando un trabajo de campo útil para los pueblos indios. 45 Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 La antropología social contemporánea debe ocuparse de las aplicaciones del contexto politizado de su historia y de las preocupaciones intelectuales. De no hacer esto último, la antropología social y cultural está condenada a servir permanentemente al sistema dominante y a ser un instrumento del Estado, y de las clases imperantes para el mantenimiento del colonialismo interno. Es justamente contra estos conceptos erróneos y prejuicios de corte europeo sobre las sociedades y culturas de México y de Oaxaca, con sus propios objetivos políticos, que se ha generado, desde finales de la década de los setenta, un movimiento entre un creciente número de miembros de las élites indígenas, educadas dentro de la tradición occidental y nacional, pero fuertemente motivadas para convertir su academicismo en un trabajo de campo, una investigación y una publicación histórica seria sobre los pueblos y culturas de Oaxaca. Al respecto, Miguel Bartolomé señala que “la antropología actual no puede menos que ser dialógica, puesto que ya no estamos solos, aunque todavía nos cueste un poco aceptarlo. Una mayor vinculación profesional con nuestros colegas indígenas constituye, entonces, parte de un proceso de reconocimiento y diálogo, que es un factor constitutivo de las relaciones interculturales igualitarias que nuestro tiempo reclama” (2003). A nuestro entender, la respuesta académica oaxaqueña fue correcta en sus inicios –con un compromiso explícitamente político y científico–, que bien podía dejar de reflejar la divergencia entre los intereses indígenas y los no indígenas. En un medio humano tan cargado de valores y de represión, donde es muy probable que se presenten conflictos fundamentales de intereses, no podemos, como científicos sociales y ciudadanos conscientes, sino declarar nuestra posición con respecto a los asuntos políticos, particularmente en lo que respecta a los 46 Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 antropólogos indígenas de las regiones étnicas de los estados de la República, empobrecidas y sobreexplotadas en cuanto a recursos humanos y naturales se refiere. El desinterés académico no sólo es ilusorio, también es irresponsable y sospechoso; pero ya sea que uno declare su posición sobre los problemas actuales o no, la investigación antropológica comprometida con los intelectuales indios en México es siempre potencialmente arriesgada. PRIMERO LA GENTE Y LA PLANIFICACIÓN SOCIAL En un reciente artículo inédito, Virginia Molina señala que Ángel Palerm (maestro de muchas generaciones de antropólogos) fundamentó su trabajo teórico en función de una antropología aplicada y de la planificación social, que era su preocupación central; aunque en ocasiones daba la impresión de que su interés estaba más en el aspecto teórico que, sin duda, se relaciona con el quehacer del antropólogo profesional. Para Palerm era fundamental una ampliación efectiva de la capacidad humana de manejar la realidad y de controlar de tal manera que pueda conseguir de ella las transformaciones deseadas y previsibles. Como consecuencia, toda ciencia debe realizar un esfuerzo para generar tecnologías de base y con fundamentación científica que permitan la utilización práctica de los conocimientos desarrollados y representen una conexión constante entre la teoría y la praxis, entre la investigación y la aplicación de la ciencia (1993:345s). De la misma manera, si revisamos los trabajos de Juan Comas, Julio de la Fuente, Aguirre Beltrán o Ricardo Pozas, encontramos en todos ellos una preocupación central: la gente. Michael Cernea en su análisis, Primero la gente, variables sociológicas en el desarrollo rural (1995), demuestra que aunque los proyectos – financiados multilateralmente– de ingeniería civil, agronomía, salud, etc. van 47 Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 dirigidos al bienestar de la gente, ésta en realidad no es consultada y mucho menos es partícipe de tales proyectos, lo cual genera una infinidad de conflictos sociales y de proyectos de desarrollo hoy extintos. Por estas razones la antropología, con su perspectiva, puede apoyar los procesos de autonomía, autogestión y