tradiciones sobre la creación

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TRADICIONES SOBRE LA
CREACIÓN
Vladimir Kush- Sunrise by the Ocean, (2000)
(La presente obra ha sido incorporada a la biblioteca digital de www.ladeliteratura.com.uy
con fines exclusivamente didácticos)
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TRADICIONES SOBRE LA CREACIÓN
Los textos han sido tomados de diversas fuentes. Se indica en cada caso su procedencia.
MITO GUARANÍ
MITOS AFRICANOS DE LA CREACION
TRADICIONES PATAGÓNICAS
TRADICIÓN CHINA
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MITO GUARANÍ
ÑAMANDÚ, EL CREADOR
http://mitosla.blogspot.com/2008/09/argentina-mito-guaran-creacin.html
Al principio de los tiempos existía el caos, formado por la neblina primigenia
(Tatachina) y los vientos originarios. Ñamandú ("Nuestro Padre Grande" o "Nuestro
Gran
Padre
último-primero") se
crea
a
sí
mismo
en
medio
dicho
caos.
El proceso de autocreación de Ñamandú sigue un proceso por etapas y lo hace a la
manera de un vegetal: se afirma sobre sus Raíces (las divinas plantas de los pies),
extiende sus Ramas (brazos con manos florecidas-dedos y uñas), construye su Copa
(diadema de flores y plumas- Yeguaka) y se yergue como árbol, en postura de
elevación celestial.
Una vez autocreado, el corazón de Ñamandú comienza a resplandecer. Con dicha luz
elimina las tinieblas primigenias. Después concibió la Palabra Creadora (Ayvú) que
posteriormente será legada a los humanos para que éstos desarrollen el lenguaje.
Concluida la creación de su cuerpo, Ñamandú crea a los otros dioses principales que
le ayudarán en su pesada tarea: Ñanderu py'a guasu ("Nuestro Padre de Corazón
Grande", padre de las palabras), Karai (dueño de la llama y del fuego solar), Yakairá
(o Yaraira, dueño de la bruma, de la neblina y del humo de la pipa que inspira a los
chamanes)
y
Tupá
(dueño
de
las
aguas,
de
las
lluvias
y
del
trueno).
Los tres compañeros de Ñamandú, con sus respectivas esposas, fueron creados sin
ombligos, por no ser engendrados por ninguna mujer. Además les impartió
conciencia de su divinidad y la esencia sagrada del Ayvú.
Los cuatro compañeros procedieron entonces a la creación de la primera tierra.
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Ñamandú cruzó dos varas indestructibles y sobre ella asentó la tierra. Para asegurar
que los vientos originarios no la movieran, la sostuvo con cinco palmeras pindó
sagradas: una en el centro y las otras cuatro cada una en un extremo. Una hacia la
morada de Karaí (al Poniente), la segunda hacia el origen de los vientos nuevos (al
Norte), la tercera hacia la morada de Tupá (al Oriente) y la cuarta hacia el origen del
tiempo-espacio primigenio (al Sur, desde donde vienen los vientos originarios fríos).
El firmamento descansa sobre esas columnas.
Junto a esta tierra, llamada Yvy Tenonde (Tierra Primera) se crea también el mar, el
día y la noche. Comienzan a poblarla los primeros animales (siendo la primera mbói,
la serpiente) y comienzan a crecer las primeras plantas. Aparecen luego los hombres,
que conviven con los dioses.
Los hombres, animales y plantas que habitan este mundo no son sino un mero
reflejo de aquellos creados originariamente por Ñamandú. En su Morada Eterna,
también conocida como Yvága (una especie de paraíso) se encuentran los originales.
Ñamandú se encuentra con Ñanderu Mba'ekuá ("Nuestro Padre Sabio") y le propone
buscar a la mujer. Para ello crean una vasija de barro y la tapan. Al destaparla,
aparece Ñandesy ("Nuestra Madre"). Copula con ambos dioses y engendra un hijo de
cada uno. Al enterarse Ñamandú del "adulterio" de su mujer, recoge sus cosas y se
marcha a su morada celestial. La abandonada Ñandesy sale en la búsqueda de su
marido, pero en el camino se pierde y es devorada por los jaguaretes antes de que
nacieran sus hijos. Sin embargo éstos, por ser divinos, sobrevivieron y fueron
criados por la abuela de los jaguaretes.
