Prof. Camila López 2ºBD. Colegio:_______________________________ Nombre del alumno:__________________________ Fecha de entrega:________________ El escepticismo ¿Qué es el escepticismo? [Definiciones extraídas de Encyclopaedia Herder de Filosofía] “El ataque más neto y radical -por lo menos, antes de algunos subjetivismos modernos- a la capacidad del hombre para conquistar la verdad lo constituye el escepticismo. Esta palabra procede del griego sképtomaí, que significa «examinar», «observar detenidamente», «indagar». En sentido filosófico, y en líneas generales, escepticismo es la actitud que -tras realizar el aludido examen- concluye que nada se puede afirmar con certeza. por lo que más vale refugiarse en una “epojé” o abstención del juicio.” Llano, Alejandro. Gnoseología. España: Ediciones Universidad de Navarra, 1983, pp. 71-72 El escepticismo es una concepción en teoría del conocimiento que sostiene, en principio, que la mente humana no es capaz de justificar afirmaciones verdaderas. Un escepticismo extremo o absoluto sostendría que no existe ningún enunciado objetivamente verdadero para la mente humana, o la imposibilidad total de justificar afirmaciones verdaderas, es decir, la imposibilidad de conocer objetivamente lo que nos rodea; de este escepticismo se suele decir que se refuta a sí mismo o que es imposible, puesto que se niega en su propia afirmación (Si “nada es verdadero”, entonces tampoco esa afirmación es verdadera). El escepticismo moderado o relativo sostiene que son pocos los enunciados objetivamente verdaderos, o bien establece dudas razonadas sobre la capacidad de la mente humana de poder conocer las cosas y, por lo mismo, la somete a examen. Este escepticismo propugna una actitud crítica ante el dogmatismo (postura que sostiene que sí existen afirmaciones verdaderas incuestionables). Históricamente, las afirmaciones de escepticismo moderado aparecen tanto en épocas de decadencia cultural o cansancio intelectual, como de renovación e Ilustración, y la historia misma de la filosofía occidental alterna épocas de escepticismo y dogmatismo. La duda metódica y el espíritu crítico o el rigor científico son manifestaciones prácticas de un escepticismo moderado. ¿Cuándo surgió el escepticismo? Históricamente el escepticismo es una corriente de la filosofía helenística, el pirronismo, o escuela escéptica que nace con Pirrón de Elis (360-272 a.C.) y su discípulo Timón de Fliunte (325/320-235/230 a. C.). Para ellos, ni los sentidos ni la razón pueden suministrarnos un conocimiento verdadero, por lo que lo más sabio, si queremos llegar a la ataraxia (estado de imperturbabilidad, paz o plenitud que se obtiene a partir del dominio o extinción de las pasiones), es permanecer indiferentes a todo absteniéndonos de hacer juicios; los estoicos llamaron a esta suspensión de juicios epokhé. Enesidemo de Cnossos (hacia al año 50 a.C.) renueva el pirronismo antiguo y estudia sus «tropos», o lista de contraposiciones que fundamentan el escepticismo de la vida (Razonamientos pirrónicos). Hacia el s. II d.C. el escepticismo se funde con el empirismo médico. En esta corriente destaca Sexto Empírico (Alejandría, hacia la segunda mitad del s. II d.C.), el autor más importante para el conocimiento del escepticismo antiguo, que lo entiende como el arte de enfrentar todas las contradicciones de las cosas y el pensamiento; el escéptico logra la ataraxia, o tranquilidad interior, renunciando a decidir sobre opiniones contradictorias. “...cuando el escéptico, para adquirir la serenidad de espíritu, comenzó a filosofar sobre lo de enjuiciar las representaciones mentales y lo de captar cuales son verdaderas y cuales falsas, se vio envuelto en la oposición de conocimientos de igual validez y, no pudiendo resolverla, suspendió sus juicios y, al suspender sus juicios, le llegó como por azar la serenidad de espíritu en las cosas que dependen de la opinión.” Sexto Empírico. Esbozos pirrónicos Entonces, esquematizando, decimos que el escepticismo surge