Los Pluralistas Los Pluralistas son un grupo de pensadores heterogéneo, siglos VI y V a.C, que se caracterizan por abandonar el planteamiento metafísico de Heráclito y Parménides, intentado devolver a la filosofía el planteamiento físico que tuvo en sus inicios. Por otra parte intentan conciliar todas las teorías anteriores, de ahí su planteamiento sincrético. Las soluciones para explicar el problema central del cambio tienen en común su interpretación de la materia como un conjunto de partículas eternas (Parménides), que se combinan entre sí de forma diferente (Heráclito) 2.4.1 Características generales de los Pluralistas. • Defienden que el arché es múltiple, no hay un único arché sino varios. • Es un intento de conciliación de varias teorías anteriores, van a intentar sintetizar las teorías de Heráclito y Parménides, explicando el cambio a partir de partículas eternas que no cambian. • El escepticismo gnoseológico: mantenerse siempre en la duda. La filosofía anterior no se planteaba ninguna duda sobre nuestras posibilidades para conocer la realidad. El mundo es un cosmos y el ser humano pertenece a este orden, por tanto puede conocerlo. También, a diferencia de los pensadores anteriores, creen en el azar. • El materialismo mecanicista: en el universo todo es materia que se rige por leyes que son parte de la materia. Cuando los Pluralistas nos hablan de principios como el Nous hay que entenderlos en un sentido material. Empedocles Empedocles esta preocupado por el problema que se plantearon los primeros presocráticos y pretende conciliar la inmovilidad del ser con la multiplicidad cambinte de las cosas. Los elementos constitutivos son: aire, tierra, fuego y agua. Empedocles los llama las raíces de todo, rizomas o raíces del Ser. Las cosas no nacen ni mueren, sino que aparecen y desaparecn por unión o desunión de estos elementos Empédocles de Agrigento nació hacia el 492 y murió alrededor de los 60 años. Hijo de Metón, que ocupó un puesto importante en el gobierno democrático de la ciudad, intervino en la vida política y fue al propio tiempo médico, taumaturgo y hombre de ciencia. El mismo presenta su doctrina como un instrumento eficaz para dominar las fuerzas naturales e incluso para recuperar del Hades la vida de los difuntos (fr. 111, Diels). Su figura de mago (o de charlatán) está iluminada por las leyendas que se formaron respecto a su muerte. Sus secuaces dijeron que fue llevado al cielo durante la noche; sus adversarios, que se había precipitado en el cráter del Etna para que le creyeran un Dios. Empédocles es consciente de los límites del conocimiento humano. Los poderes cognoscitivos del hombre son limitados; el hombre ve sólo una pequeña parte de una "vida que no es vida" (porque se desvanece pronto) y conoce solo aquello con que casualmente se encuentra. Pero precisamente por esto no puede renunciar a ninguno de sus poderes cognoscitivos: necesita servirse de todos los sentidos y también del intelecto, para ver cada cosa en su claridad. Al igual que Parménides, Empédocles sostiene que el ser no puede nacer ni perecer; pero a diferencia de Parménides quiere explicar la apariencia de! nacimiento y de la muerte y la explica recurriendo a la mezcla y a la disolución de las cosas mezcladas. El mezclarse de los elementos que componen las cosas es el nacimiento, su disolverse es la muerte. El ser inmutable no es, pues, una sustancia única: se compone de elementos, que son cuatro: fuego, agua, tierra y aire. El nombre de "elemento" aparece en la terminología filosófica más tarde, con Platón: Empédocles habla de las "cuatro raíces de todas las cosas". Estas cuatro raíces están animadas por dos fuerzas opuestas: el Αmor(Φιλια) que tiende a unirlas y la Discordia u Odio (Νηικος) que tiende a desunirlas. El Amor y la Discordia son dos fuerzas cósmicas, de naturaleza divina, cuya acción se sucede en el universo determinando, con su alternancia, las fases del ciclo cósmico. Hay una frase en la que domina completamente el Amor y es el Sfero, en el cual todos los elementos están perfectamente unificados y ligados en la más completa armonía. Pero en esta fase no hay sol ni tierra ni mar, porque no hay más que un Todo uniforme, una divinidad que goza de su soledad (fr. 27, Diels). La acción de la Discordia rompe esta unidad y comienza a introducir la separación de los elementos. Pero en esta fase, la separación no es destructiva: hasta cierto punto, determina la formación de las cosas tal como son en nuestro mundo, el cual es el producto de la acción combinada de las dos fuerzas y está a medio camino entre el reino del Amor y del Odio. Al continuar el Odio en su acción, las cosas mismas se disuelven y se produce el reino del caos: el puro dominio del Odio. Pero entonces, toca de nuevo al Amor volver a comenzar la reunificación de los elementos: a medio camino se forma de nuevo el mundo actual, mezclado de odio y de amor que, por último, retorna al Sfero, desde el cual se reanudará un nuevo ciclo. 