Los mellizos se llamaran Ñanderyke'y (hermano mayor), hijo de Ñamandú ; y Tyvra'i
(hermano menor), hijo de Ñanderu Mba'ekuá.
Luego de una larga sucesión de aventuras y desventuras, intentos y fracasos, un
continuo recomenzar en los que Añá (tío de los mellizos y enemigo de éstos) intenta
ponerle las cosas difíciles, los dos hermanos logran reunirse con Ñamandú en la
morada eterna. Allí también se encontraba su madre, Ñandesy , que había sido
revivida por su esposo.
Una vez allí, Ñamandú les otorga poderes divinos y el manejo del día a Ñanderyke'y,
que cambia su nombre a Ñanderu Kuarahy ("Nuestro Padre el Sol") y el control de la
noche a Tyvra'i, que pasa a llamarse Ñanderu Jasy ("Nuestro Padre la Luna").
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MITOS AFRICANOS DE LA CREACION
1.- HOMBRES Y MONOS
http://www.antropos.galeon.com/html/mitosafrica.htm
Hubo un tiempo en que el ser superior Mulukú -en las poblaciones centroafricanas, a
la deidad suprema se la conocía con el nombre de Woka- se propuso hacer brotar, de
la tierra misma, a la primera pareja de la que todos descendemos. Mulukú, que
dominaba el oficio de la siembra o, por mejor decir, era el sembrador por excelencia,
hizo dos agujeros en el suelo. De uno surgió una mujer, del otro surgió un hombre.
Ambos gozaban de la simpatía y el cariño de su hacedor y, por lo mismo, decidió
enseñarles todo lo relativo a la tierra y su cultivo. Les proveyó, además, de
herramientas para cavar y mullir el suelo y para cortar, o podar, árboles secos, y para
clavar estacas. Puso en sus manos semillas de mijo para sembrar en la tierra y, en
fin, les mostró la manera de vivir por sí mismos, sin dependencia alguna de
cualesquiera otras criaturas.
Sin embargo, cuenta la leyenda que la primera pareja de nuestra especie desatendió
todos los consejos que la deidad les había dado y que, por lo mismo, abandonaron
las tierras, las cuales terminaron convirtiéndose en eriales y campos yermos. Y, así,
la primera pareja consumó su desobediencia, con lo que su hacedor los trastocó en
monos. El mito -o, por mejor decir, la fábula-, relata que Mulukú montó en cólera y
arrancó la cola de los monos para ponérsela a la especie humana. Al propio tiempo
ordenó a los monos que fueran humanos y a los humanos que fueran monos;
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depositó en éstos su confianza, mientras que se la retiraba a los humanos. Y dijo a
los monos: "Sed humanos". Y a los humanos: "Sed monos".
2. MITO DE LAS DOS LUMINARIAS
http://www.antropos.galeon.com/html/mitosafrica.htm
De entre las numerosas leyendas del continente africano sobresale la de los negros
de Senegal, puesto que acaso sean los únicos que tienen una cosmología digna de
tal nombre.
Sus fábulas muestran que las dos luminarias, es decir, tanto el Sol como la Luna,
estaban ya consideradas como superiores a los demás astros. El mito cosmogónico
pretende establecer las diferencias de ambos cuerpos astrales, y se propone explicar
-de una manera muy simple, aunque cargada de connotaciones míticas y
emblemáticas- las grandes diferencias entre la Luna y el Sol. El brillo, el calor y la luz
que se desprenden del astro-rey impiden que seamos capaces de mirarlo fijamente.
En cambio, a la Luna podemos contemplarla con insistencia sin que nuestros ojos
sufran daño alguno. Ello es así porque, en cierta ocasión, estaban bañándose
desnudas las madres de ambas luminarias. Mientras el Sol mantuvo una actitud
cargada de pudor, y no dirigió su mirada ni un instante hacia la desnudez de su
progenitura, la Luna, en cambio, no tuvo reparos en observar la desnudez de su
antecesora. Después de salir del baño, le fue dicho al Sol: "Hijo mío, siempre me has
respetado y deseo que la única, y poderosa deidad, te bendiga por ello. Tus ojos se
apartaron de mí mientras me bañaba desnuda y, por ello, quiero que desde ahora,
ningún
ser
vivo
pueda
mirarte
a
ti
sin
que
su
vista
quede
dañada".
