TALLER DE ANIMADORES LITÚRGICOS (1) Taller de animación litúrgica JOAN M. CANALS, “El equipo de la animación Litúrgica”, en Liturgia Básica 22, Centre de Pastoral Litúrgica, Barcelona 2005 ¿Qué es el equipo de animación litúrgica? No existe ninguna definición oficial en la documentación litúrgica, pero podemos intentar dar una definición descriptiva. Es un grupo de personas que asumen con responsabilidad algunos ministerios o funciones en las celebraciones litúrgicas y dedican una parte de su tiempo a reunirse periódicamente para prepararlas y, luego, las animan con su servicio para que la asamblea, reunida en el nombre del Señor, participe consciente, activa y fructuosamente en el misterio pascual de Cristo que se celebra. La experiencia de estos últimos años enseña que la calidad de la participación y el fruto espiritual dependen en gran parte de la preparación y animación de las acciones litúrgicas. Sin la presencia y la actuación del equipo, la participación activa decae y la rutina se apodera de la asamblea. Finalidad del equipo litúrgico Jesús un día propuso una parábola a sus oyentes: les dijo que el reino de Dios es semejante al grano de mostaza y a la levadura que toma una mujer y la mete en tres medidas de harina hasta que fermenta todo (Mateo 13, 33). El equipo de animación litúrgica es como el grano de mostaza y la levadura escondida que fermenta la masa. Su objetivo principal es conseguir que la comunidad católica viva intensamente el espíritu litúrgico. Los miembros del equipo litúrgico son levadura cuando dan testimonio de fe con su vida, cuando preparan y revisan a conciencia las celebraciones, cuando se capacitan doctrinal, pastoral y técnicamente y cuando animan las acciones litúrgicas con su presencia participativa. ¿Qué significa animar? La palabra “animar” en la lengua castellana encierra varios significados, a saber: dar vida o expresión, comunicar aliento y entusiasmo, dar movimiento, calor, fiesta, infundir vigor a un ser viviente, etc. La animación litúrgica consiste en dar vida y expresión a las celebraciones, en hacer participar a todos los que forman la asamblea, en crear un ambiente de oración, silencio y respeto y conseguir que los fieles reunidos ofrezcan a Dios un culto en espíritu y en verdad (Juan 4, 23). La animación litúrgica debe suscitar la participación interna y externa en la asamblea ya sea pequeña o numerosa, habitual o circunstancial, homogénea o diferenciada. La animación no consiste en infundir una alma a la asamblea, pues ya la posee por el bautismo, sino en hacer que aflore y se manifieste, que vibre ante el misterio pascual de Cristo que se celebra. La labor de los animadores consiste en poner en movimiento el alma de la asamblea para que ponga en juego todas sus capacidades de participación y la ayuden a entrar en la dinámica del misterio celebrado. No hay que olvidar que el alma de toda animación litúrgica es el Espíritu Santo, presente y operante, que lleva a término la obra iniciada por Jesucristo. Constitución del equipo de animación litúrgica La animación de las celebraciones litúrgicas no puede recaer exclusivamente en el sacerdote, aunque sea el más responsable, ni en una persona sola, por muy capaz que ésta sea o se considere. Se exige un grupo de personas creyentes que voluntariamente presten un servicio en favor de la comunidad preparando, animando y revisando las celebraciones, en perfecta sintonía con el párroco rector de la iglesia. Actualmente no existe ninguna normativa oficial que determine cómo constituir o formar un equipo de animación litúrgica en una comunidad cristiana. Los equipos existentes han surgido de las necesidades y posibilidades concretas de cada comunidad. Cada grupo tiene su historia tejida con sus alegrías y sufrimientos, éxitos o fracasos. Unas veces se han constituido a partir de la iniciativa del sacerdote, otras por la sugerencia de unos fieles impulsados por su aprecio a la liturgia y por su deseo de mejorar las celebraciones en su comunidad reconocerá su labor perseverante y su entrega generosa. Diversas situaciones La mayoría de los equipos se han ido organizado poco a poco a partir de unas pocas personas