bajo la esperanza de alcanzar una cierta paz, serenidad de espíritu (ataraxia) –objetivo general que perseguían todas las escuelas filosóficas de la época helenística, como los estoicos y epicúreos-: Con razón decimos que el fundamento del escepticismo es la esperanza de conservar la serenidad del espíritu. En efecto, los hombres mejor nacidos, angustiados por la confusión existente en las cosas y dudando de con cuál hay que estar más de acuerdo, dieron en investigar qué es la verdad en las cosas y qué la falsedad; ¡como si por la solución de esas cuestiones se mantuviera la serenidad del espíritu! Por el contrario, el fundamento de la construcción escéptica es ante todo que a cada proposición se le opone otra proposición de igual validez. A partir de eso, en efecto, esperamos llegar a no dogmatizar. Sexto Empírico, Esbozos Pirrónicos (IV, 12 ss.) En esta búsqueda, los escépticos encuentran que el mejor camino es la suspensión del juicio (epojé o epokhé), ya que cualquier afirmación o intento de defensa de una teoría no hace más que recaer en el dogmatismo que ellos critican: cualquier afirmación de la verdad de algo supone la aceptación incuestionada de dicha verdad, cuando en realidad, sostienen los escépticos, todas las afirmaciones están sujetas a una serie de contradicciones que hacen que sea imposible sostenerlas. ... el escepticismo es la capacidad de establecer antítesis en los fenómenos y en las consideraciones teóricas, según cualquiera de los tropos; gracias a lo cual nos encaminamos en virtud de la equivalencia entre las cosas y proposiciones contrapuestas— primero hacia la suspensión del juicio y después hacia la ataraxia (Esbozos pirrónicos I, 8 ss.). “El hombre no se fía; surgen las generaciones recelosas y suspicaces, que dudan de que la verdad se deje alcanzar por el hombre. Así ocurre en el mundo antiguo, y el proceso de descenso de la teoría, iniciado a la muerte de Aristóteles, es contemporáneo de la formación de las escuelas escépticas. Este escepticismo suele encontrar una de sus raíces en la pluralidad de opiniones: al tener conciencia de que se han creído muy diversas cosas acerca de cada cuestión, se pierde la confianza en que ninguna de las respuestas sea verdadera o que una nueva más lo sea. (…) Hay que distinguir, sin embargo, entre el escepticismo como tesis filosófica y como actitud vital. En el primer caso es una tesis contradictoria, pues afirma la imposibilidad de conocer la verdad, y esta afirmación pretende ser ella misma verdadera. El escepticismo como tesis, pues, se refuta a sí propio, al formularse. Otra cosa es la abstención de todo juicio, el escepticismo vital, que no afirma ni niega. Este escepticismo aparece una y otra vez en la historia, aunque también es problemático que la vida humana pueda mantenerse flotante en esa abstención sin arraigar en convicciones. El primero y más famoso de los escépticos griegos, si prescindimos de antecedentes sofísticos, es Pirrón, a comienzos del siglo IV antes de Jesucristo. Otros escépticos son Timón, Arquesilao y Carneades, que vivieron en los siglos IV y III. Después, y a partir del siglo I de nuestra era, aparece una nueva corriente escéptica, con Enesidemo y el famoso Sexto Empírico, que escribió unas Hipotiposis pirrónicas.” Marías, Julián. Historia de la filosofía. Madrid: Biblioteca de la Revista de Occidente, 1980, pp. 92-93 Problemas y fortalezas de la actitud escéptica El escepticismo radical es prácticamente imposible de sostener, desde el momento en que es contradictorio (Si “nada es verdadero”, entonces la misma afirmación no lo es, por tanto “es falso que ‘nada es verdadero’”, así que sí hay algo verdadero), además de que implica la imposibilidad de contacto alguno con el mundo o con otros hombres, desembocando en la imposibilidad de tener siquiera algún tipo de comunicación o entendimiento con el otro. Sin embargo, cierta actitud escéptica en un tono más moderado, cierta desconfianza, cuestionamiento, duda de las verdades establecidas, aunque sea a modo de método para alcanzar la verdad, puede ser fructífero para animarnos a investigar, indagar, conocer: es, de hecho, la actitud que mueve a la búsqueda filosófica. [2 p] Completa los espacios en blanco del siguiente crucigrama, escribiendo la palabra o su definición según corresponda. 