Y a la Luna le fue dicho: "Hija mía, tú no me has respetado mientras me bañaba. Me
has mirado fijamente, como si fuera un objeto brillante y, por ello, yo quiero que, a
partir de ahora, todos los seres vivos puedan mirarte a ti sin que su vista que dañada
ni se cansen sus ojos".
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3. LA SERPIENTE CÓSMICA
http://mitologiaafricana.idoneos.com/index.php/297905
El pueblo Fon, cuenta cómo la serpiente cósmica, Aida-Hwedo, fue creada al
principio de los tiempos por el Creador, un dios andrógino con dos caras: Mawu, la
luna (femenino), y Lisa, el sol (masculino).
Aido-Hwedo contribuyó a la creación al llevar al creador en su boca mientras se
formaba el mundo. Cuando terminó la obra, el Creador vio que era un peso excesivo
para la tierra: demasiados árboles, demasiadas montañas, demasiados elefantes,
demasiado de todo.
Entonces, le pidió a Aido-Hwedo que se enroscase y se colocase por debajo de la
sobrecargada tierra como si fuese un cojín para poder transportarla. Como a AidoHwedo no le gustaba el calor, el Creador hizo el océano para que viviera allí.
Al sentir Aido-Hwedo una gran presión sobre sí, tiene que cambiar de postura para
descansar, y lo que sucede en esos casos es que se desatan terremotos.
Aido-Hwedo se alimenta de barras de hierro que forjan unos monos rojos que viven
bajo el mar. Cuando el hierro se agota, del hambre se come su propia cola. Luego, la
tierra, con toda su carga se desequilibra y cae al mar.
Una segunda Aido -Hwedo, la serpiente del arco iris, vive en el cielo y envía a la tierra
los rayos de los dioses.
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TRADICIONES PATAGÓNICAS
(mapuches y tehuelches)
http://mitologiaamericana.idoneos.com/index.php/K%C3%B3och_y_la_creaci%C3%B3n_del
_mundo
1. KÓOCH CREA EL UNIVERSO
Al principio solo existían dos cosas: Kóoch, que siempre estuvo y una oscuridad
absoluta que no dejaba que las cosas existiesen.
Tanto tiempo pasó Kóoch en medio de las sombras y su soledad era tan grande que
empezó a llorar por tan enorme pena. Y lloró tanto y tan sinceramente por su
profundo dolor que sus lágrimas formaron el Arrok, el Mar Amargo de las tormentas y
las tristezas.
Más tarde, aún en medio de tanta pena, pudo advertir cómo crecía la enorme cantidad
de agua que había llorado y entonces suspiró. Así creo a Xóchem, el viento, que
inmediatamente comenzó a correr arrastrando a las tinieblas y preparando el camino
para la llegada de la luz. Así fue como todo se iluminó y nació la alegría en Kóoch.
Entonces tuvo ganas de seguir creando los restantes elementos que le permitieron
luego modelar el mundo en el que finalmente vivirían los hombres.
Un día, en medio del mar que sus lágrimas habían creado, Kóoch quiso contemplar su
obra y vio que la luz no era suficiente. Enojado, levantó su brazo y sucedió que rasgó
de lado a lado el velo de la penumbra y encendió así una gran chispa de fuego: Kóoch
había creado el sol al que llamó 'xaleshem' cuya calidez al entrar en contacto con las
aguas, creó las nubes y el viento, que empezó a jugar con ellas corriéndolas por todo
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el cielo, con su risa alocada creó el trueno (katrú) y ellas, que lo amenazaban con la
mirada, crearon el relámpago (lüfke).
Un día Kóoch volvió a aburrirse, por eso pensó que su obra no estaba aún terminada.
Entonces hizo elevar parte de la tierra que se encontraba debajo del mar y formó una
isla en la cual modeló montañas y llanuras separadas por valles y cañadas. Todos sus
hijos, el sol, el viento, las nubes admiraron la belleza de la isla y comenzaron a
derramar sus bondades sobre ella, lo cual dio como resultado la formación de ríos,
arroyos, lagos... el nacimiento de los peces, las plantas, los árboles y las aves.
Pero sucedió que los primeros hijos de Kóoch sintieron al final, celos de esta nueva
creación y en ocasiones desataban su furia sobre la isla castigando duramente a
árboles y otros habitantes. Entonces Kóoch decidió reprenderlos hablándoles con
firmeza y así la luz continuó brillando para el deleite de la creación.