a las que se han agregado otras. Unos han progresado en número de miembros, en tareas encomendadas, en formación cristiana y litúrgica y en el cumplimiento de sus objetivos. Comenzaron y continúan activos e ilusionados. No faltan, por el contrario, grupos que comenzaron con ilusión y generosidad, y, sin embargo, en el correr de unos pocos años se ha reducido el número de miembros y en la actualidad subsisten sin interés ni eficacia. Otros han desaparecido. También se debe aceptar que en algunas parroquias o iglesias todavía no existe el equipo litúrgico. Puede ser por dejadez de un espíritu pastoral, por no haber encontrado personas que formen el grupo, o por las actitudes del responsable de la comunidad. En orden a poner en marcha un equipo de animación, habrá que tener en cuenta aquellos cristianos que destaquen por su sensibilidad litúrgica, por su espíritu eclesial y compromiso cristiano. El responsable de la parroquia o iglesia los debe elegir y convocarlos para una primera reunión para presentarles el plan. Con ellos se formará el primer núcleo; más adelante, se puede hacer una llamada más general para todos aquellos que quieran formar parte del grupo. También se puede partir de algún acontecimiento importante en la comunidad católica para comenzar a convocar a algunos miembros interesados en la liturgia y ansiosos de prestar un servicio a la misma. En esta primera etapa de funcionamiento es imprescindible que todos los miembros del grupo experimenten y gusten del espíritu de la liturgia. Una vez que hayan vivido intensamente las celebraciones querrán y harán lo posible para que toda a la asamblea litúrgica experimente y viva lo que ellos experimentan y viven. El equipo puede ser constituido fácilmente. Pero lo más importante es su continuidad o perseverancia. Tiene un proceso largo y paciente de formación y composición, de organización y funcionamiento que es preciso respetar y a la vez impulsar. Cuando se haya constituido un nuevo equipo de animación se aconseja que no comience inmediatamente su actividad sino que dedique un tiempo a conocerse, a reflexionar y a formarse en liturgia. Los equipos litúrgicos que llevan ya algunos años en funcionamiento se les recomienda que hagan una pausa en su camino y reflexionen sobre lo que son y su misión en la comunidad, para que conscientes de su identidad y compromiso se lancen con más ilusión al servicio de la asamblea litúrgica. El equipo una vez constituido y formado, debe ir madurando como grupo. Debe crecer en la fe y en la oración, en saber compartir un trabajo en común, vivir su tarea dentro del grupo con alegría y generosidad, y debe progresar en su formación teológica y litúrgica. Debe pasar de un grupo inconexo a un grupo con conciencia propia; de unas personas que leen las lecturas más o menos correctamente, a estar comprometidas a ejercer habitualmente unas funciones en las celebraciones; pasar de unas personas que entran en la sacristía antes de la celebración a preguntar si tienen que hacer algo, a ser un grupo que prepara la dinámica de la acción sagrada; pasar de unas personas-individuo, a ser un auténtico grupo que estudia, dialoga, prepara, anima y revisa las celebraciones de la comunidad. El ideal —especialmente en las comunidades numerosas— es que cada una funcione con varios equipos de animación litúrgica coordinados entre sí. Cada grupo se responsabiliza de unas determinadas celebraciones: por ejemplo, un grupo prepara y anima las eucaristías dominicales, otro, las celebraciones de entre semana, un tercer grupo las celebraciones de los demás sacramentos, e incluso, otro grupo, de los actos de piedad popular de la comunidad. Si en una misma comunidad existen varios grupos es necesario para crear unidad de criterios que se reúnan todos para la reflexión y formación. Si en algunos casos los miembros de un equipo son muchos, se puede pensar en una rotación a la hora de distribuir las funciones litúrgicas. El equipo litúrgico a ser posible debe estar formado por personas representativas de la comunidad; ha de ser un grupo variado y heterogéneo que agrupe ministros ordenados, instituidos, religiosos, religiosas y sobre todo laicos. ¿Qué personas forman el equipo de animación? El equipo litúrgico de una comunidad está formado por las personas que se responsabilizan de una forma u otra de los diversos ministerios o funciones que se realizan en las celebraciones y también de otras, que sin ejercer ninguna función en las celebraciones, están interesadas de formar parte de grupo. 