Localización, caracterización y delimitación de un tipo de momento electivo previo al mecanismo. Location, characterization and delimiting of a type of elective moment previous to the mechanism. Martín Alomo* Anuario de Investigaciones, Vol. XVII, Secretaría de Investigaciones, Facultad de psicología, UBA, 2010. Resumen Destinamos este informe a la exposición de nuestros avances respecto de uno de los objetivos específicos del proyecto UBACyT P039: “Momentos electivos en el tratamiento psicoanalítico de las neurosis – En el servicio de Clínica de Adultos de la Facultad de Psicología, UBA”, dirigido por Gabriel Lombardi. Tal objetivo declara: “definir y distinguir momentos electivos de otras situaciones que no serían tales”. Procederemos a exponer ejemplos seleccionados de la literatura freudiana para distinguir en ellos qué es mecanismo y qué momento electivo previo. Luego, centraremos nuestros esfuerzos en cumplir con los objetivos que el título enuncia, de acuerdo a los siguientes ejes de análisis: a) la conceptualización lacaniana de la materialidad del símbolo; b) la pragmática lingüística; c) las auto-aplicaciones del lenguaje (Lombardi 2008a); d) la temporalidad del modo de presentación clínica. Palabras clave: Momentos electivos – Neurosis – Mecanismo – Freud – Lacan. Abstract We destine this report to the exhibition of our advances respect to one of the specific aims of the project UBACyT P039: "Elective moments in the psychoanalytic treatment of the neurosis - In the service of Adults' Clinic of the Faculty of Psychology, UBA ", directed by Gabriel Lombardi. Such an aim declares: "to define and to distinguish elective moments of other situations". We will proceed to expose examples selected of the freudian literature to distinguish in them what is mechanism and what previous elective moment. Then, we will centre our efforts in expiring with the aims that the title enunciates, in * Universidad de Buenos Aires. UBACyT, Proyecto P039. martinalomo@hotmail.com 1 agreement to the following axes of analysis: a) the lacanian conceptualization of the symbol’s materiality; b) the linguistic pragmatics; c) the auto-applications of the language (Lombardi 2008a); d) temporality of the way of clinical presentation. Key words: Elective moments - Neurosis - Mechanism - Freud - Lacan. Introducción Comenzaremos por exponer ejemplos seleccionados de la literatura freudiana para distinguir en ellos qué es mecanismo y qué toma de posición del ser hablante previa a aquel. Luego, centraremos el esfuerzo de este informe en cumplir con los objetivos que el título enuncia, de acuerdo a los siguientes puntos: a) una elucidación de las elecciones del ser hablante, y específicamente del momento electivo previo (MEP) al mecanismo, en relación a la conceptualización lacaniana de la materialidad radical del símbolo; b) apoyados en la pertinencia de utilizar la noción austiniana de acto de habla (Austin 1962) como herramienta válida para la elucidación del concepto de acto en psicoanálisis, cuestión que podemos asumir como suficientemente establecida (Lombardi 1993a, 57-79 y 2008a, 29-30; Lutereau y Cellerino 2009, 208-10) nos serviremos específicamente de las nociones de acto locucionario e ilocucionario para analizar la toma de posición del ser hablante en el MEP; c) nos interesará también trabajar con dos herramientas conceptuales elaboradas por uno de nosotros a propósito de la articulación entre clínica psicoanalítica y lógica matemática. Nos referimos a la clínica de la autorreferencia y, en particular, a dos tipos discernidos en dicha elaboración: la autorreferencia en sentido impropio (A1), y la autorrererencia en sentido propio (A2) (Lombardi 2008a); d) por último, expondremos la temporalidad del modo de presentación clínica del MEP. I. Ejemplos I. 1. Signorelli. Recordemos el célebre olvido de un nombre propio brindado por Freud en los inicios del psicoanálisis y de su Psicopatología de la vida cotidiana. La escena transcurre durante un viaje en coche (Freud 1898, 282). Allí, la charla con su compañero de viaje recorre la actualidad política de la región (Bosnia2 Herzegovina), luego deriva a las “peculiaridades de los turcos que allí viven”, y recala en los pintores italianos. Cuando Freud recomienda “vivamente” a su compañero que no deje de visitar Orvieto “para contemplar allí los frescos del Fin del Mundo y del Juicio Final”, he allí el momento de la manifestación del olvido, de la pausa en el fluir del discurso. Interrupción no buscada ni deseada, al menos conscientemente. Hoy para nosotros es tan obvio que ese nombre es el de Signorelli como lo fue para Freud en un momento posterior a la manifestación del olvido: “(…) debí sobrellevar esta ausencia de recuerdo y el martirio interior a ella conectado (…) hasta que topé con un italiano culto que me liberó comunicándome el nombre: Signorelli. Pude entonces agregar por mí mismo el nombre de pila, Luca” (Freud 1898, 283). Este será el primero de nuestros ejemplos a considerar. En el análisis del mismo ahondaremos en otros detalles. I. 2. “La fe de los antepasados”. Víctor Tausk, discípulo directo de Freud, nos brinda un precioso ejemplo de equívoco significante en acto (se trata de un lapsus linguae), incluido por su maestro en su Psicopatología de la vida cotidiana. Lo encontramos bajo el título “La fe de los antepasados”. Aquí Tausk, de ascendencia judía, nos cuenta que encontró un buen lugar para pasar sus vacaciones junto a los suyos, en casa de una familia amiga. En una charla durante la merienda, la señora de la casa expresa enunciados antisemitas. Sigamos la historia en los términos consignados por Freud: “¨Yo habría debido poner en claro osadamente la situación para dar a mis hijos el ejemplo de ¨valentía en el sostén de las propias convicciones¨, pero temí las penosas explicaciones que suelen seguir a una confesión así. Además, me arredró tener que abandonar el buen alojamiento que habíamos hallado y estropear de ese modo a mis hijos su período de descanso, de por sí breve, en caso de que la conducta de nuestros anfitriones se volviera inamistosa por ser nosotros judíos. Ahora bien, era previsible que mis hijos revelarían la verdad sincera y despreocupadamente si seguían asistiendo a la plática; así pues, quise alejarlos de la reunión enviándolos al jardín. ¨Vayan al jardín, judíos {Juden}¨, dije, y me corregí rápidamente: ¨jóvenes {Jungen}¨. De ese modo, a través de una operación fallida, yo procuraba expresión a mi ¨valentía en el sostén de las propias convicciones¨. Por cierto que los otros no sacaron 3 consecuencia alguna de este desliz, pues no le concedieron importancia. Pero yo tuve que extraer la enseñanza de que la ¨fe de los antepasados¨ no se deja desmentir impunemente cuando uno es hijo y a su vez tiene hijos¨“ (Freud 1901b, 94)1. He aquí el segundo de los ejemplos que tomaremos en consideración. I. 3. “Canal”. En nuestro análisis, nos serviremos también de un sueño de una paciente de Freud, del que éste se ocupa a propósito “del significado de la duda y la incertidumbre en el sueño, con la simultánea contracción del contenido del sueño a un único elemento (…)” (Freud 1901a, 512). Sigamos la letra de Freud: “Una paciente escéptica tiene un sueño (…) en que sucede que ciertas personas le cuentan algo sobre mi libro consagrado al ¨chiste¨ y lo alaban mucho. Entonces se menciona algo acerca de un ¨canal¨, quizás otro libro en que aparece el canal, o si no algo con canal ... ella no sabe ... es totalmente oscuro. (…) A la soñante no se le ocurre nada sobre ¨canal¨; yo, desde luego, tampoco sé decir nada. Tiempo después, en verdad al día siguiente, cuenta que se le ha ocurrido aquello a lo cual quizá corresponda, a saber, un chiste que ha oído contar. En un barco que navega entre Dover y Calais conversa un conocido escritor con un inglés, quien en cierto contexto cita el dicho ¨Du sublime au ridicule il n'y a qu'un pas¨ {¨De lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso¨}. Y el escritor responde: ¨Oui, le Pas de Calais¨ {¨Sí, el Paso de Calais¨}, con lo que quiere decir que encuentra a Francia sublime y a Inglaterra ridícula. Ahora bien, el Pas de Calais es justamente un canal, el Canal de la Mancha” (Freud 1916, 108). Con este sueño, quedan planteados los tres ejemplos sobre los que intentaremos localizar nuestro objeto de estudio: el momento electivo previo al mecanismo. Para ello, será necesario que en primer lugar nos ocupemos de la localización del mecanismo en cuestión. II. Localización del momento electivo previo (MEP) al mecanismo. ¿A qué llamamos mecanismo y a qué momento electivo en los ejemplos expuestos más arriba? Intentaremos demostrarlo paso a paso. 1 El doble entrecomillado se debe a que citamos a Freud, quien a su vez cita a Tausk. 