LA OBRA DE RAFAEL MORENO EN LA FILOSOFÍA Y LA EDUCACIÓN EN MÉXICO La filosofía y la educación en Rafael Moreno •MARIOMAGALLÓNANAYA La filosofía Reflexionar sobre la filosofía de un sujeto en particular, es incursionar en las formas de entender el mundo, la realidad humana y social filosóficamente. Rafael Moreno fue una de esas personalidades que tienen ciertas peculiaridades filosóficas. Su modo de hacer filosofía y de filosofar es una incitación a pensar los problemas históricos y filosóficos con hondura, con profundidad. Era frecuente que el maestro Moreno nos buscara para discutir un problema filosófico que en ese momento estaba investigando, o la filosofía de tal o cual filósofo mexicano, o de un clásico latinoamericano o europeo. Su forma inquisitorial de interrogar, de obligarnos a pensar con él ciertos problemas filosóficos, no siempre agradaba a muchos de sus interlocutores. En la mayoría de las veces daba la impresión de estar examinándonos o probando nuestros conocimientos sobre un autor, un tema o un problema filosófico. Aquellos que fuimos sus alumnos sabíamos que fue discípulo de grandes maestros, especialmente de José Gaos, de Samuel Ramos y de Gabriel Méndez Planearte. Estudió por cuenta propia a Caso, a Vasconcelos, a Zea, a los clásicos latinos y algunos escolásticos. Es precisamente José Gaos quien lo encamina a las preocupaciones por conocer nuestro pasado filosófico colonial, así como por el conocimiento de la historia social y política de México. Ya en 1948. Gaos1 nos habla 1 Es necesario señalar, según comentarios de algunos de sus discípulos y discípulas, Gaos, en su afán por rescatar lo propio, porque para él "lo propio era valioso", a 85 86 • La filosofía y la educación en Rafael Moreno de él y de Bernabé Navarro, como promesas en sus investigaciones sobre la filosofía colonial. Moreno, al igual que Gaos y Zea, se opondrá a aquellos filósofos nacionales que sostienen una posición en filosofía de carácter universal. Sus trabajos sobre la filosofía en México reafirman y demuestran que, por método, se puede ir de lo particular a lo universal, lo cual fortalece su confianza para hablar de la existencia de una "filosofía mexicana". Es decir, Moreno, al igual que sus maestros Ramos y Gaos, invierte la forma de entender filosóficamente la realidad social e histórica, ya que en sus reflexiones filosóficas, parte de principios particulares y busca establecer metódicamente una relación dialéctica con los universales, para alcanzar así la universalidad, o por lo menos, ésa debería ser la pretensión. Para él hablar de filosofía mexicana es reflexionar, parafraseando a Ramos, "sobre la filosofía universal hecha nuestra".2 Creía, como alguna vez señalara Gaos, que "el más particular de los principios puede convertirse en el más universal". Sin entrar a discutir si esto es realmente válido, es posible apuntar que la reflexión filosófica del maestro Moreno la realiza a partir de estos supuestos. Es el apego (para decirlo con los clásicos latinos como Cicerón, Virgilio, Horacio, o con Campoy, Clavigero, Álzate, Bartolache, etcétera, humanistas del siglo XVIII de la Nueva España, poetas y pensadores latinos y "mexicanos" que el maestro conoció y estudió) amoroso por lo propio, por lo mexicano y por el hombre. Es posible decir que la vida pensada a la manera de Dilthey, es para Moreno una "carrera abierta, cuyo premio es la meta, es el estudio, es el trabajo", este último visto como una forma de ocio a la manera griega, es decir, entendido como meditación que obliga a volver "al hombre sobre sí mismo", a ese trabajo de reflexión introspectiva sobre sí mismo y el mundo humano, realizado por Sócrates. Pero esta preocupa- cada uno los motivó a realizar tareas concretas y bien determinadas sobre el pensamiento filosófico mexicano y latinoamericano, es decir, de ¡a realidad latinoamericana toda. 2 Cf. Samuel Ramos, El perfil del hombre y la cultura en México. México. Espasa-Calpe, 1976. Ramos lo dice así: "Entendemos por cultura mexicana la cultura universal hecha nuestra, que viva con nosotros, que sea capaz de expresar nuestra alma" (p. 95). Mario Magallón Anaya • 87 ción de nuestro filósofo no es un hecho meramente casual, sino más bien de entrega por recuperar los clásicos del pensamiento filosófico mexicano, al igual que lo fue, también, por los clásicos latinos. Para Moreno, volver al pasado histórico, a sus pensadores o filósofos, no es un gusto arqueológico, sino la convicción de que en ellos existen ideas de actualidad, respuestas al mundo en que los seres humanos se encuentran insertos, cumpliendo con el viejo principio, latino: "nada de lo humano me es ajeno" y que reiteradamente el filósofo español Miguel de Unamuno nos suscribe en su monumental obra: Del sentimiento trágico de la vida.3 Así lo va a señalar, en su momento, al escribir: "Nuestros tiempos necesitan, como los siglos pasados, sacar de sus propias entrañas históricas un nuevo sentido para la vida, ya sea el que estamos presintiendo, ya sea el que las urgencias nos obligan a buscar. El clásico vale no por lo que enseña, sino por lo vivo que podemos descubrir en él".4 En sus estudios sobre la filosofía moderna en la Nueva España muestra su método filosófico, sus supuestos y puntos de partida. Recoge y asume como propio aquello que ya señalara José Gaos,5 al apuntar: [...] los inicios de la nueva mentalidad se encuentran en el humanismo de los frailes, renacentistas y tradicionales a la vez, que crearon un pensamiento ya mexicano por el objeto. También están en la filosofía del sujeto español y de objeto europeo, trasladada de las instituciones españolas a las novohispánicas por autores como Alonso de la Veracruz o Rubio, quienes se esforzaron por establecer una escolástica libre de los abusos logísticos y de las cuestiones inútiles.6 3 Miguel de Unamuno enriquece aún más este principio cuando escribe: "homosum; nihil humani a me alienum puto, dijo el cómico latino. Y yo diría más bien, nullum hominem ame alienum puto; soy hombre a ningún otro hombre estimo extraño". (Del sentimiento trágico de la vida. Madrid, Renacimiento, s/f., p. 5.) 4 Cf. Rafael Moreno, El humanismo mexicano. Líneas y tendencias. México, Facultad de Filosofía y Letras/Dirección General de Asuntos del Personal Académico, 1999,pp. 38-39. 5 Cf. José Gaos, Pensamiento de lengua española. Pensamiento español. Obras completas, VI. México, Biblioteca Mexicana/UNAM, 1990. 6 R. Moreno, "La Filosofía Moderna en la Nueva España", en Miguel León Portilla et al., Estudios de Historia de la Filosofía en México. México, UNAM, 1973, p. 121. 88 • La filosofía y la educación en Rafael Moreno Así, pues, Moreno coincide con Gaos en que la filosofía en la Nueva España en su origen, fue mexicana por su objeto, no por el sujeto filosofante, ni tampoco por el instrumento, o sea, en este caso: la filosofía. Es decir, aquella filosofía que tanto suscitó discusiones sobre la humanidad del hombre americano y su racionalidad y constituyó un punto de partida de reflexiones filosóficas sobre los problemas de los hombres del mundo americano. Estudiar la historia de la filosofía en la Nueva España llevó a Moreno al problema de relacionar la filosofía con su historia, lo cual lo obligó, para decirlo en palabras de Gaos, a hacerse "de una idea de la filosofía"; ello requería aceptar su historicidad, para que no se quedara fosilizada en su propio pasado. Éste es el viejo problema entre la unidad y la pluralidad de la filosofía, empero, y es, desde este punto de partida, según nuestro autor, de que se pudiera hablar de una "filosofía mexicana" y por continuidad, "latinoamericana". De acuerdo con esto, de lo que se trata es de no confinar a la filosofía en ciertas formas del pasado, sino más bien, dejar abierto el camino de la reflexión filosófica a otras futuras, es decir, a la filosofía española, mexicana o latinoamericana. En sus estudios sobre la historia de la filosofía mexicana, por método de trabajo, va reflexionar sobre su unidad, pero dentro de la diversidad filosófica. Analiza la tradición escolástica de los siglos XVII y XVIII y la forma de cómo se va construyendo la filosofía moderna. Rescata y asume como parte de su filosofar y de su propia filosofía, los principios de la filosofía moderna. Encumbra a la razón, a la crítica y a la libertad de pensar, como las bases de su reflexión. Es un tanto rechazar todo principio de autoridad dentro de un afán de saber. La filosofía es para él, una forma de entender conceptualmente la realidad, pero no de forma acabada y definitiva. Para Moreno, historia y crítica van juntas y por esto mismo es indispensable la historia para comprender la razón y las novedades. En sus estudios sobre la historia de las ideas (filosóficas) y de la filosofía mexicana, realiza un viaje en el cual nos va mostrando las diversas formas de cómo entendieron su realidad los pensadores y filósofos mexicanos. Analiza, critica y señala insuficiencias teóricas y metodológicas de doctrinas y autores; contrasta y diferencia entre el escolasticismo y la modernidad; muestra la presencia del pensamiento Mario Magallón Anaya • 89 moderno en autores como sor Juana Inés de la Cruz, don Carlos de Sigüenza y Góngora en el siglo XVII. Ya en la mitad del siglo XVIII, estudia con detenimiento la historia del pensamiento filosófico y la presencia de los franciscanos en éste, al igual que la de los mercedarios y de ciertos jesuitas expulsados en 1767, como Campoy, Clavijero, Alegre, Abad, Guevara, etcétera, y algunos de sus continuadores en la "patria mexicana" como el oratoriano Gamarra, Alzate, Bartolache, Hidalgo, etcétera. Nos descubre ya una filosofía moderna por el objeto y por el sujeto como por el instrumento asimilado, enfrentada con la escolástica. Empero, esta filosofía de ningún modo es para Moreno entendida expresamente, como moderna o ilustrada, en cuanto sus formas y contenidos teóricofilosóficos, sino más bien, como lo que explícitamente se le ha llamado "eclecticismo". Éste es entendido por Moreno como "la conciliación entre catolicismo y modernidad",7 ex-presión que no tiene la vergonzante y negativa significación de Bossuet, sino como lo señalara Gamarra, sino electiva. Quienes integran este eclecticismo, según Gaos: se llaman a sí mismos "filósofos libres", "escépticos", "eclécticos", pero con estos diversos nombres mientan una misma actitud: libertad de espíritu frente a la secta o escuela, escepticismo respecto de la filosofía de las escuelas, elección de las verdades que se encuentran mezcladas con errores por todas las filosofías y no poseídas en pureza y con exclusividad con ninguna.8 Moreno advierte que en el siglo XVIII se entrecruzan tendencias y doctrinas filosóficas difíciles de ubicar con exactitud en el tiempo. Es decir: no se trata, pues, de un periodo que presenta unidad. Está lleno de luchas, de controversias, de dificultades y hasta de hostilidades. La misma introducción de las ideas se hace a través de situaciones históricas cambiantes, que no toleran ser medidas con fechas determi- 7 8 Cf. Ibid., p. 141. J. Gaos, En torno a la filosofía mexicana. México, Alianza, 1980, p. 23. 90 • La filosofía y la educación en Rafael Moreno nadas, pues una actitud permanece dentro de la otra, o bien la tradicional es un anticipo ya de la moderna. Podría decirse que hay etapas de transición, de planteamientos a la vez nuevos y antiguos.9 La historia de filosofía mexicana de Rafael Moreno supera la distinción, de manera consciente, entre la historia de la filosofía, del pensamiento y de las ideas. Discusión que retrotrae al Seminario de Filosofía Mexicana, hasta que la muerte lo sorprende trabajando con gran entusiasmo. Aunque habremos de decir que la historia de la filosofía y del pensamiento resultan ser parte de la historia de las ideas. La historia de las ideas es la historia de cómo los hombres pensaron su propia realidad en un tiempo y espacio geográficamente determinados. La historia de las ideas, de la filosofía, del pensamiento no es la reflexión, como ya anteriormente escribiera José Ortega y Gasset y posteriormente su discípulo: José Gaos, de algo en abstracto, porque de lo abstracto no hay historia. Para Moreno es vano querer hacer historia si se elude hablar de hombres y de colectividades de hombres. En suma, que la historia de la filosofía debe anular la presunta existencia deshumanizada que nos ofrecen las doctrinas filosóficas, se tiene que buscar, volver a sumergirse en el dinamismo de la vida humana, la cual debe mostrar-nos su funcionamiento teleológico. En la "Introducción" a la segunda edición del libro de Horacio Cerutti: Hacia una metodología de las ideas (filosóficas) en América Latina, Moreno reconstruye la historia de las ideas y le quita la máscara a un universalismo inaceptable. Señala que la filosofía de racionalidad establece que los enunciados filosóficos son universales y, por eso, válidos como una necesidad para todos los pueblos y todos los tiempos. De manera tal que el pensar de Rorty, Rawls, Habermas, Apel, representa, sin duda, un tipo de filosofía, pero de ninguna manera es el único. Por otro lado, deberá quedar claro que la filosofía de estos filósofos no concuerda con la historia que se ha venido desarrollando de Dilthey a nuestros días, aunque, habremos de decirlo, no necesaria- 9 Ibid.,p. 145. Mario Magallón Anaya • 91 mente debe concordar, existen filosofías y filósofos. Las supuestas filosofías de corte, o con pretensiones "universalistas", sirven como argumento a algunos filósofos nacionales y de otras regiones del mundo, para negar, de raíz, la filosofía latinoamericana, en la medida de que se trata de un saber particular con el gentilicio mexicana, latinoamericana, así, pensamos, como debían ser la francesa, la inglesa, o la alemana, etcétera. Empero, esta manera de entender la filosofía y el filosofar con pretensiones universales, pone en cuestión a la razón misma, porque ésta, por su carácter crítico, es antidogmática, más aún, no es una racionalidad absolutamente regulada, ni tampoco que todo lo sabe mejor. La razón, escribe Gadamer, "es también comprenderse a sí mismo y nuestra propia relatividad en un autorreconocimiento perseverante".10 Esta concepción filosófica da las bases para afirmar que una filosofía y un filosofar, por ser diferentes a las filosofías dominantes, no está fundada en razones para negar el carácter filosófico de las otras porque no concuerdan con ellas. Estamos convencidos de que por un solo camino no podemos acceder a los secretos del saber, del conocimiento (o como le gustaría decirlo al maestro Moreno: Uno itinere non potest perveniri ad tan grande secretum). Ha existido hasta la actualidad una tendencia filosófica que busca la absolutización de los principios, tal pareciera que la pasión gobernante de la filosofía fuera el absoluto. Empero, de lo que no parece haber duda es acerca de la significación trascendental de los asuntos que se encuentran en juego. Como aquellos problemas tan traídos a cuenta: entre el azar y la necesidad, el de la permanencia contra la transitoriedad, el de lo correcto contra lo incorrecto, entre el accidente y el designio, entre la ley y la libertad, entre la persona y la cosa y otras muchas más que fijan el escenario de nuestro entendimiento, de nuestro lugar en el esquema del mundo y de los seres humanos y las criaturas con las que convivimos en éste. Los detalles de la existencia nos colocan en un estado de aturdimiento, en un obscuro laberinto de ignorancia, aturdidos por la incomprensión y confusión. Las preguntas que 10 Hans-Georg Gadamer, Elogio de la teoría. Discursos y artículos. Barcelona, Península, 1993, p. 57. 