Historia Social de la Música Argentina Trabajo Práctico Nº 1 Carrera: Profesorado de Música. Docente: Crespo, Alfredo. Integrantes: Córdoba, Anahi. Gastaldi, Victoria. Gómez, Flavio. Mattioda, Andrés. Introducción Para este trabajo escogimos al pueblo originario Aonikenk, más conocidos como Tehuelches, nombre dado por los Mapuches que en su idioma significa: “Tehuel”, bravo o arisco y “Che”, gente, haciendo referencia a lo aguerridos y altos que solían ser los miembros de esta etnia. Habitaron el sur de Argentina hasta hace poco menos de dos siglos y eran uno de los grupos étnicos de mayor abarcación territorial (aproximadamente desde Rio Negro hasta el Estrecho de Magallanes), pero también, formaron parte de las culturas más castigadas por el avance del hombre blanco en su afán de conquista y saqueo. “La Patagonia”, mapa compuesto y publicado por el padre Alonso Ovalle, en el año 1636. Sobre su forma de vida y sus costumbres Los Tehuelches eran un pueblo nómade, por lo cual, su subsistencia se basaba en la caza y la recolección de alimentos. Su migración consistía en ir hacia las montañas en verano, y hacia las costas en invierno, con todas sus pertenencias y campamento a cuestas. Su organización era la de “tribus” o “clanes”, donde un hombre asumía el liderazgo de pequeños grupos que coexistían entre sí, a veces entrando en conflictos y otras, formando alianzas y planificando uniones matrimoniales. Para realizarse un casamiento, el joven debía haber demostrado su habilidad tanto en la caza, como también en el combate. El padre de la futura esposa entregaba a su hija a un pretendiente de otra comunidad que cumpliese con ciertas dotes, y una vez consumada la ceremonia, la esposa pasaba a ser posesión del hombre, y la distribución de tareas de la pareja era desigual para los estándares de nuestra era, ya que el hombre se ocupaba de la cacería mientras la mujer cuidaba a los niños, cocinaba, preparaba las pieles para diversas manufacturas, recolectaba leña, desarmaba y transportaba las viviendas. Familia Aonikenk frente a su Kau, palabra empleada para referirse a sus tiendas. Para cazar, los hombres utilizaban arcos fabricados con cuerdas de tendones de animales, además de flechas, lanzas y puñales de piedra afilada. Sus principales presas eran el guanaco, el ñandú, las liebres y otros roedores, pescado e incluso aves. Como es usual en todos los pueblos de la Patagonia y Tierra del Fuego, los hombres y mujeres de esta cultura, utilizaban con frecuencia ungüentos pigmentados en su rostro y cuerpo. Para esto empleaban tierra arcillosa o carbón, añadiendo como aglutinante la grasa del avestruz o también la médula de guanaco, aunque este último requería de cocinar en grandes ollas huesos triturados y no fue empleado hasta haber pasado por sus primeros contactos con los europeos en el siglo XVI. Este “cosmético” era usado no solamente en fiestas, bailes, ritos o situaciones bélicas, sino también para protegerse de las características atmosféricas, del viento, del frío. Los tatuajes también eran una práctica habitual entre los integrantes de la etnia Aonikenk. Tanto hombres como mujeres llevaban tatuajes que consistían en incisiones en el antebrazo, donde se dibujaban pequeñas líneas paralelas grabadas con ocres azules o carbón en polvo. Su cosmología y sus creencias Sus costumbres no estaban alejadas de la superstición. El chamán tenía el deber de arrojar al espíritu que se apoderaba de los enfermos, practicando una suerte de exorcismo. Este oficio de chamán o doctor era ejercido indistintamente por hombres y mujeres, pero existía gran mayoría de mujeres que practicaban estos rituales, ocupando un rol importante dentro del grupo social. De acuerdo a descripciones que dan algunos cronistas, se puede afirmar que estos chamanes, especialmente mujeres, eran considerados de gran poder dentro de la comunidad. Se le atribuía la habilidad de enfermar a otras personas o incluso causar la muerte. Cuando uno de sus miembros familiares ya no podía cazar o incluso caminar, era despedido y abandonado en el camino. De caso contrario, al morir envolvían los cuerpos en pieles de guanaco y lo enterraban, también sacrificaban a sus mascotas para que lo acompañen en el más allá. Según el criterio algunos investigadores, la mitología tehuelche podría ser dividida en los siguientes cuatro ciclos narrativos (extracto de “Los Tehuelches, un paseo etnohistórico”): La