Perdón histórico y el daño irreversible E l mundo moderno tuvo que acudir al confesionario, especie de diván que sirve para despojarnos de remordimientos. Allí estuvo, en su momento, la confesión de Clinton sobre la conducta norteamericana con el África negra y la del Papa acerca de la persecución judía durante la II Guerra Mundial y la débil posición de la Iglesia ante la matanza nazi. La misma Iglesia ya había revindicado a Galileo, condenado en la Inquisición por la osadía de decir que la Tierra se mueve. Esa vez Clinton pidió perdón por la esclavitud de los negros africanos y los beneficios económicos que reportó para los norteamericanos de origen europeo. “El mayor error que Estados Unidos cometió con Africa a largo plazo fue el menosprecio y la falta de comprensión sobre nuestro futuro común en este planeta, que cada vez es más pequeño”. Los cables internacionales, o las líneas internet, no darán abasto para recibir la larga lista de las confesiones que todavía faltan. Guerras, etnocidios, explotación industrial, manipulación militar, apoyo a dictadores latinoamericanos, usura bancaria en los préstamos internacionales a los países pobres. Ni qué decir sobre Hiroshima y Nagasaki. En el sacramento católico no basta decir los pecados al confesor. Es necesario, además, el remordimiento y el acto 33 de contrición, para luego ser absuelto. Pero así como al ladrón no se le perdona si no devuelve a su dueño el objeto robado, estas confesiones tendrán muy poco valor si no se acompañan de un resarcimiento histórico. Africa fue expoliada, fragmentada, sometida a dictaduras oportunas y salvajes con apoyo del occidente desarrollado y rico. América Latina también ha sufrido del despojo y de la miseria. ¿Cuando devolverá la civilización que pide el perdón el objeto de su iniquidad? El resarcimento histórico no es posible cuando el daño se ha hecho irreversible. ¿Cómo, entonces, perdonar? El mundo desarrollado está tratando de construir una nueva ética basada en un consenso dialogal. En una participación plural de opiniones y posiciones adversas en la búsqueda de acuerdos consensuales. Algunos piensan en el predominio de la razón, suerte de intelectualismo de nuevo cuño que llevará a la humanidad al estadio perfecto de su evolución. Lo difícil, sin duda, será comprender la validez del pluralismo cultural. Reconocer en el rostro de cada raza una verdad inimpugnable, una historia con su propio destino, antes que un objeto de conquista y sometimiento. No sé si en el perdón solicitado al Africa negra está también comprometida la voluntad del resarcimiento, no solo para ellos, sino también para los pueblos de la Tierra que guardan en su historia la amargura de la opresión. 34