Antímaco de Colofón y la supercultura de la época flavia Cecilia Criado Universidad de Santiago Si alguna etiqueta perniciosa ha creado la Historia de la Literatura Romana es la de referirse a la producción literaria del siglo I d.C. con el despreciativo adjetivo de “argéntea”. Aparte de poner de manifiesto un juicio de valor negativo en comparación con la gran literatura clásica del periodo augusteo, casi nada más dice sobre la poética de la época. Por ello, con mucha frecuencia la semántica excesivamente comprensiva de este adjetivo aparece matizada por conceptos como retoricismo, erudición y enciclopedismo, todos ellos demasiado lábiles para definir la especificidad de la estética del momento por la simple razón de que son características que, de siempre, conformaron el genio de la producción literaria antigua. Concretamente, cuando se intenta definir el periodo flavio los problemas se complican. El calificativo de “neoclásico” para la etapa que abarca los reinados de Vespasiano a Domiciano frente al “barroco” neroniano 1 , quedaba hasta hace unos años fuera de discusión. Así, Rostagni (1964:III, 7) consideraba que la edad flavia reacciona contra las tendencias innovadoras del último periodo de los Claudios e intenta restaurar los valores clásicos “mettendo sugli altari Cicerone e, più di tutti, Virgilio, e di questo ripetendo le parole, gli schemi, gli ornamenti, il meccanismo poetico. Era dunque una letteratura neoclassica; viziata dalla freddeza che è propria d’ogni forma di neoclassicismo, antico o moderno che sia” (Rostagni, 1964:III, 7). Casi en el mismo sentido se expresa Brugnoli (1965:15). Entiende que la política literaria de los Flavios fue de restauración, un intento de volver al clasicismo frente a la cultura barroca, de corte aristocrático y cortesano, que había dominado con Séneca, Petronio y Lucano. Ahora bien, la toma de conciencia de la diversidad del virgilianismo de Silio Itálico y Valerio Flaco frente al de Estacio ha llevado a conjeturar que el clasicismo flavio preconizado por Quintiliano y Domiciano habría encontrado el debido eco en los dos primeros autores, representantes del “goût classique”. ¿Y Estacio? Estacio encarnaría “le goût baroque” (Bardon, 1962:739 ss.). Sería un ecléctico intermediario entre las directrices oficiales hacia el clasicismo y la concesión al gusto del público (Tandoi, 1985:164), o un poeta dubitativo “entre classicisme et maniérisme impérial” (Échinard-Garin, 1992:45) o, peor aún, un asianista aticista de “style doux” (idem). Realmente, es problemático distinguir para el reinado de Domiciano dos tendencias estéticas contemporáneas, clasicismo y barroco, como si ambas fueran contrapuestas 2 . Burck (1971:24), de hecho, no resulta convincente cuando intenta aproximar el hacer poético de Estacio al de Lucano y contrastarlo con el de Silio y Valerio. Reconoce que los cuatro son manieristas porque cumplen su objetivo de conseguir la grandiosidad del motivo, logrando elevarse hacia lo excesivo y sobredimensionado 3 . Burck, sin embargo, parece establecer una cuestión de grado que le permite hablar con más comodidad de clasicismo en el caso de Silio Itálico y Valerio Flaco. En estos dos autores se produciría una alusión simbólica a la grandeza del imperio romano, de claros ecos virgilianos, que faltaría en Lucano y Estacio, concentrados en un relato de luchas de sangrienta inhumanidad (Burck, 1971:31 ss.). Éste es el “manieristische Motiv” que, en opinión del autor, legitima a hablar de un momento álgido del Manierismo en Lucano y Estacio, frente a una perspectiva más clasicista en Silio y Valerio. Evidentemente, la etiqueta de Manierismo-Barroco muestra su deficiencia para encontrar homogeneidad no sólo en la producción de los autores tradicionalmente considerados barrocos (Ovidio, Lucano y Estacio), sino en la de los épicos flavios, en los que el propio Burck reconoce elementos de una 1 “It is precisely these tastes –the tastes of the flamboyant age of Nero– which Fraenckel so suitably charecterizes as baroque” (Fraenkel, 1927:230), citado por Tucker (1969:295). 2 Gagliardi (1996:306), con más acierto aunque también con un eclecticismo excesivamente cómodo, se refiere a la estética de este periodo como “neoclassicismo barocco”. 3 También Gagliardi (1996:290 ss.) establece como denominador común a los tres épicos flavios la “sensibilità barocca”.