formación del mundo; El nacimiento de Elal y las peripecias que atraviesa; El viaje de Elal hacia la Patagonia y la creación de los hombres; El deceso de Elal y su actual existencia en el cielo. Al principio únicamente estaba Kóoch, un ser inactivo que había existido desde siempre y que vivía en el confín del horizonte, rodeado de densas y oscuras neblinas, allí donde se juntan el cielo y el mar. Como este se sentía muy solo comenzó a llorar, tanto lloró que con sus lágrimas se formó el primitivo mar. Luego suspiró dando nacimiento al primer viento el cual, al moverse, disipó un poco la oscuridad. Kóoch alzó la mano rasgando las tinieblas y así produjo una chispa poderosa que se convirtió en el sol (Xaleshen) que iluminó todo el escenario. El sol también se puso a inventar y dio origen a las primeras nubes. Una vez que ya estaban el viento, el sol y las nubes, Kóoch hizo surgir del seno de las aguas una isla en la que creó la vida (animales y plantas). Como se dio cuenta que de noche, cuando el sol se iba a descansar, no quedaba nada de luz decidió inventar la luna. Todo estaba muy tranquilo en la isla hasta que aparecieron los gigantes (Hol-Gok) quienes se hicieron amigos de las aves carroñeras. La oscuridad (Tons) era la madre de éstos y de los tres espíritus malignos de la isla: Maip (viento helado; portador de inquietudes espirituales y mala suerte), Axshem (que vive en las fuentes sulfurosas y provoca dolor físico y cansancio) y Kélenken (traedor de pestes y desgracias). El nacimiento de Elal en la isla fue una larga tragedia. Resulta que un gigante raptó a una nube dormida y la llevó a su caverna. Las demás nubes al notar la ausencia se enfurecieron y comenzaron a descargar terribles tormentas. Al cabo de tres días se presentó el sol y les preguntó por su enojo. El sol las apaciguó diciéndoles que comentaría lo sucedido a Kóoch. Cuando Kóoch vio el estado en que se encontraba su obra (los animales aterrados, mojados y con hambre, los ríos desbordados, las rocas despeñadas) prometió al sol que si la nube desaparecida tenía un hijo, éste sería más poderoso que su padre. El sol comunicó la noticia a las nubes, quienes se la transmitieron al viento. El viento la desparramó entre todos los animales y entre las cavernas de los gigantes. Así el gigante se enteró que el hijo de la nube (que ya latía en su vientre) sería más poderoso que él. Dos situaciones iluminaron el pensamiento del gigante: primero vio cómo Maip –con su aliento helado mataba a un pajarito que acababa de poner un huevo; y más tarde descubrió que un zorro se había comido a ambos. Llegó, entonces, a la siguiente conclusión: debía asesinar a la nube, abrirle el vientre y devorar a su propio hijo para eliminar la amenaza de Kóoch. Luego de asesinarla decidió enviar a la nube al espacio. La sangre comenzó a caer hacia el este y, a medida que aclaraba, más sangre se amontonaba y más rojo se tornaba el amanecer. Por eso, en la actualidad, los amaneceres tienen colores rojizos. Un Tucu Tucu (roedor) raptó a Elal y lo llevó bajo tierra, donde distintos animales ayudaron a esconder al niño, pero en un momento el Tucu Tucu pensó que era mejor escapar de la isla y así fue como se mudaron hacia la Patagonia. Durante los preparativos le pidieron al zorrino que buscara a la abutarda. Éste partió tan alegre que un gigante al verlo así de contento lo interrogó. El zorrino vaciló, pero luego sintió miedo y confesó al monstruo lo que estaba sucediendo y dónde se encontraba el niño. La lechuza –que había escuchado todo, le contó al resto de los animales sobre la traición del zorrino, y como castigo, al zorrino le quedó ese olor tan fuerte por culpa del cual no tiene amigos. Algo parecido ocurrió con el ñandú quien, antiguamente, podía volar igual que el cóndor. Todo sucedió cundo el zorro le anunció que Elal le aguardaba en la orilla de una laguna y este animal decidió usar sus patas en vez de las alas por temor a un gigante que la estaba mirando. Cuando Elal se enteró lo castigó y, desde entonces, el zorro –que había sorteado peligros para darle el mensaje de Elal- se enojó tanto que se convirtió en su peor enemigo. El Tucu Tucu decidió que era mejor escapar de la isla y así, con la ayuda de un cisne (Kóokne) y de otros pájaros, Elal y varios animales llegaron a la Patagonia. El cisne depositó al niño en la cumbre del Chaltén y junto con los flamencos lo cuidaron, alimentaron y dieron calor con