la pertenencia a la iglesia según la «lumen gentium

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IGNACIO RIUDOR
LA PERTENENCIA A LA IGLESIA SEGÚN LA
«LUMEN GENTIUM»
La teología no puede imaginarse al margen de la vida. La realidad sociológica nos
muestra que la Iglesia católica en el mundo va siendo, cada vez más, inmensa minoría.
La Humanidad se construye al margen de ella o en otras iglesias. El muro de la
Cristiandad, derruido, no oculta ya muchas ausencias. Este hecho en apariencia
perturbador, ha devuelto a la Iglesia el sentido de su misión evangélica y le ha
planteado un serio problema, que es el que trata de resolver este artículo. Si la Iglesia
monopoliza la salvación ¿qué ocurre con los hombres que están fuera de ella? Una
nueva frontera, no política sino teológica, requiere ser trazada. El autor lo hace desde
la amplia perspectiva ecuménica y cristiana del Vaticano II.
La pertenencia a la Iglesia en los dos primeros capítulos de la Constitución "Lumen
Gentium" del Concilio Vaticano II, Estudios Eclesiásticos, 40 (1965) 301-318.
Sobre un tema tradicionalmente delicado, el de los miembros de la Iglesia, la
Constitución dogmática Lumen Gentium no ha querido decidir. El primer esquema,
tradicionalmente seguro, repetía la doctrina de Pío XII en la Mystici Corporis. Un
segundo esquema, reformado por la marcha del Concilio hacia nuevas ideas, eludía los
conflictos de una formulación cerrada. El capítulo, discutible se titulaba ahora "sobre el
pueblo de Dios" (y no "sobre la necesidad de la Iglesia") y presentaba, muy
ecuménicamente, una doctrina dinámica y viva.
Vamos a exponerla, intentando mostrar los horizontes que abre en el diálogo con los
miembros de otras iglesias al romper el esquematismo de fórmulas demasiado rígidas y
juridicistas. Veamos primero la doctrina de la Mystici Corporis para señalar en qué ha
sido completada.
Doctrina de Pío XII
No se puede negar que algunas de sus frases resuenan hoy con dureza: "Son miembros
de la Iglesia los que recibieron el Bautismo, profesan la verdadera fe y no se separaron
del Cuerpo de Cristo... "Por lo cual los que están separados entre sí por la fe o por el
gobierno no pueden vivir en este único cuerpo... "Como a lo largo de la encíclica hay
una identificación entre Iglesia y cuerpo místico, esta afirmación significaría que los
hermanos separados, protestantes y ortodoxos, no son miembros de la realidad eclesial.
Contrasta esta rigidez con la benignidad con que se reconoce que los pecadores "aunque
hayan pecado siguen siendo miembros de la Iglesia".
Al final de la encíclica (hoy hubiéramos deseado que esta doctrina apareciera mucho
antes para evitar equívocos) se habla de los separados de buena fe. Entre matices
tampoco se les reconoce mucho valor. Merecen una oración concesiva: "aunque se
ordenan con secreto deseo al Cuerpo místico... " y reciben en seguida un serio aviso:
"esfuércense para salir de ese estado (no pertenecer a la Iglesia católica) en el que no
pueden -estar seguros de su salvación eterna". Pero ¿es que los católicos podemos
estarlo? El Tridentino, al menos, no nos reconoce tan segura tranquilidad.
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Esta doctrina; digamos oficial, de los tiempos de Pío XII, recibe un impulso
liberalizador en el decreto del Santo Oficio contra Feeney (D-Sch 3866-3873). El
rigorismo de las tesis de éste, que condenaba a todos los que no pertenecían a la Iglesia
católica, movió a expresiones más abiertas: "Para conseguir la salvación eterna no
siempre se exige estar incorporado realmente a la Iglesia como miembro. Basta que
estén unidos (adhaereant) a ella por un deseo....". Los separados de buena fe no podían
estar muy tranquilos, pues sólo se dirigían a la Iglesia (ordinantur). Ahora vemos que
están unidos a ella de alguna manera.. Hay más que un cambio de palabras. Se trata de
un acercamiento vital, del reconocimiento de una realidad distinta, aunque todavía
tibiamente expresada..