1. Es deseable y necesario que un ministro ordenado se haga cargo del equipo litúrgico y sea él el responsable de su organización, funcionamiento y formación. Su presencia es una garantía de perseverancia y de unidad de criterios. El ideal es que el presidente de cada celebración esté presente cuando el grupo se reúne y prepara las acciones litúrgicas. El presidente de la celebración es quien anima y coordina los diversos ministerios y funciones en bien de una plena, activa y fructuosa participación por parte de la asamblea litúrgica. 2. Algunas comunidades gozan del privilegio de la presencia de un diácono. En este caso, él se puede responsabilizar, como ministro ordenado, del grupo y ejercer la diafonía, además de las obras sociales o de caridad de la comunidad, en las celebraciones litúrgicas. El incluso preside la asamblea en algunos casos. 3. Los ministros instituidos son los que la Iglesia reconoce oficialmente como lectores y acólitos para ejercer el servicio de la Palabra, del altar y ser ministros extraordinarios de la comunión. 4. Las personas laicas que en la celebración litúrgica ejercen alguna función de un forma estable u ocasional. Estas funciones se pueden clasificar de la siguiente manera: a. los que están al servicio a la asamblea: los que atienden a la acogida y orden en la iglesia; el monitor o comentador; el sacristán o las personas que asumen esta importante tarea, b. los que están al servicio de la Palabra de Dios: el lector, no instituido; el salmista; el que formula las intenciones de la oración de los fieles, c. los que están al servicio del altar y del ministro ordenado: el acólito o monaguillo; el maestro de ceremonias; el que está autorizado para distribuir la Eucaristía, d. los que están al servicio del canto y de la música: los cantores y la schola; el director del canto de la asamblea; el organista y restantes músicos, e. Los que están al servicio de otras funciones en casos especiales: los padrinos (bautismo, confirmación); los testigos. El equipo litúrgico debe permanecer siempre abierto y acogedor a las personas de la comunidad que desean ejercer una función y sea reconocida su capacidad para ejercerla, o a las que quieren participar en las reuniones para su formación sin pretender ejercer ninguna función en las celebraciones. El grupo nunca puede estar cerrado, en dicho caso su funcionamiento será muy limitado. Tampoco el grupo debe monopolizar la marcha de la liturgia en la comunidad. La pertenencia al equipo requiere actitudes fundamentales Para formar parte del equipo es imprescindible sentir interiormente un impulso o vocación: querer servir y ayudar a la comunidad. Vocación que irá gradualmente madurando a medida que transcurra el tiempo e irá manifestándose cada vez más sólida y consciente. Pertenecer al grupo no es una moda, ni sirve para lucirse ante la asamblea, ni es una concesión sobre todo a los laicos, sino una vocación de servicio. Vocación que exige dedicar generosamente un tiempo, comprometerse a realizar unas funciones en las celebraciones litúrgicas y poner a disposición de la comunidad los dones recibidos del Señor. Para el buen funcionamiento del grupo de liturgia conviene que todos los miembros sean conscientes de algunas actitudes fundamentales, por ejemplo: 1. El espíritu de servicio La persona que pertenece al equipo debe estar convencida que ejerce una función desinteresada en favor de la asamblea litúrgica. Su servicio consiste en ayudar a comprender, participar y vivir lo mejor posible el misterio que se celebra en las acciones litúrgicas. Debe tener presente el espíritu de las palabras de Jesús cuando dijo: “el Hijo de Dios ha venido a servir y no a ser servido”. El espíritu de servicio lleva consigo la disposición de superar las dificultades que puedan surgir en el grupo. Se intentará buscar en el diálogo la verdad y la comprensión. Procurará no imponer a los demás sus criterios personalistas para no romper el espíritu de comunión. 