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 A T E S C A R E A X X I E N N C E O E S C E P T I C I S M O P O K H E P T I C O R A E M O I U D N E I M C O A C I O N Referencias 1 2 3 4 5 6 7 8 9 Concepción gnoseológica según la cual es posible sostener un conocimiento objetivo de lo que nos rodea, existiendo ciertas afirmaciones cuya verdad es incuestionable. El escepticismo se refuta a sí mismo, ya que si afirma que "Ninguna afirmación es verdadera", entonces tampoco lo es esa misma afirmación. Por eso decimos que es……. Filósofo del siglo II a. C. que vuelve a revisar y fundamentar el escepticismo. Según Julián Marías, debemos diferenciar dos clases de escepticismo: uno entendido como tesis filosófica, que se contradice a sí mismo, y otro entendido como una……. Filósofo griego antiguo fundador de la primera escuela escéptica. 10 11 12 Tipo de escepticismo relativo, no radical, que examina nuestro conocimiento del mundo y establece algunas dudas razonables sobre nuestra capacidad de conocer. El escepticismo luego de su surgimiento histórico Más allá de su surgimiento histórico como corriente filosófica en la Grecia Antigua, el escepticismo como actitud vital de cuestionamiento, de duda, de desconfianza, de indagación, ha continuado asomándose a lo largo de la historia. Con variaciones, más radical (negando absolutamente la posibilidad de conocer) o bien en variantes más moderadas (desconfiando, dudando de ciertos conocimientos), o como método para alcanzar un conocimiento certero (la duda como vía de indagación para llegar a sostener algún conocimiento sólido). Las actitudes escépticas se manifiestan en forma de argumentos. Un argumento es un razonamiento que busca demostrar o justificar determinada afirmación. Los argumentos escépticos, entonces, son razonamientos, conjuntos de proposiciones, que buscan fundamentar la conclusión de que no es posible enunciar una afirmación verdadera sobre el mundo. Hay quienes dicen que la Teoría del conocimiento no es más que el permanente intento de responder al escéptico, de combatir los argumentos escépticos. A lo largo de la historia del pensamiento, han ido apareciendo argumentos escépticos en distintas formas, pero en general mostrando reformulaciones de ciertos planteos centrales que veremos a continuación. “El escepticismo en su forma más interesante depende siempre de un argumento; cuanto mejor es el argumento, más fuerte es la forma de escepticismo que genera. Dado que depende de un argumento, debe poder ser expresado en forma de conclusión. La conclusión escéptica es la de que el conocimiento es imposible. Nadie sabe nada de hecho, porque nadie puede saber nada.” Dancy, Jonathan. Introducción a la epistemología contemporánea. Madrid: Tecnos, 1993, p. 21 ¿Cómo son los argumentos escépticos? “«Los escépticos -señala Verneaux- no están faltos de argumentos; tienen, por el contrario, un gran número de ellos que desarrollan con un ingenio y una sutileza sin igual». Son argumentos que formularon y discutieron ya los pensadores griegos y que -de una forma u otra- han repetido todos los escépticos que en la historia han sido. Se podrían esquematizar así: l. La diversidad de opiniones humanas y las contradicciones de los filósofos. Es un argumento comprensible por todos y que sigue siendo ocasión de «escándalo» para muchos Sobre cualquier cuestión, los distintos hombres defienden las opiniones más diversas, y cada uno cree tener razón. ¿Quién posee la verdad? No lo podemos saber a ciencia cierta. En todo caso, nuestro juicio no será más que una opinión junto a las otras. Y si de la vida cotidiana pasamos a las tesis de los filósofos; el panorama es aún más confuso. Porque parece que no hay doctrina -por extraña que sea- que no haya sido defendida por algún filósofo y, entonces, ninguna puede tenerse por verdadera con certeza. 