92 • La filosofía y la educación en Rafael Moreno nos hacemos muchas de las veces, aunque lo deseáramos, no siempre tienen respuestas. Ya no es posible pues caer en viejas y febriles discusiones de lo universal y lo absoluto en la filosofía, sino estar dispuestos a aceptar que el filosofar y la filosofía tienen que consistir en una reflexión de diálogo y de comunicación, de comprensión y entendimiento para encontrar certeza en el conocimiento, en el saber; en la construcción epistemológica y ontológica, conscientes de que de ninguna manera esto es una solución definitiva. Los enfrentamientos y las negaciones entre filosofías han sido una constante en la historia de la filosofía universal, lo cual muestra que ésta se compone de filosofías. Por ello compartimos con Hegel11 al igual que con Nicholas Rescher, cuando este último escribe: Los problemas filosóficos simplemente no admiten soluciones definitivas, finales a la manera de "un conocimiento exacto" que puede obligar al asentimiento de todas las mentes racionales. Sin embargo, nunca ha arraigado realmente el acuerdo, la idea de que el acuerdo nunca existirá —que no hay consenso ahora y que nunca lo habrá. Los practicantes de la filosofía parecen totalmente renuentes a admitir que la diversidad y la discordia son hechos ineliminables inherentes a la misma naturaleza de la empresa. A todas luces, cada sistema de filosofía excluye a cualquier otro; cada uno refuta al resto; ninguno es concluyentemente demostrable.12 En este horizonte de reflexión es posible decir que aunque la filosofía mexicana y latinoamericana como los que la producen, reducen, de manera aparente, el valor de sus productos filosóficos cuando afirman que este pensamiento tiene características peculiares de un país o región latinoamericana y, por lo tanto, es un pensamiento específico de 11 Cf. Hegel, Georg, Introducción a la historia de la filosofía. Madrid, Sarpe, 1983. Este filósofo alemán señala que "el resultado de la historia de la filosofía muestra que los diversos pensamientos, las múltiples filosofías que se han originado, se han opues-to, se han enfrentado y refutado unas a otras"(p. 33). 12 Nicholas Rescher, La lucha de los sistemas. México, IIF/UNAM, 1995, pp. 23-34. Mario MagaJIón Anaya • 93 esa región y de ese país, Moreno señala que, no obstante la visión aparente de carácter reduccionista en la forma de abordar los problemas, "sólo tendrá significado para otros países, al adoptarlos éstos, porque les soluciona problemas parecidos o iguales a aquéllos en donde se produjo". Es desde aquí, precisamente, donde es posible encontrar solución, sentido y valor a la certeza histórica y de que la universalidad de la filosofía se inicia por ser la solución concreta al problema urgente de un pueblo o de una región. Más aun, Moreno apunta que tal filosofía, sin dejar de ser tal, es una creación del hombre y, por lo mismo, será una solución en cualquier lugar donde haya un hombre, pues éste entenderá el problema y la solución misma. Para decirlo con sus propios términos: "con palabras precisas se puede afirmar que se trata del universal desde lo concreto".13 Tesis filosófica sostenida y defendida por Leopoldo Zea. Es un filosofar que tiene por fundamento el filosofar lo universal por lo profundo, pero desde lo concreto, a partir de la historia en que los hombres piensan su realidad filosóficamente. Viejo principio anunciado por el argentino Juan Bautista Alberdi, en 1842, cuando afirmaba que "no existe una verdad universal", porque no existe una solución universal a los problemas. Zea apunta que: la universalidad depende de la capacidad de sus filósofos para comprender y hacerse comprender. Será la suma de las verdades concretas de los hombres y la capacidad de su comprensión por todos y cada uno de los mismos lo que dé origen a una auténtica filosofía universal. A lo universal se llega, así, desde lo concreto, de lo peculiar, de lo más profundo de lo humano.14 13 Cf. R. Moreno, "Introducción", en Horacio Cerutti Guldberg, Hacia una metodología de ¡a historia de las ideas (filosóficas) en América Latina. México, CCYDEL- UNAM/Miguel Ángel Porrúa, 1997, p. 12. 14 Leopoldo Zea, Filosofar: a lo universal por lo profundo. Santafé de Bogotá, Universidad Central, 1998 (Colección 30 años), p. 16. (También cf. del mismo autor, "Filosofar a la altura del hombre. Discrepar para comprender", en Cuadernos Americanos, núm. 4. México, 1993.) 96 • La filosofía y !a educación en Rafael Moreno Así pues, la reflexión filosófica de Moreno comparte con Gaos, Leopoldo Zea, Arturo Andrés Roig, Arturo Ardao, Samuel Ramos, Carmen Rovira, etcétera, el que la filosofía mexicana y latinoamericana es más de carácter asertórico que apodíctico, lo cual resulta ser, metodológicamente, algo aberrante desde ciertas posiciones teóricas en filosofía. Sus estudios sobre la filosofía mexicana lo llevan a reflexionar sobre la identidad nacional. Da por supuesto que ésta existe, que está dada, que es un hecho y no necesita demostración. Se coloca más allá de las discusiones estériles de los años cuarentas y cincuentas, donde se ponía en duda la existencia de ésta. En ocasiones, no sin razón, el concepto de identidad nacional fue considerado como vago, confuso, indefinido, en la medida en que no existe un conocimiento científico y definido de ésta. Afirma que la identidad mexicana es vigorosa. Así, la identidad no es puro ideal, ni una palabra que suena [...] Cuando decimos que el mexicano sí tiene identidad, mencionamos que el mexicano es idéntico a sí mismo [...] El concepto de identidad nacional escapa, por su significado, de la mera tautología, esto es, de decir lo mismo con lo mismo.18 Un tanto siguiendo con la línea de Arturo Andrés Roig,19 sobre algunas de sus reflexiones sobre el "nosotros" dirá: La identidad nacional demanda identificación con nosotros, de manera que, una vez realizada, muestra cómo los valores culturales, de amplia y varia graduación, son los medios de que nos valemos para lograrla. Nos identifican con nosotros los ideales, las costumbres, los ritos, las creencias, los sentimientos, la creación intelectual y científica, las artes y las letras. La identidad nacional, cuyo l8 R. Moreno, "Cómo reflexionar sobre la identidad nacional", en Anuario. Seminario de Cultura Mexicana. México, UNAM, 1994, pp. 194195. 19 Cf. Arturo Andrés Roig, Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano. México, Tierra Firme/FCE, 1981, caps, I, II, III. Mario Magallón Anaya • 97 afán se caracteriza por ser espontánea, hace que el afán de ser igual con nosotros sea, por lo mismo, un acto franco de un hombre cualquiera, el de la calle y el de la academia, y así del agricultor, el educador, el sociólogo, el antropólogo, el filósofo, el literato.20 Para Moreno, la identidad nacional es un discurso social común, el cual habla sobre lo idéntico del "nosotros" no en el orden individual, sino en el colectivo. El adjetivo nacional significa, expresamente, su carácter nacionalista humano e histórico. Por nacional entiende lo relativo y peculiar a la nación, lo cual, más que un contorno geográfico, es un estilo de vida forjado por las generaciones y, a la vez, dialécticamente forjador de hombres. Para Moreno, "la nación es la unidad cultural de un pueblo, creada sucesivamente por las generaciones y proyectada a un futuro común".21 Pero no cae en el error de entender la identidad social como algo homogéneo, sino, más bien, ésta "se compone de identidades diferenciadas", las cuales gozan de vida propia y se desarrollan a través de actos sociales con posiciones diferentes. Por ello, es legítimo decir que las diversas culturas de la nación manifiestan actividades culturales de sentido diferente. Esta diversidad, según Moreno, viene a darle mayor significación. Así, "las identidades diferenciadas están en la identidad colectiva y no se oponen a ella". Las reflexiones sobre la cultura nacional lo obligan asumir como universal y legítimo al nacionalismo. "El nacionalismo —dice More-no— es un nuevo universalismo", porque las características que lo definen están integradas en un todo humano y social. Más allá de las concepciones de Alfonso Reyes y Samuel Ramos que proponían una armonía entre nacionalismo y universalismo, independientes uno del otro, Moreno señala: [...] el universalismo toma el signo de una condición espontánea de hacer cultura y de convivir con las otras naciones [...] Hoy la identidad nacional comprende tanto lo nuestro próximo como lo nuestro 20 Ibid.,p. 195. 21 lbid.,p. 196. 98 • La filosofía y la educación en Rafael Moreno lejano sólo físicamente [...] La identidad nacional se compone, vamos a repetirlo, con dos elementos: el nacionalismo y el universalismo, los cuales existen integrados, [...] la relación entre estas dos tendencias se denomina armonía y no yuxtaposición de cultura [...]. Así identidad es la integración de nacionalismo y universalismo, las posibilidades del ser mexicano.22 Moreno toma en consideración la advertencia que ya hiciera Antonio Caso y Samuel Ramos sobre la "imitación irreflexiva", al escribir que la identidad nacional se realiza de adentro hacia fuera y de afuera hacia adentro. La integración pues, de nacionalismo y universalismo nos pone a salvo de una soledad negativa ya apuntada por Octavio Paz, como de una imitación irreflexiva de Estados Unidos y de Europa. Antes que nada, vale decir que la identidad no es algo definitivo, sino algo que está haciéndose, y que por su naturaleza combativa impulsa lograr valores, asentarlos y darles un carácter nacional o universal. En resumen, podemos decir que la identidad nacional trabaja nacionalmente y termina elevándose a lo universal. Sus exigencias piden la inserción de lo mexicano en la cultura universal, objetivo que van cumpliendo, aunque de modo diverso, los pintores, los literatos, los poetas, los filósofos, los científicos, los artesanos, pero a la que todavía no contribuyen, entre otros, los historiadores, los antropólogos, los juristas, los sociólogos. Estamos en presencia de una categoría de la identidad. Se completa con otra, la que regula la participación en cultura universal. Según esta categoría, México se convierte en espacio donde se dirimen las cuestiones humanas. Y todavía hay una tercera así formulada: la cultura universal debe asimilarse a través de su inserción en la cultura mexicana.23 Así, el maestro Moreno pone sobre la mesa de la discusión el problema de la identidad cultural, el que no obstante, de ser ya añejo, aún permanece en la discusión filosófica. 22 23 Ibid., pp. 211-212. Ibid.,pp. 215-216. Mario Magallón Anaya • 99 La educación De la educación en general Al lado de su preocupación por la filosofía mexicana y por los clásicos latinos, Moreno tiene otra profundamente arraigada, la de la educación en general y la educación de todos los mexicanos en particular. En sus reflexiones filosóficas sobre la educación tiene presente y le sirve de guía el artículo 3o. constitucional. En su amplio horizonte reflexivo incorpora la concepción de te paideia griega y la retrotrae a los principios filosóficos educativos de Justo Sierra, Caso, Vasconcelos, Ramos, Torres Bodet, Agustín Yáñez, etcétera. Su concepción antropológica de educación plantea la necesidad de educar al ser humano de forma armónica e integral. Esa expresión griega, que en nuestro entender parece sonar a ligereza, a inocencia, a un ejercicio lúdico en la medida en que paideia significa o guarda relación con las etapas de la vida del niño, del pais, con sus juegos, paidia. Empero, es mucho más que esta definición inmediata. Moreno concuerda con los griegos, cuando considera a la educación no como algo externo a la vida, inabarcable, fluyente y anárquico, pues la considera como una clara tendencia del espíritu hacia la aprehensión de las leyes de la realidad que se manifiesta en todas las esferas de la vida como el pensamiento, el lenguaje, la acción y todas las formas de arte, lo cual tiene su fundamento en esa estructura natural del ser humano, madura, original y orgánica. Los griegos vieron que la educación debe ser un proceso de construcción consciente, "constituido en manos y en espíritu", como reza el principio griego. Son expresiones del yo objetivo, antropológico, como de las leyes generales que determinan la "esencia humana". Por ello, podemos decir, sin temor a equivocamos, que para Moreno, paideia (pedagogía), educación, al igual que los griegos, no puede significar privilegiar el individualismo, sino el humanismo. Lo cual significa —que fue tan caro a los filósofos latinos como Varrón y Cicerón— aquello que viene o se deriva del término del humanitas, que significa la educación del hombre de acuerdo con la verdadera forma 100 • La filosofía y la educación en Rafael Moreno humana, con su auténtico ser, como bien señalara Aulio Gelio. Para Moreno, la educación está más allá de la mera formación o adiestramiento del hombre, para ir