2. El espíritu de comunión Todas las acciones de la Iglesia están marcadas por un profundo sentido de comunión. Si en la liturgia se celebran los misterios que unen, es natural que entre todos los agentes de animación debe reinar el espíritu de comunión. Este espíritu se manifiesta cuando se programa y coordina, y cuando se ejercen las diversas funciones en las celebraciones. Es consolador oír a veces al salir de una celebración esta frase: “entre vosotros se percibe un verdadero equipo unido y organizado”. Es un elogio y, a la vez, un testimonio del grupo ante la asamblea litúrgica. El espíritu de comunión que debe reinar entre los miembros del grupo se extenderá también a los otros grupos que trabajan en diversas actividades de la parroquia o iglesia. El equipo de animación litúrgica no puede permanecer aislado o considerarse el único. Cada equipo según las circunstancias, debe intentar buscar los mecanismos para establecer relaciones con todos los grupos parroquiales. 3. Ser participante antes que agente de animación Quien ejerce un ministerio o función en la celebración es un miembro activo de la asamblea a la que sirve. No ejerce su función para que los fieles canten y recen, escuchen y celebren el misterio o para hacer comentarios, sino para que él sea el primero en participar en el canto, en la oración, en la escucha y en toda la celebración. El agente de la animación no puede quedarse fuera de la participación mientras pretende animar a la asamblea para que ore y celebre. Él es participante activo y, a la vez, el agente de la animación. 4. Conocer la comunidad El grupo de animación litúrgica para que pueda cumplir su misión es indispensable que conozca la asamblea litúrgica: su ambiente social, su cultura y lenguaje, sus realizaciones y tensiones, sus problemas y esperanzas para evitar en el ejercicio de sus funciones la marginación de unas personas o exigir ala asamblea más de lo que puede dar. Existe hoy un pluralismo no sólo en la cultura, sino también en la confesión de la fe y en la práctica religiosa obliga a tener en cuenta la graduación de la fe de los que forman la asamblea. Todos están llamados a participar, a confesar la fe, a orar y dar gracias, pero no todos buscan a Dios del mismo modo, ni todos viven la fe con la misma intensidad. Esta variedad reclama por parte del equipo de animación litúrgica un conocimiento de las asambleas para ayudar a todos a crecer en el camino de la fe. 5. Querer mejorar las celebraciones En los últimos años personas de buena voluntad han ejercido ciertas funciones en las celebraciones. Han hecho un gran servicio y merecen una alabanza y reconocimiento por su voluntad, servicialidad y generosidad. Pero ello no impide detectar deficiencias en sus actuaciones ante la asamblea. Hay lectores que leen bien, pero no son comunicadores de la Palabra o desconocen las técnicas del sonido. Hay también directores del canto y organistas especializados pero que desconocen la normativa y el espíritu litúrgico. Incluso hay presidentes a quienes les falta el sentido litúrgico de la presidencia o no conocen las posibilidades que ofrecen los libros litúrgicos para una mayor participación de la asamblea. Cuando se ejercen funciones en las celebraciones litúrgicas al azar o se dejan ala simple improvisación del espontáneo da la impresión de falta de preparación. Los espontáneos deben desaparecer en las celebraciones litúrgicas en beneficio de una adecuada preparación. No se trata de cumplir una función, sino de realizarla con una preparación consciente y técnica, con una capacidad humana y comunicativa y con sensibilidad y espíritu litúrgico. Las palabras y gestos, los símbolos y ritos, los movimientos tienen su significado y como tal deben aparecer. Los agentes tienen la misión de ayudar a descubrir y apreciar su verdad y autenticidad. Realizan una función icónica y por lo tanto deben conducir hacia la realidad simbolizada o significada. 