2. KÓOCH Y LOS GIGANTES
http://www.alconet.com.ar/varios/mitologia/patagonia/koock.html
Según dicen los tehuelches, hace muchísimo tiempo no había tierra, ni mar, ni sol...
solamente existía la densa y húmeda oscuridad de las tinieblas. Y en medio de ella
vivía eterno, Kóoch.
Nadie sabe por qué, un día Kóoch, que siempre se había bastado a sí mismo, se sintió
muy solo y se puso a llorar. Lloró tantas lágrimas, durante tanto tiempo, que contarlos
sería imposible. Y con su llanto se formó el mar, el inmenso océano donde la vista se
pierde.
Cuando Kóoch se dio cuenta de que el agua crecía y que estaba a punto de cubrirlo
todo, dejó de llorar y suspiró. Y ese suspiro tan hondo fue el primer viento, que
empezó a soplar constantemente, abriéndose paso entre la niebla y agitando el mar.
Algunos dicen que fue así, por los empujones del viento, que la niebla se disipó y
apareció la luz, pero otros opinan que fue Kóoch el inventor de la claridad. Cuentan
que, en medio del agua y envuelto en la oscuridad, deseó contemplar el extraño
mundo que lo rodeaba. Se alejó un poco a través del negro espacio y, como no podía
ver con nitidez, levantó el brazo, y con su gesto hizo un enorme tajo en las tinieblas.
Dicen también que el giro de su mano originó una chispa, y que esa chispa se
convirtió en el sol.
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Xáleshen, como llaman los tehuelches al gran astro, se levantó sobre el mar e iluminó
ese
paisaje
magnífico:
la
inmensa
superficie
ondulada
por
el
viento, cuyo soplo retorcía cada ola hasta verla deshacerse bajo su tocado de
espuma.
El sol formó las nubes, que de allí en más se pusieron a vagar, incansables, por el
cielo, matizando el agua con su sombra, pintándola con grandes manchones oscuros.
Y el viento las empujaba a su gusto, a veces suavemente, y a veces en forma tan
violenta que las hacía chocar entre sí. Entonces las nubes se quejaban con truenos
retumbantes
y
amenazaban
con
el
brillo
castigador
de
los
relámpagos.
Luego Kóoch se dedicó a su obra maestra. Primero hizo surgir del agua una isla muy
grande, y luego dispuso allí los animales, los pájaros, los insectos y los peces. Y el
viento, el sol y las nubes encontraron tan hermosa la obra de Kóoch que se pusieron
de acuerdo para hacerla perdurar: el sol iluminaba y calentaba la tierra, las nubes
dejaban caer la lluvia bienhechora, el viento se moderaba para dejar crecer los
pastos... la vida era dulce en la pacífica isla de Kóoch. Entonces el Creador,
satisfecho, se alejó cruzando el mar. A su paso hizo surgir otra tierra cercana y se
marchó al horizonte, de donde nunca más volvió.
Y así hubieran seguido las cosas en la isla de no ser por el nacimiento de los
gigantes, los hijos de Tons, la Oscuridad. Un día, uno de ellos, llamado Noshtex, raptó
a la nube Teo y la encerró en su caverna.
Sus hermanas buscaron a la desaparecida a lo largo y a lo ancho del cielo, pero nadie
la había visto. Entonces, furiosas, provocaron una gran tormenta. El agua corrió sin
parar desde lo alto de las montañas, arrastrando las rocas, inundando las cuevas de
los animalitos, destruyendo los nidos, arrasando la tierra en una inmensa protesta...
Después de tres días y tres noches, Xáleshen quiso saber el motivo de tanto enojo y
apareció entre las nubes. Enterado de lo sucedido, esa tarde, al retirarse detrás de la
línea donde se junta el cielo con el mar, le contó a Kóoch las novedades, y Kóoch
contestó;
-Te prometo que, quienquiera que haya raptado a Teo, será castigado. Si ella espera
un hijo, ése será más poderoso que su padre.
A la mañana siguiente, apenas asomado, el sol comunicó la profecía a las nubes
agolpadas en el horizonte y éstas, enseguida, se la contaron a Xóchem el viento, que
corrió hacia la isla y difundió la noticia aquí y allá, anunciándola a quien quisiera oírla.
Y el chingolo se lo contó al guanaco, el guanaco al ñandú, el ñandú al zorrino, el
zorrino a la liebre, al armadillo, al puma. Después Xóchem sopló el mensaje en la
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puerta de las cavernas de los gigantes, para que no quedara nadie sin enterarse.