a la profundidad de su esencia, a la educación entendida como el medio para formar hombres virtuosos, es decir, aquellos que tienen areté. La educación o paideia es concebida por Moreno a la manera de Werner Jaeger,24 como una "función natural y universal de la comunidad humana". La educación como una disciplina que ofrece al espíritu una imagen del hombre tal y como debe ser, o sea, como aquello que lo forma y lo conforma. Es una concepción idealizada, contraria a las concepciones actuales del homo economicus o del homo ciberneticus. En contra de la propensión actual de la escuela hacia la formación del hombre productivo, nuestro filósofo nos propone, a partir de Sierra, Caso y Vasconcelos, Torres Bodet, una educación fundada sobre las humanidades. Por ejemplo, con Vasconcelos señala la necesidad de apartarnos del pragmatismo irracional; con Antonio Caso asume y concibe a la educación como forma de cultura en contra de la técnica. Moreno realiza un balance sobre las acciones y programas concretos sobre la educación nacional. Apunta que si se quiere contrastar la realidad educativa de la actualidad dentro de un mundo globalizado, con el artículo 3o. constitucional y con los ideales propios de la educación, es necesario poner las ideas que alimenten la voluntad de hacer cosas en el orden al cambio de la situación educativa. Advierte que los males de la educación de hoy, de ningún modo llegaron para quedarse, "son males protegidos por la circunstancia histórica, eso denominado coyuntura". Ante esta situación inevitable, "el principio de los principios los enunciaron los griegos con su Paideia; el hombre y el país irán a la perfección o desarrollo (arete), que necesitan, si crean los ideales de la educación propia y adecuada: irán, por el contrario, al precipicio, si abandonan la búsqueda y la concordancia de los ideales con la vida".25 24 Cf. Werner Jaeger, Paideia. Los ideales de la cultura griega. México, FCE, 1968, P. 19, 25 R. Moreno, "La reforma educativa frente a la globalización", en Anuario, Seminario de Cultura Mexicana. México, UNAM, 1995, p. 235. Mario Magallón Anaya • 101 Este modo de enunciar los fines de la educación hace resonar en el horizonte los viejos principios de la Pedagogía Social de Juan Federico Herbart y del pensamiento pedagógico de Pestalozzi como los principios humanistas de Luis Vives. Se opone a una educación que tenga por fin el desarrollo de la técnica y el productivismo, postulados por el neoliberalismo y "su hijastra la globalización". Para él, esta forma de entender la educación pierde al hombre y lo que tiene de humano. Convencido de los efectos deshumanizadores de la competencia y del mercado, porque polarizan el crecimiento de pocos ricos y de muchos pobres, además de los costos sociales concretos, de los peores niveles salariales, del aumento del desempleo y de los bajos índices de bienestar y de protección social.26 La decisión de los políticos y de los economistas de implantar este proyecto educativo en nuestro país, de ningún modo es benéfica. Una educación radicada en un pragmatismo que persigue preferentemente utilidades de bienestar, está destinada a formar un hombre que produzca esas utilidades. Esta educación es contraria a los principios establecidos en el artículo 3o. constitucional. En la medida en que atenta contra los derechos del ser humano para desarrollar todas sus potencialidades y donde sólo priva la formación de un sujeto de valores útiles, entre los que destacan la competitividad, la absorción, la innovación tecnológica, la eficiencia, en breve, el mercado. No hay en esta educación, ni siquiera imaginada por los griegos, un malentendido o una inadvertencia, ya que la ejecuta una voluntad explícita por concebir y organizar precisamente tal educación, con omisión de una más amplia, como es aquella que considera que los seres humanos son y valen por sí mismos. Para surgir el laberinto donde lo humano total se pierde.27 Moreno considera que el mercado y la competencia por sí mismos no son negativos, ni tampoco nefastos para la humanización del hombre, son bienes ofrecidos por la tecnología los que, bien encauzado, puede hacer crecer la humanización y el bienestar, lo cual no sucede 26 27 Idem. Cf. ibid., p. 236. 102 • La filosofía y !a educación en Rafael Moreno hasta ahora. La economía y el mercado son válidos en su orden y en sus propósitos, porque su condición como valores autónomos tiene sus propios fines, principios, medios, métodos y técnicas, los cuales persiguen fines opuestos a la humanización del hombre por la educación. Con la globalización se expande la homogeneización de los productos y de las ideas fundamentales de la existencia y de los valores propios de ésta. Se trata de una conciencia planetaria sin contenido y de carácter privado. La globalización ha constituido un mundo angosto, pobre y perjudicial para el hombre. Está a la vista que hasta ahora, a pesar de la presencia de la Internet, la aldea global no se define por la libertad y la democracia, la tolerancia y el convivir, los actos bondadosos y la vida mora!, la familia y la patria. En pocas palabras, la aldea global no se construye para que el hombre se desarrolle específicamente como ser humano. Se construye para que sea el hombre consumista, el hombre ávido de tener y olvidado de ser, según la expresión feliz de Scheler.28 Y de Fromm, agregaríamos. La globalización vino a desplazar, dicho en palabras de Alfonso Reyes, a la mundialización de la cultura. Economía, mercado y consumo no pueden estar fuera del todo axiológico humano, constituyen parte de un todo. Alimentación y reproducción, relaciones y producción económicas, formas sociales y políticas, conocimiento científico, belleza, moralidad, democracia y libertad, felicidad, utilidad y bienestar, mundo religioso, progreso, constituyen el todo axiológico, el conjunto de ideales valiosos, sin el cual deja de haber vida verdaderamente humana. El hombre sólo es hombre cuando busca una totalidad valiosa.29 El axios, lo bueno moral, entendido como un todo integral del desarrollo humano a través de la educación, de la paideia griega, con su 28 29 Ibid., p. 237. Idem. Mario Magallón Anaya • 103 profundo sentido de lo humano, según Moreno, se pierde en el marasmo y las arenas movedizas e inciertas de la globalízación. Moreno plantea la necesidad de redefínir el proyecto educativo, de volver a la educación del sujeto, del hombre. Donde las humanidades vuelvan a ser la parte consciente que permitan crear conciencia para establecer el equilibrio entre la humanización del hombre y las relaciones con la tecnología, sin privilegiar a esta última sobre las primeras, como en la actualidad se presenta. La filosofía de la educación de Moreno, es pues, un esfuerzo por formar a los miembros de la sociedad mexicana, para cumplir con el modelo de hombre concebido a partir de nuestra historia nacional, de la historia educativa y de sus perspectivas. En este proceso de enseñanza-aprendizaje se da una relación entre educador y educando, entre lo enseñado y lo aprendido, entre la historia y el presente. A Moreno, el fenómeno educativo lo lleva a pensar sobre la crisis nacional, tanto en lo económico, social y cultural, lo que lo lleva a concluir que ésta es consecuencia en gran parte, de una crisis educativa. Atraso en lo educativo lleva implícito rezago social y económico. Por ello se requiere de un equilibrio entre los medios y los fines de la educación. La propuesta de su filosofía de la educación está fundada en un humanismo que se acerca por las vertientes de la cultura patria. La cual debe buscar la formación de un hombre integral, educado en todas las virtudes del saber humano, desde el científico hasta el humanista, donde el espíritu crítico deberá ser una característica de la educación y el medio que propicie asumir actitudes con responsabilidad y libertad. Educarse es una forma de hacer historia, es una manera de hacerse y de ser en el tiempo como seres humanos, como mexicanos. Por lo tanto, "los pueblos que carecen de una imagen de su propia humanidad, o que no la refuerzan y la llevan a la plenitud, ésos también carecen de historia".30 Lo anterior lo lleva a insistir en los valores para humanizar a los mexicanos y éstos se inclinen por el amor patrio, hacia la solidari- 30 Carlos Ayala Barrón, Eizayadé Moneada y Enrique Villarreal, Rafael Moreno y su filosofar sobre la educación mexicana. México, UAS/UNAM, 1997, p. 32. 104 • La filosofía y la educación en Rafael Moreno dad internacional, la justicia y la libertad. El criterio que deberá imperar en la educación, es aquel que deba contribuir a la mejor convivencia humana, fundado en los ideales de fraternidad e igualdad de los derechos de todos los hombres, "donde el hombre sea igual a otro hombre". Las bases de los ideales educativos de la filosofía de la educación de Moreno se fundan en las del artículo 3o. constitucional y en su alcance universal, por esto escribe: Los ideales educativos permiten al mexicano ser mexicano y, al mismo tiempo, una concreción del hombre como tal. Va, a manera de un uso de la vida, de sí mismo a los otros y de los otros a sí mismo. Mientras la nación adquiere [...] la capacidad para perfeccionar sus propios modos de ser para, sin pérdida de sí, practicar la asimilación de las obras de las demás naciones [...]. La razón última de la educación consiste en hacer posible que el pueblo mexicano sea el mismo al desarrollarse, pero también dentro del pueblo el individuo alcance su formación más completa. El alma de la educación tiene dos rostros: la persona y el pueblo, por eso ella se constituye con los valores personales y con los valores sociales.31 La educación superior Las características de la educación superior que plantea Rafael Moreno están constituidas por un modelo de hombre delineado a través del deber ser de la docencia y de la investigación, lo cual requiere de definir la función que ha de cumplir toda el área del conocimiento, como aquellos elementos fundantes de la existencia. Estas características deben ser las funciones sustantivas de la universidad. La investigación tiene como función sustantiva abordar las problemáticas mediatas e inmediatas emergentes del entorno, bajo programas explícitamente establecidos; la docencia deberá considerar la problemática de la concreción desde el criterio de cada universitario. 31 Ibid., p. 35. Mario Magallón Anaya • 105 La finalidad fundamental de la educación superior sólo se puede realizar si la universidad conserva, ejercita y defiende sus principios legados por la historia, forjados por la experiencia del hacer cotidiano. La universidad debe ser una "comunidad de cultura libre", en torno a principios académicos, del saber y de la cultura; donde la "libertad de pensamiento" deberá estar fundada en la libre elección del individuo de conocimientos humanísticos y científicos, como el derecho a ejercer la crítica sin menoscabo de su carácter universitario; libertad de acción, entendida como la capacidad crítica de los universitarios para adoptar las formas de gobierno y vida universitaria; autonomía regida por las libertades para realizar los fines sustantivos acordes con el artículo 3o. constitucional, sin que por ello el Estado decida o determine los criterios rectores de la educación superior; respeto por la libertad de cátedra y de investigación, todo lo cual debe cristalizar en la elección libre de los conocimientos científicos y humanísticos, como en la producción de los mismos; libertad para determinar sus planes de estudio; como de fijar los términos de ingreso y permanencia del personal académico; administrar el patrimonio propio; respeto por la "pluralidad ideológica", en cuanto alberga en su propio seno todas las corrientes de pensamiento y las tendencias de carácter científico y social, dentro de fines puramente académicos, dentro de la tolerancia y divergencia y de la libre expresión de las ideas; "compromiso social", entendido como la respuesta a las exigencias mediatas inmediatas impuestas por la sociedad, buscando soluciones a partir de los valores y proyectos ya existentes, o creando nuevos para modelar una nueva finalidad; legalidad, la cual consiste en cumplir con los objetivos de la universidad bajo los lineamientos y las finalidades de la educación plasmados en la Constitución mexicana y en la Legislación universitaria. La función y la finalidad de la educación superior debe residir en formar hombres con valores humanos y conocedores de una técnica, bien pertrechados en los elementos culturales para crear y construir la cultura propia.32 32 Cf. R. Moreno, La Universidad de Antonio Caso: comunidad de cultura libre. México, Facultad de Filosofía y Letras, 1989. (Jornadas, 6), pp. 5-56. 