2. El error y la ilusión. Es un hecho que nos equivocamos con frecuencia, con demasiada frecuencia. Los sentidos nos engañan, haciendo pasar las apariencias por realidades. La ilusión de espejismos y fuegos fatuos nos acecha por doquier. Y también la, inteligencia yerra al juzgar y razonar. Mientras dormimos, consideramos los sueños como sucesos que realmente nos pasan: ¿cómo sabemos, entonces, que no soñamos siempre. Muchos hombres -en mayor o menor gradopadecen de manías y obsesiones, que les llevan a dar vida a los fantasmas de su mente. ¿Dónde se encuentran las fronteras entre ilusión y la verdad, el sueño y la vigilia, la demencia y la cordura? No podemos saberlo, porque quizá también nosotros erramos, es sueño nuestra vida o locura nuestro empeño. 3., La relatividad del conocimiento. Los conocidos versos lo expresan con ingenio y malicia: “nada es verdad ni mentira” pues depende del color/del cristal con que se mira». Toda cosa es conocida y valorada por un sujeto determinado, lleno de prejuicios y compromisos, hasta el punto de que confunde sus deseos con la realidad: conocimiento e interés se vuelven lo mismo.. Además, siempre se conoce desde una situación concreta y limitada. Lo que es verdad hoy puede no serlo mañana. Algo que no es cierto para mí, lo es para tí. Tal parece que todo objeto de conocimiento queda teñido por el tono de la subjetividad de cada cognoscente. No hay conocimientos utópicos ni intemporales: son hijos de una cultura y de una época histórica, en función de las cuales hay que interpretarlos. Además, las cosas mismas no existen aisladas, sino insertas en un complejo tejido de relaciones mutuas, que sería preciso -aunque imposible- conocer, para dar cabal cuenta de los objetos. 4. El círculo vicioso. No se debe admitir como cierto nada que no haya sido demostrado. Pero toda demostración se ha de fundar en la verdad de los principios de que parte. Y, a su vez, esos principios se tienen que demostrar con base en otras premisas. Al cabo, todo se demuestra por todo; lo que equivale a decir que nada se demuestra por nada, ya que no hay criterio firme en el que apoyarse. Si se intenta hacer demostraciones, se incurre en un dialelo o circullls viciosus in probandi. Se podría también ir pasando de principio a principio, en una sucesión no circular, sino lineal; pero entonces tampoco se demostraría nada, porque se prolongaría indefinidamente la siempre insatisfecha búsqueda de un terreno seguro sobre el que construir el edificio de la ciencia.” Llano, Alejandro. Gnoseología. España: Ediciones Universidad de Navarra, 1983, pp. 73-75 [1 p] A partir de los textos de la ficha, completa los espacios en blanco del siguiente texto: El escepticismo es una actitud que se traduce en una serie de ______________ que buscan justificar la afirmación de que es ______________ alcanzar conocimiento alguno. Los primeros argumentos escépticos fueron formulados por pensadores griegos (como ______________ o _______________), no obstante, fueron reapareciendo y reformulándose a lo largo de la historia del pensamiento. El argumento más frecuente entre los antiguos se basaba en la diversidad de ______________ humanas y en la cantidad de interpretaciones contradictorias sobre cualquier cuestión: si todos, en efecto, tenemos distintos pensamientos sobre algunas cuestiones complejas, ¿cuál es la versión verdadera? ¿Alguna de las opiniones es verdadera? Este argumento se asocia con el tipo de argumento que sostiene que no existe nada verdadero ni falso, ya que todo depende de quien lo mire. Tal razonamiento sostiene la ______________ del conocimiento. Otro tipo de argumento refiere al hecho de que nos equivocamos con frecuencia; esta clase de argumentos se basan en el __________ y la ______________. Si de hecho los ____________ nos engañan, entonces, ¿cómo sabemos que, por más convencidos que