6. Conocimiento de las leyes de la celebración litúrgica La celebración litúrgica tiene sus leyes y su dinámica. El agente de la animación las debe conocer para que el ejercicio de su función sea cada día más eficaz en bien de la asamblea. Tendrá presente lo siguiente: El ritmo La celebración litúrgica es una acción y como tal necesita una dinámica y una comunicación. Cuando el equipo prepara la celebración debe prestar mucha atención a los diversos momentos por los que transcurre la acción litúrgica y dar a cada uno de ellos su sentido. A veces sucede que no se tiene en cuenta el ritmo celebrativo; se da más importancia a una de las partes que no tiene ninguna relevancia en detrimento de las demás. Por ejemplo: a veces, la procesión de ofrendas da la impresión que es más importante que la plegaria eucarística; o en la Vigilia pascual se da gran relieve al lucernario y a las lecturas mientras que la cuarta parte, la liturgia eucarística, aparece como una misa ordinaria, siendo esta Eucaristía la más importante de todo el Año litúrgico. La duración Cuando se reúne el equipo para preparar la celebración se debe prever los tiempos de cada una de las partes de la misma. Sin embargo, durante la ejecución de la misma es cuando el equipo se da cuenta si un canto o la homilía son demasiado largos, o si un signo en un determinado día del Año litúrgico precisa una breve explicación. Conviene que la duración no pase del tiempo establecido y que concuerde con el ritmo de la celebración. Los contrastes Los contrastes dan vida a la celebración, estimulan la atención y hacen comprender el significado de los signos. Por el contrario, la rutina lleva consigo al aburrimiento. Por ejemplo, cuando un mismo lector proclama las dos lecturas, el salmo responsorial y la oración de los fieles. En este caso no permite descubrir las dimensiones del diálogo descendente y ascendente: Dios habla en la primera y segunda lectura, y la asamblea responde con el salmo responsorial y oración de los fieles. En cambio, cuando son varias personas y cada una realiza una función, cada una de ellas puede asumir una voz diversa según el libro de la Escritura. La Unidad El equipo cuando prepara la celebración debe descubrir por medio de los textos litúrgicos (lecturas y plegarias, eucología en lenguaje técnico) lo que la Iglesia celebra aquel día y hacer que las moniciones, cantos, gestos, etc., giren alrededor del eje principal, dando así una unidad a toda la celebración y, a la vez, conservando la diferenciación de sus diversos elementos. El misterio La liturgia es la actualización del misterio pascual de Cristo, de la vida y el amor que el Padre nos comunica. El equipo nunca perderá de vista esta realidad fundamental cuando prepare la celebración. Es la diana a la que dirigirá todas las flechas. La tarea del grupo de animación no consiste solamente en lograr celebraciones correctas en su ejecución, sino en lograr que la asamblea y cada uno de sus miembros se encuentre con Dios en el misterio de vida nueva de su Hijo y por medio de la acción del Espíritu Santo. Las situaciones que vive el pueblo de Dios deben ser actualizadas en la celebración para que sean penetradas por el mismo misterio pascual que transforma la muerte en vida, las tinieblas en luz, el pecado en gracia. El responsable del equipo de animación El grupo de animación litúrgica debe tener un responsable para su buen funcionamiento. Le corresponde generalmente al párroco o al rector de la iglesia y en el caso que no pueda asumir directamente esta responsabilidad puede delegar en otra persona. Cuando el párroco ha delegado, es necesario que en ciertas ocasiones se haga presente en alguna reunión para reconocer su labor, animar y estimular con su palabra a todos los del grupo. Además será informado cómo trabaja y le comunicarán las dificultades que encuentran en sus trabajo. El talante del responsable El responsable, sea el párroco o su delegado, debe tener conciencia de algunas actitudes fundamentales para presidir y orientar al grupo: 1. Sobre todo una madurez en la fe de la que dará testimonio en su vida cristiana y animará al grupo a vivirla y expresarla sobre todo cuando ejercen alguna función en las celebraciones litúrgicas. 