4 II. 1. Signorelli. II. 1. 1. Mecanismo. En este caso, denominamos “mecanismo” a la manifestación de la eficacia de lo reprimido, Herr, Signor, Sig, que afecta al hablante en su discurso, ya que no puede recordar el nombre solicitado. Es a partir del análisis ensayado por Freud sobre la propia materia significante (Boltraffio, Trafoi, Boticelli) y sus asociaciones correspondientes (los turcos, sexualidad, muerte), que nos anoticiamos de los nombres sustitutivos convocados al agujero y las temáticas vinculadas. Pero ello no es lo único convocado allí; también hay una proliferación imaginaria en lugar del significante unterdrükt: Freud cuenta que tiene una visión “hiper-nítida” del cuadro (Freud 1898, 282-3). Queda claro, entonces, a qué llamamos mecanismo en este caso: no se trata sino de la represión, puesta de manifiesto -como no podría ser de otro modo- a partir de sus retornos. En este caso se pone de manifiesto a través del agujero provocado por el olvido, ya que no se consuma un equívoco en forma de lapsus linguae en el ritmo del discurso -como veremos en el caso de Tausk-, sino que el significante faltante provoca una pausa, un silencio que es vacío y detención del discurrir significante, con el surgimiento de una imagen mnémica relativa al elemento faltante. II. 1. 2. MEP. Leamos a Freud: “Supongo que la serie de pensamiento sobre las costumbres de los turcos en Bosnia, etc., cobró la capacidad de perturbar un pensamiento siguiente porque yo había sustraído mi atención de ella antes que concluyera. Lo recuerdo bien; quería yo contar una segunda anécdota que en mi memoria descansaba próxima a la primera. Estos turcos estiman el goce sexual por sobre todo, y en caso de achaques sexuales caen en un estado de desesperación que ofrece un extraño contraste con su resignada actitud ante la proximidad de la muerte. Uno de los pacientes de mi colega le había dicho cierta vez: ¨Sabes tú, Herr, cuando eso ya no ande, la vida perderá todo valor¨. Yo sofoqué la comunicación de ese rasgo característico por no querer tocar ese tema en plática con un extraño. Pero hice algo más: desvié mi atención también de la prosecución de estos pensamientos, que habrían podido anudárseme al tema ¨muerte y sexualidad¨“ (cursivas nuestras) (Freud 1901b, 11). Es luego de esta 5 toma de posición que Freud olvida sin querer lo uno, pretendiendo olvidar adrede lo otro. En cuanto al anudamiento al tema “muerte y sexualidad”, entre otras determinaciones, emerge en el lugar mismo de la manifestación fenoménica del olvido a través del nombre Boltraffio. Freud había recibido la noticia de la muerte de un paciente con “perturbaciones sexuales incurables” en la ciudad de Trafoi, “y este nombre es demasiado semejante a la segunda mitad del nombre ¨Boltraffio¨ para no haber ejercido un influjo de comando sobre la elección de éste” (cursivas nuestras) (Freud 1898, 285-6). Boltraffio, junto a Boticelli, son dos nombres que se ofrecen al rememorar de Freud, como sustitutos equívocos del buscado Signorelli2. Nótese el modo en que Freud refiere a una elección en juego aquí: “un influjo de comando sobre la elección de éste”, es decir: la elección cuyo objeto Boltraffio- quien busca Signorelli inconscientemente obtiene en su división3. Aquí observamos algo del orden de una selectividad automática, una elección en donde lo que elige y lo elegido se nutren de la materialidad del significante, sin el consentimiento del ser hablante (más adelante volveremos sobre este “influjo de comando” freudiano). Sin embargo, este no es nuestro MEP al mecanismo. En el lugar del MEP ubicamos la toma de posición que Freud manifiesta en estos términos: “Yo sofoqué la comunicación de ese rasgo característico”. Aquí nos limitamos a señalar la localización del fenómeno en el ejemplo. Luego de operar del mismo modo con cada uno de los otros dos casos, nos focalizaremos en la caracterización y delimitación del MEP, procurando seguir un movimiento que nos lleve del ejemplo a la conceptualización. II. 2. “La fe de los antepasados” II. 2. 1. Mecanismo. Transcribimos el ejemplo proporcionado por Tausk tal como lo consigna Freud, en el punto en que se manifiesta el mecanismo, que no es otra cosa que un 2 Remitimos al análisis detallado que Freud opera con la materia significante de su olvido y sus intentos fallidos de obtener el nombre buscado (Freud 1898, 286; y 1901b, 12). 3 En su argumentación de por qué la “psicosíntesis” no es una tarea del analista, Freud plantea que “en la vida anímica enfrentamos aspiraciones sometidas a una compulsión de unificar y reunir (…). Así, la psicosíntesis se consuma en el analizado sin nuestra intervención, de manera automática e inevitable”. Y sirviéndose de una analogía química, agrega: “al mismo tiempo que el químico consigue aislar ciertos elementos, se producen síntesis que no estaban en sus designios, a causa de la liberación de las afinidades electivas entre las sustancias” (cursivas nuestras) (Freud 1918, 156-7). 6 equívoco significante puesto en acto sin consentimiento del ser hablante, bajo la forma de un lapsus: “Quise alejarlos de la reunión enviándolos al jardín. ¨Vayan al jardín, judíos {Juden}¨, dije, y me corregí rápidamente: ¨jóvenes {Jungen}¨”. II. 2. 2. MEP. En este caso, localizamos el MEP en el siguiente segmento del relato: “Merendábamos un día con nuestros huéspedes, gente de ordinario amistosa, y la señora de la casa, que no sospechaba el origen judío de los demás miembros del grupo en vacaciones, dirigió unas hirientes invectivas contra los judíos. Yo habría debido poner en claro osadamente la situación para dar a mis hijos el ejemplo de ¨valentía en el sostén de las propias convicciones¨, pero temí las penosas explicaciones que suelen seguir a una confesión así. Además, me arredró tener que abandonar el buen alojamiento que habíamos hallado y estropear de ese modo a mis hijos su período de descanso, de por sí breve, en caso de que la conducta de nuestros anfitriones se volviera inamistosa por ser nosotros judíos” (cursivas nuestras) (Freud 1901b, 94). Podríamos abreviar este MEP, parafraseando el ejemplo Signorelli, del siguiente modo: “Yo sofoqué el sinceramiento de nuestra condición de judíos”. II. 3. “Canal”. II. 3. 1. Mecanismo. En este caso, no difiere el mecanismo, ya que se trata una vez más de represión. Sí, en cambio, difiere el producto: la formación en cuestión es un sueño, y lo que importa entonces, es el relato que lo presenta a su analista. He aquí la manifestación del mecanismo, esta vez correspondiente a una paciente de Freud: “Una paciente escéptica tiene un sueño más largo, en que sucede que ciertas personas le cuentan algo sobre mi libro consagrado al ¨chiste¨ y lo alaban mucho. Entonces se menciona algo acerca de un ¨canal¨, quizás otro libro en que aparece el canal, o si no algo con canal ... ella no sabe ... es totalmente oscuro” (Freud1916, 108). II. 3. 