autodesarrollo para el manejo de proyectos. En este sentido, la óptica diacrónica y sincrónica orientan la prospectiva de los programas para tener un mayor impacto y un efecto positivo en el bienestar de las poblaciones de acuerdo con sus características culturales. Es necesario que la población participe en el diseño –incluyendo la investigación básica– y ejecución de sus proyectos, cualquiera que éstos sean, que el poder de decisión se comparta entre los responsables externos y la sociedad beneficiada (Bartra 1996). En 1960, cuando estuve entre los chocholtecas de Oaxaca haciendo una etnografía para el Handbook of Midle American Indians con el maestro Weitlainer, pude captar la extrema pobreza de este pueblo indígena y su enorme resistencia a las condiciones geográficas de su tierra, las cuales prácticamente lo mantienen en ese estado. Más aprendí de ellos estrategias que les permiten mantener su propia identidad, su cultura; vi como la migración comenzó a formar parte de su sistema; sus miembros desde la ciudad de México mantenían la vida comunitaria y su propio desarrollo. Todo esto se debe a su organización social y su propia estrategia de vida, que hoy se denomina capital social en el lenguaje de los economistas (Bourdieu 1996). En realidad, cada comunidad, cada pueblo tiene una experiencia histórica para sobrevivir y articularse a la sociedad más amplia y esto tiene que aprovecharse precisamente como un capital. Piensan los desarrollistas, desde el 48 Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 exterior, que lo que se tiene que hacer con las comunidades es organizarlas: error fatal de todo proyecto. Hoy se puede testificar que los chocholtecas no han desaparecido; tienen su territorio, su lengua, su patrimonio cultural y un sistema económico mixto que les permite sobrevivir en condiciones limitadas, pero con su propio proyecto. Si queremos un cambio sustantivo y estructural, debemos fortalecer el capital humano de las comunidades que, sin duda, hoy están en crecimiento y en donde muchos jóvenes son profesionistas y técnicos, que bien podrían prepararse en Etnografía, Etnología, Antropología Social y Etnodesarrollo para colaborar en el diseño de proyectos de desarrollo de su propia comunidad. Esto es muy difícil de ser captado por las fuerzas externas que consideran que quienes viven en condiciones limitadas, sin un exagerado consumo de bienes, son pobres cultural y socialmente, lo cual es totalmente falso. Para solucionar este problema se generan proyectos de alto costo económico, pero plagados de corrupción, como el de Oportunidades, orientando a la salud, la educación y la alimentación (versión de los anteriores programas Progresa y Solidaridad), o la extinta Coordinación General del Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados (COPLAMAR). La perspectiva antropológica puede ayudar a fortalecer las capacidades de los propios pueblos, para que ellos sean los autores y actores de su propio desarrollo. Ilustremos un poco más los párrafos anteriores.1 La comunidad de Tonantzintla en el valle de Cholula mantiene sus estructuras comunitarias nahuas ligadas al pasado prehispánico, en un proceso de ajuste entre el modelo mesoamericano y las formas occidentales. En el Porfiriato, mediante una orientación política racista de poblamiento, se injertó socialmente a campesinos italianos de la 1 Estas reflexiones las debo a mis primeros estudios sociales como pasante de Trabajo Social que realicé en las comunidades de Tonantzintla y Chipilo de Puebla. 49 Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 región de Véneto; de esta manera se formó la comunidad de Chipilo. Se pensaba que éstos iban a aculturar a los indígenas de Tonantzintla y a todos los pueblos de la región. Pero si visitamos hoy las dos comunidades que están a escasos cinco kilómetros una de otra, después de cien años de iniciado el experimento, vemos que los italianos mantienen toda la estructura cultural y lingüística de los campesinos de Italia y los indígenas mantienen sus propias estructuras mexicanas. Los chipileños mantienen una relación endogámica y, al mismo tiempo, de doble lealtad hacia México y hacia Italia.2 Lo cierto es que el proyecto, utópico, no tuvo el éxito deseado, pero sí un impacto