Escuchar para Sanar Margaret Wheatley Publicado en Shambhala Sun, diciembre 2001 Estás leyendo esto en d iciembre, p ero lo h e escrito pocos días d espués d el 11 d e s eptiembre de 2001. He tratado d e imaginar cómo s e s iente el mundo ahora, dos meses después ¿qué más pudo haber pasado, qué ha cambiado, cómo nos s entimos cada uno de nosotros, s i estamos más divididos o más conectados? A falta d e una bola d e cristal, me enfoco en las cosas que creo ser ciertas todo el tiempo y para la mayoría d e las situaciones. Y así, d ecido escribir sobre una de estas verdades duraderas: una gran curación es alcanzable cuando nos escuchamos unos a los otros. Escuchar es un acto muy s imple. Requiere que estemos presentes y esto n ecesita practicarse, pero n o tenemos que hacer nada más. No tenemos que hacer recomendaciones, o dirigir o sonar como sabios. Sólo tenemos que tener la voluntad de sentarnos y escuchar. Si podemos hacer eso, creamos momentos en que la verdadera cura es a lcanzable. Sin importar que vida nos ha tocado, si podemos contar nuestra historia a alguien q ue escuche, s e nos hace más fácil lidiar con lo que nos ocurre. He visto el p oder curativo d e la b uena escucha tan a menudo que me pregunto s i tú también lo has notado. Pudo haber la ocasión cuando un amigo te estaba contando u na historia tan dolorosa que te quedaste sin palabras. No podías p ensar en nada que d ecir, así que sólo te sentaste ahí, escuchando atentamente, p ero s in d ecir palabra alguna. ¿Y cuál fue el resultado de tu silencio s incero, d e tu escucha? Una joven mujer n egra d e África d e Sur les enseñó a u nas de mis a migas, una profunda lección acerca d e la escucha. Estaba sentada en un círculo d e mujeres de muchos países, y cada mujer tuvo la oportunidad d e contar una h istoria d e su vida. Cuando llegó su turno, empezó discretamente a contar una h istoria d e horror – d e como ella había encontrado a sus abuelos masacrados en su pueblo. Muchas de las mujeres eran Occidentales, y en la presencia d e tal sufrimiento, instintivamente quisieron hacer algo. Querían arreglarlo, hacerlo mejor, cualquier cosa para quitar el dolor d e esta tragedia de tan joven vida. La joven mujer s entía su compasión, p ero también las sintió a cercándose a ella. Levantó las manos, como para hacer para atrás sus d eseos d e a yudar. Y les dijo: “No n ecesito que me arreglen. Sólo necesito que me escuchen”. Ese día ella enseñó a muchas mujeres que s er escuchada es suficiente. Si podemos contar nuestra historia, y saber que otros pueden oírla, de alguna manera estamos sanando con eso. Durante las audiencias d e La Comisión d e la V erdad y Reconciliación en África de Sur, muchos t h e b e r k a n a i n s t i t u t e | 3 0 8 west first avenue, suite 207 | spokane, wa | 9 9 2 0 2 | 5 0 9 . 8 3 5 .4 2 2 8 de quienes testificaron sobre las a trocidades que habían sufrido bajo el Apartheid hablan d e haber sanado con sus propios testimonios. Sabían que muchas p ersonas estaban escuchando sus historias. Un joven que quedó ciego cuando un policía d isparó una bala en su cara a quemarropa d ijo: “Siento como si me hubieran d evuelto la vista a l venir aquí y contar la historia. S iento que lo que me ha tenido enfermo todo el tiempo es el h echo de no haber podido contar mi h istoria. Pero ahora s e s iente como s i mi vista hubiera regresado al venir aquí y contarles la historia.” ¿Porqué s er escuchado cura tanto? No s é toda la respuesta a esta pregunta, p ero s é que tiene que ver con el h echo d e que escuchar crea relaciones. Por la ciencia sabemos que nada en el universo existe como entidad a islada o independiente. Cada cosa toma forma p or sus relaciones, ya s ean partículas subatómicas compartiendo energía o ecosistemas compartiendo alimento. En la red d e la vida, nada vive en soledad. Nuestro estado natural es estar juntos. A p esar d e que seguimos a lejándonos d e los demás, no hemos p erdido la n ecesidad d e relacionarnos. Cada p ersona tiene u na historia, y cada p ersona quiere contar su h istoria para hacer relaciones. Si nadie nos escucha, la contamos a nosotros mismos y enloquecemos. En inglés, la palabra s alud (health) proviene de la misma raíz q ue la palabra íntegro ( whole). No podemos estar sanos s i no nos relacionamos. E íntegro ( whole) viene d e la misma raíz que sagrado (holy). Escuchar nos acerca, nos ayuda d e estar más completos, más sanos, más sagrados. No escuchar crea fragmentación, y