2. MEP. La escucha freudiana se ofrece como tal incluso a los silencios. Al día siguiente, la paciente aporta otras asociaciones que canalizan el sentido del sueño: 7 “A la soñante no se le ocurre nada sobre ¨canal¨; yo, desde luego, tampoco sé decir nada. Tiempo después, en verdad al día siguiente, cuenta que se le ha ocurrido aquello a lo cual quizá corresponda, a saber, un chiste que ha oído contar. En un barco que navega entre Dover y Calais conversa un conocido escritor con un inglés, quien en cierto contexto cita el dicho ¨Du sublime au ridicule il n'y a qu'un pas¨ {¨De lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso¨}. Y el escritor responde: ¨Oui, le Pas de Calais¨ {¨Sí, el Paso de Calais¨}, con lo que quiere decir que encuentra a Francia sublime y a Inglaterra ridícula. Ahora bien, el Pas de Calais es justamente un canal, el Canal de la Mancha” (Freud 1916, 108). Asombrosamente, luego de la intervención abstinente de Freud (su silencio eminentemente ético: “yo, desde luego, tampoco sé decir nada”), las asociaciones entregan una solución al enigma planteado por el sueño. Al respecto, Freud concluye: “¿Si yo creo que esta ocurrencia tiene algo que ver con el sueño? Por cierto que sí; opino que da realmente la solución del elemento ¨canal¨. ¿Acaso pueden suponer que fue agregado con posterioridad? La ocurrencia, en efecto, atestigua el escepticismo que se oculta en la enferma tras sus insistentes y cargosas manifestaciones de asombro, y la resistencia es en verdad el fundamento común de ambas cosas, tanto de su demora en producir la ocurrencia cuanto de que el elemento onírico correspondiente resulte tan impreciso” (Ibíd.). Localizamos el MEP aquí en la posición resistencial que suponemos, con Freud, en la causa de la demora de las asociaciones de la paciente respecto de sus verdaderas opiniones acerca de la teoría del Witz4. Por lo tanto leemos este MEP del mismo modo que los anteriores, se trata de un “yo sofoco”, en este caso adjudicado a la soñante. “Yo sofoco mis opiniones respecto de sus teorías: de lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso; aunque las personas las alaben y las consideren sublimes, no son sino ridículas”, tal podría ser el enunciado crítico hacia Freud que la paciente silencia. Al respecto, Lacan comenta: 4 Nótese la distinción: ubicamos el MEP no en la demora -manifestación de la resistencia- sino en su causa. 8 “Presten atención, pues esto cumple la misma función que el surgimiento de la presencia en el momento de la resistencia. La enferma, escéptica, discutió antes largamente el mérito de la teoría de Freud sobre la agudeza. Luego de la discusión, en el momento en que su discurso vacila y no sabe ya qué camino tomar, aparece exactamente el mismo fenómeno -la resistencia tiene presentación transferencial- (…). De lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso; éste es el punto donde el sueño se engancha al oyente, pues esto es para Freud. Así, canal no era gran cosa, pero es indiscutible después de las asociaciones” (Lacan 1953a). III. Elucidación del MEP. Nuestra búsqueda de especificidad en lo que atañe a un MEP a la puesta en marcha del mecanismo automático pretende continuar el camino inaugurado por Freud, quien sostiene hasta las últimas consecuencias la posición ética del psicoanálisis en una responsabilidad ineludible: por nuestros deseos; también por lo que se piensa sin saber que se piensa; aun por nuestros sueños. Tal como uno de nosotros ha tenido oportunidad de preguntarse: “¿son estas distintas ¨posiciones¨ el resultado de una toma de posición del ser hablante, o se trata meramente de mecanismos?” (Lombardi 2008c, 121). Justamente esta es la pregunta que, articulada a la ética freudiana, anima nuestro propósito de precisión. Y la respuesta arriesgada entonces también incita nuestra búsqueda: “Parece evidente en todo caso que una vez instaurado el mecanismo, éste opera como tal, automatizando la respuesta subjetiva; sin embargo encontramos en Lacan una prudencia que concierne a la ética del psicoanálisis, dejando abierta la pregunta acerca de si la puesta en marcha del mecanismo no fue precedida, e incluso encendida por una elección, una toma de posición del ser. Esa prudencia nos deja la posibilidad de trabajar todavía con seres capaces de elegir, en lugar de reparar autómatas, órganos enfermos o errores cognitivos” (Ibíd., 121-2). A continuación, luego de haber localizado el MEP en nuestros tres ejemplos, procederemos a una elucidación conceptual del mismo en relación a los cuatro puntos señalados más arriba. 9 III. 1. Elucidación del MEP en relación a la materialidad del símbolo. Respecto de nuestro primer ejemplo, comenta Lacan que “pudimos darnos cuenta de que la imposibilidad en que se encuentra Freud de evocar el nombre de Signorelli, en el diálogo que lleva a cabo con el colega que es entonces su compañero de viaje responde al hecho de que censurando en su conversación anterior con el mismo todo lo que las palabras de éste le sugerían tanto por su contenido como por los recuerdos que en él formaban su séquito, de la relación del hombre y del médico con la muerte, o sea con el amo absoluto, Herr, signor, Freud había abandonado literalmente en su interlocutor, y por lo tanto desprendido de sí, la mitad rota (entendámoslo en el sentido más material del término) de la espada de la palabra, y por un tiempo, precisamente aquel en que seguía dirigiéndose a dicho interlocutor, no podía disponer de ese término como material significante, por quedar ligado a la significación reprimida” (cursivas nuestras) (Lacan 1954, 363). ¿Cómo entender esto en relación a la estructura del símbolo considerado en su más radical materialidad? Y también, ¿cuál es la mitad de esta espada rota patrimonio de Freud en el diálogo con su compañero? Luego, ¿cuál es el interés que esta elucidación reviste en relación al problema de las elecciones del ser hablante? En lo que sigue, avanzamos sobre respuestas posibles a estos interrogantes. Sigamos la reflexión de Lacan respecto del olvido freudiano, que en su continuación lleva la cuestión hacia un punto sumamente sensible para los intereses de este informe: “¿Pero podemos contentarnos con hablar aquí de represión? Sin duda podemos asegurar que está presente sólo por las sobredeterminaciones que Freud nos da del fenómeno, y podemos confirmar también por la actualidad de sus circunstancias el alcance de lo que quiero darles a entender en la fórmula: el inconsciente es el discurso del Otro (…) Así es como el eje de los polos en que se orientaba un primer campo de la palabra, cuya imagen primordial es el material de Ia tésera (donde volvemos a encontrar la etimología del símbolo), está cruzado aquí por una dimensión segunda no reprimida sino engañosa por necesidad. Ahora bien, a aquella de donde surge con el no-ser la definición de la realidad” (cursivas nuestras) (Lacan 1954, 364). Observamos que soportados en la materialidad del símbolo como tésera, como parte, como mitad rota, emergen problemas relativos a la verdad y a la realidad 10 que en ella se sustenta. Y nos intereserá llevar la cuestión hacia la parte misma, eso fragmentario como apoyo y determinación últimos de toda realidad. Guíemos nuestros pasos, entonces, por la parte: “Miren ustedes aquí por la relación del elemento onírico con su inconsciente. Es como un pequeño fragmento de eso inconsciente, como una alusión a eso; por su aislamiento se volvió enteramente incomprensible” (1916, 108), dice Freud refiriéndose al elemento “canal”: un pequeño fragmento. Y es también un pequeño fragmento de significante hundido en las profundidades de la sofocación, del sepultamiento (Unterdrückung) aquel que subyace al olvido del nombre Signorelli: “Herr”. Escribe Freud: “¨Sabes tú, Herr, cuando eso ya no ande, la vida perderá todo valor¨. Yo sofoqué la comunicación de ese rasgo característico por no querer tocar ese tema en plática con un extraño” (Freud 1901b, 11). En el ejemplo de Víctor Tausk, el fragmento es claramente silábico: “jung” por “jud”, ya que la desinencia “ens” persiste para jóvenes y judíos (incluso podríamos pensarlo fonemático: “ng” por “d”, si observamos que “ju” perdura)5. Por otra parte, la enseñanza que dice extraer Tausk del evento, “la ¨fe de los antepasados¨ no se deja desmentir impunemente cuando uno es hijo y a su vez tiene hijos”, implica que lo que no se deja desmentir fácilmente se denuncia a través de un fragmento, de un elemento discreto partido, roto. Por lo tanto, al no ser gratuito desconocer (verleugnen) la fe de los antepasados, se comprende entonces que lo gravoso de tal desconocimiento se sostenga en la punta quebrada “jud”, que luego logra acceder al plano discursivo a través del equívoco, y con ella la fe y los antepasados reclaman su lugar en ese mismo contexto discursivo en el que había sido previamente denegada su admisión. Desde este punto de vista, este MEP ha consistido en una negación previa6 respecto de una moción que reclamaba su derecho a existir en el discurso. Respecto del olvido de los sueños, comenta Lacan a propósito de “canal”: “El sueño no vale para él -es decir para Freud- sino como vector de la palabra. Tan es así que todos los fenómenos que da ese olvido, incluso de duda, que 5 Roman Jakobson cita un diálogo entre Alicia y el Gato, del capítulo VI de la obra de Lewis Carroll: “¨‘¿Has dicho pig (cerdo) o fig (higo)?’ dijo el Gato. ‘He dicho pig’ replicó Alicia¨”. Y continúa Jakobson: “En este enunciado concreto, el receptor felino trata de captar nuevamente una elección lingüística realizada por el emisor” (cursivas nuestras) (Jakobson y Halle 1967, 99). Es claro que el objeto de tal elección es una unidad fonemática: o bien p, o bien f. 6 Algo así como la llamada “censura previa” que algunos medios de prensa han debido practicar sobre sus propias producciones, para lograr subsistir en tiempos hostiles, por ejemplo durante la última dictadura militar en Argentina. 11 vienen a estorbar el relato, han de interpretarse como significantes de esa palabra (…) [y] esto no sirve sino para hacer más seguro que se trata de la punta quebrada de lo que en el sueño constituye su punta transferencial, dicho de otra manera lo que en dicho sueño se dirige directamente al analista” (cursivas nuestras) (Lacan 1954, 363). Nuestras cursivas pretenden ser colofón que indica la parte, el fragmento, la punta quebrada, como eso mismo que tiende hacia el oyente, la punta transferencial. Este fragmento es testimonio en su basculación hacia el borde transferencial del decir, de la presencia del oyente como punto de atracción, como centro gravitacional, el meollo del asunto -más adelante retomaremos este punto. En cuanto al olvido de Signorelli, notamos cómo Lacan produce una articulación entre la estructura fragmentaria del símbolo y la realidad discursiva (Lacan 1954, 363). El fragmento partido abandonado, unterdrückt, es el mismo que determina la realidad a partir de su eficacia inconsciente. Podemos decir que el significante Herr deviene lo reprimido, luego de que la mitad rota de la palabra ha sido abandonada mediante un acto de desconocimiento, Verleugnung, en el que consiste el MEP del que Freud comenta “yo sofoqué la comunicación de ese rasgo característico por no querer tocar ese tema en plática con un extraño”. Por otra parte, ya en Función y campo de la palabra Lacan había planteado la cuestión de ésta como símbolo quebrado, roto. A propósito de aquello que la presencia del analista escande, el discurso del analizante, escribe lo siguiente: “Por vacío que aparezca ese discurso en efecto, no es así sino tomándolo en su valor facial: el que justifica la frase de Mallarmé cuando compara el uso común del lenguaje con el intercambio de una moneda cuyo anverso y cuyo reverso no muestran ya sino figuras borrosas y que se pasa de mano en mano ¨en silencio¨. Esta metáfora basta para recordarnos que la palabra, incluso en el extremo de su desgaste, conserva su valor de tésera” (1953b, 241). La tésera7 tal como se la utilizaba en el Imperio Romano8, consistía en un trozo de madera, marfil, piedra o metal, y representaba una contraseña, una clave 7 Del latín tesséra ¨dado¨, ¨ficha¨, y este del griego τεσσαγϖνος ¨cuadrado¨. Cf. J. Corominas y J. A. Pascual, Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico, Gredos, Madrid, 1992. 12 para que los legionarios se reconocieran entre sí y pasaran cuando eran enviados en misión, o encontrados en el campo de batalla. La tésera que pasaba de mano en mano, en silencio, inadvertida como cosa en sí tras la pantalla de la convención, constituía de este modo la clave de un “pase”. En el mismo texto, Lacan articula la cuestión del símbolo como fragmento, como parte, con el problema de la constitución de la realidad y la verdad que ella misma -la parte- funda, en encrucijadas en que el problema de la elección se hace presente definitoriamente: “Pues de la verdad de esta revelación -la realidad de lo que no es ni verdadero ni falso- es la palabra presente la que da testimonio en la realidad actual, y la que la funda en nombre de esta realidad. Ahora bien, en esta realidad sólo la palabra da testimonio de esa parte de los poderes del pasado que ha sido apartada en cada encrucijada en que el acontecimiento ha escogido” (cursivas nuestras) (Ibíd., 245-6). Y dos páginas más adelante, a propósito del lugar del inconsciente freudiano como una posición tercera a la alternativa intersubjetiva, y como tal una práctica de discurso, escribe: “El inconsciente es aquella parte del discurso concreto en cuanto transindividual que falta a la disposición del sujeto para restablecer la continuidad de su discurso consciente” (cursivas nuestras) (Ibíd., 248). Convengamos que es imposible no escuchar las resonancias de las partes abandonadas, “mitades rotas” que han determinado en ciertas encrucijadas del destino del ser hablante manifestaciones de fenómenos inesperados, tales como los casos de nuestros tres ejemplos. Es cierto que nos referimos a un destino modesto y quizá de poca monta, un destino cotidiano, al alcance de una conversación aparentemente trivial. No nos referimos a las grandes decisiones que enmarcan el gran destino épico o trágico de la vida del héroe clásico, sino al destino de ese ser que en el habla se esencia, en cada acto de habla. Volvamos sobre lo que decía Freud respecto de “la elección” de Boltraffio como nombre sustitutivo del otro esquivo: “(…) [Trafoi] es demasiado semejante a la segunda mitad del nombre ¨Boltraffio¨ para no haber ejercido un influjo de comando sobre la elección de éste” (cursivas nuestras) (Freud 1898, 8 También estaba presente en la Grecia Antigua, aunque con connotaciones algo diversas. En Roma fue más acentuado el uso militar de la misma, al modo de contraseña (Cf. L. Pérez Vilatela: “Aspectos de la tésera latina de Fuentes Claras”. Alazet: Revista de filología, Instituto de Estudios Altoaragoneses, Nº 5, España, 1993 , pp. 127-50). 13 286). ¡Un influjo de comando9! ¿Qué otra cosa puede ser un influjo de comando sino lo que Lacan describe de este modo: “Mostraremos que no hay palabra sin respuesta, incluso si no encuentra más que el silencio, con tal de que tenga un oyente, y que éste es el meollo de su función en el análisis” (Ibíd., 237)? Éste con acento escrito, pronombre que en este caso metaforiza al oyente. Él es el meollo de la función de la palabra en el análisis entonces, el oyente para el que la espada de la palabra se presenta rota; y he aquí un modo de entender parte del meollo, a condición de darle a ese para todo el peso que merece. Ese oyente presenta una instancia por fuera del discurso del analizante, hacia la cual -entiéndase este hacia como una tendenciacomienzan a evidenciarse los fenómenos llamados de resistencia. “Y esta coyuntura es promovida a la función de puntuación de su palabra. Para dar a entender semejante efecto hemos hecho uso de la imagen de que la palabra del sujeto bascula hacia la presencia del oyente” (cursivas nuestras) (Lacan 1954, 358). Y este para-el-oyente sobre el que bascula el acto de habla cuando interviene en un discurso es ejemplificado por Lacan de muchas maneras, todas ellas conectadas por vías más o menos alusivas a la circulación de la tésera que pasa de mano en mano. Por ejemplo, en la comparación con el juego de la sortija, en el que el verbo realizado en el discurso “corre de boca en boca para dar al acto del sujeto que recibe su mensaje el sentido que hace de ese acto un acto de su historia y que le da su verdad” (Lacan 1953b, 248-9). En este mismo sentido, Lacan no confina su proliferación de ejemplos a la conducta del hombre: “Se ve que no retrocedemos ante una búsqueda fuera del dominio humano de los orígenes del comportamiento simbólico”, dice a propósito de la conducta de algunas aves marinas: “¿Esta neutralización del significante -la de un significante que pierde el sentido10- es la totalidad de la naturaleza del lenguaje? Tomado así, se encontraría su despuntar entre las golondrinas de mar, por ejemplo, durante el pavoneo, y materializada en el pez que se pasan de pico en pico y en el que los etólogos, si hemos de ver con ellos en esto el 9 Influjo de comando que nos recuerda al automatismo de comando kräepeliniano, con la siguiente salvedad: éste puede ser leído únicamente como un ejemplo crudo del modo en que el significante afecta al viviente; aquel, además, como un ejemplo claro de la determinación del significante sobre el significante. 