La encíclica Mystici Corporis supuso un avance enorme en la eclesiología. Pero debía
resentirse de las circunstancias de su tiempo. El movimiento ecuménico aparecía
todavía como un grave peligro de indiferentismo y coartaba su pensamiento. No
podemos negar la historia de esos años para no empañar su teología. Fue así en ambos
terrenos.
Los miembros de la Iglesia en la "Lumen Gentium"
Apuntemos primero el enclave ecuménico donde vamos a movernos, ancho y dilatado
entre líneas: "Todos los hombres están llamados a esta unidad católica del pueblo de
Dios... y a ella pertenecen o están destinados de distintos modos tanto los fieles
católicos como los otros cristianos e incluso todos los hombres, en general, llamados
por la gracia de Dios a la salvación" (L.G. 13). A primera vista tropezamos con una
repetición de la Mystici Corporis. Hay unos miembros que pertenecen a la Iglesia, otros
que se dirigen a. ella. Queda en la ambigüedad gramatical del párrafo quiénes están en
un grupo o en otro. A "los otros cristianos", situados en el centro de las dos opciones pertenecer o dirigirse a la Iglesia- ¿dónde los coloca la Lumen Gentium? Por otros
pasajes de la Constitución es posible una aclaración a esta aparente inseguridad
doctrinal.
La Constitución habla en primer. lugar de los católicos: "pertenecen plenamente a la
Iglesia". (18-19). Habla en el tono del Vaticano II, con humildad, recordándoles que lo
son por pura gracia. Con preocupación pastoral, animándoles a vivir en caridad, pues
"aunque sigan siendo miembros de la Iglesia los pecadores no se salvan y serán
juzgados más severamente". La misma doctrina de la Mystici Corporis con un acento
más llano y más hondo: ser católico es un bien, pero sobre todo una responsabilidad.
La frase citada ofrece un dinamismo revelador: "los católicos pertenecen plenamente a
la Iglesia". La M.C. había dicho que pertenecen realmente. Al dar la vuelta a las
palabras comprendemos la importancia del cambio plenamente hace pensar que otros
pertenecen también aunque en menor grado. Realmente condena a no ser más que "en
deseos", miembro de la Iglesia. El decreto del Ecumenismo confirma la nueva
terminología: los otros cristianos están "separados de la plena comunión con la
Iglesia,.." (n. 3).
Aún podemos seguir avanzando en terreno hermano. La frase que nos ocupa señala con
claridad que "los católicos pertenecen a la Iglesia visible" (plene incorporanur
Ecclesiae societati). ¿Podríamos decir, dentro de la mentalidad de la Constitución, que
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los católicos son los que pertenecen plenamente al Cuerpo místico de Cristo,
sustituyendo "Iglesia visible" por está nueva expresión? En ese caso los separados
pertenecerían al Cuerpo místico en una categoría inferior de la misma forma que no
pertenecen plenamente a la Iglesia visible. No es éste el pensamiento de la Constución
L.G., aunque como vimos era el de la Mystici Corporis; "El cuerpo místico de Cristo y
la Iglesia católica-romana son una sola y misma cosa", se había dicho allí. Con una
identificación tan estricta "quedan por resolver, como dice Journet, dos cuestiones los
justos que están fuera de la iglesia ¿están fuera de Cristo? Los pecadores que están
dentro de la Iglesia ¿viven en Cristo?"
El avance de la. L.G. no está, como es. natural, en negar la identificación Iglesia de
Cristo-Cuerpo místico, sino en no permitirse una simplificación jur ídica. Sociedad
jerárquica y Cuerpo místico, reunión visible y comunidad espiritual, Iglesia terrestre e
Iglesia dotada de bienes celestes, forman una realidad, pero compleja; no intercambiable
y mutuamente absorbida (L.G. 1 1). Por eso al hablar del Cuerpo místico se referirá
total y exclusivamente al. aspecto espiritual y místico de la Iglesia, evitan do ahogarlo
en la estrechez de unos límites sensibles. En la M.C. se dijo: "Si la Iglesia es un cuerpo
ha de ser algo concreto y claramente visible". En cambio la Lumen Gentium nos dice
que "Cristo a sus hermanos los constituyó místicamente como su cuerpo,
comunicándoles su Espíritu". En un caso. el cuerpo se visibiliza, en el otro ser se
espiritualiza,.