106 • La filosofía y la educación en Rafael Moreno Para Moreno, hablar de la universidad mexicana significa tratar dos asuntos importantes: por un lado —de naturaleza especulativa— considera la idea de universidad para poder mostrar si tenemos una concepción propia, que pueda llamarse en verdad mexicana, como, a la vez, que nos permita hablar de los problemas de la educación superior. El otro, de índole pragmática, mira a las interrogantes sobre cuestiones vivas, las cuales son o pueden ser formuladas por los padres de familia, por los profesores, por los estudiantes más alertas y por el mismo sector del gobierno. En sus reflexiones sobre la universidad mexicana, Moreno encuentra que entre ésta y la sociedad existe una gran tensión. Los problemas que aquejan a la educación obedecen a dos problemas gestados fuera de la universidad, pero que actúan sobre ella. El primero se presenta con el crecimiento explosivo de la población, la cual aumenta la demanda educativa; el otro es que el desarrollo de los conocimientos requiere urgentemente la renovación cultural de los profesores, de los investigadores y de los planes de estudios. La industrialización, así como la ampliación de los servicios en el país, demanda profesionales y cien-tíficos en mayor cantidad y con mejor calidad. El avance tecnológico y sus requerimientos, las tensas fuerzas sociales, políticas, económicas y morales. Todas estas presiones exigen de la universidad nuevas formas educativas. La educación superior en general, y la universidad en lo particular, requiere mejorar su calidad, lo que a su vez implica excelencia académica y altos niveles en la docencia y en la investigación. Una calidad en la que la enseñanza y la investigación proporcionen los elementos para el desarrollo de la persona y de la sociedad. Empero, nuestro filósofo está consciente de las limitaciones y alcances de la universidad mexicana. Lo cual le permite afirmar: La universidad mexicana carece de perspectivas para crear centros de excelencia. El desafío, según lo vemos advertido y enfrentado por la UNAM, consiste en el hecho de que cada comunidad cobra conciencia de la necesidad, ya impostergable, de obrar con altos niveles en la enseñanza y en la investigación. A partir de allí la universidad mexicana participará con mayor medida en la solución de los problemas nacionales. El desafío es simple: o la universidad Mario Magallón Anaya • 107 mexicana cumple bien su cometido o contradice las razones de su existencia, la realización de los fines sustanciales.33 Por otro lado, para Moreno es necesario volver a los clásicos, rescatar o ¿resucitar? al sujeto y todo aquello que éste tiene de humano, a través del todo axiológico. En sus reflexiones filosóficas sobre los clásicos y los jóvenes de la actualidad, apunta que los frutos de la ciencia y la tecnología, del arte y del saber se han multiplicado. Empero, la vida, paradójicamente, se ha empobrecido. Así: la razón nos trajo al mundo presente, pletórico de contradicciones, que no queremos ver. El conocimiento ha desembocado en la destrucción. El hombre se comporta como lobo del hombre y pone al servicio de la deshumanización sus progresos técnicos. Desgracia que consiste en que, con el milagro de la tecnología y de la ciencia, ha cumplido su sueño de ganar el mundo a cambio de perder su alma. Humanamente el hombre es pobre porque no hay progreso moral y porque la civilización lo convierte en un ser fracasado. Los efectos de las ciudades que crecen, la miseria, la ignorancia, la población que salta las previsiones, la marginación del campo, el maquinismo, la enajenación de los medios de comunicación, la supremacía de los instintos, el consumo de recursos, la contaminación, la servidumbre que genera la producción, el predominio de la fuerza sobre la libertad, todo ello es fruto real del progreso querido y ansiado hasta ahora.34 Estas palabras requieren de la necesidad de repensar la razón de la universidad mexicana a finales del siglo XX y en los inicios de la centuria que comienza. Lo cual lleva a interrogarnos: ¿Hasta dónde la universidad mexicana es capaz de responder a los requerimientos de la sociedad? ¿Tiene ésta la capacidad para reformarse y responder a las nuevas necesidades científicas y tecnológicas que el país demanda dentro del nuevo entorno global? ¿Debe sacrificar su tradición e historia y su profundo valor humanístico, como "comunidad de cultura li- C. Ayala Barrón, E. Moneada y E. Villarreal, op. cit., pp. 151-152. R. Moreno. El humanismo mexicano..., p. 40. 108 • La filosofía y la educación en Rafael Moreno bre", en pro de un productivismo de mercado y de consumo, que sacrifica la parte humana y social? ¿Cómo hacer compatibles esos principios en la formación de nuestros egresados? ¿La universidad mexicana tendrá la capacidad para responder a estos retos? El voto de Moreno es por la educación como medio para la formación del hombre y, parafraseando a Antonio Caso y a Pestalozzi, de la formación de un ser para la vida. Principio que entiende al hombre como proyecto, convencido de que somos aún capaces para realizarnos como seres humanos, adquiriendo nuestras propias dimensiones humanas y mejorando la vida y futuro de la nación. No obstante el horizonte nada esperanzador que vivimos, nuestro filósofo insiste en una educación para el hombre y el ciudadano. Nuestra obligación es, hoy más que nunca, "sembrar semillas de cultura, producir aspiraciones por saber y por instruirse en algo que beneficie a lo humano".35 35 Ibid., p. 40. Presencia de Antonio Caso en el pensamiento de Rafael Moreno • GUSTAVO ESCOBAR B. Siempre recordamos al maestro Rafael Moreno Montes de Oca como un estudioso apasionado de la filosofía mexicana, como un humanista que se significó como fiel heredero de la cultura universal, una cultura que nos permitiría, a la vez, estudiar y comprender la cultura y la filosofía mexicanas como profundo repensar sobre su acontecer, sus aportaciones y su porvenir en el horizonte de la historia. Moreno supo penetrar en las raíces e identidad de la cultura nacional bajo el legado e inspiración de sus maestros: Samuel Ramos, Antonio Caso y José Gaos; se preocupó, ante todo, por consignar la creatividad y originalidad de la filosofía y cultura nuestra; con rigor, con un vasto instrumental teórico; con la seriedad y el espíritu crítico que lo caracterizaron, y ahí tenemos sus numerosos y bien logrados trabajos como testimonios de estos empeños.1 El maestro asimiló plenamente la observación de José Gaos acerca de que era el colmo que los filósofos mexicanos se ignoraran a sí mismos y que tomaran como conocimiento de su identidad lo que dicen y comentan los extranjeros que osan ignorarlos. 1 Como algunos ejemplos de su vasta producción podemos citar los siguientes: "Alzate y la conciencia nacional", "Gaos y la filosofía latinoamericana", "Fuentes ideológicas del liberalismo mexicano", "Puede ser definida la Revolución mexicana?", "Por qué no es filosofía el pensamiento náhuatl", "Creación de la nacionalidad mexicana", "En los orígenes de la cultura mexicana", etcétera, así como La filosofía de la Ilustración en México y otros escritos (comp. de Norma Durán y pról. de Mario Magallón. México, UNAM, FFyL/DGAPA, 2000), El humanismo mexicano, líneas y tendencias (comp. de Norma Durán. México, UNAM, FFyL/DGAPA, 1999) y Rafael More-no y su filosofar sobre la educación mexicana (comp. de Carlos Ayala Barrón, Eizayadé Moncada y Enrique Villarreal. México, UNAM/UAS, 1997). 109 110 • Presencia de Antonio Caso en el pensamiento de Rafael Moreno No hay imitación extralógica en nuestros filósofos — pensaba Rafael Moreno—, toda vez que, desde la propia realidad, desde las propias voliciones del pueblo como tal, se han elegido aquellos filosofemas que son vitales, convenientes o pertinentes para la solución de nuestros problemas. De esta manera, Samuel Ramos, por ejemplo, concebía la cultura mexicana como una "cultura universal hecha nuestra", y, de la misma forma, Antonio Caso reflexionaba sobre la realidad mexicana toman-do como punto de partida la cultura mundial, pero de manera creativa y comprometida. Moreno habló, sin ambages, de una filosofía mexicana por sus ob-jetos y sus sujetos, y no de "la filosofía en México"; se refirió a una filosofía hecha desde México, a una filosofía encaminada a resolver problemas mexicanos, ya sean morales, políticos o educativos.2 Consideró que un pueblo, al realizar su vocación histórica, debe desplegar al máximo su actividad creadora. La filosofía —consideraba nuestro inolvidable maestro— es el coronamiento de toda cultura. Sin filoso-fía, un pueblo, una sociedad está condenada a no dejar huella en el mapa de la historia. Ahora bien, como parte sustancial de la filosofía mexicana, figura la filosofía de don Antonio Caso. Para Rafael Moreno, el ex rector de la Universidad es el filósofo mexicano por antonomasia. Ante la mirada penetrante de Moreno, Antonio Caso fue un convencido cristiano y un creyente en un Dios personal, creador, omnipotente y sumamente bueno. Caso, según Rafael Moreno, estaba convencido de que la maldad que impera en el mundo proviene de haberse olvida-do del Evangelio. Sin duda, en el fondo, el propio maestro Moreno, se identificó con este humanismo cristiano que lo llevó a meditar y a desentrañar lo que llamó "el cristianismo filosófico de Antonio Caso".3 2 Curso Prolegómenos a ¡a Filosofía en México (dentro de la Cátedra Extraordinaria: "Maestros del exilio español", Colegio de Filosofía. Semestre 97-I. (Recopilación y transcripción de Gustavo Escobar Valenzuela. México, UNAM-ENP.) 3 Rafael Moreno, "La filosofía de la existencia y el cristianismo en Antonio Caso". Ponencia presentada en el II Congreso Nacional de Filosofía. Asociación Filosófica de México, A. C. Palacio de Medicina, 5 al 9 de diciembre de 1983. Gustavo Escobar B. • 111 Para Rafael Moreno, La existencia como economía, como desinterés y como caridad, obra magistral que contiene el sistema de Antonio Caso, aporta valiosas contribuciones a la filosofía, ya que implica, inicialmente, una interpretación del cristianismo. El filósofo y ateneísta mexicano, desde sus mocedades, piensa en temas de religión y de la existencia llegando a formular, en 1919, una filosofía propia sustenta-da en tres estratos de la existencia: la existencia como economía, como desinterés y como caridad. Moreno se preguntó sobre las bases de este cristianismo filosófico que ya, desde 1907, Caso había sustentado en una célebre conferencia sobre Nietzsche, en la que, oponiéndose al autor de Así hablaba Zaratustra, postulaba la tesis de que el cristianismo y su mandato de amor son la instancia definitiva para el logro de una sociedad humana y perfecta. Según el maestro Moreno, Caso sostenía un cristianismo heterodoxo ya que "jamás manifestó deseos de vincularse a una confesión; su convicción de ser libre y no sujeto a una doctrina lo apartó como siempre de dogmas, lo mismo que de una vida cristiana dependiente de reglas".4 Pero, a juicio de Moreno, Antonio Caso no inventa o imagina el cristianismo, sino que lo construye con ricos y variados datos de su evolución histórica: por ello acude a aquellos que reconoce como los verdaderos héroes del humanismo cristiano: se llaman Bautista, el precursor que parece el último profeta de Israel y el primer cristiano del mundo; san Pablo, el apóstol, san Agustín el padre de la Iglesia, que presiente o prepara el catolicismo, el protestantismo y aun el cartesianismo; san Francisco de Asís, el místico, símbolo de la felicidad cristiana expansiva, contagiosa y desbordante, Teresa de Jesús, la santa por antonomasia, de piedad genuinamente ortodoxa; Pascal, el jansenista, genio literario, científico y filosófico, que sacrifica la vanidad intelectual al bien inefable de la gracia y, en fin, León Tolstoi, el anarquista que reivindica, con creces, el paradigma del cristianismo moral. En suma —nos explica Moreno— se trata de un cristianismo vivido, localizado como un singular hecho en la evolución de la humanidad; hecho histórico y plural del que Caso deduce su esencia, a partir 4 Idem. 112 • Presencia de Antonio Caso en el pensamiento de Rafael Moreno de la cual crea y desarrolla su propia filosofía. El cristianismo, tal como lo concibe, forma su concepción del mundo, pero no el objeto de la filosofía ni las reglas del filosofar (por ello es un cristianismo filosófico). En Caso —dice Moreno— la existencia viene a ser el resultado de una "visión cristiana del mundo", pero no así una exposición sistemática del cristianismo. Mas esta visión cristiana contribuye, con su filosofía de la existencia, a la revaloración del cristianismo. Caso, puntualiza Moreno, piensa como filósofo: "su actitud frente a la religión no consiste en una entrega religiosa, ni en un vivir la religión dentro de una confesión.5 Para Moreno, Caso es un filósofo que acude a la religión y no un religioso, un creyente racional que se pone a meditar una teoría de la religión, como pudiera ser un escolástico. En realidad, como observa Moreno, la concepción filosófica de Caso era incompatible con los sistemas cerrados y dogmáticos, ya que para este filósofo mexicano, la filosofía debería extenderse no solamente a un trozo de la experiencia, sino a su totalidad. De esta manera, la filosofía debía ser respetuosa de lo real y humilde servidora de su fin, que es la verdad. La filosofía es un saber —desde el punto de vista de Caso— que va a lo hondo y radical de la existencia; no solo pretende explicarla, como lo hacen los físicos, sino que también aspira a comprenderla desde todas sus aristas. De este modo, el acto propio de la filosofía es la comprensión de lo que existe, incluyendo, desde luego, la experiencia religiosa. Siguiendo a José Gaos, Moreno sostiene que el pensamiento de Antonio Caso representa una filosofía original preñada de futuro. No sólo significa una meditación sobre las etapas de la existencia en general; también contiene el germen o desarrollo de un sistema filosófico conformado por una filosofía natural, una teoría del conocimiento, una ontología, una estética, una filosofía de la religión y una ética, apuntando todo ello a una metafísica. Otro aspecto interesante del pensamiento casista que ocupó la atención del maestro Rafael Moreno, es el que se refiere a la filosofía de la 5 Idem. Gustavo Escobar B. • 113 educación, sobre el cual apuntaremos algunas nociones. Cabe Señalar que en este rubro, el maestro Moreno elaboró importantes análisis en torno a los principios éticos, ontológicos y antropológicos de la educación superior y media superior, sobre sus metas y proyectos. Las ideas aquí entresacadas pertenecen al trabajo intitulado: La Universidad de Antonio Caso: Comunidad de cultura libre, donde el maestro Moreno sintetiza, examina, pondera y valora los principios educativos y académicos sustentados por Antonio Caso a propósito de la famosa polémica que sostuvo con su antiguo discípulo Vicente Lombardo Toledano en 1933 durante el primer congreso de universitarios mexicanos, en el que se discutió la posible implantación de una educación marxista para las instituciones de educación superior. Este hecho, tan importante para la historia de la universidad provocó la reacción de Antonio Caso, quien denodadamente defendió el concepto de universidad como comunidad de cultura libre y como fundamental espacio para la libertad de cátedra. Al maestro Moreno Montes de Oca le interesó reflexionar sobre el pensamiento universitario de Caso, no tanto para reconocerse en él, sino, sobre todo, para llevarlo a cabo y avanzar hacia una nueva formulación de nuestra máxima casa de estudios. Posiblemente, el destacado maestro ya avizoraba las cruciales problemáticas por las que hoy se atraviesa en cuanto a la necesidad de crear un nuevo modelo de universidad —Moreno observa que la idea central