10 Aquí la referencia es el célebre “tonel de las Danaides”. 14 instrumento de una puesta en movimiento del grupo que sería un equivalente de la fiesta, tendrían justificación para reconocer un símbolo” (Ibíd., 261-2). Una vez más, la cuestión del símbolo que remite a la estructura rota de la tésera, esta vez “materializada” en la metáfora del pez que pasa “de pico en pico”. Por otra parte, en la elaboración del modo en que el símbolo como “punta quebrada de la espada de la palabra” determina la realidad del hombre, con Lacan, podemos ubicar los tres ejemplos que hemos expuesto, esas tres formaciones del inconsciente, consideradas ahora como síntomas11: “La palabra es aquí expulsada del discurso concreto12 que ordena la conciencia (…). El síntoma es aquí el significante de un significado reprimido de la conciencia del sujeto. Símbolo escrito sobre la arena de la carne y sobre el velo de Maya13, participa del lenguaje por la ambigüedad semántica que hemos señalado ya en su constitución” (Ibíd., 269-70). Retomemos la pregunta de Lacan, en un intento de avanzar sobre nuestros interrogantes: ¿Podemos contentarnos con hablar aquí de represión? En lo que atañe al MEP no alcanza con hablar de represión. Más bien, ella evidencia que ha habido un fragmento, una mitad rota sobre la cual cierta toma de posición previa del ser hablante ha ejercido algún tipo de censura. Este ejercicio, este “yo sofoco” activo que ubicamos en el lugar del MEP, promueve efectos que no han podido ser controlados por un agente consciente (verbigracia, la puesta en marcha de la mentada represión). Por esto mismo, toda instancia consciente no puede sino verse sorprendida en su división cuando tal vez por un “influjo de 11 Considerémoslas como “acciones sintomáticas”. Signorelli es expulsada, y no retorna sino como olvido; Judens es expulsada, y retorna con la fuerza del acto fallido (en realidad logrado); “canal” es expulsada fuera del discurso concreto por vaciamiento del contexto discursivo, presentándose como aislada, absoluta (posición absoluta que logra ser relativizada al día siguiente del relato del sueño, cuando es reingresada al plano discursivo). La presentación absolutizada de “canal”, y su “relativización” al día siguiente, evoca el drama de cierto tipo de afásicos cuyas particularidades lingüísticas fueron estudiadas en detalle por Jakobson. Por ejemplo, una paciente para poder servirse en el discurso de la palabra cuchillo, “llamaba al cuchillo alternativamente cortaplumas, mondador, cuchillo de pan o cuchillo y tenedor; de esta forma la palabra cuchillo, forma libre, capaz de presentarse aislada -aunque de un modo incomprensible para la hablante- se convertía en una forma ligada” (Jakobson y Halle 1967, 109). 13 Nietzsche, en El origen de la tragedia, se refiere a la diosa veda y asocia su velo con lo apolíneo que enmascara a lo dionisiaco haciendo la vivencia trágica de la vida soportable (Vg. (1871), Alianza, 1997, pp. 45-9). Podemos asociar también dicha referencia en Nietzsche -la del velo de Maya- a la apariencia, a la ilusión, a las creencias, a las ideas y a la verdad, de un modo que nos permite articular lo que se lee a través de él con la lógica de la tésera, porque “las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son, metáforas que han perdido su fuerza sensible, monedas que han perdido su imagen y que ahora entran en consideración como metal, no como tales monedas.” (Vg. (1873), El libro del Filósofo, Taurus, 2000, p. 91). 12 15 comando”, la elección que los significantes reprimidos incitan pasivizándola, no hace sino reingresar14 -ya sea en forma de olvido, de equívoco o de sueño- el fragmento que retorna ahora en la flagrancia del mecanismo operante, deviniendo tal reingreso la constatación fehaciente de la necesidad lógica de la presencia anterior de eso que aquí llamamos MEP. III. 2. Elucidación del MEP a la luz de la pragmática lingüística. III. 2. 1. Los “actos de habla” de J. L. Austin. En la línea de la tradición anglosajona de la filosofía del lenguaje, cuyos representantes más salientes son Wittgenstein, Gardiner y Grice, John Langshaw Austin encuentra su especificidad en la teorización de los actos de habla (1962). En su teoría, comienza por diferenciar dos tipos de enunciados: constativos y realizativos o performativos. En estos últimos, el acto de habla consuma el acto en el decir mismo: al decir “prometo”, prometo15. Luego, Austin subsume los enunciados constativos y realizativos en el concepto más abarcativo de “actos de habla”, señalando que muchas veces se torna realmente oscuro todo intento de clasificación excluyente. Sin embargo, ésto no significa que no se pueda aislar lo propiamente realizativo de un enunciado, por ejemplo en el análisis del poder ilocucionario del mismo. Gabriel Lombardi escribe: “(…) para jurar, necesito decir “juro”, y este significante, al pronunciarse, es repetición en acto: el nivel locucionario repite el ilocucionario, el acto de decir repite el significante que se realiza al decir” (1993, 63). En otras palabras, en este ejemplo, en el nivel locucionario digo “juro”, y en el ilocucionario, juro. En cuanto a las condiciones de los enunciados realizativos, Austin señala a los verbos en presente del indicativo, en voz activa, y conjugados en la primera persona del singular (con algunas salvedades relativas a escritos formales, por ejemplo). Esto en lo que atañe al verbo; pero en relación al contexto fáctico para que un acto de habla se produzca, las condiciones son otras. Allí, los realizativos pueden ser afortunados o infortunados, a diferencia de los constativos, de los cuales puede predicarse verdad o falsedad. A propósito de este punto, Austin desarrolla su “Doctrina de los infortunios” (Austin 1962, 53 y sig.). 14 15 En este caso, “la elección” es el sujeto de la frase verbal “no hace sino reingresar”. Cf. el tratamiento que le da a este punto G. Lombardi (1993a, 57-79 y 2008a, 29-30). 16 Es afortunado para el acto de casarse, por ejemplo, que se diga “sí, acepto” en el momento apropiado, no antes ni después. Tampoco sería conveniente a los fines de tal acto, que quien presida la ceremonia no revista las condiciones formales que las convenciones demandan para tales circunstancias (ser juez, sacerdote, etc.). Esta doctrina de los infortunios reconoce y ubica diversos tipos posibles de condiciones para que los actos sean afortunados. El no cumplimiento de alguna de estas condiciones explica que el acto se diluya en la ineficacia, cayendo en el fallido terreno de los infortunios. De algún modo, este plano, el de la posibilidad de fijar a priori las condiciones de fortuna o infortunio de un acto de habla, escapa a la pertinencia de intentar sostener la analogía con lo que respecta al acto analítico. Sin embargo, ello no restringe el interés para el psicoanálisis respecto de tal doctrina; más aún, tal vez no sea inconveniente ocuparse en detalle de esta intersección conceptual en próximos desarrollos. De algún modo, avanzar en esta línea investigativa sería continuar con el planteo iniciado al respecto por Lombardi en “El acto analítico considerado a la luz de sus infortunios” (1993a). En este informe nos limitamos a señalar el punto. III. 2. 