Afiancemos esta primera conclusión: La Iglesia de Cristo, según los términos mismos
de la Constitución, "subsiste en la Iglesia católica". La primera redacción ponía un "es
la Iglesia católica", absorbente de toda una realidad más amplia. Así parece
sobreentenderse que la Iglesia de Cristo puede subsistir tamb ién, aunque no en plenitud
total, en las demás iglesias cristianas. Prácticamente un separado de buena fe, en gracia
de Dios, participa más de la Iglesia como Cuerpo de Cristo que un católico en pecado
mortal. Aunque éste pertenezca con más plenitud jurídica a la Iglesia como sociedad.
No se piense, después de estos análisis, que la Constitución se mantiene en equilibrios
escolásticos. Ha sido necesario perforar el sentido de unas frases. Pero tras ellas la
Iglesia ha encontrado la comunicación vital con la s otras iglesias.
La constitución reconoce que estamos unidos a ellas de muchas maneras: la Escritura, la
fe y el amor en Dios Padre y en su Hijo, el Bautismo... En bastantes iglesias, la
Eucaristía, el Episcopado, la piedad hacia la Virgen... En todos un mismo Espíritu.
Estamos lejos de las advertencias pesimistas de la M.C. Más lejos aún del espíritu
contrarreformista. Tanto, que se establece una especie de via notarum en sentido inverso
al de la Contrarreforma, no para ver cómo se realizan en la Iglesia católica, sino para
describirnos los rasgos de un rostro fraternal, para darnos la pista del encuentro, para
que, allá donde las encontremos, las llamemos sin temor "iglesias". Capítulo precioso
éste de la L.G. que constituye una verdadera apologética de nuestros hermanos
separados, reconociéndoles lo que guardábamos como identificación personal y
franquicia de superioridad, lo que en verdad constituía la autenticidad cristiana de todos:
hasta sus opios mártires muestran que el dedo de Dios estaba también con ellos. Todo
nos muestra la pertenencia real, y no sólo de deseo, de los cristianos no católicos, a la
Iglesia. "La Iglesia llama a los hermanos separados hijos suyos también, lo que no dice
y dirá de los no bautizados. Es claro que estando separados, no lo son plenamente".
IGNACIO RIUDOR
Las palabras del Cardenal Bea resumen mejor que nosotros mismos estas reflexiones
(Conferencia de Prensa, 25 abril 1962).
Situación de los no-cristianos según la "Lumen Gentium"
Los que todavía no han recibido el Evangelio no pertenecen a la Iglesia de Cristo. Se
dirigen, "se ordenan al pueblo de Dios de diversas maneras" (16) ¿Qué relación tienen
con él los judíos, los musulmanes, incluso los ateos que intentan vivir correctamente?
No se trata de una cuestión escolar, de un prurito de clasificar. Nos preguntamos
angustiosamente sobre el destino de tantos hombres que viven fuera de la Iglesia si
fuera de la Iglesia no hay salvación.
La amplitud benigna del Vaticano II no renuncia a este principio: "Apoyado en la
Escritura y la Tradición enseña que la Iglesia es necesaria para salvarse..." (14) Pero lo
sitúa entre dos polos de tensión iluminadora: por un lado "no podrán salvarse quienes
sabiendo que la Iglesia católica fue instituida por Jesucristo como necesaria, desdeñan
entrar... " (8) En el otro extremo se afirma que "pueden conseguir la vida eterna los que
inculpablemente desconocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, y buscan con
sinceridad a Dios... " (20).
Estas dos proposiciones tan sencillas dejan atrás sutiles distinciones. Recordemos lo que
se venía diciendo: La Iglesia es indispensable para salvarse "con necesidad de medio".
