EXPERIENCIAS DEL COLPORTAJE EVANGÉLICO Al golpear la puerta de aquella casa, Merlyn no se imaginaba el conflicto que se vivía dentro de ella. Su visita providencial animó a aquella mujer dándole esperanza e impidió un trágico final. Visita providencial Merlyn Sopla Era la primera mañana de colportaje en la ciudad de Ingeniero Juárez, provincia de Formosa, en el norte de la Argentina. Esta ciudad no tiene todavía presencia de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Toqué el timbre de una casa, y un joven abrió la puerta. Le dije que quería hablar con sus padres. Enseguida se presentó una señora de mediana edad con apariencia triste y aspecto de estar enferma. Me preguntó, en forma áspera, que quería. Le dije que estaba allí para hablarle de un asunto importante. Pedí permiso para entrar, pero no me lo permitió. Pensé que era mejor ir desistiendo de la visita, pero oré en silencio y le pedí ayuda al Señor para que me permitiera hacer algo por esta familia. Hice una pausa en la conversación, y le pregunté a qué se dedicaba y qué era lo que más le gustaba hacer. Me contó que era psicóloga, pero que no ejercía la profesión. Inmediatamente, le pedí su opinión sobre problemas alarmantes, tales como el estrés, la depresión y las enfermedades cada vez más comunes en cada hogar. Ahora, más tranquila, me contó que estaba pasando por una crisis depresiva, y que no sabía qué hacer ni dónde encontrar solución. Aproveché la situación para hacer un comentario sobre los graves problemas causados por la depresión y los riesgos que ella corría si continuaba en aquel estado. Le dije que hay una solución para la depresión, si ella aceptaba ir a los pies del Médico de los médicos, Jesucristo, y que él podría curarla. Apenas terminé de mencionar el nombre de Jesús, la mujer retomó su actitud hostil y bruscamente me dijo que no creía en Dios, porque un año antes había perdido a un hijo en un terrible accidente. Si Dios existía y si su carácter fuese amor, ¿cómo no había impedido aquella tragedia? 1 Me dijo que la angustia, el dolor y la frustración la habían llevado a usar bebidas alcohólicas y a fumar. Como no vio ninguna manifestación especial de Dios en su vida, intentó buscar alguna manifestación de Satanás. Iba al campo y gritaba con todas sus fuerzas, llamándolo y pidiendo que confirmara si de hecho existía. Afirmaba que estaba dispuesta a adorarlo. Pero no tuvo respuesta alguna. Sin esperanza, había llegado a la conclusión de que no valía la pena seguir viviendo. Consiguió un arma. Su plan era matar primero al marido, después a los tres hijos que quedaban y, por último, suicidarse. Mis manos temblaban mientras escuchaba los planes suicidas de esta señora. El hecho de que, en su desesperación, estuviera dispuesta a adorar al diablo y la frialdad con que relataba su plan suicida, me impresionaron mucho. Nuevamente, oré en silencio y le pedí al Señor sabiduría para hablar de la mejor manera posible al corazón de aquella mujer. Entonces, le pregunté: -¿Le dio una sepultura digna a su hijo? -Sí, obviamente –respondió. Continué preguntando: -¿Va al cementerio a visitar la tumba de su hijo, verdad? De nuevo respondió que sí. -Comprendo muy bien su dolor, porque yo también perdí a alguien muy querido, mi padre; con la diferencia de que yo no pude darle una buena sepultura. Lo único que me queda de él son algunas piezas de ropa. Para mí, la pérdida de mi padre no es motivo para dejar de creer en Dios ni para dejar de reconocer que él guía mi vida. Noté que había comenzado a llorar, mostrando un cambio importante en su actitud. Entonces, comprendí que los ángeles de Dios me guiaron a aquella casa, porque la familia necesitaba conocer el amor de Dios. La animé a buscar a Dios en oración y a abrirle su corazón. Estaba segura de que la respuesta seguramente vendría. Le dije que no existe una noche sin estrellas o un túnel sin salida. Y que, con la ayuda de Dios, todos podemos superar los problemas. La muerte no es más importante que estar preparados cuando ella ocurra. Vi que estaba preparada para escuchar más. Entonces, le expliqué que no había tocado en la puerta de su hogar por casualidad, sino por la providencia de Dios. Le 2 presenté el libro El conflicto de los siglos, destacando algunas preguntas, como: “¿Hay vida después de la muerte?”y “¿Dónde está Dios cuando los inocentes sufren?” También le presenté otros libros, como Vida dinámica y El poder medicinal de las plantas. Tomó los libros en sus manos y fue al cuarto para mostrárselos a su esposo. Mientras esperaba, oré: “Señor, permite que esos libros, que fueron escritos por personas iluminadas por ti, realicen la obra que yo no puedo hacer. Amén”. Después de algunos minutos, aquella señora volvió y solicitó la colección completa. Antes de retirarme, le dije que oraría por ella. Con una sonrisa en el rostro, me agradeció, y yo salí con fuerzas renovadas y mi corazón feliz, para seguir realizando la obra que el Señor me confió. Merlyn Sopla es un colportor evangélico que trabaja en la Asociación Argentina del Norte, Rep. Argentina 3