2. El caso de los verbos “ejercitativos”. Austin, en su intento progresivo de formalizar y ser lo más específico posible respecto de sus actos lingüísticos llega, como decíamos, a subsumir los realizativos y constativos en los actos de habla, con sus niveles locucionario, ilocucionario y perlocucionario (éste último remite a los efectos que el acto perpetrado provoca en el oyente, y no nos referiremos a él en este informe). En este camino, y asumiendo que los aspectos realizativos y constativos, en diferentes niveles, están presentes en todos los actos de habla, el filósofo oxoniense plantea entonces la siguiente lista de elementos constitutivos de los actos: “1) Una dimensión relativa al carácter afortunado o desafortunado de la expresión; 1a) Una fuerza ilocucionaria; 2) Una dimensión relativa a la verdad y falsedad de la expresión; 2a) Un significado locucionario (sentido y referencia)” (Austin 1962, 195). Podemos observar que los puntos 1 y 1a están referidos a la fuerza ilocucionaria y al carácter afortunado o desafortunado del aspecto realizativo; y 17 los puntos 2 y 2a se refieren al aspecto constativo de los enunciados, en los que tiene mayor peso el aspecto locucionario de la expresión, y que son pasibles de ser afectados por una V o una F. Para precisar más aún su elucidación del poder ilocucionario de los enunciados, Austin clasifica los verbos en cinco clases, manteniendo la fórmula de la primera persona del singular activa del presente indicativo. Estas cinco categorías son: verbos judicativos, ejercitativos, compromisorios, comportativos y expositivos (Ibíd., 198). De todos ellos, nos interesa en particular el grupo de los “ejercitativos”. Austin los define del siguiente modo: “(…) los ejercitativos consisten en el ejercicio de potestades, derechos o influencia. Por ejemplo designar, votar, ordenar, instar, aconsejar, prevenir, etcétera” (Ibíd., 199). Y más adelante, en la misma conferencia, es aún más específico: “Un ejercitativo consiste en dar una decisión a favor o en contra de cierta línea de conducta, o abogar por ella. Es decidir que algo tiene que ser así, como cosa distinta de juzgar que algo es así -notamos aquí que los separa de los judicativos-. Es abogar porque algo sea así, como cosa opuesta a estimar que es así (…) Los arbitradores y los jueces emplean ejercitativos, y también emiten judicativos. Sus consecuencias pueden ser que otros sean ¨compelidos¨, o ¨autorizados¨ o ¨no autorizados¨ a hacer ciertos actos” (Ibíd., 203). Ya en la primera de sus conferencias en Harvard compiladas en Cómo hacer cosas con palabras, Austin se refería a “esa clase avasalladora que más adelante llamaremos la de los ¨ejercitativos¨” (Ibíd., 45). Proponemos ahora una revisión de los ejemplos que hemos llamado MEP al mecanismo, de modo tal de intentar una lectura de aquello que realizan. En el primero de ellos, referido a Signorelli, hemos señalado como MEP el siguiente fragmento: “Yo sofoqué la comunicación de ese rasgo característico por no querer tocar ese tema en plática con un extraño” (cursivas nuestras) (Freud 1901b, 11). Del segundo ejemplo, el caso de Tausk, he aquí el MEP: “Yo habría debido poner en claro osadamente la situación para dar a mis hijos el ejemplo de ¨valentía en el sostén de las propias convicciones¨, pero temí las penosas explicaciones que suelen seguir a una confesión así” (Freud 1901b, 94). Aunque Tausk no lo diga, no es difícil concluir que lo que hace no es otra cosa que sofocar. En el presente del indicativo, suponemos estas palabras 18 para el padre de familia previsor y cuidadoso: “sofoco la confesión que sostendría mis propias convicciones”. En cuanto al MEP del sueño “canal”, ubicamos allí la sofocación por parte de la paciente de decirle a su analista lo poco serias que le parecían sus teorías sobre el chiste. En el seminario de Lacan, es A. Didier-Weil quien lo señala de este modo: “(…) se podría pensar que si ella -la paciente- hubiera dicho a Freud en el marco de una sesión ¨sus teorías, de lo sublime a lo ridículo, no hay más que un paso¨, si ella se lo hubiera dicho, habría hecho la economía de ese sueño” (Lacan 1979)16. Notemos ahora que en la constitución de todos los MEP que hemos referido, de lo que se trata es de sofocar algún significante. Y más precisamente, suponemos que en el momento en que tal acto se perpetra, el mismo que describe el verbo -“ejercitativo” según la clasificación austiniana-, ello ocurre precisamente en el presente del acto: “mejor esto no lo digo, lo sofoco, para: a) no entrar en plática con un extraño sobre estos temas; b) no perder los favores de mis anfitriones; c) no decirle a mi analista que sus teorías son ridículas”. En cuanto al tipo de acto que la realización del “sofoco” perpetra, se trata de uno que halla tal realización en una autoafirmación del verbo ejercitativo: sofoco mi ascendencia judía, y efectivamente eso ocurre. Y a tal punto ocurre, que me percato de tal acto en las consecuencias de su eficacia: la activación del mecanismo represivo constatado en los retornos que induce. III. 3. Elucidación del MEP a la luz de las auto-aplicaciones del lenguaje. Gabriel Lombardi, en Clínica y lógica de la autorreferencia (2008a), realiza aportes que consideramos una novedad epistémica en su articulación de la lógica matemática con la clínica psicoanalítica. Nos referimos más específicamente a la clínica de la autorreferencia y, en particular, a dos tipos que su tesis discierne: la autorreferencia en sentido impropio (A1) y la autorreferencia en sentido propio (A2). A partir del tipo de autorreferencia A1, “aplicación del significante al sujeto”, es posible establecer una clínica de la significación personal en la que se destacan: a) las distintas formas de la autorreferencia psicótica; b) la clínica freudiana del autorreproche; c) el olvido de los nombres propios; d) la 16 J. Lacan, Seminario 26: La topología y el tiempo, inédito, clase del 5-5-1979. 19 transferencia, en la cual podemos observar la participación de la autorreferencia en el funcionamiento mismo del dispositivo analítico, incluso como condición de tal funcionamiento (Ibíd., 174)17. Este tipo de autorreferencia A1 “aun si no se la advierte, interviene en la formación de los sueños, los olvidos, los deslices del neurótico, del poeta, del hombre normal” (Ibíd., 169). En el caso de A2, “autorreferencia como auto-aplicación del símbolo”, podemos ubicar una clínica de las autoaplicaciones del lenguaje o autorreferencia en sentido propio, en la cual el significante opera su recursión sobre sí mismo. Si bien es cierto que el sujeto del psicoanálisis requiere necesariamente de la autoaplicación del significante, tal como podemos observarlo en la definición recursiva que Lacan ofrece del mismo (“el sujeto es lo que un significante representa para otro significante”), eso no implica que todas las recursiones ofrezcan como resultado un efecto sujeto. A partir de las auto-aplicaciones A2, podemos reordenar la clínica psicoanalítica del siguiente modo: a) el inconsciente, en tanto saber no sabido; b) el sujeto supuesto al saber, en tanto opera un llamado al saber del Otro (Ibíd., 190); c) la repetición azarosa, diversa del automaton, una repetición propia de los seres capaces de elección, apò túkhes (Ibíd., 199); d) la pulsión, que puede ser entendida a través de la repetición transfinita como “la manifestación de una falla en el Otro que divide al sujeto” (Ibíd., 202), emparentada con la percepción gödeliana de la inconsistencia del Otro del lenguaje matemático, que hunde sus raíces en el método cantoriano en el que los enteros positivos enumeran diagonalmente a los reales existentes entre 0 y 1, con el sorprendente resultado de que la lista de estos es más larga que la de aquellos (Ibíd., 40-1); e) el acto que, como un modo de satisfacción de la pulsión, resulta de la autoaplicación del significante que “suspende la modalidad dividida de existencia del sujeto” (Ibíd., 208) produciendo un efecto de entereza, de ser singularmente fuerte correlativo a la destitución subjetiva; f) el síntoma, en cuanto todo síntoma requiere un autodiagnóstico, abre para el psicoanálisis “una suerte de autoclínica del sujeto que padece del saber que se autoaplica equívocamente”; g) la intervención analítica 17 Los puntos “a” y “d”, los fenómenos de la psicosis y la autorreferencia en la transferencia, fueron analizados por uno de nosotros en “Eigenbeziehung: fenómeno elemental y ¨autorreferencia de transferencia¨” (Alomo 2007). Distinguimos allí dos tipos de autorreferencia, que -sin embargo- a la luz de Clínica y lógica de la autorreferencia es conveniente reordenar, remitiéndolos a una clasificación más amplia. En tal sentido, rectificamos la clasificación de esos dos tipos de autorreferencia más bien como dos modos de presentación del tipo A1. 