Salaverri explica así esta necesidad:" Tan necesaria que aunque sin culpa se la
desconozca, no puede uno salvarse sin ella". Esto llevaba a un difícil "impasse", a lo
que podía parecer una solución "de compromiso": la Iglesia "suplía" la pertenencia
efectiva a su realidad considerando la buena voluntad de un sujeto como un "deseo
implícito" de entrar en ella. Esta suplencia de la Iglesia nos aclaraba muy poco sobre su
realidad objetiva. Además una suplencia es un medio extraordinario, una excepción...
Estábamos en el dilema de caer en un rigorismo condenado, ante los miles de hombres
de buena voluntad que hay fuera de la Iglesia, o de pronunciarnos por un medio
extraordinario como cosa habitual.
La Lumen Gentium nos ha dicho otra vez que, sí uno desconoce a la Iglesia sin culpa,
puede salvarse. Pero ¿cómo? Reconoce que éste, está ya en conexión con el pueblo de
Dios y que tiene parte en la realidad eclesial. Según la Constitución todos los hombres
de buena voluntad viven algo de la Iglesia, tienen alguna realidad objetiva de pueblo de
Dios por la que se salvan. Atendiendo a esta objetividad, la L.G. los clasifica; jerarquía
objetiva, naturalmente, que nada dice del nivel personal alcanzado, en el que los últimos
pueden ser los primeros, pero que posibilita este desarrollo subjetivo.
En primer lugar los judíos, que de buena fe-siguen la religión de sus padres, están
unidos por su fe y caridad con el único Israel que es la Iglesia Católica. Los
musulmanes establecen un entronque salvífico al profesar la fe de Abraham y adorar
con nosotros un solo Dios misericordioso y remunerador. ¿Y los que no tienen ninguna
conexión con Cristo y la Iglesia, ni siquiera a través del Antiguo Testamento? Más aún:
¿y los que no han llegado a un conocimiento expreso de Dios y permanecen en el
ateísmo de buena fe? "Lo que se encuentra en ellos de bueno y verdadero, la Iglesia lo
estima como una preparación evangélica..." ¿Qué sentido tienen estas palabras? La frase
parece llevarnos de nuevo al antiguo lenguaje, pues los hechos de buena voluntad de los
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hombres se consideran tan sólo como una preparación. Habría que volver a la teoría de
la sustitución y la suplencia, renunciando a conceder a los no cristianos una realidad
objetiva eclesial. Este realismo convierte su estado de vida en algo ya dentro de la
Iglesia. La suplencia se contenta con recoger, en última instancia, sus buenos deseos.
Hay que partir de la frase como un mínimo. La Lumen Gentium admite que la Iglesia
puede suplir la falta de una realidad objetiva. Pero creemos que, a la luz de su mismo
texto, se puede decir que no es necesaria esta "suplencia", pues los no-cristianos se
entroncan con alguna realidad objetiva de la Igle sia. Nos parece válido interpretar
algunas de sus frases dudosas, aclarándolas por su orientación general. Los grandes
teólogos actuales están en esta misma línea. Congar, Rahner, Schillebeeckx afirman que
en los actos subjetivamente rectos de un no-cristiano, de un ateo, hay una realidad
objetiva eclesial. ¿Por qué? Por la relación que existe entre la Iglesia y el género
humano, dentro de la significación universal de la Encarnación. "La búsqueda titubeante
de los paganos de buena voluntad dentro de la única humanidad, llamada por Dios,
representa la situación peregrina de la Iglesia. Su búsqueda carecería de sentido si no
estuviera referida orgánicamente a una plenitud ya realizada. El hecho de que esta
plenitud existe ya en la Iglesia hace que la búsqueda posea una significación
permanente en el conjunto de la historia de salvación" (Willems). El acto de conciencia
recto se vincula así por su inserción en la historia de salvación con el pueblo de Dios y,
a través de éste, con la Iglesia visible.