sus plumas durante tres días. Cuando Elal descendió lo interceptaron dos hermanos que hasta ese momento dominaban la Patagonia – Kókeske (amo del frió y del hielo) y Shie (la nieve)- a quienes ahuyentó golpeando unas piedras que originaron el fuego. El gigante se dirigió hacia la Patagonia tras Elal. Allí, agotado de tanto perseguirlo entre arbustos espinosos, se quedó quieto convirtiéndose en piedra y ya nunca más volvió a molestar. Luego de sortear este problema, Elal continuó con sus inventos; fabricó el arco y las flechas, un quillango, calzado, etc. Consideró que el espacio no era suficiente, entonces, tomó su arco y comenzó a disparar. En el lugar donde las flechas caían el agua retrocedía dejando que la tierra emerja. Después de ampliar la superficie confeccionó dos muñequitos de barro. De este modo creó a su gente, a quienes les enseñó absolutamente todo, desde reglas de comportamiento hasta cómo hacer utensilios y herramientas. Les mostró cuáles eran los animales que podían comer, cómo cazarlos y descuerarlos. Trabajó muchos días arreando animales para dejárselos todos juntos en un corral. La historia de Elal termina cuando, fatigado por el desengaño amoroso con la hija del sol y la luna, reúne a los fieles camaradas y les prohíbe que le rindan ningún tipo de culto y se aleja hacia una isla muy lejana, llevado por un majestuoso cisne. Por eso, cuando los tehuelches mueren, Wendéunk el espíritu protector los acompaña hacia donde Elal se encuentra esperándolos. - Mariela Eva Rodríguez y Walter Delrio El Gran Libro de Santa Cruz Sobre sus tradiciones y expresiones artísticas El nacimiento de un niño, o cuando una de sus hijas entraba en la pubertad (se convertía en adulta para la percepción de la época) era un acontecimiento acompañado de ritos y festejos donde el chamán llevaba a cabo sus ceremonias rituales llamadas “Camarucos”. Estas celebraciones duraban dos o tres días y la carne era el manjar preferido. Los bailes eran frecuentes y comenzaban al anochecer, extendiéndose un gran fuego a la entrada de cada toldo, se colocaban en cuclillas las mujeres, ya que éstas, no participaban usualmente en el danza. De su canto podemos resaltar que era muy rico rítmicamente y de sonidos estridentes, debido a que en su idioma abundaban las consonantes. Los instrumentos utilizados eran tambores hechos con un pedazo de cuero estirado sobre un arco de madera, flautas construidas con fémures agujereados de guanaco y arcos musicales que consistían en un arco que mantenía tensa una cuerda de crines de caballo. Para utilizar este instrumento, se sostenía con los dientes una de las extremidades del arco y la otra tomada con la mano izquierda, obteniendo con el roce de un hueso bien liso en un movimiento de vaivén, un sonido melodioso y suave. Todos estos instrumentos reflejan una gran influencia araucana. Los hombres entonces, acompañados por la música y el canto de algunas mujeres, se dirigían en filas saliendo del toldo con el cuerpo y el rostro cubierto de mantas de pieles y la cabeza adornada con plumas de avestruz. La danza consistía en dar vueltas alrededor del fuego, uno frente a otro, acercándose y retrocediendo, para volver a aproximarse hasta tocarse, acompañado esto de movimientos rítmicos de brazos y cabeza. Se buscaba imitar el tranco del avestruz y el brinco del guanaco. Al dar algunas vueltas alrededor del fuego, se aceleraba el ritmo del baile y con el acaloramiento los bailarines se despojaban de sus mantas y aparecían desnudos, con el cuerpo pintado de varios colores, cubiertos con cinturones de plumas de avestruz, conchillas, también picos de aves y campanillas desde los hombros hasta la cintura. Cuando se encontraban agotados eran reemplazados por otros bailarines y así el baile se mantenía hasta muy avanzada la noche. Otra de sus formas de expresión artística o cultural era a través del tejido y la curtiembre, donde plasmaban diseños geométricos sencillos y coloridos, utilizando los pigmentos obtenibles en la región. La conquista del desierto Hacia la década de 1870, el conflicto con los pueblos originarios se recrudeció, ya que la Argentina se había vuelto un país clave para las importaciones de Inglaterra, y estos consideraban que era necesario ocupar el desierto para aumentar las producciones y apoderarse de los recursos. El general Julio Argentino Roca fue nombrado ministro de guerra por el actual presidente Nicolás Avellaneda, quien