social que hay que medir. Pero ¿qué podemos aprender de estos casos?, ¿cómo entender la dinámica de estas comunidades? Veamos otro ejemplo muy asociado con la antropología urbana. Cuando trabajé con Ricardo Pozas, analizábamos el impacto de la industrialización de alta tecnología de Ciudad Sahagún, Hidalgo, sobre las comunidades rurales, fundamentalmente pulqueras. Los comuneros en los años sesenta tuvieron que pasar de tlachiqueros (recolectores de aguamiel) a armadores de carros, ferrocarriles, autobuses y maquinaria textil en un contexto de ciudad urbana ultramoderna. Los campesinos eran los habitantes de la ciudad en cuyo interior, a falta de previsión social en lo que respecta a su construcción, se generó una serie de conflictos, al igual que en el hinterland de las comunidades campesinas. El impacto social de las políticas públicas no es un problema que afecta sólo a las sociedades indígenas o campesinas, sino que se relaciona con el proceso de modernización e industrialización de las ciudades y de las regiones, y en especial en los puntos en donde se han instalado las industrias. 2 Hace un par de meses, un domingo, en una ceremonia un coro chipileño tenía la bandera italiana a un lado y la bandera mexicana al otro. 50 Nueva Época Año 1 No. 1 A mediados del siglo XX, Julio-Dic 2011 la revista Problemas Agrícolas e Industriales de México publicó un importante número dedicado al impacto del industrialismo entre la población de Puebla, en él aparece un estudio de Wilbert E. Moore, el cual es comentado por los antropólogos Pedro Armillas, Wigberto Jiménez Moreno, Alejandro D. Marroquín, Arturo Monzón, Antonio Pérez Elías y Roberto J. Weitlaner. Todos ellos coinciden en que la óptica economista es una visión sesgada y destacan la importancia de las poblaciones rurales e indígenas. Armillas señala que la utilización de nuevas fuentes de energía –animal o fuerzas naturales como la energía hidráulica o eólica–, y la aplicación de principios mecánicos –la rueda en el viejo mundo– contribuyeron a lo que, con exageración antropocéntrica, se llama el dominio del hombre sobre la naturaleza. Sin embargo, la revolución urbana se define mejor por determinados cambios económicos, sociales, políticos e intelectuales, como la producción agraria superior a las necesidades de subsistencia y que rebasa la lógica de las reservas de los campesinos; es decir, existe una correlación entre los excedentes y un determinado sistema social, que favorece la concentración de aquéllos, por otro lado, tenemos una especialización de tiempo completo, mercados formales y profesionales, moneda y comercio exterior, estratificación social definida por su base económica, gobierno político (concentración del poder), guerra organizada como instrumento político, religión teísta, templos con sus jerarquías sacerdotales; escritura, matemáticas, astronomía y el calendario; centros urbanos sostenidos por la renta de la tierra, tributos o los rendimientos del comercio. Los pueblos a los que se refiere Moore, señala Armillas, habían alcanzado desde antes de la Conquista ese nivel cultural urbanístico. Cuando se emprenda el estudio de ciertas reflexiones se requerirá de una revisión crítica y analítica de los estudios que abordan el impacto de la industria en 51 Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 las comunidades campesinas e indígenas, que permita una reflexión a fondo (Bueno 2000). Así, en determinadas regiones, como Toluca, la expansión industrial ha invadido a las comunidades matlatzincas, otomíes, mazahuas, entre otras, por lo que es urgente realizar estudios con una visión prospectiva y analítica de carácter antropológico. Sin embargo, persisten vacíos en los estudios y en la formación antropológica de profesionales aplicados. Los profesionales tienen que contar con elementos suficientes, que focalicen sus esfuerzos para generar análisis, sugerencias y recomendaciones de carácter aplicativo.3 ESTUDIOS REGIONALES DEL INSTITUTO NACIONAL INDIGENISTA Los estudios realizados por el Instituto Nacional Indigenista (INI) en microrregiones, donde los indígenas se relacionan con otras etnias, representa una aportación significativa al conocimiento aplicado. Estudios como el de la cuenca del Tepalcatepec de Gonzalo