Por la libertad y contra la violencia Este 25 de noviembre se cumplen 50 años del asesinato de las hermanas Mirabal por la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, de República Dominicana. La muerte de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal que fueron ahorcadas y apaleadas por ser luchadoras por la libertad y opositoras al régimen, fue el comienzo del fin de Trujillo, que culminó con su ejecución en 1961. Por iniciativa del movimiento feminista latinoamericano, la Asamblea General de la ONU aprobó en 1999 la fecha del asesinato de las Mirabal como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, definiendo la violencia contra la mujer como todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la prohibición arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vía pública o en la vía privada. En la figura de estas tres mujeres se unen indisolublemente la lucha por la libertad y la denuncia de la violencia estructural que aqueja a nuestras sociedades, en tanto el dictador Trujillo era el epítome del autoritarismo, la violencia, la codicia y la lujuria, siendo acosador sexual de una de las hermanas Mirabal y reconocido por ser un violador desenfrenado que consideraba que las mujeres debían sentirse honradas porque él se fijara en ellas. Saqueó tanto el erario público que un año antes de su asesinato era considerado el sexto hombre más rico del mundo y fue célebre porque promovió el culto a sí mismo a extremos delirantes. El comportamiento político de los regímenes autoritarios es la otra cara de la moneda de la violencia que ejercen los hombres sobre las mujeres, puesto que sus relaciones con la ciudadanía se estructuran por medio del llamado “ciclo de la violencia” similar al que suelen vivir las mujeres en sus relaciones de pareja y que comprende cinco fases: 1) Fase de aparente calma, pero donde la conducta del régimen hace que la ciudadanía se sienta atemorizada, 2) Fase de acumulación de tensión, en que el agresor empieza a manifestar hostilidad y la víctima/ciudadanía trata de calmar la situación pensando que puede evitar la futura agresión; 3) Fase de la explosión violenta, puesto que la conducta hostil hace que incrementen los roces y desacuerdos, se pierda la comunicación y la tensión es tal que cualquier cosa desata el episodio violento, en el que el agresor desata agresiones verbales o sicológicas, golpea o viola. Es en esta llamada “crisis emergente” en que la víctima o la ciudadanía denuncia las agresiones. 4) Fase del arrepentimiento, en que el agresor reconoce su acción violenta y colma a la víctima de promesas de cambio. A menudo, esta le concede otra oportunidad y así se llega a la última etapa, 5) Fase de la reconciliación, donde el agresor se muestra amable y es todo atenciones, hasta que vuelve a funcionar como es su violenta costumbre y comienza un nuevo ciclo. Este se repetirá varias veces, haciéndose cada vez más corto y las agresiones más violentas. No es casual que la propaganda política oficial en Nicaragua aluda a “reconciliación y paz” y que asegure que lo único que quieren los que ejercen el poder es “amor, trabajo y paz” o que se invoque a la “unidad de la familia nicaragüense”, llamando a aceptar este comportamiento patológico como reglas del juego, tanto en la familia particular y como en el espacio público nacional. El agresor particular se autojustifica diciéndole a su pareja “si tuvieras la casa limpia no tendría que haberte pegado” o “si hubieras hecho la comida a tiempo, no te hubiera apaleado”. El agresor político dice algo parecido: “Si te sometés, no te persigo” o “si aceptaras la violación de la ley, no te atacaría”. La ciudadanía desarrolla a su vez una mentalidad parecida a la de la víctima de violencia, buscando méritos donde no los hay que justifiquen su propia aceptación de ese estado de cosas: “El me pega, pero me mantiene y es obligado con los niños”, dicen las mujeres de sus maridos agresores, que es similar a lo que dicen los ciudadanosvíctimas de los caudillos: “Es corrupto, pero hace cosas” o “es autoritario, pero se preocupa por los pobres”. Es por eso que tanto para las mujeres particulares como para la ciudanía en su conjunto se impone como tarea impostergable romper con este ciclo de la violencia, de aceptación del abuso y el atropello. La lucha contra la violencia en todas sus expresiones es la lucha por la libertad y la autodeterminación de las personas. De la misma manera que no es admisible la impunidad de golpeadores, violadores y asesinos de mujeres y niñas, no es admisible tampoco la impunidad de quienes violan la Constitución y las leyes, malversan los fondos públicos, destruyen la democracia, roban los votos y confiscan y reprimen los derechos de la ciudadanía. La emancipación individual y colectiva pasa por la autoafirmación de la soberanía personal y de nuestra integridad física y política, que es a su vez condición necesaria para ejercer la soberanía política como ciudadanas o ciudadanos. La capacidad constructiva de la sociedad sólo puede desarrollarse con libertad política, cuyo fundamento es el derecho a oponerse, puesto que como dijo Rosa Luxemburgo “la libertad sólo para los que apoyan al gobierno, sólo para los miembros de un partido…no es libertad en absoluto. La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente.” La lucha contra las dictaduras ha tenido a las mujeres en las primeras filas, el triunfo contra esas dictaduras, sin embargo, no ha significado el reconocimiento pleno de derechos para las mujeres en la práctica concreta más allá de las formulaciones normativas. Hoy que de nuevo nos amenaza otra dictadura y estamos a las puertas de un proceso electoral manejado por el poder con voluntad continuista, ventajista y fraudulenta, llamamos a la sociedad a ser protagonista de su libertad y hacer prevalecer la soberanía y la voluntad ciudadana en las próximas elecciones. Demandamos que todo aquel que se proclame demócrata se oponga al pacto caudillesco que ha hundido al país en la corrupción y el autoritarismo y que rompan con el ciclo de violencia que nos mata como personas y como ciudadanos. Exigimos un liderazgo opositor con un verdadero e inequívoco compromiso contra la violencia hacia las mujeres y de respeto absoluto a los derechos fundamentales y la Constitución de la República, por un futuro gobierno democrático que garantice libertades, derechos y garantías a nuestras vidas. ¡Por la soberanía personal y política, no a la violencia y la impunidad! ¡Por la democracia, la justicia y la libertad, no a la dictadura! ¡Castigo a los agresores! Movimiento Autónomo de Mujeres Managua, 25 de Noviembre 2010.