la fragmentación es la raíz d e todo sufrimiento. El Arzobispo Desmond Tutu d escribe esta era como el tiempo d el “desquebrajamiento radical” en todas nuestras relaciones. En cualquier parte donde miramos a la familia global, vemos la desconexión y el temor d e unos a otros. Por ejemplo, ¿cuántos jóvenes hoy, en muchos lugares, se quejan que nadie les escucha? Sienten que no son tomados en cuenta y que son ignorados, y lastimados se conectan entre ellos para crear sus propias subculturas. He escuchado a dos grandes maestros, Malidoma SomŽ d e Burkina Faso en África d el Oeste y Parker Palmer de los Estados Unidos, hacer este comentario: “Se puede reconocer que una cultura está en d ificultades cuando sus ancianos se cruzan la calle para evitar encontrarse con los jóvenes”. Es imposible construir una cultura sana si rechazamos encontrarnos, y s i n os negamos a escuchar. Pero s i nos encontramos, y cuando escuchamos, re-­‐tejemos el mundo a su integridad. Y sacralidad. Esta es una era cada vez más ruidosa –la gente se grita unos a otros en la prensa, en el trabajo, en la televisión–. Creo que el volumen está directamente relacionado con nuestra n ecesidad de s er escuchados. En lugares públicos, en los medios, recompensamos lo más ruidoso y lo más extravagante. La gente está p idiendo a gritos, literalmente, atención, y hará lo que s ea necesario para hacerse notar. Las cosas s eguirán s iendo más ruidosas hasta que a verigüemos cómo sentarnos y escuchar. La mayoría d e nosotros a gradeceríamos s i las cosas fueran menos ruidosas. Podemos hacer nuestra parte, empezando a bajar el volumen p or nuestra propia voluntad d e escuchar. t h e b e r k a n a i n s t i t u t e | 3 0 8 west first avenue, suite 207 | spokane, wa | 9 9 2 0 2 | 5 0 9 . 8 3 5 .4 2 2 8 2 Una maestra me contó como un d ía un joven d e dieciséis años p erdió el control –gritando airadamente, amenazándole verbalmente–. Pudo haber llamado los autoridades –había leyes que la protegían d e tal abuso–. En vez d e eso, s e s entó, y le pidió a l estudiante q ue hablara con ella. Le tomó cierto tiempo calmarse, ya que estaba muy a gitado y s eguía paseándose por el aula d e un lado a otro. Pero al final s e le acercó y empezó a hablar d e su vida. Ella sólo escuchaba. Nadie le había escuchado en mucho tiempo. Su silencio atento le dio espacio para verse a sí mismo, oírse a s í mismo. No le ofreció consejo. No podía imaginarse su vida, y no tenía que hacerlo. Él p odía hacerlo por s í mismo u na vez que ella le había escuchado. Me encanta el pasaje b íblico: “Siempre que dos o más se juntan, yo estoy ahí.” Esto d escribe para mí la sacralidad d e los momentos de verdadera escucha. La salud, la integridad, la santidad d e una nueva relación formándose. Tengo una playera d e una conferencia que d ice: “No puedes odiar a alguien cuya h istoria ya sabes”. No te tiene que gustar la h istoria, ni siquiera la p ersona q ue te cuenta su historia. Pero la escucha crea una relación. Nos a cercamos el uno a l otro. Me gustaría animar a todos nosotros a jugar un papel en la gran curación que tiene que pasar por todas partes. Piensa en a quién puedes a cercarte –alguien que no conoces, que no te cae bien, o cuya manera d e vivir es un misterio para ti–. ¿Qué s ería lo n ecesario para empezar una conversación con esa persona? ¿Serías capaz d e p edirle su opinión o una explicación, y luego sentarte en silencio para escuchar su repuesta? ¿Podrías dejar d e discutir, d efenderte o d ecir cualquier cosa por un tiempo? ¿Le invitarías a seguir contando su versión d e las cosas, su parte de la h istoria? Hace falta valor para comenzar este tipo d e conversación. Pero escuchar, en vez d e d iscutir, también es más fácil. Una vez que había practicado a lgunas veces este nuevo rol, me pareció muy agradable. Y pude aprender cosas que nunca hubiera sabido s i hubiera interrumpido o dado un consejo. Ahora s é que ni yo ni el mundo cambian a través d e mis bien racionalizados argumentos apasionadamente presentados. Las cosas cambian cuando h e creado el más s imple movimiento hacía la integridad, moviéndome más cerca d el otro a través d e mi escucha paciente y d isponible. Nota: Este escrito se adaptó d el n uevo libro d e Wheatley: Turning to One Another: Simple Conversations to Restore Hope to the Future, enero, 2002. t h e b e r k a n a i n s t i t u t e | 3 0 8 west first avenue, suite 207 | spokane, wa | 9 9 2 0 2 | 5 0 9 . 8 3 5 .4 2 2 8 3