Aguirre Beltrán (1952) o la investigación Mixteca nahua Tlapaneca del antropólogo otomí Maurilio Muñoz (1963) son de referencia obligada cuando pretendemos conocer parte de Jalisco y Michoacán o la montaña de Guerrero. Podemos hablar también del primer estudio monográfico que realicé en la región mixe de Oaxaca en 1962 (Nahmad 1965). De las recomendaciones planteadas en dicho estudio emergieron una infinidad de proyectos y orientaciones 3 Las líneas de formación que podrían seguir son: educación bilingüe intercultural, salud y bienestar, cultura y arte, agricultura y ganadería, recursos naturales y forestaría, jurídicos y derecho consuetudinario, urbanos e industriales y obras de infraestructura: presas, carreteras y puertos. Para ello existen numerosas escuelas y centros de investigación de antropología en México, como la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), la Universidad Iberoamericana, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), entre otras, en las que el profesionista podría afinar su formación. 52 Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 que se plasmaron en las políticas públicas, así como la creación de cuatro centros coordinadores del INI, para atender a la población del lugar. Me parece muy importante la revisión que hace Juan Luis Sariego en El indigenismo en Chihuahua (1998); de su introducción extraemos la crítica que realiza por la pérdida de la orientación original de las políticas indigenistas diseñadas por la antropología aplicada; dice: “la acción indigenista dejó de ser experimental para convertirse en institucionalizada. Los tiempos de la cruzada habían quedado atrás y entre luces y sombras, aciertos y fracasos, la tarea indigenista empezó a perder el carácter de una búsqueda de alternativas para transformarse en una rutina cada vez más burocratizada y menos innovadora”. Lo cual significa que el abandono de un seguimiento social y antropológico empobrece los planes y los lleva al fracaso, precisamente esto ha ocurrido en México en múltiples ocasiones. Hoy podemos afirmar que la falta de seguimiento del INI respecto a los resultados de la antropología aplicada generó la crisis y la muerte del indigenismo paternalista y poco autogestivo. Además una rebelión cuestiona a la actual sociedad nacional y propone una nueva alternativa para los pueblos indios, un orden político y constitucional que les otorgue mayor autonomía y autodeterminación. La Secretaría de Educación Pública (SEP) ha mantenido a lo largo de su historia un proyecto asimilacionista e incorporativista: La educación rural para los pueblos indígenas; pero no ha logrado que ésta sea intercultural y multilingüe, debido a que la carga racista y excluyente hacia las lenguas y los conocimientos de los pueblos indios es muy grande (Psacharopoulos y Patrinos 1994). Finalmente hago referencia a un plan de desarrollo. En 1983 los gobernadores yaquis diseñaron su propio proyecto de desarrollo y lo presentaron al presidente Miguel de la Madrid. Hoy es su plan rector, que ellos reconocen, y que de 53 Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 la Madrid y su secretario Carlos Salinas de Gortari votaron al basurero. El riesgo para la clase dirigente al aceptar este tipo de iniciativas es que los pueblos indígenas asuman su propio destino. El análisis y el conocimiento antropológico y sociológico debe acompañarse de la formulación y desarrollo de sus proyectos; los actores centrales deben ser el pueblo mismo y no una burocracia que vive del presupuesto destinado a los indígenas. Por ello creo que los últimos cambios jurídicos en algunos estados, y los que vendrán a partir de la propuesta de los Acuerdos de San Andrés Larráinzar, Chiapas y la Comisión de Concordia y Pacificación (COCOPA), junto con una nueva perspectiva antropológica permitirán cambiar estructuralmente las relaciones de desigualdad construidas desde la Colonia; así como liberar a las comunidades y pueblos indígenas, y potenciar la construcción de una sociedad mexicana multiétnica y multilingüística, pero el Estado no ha cumplido con los acuerdos. El quehacer antropológico debe fortalecer el capital humano de los pueblos indígenas y de las sociedades marginadas del país, para que ellos mismos puedan construir