estemos, no estemos confundidos cuando sostenemos alguna verdad? Por último, hay argumentos que se basan en el ____________ ______________: solo es verdadero aquello que esté basado en principios que podamos demostrar; a su vez, aquellos principios serán verdaderos si están basados en principios que se puedan demostrar; y así sucesivamente, si pretende demostrarse absolutamente todo, se incurre en un círculo indefinido en que al final nada puede ser _____________. [3 p] Mira atentamente la película “Matrix” y responde a las siguientes preguntas: 1) Resume con tus palabras de qué se trata la película. 2) ¿Qué argumento escéptico se desprende de la película? 3) Describe alguna escena de la película en donde se pueda observar una actitud escéptica respecto a la posibilidad de conocer el mundo externo. 4) ¿Podríamos, en este momento, estar viviendo en algo similar a una “Matrix” sin saberlo? Fundamenta tu opinión. El argumento de los cerebros en cubetas, según Putnam Nota importante: para este tema, complementar esta ficha con la lectura obligatoria del texto anexo “El cerebro en una cubeta”, del libro “50 cosas que hay que saber de Filosofía” En su libro “Razón, verdad e historia”, el filósofo contemporáneo estadounidense Hilary Putnam describe un “experimento mental” conocido como el “argumento de los cerebros en cubetas”. Un experimento mental es un recurso utilizado para investigar la naturaleza de las cosas. Consiste en imaginar situaciones hipotéticas, recreando escenarios ficticios que nos ayuden a comprender cómo ocurre un determinado acontecimiento, permitiéndonos probar la coherencia de ciertos conceptos o teorías o entender mejor ciertos razonamientos. Esto quiere decir que el autor no dice que “existan” cerebros en cubetas, sino que propone que imaginemos: Si existieran cerebros en una cubeta, ¿qué pasaría? Por eso decimos que no es más que un enunciado hipotético: no afirma que tal situación sea así, sino que la plantea como hipótesis para estimular la reflexión sobre el tema. El propósito de Putnam con este argumento es, en realidad, refutarlo para así combatir el escepticismo. “He aquí una posibilidad de ciencia-ficción discutida por los filósofos: imaginemos que un ser humano (el lector puede imaginar que es él quien sufre el percance) ha sido sometido a una operación por un diabólico científico. El cerebro de tal persona (su cerebro, querido lector) ha sido extraído del cuerpo y colocado en una cubeta de nutrientes que lo mantienen vivo. Las terminaciones nerviosas han sido conectadas a una computadora supercientífica que provoca en esa persona la ilusión de que todo es perfectamente normal. Parece haber gente, objetos, cielo, etc.; pero en realidad todo lo que la persona (usted) está experimentando es resultado de impulsos electrónicos que se desplazan desde la computadora hasta las terminaciones nerviosas. La computadora es tan ingeniosa que si la persona intenta alzar su mano, el «feedback» que procede de la computadora le provocará que «vea» y «sienta» que su mano está alzándose. Por otra parte, mediante una simple modificación del programa, el diabólico científico puede provocar que la víctima «experimente» (o alucine) cualquier situación o entorno que él desee. También puede borrar la memoria de funcionamiento del cerebro, de modo que la víctima crea que siempre ha estado en ese entorno. La víctima puede creer incluso que está sentado, leyendo estas mismas palabras acerca de la suposición, divertida aunque bastante absurda, de que hay un diabólico científico que extrae cerebros de los cuerpos y los coloca en una cubeta de nutrientes que los mantiene vivos. Las terminaciones nerviosas se suponen conectadas a una computadora supercientífica que provoca en la persona la ilusión de…” Putnam, Hilary. Razón, verdad e historia ¿Cómo sabemos que no somos cerebros en una cubeta? Si fuéramos cerebros en una cubeta, ¿podríamos saber que lo somos? El argumento de los cerebros en cubetas es una reformulación inspirada en el argumento del “genio maligno” ideado por Descartes (1596-1650), el filósofo que da inicio a la filosofía moderna. [3 p] A partir de la lectura del texto anexo “El cerebro en una cubeta”, del libro “50 cosas que hay que saber sobre Filosofía”, responde a las siguientes preguntas: 1) ¿Por qué afirma el autor que Descartes y Putnam actúan como “abogados del diablo”? 