2. Poseerá una capacidad de relación y de acogida, de servicialidad y de entrega, y una gran sensibilidad litúrgica. 3. Será un auténtico animador de los animadores. Funciones Además, el responsable o coordinador debe asumir ciertas funciones para la buena marcha del grupo: 1. Convoca a los miembros del equipo de animación litúrgica según calendario aprobado anteriormente o en circunstancias especiales. 2. Prepara y preside las reuniones, dándoles ritmo y dinamismo según el método aceptado por el grupo. 3. Dirige las reuniones procurando que reine en el diálogo la caridad y el respeto mutuo. 4. Asegura el cumplimiento de las responsabilidades confiadas a cada uno de los miembros del grupo. 5. Encauza y canaliza las iniciativas y apoya las ideas de todos siempre que estén en conformidad con el espíritu litúrgico y redunden para el bien espiritual de la comunidad. 6. Anima y promueve la formación bíblico-teológico-litúrgica del grupo buscando los medios ordinarios o extraordinarios para que sus actuaciones en las celebraciones no se desarrollen de una forma mecánica o den la sensación de cumplir un oficio rutinariamente. 7. Si es un delegado del párroco hace de puente entre el equipo y el párroco para informarle de la marcha del grupo, de su labor y dificultades. 8. Representa el grupo en el consejo de pastoral de la parroquia. Sesiones de trabajo Los equipos, por lo general, se han ido organizando poco a poca y la experiencia les ha llevado a emplear un método en sus reuniones para mayor eficacia y aprovechamiento del tiempo. El método no es todo, pero crea un orden y establece un estilo de trabajo. Algunos grupos han encontrado su propio método y otros lo están buscando. Antes de exponer los diversos momentos en los que se desarrolla una sesión de trabajo, es conveniente indicar algunos puntos generales para el buen funcionamiento de las reuniones de trabajo. 1. Antes de la reunión cada miembro del equipo procurará disponer de un tiempo para preparar la celebración. Leerá con atención los textos litúrgicos, intentará encuadrar la celebración dentro del marco litúrgico y se formulará algunas preguntas para exponerlas en la sesión. 2. El grupo determinará el calendario de las reuniones, según la necesidad de la comunidad y la posibilidad de sus miembros. 3. Obsérvese cuidadosamente por parte de todos la puntualidad al comienzo y al final de la sesiones. Es ésta una cuestión muy simple, pero muy importante. El retraso en comenzar o terminar las sesiones puede crear tensiones. 4. El grupo determinará la duración de cada sesión. Quizá al principio de su funcionamiento necesita más tiempo para ir asimilando la dinámica y el método. 5. Durante la sesión todos los participantes tienen el derecho de exponer su reflexión o punto de vista. Este derecho será respetado por todos. Evítese que una o más personas monopolicen la conversación. Procúrese hablar sencillamente y centrarse en lo esencial. Evítese las cuestiones anecdóticas, desahogos personales o comentarios innecesarios. 6. Es conveniente que una persona haga de secretario y tome nota de lo que se dice. Todos los presentes pueden también tomar apuntes sobre todo de las responsabilidades que se les confía. 7. Para la buena marcha del grupo todos los miembros pondrán en práctica los siguientes criterios: a. respetarse en la fraternidad; b. buscar la verdad en la caridad; c. ser consciente de las limitaciones propias y ajenas; d. conocer el espíritu y la normativa de la liturgia; e. buscar siempre el bien espiritual y la participación de la asamblea litúrgica; f. tener siempre presente que su pertenencia en el grupo es un servicio desinteresado y generoso que se hace a la comunidad. Las sesiones de trabajo para su eficacia y orden exigen un método. Existen muchos métodos válidos y cada uno tiene sus propias características. Método sencillo de trabajo Una vez que el grupo ha determinado la duración de la reunión, se distribuirá el tiempo por momentos y se fijará el tiempo que debe durar cada uno de ellos. La sesión de trabajo se dividirá según los momentos siguientes: 1. Momento de orar Se recomienda que la sesión comience y concluya con unos momentos de oración. Los miembros del equipo no sólo preparan y ejercen unas funciones, sino que forman un grupo de fe y de oración. La oración crea un clima de fe y vivencia, de silencio y diálogo, de respeto y libertad, de comunión y amistad. Puede encargarse para cada sesión a un miembro del grupo que prepare una breve oración de inicio y de conclusión. Las oraciones se inspirarán en los textos litúrgicos de la celebración que se disponen preparar. 