de esta histórica polémica radica en la libertad de cátedra. En efecto, para el filósofo y educador mexicano, asegura Moreno, la libertad de cátedra y no una determinada doctrina (ya sea la marxista o cualquier otra) debe sustentar la vida de la universidad. De esta manera, Antonio Caso organiza la "defensa" de la universidad y del sistema de libertad que había regido en México. Moreno constata una importante continuidad entre las ideas de Justo Sierra y Antonio Caso, pero en este último, tales ideas se enriquecen, sistematizan y consolidan para dar fundamento a la Universidad como una comunidad de cultura Libre. En la polémica Caso-Lombardo, señala Moreno, se perfilan claramente dos modelos de universidad. La posición de Caso —a la que sin duda se adhiere el propio Moreno— es que la universidad sea ajena a un credo, a una posición o declaración doctrinal. Se polarizan, en el 114 • Presencia de Antonio Caso en el pensamiento de Rafael Moreno congreso de 1933, dos ideas de comunidad: una señala como constitutiva de la universidad la subordinación a la ideología marxista, mientras que la otra reconoce —como esencial— un principio diferente, como lo es la libertad de pensamiento. En la concepción de universidad desarrollada por Caso, no se cobijan —según Moreno— tendencias relativas a un "liberalismo romántico" decimonónico; no habría aquí una tensión entre individuos y sociedad. Caso, desde la perspectiva de Moreno, reconoció y estableció la responsabilidad social del universitario. Si bien la libertad de cátedra significa el no recibir ninguna doctrina, ni siquiera la doctrina del Estado, ello no implica que la universidad deba estar al margen de las grandes problemáticas nacionales, pues la propia universidad pertenece a la sociedad y su insoslayable misión consiste en coadyuvar a resolver los problemas del país mediante el mejor ejercicio de la cultura, una cultura que, vinculada a la libertad de cátedra, deviene en plural y dinámica, en la medida en que reconoce y acepta lo matizado y diverso del momento histórico. Justamente, en virtud de esta pluralidad, la universidad se concibe como un espacio abierto a cualquier pensamiento. A profesores e investiga-dores corresponde el derecho, al ejercer la libertad de cátedra, de abrir el aula a las distintas manifestaciones del saber. Esencial a la concepción casista de la Universidad —advierte Rafael Moreno— fue que el profesor tuviera el derecho de exponer en su cátedra todas las soluciones, incluida, por lo mismo, la doctrina socialista y particularmente el marxismo, lo cual implica, en el orden didáctico, enseñar conforme al propio gusto y criterio, pero también el deber insoslayable de comunicar las posiciones diversas y aun contrarias. El profesor no puede, bajo ninguna condición, convertir ni el aula ni la Universidad en centros clausurados".6 Por otro lado, el maestro Moreno recogió la idea casista, muy grata a él, acerca de que la educación constituye una búsqueda de los ideales del hombre y una realización de valores para la sociedad. El profesor, 6 R. Moreno, La Universidad de Antonio Caso. Comunidad de cultura libre. México. FFyL-UNAM, 1989 (Jornadas de la Facultad de Filosofía y Letras, 6), pp. 44-45. Gustavo Escobar B. • 115 no es, en modo alguno, un educador solipcista, toda vez que es una persona que forma o modela personas en la cultura. El personalismo Scheleriano —como señala Moreno— fue clave en la filosofía de Caso. El profesor existe en una sociedad, relacionado con otras personas, y tiene la obligación moral de cumplir y crear valores. Moreno advirtió en la concepción casista de la Universidad una posición francamente comprometida con los destinos de la nación y sus reivindicaciones sociales. Señala cómo Caso asume que la universidad tiene una orientación social pero no así una doctrina oficial. Dentro del ideario del fundador del Ateneo, "La Universidad ha de valer socialmente por su obra y servicio. Si no actúa para el bien público, nada valdrá; si no sirve a la comunidad, debe desaparecer".7 Sin embargo, pese a estas afirmaciones, Caso estaba lejos —concluye Moreno— de levantar en exceso la importancia de la Universidad como bastión transformador de la sociedad, pues "siempre supo que no era capaz de lograr por sí solo la palingenesia nacional; sus fines eran sólo académicos".8 Ahora bien, en su carácter estrictamente académico, el maestro Moreno reconoce que hay en Caso una idea aristocratizante del saber, en la medida en que para el filósofo mexicano, el sabio es culto y avanza creando valores, mientras que el ignorante y la "masa" son "naturaleza" y no cultura, es sólo fuerza cuantitativa sin energía para conocer el secreto de la existencia. No obstante estas ideas, Caso —considera Moreno— no desprecia la muchedumbre como tal. Más bien piensa que México, país nuevo, en desarrollo constante, reclama la unión de la mano y de la cabeza, de la inteligencia y la acción. El autor de Los discursos a la nación mexicana sostiene, por una parte, que sólo el sabio y la inteligencia crean valores de cultura. La creación no pertenece a las masas. Y, por otra, enseña que la sociedad es la creadora de valores, pero sólo por medio del sabio que pertenece a ía estirpe de Prometeo. En tal 7 8 Ibid.,p.53. Idem. 116 • Presencia de Antonio Caso en el pensamiento de Rafael Moreno sentido, "la ciencia nace del pueblo y no reconoce títulos de nobleza".9 En estas breves notas, en este somero recuento de ideas, advertimos el espíritu analítico y altamente reflexivo del maestro Rafael Moreno, su constante preocupación por acudir a nuestras fuentes, por repensar y desmenuzar los textos clásicos para ir avanzando en la solución de nuestros problemas pues, para nuestro excelente humanista, la filoso-fía debería desembocar en planteamientos concretos. La filosofía —pensaba— es necesaria en nuestro país, un país urgido no ya de ética sino de moralidad, no ya de democracia, sino de un factum moral que constate y haga traslucir el verdadero espíritu democrático. Hacia el final de su fecunda existencia, el maestro Moreno prefiguraba las metas y alcances de la filosofía mexicana para el siglo XXI. Esta nueva filosofía —nos decía— "debe ser aplicación de lo que hacen otros filósofos (como Antonio Caso), o mejor todavía: repensamiento, reflexión sobre lo que hacen otros filósofos dentro de la propia realidad para la solución de problemas específicos, una filosofía de intención universal, con el propósito claro de resolver problemas humanos".10 El maestro Moreno se rehusó a asumir el desencanto de la era posmoderna y proclamó la necesidad de ejercitar la filosofía con naturalidad, con libertad y compromiso, sin preocupamos por su dimensión geográfica, pues por su espíritu —decía el ilustre maestro—será a la vez nuestra y de todos los pueblos. 9 Ibid., p. 55. Curso Prolegómenos a la Filosofía en México... 10 El modo creativo en la filosofía de la educación en México • NORMA DELIA DURAN AMAVIZCA Una de las razones por las que estoy tanteando en la oscuridad es porque no tenemos metodologías de sentir, sólo de analizar pero hay que empezar por alguna parte. Morris Berman A partir de la década de 1990, la educación se vio desprotegida para hacer referencia al sujeto de la educación. El fracaso del conductismo diez años antes y, junto con él, la crítica a la tecnología educativa, nos llevó a la posibilidad de buscar en la filosofía el camino para encontrarlo. Desde entonces, fue cada vez más evidente que la pedagogía mostraba ese gran vacío: la consideración del otro. Los pedagogos se habían dedicado al planear, a decidir sin tomarlo en cuenta e, incluso, investigaban concibiendo al otro como objeto de estudio. Ese lapso entre el fracaso de la psicología conductista y el encuentro de un nuevo camino, llevó a la teoría pedagógica por reflexiones importantes acerca del curriculum oculto que evidenciaba un cúmulo de elementos subjetivos junto a los cuales se desarrollaba el proceso de enseñanza-aprendizaje. El término "subjetividad" y el interés por incorporarlo a la investigación educativa, fueron aspectos que me condujeron a la filosofía. Encontré, en el desarrollo de mi investigación, puntos coincidentes con mis hipótesis en la filosofía en México: a) el bagaje teórico que tenemos en el campo pedagógico es eminentemente de experiencias en otros países y que por lo tanto, b) es necesario que hablemos de nuestra propia práctica en educación, con el fin de que tanto profesores como alumnos puedan identificarse en los resultados de la investigación. 117 118 • E! modo creativo en la filosofía de la educación en México Lo que ahora narraré a ustedes sobre la investigación inició con un propósito pedagógico y, con el tiempo, obtuvo un fundamento filosófico al mostrar, por sí misma, la posibilidad de argumentar en términos epistemológicos, conceptos y categorías. Partí de la tesis: "el profesor crea su propia didáctica", porque en general el profesor, cuando está frente al grupo, pocas veces toma en cuenta las sugerencias curriculares y desarrolla actividades educativas en función del grupo de alumnos: si leyeron o no, quiénes asistieron, la suficiencia del tiempo en el aula, etcétera. Esa tesis puso en un fuerte cuestionamiento la concepción que la pedagogía desarrolló a partir de 1970, con Bordieu y Paseron, de que la escuela era reproductora de la sociedad, y que aún continúa en el discurso de algunos pedagogos mexicanos. Ese análisis, en cascada, hasta llegar al docente, sostenía que éste era un sujeto que reproducía el curriculum, tanto en conocimiento como en valores. Para argumentar mi tesis, dispuse que la etnografía educativa conformaría la metodología, pues con la observación en el aula, el equipo de investigadoras bajo mi responsabilidad y guía, nos encontraríamos más cercanas al hecho didáctico. Como en todos los casos de investigación en la UNAM, fue necesaria la condición de presentar un proyecto para iniciar el trabajo. En el desarrollo del programa de investigación y frente a la circunstancia educativa, se resaltaron las incongruencias del proyecto con la vida en la escuela. Para empezar, deseaba trabajar con doce profesores (seis formados en cursos pedagógicos y seis exentos de ello). Esto nunca fue posible porque las desavenencias entre el grupo de docentes y el grupo de directivos (estos últimos con quienes acordé el acceso a las aulas) no brindaron las facilidades para cumplir con esa primera condición, así que me dejé guiar por las circunstancias para ir tomando decisiones respecto a la metodología de trabajo; con esa postura logré establecer una congruencia entre la tesis de partida, la metodología de trabajo y la propia circunstancia. Así se estableció un permanente ajuste entre las tres. Desde el protocolo del proyecto, el planteamiento fue reconocer la experiencia del docente, pero en la metodología propuesta este último se encontraba ausente. Para entrar a las aulas de bachillerato, solicité autorización a la Dirección de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP) Norma Delia Durán Amavizca • 119 y a la Coordinación del Colegio de Ciencias y Humanidades; sin embargo, en uno de los planteles de la ENP, se presentó el primer impedimento, pues el coordinador de la materia de Historia (disciplina que elegí para hacer la observación) al principio no permitió nuestro ingreso al aula, argumentando que ellos tenían, en promedio, treinta años de dar clases y que nosotras (el equipo de investigadoras) no teníamos nada nuevo que ofrecer a su enseñanza. Después de haber leído el proyecto, reconoció nuestro propósito, pero dijo no haber visto en la propuesta de observación algo que indicara la participación del docente. ¡Tenía razón!, fue otro aspecto débil que la práctica positivista de elaborar proyectos antes de ir al campo de trabajo nos impone. Fue el inicio de la consideración del otro, de manera asumida. A partir de entonces —y por las observaciones que nos hizo el coordinador de la materia de Historia, en discusiones semanales que sostenía con el equipo de investigación— decidimos llamar a nuestra metodología, "observación compartida", la cual consistía en: a) hacer observación en el aula y registrar por escrito el trabajo didáctico del profesor; b) transcribir la observación; c) leer y discutir en el equipo de investigación el sentido que parecía tener la didáctica del maestro en una primera aproximación; d) después de observar, una vez por semana, durante un semestre, elaboramos un escrito que, con las opiniones del observador, las discusiones en equipo y el auxilio de teorías en relación con el tema, expusiera la didáctica del profesor; e) reunir a los profesores y enseñarles el escrito junto con una videograbación de su trabajo en el salón de clases; f) modificar el escrito conforme a su opinión y dar con ello credibilidad a lo interpretado por el observador. Esa metodología se desarrolló durante tres semestres. Al término de ese tiempo se elaboró el informe final, el cual consideró elementos pedagógicos y filosóficos. Se conformó así el modo creativo del que hoy hablo. Dicho modo creativo nació en la crisis que viven la educación y la sociedad mexicanas en la actualidad, a saber: la pérdida de flexibilidad entre las estructuras sociales y los modelos de comportamiento, como los efectos de la globalización en las exigencias industriales, comerciales y educativas; el ajuste del modelo neoliberal a todas las esferas sociales sin tomar en cuenta nuestra historia y cultura, en el ámbito macrosocial. En los microsociales están, por ejemplo, la desintegración familiar, la 120 • El modo creativo en la filosofía de la educación en México incapacidad de diálogo entre generaciones (gerontocracia y juventud), las dificultades de la pareja hombre-mujer. En la escuela, la falta de congruencia entre el curriculum educativo y las posibilidades de enseñanza en el aula; en el campo de la investigación educativa, la necesidad de hacerla y la falta de financiamiento. Gandhi dijo: "Un estómago vacío es uno de los secretos de cualquier creatividad". Entonces podemos decir que se crea a partir de lo que se carece. Nosotros carecíamos, de manera fundamental, de la consideración del otro y esa, aparentemente, simple inclusión, nos dio la posibilidad de dar un giro en las formas