20 también recurre a la autoaplicación A2, como podemos constatarlo fácilmente en la modalidad de la cita, por ejemplo. A partir de este desarrollo, podemos producir un reordenamiento de lo dicho a propósito de los actos de habla y de los fenómenos que hemos comentado a modo de ejemplo. Tal reordenamiento se muestra propicio para la finalidad de este escrito. Para ello, nos serviremos de los siguientes puntos: -De A1, su intervención en: los olvidos de nombres propios, los deslices del neurótico y la formación de los sueños. -De A2, su participación en: el acto, que como un modo de satisfacción de la pulsión, resulta de la autoaplicación del significante que “suspende la modalidad dividida de existencia del sujeto”. Aunque no se trate en este caso del acto de la separación, de la destitución subjetiva del final, sí se trata, sin embargo, del acto en tanto “ser capaz de elección”. “En psicoanálisis (…) si no se le hace lugar al ser capaz de elección, no hay psicoanálisis.// Evidentemente, para ser lógica y éticamente ¨correcta¨, tal simbolización no puede limitarse a producir un sujeto sometido a los efectos ¨pato-lógicos¨ de la ¨re-petición¨18, sino que además, en una suerte de casualidad, debe hacer lugar al abrupto lógico del acto, que es el ser capaz de elección” (Ibíd., 218). Como decíamos, en el caso del MEP no nos referimos al acto del final, que resulta en una ganancia de ser para el sujeto que elaboró su división suficientemente en el camino de un análisis, sino que nos referimos a un tipo de acto más modesto en su alcance, un pequeño acto. Este acto mínimo, tal vez imperceptible y por ello mismo desatendido, es el que encontramos en el punto señalado como MEP. Minúsculo pero acto al fin, y como tal, manifestación de la capacidad de elección del ser hablante19. También nos interesa de A2 el siguiente punto: la repetición azarosa, diversa del automaton, una repetición propia de los seres capaces de elección, apò túkhes” (Ibíd., 199). “Como por casualidad” es el tipo de repetición que realiza el acto. En lo que concierne al MEP, en tanto acto, se trata allí de una repetición que en la misma realidad que constituye muestra la cualidad de su acto: el mismo 18 “Re-petición”, que en nuestro idioma remite a “re-demanda”, un pedido en el que la repetición insiste. G. Lombardi se ha referido a este punto en su conferencia “Los actos imperceptibles”, dictada en el Foro Analítico del Río de la Plata, el 19 de octubre de 2009. 19 21 significante del acto constituye su propia realidad, del mismo modo que Benveniste postula para los actos de habla realizativos “una propiedad singular, la de ser sui-referencial, de referirse a una realidad que él mismo constituye, por el hecho de ser efectivamente enunciado en condiciones que lo hacen acto” (Benveniste 1966, 195; Recanati 1979, 83). En el olvido de Signorelli, Freud nos comenta las razones debido a las cuales sofocó esa representación. Si llevamos ese punto que hemos denominado MEP a las condiciones del acto, y como tal a la voz activa de la primera persona del singular en modo indicativo, podemos ilustrar este avatar de la vida psíquica de Freud -que generosamente dona para el progreso de su cienciaapelando a un verbo de los que Austin llama ejercitativo, del siguiente modo: “Sofoco”. Y he allí que tal significante deviene acto logrado en tanto la sofocación se perpetra. Yo digo “sofoco”, y efectivamente sofoco esas representaciones. Por lo tanto, en este tipo particular de MEP, se trata de un ejemplo de A2, en el que el significante “sofoco” se auto-aplica y constituye efectivamente un sofoco para una serie de representaciones. Podemos decir también que este MEP se corresponde con un tipo de autorreferencia afirmativa, condición que podemos verificar en el hecho de que el enunciado no contradice a la enunciación: lo que evidentemente se perpetra es una sofocación, en acto. Y si continuamos la caracterización del MEP a partir de nuestra lectura que -metafóricamente y a posteriori- lo considera como acto de habla, diremos que su configuración evoca la de los realizativos explícitos puros (Austin 1962, 127-37), aunque si nos alejamos de la metáfora lingüística, se trata más bien de un tipo de acto “implícito”, del que sólo nos anoticiamos no sólo el oyente, sino también quien lo comete- por sus efectos. Por otra parte, “como por casualidad”, apò túkhes, aquello que Gödel plantea acerca del modo de hallazgo de las sentencias indeducibles (Lombardi 2008a, 49 y 102) funciona también para este acto leído como enunciado realizativo -nos referimos al MEP- pero lo que encuentra no es su indeducibilidad, sino su autoconfirmación (más abajo volveremos sobre la túkhe, “el ser capaz de elección” (Ibíd., passim). ¿Cuáles son las consecuencias de esta autoaplicación A2 en que consiste el MEP estudiado? Observamos que la sofocación que Freud opera sobre una serie de representaciones, tiene efectos colaterales, o mejor dicho co22 secuenciales. Freud escribe: “Es verdad que yo quería olvidar otra cosa que el nombre del maestro de Orvieto; pero esto otro consiguió ponerse en conexión asociativa con su nombre, de suerte que mi acto de voluntad erró la meta, y yo olvidé lo uno contra mi voluntad cuando quería olvidar lo otro adrede” (cursivas nuestras) (Freud 1901b, 12). ¿Y qué es “lo otro”? Se trata de las representaciones acerca de los turcos relativas a sexualidad y muerte, anécdota que -en el decir de Freud- “en mi memoria descansaba próxima a la primera”. ¿Y cuál es esa primera? Se trata de aquella cuyo núcleo pulsiona en la siguiente frase: “Sabes tú, Herr, cuando eso ya no ande, la vida perderá todo valor”. Luego, cuando en el diálogo con su partenaire Freud no halla el nombre buscado, allí ubicamos el mecanismo en pleno funcionamiento: represión de lo unterdrückt, y consecuente agujero en la superficie discursiva con proliferación imaginaria (la imagen hiper-nítida del cuadro). Ponemos este tipo de fenómeno a cuenta de una autorreferencia en sentido impropio A1, en la que el significante “mira” al sujeto, dividiéndolo. En el ejemplo de Tausk, el significante que “mira” al sujeto dividiéndolo evidencia ser de modo abrupto “Judens”, autorreferencia A1. Y como en el ejemplo anterior, podemos hallar en un tiempo previo una autoaplicación del tipo A2, en la que consiste el MEP. Si tuviéramos que reconstruir tal momento electivo, podríamos utilizar el mismo elemento que en el caso anterior, “sofoco”. Por lo tanto, aquí también tenemos una autoaplicación A2 (MEP) que produce una autorreferencia A1 (mecanismo). Una toma de posición previa a la manifestación del acto fallido (o logrado, según el enfoque que se privilegie) que sorprende al sujeto poniendo de manifiesto su división en el equívoco que lo toma por sorpresa. En el ejemplo “canal”, reconstruimos también una toma de posición previa, tal como la de silenciar -lo que también es sofocar- la opinión respecto de las teorías freudianas sobre el Witz. En este mismo sentido que intentamos establecer, a propósito de la belle indifférence de la histérica, Lombardi señalaba en 1993: “Por muy paradójico que parezca, el histérico es responsable del acto por el que se produce como sujeto (…)” (Lombardi 1993a, 59). Es clara la propuesta: el acto produce un sujeto, A2 A1, o lo que es lo mismo, MEP mecanismo. Y este último “opera como tal, automatizando la respuesta subjetiva” (Lombardi 2008c, 121). 