Lecturas: Reflexión

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DOMINGO 12º
¿Quién es éste?
Lecturas:
Jb. 38, 1.8-11:
Sal. 107(106):
2Co. 5,14-17:
Mc. 4,35-40:
«Aquí se romperá la arrogancia de tus olas»
«Den gracias al Señor, porque es eterna su misericordia
«Nos apremia el amor de Cristo »
«Pero ¿quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!»
Reflexión:
Job pugna, discute con Dios sobre el sentido del sufrimiento. El primer discurso divino (Jb. 38,140,5) es una confesión de fe en forma de cuestiones (sobre los misterios de la creación). Con imágenes
míticas se habla de la creación del peligroso mar: Dios habla desde la tormenta, un signo de la cercanía
del Dios viviente; el origen del mar es descrito como un fenómeno de nacimiento: las nubes son como
los pañales de un bebé. La intención de estas palabras reside en la constatación bíblica (Sal. 104) de
que el infinito poder de Dios establece en la naturaleza, y por medio de la Palabra, una frontera (las
costas marítimas) que detengan los elementos caóticos (desorden), siempre dispuestos a engullir el
orden en el que el ser humano ha sido colocado. El hombre, al mirar y admirar la creación (capacidad
que a veces pierde), descubre que la manera de Dios de disponer las cosas es desconcertante.
Cristo «es» (en su actual significado salvífico para nosotros) el crucificado-resucitado. Pues Él,
como segundo Adán y en sentido cultual, re-presenta a toda la humanidad y en lugar de toda ella pasa
por una muerte que la «justifica» (la redime): «El que por mí se ha entregado...» (Gá 2,20); «Cristo ha
muerto... por nosotros» (Ro. 5,6). Y porque Dios en su definitiva actuación salvífica nos ha hecho
creaturas nuevas en Cristo (cfr. Gá. 6,15), nos otorga consecuentemente también la nueva vida.
Desde Cristo e incorporados, pues, a Cristo, el desarrollo de nuestra vida (cfr. Ro. 6,4) tiene que ser,
eticamemnte hablando, impregnado por Cristol.
El milagro salvador por el que se acalla el mar embravecido (cfr.. Mt. 8,18.23-27; Lc. 8,22-25)
contiene una doble afirmación: en primer lugar, se manifiesta el Señor que salva; su poder victorioso es
desplegado en función de la defensa de los suyos («¿Qué clase de hombre es éste que hasta el viento
y el mar le obedecen?»)
En segundo lugar, los amedrentados discípulos son un modelo de duda y necedad, puesto que -a
causa de los agobios externos y las hostilidades internas- su fe es puesta a prueba. La cobardía de
llegar a tener miedo incluso «junto a Jesús» es pura falta de fe. De ahí que el mensaje del Evangelio
sea una concitación a la confianza, porque el Señor está en la barca con sus amigos. La comunión con
Jesucristo es lo único que capacita al hombre para superar todo miedo. No olvidemos que Jesús no
reprende a los discípulos porque éstos teman al temporal, sino porque su fe en Dios a través del Mesías
está todavía «en pañales».
Algunas preguntas para pensar durante la semana
1. Las aguas del mar de la vida, ¿te han amenazado alguna vez? ¿Qué te salvó?
2. ¿Cuál era el mar agitado en el tiempo de Jesús?
3. ¿Cuál era el mar agitado en la época en que Marcos escribió el evangelio?
4. ¿Cuál es, hoy, el mar agitado para nosotros?
CPC
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