comunes de investigar y agregar elementos conforme nos guiaba la circunstancia. Así, la condición ontológica del otro y la del investigador se conjugaron y con ello se mostró el abismo de tal relación que trastocó en las investigadoras, desde su personalidad, hasta el cuestionamiento de lo aprendido en la carrera de Pedagogía. Con ello hubo un encuentro con los otros, los docentes y de nosotras con ellos. Logramos sentirnos parte de su práctica y los docentes fueron investigadores, fueron parte de nosotras, pero sobre todo, participaron el la construcción de la didáctica. Mencionaré ahora cuál es el carácter espistemológico de la investigación. Después de elaborados los escritos que mostramos a los docentes, los cuales titulamos, por ejemplo: "La enseñanza por deseo", "La enseñanza con arte", "La lectura en clase", éstos a la vez, constituyen las categorías arrojadas al final del estudio. Con ello, procedimos a desmontar las categorías y encontramos dos tipos de conceptos. Pudimos trascender el mundo empírico, al exponer las correlaciones entre ellos. Por correlaciones entendemos la expresión de un pensamiento que se usa para describir las conexiones percibidas entre el hombre y la realidad de sus actividades educativas y de investigación. Así, en el camino de la formación de conceptos, el investigador, que es propiamente un observador en el campo educativo, recaba datos y reconoce una asociación de atributos, por lo regular, situada en el espacio-tiempo del objeto de estudio (enseñanza), con esto incorpora la consideración histórica y menciona los atributos que en conjunto forman el concepto. Es importante mencionar aquí que los grupos de conceptos, en este ambiente, se convierten en vasijas de sentimientos y valores, tanto del Norma Delia Duran Amavizca • 121 docente como del investigador. El concepto se convierte en un recurso económico, porta por sí mismo, una serie de atributos que se conectan holísticamente. Después de un determinado tiempo de trabajo de observación y de recolección de atributos, los conceptos quedan más organizados en constructos mentales, pudiendo denominarlos como secuencia de juicios integrados por conceptos, que pasan a ser superiores por medio de la abstracción y permiten formar categorías que, para estar en la vía epistemológica, las he denominado categorías filosófico-antropológicas; con el tiempo, a su vez, nos permiten hablar de constructos teóricos. De mi experiencia de investigación en el aula puedo hacer referencia a la creación de los siguientes conceptos. Primero, los conceptos intuitivos, que proceden del factor estético del conocimiento humano {al denominarlo factor estético, quiero decir que son hechos únicos e irrepetibles en la cultura escolar). Estos conceptos intuitivos aportan algo que es directamente aprehendido de la realidad y cuya significación es empíricamente dada por ella misma y por la interpretación del observador, el cual se ha dejado guiar intuitivamente por la circunstancia educativa. Los conceptos intuitivos tienen un origen histórico (encontrado en la realidad) y psicológico (encontrado en la interpretación del investigador). En el momento en que se activan como conceptos intuitivos, entra en juego una abstracción desde las ideas generales que permitió establecerlo y que lleva a correlacionarlos con los siguientes conceptos intelectivos; estos conceptos poseen la cualidad de proceder a la crítica de ideas preconcebidas teóricamente (en este caso pedagógicas), ya que el investigador comienza a resaltar la particularidad educativa que le arrojó el concepto intuitivo y tratar de identificarlos con sus archivos mentales teóricos, a los cuales, por lo regular, resultan ajenos. Los conceptos intelectivos, no son absurdo ni capricho; son los mismos conceptos intuitivos en otra manera de existir gracias a la abstracción. Por ello estos conceptos se correlacionan, uno a uno, epistémicamente. Una vez establecida la correlación entre conceptos intuitivos y conceptos intelectivos, se procede al manejo intelectual de conceptos postulativos, que se refieren al componente teorético que se formó con la abstracción de conceptos intuitívo-intelectivos, y en el reconocimiento de congruencia o incongruencia con los postulados de 122 • El modo creativo en la filosofía de la educación en México las teorías universales sobre el tema. El manejo reflexivo de los conceptos postulativos se da en un nivel superior a la correlación entre conceptos intuitivos-intelectivos, pues se llega a la abstracción por medio de la reflexión; aquí podremos decir, a la manera de Piaget, que es un momento de abstracción reflexionante, ya que los conceptos postulativos se apoyan en los conceptos intuitivo-intelectivos para pasar a un pensamiento superior. Los conceptos postulativos designan factores que en todo, o en parte, no son observables directamente y cuya significación puede ser propuesta por medio de postulados teóricos formulados deductivamente, esto es, comprobados indirectamente a través de otros estudios y por medio de la opinión del profesor, actor principal de nuestro tema en cuestión. Los conceptos postulativos a los que se arribe por medio del método de la observación compartida, creados en un ámbito mexicano, son los que expresan el deber ser pedagógico, pero un deber ser que no es un a priori subsistente, sino que se deduce de los conceptos intuitivo-intelectivo y postulativos y con la consideración del otro. Por consiguiente puede seguirse modificando. La obtención de categorías por medio de la correlación espistémica y la abstracción reflexionante entre tres términos de conceptos, hace justicia al hecho educativo, con mucho más alcance de la efectuada por la racionalidad instrumental y las teorías extranjeras. Nos permite arribar a la creación de una teoría pedagógica mexicana. Esta propuesta de creación de teoría pedagógica mexicana se encuentra inscrita en los principios teóricos de la filosofía mexicana. Hubo necesidad de recurrir a nuestra filosofía para encontrar el camino de creación. Nada mejor que nuestros propios filósofos que desde los años cuarentas se plantearon la prioridad de filosofar sobre nuestra propia circunstancia. Incluye así la teoría que elaboremos, un principio filosófico que la hace auténtica, por ser una teoría hecha pos sujetos mexicanos, para resolver nuestros propios problemas en nuestro propio tiempo y muestra, además, la viabilidad de realizar investigaciones futuras. Perspectivas sobre la enseñanza de la filosofía en México • MIGUEL ÁNGEL SOBRINO ORDÓÑEZ El filósofo trata de que resuene en sí mismo toda la armonía del universo, y luego intenta exteriorizarla en conceptos. Siendo contemplativo como el pintor o el escultor, o compasivo, como el religioso, o espía de los fines y de la causalidad, como el hombre de ciencia, sintiéndose impelido hacia el macrocosmos, también posee simultáneamente la presencia de ánimo de quien contempla el mundo con frialdad y se considera su reflejo. Friedrich Nietzsche, La filosofía en la época trágica de los griegos, 3. No puedo pasar por alto que uno de los motivos que hoy nos reúne es concluir, mediante la realización de un evento especial, los trabajos del proyecto Un modelo de filosofar y una filosofía mexicanos para el próximo milenio, por esa razón es menester que las primeras palabras que dirija a ustedes en este coloquio sean para hacer un público agradecimiento a sus organizadores, pues tuvieron a bien invitarme a participar en él como ponente, sin que medie por parte mía merecimiento alguno. Ante todo agradezco su amable invitación porque me permiten estar en este espacio de diálogo y encuentro con entrañables amigos para expresar, no sin miedos y reservas, mi reflexión y palabra en la dilucidación de tan espinoso tema: La filosofía mexicana entre dos milenios. Sin embargo, ante temática tan difícil de explicitar me parece conveniente señalar, antes que nada, los límites de mi exposición, diciéndoles que tomé la opción de hacer, como se dice en los medios taurinos, "una graciosa huida" frente a ella, pues en lo que expondré a continuación voy a referirme muy poco a eso que llamamos "filosofía mexicana", centrando 123 124 • Perspectivas sobre la enseñanza de la Filosofía en México la reflexión de modo especial en un tema que en los últimos años me ha preocupado: "la enseñanza formal de la filosofía", mismo que considero estrechamente vinculado a la temática general que hoy nos convoca. Desde mi punto de vista, hablar de la "filosofía mexicana entre dos milenios", implica abordar la problemática que la enseñanza formal de la filosofía presenta en la actualidad en nuestras universidades. En el tiempo limitado de esta intervención, es obvio que no podré hacer mínima justicia a la complejidad del asunto y voy solamente a sugerir algunas ideas relacionadas con el tema de mi preocupación. Soy consciente de mis escasas posibilidades de lograr transmitir realmente, sólo mediante el discurso, las múltiples inquietudes que la temática me ha suscitado; tampoco es mi intención hacerlo el día de hoy. Mi objetivo es más modesto y por tal motivo he titulado a mi trabajo: "Perspectivas sobre la enseñanza de la filosofía en México", título con el que pretendo señalar los límites mismos de mi exposición, pues el tema merece, en principio, más atención de la que le he dado y de la que le daré aquí, ya que únicamente lo mencionaré. Creo que se puede afirmar que tal temática ha estado presente —de una u otra forma— a lo largo de la historia del pensamiento mexicano y ya desde sus inicios. Tema que tampoco le era extraño al maestro Rafael Moreno, pues se puede encontrar de manera constante en su reflexión en torno al humanismo y las humanidades. Pero distingo para conceder; mi reflexión es más simple, marginal; atañe a algo que a mí se me ha problematizado en los últimos años, sin atreverme a decir que dicha problematización la compartía también el maestro Moreno. Por otra parte, como ustedes saben, otro de los motivos que nos convocan, no menos importante que el mencionado, es rendir homenaje póstumo a quien fuera el principal promotor y coordinador del proyecto que hoy concluye: el maestro Rafael Moreno; por esa razón también quiero agradecer a los miembros del proyecto de investigación mencionado, la oportunidad que me brindan en el presente coloquio para rendir homenaje póstumo al maestro Moreno, a quien tuve la di-cha de conocer hace ya algunos años. Permítaseme, antes de entrar a la exposición de mi trabajo, expresar aquí algunas palabras en su re-cuerdo, que a final de cuentas no son otra cosa que un breve relato de la forma en que lo conocí y nos relacionamos. Miguel Ángel Sobrino Ordóñez • 125 El cubículo de Mario Magallón, en el antiguo local del CECyDEL, fue el lugar de nuestro primer encuentro y el espacio que propició nuestra relación personal; el maestro Moreno no me era del todo desconocido puesto que había leído ya varios de sus trabajos. Al estar escribiendo estas palabras me vinieron a la memoria las características de nuestro primer encuentro, pues después del formalismo de las presentaciones entablamos una larga conversación sobre cuestiones teológicas de muy diversa índole, la cual concluyó con una rotunda afirmación del maestro Moreno al decirme de manera tajante: "maestro, usted se inclina peligrosamente hacia ideas luteranas". A pesar del tiempo transcurrido, todavía no logro comprender del todo qué me quiso decir con aquella afirmación, sin embargo, cuando pienso en ella, acepto que quizá en el fondo no le faltaba razón, pues, en reiteradas ocasiones, al reflexionar en los contenidos de aquella conversación, no me queda otra más que admitir que ciertos enunciados teológicos que sostengo —y que sostuve en aquella conversación con él— se apartan mucho de lo que afirma la Iglesia católica; pero, por otra parte, también pienso que con su afirmación marcaba ante mí su posición, que sostendría en nuestros futuros diálogos. Hoy día que conozco mucho mejor su pensamiento, puedo decir que a pesar de los años transcurridos y de la diversidad de afirmaciones que se pueden hallar en sus trabajos, el maestro Moreno siempre fue fiel a ciertos principios teológicos y filosóficos adquiridos en sus primeros años de formación en el Seminario Conciliar de México. Principios que defendió y sostuvo con fidelidad impresionante y que le llevaron a plantear un humanismo con características originales y originantes, que versa sobre una experiencia histórica al mismo tiempo que señala enormes posibilidades creadoras. Nuestro primer encuentro "filosófico-teológico" se vio continuado por muchos otros en los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. De las conversaciones sobre temas teológicos pasamos a dialogar sobre temas y problemas de la reflexión filosófica realizada en México durante el periodo novohispano; centrábamos la conversación de modo especial en algunos autores: fray Alonso de la Veracruz, sor Juana Inés de la Cruz, los jesuitas, la Ilustración mexicana, etcétera. Sin embargo, ésas no eran las únicas temáticas que abordábamos en nuestros encuentros, muchos de ellos giraron en torno al pensamiento 126 • Perspectivas sobre la enseñanza de la filosofía en México medieval y sus autores. No había un tema específico a tratar, pues pasábamos de los asuntos teológicos a los filosóficos, de los filosóficos a las afirmaciones de los clásicos greco-latinos, y de ellos nueva-mente a temas teológicos. Cada vez que conversaba con él, siempre quedé admirado del conocimiento profundo que poseía de los autores clásicos y de una de las corrientes teológicas desarrolladas durante el siglo XIII. Nuestra relación se fue incrementando y se mantuvo sobre todo por vía telefónica, pues con toda libertad, durante un cierto lapso de tiempo, le dio por llamarme a la casa los domingos, entre las seis y las siete de la mañana, con el único objetivo de plantearme una serie de preguntas como las siguientes; "maestro, ¿en qué obra de san Agustín —o en cuál de santo Tomás de Aquino— se encuentra x frase?", misma que me especiaba en latín; "¿qué me puede decir del comentario de Cervantes de Salazar a la Ética Nicomaquea de Aristóteles?, ¿qué piensa del nominalismo?", etcétera. Ya podrán imaginar el no pequeño es-fuerzo que mis neuronas, dormidas