financiaría el conflicto para lograr el exterminio, la subyugación y en algunos casos, la expulsión del indígena. Las cifras de indígenas muertos y heridos durante estas campañas rondan los 14.000, según el informe oficial de la comisión científica que acompaño al ejército Argentino. Una parte de los sobrevivientes fueron desplazados a las zonas más lejanas y estériles de la Patagonia., mientras que muchos fueron tomados prisioneros y obligados a trabajar en las cosechas de uva y caña de azúcar en los campos productores de la región de Cuyo, otros fueron enviados a campos de concentración en la localidad de Chichinales, en Río Negro y Malargüe, la ciudad situada en la provincia de Mendoza. Situación territorial hasta la actualidad Camusu Aike es una comunidad Aonikenk ubicada en el departamento Güer Aike de la provincia de Santa Cruz. Es el último poblado en el cual residen comunitariamente Aonikenk. Se ubica en el centronorte del departamento Güer Aike en un cañadón en medio de la estepa patagónica. La reserva de Camusu Aike se originó el 11 de enero de 1898 por el decreto n.° 4167 del presidente José Evaristo Uriburu, quien otorgó permiso a la tribu tehuelche para asentarse en un territorio de 50 000 hectáreas). El artículo 2 del decreto establecía: la ocupación de la mencionada tierra queda sujeta a la vigilancia de la Gobernación del Territorio, no pudiendo el presente permiso ser transferido en forma alguna. Según el inconcluso “Censo Indígena Nacional” de 1966-1968 había 44 tehuelches, de los cuales solo 24 eran hablantes del idioma aonek'o 'a'jen en el departamento Güer Aike. De ellos, 11 familias con 41 individuos estaban en el asentamiento de Camusu Aike. Hasta 1984 las casas de la reserva estaban dispersas, a inicios de 2011 constituyen un pequeño caserío de 12 viviendas con unas 20 familias. En la actualidad sus habitantes no aceptan que a este territorio se le llame reserva sino que en lugar de ello usan el nombre comunidad. Tras un dilatado tiempo de trámites y reuniones, en septiembre de 2007, por la resolución N° 490, el Estado nacional reconoció la personería jurídica de la comunidad, inscribiéndola en el “Registro Nacional de Comunidades Indígenas” del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas. El 19 de abril de 2015 se le otorgó un decreto haciéndole recibir 18 000 hectáreas más, quedándoles pendientes 2000 hectáreas. Transcripción de un registro musical Para esta sección del trabajo, elegimos un registro musical grabado en la década del 80 donde Aimé Painé (1943-1987), cantante argentina de raíces tehuelches y mapuches, interpreta un canto Aonikenk que le fue transmitido por su bisabuela. El canto refleja lo sorprendidos que habían quedado sus antepasados tras haber visto por primera vez un barco a vapor. Plasmar una transcripción tradicional que fuese fiel en su calidad con respecto al registro musical nos resulto prácticamente imposible, puesto a que es una melodía con muchos melismas y una estructura rítmica compleja y muy alejada de los estándares europeos. Por esto, hemos decidido valernos de un programa llamado “AnthemScore” (link en la webgrafia) que permite realizar una partitura basándose en un audio en formato mp3. Por supuesto que el producto obtenido no es muy fiable pero nos es útil para poder ver la escala, alturas y saltos que tiene la canción. Su apartado rítmico debe ser ignorado completamente puesto que hasta el compás, es erróneo. No conformes con este resultado, optamos por añadir nuestra interpretación de la línea rítmica de la melodía cantada por Aimé Painé. Bibliografía Rodríguez Mariela Eva y Walter Delrio – “Los Tehuelches: un paseo etnohistórico” de “El gran libro de Santa Cruz” – Barcelona: Alfa Milenio, año 2000. Guillermo Furlong – “Entre los Tehuelches de la Patagonia” – Taller grafico San Pablo, año 1943, Buenos Aires. Webgrafia y otros links Del ciclo de pueblos originarios del Canal Encuentro, capitulo cinco (Aonikenk, los dueños del viento) y seis (Aonikenk, paisanos del cañadón): https://www.youtube.com/watch?v=Y2oX0aYip1U https://www.youtube.com/watch?v=cpsYHzrtOBQ Canción interpretada por Aimé Painé (1:27 hasta 1:54): https://www.youtube.com/watch?v=FqDVUMQEwPo Entrevista a María Machado, una de las ultimas hablantes del idioma Aonikenk (del comienzo del video hasta el minuto 4:40): https://www.youtube.com/watch?v=408sf_NRvoM AnthemScore: https://www.lunaverus.com