NUESTRO DERECHO INALIENABLE

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Conferencia General Abril 1976
NUESTRO DERECHO INALIENABLE
por el élder Henry D. Taylor
Ayudante del Consejo de los Doce
U
na de las responsabilidades más grandes y al mismo tiempo un privilegio, es el
derecho de tomar decisiones. Los Santos de los Últimos Días creemos
firmemente en el principio del libre albedrío. Estamos aquí, sobre la tierra y somos
poseedores de maravillosos cuerpos mortales, a causa de haber escogido sabiamente
en el momento de discutir asuntos vitales que se nos presentaron para nuestra
decisión.
Antes de que el mundo fuera creado, existimos como seres espirituales. Cuando
se supo que la tierra sería organizada, nos mostramos aparentemente muy
complacidos ante el anuncio. Esto se pone de manifiesto en algunas preguntas muy
interesantes y profundas que le hizo el Señor a Job cuando le dijo:
"Ahora ciñe como varón tus lomos; yo te preguntaré, y tú me contestarás.
¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia.
¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel?
¿Sobre qué están fundadas sus basas? ¿O quién puso su piedra angular, Cuando
alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios?" (Job
38:3-7.)
Creemos que el gran concilio se celebró para escoger a quien vendría a la tierra
para representarnos, y se sacrificaría por los pecados de los seres humanos que
habían de nacer en este mundo. José Smith nos ha dado la seguridad de que "A1
efectuarse la primera organización en los cielos, todos estuvimos presentes, y
presenciamos la elección y nombramiento del Salvador, y la formación del plan de
salvación, y nosotros lo aprobamos" (Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 216217).
El Señor reveló a Moisés algunos de los detalles del gran concilio cuando le
explicó lo siguiente: ` . . . Satanás . . . vino ante mí, diciendo: Heme aquí, envíame.
Seré tu hijo y rescataré a todo el género humano, de modo que no se perderá una
sola alma, y de seguro lo haré; dame, pues, tu honra". Entonces el Señor continúa
diciendo: " . . . he aquí mi Hijo Amado . . . me dijo: Padre, hágase tu voluntad, y sea
tuya la gloria para siempre" (Moisés 4: 1-2).
Abraham cita las mismas palabras del Señor cuando dijo: "¿A quién enviaré? Y
respondió uno semejante al Hijo del Hombre: Heme aquí, envíame a mí. Y el Señor
dijo: Enviaré al primero. Y el segundo se enojó, y no guardó su primer estado; y
muchos lo siguieron ese día" (Abraham 3:27-28).
Juan explica en Apocalipsis lo que pasó como resultado de ese enojo de Satanás:
"Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel [quien vino a la tierra y se le
conoció como Adán] y sus ángeles luchaban contra el dragón [o sea Satanás]; y
luchaban el dragón y sus ángeles;
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Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y
Satanás . . . fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él." (Apoc.
12:7-9.)
Sabemos que Satanás ejerció una influencia tan poderosa sobre sus allegados,
que un tercio de los espíritus del cielo lo siguieron.
Aquí podemos observar dos personalidades diferentes, dos motivos distintos de
operación. Satanás hubiera sido capaz de quitar el libre albedrío del ser humano y
por la fuerza propuso redimir a la humanidad entera, por lo cual esperaba
reconocimiento, honor y gloria. El plan de Jesús permitiría al individuo optar entre lo
que considerase justo o injusto y equivocado, y establecía que todo el honor y la
gloria serían para el Padre.
Alguien ha dicho con mucha razón: "No hay límites para el bien si no nos
preocupa quién ha de recibir el galardón".
En nuestra jornada por esta vida, nos enfrentamos a muchas e importantes
decisiones como individuos. Comprendemos, que especialmente los jóvenes deben
decidir a quiénes escogerán como amigos y con quiénes se relacionarán. Deben
determinar también, qué harán para ganarse la vida. Los jóvenes y las señoritas casi
seguramente se enamorarán, y tendrán el privilegio de escoger a la persona con
quien deseen casarse, decidiendo entonces si han de hacerlo en el templo, el único
lugar donde pueden ser sellados por el tiempo y toda la eternidad.
Son muchas las decisiones que deben tomarse, pero nadie está solo en este
proceso. Después del bautismo, acto preparatorio para entrar en la Iglesia, nos
impone las manos alguien que tenga la autoridad del Sagrado Sacerdocio, somos
confirmados miembros de la Iglesia y recibimos el Espíritu Santo. Si llevamos una vida
justa, el Espíritu Santo será nuestro compañero y guía constante y nos ayudará
cuando tengamos que enfrentarnos a una importante decisión.
Mediante la oración, podemos recibir una solución para nuestros problemas y
sabremos qué decisiones debemos tomar. A menudo cuando oramos, recibimos una
fuerte impresión de que la respuesta al asunto que tenemos entre manos es
negativa; es también posible que experimentemos el sentimiento de que nuestra
respuesta es correcta y positiva. Por otra parte, es probable que no recibamos un "sí”
ni un "no" definitivos como respuesta; en dicho caso, el Señor nos ha dado la fórmula
que debemos emplear. Debemos meditar y estudiar el problema en forma profunda
y entonces, tomar una decisión; después, debemos preguntar al Señor si nuestra
decisión es correcta. En caso de que lo sea, experimentaremos una sensación de
ardor en el pecho y tendremos la seguridad de que nuestra decisión es correcta; mas
si no fuere correcta, sentiremos un estupor de pensamiento que hará que olvidemos
aquello que no era apropiado. (D. y C. 9:8-9.)
Las palabras de uno de nuestros himnos predilectos, tienen un significado
especial para nosotros; el mensaje es el siguiente:
El hombre tiene libertad
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De escoger lo qué será;
Mas Dios la ley eterna da
Que El a nadie forzará
El con cariño llamará,
Y luz en abundancia da;
Diversos dones mostrará,
Mas fuerza nunca usará.
Mas si optamos por perder
La salvación, y perecer,
Justificado Dios está,
Porque la libertad nos da.
(Himnos de Sión, N°92.)
Sí, tenemos el privilegio de tomar decisiones. ¿Serán buenas y agradarán a
nuestro Padre Celestial? ¿O serán acaso egoístas y egocéntricas?
Josué, un antiguo Profeta, se propuso vivir en justicia y rectitud, y tras adoptar
esa decisión, dijo: " . . . Escogeos hoy a quien sirváis . . . pero yo y mi casa serviremos
a Jehová (Josué 24:15).
Que tengamos la inspiración de tomar decisiones sabias que cuenten con la
aprobación de Señor, y nos reporten el mejor beneficio y la bendición de nuestro
prójimo. Por esto ruego, en el nombre de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. Amén.
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