2) ¿En qué consiste el argumento de Bostrom? 3) ¿Qué ventajas y desventajas encuentra el autor respecto a la adopción de una actitud escéptica? Descartes: el genio maligno La duda como método “Descartes se encuentra en una profunda inseguridad. Nada le parece merecer confianza. Todo el pasado filosófico se contradice; las opiniones más opuestas han sido sostenidas; de esta pluralidad nace el escepticismo (el llamado pirronismo histórico). Los sentidos nos engañan con frecuencia; hay, además, el sueño y la alucinación; el pensamiento no merece confianza, poique se cometen paralogismos y se cae con frecuencia en el error. Las únicas ciencias que parecen seguras, la matemática y la lógica, no son ciencias reales, no sirven para conocer la realidad. ¿Qué hacer en esta situación? Descartes quiere construir, si esto es posible, una filosofía totalmente cierta, de la que no se pueda dudar; y se encuentra sumergido hasta lo más hondo en la duda. Y esta ha de ser, justamente, el fundamento en que se apoye; Descartes parte, al empezar a filosofar, de lo único que tiene: de su propia duda, de su radical incertidumbre. Hay que poner en duda todas las cosas, siquiera una vez en la vida, dice Descartes. No ha de admitir ni una sola verdad de la que pueda dudar. No basta con que él no dude realmente de ella; es menester que la duda no quepa ni aun como posibilidad. Por eso hace Descartes de la Duda el método mismo de su filosofía. Únicamente si encuentra algún principio del cual no quepa dudar, lo aceptará para su filosofía.” Marías, Julián. Historia de la filosofía. Madrid: Biblioteca de la Revista de Occidente, 1980, p. 206 [A partir de fragmentos extraídos de la Encyclopaedia Herder de Filosofía] René Descartes (1596-1650) fue el más destacado filósofo francés, padre de la filosofía moderna e iniciador del racionalismo. El núcleo de la filosofía cartesiana es el estudio del fundamento en que se basa el conocimiento humano, hasta el punto que se puede decir que con él aparece la teoría del conocimiento como tema central de la filosofía moderna. ¿Cuáles son las verdades que podemos conocer con certeza? Ésta es la cuestión central del Discurso del método y, sobre todo, de la primera de las Meditaciones Metafísicas. Descartes se inspira en las matemáticas para desarrollar un método que aporte certeza al espíritu humano en todas las cuestiones. Tendrá por ciertas sólo aquellas ideas que se ofrezcan claras (ciertamente presentes a la conciencia) y distintas (bien analizadas) a la consideración de la mente. La búsqueda del fundamento parte de la duda. Es posible, dice, dudar de todas las percepciones de los sentidos, porque a veces engañan y, además, a los hombres nos sucede que en ocasiones no sabemos si lo que nos pasa es en sueños o estando despiertos, con lo que la duda abarca no sólo una determinada sensación, sino la misma vida corporal en conjunto: puede que todo no sea más que un sueño. De esta enorme duda asoma temporalmente una certeza: ni en sueños es posible dudar de las verdades matemáticas, según las cuales 2 y 3 hacen 5 -también durante el sueño- y un cuadrado no puede tener más de cuatro lados. Hacía tiempo que había advertido que, en relación con las costumbres, es necesario en algunas ocasiones seguir opiniones muy inciertas tal como si fuesen indudables, según he advertido anteriormente. Pero puesto que deseaba entregarme solamente a la búsqueda de la verdad, opinaba que era preciso que hiciese todo lo contrario y que rechazase como absolutamente falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda, con el fin de comprobar si, después de hacer esto, no quedaría algo