profundamente a tales horas de la madrugada, tenían que hacer, por la vida de vampiro que llevo, para poder buscar al interior de la memoria la respuesta adecuada, pues no dejaba de interrogarme hasta que no quedaba satisfecho con las res-puestas. Con melancolía recuerdo claramente su preguntar inquisitivo, profundo, quisquilloso, una de las cualidades de su modo de re-flexión, pues no se contentaba con la respuesta superficial, o de mero compromiso; cada pregunta que proponía exigía esfuerzo reflexivo, dado que algunos de sus cuestionamientos requerían buscar afanosa-mente al interior de la memoria el lugar exacto en la que se encontraba la frase en la prolija producción de los autores medievales o clásicos; otros exigían expresar la propia opinión sobre temáticas del pensamiento novohispano. Así, después de más de una hora de diálogo con él, al colgar el teléfono retornaba a la cama con los ojos pelados y con una idea fija: acabo de tener mi examen dominical sobre pensamiento medieval. Desconozco los motivos del especial interés que tenía para conversar conmigo sobre temas medievales y sobre el pensamiento novohispano, pero puedo decir que ésos fueron los temas comunes que nos vincularon durante varios años, pues nuestra relación fue sobre todo de tipo reflexivo. Miguel Ángel Sobrino Ordóñez • 127 Poco a poco me fui acostumbrando a sus llamadas dominicales y tengo que reconocer que las extraño, pues ellas apuraron en mí la necesidad de estudiar y leer con mayor atención las obras de algunos autores medievales, dado que las preguntas del domingo siguiente serían siempre más exquisitas y rebuscadas. Ahora que ya no puede llamar, caigo en la cuenta de que no sé por qué razón me tomó como una especie de archivo especializado sobre pensamiento medieval. He llegado a pensar que el maestro creía que yo sabía algo sobre la Edad Media; a estas alturas no puedo decir si pasé el examen, sin embargo, tengo que agradecerle esas llamadas, pues sus preguntas fueron un acicate para que me dedicara al estudio más serio del pensamiento medieval, y algún otro, para tener siempre disponible una respuesta satisfactoria. Sin embargo, cuando reflexiono sobre nuestros diálogos medievales me surge una pregunta: ¿por qué ese interés del maestro Moreno por el pensamiento medieval?, la pregunta me surgió al conocer mejor su obra, pues en ella no hay señales explícitas de los grandes problemas que se plantearon los autores del Medievo. Tengo una especie de respuesta-hipótesis para dicha cuestión: la Edad Media era un periodo que le interesaba mucho al maestro Moreno, pero carecía de los espacios propicios para poder hablar de él y vio en mí una especie de interlocutor para tratar esos temas, pues como muchos de ustedes saben, ese periodo de la reflexión teológica y filosófica es uno de los que más me apasionan. Al no estar ya con nosotros, yace en mí un sentimiento que puedo expresar de la siguiente manera: en sus llamadas telefónicas dominicales seguía ejerciendo, en cierta forma, una especie de magisterio; sin buscarlo me convertí en un alumno suyo —pues nunca lo fui directamente—, pues dialogar con él sobre ciertas temáticas exigía recorrer conjuntamente el camino de la reflexión filosófica; así conocí que para él "el pensar" era sobre todo creación y búsqueda de lo nuevo. Constantemente me expresaba que sólo se puede ser investigador cuando se dominan los elementos y los medios para realizar un trabajo sistemático; que investigamos para buscar novedades para enriquecer nuestra cultura. Sin temor alguno creo que se le pueden aplicar a él sus propias palabras, al decir de su maestro Samuel Ramos lo siguiente: "su natural inclinación siempre le dio para meditar, o bien temas que se refe- 128 • Perspectivas sobre la enseñanza de la filosofía en México rían a la vida mexicana, o bien aquellos que trataban la verdad de lo humano". Por esas y otras enseñanzas que recibí del maestro Moreno en nuestras conversaciones, vaya para él, donde sea que esté, un sentimiento de gratitud. La última vez que nos encontramos físicamente fue en los pasillos de la Universidad de Guanajuato durante el IX Congreso Nacional de Filosofía realizado en esa ciudad. Como pueden darse cuenta, los recuerdos son múltiples y podríamos pasar horas refiriéndolos, pero el tiempo apremia y ya es hora de entrar en la temática que vengo a exponer, por eso dejemos ya a un lado los encuentros con el maestro Moreno, sus llamadas telefónicas, los recuerdos, y entremos al tema de mi exposición en la que tomo como punto de partida algunos aspectos de su pensamiento. Iniciemos con una advertencia: en lo que expondré a continuación, a pesar de que he tomado algunos aspectos del pensamiento del maestro Moreno, no abordo su propuesta de un "modelo de filosofar" que hinca sus raíces en la especificidad histórico-cultural de México; tampoco considero los tres modos de filosofar que propuso: 1) el modo histórico; 2) el modo histórico-personal y 3) el modo creativo, sino que me he propuesto como recurso metodológico reflexionar aquí con él, no como lo hacíamos aquellos días domingos, sino, a partir de sus textos, ir acotando temáticas, replicando y ensayando propuestas explicativas sobre diversas cuestiones, utilizando, quizá inconsciente-mente, los tres modos de filosofar que propuso en un intento epistemológico para establecer categorías que nos permitan replantear y dilucidar el estado de la cuestión. Aclaro que no tengo la pretensión de ser original, pues sólo soy un "jornalero de la filosofía"; asumo lo que John Locke expresaba en su "Epístola al lector" con que comienza el Ensayo sobre el entendimiento humano: La república del saber no está desprovista ahora de insignes arquitectos que, por sus grandes designios para el adelanto de las ciencias, dejarán monumentos perdurables que serán la admiración de la posteridad; pero no todos pueden aspirar a ser un Boyle o un Sydenham. Y en una edad que produce luminarias como el gran Huygenius, el incomparable señor Newton y otras de esa magnitud, es también ya Miguel Angel Sobrino Ordóñez • 129 bastante honroso trabajar como simple obrero en la tarea de desbrozar un poco el terreno y de limpiar algunos escombros que estorban la marcha del saber...1 Aquí quiero recordar las palabras de Nietzsche con las que he iniciado mi intervención, pues estoy plenamente convencido de lo que dice respecto a la actitud filosófica, y que creo debemos promover en nuestros alumnos de la carrera de Filosofía. Como punto de partida para la reflexión, tomo una cuestión de las que, puede decirse, causaban profunda preocupación al maestro Moreno: los desafíos planteados a la educación tras la crisis de la cultura tradicional; a partir de ella intento señalar algunos rasgos de las implicaciones de tal crisis en la enseñanza de la filosofía. Doy por supuesto que vivimos en tiempos de crisis: crisis de la razón y de la filosofía. Ante esta situación de crisis, existen varias razones que han contribuido para que me plantee la cuestión de la enseñanza de la filosofía en México, pero para precisar aquí mis pensamientos diré que tuvo sus orígenes, en primer lugar, al reflexionar en torno a una frase que un día escuché decir al maestro Adolfo Sánchez Vázquez, que: "la posibilidad de la enseñanza de la filosofía radica en la necesidad misma de la filosofía". Las implicaciones contenidas en dicha expresión del maestro, poco a poco se han convertido en una especie de aguijón que ha impulsado mi reflexión sobre el sentido o sinsentido de la enseñanza formal de la filosofía en nuestro país, sobre todo por el trabajo que desarrollo en una Facultad de Humanidades en la carrera de Filosofía, pues a diario me enfrento con una realidad: nuestros estudiantes de la carrera de Filosofía todavía se mueven en el modelo keynesiano de universidad; es decir, todavía creen que el poseer un título universitario los ubicará en un estatus social y económico más elevado, pero cuando concluyen se enfrentan con un mercado laboral casi totalmente cerrado, que no requiere de profesionistas de la filosofía, y la cruda realidad los ubica en el número de los "parados". Ante esta situación me pregunto constantemente ¿para qué seguir formando profesionistas 1 John Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano, México, FCE, 1986, p. 10. 130 • Perspectivas sobre la enseñanza de la filosofía en México de la filosofía? Respuestas no faltan, pero en el fondo creo necesario cuestionar el modelo de universidad imperante en nuestro medio y, sobre todo, la función social que desempeña, o podría realizar, una Facultad de Filosofía o de Humanidades. Ante los tiempos de crisis, post, fin o muerte, me pregunto: ¿qué sentido tiene la enseñanza formal de la filosofía en nuestro país a partir de la crisis de la cultura tradicional? Sobre esta cuestión dialogué en varias ocasiones con el maestro Moreno. Le decía que la pregunta me salta y asalta, por una parte, ante la afirmación del fin de la filosofía; y, por otra, ante el desafío que presenta la sociedad de cambio de época a las universidades. Le preguntaba ¿qué sentido tiene la enseñanza formal de la filosofía en nuestras universidades cuando parece que no existe ya la necesidad de ella?, ¿para qué enseñar aquello que no es necesario? Más aún, ¿cuál es la función social de la universidad en nuestros momentos históricos y qué papel desempeña el quehacer filosófico en ámbitos que se dice que han muerto ya? El maestro Moreno dio respuestas a mis múltiples preguntas, pero sobre todo me señaló pistas para seguir buscando caminos, pues me decía: "busque en los clásicos". En lo que sigue no expondré las respuestas de él, sino algunas de mis muchas inquietudes ante tales interrogantes. Como saben, en los últimos decenios, la cuestión del sentido no ha hecho sino imponerse a las conciencias como fundamental. Víctor Frankl subraya una y otra vez que la causa principal de los transtornos psíquicos que atormentan a multitud de seres humanos en la actualidad no se debe a la represión sexual, como pensó Freud, o a complejos de inferioridad, como sospechó Adler, sino a la conciencia de que la propia vida y la marcha de la sociedad circundante no tiene un sentido cabal.2 Esta circunstancia ha llevado a pensar que el verdadero progreso humano no depende solamente de los avances científicos y técnicos, sino mucho más de las disciplinas humanísticas, y sobre todo a la filosofía. Pero aquí tropezamos con una dificultad no pequeña. En los últimos tiempos, las ideologías han fracasado estrepitosamente. Y este fracaso 2 Cf. Víctor Frankl, Der Mensch vor der Frege nach dem Sinn. 7a. ed. Munich, Piper, 1989. Miguel Angel Sobrino Ordóñez • 131 parece arrojar un aura de descrédito sobre todo lo que se presenta con aureola de Weltanschauung, de concepción general de la vida y de la realidad. Ante esto, hay autores que se creen autorizados a pronosticar el imperio absoluto de las formas de conocimientos científico-técnicos, con el menoscabo de la filosofía. Hoy día se dice que estamos ante el fin de la filosofía, fin de la universidad, pues se afirma que estamos ya en los tiempos posfilosóficos, postuniversitarios. Para ciertas corrientes de pensamiento contemporáneo, nosotros, los que nos encontramos hoy día aquí reunidos, pertenecemos a Jurassic Park, especie extinta que se niega a reconocer su "sin sentido" y su nadaidad. Recordemos que autores como Rorty hablan ya de "posfilosofía", como una clara renuncia a fundamentar o legitimar tanto el conocimiento como el orden ético-social. Creo que en este contexto hay que situar la legitimidad del quehacer filosófico y su enseñanza "entre dos milenios". El problema se me vuelve más complicado cuando trato de plantearlo desde la perspectiva del quehacer filosófico en México, o mejor dicho, ¿cómo pensar desde categorías de una filosofía mexicana en el ámbito de una crisis cultural que niega la posibilidad misma de la filosofía, más aún, de todo tipo de pensar filosófico?, pues la razón cuantificadora se pretende absoluta —estableciendo una especie de absolutismo regio— sobre el "logos" cualificados Recuerdo aquí unas palabras del maestro Moreno en el mismo tenor: ¿Qué busca el hombre al amparo de instrumentos electrónicos? ¿Se sacian y cumplen sus afanes con el programa de las potencias espaciales, cuando luchan por alcanzar un dominio sobre los objetos y a través de este dominio la primacía en el universo? Parece que no existe ninguna finalidad que se refiera directamente al hombre en cuanto ser espiritual, en cuanto ser que modela sus conducta con valores jerárquicamente más altos que la naturaleza cuantificable. Se adquiere una fundada sospecha de que la ciencia y la tecnología ponen al descubierto un vacío, el vacío de no ocuparse de lo privativo del hombre. Cierto que está presente porque dirige las operaciones, maneja y depende de sus propias obras; mas lejos de tenerlo como un fin primario, se antoja que es, primero servidor de la máquina, después instrumento de aparatos y 132 • Perspectivas sobre la enseñanza de la filosofía en México por último simple medio para dominar una naturaleza de dimensiones especiales.3 Así, si la filosofía tenía entre sus fines el cualificar al ser humano, hoy día hacer y vivir en ella es síntoma de "tortícolis histórica". La actual propuesta de una "filosofía edificante" —Rorty— significa el abandono del "concepto de una racionalidad universal transcultural" y de una "razón" como capacidad humana transcultural de correspondencia a la realidad" y la adopción del pragmatismo, entendido como variante etnocentrista del relativismo, según el cual "no hay nada que decir sobre verdad o racionalidad fuera de las descripciones de los procedimientos acostumbrados de justificación que una sociedad determinada aplica a uno u otro ámbito de investigación". Así, la filosofía es considerada como una simple conversación. No hay más que diálogo. Otros afirman más benevolentemente, siguiendo a Ayer, que "la filosofía ha de distinguirse de otras artes o ciencias, más por sus métodos que por su tema". Afirmación que nace de la concepción subordinada de la filosofía, ya que según ésta la filosofía no puede contri-buir, por sí misma, a ningún entendimiento positivo del mundo, sino que cumple simplemente un papel negativo de eliminar los obstáculos que se interponen al progreso de nuestro entendimiento. Según esta opinión, la filosofía es un parásito de otras disciplinas, no tiene problemas propios, sino que es una técnica para resolver los problemas planteados en el curso de investigaciones no filosóficas.4 Así, la radicalización misma de la subjetivación, instrumentalización y formalización de la razón que afrontamos como sociedades nos lleva a concluir que la universidad no puede zafarse de esa cuestión que la afecta, lo quiera o no, en sus planteamientos educativos y en su tarea humanista de formar personas. Problema del que no se excluye la enseñanza de la filosofía. 