sus propios modelos. Así el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores de Antropología Social (CIESAS) inició en los años setenta un programa de etnolingüística que luego fue abandonado; pero se retomó en Oaxaca veinte años después en los ocho centros de investigación étnica y con cuadros profesionales de las propias regiones indígenas. MEGAPROYECTOS Y REASENTAMIENTOS No cabe duda de que la antropología ha intentado influir en los grandes megaproyectos. Cuando la Comisión del Papaloapan planeó y construyó las presas 54 Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 del Cerro de Oro y del Papaloapan, varios antropólogos participaron en forma directa, pero sus recomendaciones fueron ignoradas. El resultado fue el reacomodo de miles de chinantecos y mazatecos que dejó una huella negativa para la historia de los pueblos indígenas de Oaxaca y los reclamos de éstos se mantienen aun en 55 nuestros días. Sin embargo, las últimas experiencias, la construcción de las presas de Aguamilpa en la región huichola y la de Zimapán en la región otomí de Querétaro demuestran que el criterio antropológico amortigua y resuelve muchas contradicciones sociales que han provocado estas obras de beneficio nacional, que afectan en mucho a la gente que vive en estos territorios. Pero ello se logró mediante la presión ejercida a la resistencia de los directivos de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) por parte del Banco Mundial (BM), quien, a su vez, fue presionado por la Sociedad Antropológica Internacional (The World Bank 1991). Estos proyectos no deberían afectar y dañar la vida de los pueblos y comunidades, sino apoyar la construcción de alternativas de vida propia y desarrollo regional autónomo. No obstante, estas experiencias no modificaron las prácticas autoritarias tradicionales. Hoy se mantiene el modelo tecnocrático, injusto, que dio nacimiento a la presa La Angostura en Chiapas o recientemente al caso del aeropuerto de Atenco en el Estado de México. A Ángel Palerm le correspondió, junto con un grupo de antropólogos, formular ciertas recomendaciones que pretendían aminorar el impacto de tal megaproyecto, pero no fueron tomadas en cuenta. Muchos de los conflictos generados se expresan en los planteamientos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y en los acuerdos de San Andrés Larráinzar. Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 Todas estas experiencias me llevan al siguiente planteamiento: La visión y proyección antropológica es la de un mundo que cambia y evoluciona no en forma lineal sino multilineal, en donde diversos tipos de vida quedan incluidos en un proyecto de sociedad humana y no excluidos como en el modelo hegemónico y autoritario que están tratando de imponernos desde las metrópolis neocoloniales y globalizantes. La reconstrucción de la credibilidad de los pueblos y comunidades estará fincada en la preparación más puntual y especializada de los antropólogos. Nuestra ciencia tiene que generar sistemas de capacitación social y técnicas de asesorías para las comunidades, gobiernos locales y nacionales; así como implementar metodologías y técnicas que permitan el diseño de los proyectos, su monitoreo y evaluación en forma sistemática y analítica. Para lograr la credibilidad de la población habrá que forzar el cambio: una planeación regional autogestiva frente a los modelos centralistas y paternalistas. La interacción entre antropología, economía y sociología debe de ser una constante para lograr dicho cambio y preparar a los antropólogos aplicados de este siglo (Ervin 2000). Oaxaca, Oaxaca, octubre de 2006. 56 Nueva Época Año 1 No. 1 Julio-Dic 2011 BIBLIOGRAFÍA Aguirre Beltrán, Gonzalo (1952), Problemas de la población indígena de la cuenca del Tepalcatepec, Memorias del INI, vol. III, México, INI. Aguirre Beltrán, Gonzalo et al. (1971), ¿Ha fracasado el indigenismo?, México, SepSetentas. Bartra, Armando (1996), Federalismo y democracia: el papel de los municipios en el desarrollo social, México, Instituto Maya. Bonfil Guillermo (1970), Del indigenismo de la revolución a la antropología crítica. De eso que llama antropología mexicana, México, Nuestro Tiempo. Bonfil, Guillermo et al. 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