en mi creencia que fuese enteramente indudable. Así pues, considerando que nuestros sentidos en algunas ocasiones nos inducen a error, decidí suponer que no existía cosa alguna que fuese tal como nos la hacen imaginar. Y puesto que existen hombres que se equivocan al razonar en cuestiones relacionadas con las más sencillas materias de la geometría y que incurren en paralogismos, juzgando que yo, como cualquier otro, estaba sujeto a error, rechazaba como falsas todas las razones que hasta entonces había admitido como demostraciones. Y, finalmente, considerando que hasta los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos pueden asaltarnos cuando dormimos, sin que ninguno en tal estado sea verdadero, me resolví a fingir que todas las cosas que hasta entonces había alcanzado mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero, inmediatamente después, advertí que, mientras deseaba pensar de este modo que todo era falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. Y dándome cuenta de que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y segura que todas las más extravagantes suposicionesde los escépticos no eran capaces de hacerla tambalear juzgué que podía admitirla sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que yo indagaba. Descartes, René. Discurso del Método. Madrid: Alfaguara, 1981, pp. 24-25 No obstante, la duda metódica de Descartes busca otra alternativa a esta situación: el genio maligno. El argumento del genio maligno también es un experimento mental como el de Putnam, ya que Descartes no dice que “exista” un genio maligno, sino que plantea la situación hipotética, ficticia, de la existencia de tal genio, para que reflexionemos: Si existiera un genio maligno, ¿qué pasaría? Al igual que pasa con Putnam, Descartes plantea esa hipótesis escéptica para luego refutarla y así combatir el escepticismo. “Así pues, supondré que hay, no un verdadero Dios -que es fuente suprema de verdad-, sino cierto genio maligno, no menos artero y engañador que poderoso, el cual ha usado de toda su industria para engañarme. Pensaré que el cielo, el aire, la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y las demás cosas exteriores, no son sino ilusiones y ensueños, de los que él se sirve para atrapar mi credulidad. Me consideraré a mí mismo como sin manos, sin ojos, sin carne, ni sangre, sin sentido alguno, y creyendo falsamente que tengo todo eso. Permaneceré obstinadamente fijo en ese pensamiento, y, si, por dicho medio, no me es posible llegar al conocimiento de alguna verdad, al menos está en mi mano suspender el juicio. Por ello, tendré sumo cuidado en no dar crédito a ninguna falsedad, y dispondré tan bien mi espíritu contra las malas artes de ese gran engañador que, por muy poderoso y astuto que sea, nunca podrá imponerme nada... (…) Así pues, supongo que todo lo que veo es falso; estoy persuadido de que nada de cuanto mi mendaz memoria me representa ha existido jamás; pienso que carezco de sentidos; creo que cuerpo, figura, extensión, movimiento, lugar, no son sino quimeras de mi espíritu. ¿Qué podré, entonces, tener por verdadero? Acaso esto solo: que nada cierto hay en el mundo. Pero ¿qué sé yo si no habrá otra cosa, distinta de las que acabo de reputar inciertas, y que sea absolutamente indudable? ¿No habrá un Dios, o algún otro poder, que me ponga en el espíritu estos pensamientos? Ello no es necesario: tal vez soy capaz de producirlos por mí mismo. Y yo mismo, al menos, ¿no soy algo? Ya he negado que yo tenga sentidos ni cuerpo. Con todo, titubeo, pues ¿qué se sigue de eso? ¿Soy tan dependiente del cuerpo y de los sentidos que, sin ellos, no puedo ser? Ya estoy persuadido de que nada hay en el mundo; ni cielo, ni tierra, ni espíritus, ni cuerpos, ¿y no estoy asimismo persuadido de que yo tampoco existo? Pues no: si yo estoy persuadido de algo, o meramente si pienso algo, es porque yo soy. Cierto que hay no sé qué engañador todopoderoso y astutísimo, que emplea toda su industria en burlarme. Pero