3 Rafael Moreno, El humanismo mexicano. Líneas y tendencias. México, FFyLUNAM, 1999, p. 283. 4 A, J. Ayer, The Problem of Knowkgde, Londres/Nueva York, St. Mortin's Press, 1956. Miguel Ángel Sobrino Ordóñez • 133 Releyendo al maestro Moreno puedo plantear una interrogante: ¿cómo ser abiertos, cosmopolitas y valorar lo local, regional, nacional, sin caer ni en relativismos contextualistas posmodernos ni en nacionalismos estrechos? En el fondo estamos ante el reto educativo de compaginar dos movimientos diversos que tiran en direcciones opuestas: hay que ser cosmopolitas y hay que cuidar las raíces propias. La universidad está llamada hoy a no ignorar la apertura mundial que supone tanto la modernidad tecno-productiva como la comunicación universal, pero también está llamada a dar respuesta a las personas enraizadas en mundos y comunidades locales que se sentirán aturdidas si no tienen unas mínimas certezas y unas ligaduras existenciales firmes. Ésta es la tarea de la universidad de hoy y de mañana: ayudar a valorar lo propio; proporcionar referentes para que cada uno se sienta con bases existenciales seguras y, al mismo tiempo, orientar la mirada hacia el ancho mundo y la pluralidad de culturas y de estilos de vida. Hay que compaginar la atención a la cercanía y la lejanía, a los referentes cercanos que dan certezas y al contexto mundial que sobrepasa los planteamientos de mi pueblo, patria y nación. Cada vez que se hable del mundo cercano no podrá olvidarse el mundo entero, y al revés. ¿Qué tiene que decir la filosofía ante la sociedad del riesgo en la que vivimos? Vivimos una sociedad agresiva, a menudo como reacción pretendidamente defensiva frente al miedo y la inseguridad. La sociedad del riesgo es una sociedad sin aliento profético. Vivimos lejos de la tonalidad revolucionaria, de cambio de estructuras. Ahora predomina un clima cultural y social de calma chicha, de puesta entre paréntesis o de suspensión de aspiraciones. Estamos en un momento social de tono conservador y de miedo a arriesgar. Se mira más hacia lo que se puede perder que hacia lo que se pueda ganar. Cuando hoy hablamos del cierre de horizontes y de expectativas tendríamos que tener presente, junto al desfallecimiento ideológico y utópico de nuestro tiempo, esta atmósfera social y cotidiana más miedosa y vuelta hacia las amenazas y riesgos que hacia las esperanzas. Nos volvemos de nuevo sobre las Facultades de filosofía y la enseñanza de la filosofía en el bachillerato con la intención de detectar algunas de las cuestiones que inevitablemente la interpelan desde la situación actual de riesgo o vulnerabilidad generalizada de nuestra sociedad moderna. 134 • Perspectivas sobre la enseñanza de la filosofía en México Tal y como se da, la tarea educativa formal de la filosofía en nuestros medios universitarios vive mirando hacia el pasado de lo que tiene que transmitir, pero parece que mira poco hacia el presente y futuro de las nuevas generaciones. ¿Cómo entender la realidad actual con las categorías de un autor del pasado, cuyos problemas eran muy diferentes de los nuestros? O planteando la cuestión en palabras del maestro Moreno: ¿qué cosas pueden enseñar los clásicos a una sociedad de consumo y de variadas enajenaciones? ¿Acaso, después de dos mil años, o más, gentes de otros mundos y otra historia ofrecen algunas soluciones a quienes encuentran poco satisfactorias las verdades paternas y buscan nuevas formas de existencia? Hoy día se impone aprender a pensar con todo rigor en los diferentes ámbitos de la vida. Y ello requiere un aprendizaje lento y bien dirigido. En todo un arte que debemos aprender. Pero lo grave es que en las Facultades de filosofía apenas se enseña sistemáticamente dicho arte. Se estudia una disciplina y otra, se hace con mayor o menor aplicación y talento, pero no se dedica tiempo a acostumbrar el ánimo al camino del pensar. Ciertamente debemos superar, como algo pasado, todo empeño a considerar nuestra disciplina como la modélica, la única válida, se requiere de un giro metodológico. Ciertamente no se duda de que las cuestiones filosóficas tienen una tradición y una historia. En dicha tradición se ha desarrollado, respecto de esas preguntas, una conciencia de problema que prescribe a nuestro propio filosofar una medida, un criterio común. Aunque cada uno juzga y es competente para filosofar, también es verdad que esa conciencia de problema demuestra que la filosofía puede darse en distintos ámbitos. Se puede filosofar bien y mal, de manera diferenciada e indiferenciada. En un sentido muy determinado se puede aprender a filosofar.5 Por lo tanto, creo que la enseñanza de la filosofía en nuestro medio debe hacer hincapié en ese "aprender a filosofar" que supera todo tipo de academicismo y proyecta a crear una forma de humanismo en el que valga la pena vivir. La revisión crítica de la reflexión filosófica nos da respuesta en torno al papel de la actividad filosófica 5 Cf. Amo Anzerbacher, Introducción a la filosofía. Barcelona, Herder, 1984, p. 16. Miguel Ángel Sobrino Ordóñez • 135 en la historia de la humanidad, y en este sentido nos señala la perspectiva de un "giro metodológico" para ubicar su presencia en nuestras universidades. Si nos remontamos al mismo Sócrates, descubrimos que nunca se decidió a escribir filosofía y sí a despertar en sus conciudadanos la actitud y la actividad filosófica para saber. Y, en el siglo de los ilustrados, Immanuel Kant afirmará que no puede aprenderse filosofía como se aprenden otras materias, pues "no se aprende filosofía, sino que se aprende a filosofar". Kant dice textualmente: "El joven está acostumbrado a aprender las enseñanzas de la escuela. Del mismo modo piensa él que aprenderá filosofía, pero esto es imposible, pues ahora él debe aprender a filosofar".6 Así, la actividad filosófica, más que la filosofía misma, o la filosofía en sí como un conjunto de conocimientos que se transmiten de generación en generación, es lo que hará efectiva la fuerza y la validez filosóficas en el hombre como individuo. Estamos frente a la dicotomía que nos presenta lo que llamamos el "academicismo filosófico" y la "actividad filosófica" como camino del pensar. El "camino del pensar" como actividad filosófica tiene que estar unido a un esfuerzo capacitador para que sea realmente efectivo, pues no se trata de una "contemplación pasiva", sino que el "afán por saber" implica una actividad que ha de practicarse conforme al rigor de sus exigencias, acometiéndolo esforzadamente, poniendo a prueba el objeto mismo de la actividad, el saber. Sabemos que en la actividad filosófica la razón busca ir más allá de sí misma al superar sus límites mediante la explicación de lo que a primera vista se presenta inexplicable, pues el camino del pensar es el camino del desvelamiento de los misterios; si no hay misterios que resolver, no se puede recorrer el camino del pensar. Por lo tanto, si no se logra despertar en los alumnos de nuestras Facultades esta actitud, la filosofía será "nada", pues se reduce a un conjunto de saberes aprendidos o a un repertorio memorizado de temas, tangenciales o no a la 6 Immanuel Kant, "Nachricht... in der WS, 1765-1766", en Werke, Weischedel, I-II. p. 908. 136 • Perspectivas sobre la enseñanza de la filosofía en México filosofía, o a la simple y llana actividad de la "realización de tareas". Para que la filosofía sea propiamente "filosofía" tiene que ser creativa, inquieta, inaccesible. Recordemos que las preguntas que la actividad filosófica plantea tienen como característica propia no tener tópico normal, ellas inquieren por los misterios. Esto no es nada nuevo, ya Platón en su reflexión analiza esta capacitación del hombre mediante la filosofía en su diálogo Eutidemo. Ahí analiza los diversos actos que han de tener lugar en orden a la consecución de la episteme, ya que se trata de aprender, en el caso de que alguien "no tenga ciencia alguna acerca de la acción", o ya se trate de comprender, el que estando provisto del conocimiento, se sirve de él para examinar el mismo objeto conocido, sea en la práctica, sea en la teoría — de lo que hace o de lo que se dice. Este saber que Platón llama episteme es una actividad, tanto si se trata de aprender algo cuando primeramente se pretende reconocerlo, como cuando se prosigue precisamente con esa episteme, que de alguna manera ya se posee, hasta comprender explícitamente lo que se ha hecho o se ha dicho, el objeto de que se trata. Pero eso no es todo, Platón, en un párrafo de la República,7 explica con mayor profundidad que esta actitud y capacidad no es cosa baladí y se dedica extensamente a precisarla, y en la Carta VII encontramos descrita con detalles la característica de la actividad y los logros filosóficos cuando dice: [...] hay que explicarles lo que es la obra filosófica en toda su extensión, y cuántos trabajos y esfuerzos exige. Porque si el oyente es un verdadero filósofo, apto para esta ciencia y digno de ella porque tiene una naturaleza divina, el camino que se le ha enseñado le parece maravilloso, piensa que debe emprenderlo inmediatamente y que no merece la pena vivir de otra manera. Pone, en consecuencia, todo su esfuerzo con los del guía que le dirige y no afloja el paso hasta que ha alcanzado plenamente todos sus objetivos o consigue fuerzas suficientes para poder caminar sin su instructor. Éste es el 7 Platón, Diálogos, 7 vols. Madrid, Gredos, 1981 -1992 (Biblioteca Clásica Gredos), Rep., 474b-479c. Miguel Ángel Sobrino Ordóñez • 137 estado de ánimo con el que vive este hombre, dedicado a sus actividades ordinarias, cualesquiera que sean, pero ateniéndose siempre en todo a la filosofía, y a un sistema de vida cotidiano que le confiere con la sobriedad una inteligencia despierta, memoria y capacidad de reflexión. Toda conducta contraria a ésta no deja de horrorizarle. En cambio, los que no son verdaderamente filósofos, que tienen únicamente un barniz de opiniones, como las personas cuyos cuerpos están ligeramente quemados por el sol, cuando ven que hay tanto que aprender, el esfuerzo que hay que realizar y la moderación en el régimen de vida cotidiano que la empresa pide, considerándolo difícil e imposible para ellos, ni siquiera son capaces de ponerse a practicarlo, y algunos se convencen de que ya han aprendido bastante de todo y que no necesitan más esfuerzos.8 Así, cuando alguien despierta a la filosofía y se siente motivado para avanzar por ese camino del saber, será porque ha descubierto algo que, sin poder tenerlo asido, le atrae y le impulsa como problema. No se trata de aprender de los libros para repetir palabras, ensartando relatos sin penetrar su sentido. El quehacer filosófico, como camino del pensar, se tiene que hacer vivo, inquietante y exigente, pues cuan-do alguien descubre que una cuestión le afecta personalmente y no puede afrontarla ni cumplirla nadie por él, si bien pueden contribuir otros, los ya filósofos, anteriores o contemporáneos, a mejor plantear, proyectar y avanzar en su solución, surge en él el deseo de recorrer ese camino, que dista mucho del enciclopedismo filosófico. No está de más decir que se entra en el camino de la actividad filosófica por la exigencia de comprobar personalmente lo valioso que puede haber en torno suyo, y sobre todo, cuando uno se percata de que también él puede pensar, que sus criterios tienen valor, ya que él mismo ve las razones por las que son valiosos y llega a desconfiar o superar incluso los razonamientos que se le habían propuesto. Si bien, no podrá uno resolver plenamente todo problema con energía y acierto por criterio propio, la actitud filosófica pretenderá conseguir una conducta independiente, con oposición propia, sabiendo analizar y valorar 8 Ibid., Carta VII, 340 b-e. 138 • Perspectivas sobre la enseñanza de la filosofía en México sus opiniones y actitudes, pues no cuenta tanto acumular nociones, sino ejercitarse en descubrir problemas, analizar situaciones, proponer orientaciones, relacionar conocimientos, descubrir sentido y someter continuamente a prueba cuanto acontece, cuanto se dice y cuanto se sabe. Cuando se hacen preguntas por los misterios, yacen en el fondo de tal cuestionamiento el deseo y —¿por qué no?— la posibilidad de comprenderlos, de descifrarlos. En el interior del filósofo yace la llama de la esperanza de poder llegar a dar con las respuestas. Por lo tanto, al filosofar, tanto o más que la erudición de conocimientos debiera contar, apoyándose en la riqueza inmensa de saberes que se acumulan en la filosofía hecha que tenemos a disposición, la capacidad de descubrir el problema filosófico. Si uno descubre tal problema tiene que reconocerlo como algo que personalmente desea comprender y le interesa resolver, porque se des-vela como un problema que inquiere a lo más profundo del propio ser; como afirmaba Husserl, la actividad filosófica es un asunto personal, que inquiere a mi propio ser. Así, hay una gran diferencia entre el "enciclopedismo filosófico" muy presente en nuestras Facultades de filosofía y la verdadera actitud filosófica, tarea a la cual se debe perfilar la "enseñanza formal del quehacer filosófico", pues la actividad filosófica, como camino y aventura, no es glosar el pensamiento de otros, ni tampoco creer comprenderlo, sino diálogo siempre abierto con ellos. Filosofía es la desvalida situación del hombre frente al misterio y, al mismo tiempo, en la medida en la que el filósofo se agencia preguntas que inquieren por el misterio, filosofía es también un sentimiento de esperanza. Sin embargo, si falta la tensión creadora-lúdica, hacia la unidad, se pierde toda posibilidad de contacto integrador con lo real.