2. Momento de leer los textos litúrgicos Es aconsejable que en la sesión no se dedique unos minutos a la lectura compartida de los textos litúrgicos. Cada miembro los habrá leído anticipadamente habiendo tomado nota de lo que cree oportuno compartir con los demás compañeros del grupo. De esta forma la sesión de trabajo no se alarga. Sin embargo, si la mayoría no los han leído, es necesario dedicar un tiempo a la lectura de los textos litúrgicos del domingo o de la festividad correspondiente. 3. Momento panorámico Consiste en presentar panorámicamente los aspectos generales de la celebración y enmarcarlos en el cuadro del Año litúrgico, o haciendo referencia a los domingos anteriores o al ambiente sacramental correspondiente. Durante este momento, el grupo puede dialogar sobre los puntos siguientes: • descubrir y describir, si existen, algunos aspectos o circunstancias que vive la comunidad cristiana a nivel existencial, social o religioso; • enmarcar la celebración dentro del espíritu litúrgico del tiempo correspondiente del Año litúrgico. Recordar la experiencia de años anteriores en las mismas circunstancias litúrgicas para una progresiva comprensión de las distintas facetas de la vida cristiana y evitar la sensación de rutina; • relacionar las fiestas de la Virgen María y de los Santos con el misterio pascual de Cristo, eje y centro de toda celebración; • si se prepara la celebración de un sacramento procurar encuadrarlo en el conjunto de los demás sacramentos y relacionarlo con la Eucaristía; • considerar algunos aspectos que faciliten la comprensión del domingo y de las fiestas desde la perspectiva histórica-teológica y sin olvidar los actuales; • recordar las líneas fundamentales del domingo anterior con la posibilidad de relacionarlo con el presente; • antes de terminar este momento se establecerán dos o más ideas claves de la celebración para tener presente en los momentos siguientes; • éste es también el momento adecuado para introducir, si las circunstancias lo piden, el estudio de un punto determinado de la liturgia. 4. Momento de preparar los diversos elementos celebrativos El grupo conoce los textos litúrgicos y ha recorrido el panorama de la celebración. Ahora conviene preparar los diversos elementos celebrativos; para ello se tendrá en cuenta lo siguiente: • se seleccionan los cantos más apropiados para cada momento de la acción litúrgica. Se escogerán los que reúnen mayor calidad bíblica y litúrgica en la letra y ofrezcan una calidad musical digna; • cuando los libros y la normativa litúrgica lo permiten, y hay textos alternativos, se elegirán los más aptos para la asamblea, como el formulario del acto penitencial, el prefacio, la plegaria eucarística, etc.; • resaltar algunos signos, gestos o palabras que merecen una valoración especial en la celebración que se prepara; • buscar el lenguaje, expresiones o imágenes que se emplearán en el momento oportuno; • en relación a las preces de la oración de los fieles se buscará el formulario más relacionado con la celebración y con la posibilidad de componer alguna petición según las circunstancias actuales de la Iglesia, del mundo y de la comunidad; • la preparación o redacción de las moniciones que se deben hacer en la celebración. Estas moniciones tienen como finalidad ayudar a la asamblea a comprender y vivir mejor algunos elementos celebrativos. Incluso es el momento oportuno de poder ofrecer al celebrante algunas ideas para la homilía, si se cree oportuno; • prestar atención a las celebraciones especiales: niños, jóvenes, otros sacramentos...; • concretar algunas formas de ambientación de la iglesia y atrio según los tiempos y fiestas; • confeccionar notas si se creen oportunas para favorecer la máxima participación de la asamblea. 