23 En cuanto al apò túkhes, el “por casualidad” del acto, podemos decir que en el caso del MEP se trata de una eutúkhia20, es decir de un encuentro afortunado. Un “sofoco” que efectivamente sofoca, es decir que el redoblamiento del significante en el que el acto se apoya, configura la realidad que constituye eso mismo que propicia. Por esto mismo no se trata de una dustukhía21, y por eso mismo aquel “buen encuentro” es tal a los efectos de la resistencia, pero no del análisis (del mismo modo que lo que Freud considera transferencia “positiva” en un primer momento, si persistiera siempre imperturbable devendría “positiva” a los fines de la resistencia). Buen encuentro del “sofoco” con el sofoco, del “censuro” con la censura, y es en ese sentido que el MEP, en lo que tiene de acto, y como tal de túkhico, es una buena túkhe22. Distinto del efecto que puede esperarse de una repetición verdadera, en la que el peso de la dustukhía da el signo de la pérdida, y por eso mismo el neurótico le teme. Lombardi, refiriéndose al duelo, lo plantea claramente: “(…) el neurótico sólo aspira al reencuentro, al reencuentro al que tanto teme. ¿Por qué le teme? Porque si se logra, será una verdadera repetición: la de la pérdida en acto del objeto en el momento del (des)encuentro, la dustukhía, el infortunio” (Lombardi 1993a, 71). Por lo tanto, estamos en condiciones de señalar que en el caso del MEP que caracterizamos, se trata de una autoaplicación A2, y de un acto afortunado a los fines de la censura: eutukhía, y en este sentido, un acto que -en tanto momento electivo- toma posición por no ceder el objeto al plano discursivo, y de este modo, resistencialmente, opera una reticencia en lo que es la entrega, la cesión del objeto al oyente en transferencia23. El mecanismo represivo 20 Utilizamos el término eutukhía, “buen encuentro”, en el mismo sentido que J. Lacan, como un elemento que va con otro en una relación de conveniencia de acuerdo a fines. El ejemplo es la publicación de Lo visible y lo invisible, de Merleau Ponty, y la puntualización del modo en que “en el inconsciente, podemos situar la conciencia” (Lacan 1964, 87). 21 La dustukhía en cambio, el “encuentro desafortunado”, queda definida como un efecto sorpresivo en el que el sujeto es dividido. Por ejemplo, en relación a la mirada en la tromp l’oeil, el fenómeno anamórfico (Ibíd., 92-7). 22 Respecto del vínculo entre el ejercicio de la libertad en la toma de posición del ser y la resistencia, a propósito de los síntomas en los niños, uno de nosotros ha señalado: “Tal vez esto se aplique también a los primeros síntomas de los niños, si es que, como interpretamos en psicoanálisis, hay ya en esos primeros síntomas una manifestación del ser capaz de elección bajo la forma de una rebelión, una resistencia, una decisión por la que el niño se aparta de la posición de docilidad, al desobedecer el programa que el Otro parental o escolar pretende inculcarle” (Lombardi 2008c, 108). 23 Sigmund Freud precisa respecto del momento en que “las asociaciones se deniegan”: “Me refiero al caso en que realmente faltan y no, por ejemplo, cuando son silenciadas por [el paciente] a consecuencia de un trivial sentimiento de displacer” (Freud 1912, 99). Entendamos nuestro MEP entonces como 24 desencadenado por tal reserva es posterior, y permite constatar en un acto fallido cuyo efecto es la división del sujeto (A1), la pre-existencia lógica de un acto logrado (A2). III. 4. Temporalidad del modo de presentación clínica del MEP. A partir de la localización y caracterización de los MEP analizados en los ejemplos propuestos, estamos en condiciones de desarrollar una elucidación de la temporalidad del modo de presentación clínica de los mismos. -Tiempo 2 (t2): presentación fenoménica del mecanismo en la constatación del retorno de lo reprimido en diversas formaciones del inconsciente: olvidos, lapsus, sueños (A1). -Tiempo 3 (t3): el sujeto afectado por esa división (efecto sujeto) deviene un narrador situado en un momento ulterior, de aquello que si no narrara, no tendríamos ocasión de conocer. El objeto del relato constituye los detalles y condiciones particulares del MEP. -Tiempo 1 (t1): se trata de las condiciones del MEP, reconstruidas por el relato posterior. Este MEP se corresponde -y esto sólo se constata en el relato- con las coordenadas de un acto logrado, es decir una autorreferencia afirmativa, que como vimos responde a la estructura A2, en la configuración de un acto afortunado a los fines de la censura, eutukhía. Un acto logrado en tanto denegación de ingresar al plano discursivo los elementos significantes sofocados. Notamos luego que el acto logrado, en su efecto de acto, y como tal A2, resulta causante de un tipo de autorreferencia A1, en que “Herr” o “Juds” se revelan (y rebelan) “mirando” al sujeto y dividiéndolo. Conclusiones En los ejemplos analizados, queda clara la disposición de la temporalidad tal como acabamos de explicarla. Para concluir, nos ocuparemos a continuación de otros aspectos del dispositivo clínico, que la disposición de los elementos en la temporalidad descrita nos lleva a tener en cuenta. antífrasis de la referencia freudiana, que podríamos escribir así: “nos referimos al caso en que las asociaciones son silenciadas por el paciente a causa de un sentimiento de displacer, y no, por ejemplo, cuando realmente faltan”. 25 En lo que respecta a Freud y a Tausk, contamos allí con un compromiso claro con el inconsciente y con el psicoanálisis. En este sentido, no caben dudas de que las confesiones de ellos (t3), posteriores al efecto sintomático (t2), se deben a ese mismo compromiso. Es claro que de no mediar tal disposición investigativa, el MEP (t1) sería inaccesible al oyente y como tal inexistente en el plano discursivo. En este sentido, podemos leer la fuerte decisión de Freud resulta obvio decirlo- y de Tausk, como el acto de introducir sus íntimas elucubraciones en un discurso. En cierta forma, podríamos pensar la constitución de los tres tiempos como un acto político: “¨El inconsciente es la política¨, resumió Lacan. Entrar en un discurso es ¨una decisión política¨, como se decía en los años ’70 (…)” (Lombardi 1999, 163). En lo que respecta a la paciente que parecía no tomar en serio la teoría freudiana del Witz, además del escepticismo que Freud consigna, evidencia su disposición de volver a Freud al día siguiente, y he allí que se produce lo que podemos leer como la formalización de los tres tiempos, que nos permiten inferir la existencia de un MEP. En cuanto al interés notorio de la paciente respecto de Freud, comenta Lacan: “Una paciente, escéptica, y a la vez muy interesada en Freud…” (1953a). Estos señalamientos apuntan a la localización de dos puntualizaciones accesorias. La primera: antes del advenimiento del MEP como tal, es decir como t1, y luego de la manifestación del mecanismo represivo en el retorno que propicia (t2), en el efecto sujeto, media allí una decisión que es la de participar de un discurso y, por lo tanto, si el oyente es un analista, esta es la posibilidad -y la condición- para vincularse con él en calidad de analizante. Este punto decisivo que queda señalado entre el t2 y el t3 remite al decir como acto24. La segunda puntualización es derivada de la primera, y nos indica que cada vez que un analista pueda ubicar en su paciente los tres tiempos aquí descritos, y por consiguiente el MEP a la manifestación del mecanismo, tal constatación sería un índice de la presencia de un analizante en el dispositivo. De este modo, esta comprobación podría devenir prueba del inicio de un 24 “¿Y qué es el decir?, es la referencia del discurso psicoanalítico, lo más real a que por él tengamos acceso, ese real donde el sujeto se funda como ser social. El decir es el lazo, es el discurso mismo, en acto” (Lombardi 1999, 168). Y en nota al pie: “Lacan llega a esa concepción ¨realizativa¨ del decir en su seminario 19, …ou pire” (Ibíd., 183). 26 tratamiento analítico, o bien de su marcha. Ambas puntualizaciones accesorias, que se deducen del objetivo principal de este informe, necesitan ser sometidas a prueba a partir del estudio de material clínico en la prosecución de nuestra investigación. Por último, señalamos cuatro puntos que este informe deja planteados sin avanzar sobre ellos, y que ameritarían desarrollos ulteriores: a) una delimitación clara de la noción freudiana de censura y su articulación con la resistencia, con el interés puntual de elucidar la participación de aquella en lo que respecta al MEP; b) una indagación intensiva tendiente a rastrear los nexos entre MEP y síntoma analítico; c) una correcta elucidación del desconocimiento (Verleugnung) y de la denegación (Verneinung) en lo que atañe a la estructura del MEP; d) la constatación clínica de las dos puntualizaciones accesorias detectadas y expuestas en el párrafo anterior. Bibliografía -ALOMO, M. (2007). “Eigenbeziehung: fenómeno elemental y ¨autorreferencia de transferencia¨”. Revista Universitaria de Psicoanálisis, Vol. 7, Facultad de Psicología, UBA, 2007, pp. 87-105. -AUSTIN, J. (1962). Cómo hacer cosas con palabras, Paidós Studio, Bs. As., 2003. -BENVENISTE, E. (1966). 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