entonces no cabe duda de que, si me engaña, es que yo soy; y, engáñeme cuanto quiera, nunca podrá hacer que yo no sea nada, mientras yo esté pensando que soy algo. De manera que, tras pensarlo bien y examinarlo todo cuidadosamente, resulta que es preciso concluir y dar como cosa cierta que esta proposición: “yo soy, yo existo”, es necesariamente verdadera, cuantas veces la pronuncio o la concibo en mi espíritu.” Descartes, René. Meditaciones Metafísicas Nadie nos dice que sea imposible que estemos sometidos al dominio de un dios maligno, «artero, engañador y poderoso» que nos confunda en lo tocante a la certeza de las nociones matemáticas. Es decir, nuestra naturaleza puede ser tal que nos confunda cuando creemos entender que algo es verdadero o falso. También es posible, pues, dudar de la certeza de las matemáticas. Con todo, hay algo que escapa al poder del genio maligno y a la posibilidad misma de que la naturaleza humana funcione mal: si el dios maligno me engaña, existo; si me engaño a mí mismo, también existo. En resumen, la duda lleva a la conciencia de pensar, por lo que afirma: «pienso, por tanto existo» (cogito, ergo sum). En el hecho de pensar se nos muestra, por intuición o por razonamiento inmediato, que existimos. Ésta es la primera verdad que el método de la duda cartesiana permite hallar, y éste es el inicio de la filosofía de Descartes, así como el fundamento de la filosofía racionalista moderna: la inmediatez de la propia conciencia o la subjetividad; de las ideas de las cosas se pasa inmediatamente al conocimiento de la existencia de las mismas. Entonces, ha logrado demostrar Descartes la existencia del sujeto pensante. Ahora le queda una tarea complicada: ¿cómo hacer para demostrar la existencia de las cosas externas al sujeto? No puede simplemente aceptar lo que se le presenta ante la conciencia como existente, ya que el genio maligno, incapaz de hacerle dudar de la propia existencia, sí puede confundirle en cualquier otra idea que le parezca evidente. Ha de probar, pues, que no puede existir un genio maligno empeñado en estas tareas, sino que el hombre, y con él la razón humana, es obra de un Dios omnipotente y bueno. Es decir: solo probando que existe un Dios omnipotente y bueno, podrá Descartes probar que no existe genio maligno; y si no existe genio maligno, entonces sí podrá sostener que las ideas que se nos presentan como claras y evidentes corresponden a cosas existentes independientemente del sujeto. Descartes ofrece dos pruebas de la existencia de Dios en las Meditaciones. Veamos una de ellas: Por «Dios» entiendo una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente, que me ha creado a mí mismo y a todas las demás cosas que existen [si es que existe alguna]. Pues bien, eso que entiendo por Dios es tan grande y eminente, que cuanto más atentamente lo considero menos convencido estoy de que una idea así pueda proceder sólo de mí. Y, por consiguiente, hay que concluir necesariamente, según lo antedicho, que Dios existe. Pues, aunque yo tenga la idea de sustancia en virtud de ser yo una sustancia, no podría tener la idea de una sustancia infinita, siendo yo finito, si no la hubiera puesto en mí una sustancia que verdaderamente fuese infinita. Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas, Meditación tercera (Alfaguara, Madrid 1977, p. 39-40). Probada la existencia de Dios, desaparece la duda que podría originar un posible genio maligno y, con ello, cualquier duda acerca del criterio de evidencia. [3 p] Responde a las siguientes preguntas: 1) ¿Qué similitudes y diferencias existen entre el argumento de los “cerebros en cubetas” y el argumento del “genio maligno” de Descartes? 2) ¿Qué quiere decir que Descartes utiliza una “duda metódica”? 3) ¿A qué conclusión llega Descartes con su argumento del “genio maligno”? 4) ¿Qué otro argumento utiliza, posteriormente, para demostrar la existencia de las cosas? 5) ¿Qué crítica podrías realizarle a los argumentos de Descartes? Fundamenta tu respuesta.