Así escuchó Nóshtex las palabras de Kóoch, y tuvo miedo de su pequeño enemigo,
que ya vivía en el vientre de Teo. "Voy a matarlos", pensó, "voy a matarlos y a
comérmelos a los dos". Golpeó salvajemente a Teo mientras dormía, arrancó al niño
de sus entrañas y, sin mirar a su hijo abandonado en el suelo de la caverna, la
despedazó.
Pero alguien más, adentro de la cueva, había escuchado a Xóchem. Era Ter-Werr, una
tuco-tuco que vivía en su casa subterránea excavada en el fondo de la gruta. Dicen
que fue ella la que salvó al bebé, la que, sigilosamente, en el mismo momento en que
el monstruo levantaba a su hijo para devorarlo, le mordió el dedo del pie con todas
sus fuerzas, la que escondió al niño debajo de la tierra antes de que el gigante pudiera
reaccionar...
Sin embargo, el refugio era demasiado precario. Nóshtex cruzaba la caverna
haciéndola temblar con sus pasos de gigante, recorría la isla buscando al cachorrito
que apenas había visto, a ese hijo que en cuanto creciera iba a traicionarlo.
Entonces Terr-Werr pidió ayuda al resto de los animales: ¿dónde esconder al bebé?,
¿cómo ponerlo a salvo del gigante?
Cuentan que todos los animales hicieron una asamblea para discutir el asunto. Que el
Kíus, el chorlo, era el único conocedor de la otra tierra que, más allá del mar, había
creado Kóoch antes de recluirse en el horizonte, y que propuso enviar allí al niñito.
Así comenzaron los preparativos para la fuga secreta.
Una madrugada, cuando el hijo de Teo y el gigante estuvo listo para partir, Terr-Werr
lo llevó hasta las inmediaciones de una laguna y lo escondió entre los juncos. Desde
allí llamó a Kíken, el chingolo, para que a su vez transmitiera el mensaje: todos los
animales fueron convocados para escoltar al niño. Algunos, como el puma, se
negaron. Otros, como el ñandú y el flamenco, llegaron demasiado tarde. El zorrino iba
tan contento al encuentro de la criatura que, interceptado por el gigante, no supo
guardar el secreto. Así enterado, Nóshtex se dirigió a grandes pasos hacia la laguna,
pero el pecho-colorado, instruido por Terr-Werr lo distrajo con su canto. Por eso no
llegó a tiempo para ver cómo el cisne se acercó al niño nadando majestuosamente y
lo colocó sobre su lomo, ni cómo carreteó luego para levantar vuelo. Sólo alcanzó a
distinguir en el cielo un pájaro blanco que, con su largo cuello estirado y las alas
desplegadas, volaba decididamente hacia el oeste. Así, en su colchoncito de plumas,
se alejaba el protegido de Kóoch hacia la tierra salvadora de la Patagonia.
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3. LOS INVENTOS DE ELAL
Dicen los tehuelches que la Patagonia era sólo hielo y nieve cuando el cisne la cruzó,
volando, por primera vez. Venía de más allá del mar, de la isla divina donde Kóoch
había creado la vida y donde había nacido el pequeño Elal, a quien cargó sobre su
blanco lomo hasta depositario sano y salvo en la cumbre del cerro Chaltén.
Dicen también que detrás del cisne volaron el resto de los pájaros, que los peces los
siguieron por el agua y que los animales terrestres cruzaron el océano a bordo de
unos y de otros. Así la nueva tierra se pobló de guanacos, de liebres y de zorros; los
patos y los flamencos ocuparon las lagunas y surcaron por primera vez el desnudo
cielo patagónico los chingolos, los chorlos y los cóndores.
Por eso Elal no estuvo solo en el Chaltén: los pájaros le trajeron alimentos y lo
cobijaron entre sus plumas suaves. Durante tres días y tres noches, permaneció en la
cumbre, contemplando el desierto helado que su estirpe de héroe transformaría para
siempre.
Cuando Elal comenzó a bajar por la ladera de la montaña le salieron al encuentro
Kokeske y Shíe, el Frío y la Nieve. Los dos hermanos que hasta entonces dominaban
la Patagonia lo atacaron furiosos, ayudados por Máip, el viento asesino. Pero Elal
ahuyentó a todos golpeando entre sí unas piedras que se agachó a recoger, y ése fue
su primer invento: el fuego.