1ª Fase. Amor. Reina el amor y el universo originario es una esfera eterna, inmóvil y homogénea (como el ser de Parménides). En esta fase los cuatro elementos están mezclados y no haya diferenciación. 2ª Fase. Odio. La fuerza disgregadora separa estos cuatro elementos pero no da origen a ningún ser natural. 3ª Fase. Amor y Odio . La interacción de ambas fuerzas genera la multiplicidad y diversidad de los seres, sometidos a cambio . Es el universo actual. 4ª Fase. Odio. Se produce una disgregación y separación de estos seres naturales. La tierra esta en el centro y alrededor giran el agua, el aire y el fuego. 5ª Fase. El amor reúne de nuevo los elementos los aglutina sin diferenciarlos, completando el ciclo Los cuatro elementos y las dos fuerzas que les mueven son también la condición del conocimiento humano. El principio fundamental del conocimiento es que lo semejante se conoce por lo semejante. "Conocemos la tierra mediante la tierra, el agua mediante el agua, el éter divino mediante el éter, el fuego destructor mediante el fuego, el amor mediante el amor y el odio funesto mediante el odio" (fr. 109). El conocimiento se produce mediante el encuentro entre el elemento que reside en el hombre y el mismo elemento fuera del hombre El principialismo sustancialista de Empédocles logra su plena formulación en el estado acósmico de la Esfera bienaventurada, cuando los cuatro elementos, concentrados en sí mismos, son efectivamente sustancias y están vinculados por el Amor (es decir, -por un nexo de identidad, que está en el fondo de lo que llamaremos «principio de gravitación lógica», porque el Amor precisamente, en el sistema de Empédocles, tiene la función de «imir lo semejante a lo semejante »). Pero precisamente en este estado, en el que los elementos son principios sustanciales, ellos son más bien sustancias que principios, porque justamente en este estado no hay Cosmos, al estar cada elemento unido a sí mismo pero separado de los demás. Representemos a estos elementos por las letras A, B, C y D. Como el todo va a producirse a expensas de estos cuatro elementos, combinándose consigo mismos, es adecuado representar la estructura racional subtendida en el sistema de Empédocles por una matriz autológica, de suerte que las etapas del ciclo cósmico correspondan a las diferentes situaciones de composición multiplicativa de la matriz. La primera situación (situación I) corresponde al estado acósmico, aquel en el cual los elementos están unidos a sí mismos Pero ahora el mundo no existe (el estado acósmico está representado aquí por las casillas no diagonales vacías). La situación opuesta (situación III) es aquella en la que todos los elementos, separados de sí mismos por el Odio, están unidos unos a otros por él. En todo caso, parece que es posible poner en correspondencia a la situación II con el estado actual de nuestro Mundo, tal como Empédocles lo concibe. Porque el Mundo en que vivimos no corresponde, desde luego, a la situación I (la Esfera bienaventurada), pero tampoco a la situación III (en la que el Odio ha penetrado los más mínimos detalles de los elementos). Sólo queda, por tanto, como estructura del mundo actual, la situación II. Ahora bien: esto no suprime la indeterminación sobre si nuestro mundo actual está regresando hacia la situación I —digamos: si vivimos en el amanecer, en la pleamar del reinado del Amor— o si está progresando hacia la situación III —es decir, si estamos presenciando el anochecer, la bajamar del Amor y el advenimiento del Odio en su reinado exclusivo. En efecto, como la posición intermedia II pertenece a un ciclo (el Gran año) que la orienta alternativamente hacia la derecha o hacia la izquierda (las flechas o vectores del diagrama representan estas relaciones) es evidente que la misma estructura II cubre las dos fases cronológicas (2.° y 4.