5. Momento de distribuir las funciones o responsabilidades Luego se pasa al momento en el que se distribuyen las tareas o funciones a realizar en las celebraciones litúrgicas. Los miembros del equipo asumen la responsabilidad de las funciones. La distribución se hace por número de celebraciones que hay en la parroquia o iglesia, por las personas disponibles en el grupo, y por las diversas funciones de cada celebración, por ejemplo: dos lectores, un salmista, el monitor. Cada miembro del grupo se responsabilizará de la función encomendada, procurando realizarla con preparación, vivencia y con gran espíritu litúrgico y de servicio. Es conveniente que todas las funciones las realicen personas del grupo, no siempre las mismas, pero se puede pedir a otras que ejerzan alguna función. La actuación en las celebraciones litúrgicas La razón fundamental de un equipo de liturgia es animar las celebraciones litúrgicas. Las sesiones de trabajo o de preparación están orientadas a conseguir este objetivo. Todos los que ejercen un ministerio o función en las celebraciones litúrgicas procurarán estar bien coordinados y armonizados entre sí durante la celebración. Cada asamblea se caracteriza por su propio ritmo y dinámica. La tarea del equipo es conocer la forma propia de ser de cada asamblea para conseguir que participe plenamente en la celebración y experimente la presencia del Señor. Para ello, los agentes de la animación prestarán atención especial a las necesidades y ritmos de la asamblea para lograr una participación consciente, activa y fructuosa Ejercerán sus funciones con responsabilidad, con sencillez y dignidad‚ procurarán siempre el bien espiritual de la comunidad. Intentarán que las palabras, los ritos, los gestos, los movimientos aparezcan en su autenticidad y fuerza cristiana. Revisión de las celebraciones En el transcurso del año el grupo dedicará una sesión al trimestre o semestre a la revisión de la marcha del grupo y de sus actuaciones en las acciones litúrgicas. Es un tiempo dedicado a descubrir los aspectos positivos y reconocer con humildad las limitaciones o fallos. Las acciones litúrgicas merecen siempre ser celebradas con la máxima dignidad y siempre se puede mejorar el arte de celebrar. El equipo no puede dormirse en los laureles conseguidos, sino que debe ser sensible en percibir y captar posibles mejoras para bien de la comunidad cristiana. El grupo establecerá la forma de llevar a cabo la revisión fijando día, hora y método a seguir. En la reunión anterior a la revisión puede formularse una lista de preguntas para ser reflexionadas por cada miembro y así facilitar la sesión de revisión. En la revisión nadie debe sentirse ofendido ni echar la culpa a otro. Es el momento de las alabanzas y de la purificación. El grupo necesita la revisión para el bien de la comunidad. La formación litúrgica del grupo de animación La formación litúrgica es siempre necesaria a todo cristiano, de un modo especial al grupo de animación para ejercer su misión con calidad, expresión e inteligencia. Se observa que allí donde los responsables de las comunidades cristianas han realizado una buena catequesis sobre temas fundamentales de liturgia, los fieles han progresado sensiblemente en la comprensión de los contenidos de la fe. La formación litúrgica no está enmarcada en una etapa concreta de la vida del cristiano, ni está reservada a unos privilegiados. Todo cristiano debe recibir una formación litúrgica para que madure en la fe. La formación litúrgica forma parte de la educación cristiana, introduce al cristiano en la vivencia del misterio de salvación y le enseña a convertir su vida en una ofrenda agradable a Dios Padre. El grupo ejercerá sus funciones a medida de su formación litúrgica. El responsable del mismo procurará que el equipo vaya adquiriendo una formación litúrgica, dentro de mismo grupo o en cursillos, o en la lectura particular. Existe actualmente muchos libros o folletos que se pueden emplear para conseguir una formación progresiva y permanente; una formación completa abarca los aspectos doctrinales, los históricos los rituales o celebrativos.