Cuentan que Elal siempre fue sabio, que desde muy chiquito supo cazar animales con
el arco y la flecha que él mismo había inventado. Que ahuyentó al mar con sus
flechazos para agrandar la tierra, que creó las estaciones, amansó las fieras y ordenó
la
vida.
Y
que
un
día,
modelando
estatuillas
de
barro,
creó a los hombres y las mujeres, los tehuelches. A ellos, a sus chónek, les confió los
secretos de la caza: les enseñó a diferenciar las huellas de los animales, a seguirles el
rastro y a poner los señuelos, a fabricar las armas y a encender el fuego. Y también a
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coser abrigados quillangos, a preparar el cuero para los toldos hasta dejarlo liso e
impermeable... y tantas, tantas otras cosas que sólo él sabía.
Cuentan que hasta la Luna y el Sol están donde están por obra de Elal, que los echó
de la Tierra porque no querían darle a su hija por esposa. Y que el mar crece con la
luna nueva porque la muchacha, abandonada por el héroe en el océano, quiere
acercarse al cielo, desde donde su madre la llama. Y también que si no fuera porque
una vez, hace muchísimo tiempo, cuando hombres y animales eran la misma cosa,
Elal castigó a una pareja de lobos de mar, no existirían el deseo ni la muerte.
Finalmente Elal, el sabio, el protector de los tehuelches, dio por terminados sus
trabajos. Dicen que un día, poco antes del amanecer, reunió a los chónek para
despedirse de ellos y darles las últimas instrucciones. Les anunció que se iba, pidió
que no le rindieran honores pero sí que transmitieran sus enseñanzas a sus hijos, y
éstos a los suyos, y aquéllos a los propios, para que nunca murieran los secretos
tehuelches. Y cuando ya asomaba por el horizonte, Elal llamó al cisne, su viejo
compañero. Se subió a su lomo y le indicó con un gesto el este ardiente. Entonces el
cisne se alejó del acantilado, corrió un trecho y levantó vuelo por encima del mar.
Inclinándose sobre el ave que lo llevaba y acariciando su largo cuello, Elal le pidió
que le avisara cuando estuviera cansado. Cuando el cisne se quejaba, Elal disparaba
una flecha hacia abajo, y con cada flechazo surgía en el agua una isla donde era
posible posarse a descansar.
Dicen que varias de esas islas se distinguen todavía desde la costa patagónica, y que
en alguna de ellas, muy lejos, adonde ningún hombre vivo puede llegar, vive Elal.
Sentado frente a hogueras que nunca se extinguen, escucha las historias que le
cuentan los tehuelches que, resucitados, llegan cada tanto para quedarse con él,
guiados por el magnánimo Wendeunk.(*)
(*) Fuente: Leyendas de la Patagonia, Arnoldo Canclini compilador, Ed. Planeta.
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TRADICIÓN CHINA
http://mitologiachina.idoneos.com/index.php/303149
PAN GU Y LA CREACIÓN DEL MUNDO
En el principio, el universo estaba contenido en un huevo, dentro del cual, las fuerzas
vitales del yin (oscura, femenina y fría) y del yang (clara, masculina y caliente) se
relacionan una con otra.
Dentro del huevo, Pan Gu (o también Pan Ku), formado a partir de estas fuerzas,
estuvo durmiendo durante 18.000 años. Al despertar, se estiró y lo rompió.
Los elementos más pesados del interior del huevo se fueron hacia abajo para formar
la tierra y los más ligeros flotaron para formar el cielo.
Entre la tierra y el cielo, estaba Pan Gu.
Todos cada día, durante otros 18.000 años, la tierra y el cielo, se separaban un poco
más. Pan Gu crecía la misma proporción por lo que siempre se llenaba el espacio
intermedio.
Finalmente, la tierra y el cielo llegaron a sus posiciones definitivas. Agotado, Pan
Gu, se echó a descansar. Y estaba tan agotado que murió. Su cuerpo y sus miembros
se convirtieron en montañas. Sus ojos, se transformaron en el sol y la luna. Su carne,
la tierra; sus cabellos, los árboles y las plantas; sus lágrimas, ríos y mares. Su
aliento, fue el viento; su voz el trueno y el relámpago.
Y por último... las pulgas de Pan Gu... ¡se convirtieron en la humanidad!
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