°) que se distinguen siempre en el ciclo cósmico de Empédocles. El amor o la amistad, porque el predominio total de esta fuerza hace que los elementos se junten para formar una unidad compacta, que Empédocles denomina Uno o Esfera (lo cual recuerda mucho la esfera parmenidiana) Física, mística y teología forman en el pensamiento de Empédocles una compacta unidad. Para él las cuatro raíces: agua, aire, tierra y fuego son divinas; también son divinas las fuerzas de amistad y discordia; Dios es la esfera. en este universo en el cual todo es divino, incluso la misma discordia, Curiosidades: Desde hace muy pocos años, desde la moderna teoría atómica, sabemos que los elementos químicos no son sustancias primeras, que por debajo de ellos existen estratos de materialidad mucho más complejos: justamente por ello desbordamos la categoría química lo cierto es que los elementos químicos modernos proceden, históricamente, no de la composición de los átomos de Demócrito, sino de la descomposición de los elementos de Empédocles. La «tierra» se descompondría en mercurio, calcio, azufre, sulfato de sodio, tartrato doble de sodio y potasio (hacia 1672), en fósforo (1669); el «fuego» y el «aire» se transformarían en oxígeno, en nitrógeno, etc., a partir de Black (aire fijo = gas carbónico, hacia 1755), de Cavendish (hidrógeno hacia 1765), de Pristley y Lavoisier (oxígeno); el «agua», sólo después de la utilización de la chispa eléctrica, pudo mostrarse como generada a partir de los gases hidrógeno y oxígeno (Cavendish hacia 1783) y sólo después de la invención de la pila por Volta, pudo descomponerse en sus elementos distintos (Nicholson, 1800). Pero el concepto de elemento químico que formuló Robert Boyle en El químico escéptico (1661) —cierto que en un contexto que anunciaba ya el cierre categorial efectivo de la nueva ciencia— se mantenía estrictamente en el mismo formato oíltológico que le había dado Empédocles 22 siglos antes: «una sustancia básica que puede combinarse con otras para formar compuestos y que no puede descomponerse». Anaxágoras Anaxágoras de Clazomene, nacido en el 499-98 a. de J. C. y muerto en el 428-27, es presentado por la tradición como un hombre de ciencia absorto en sus especulaciones y extraño a cualquier actividad práctica. Para poderseocupar de sus investigaciones, cedió cuanto poseía a sus parientes. Interrogado sobre el objetivo de su vida, respondió orgullosamente que era vivir "para contemplar el sol, la luna y el cielo". A quien le reprochaba que no le importaba nada su patria, respondió: "Mi patria me importa muchísimo", indicando con la mano el cielo. Al igual que Empédocles, admite que los elementos son cualitativamente distintos unos de otros; pero a diferencia de Empédocles, sostiene que tales elementos son partículas invisibles que llama semillas. Según Anaxágoras, como nunca se llega a un elemento último e indivisible, tampoco se llega nunca ni a un elemento simple, es decir, a un elemento cualitativamente homogéneo que sea, por ejemplo, sólo agua o sólo aire. "En todas las cosas, dice, hay semillas de todas las cosas" Originariamente las semillas estaban mezcladas desordenadamente entre sí y constituían una multitud infinita, bien en el sentido de la magnitud del conjunto, bien en el sentido de la pequenez de cada una de sus partes. Esta mezcla caótica estaba inmóvil; intervino la Inteligencia (fr. 12) para introducir en ella el movimiento y el orden. Según Anaxágoras, la inteligencia está completamente separada de la materia constituida por las semillas. Mientras Empédocles había explicado el conocimiento mediante el principio de la semejanza, Anaxágoras lo explica por medio de los contrarios. Sentirnos el frío mediante el calor, lo dulce mediante lo amargo y cada cualidad mediante la cualidad opuesta. Como toda disensión lleva dolor, toda sensación es dolorosa y el dolor se vuelve sensible por su larga duración o mediante el exceso de la sensación (Diels, A 92). La constitución misma de las cosas introduce un límite en nuestro conocimiento; no podemos percibir la multiplicidad de las semillas que constituyen cada cosa: por eso Anaxágoras dice que "la debilidad de nuestros sentidos nos impide alcanzar la verdad" (fr. 21). Pero añade: "lo que aparece es una visión de lo invisible" (fr. 21 a); y, en efecto, los sentidos nos muestran las semillas que predominan en la cosa que tenemos delante, y nos dan a entender su constitución interna. La importancia de Anaxágoras radica en haber afirmado un principio inteligente como causa del orden del mundo. Anaxágoras concibe el nous como origen del universo y causa de la existencia, pero a la vez trata de explicarse y llama a encontrar las cosas cotidianas de lo que ocurre en el mundo. Por otro lado, hizo formar parte de su explicación de la realidad al concepto de nous, inteligencia, la cual, siendo un «fluido» extremadamente sutil, se filtra por entre los recovecos de la materia, a la que anima con su movimiento. El nous penetra algunas cosas y otras no, con lo que se explica, siguiendo a Anaxágoras, la existencia de objetos animados e inertes. Platón en el Fedón se muestra de acuerdo con la afirmación según la cual el nous es la causa de todo y conduce al orden y la armonía, pero discrepa con la búsqueda de las causas materiales emprendida por Anaxágoras.