CONCIERTO PARA VIOLÍN Y ORQUESTA El Concierto para violín y orquesta de Jean Sibelius es una de las más bellas obras del repertorio violinístico, desde su mágico inicio, apenas susurrado por la orquesta y por el violín, que parece ir surgiendo del silencio, hasta el vibrante final que tiene el carácter de danzas folclóricas nórdicas. Cada vez son más las personas que afirman que esta es su obra favorita dentro del género. Y no debe extrañarnos. Una vez que uno se familiariza con su carácter algo sombrío y su predominante espíritu melancólico, la obra cautiva al oyente y deja una sensación sosegada, casi espiritual, después de concluida la obra. El Concierto tiene un carácter inusitado, con mucha afinidad con la enigmática personalidad de su autor y sobre todo con la naturaleza de las regiones nórdicas, que, de hecho, Sibelius describió y sugirió en casi toda su extensa obra. Conocedor del violín, pues lo tocaba sin llegar a ser un virtuoso solista, supo darle un tratamiento diferente al habitual, desarrollando muchas posibilidades técnicas y tímbricas que no habían sido explotadas por otros compositores. En su estreno en 1904 se tocó una versión que sólo recientemente fue rescatada y difundida, pues se trata prácticamente de otra obra diferente. Poco después de esa primicia con la que no quedó muy conforme, Sibelius realizó una exhaustiva revisión de la obra, logrando el concepto depurado y compacto que hoy causa la admiración de todos. Sibelius eludió los acostumbrados pasajes introductorios de cada movimiento previos a la entrada del solista y así se puede decir que el violín domina la obra de principio a fin, además de casi superar con su sonoridad a la propia orquesta, la que, afín con el estilo de Sibelius, es austera y algo sombría, de bellas tonalidades claroscuras. Este es el Concierto para violín compuesto en el siglo XX, que más veces ha sido grabado por todos los grandes violinistas y el que se interpreta en conciertos con más frecuencia. Luis Pérez Santoja