La realidad del pueblo de Dios es más amplia que la de Iglesia visible pero se refiere y
se injerta necesariamente. en ella. "Este pueblo, siendo uno y único; ha de abarcar el
mundo entero y todos los tiempos .para cumplir los designios de Dios... que determinó
congregar a todos sus hijos...." (L.G. 17) La Iglesia es el "sacramento visible de esta
unidad salutífera para todos y cada uno de los hombres" (L.G. 9). Iglesia y Humanidad
están dinámicamente unidos en el crecimiento visible o invisible del pueblo de Dios;
porque todos los hombres que sé salvan están unidos en Cristo, sacramento único de
nuestra santificación (Sto. Tomás, 3 q 60 a 6). La Iglesia es, según la. L. G: de un modo
análogo pero real, este sacramento de unidad, el único por el que los hombres se salvan.
Cada vez son más los hombres que se reconocen al margen de: la Iglesia. El misterio de
salvación de este número inmenso nos preocupa. En medio de un .mundo que la
desconoce, en situación de diáspora, la Iglesia posee el Evangelio más firme y seguro
que nunca, y la necesidad imperiosa de proclamarlo. Pero al mismo tiempo, al
contemplar a la Humanidad luchando por superarse, por perfeccionarse, por unirse más,
la Iglesia se alegra. La humanidad peregrina hacía Dios, incluso cuando desconoce su
existencia.. En su búsqueda de verdad, justicia, paz, no permanece en la periferia de la
historia de salvación. Penetra, se sitúa ya en algún grado (en una forma en la que el
misterio de los planes de Dios se muestra irreductible a los conceptos humanos), se
asienta y edifica en la realidad viva que el Señor. puso en el mundo como única :
salvación, la Iglesia de Cristo.
Conclusión
El avance que marea la Lumen Gentium lo podemos dejar consignado. en los siguientes
puntos:
IGNACIO RIUDOR
1) La terminología que llamaba a los católicos "miembros de hecho" (memora re) de la
Iglesia y a los cristianos separados "miembros de deseo" (memora voto) no aparece en
ninguna parte. Se habla de miembros plenamente incorporados (los católicos) y
miembros que también pertenecen a la Iglesia, pero no plenamente (cristianos separados
de buena fe).
2) Los no-cristianos se dirigen a la Iglesia y se insertan de alguna manera en el "pueblo
de Dios". Por medio de la Alianza (judíos), de la fe común en Abrahán y en un Dios
remunerador (musulmanes), gracias a la rectitud de conciencia con que buscan a Dios
(teístas) o a la búsqueda sincera de lo bueno, lo verdadero, lo justo en lugar del
conocimiento expreso de Dios (ateos de buena voluntad) participan en alguna forma de
la Iglesia.
3) Iglesia visible y Cuerpo místico, sociedad jerárquica y pueblo de Dios no se han de
considerar como dos cosas distintas, pero forman una realidad compleja en la Iglesia de
Cristo. Se puede admitir que no perteneciendo a la realidad visible de la Iglesia se esté
más unido a su realidad espiritual.
4) El axioma extra Ecelesiam nulla salus se expresa, no en abstracto, sino en función
del conocimiento y la culpabilidad, y se afirma la posibilidad de salvación de quienes
sin culpa propia no pueden conocer o comprender a la Iglesia. Esta posibilidad no se
basa en una "suplencia" que hace la Iglesia de su deficiencia, sino en una cierta realidad
eclesial ya poseída.
5) Aunque esta última afirmación no aparece explícitamente formulada, creemos que las
teorías modernas que consideran a toda la Humanidad como "pueblo de Dios", en un
sentido amplio, por la unidad de creación y redención, tienen perfecta cabida en el texto
de la L. G., e incluso parece que se han tenido presentes en la redacción de algunos de
sus párrafos.
6) Todo el tono de la Constitución es de un gran respeto y aprecio de los bienes
espirituales que tienen tanto los cristianos separados como los no-cristianos. Cualquier
triunfalismo está ausente y se indulta la responsabilidad de los católicos y la total
gratitud de este beneficio.
Condensó: RAMIRO REIG
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